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viernes, 10 de marzo de 2017

Sueños, pesadillas y la realidad

Los sueños y las pesadillas pueden ser muy reales. Hace un rato, cuando estaba dormido, sentí que verdad me estaba ahogando. Y antes de eso, sentí que de verdad había matado a alguien. Sí, ya lo sé. No son los sueños más comunes y corrientes pero, por alguna razón, mi subconsciente se ha puesto cada vez más violento y errático. No sé si tenga que ver con algo mío como tal. No soy de los que cree que cada sueño tiene un significado pero ciertamente sería todo más fácil si ese fuera el caso.

 Ayer, al despertar de otro sueño parecido, tenía las piernas y la espalda adolorida, como si de verdad hubiese hecho un esfuerzo físico de esos que siento que hago en mis sueños. Tal vez es solo que me muevo demasiado y mi cuerpo naturalmente se cansa y se resiente. Me gustaría ser de esas personas que despiertan tal como se quedaron dormidas, pero no creo que eso vaya a sucederme pronto puesto que no es la primera vez que ocurre y dudo que vaya a ser la última.

 Lo que sí es cierto, es que en estos días he tenido más sueños movidos. No sé si llamarlos pesadillas, porque algunos ni siquiera los recuerdo por completo. Pero el caso es que recuerdo lo que sueño, me despierta de golpe de lo intenso que es y eso no es algo común en mí, menos aún cuando se toma en cuenta que la mayoría de sueños que he tenido con anterioridad, o los que me acuerdo al menos, son más bien calmados y se basan mucho en las personas de mis recuerdos.

 De hecho, desde hace varios años, mis sueños siempre ocurren en los mismos lugares del mundo real: una planicie verde, el colegio de mi adolescencia, alguna playa que visité alguna vez,… Nunca son copiados a la perfección de lo real sino que son una versión “para sueños” del lugar pero el caso es que los puedo reconocer con facilidad. En cambio los lugares de lo sueños más movidos no son muy reconocibles para mí. Tal vez se basen en algún recuerdo pero irónicamente, no lo sé.

 Sé que soñé, hace unos minutos, con una casa pequeña que era mucho más grande por dentro que por fuera. En mi mente, era mi casa pero ni siquiera tenía suelo como tal ni habitaciones. Había troncos que hacían de sillas y el suelo era barro endurecido. Lo más grande era el patio: una ladera con árboles y rocas pero cubierta por el techo de la casa. En mi vida, nunca he visto un lugar parecido a ese, así que tengo que suponer que todo fue inventado por mi mente, por poco posible que eso sea. El caso es que lo que pasaba allí era muy real o eso parecía.

 No puedo dejar de pensar en la persona a la que maté. Le tendí una trampa, si no estoy mal. Y lo atraje a mi casa a propósito. No recuerdo bien que hizo él para merecer su destino pero quedó sellado pronto con un ataque de animales hambrientos. Pero no recuerdo que se lo comieran ni nada parecido. Solo supe que se murió y que nadie más debería saberlo. Fui un asesino en mis sueños pero ni siquiera puedo recordar con exactitud como lo hice y mucho menos las razones que me llevaron a hacerlo.

 Que recuerde, matar no era algo que hubiese hecho antes en mis sueños. Claro está que siempre se encuentra uno con alguien que le cae mal o vive alguna experiencia desagradable pero jamás al punto de asesinar a nadie. Me pone nervioso pensar en lo que le hice a esa persona, sin importar su inexistencia. En esos momentos, en mi sueño, él era real. Aunque fue un momento, pues apareció para que yo lo matara y después no se habló más de él. Una situación muy extraña.

 Extraña pero no poco común porque, al fin y al cabo, así son los sueños. Nunca tienen verdadero sentido y se trata todo de un cerebro bastante activo que necesita seguir creando incluso cuando el cuerpo descansa. Supongo que por eso hay muchas veces que nos vamos a dormir y despertamos mucho más cansados de lo que estábamos al acostarnos. Con tanta acción que hay en los sueños, es un poco difícil que todo eso no produzca movimientos reales en el cuerpo.

 Muchas personas se han despertado para darse cuenta que tienen rasguños, golpes y moretones en el cuerpo. Y no es que nadie los haya atacado sino que han estado moviéndose durante toda la noche y simplemente no se dieron cuenta de que se golpearon contra la pared o cosas por el estilo. Es increíble el poder que tiene la mente para sumirlo a uno en semejante estado tan vulnerable, porque mientras dormimos estamos a merced de todo en el mundo físico pero también en el mundo interno.

 Seguramente muchos han pensado en cómo sería si esos dos mundos se encontraran, si fuera posible entrar y salir de los sueños al gusto, si hubiese más control a la hora de creer cada personaje y escenario. Eso le evitaría a todo el mundo el trajín de las pesadillas pero al menos yo estoy seguro que las pesadillas tienen alguna función, biológicamente hablando. Tal vez sea mantenerlo a uno alerta o tal vez hacer como una prueba mental de los peligros a los que puede estar uno expuesto en el mundo real. Creo que sigue siendo un misterio.

 Pero quisiéramos poder manipularlo a nuestro gusto puesto que todos hemos ido a lugares perfectos en nuestros sueños. Lugares que son ideales, que no tienen nada malo que podamos criticarles. Son a esos sueños a los que nos gusta volver una y otra vez porque nos enorgullecemos de ellos, nos sentimos orgullosos de nuestra creación y además adoramos pasar tiempo allí porque sabemos que estamos seguros, que nada ni nadie nos va a ir a molestar a esa playa idílica o a la casa de nuestra infancia.

 Personalmente, me gusta que en mis sueños se me hagan recordar cosas que he olvidado hace mucho tiempo, o que creía olvidadas en todo caso. Objetos, palabras, favoritos, gustos y disgustos e incluso personas. Porque la mente lo almacena todo pero no podemos acceder a lo que quisiéramos porque no todo está “despierto”. Hay que tener la llave correcta para poder verse de nuevo en el pasado o para recordar eso que fue tan importante pero hoy en día ni tenemos en cuenta.

 Es hermoso, en parte, lo de poder soñar. Son aventuras a las que vamos solos, sin que nadie más tenga que ver con ellas. Me siento mal por aquellas personas que dicen que no sueñan o que no recuerdan lo que han soñado. No tienen ese mundo de escape, no saben como se siente esa emoción que se experimenta al estar dentro de la mente propia, viendo como esta es una máquina increíble que hace y deshace en cuestión de minutos. Siento mucha lástima por ellos porque no saben lo que se pierden.

 Eso sí, pueden quedarse con mis pesadillas raras, aquellas que no entiendo y no creo que tengan un sentido normal. Que se quede alguien con mi yo asesino y con todas esas personas que no aportan nada, ni en mi vida real ni en la de los sueños. Todo eso se lo cedo al que lo quiera o que al menos mi cerebro se de cuenta que son cosas, datos si se quiere, que no me sirven a mi de nada, ni consciente ni inconsciente. Debería uno poder elegir que tira a la basura y que quiere tener consigo para siempre.

 Pero supongo que esa es la magia de los sueños y de la vida en general, que uno no tenga elección en ningún asunto y que las cosas pasan y haya que adaptarse cada vez que eso pasa. De pronto esa es la única manera real de vivir en este mundo.


 El caso es que me quedo con el sueño de la otra vez, de la semana pasada. En ese solo dormía. Me quedaba dormí sobre un comedor y dormía y dormía y cuando me desperté, en la realidad y en el sueño, me sentí de verdad descansado.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Dormir, soñar y esperar... De nuevo

   Siempre pasa lo mismo: cuando no duermo tarde, mis sueños son mucho más vividos de lo normal. Es como si fuera la manera ideal que mi cuerpo encuentra para manejar horas y horas extras de sueño. Eso y despertarme a las horas más extrañas de la noche, para luego caer dormido minutos después. Desde hace ya tiempo me duermo tarde. Más allá de las una de la madrugada en todo caso. Cuando tenía cosas que hacer era un alivio que me diera sueño a las nueve de la noche. Ya no es así.

 Como no tengo nada que hacer, el horario cambia de manera drástica. Recuerdo cuando era pequeño, y no solo de estatura como lo soy ahora, sino pequeño de verdad. Tenían que levantarme a las cinco de la mañana para poder tener tiempo de bañarme, vestirme y desayunar antes de que el bus del colegio llegara. Normalmente todo eso me tomaba una hora. Ahora, obviamente, me tomo algo más de tiempo porque no tengo tanta prisa como antes. Pero es gracioso recordarlo.

 Gracioso y cruel puesto que creo que despertar a un niño a esas horas de la mañana es algo casi bárbaro pero así eran las cosas en ese entonces. Las clases empezaban a las siete y media de la mañana y seguían, con un par de descansos, hasta las tres y media de la tarde. Hubo una temporada en que se extendieron hasta las cinco pero fue solo porque elegí tener algunas clases extra para ver si ayudaban con mi promedio. No recuerdo bien si funcionó o no pero sé que lo hice.

 En esa época soñaba, o mejor dicho recordaba mis sueños, solo cuando ocurrían en los fines de semana, que eran los momentos que tenían para dormir de verdad. Del viernes al sábado y del sábado al domingo. Me acostaba tarde ya para entonces, sobre todo cuando me convertí en adolescente. Pero lo compensaba despertándome hacia el mediodía del día siguiente, algo que mis padres nunca me reprocharon y francamente siempre creí normal hasta que tuve amigos de verdad.

 No recuerdo que soñaba. Probablemente se tratara de esos sueños extraños que nadie entiende o tal vez se tratara de sueños sobre el futuro, un futuro que ya no importa puesto que nunca pasó. Dudo mucho que haya soñado con exactamente lo que estoy haciendo ahora. Solo recuerdo que no me despertaba así, en medio de la noche, a menos que se tratara de una de esas pesadillas que lo dejan a uno frío. Sucedieron algunas veces y entonces la solución era muy sencilla: ir a la cocina, tomar un poco de agua y luego volver a la cama como si nada para tratar de conciliar el sueño pensando en algo alegre.

 Ahora lo que intento hacer es simplemente tener la mente en blanco. Tener algo alegre en mi mente no es una prioridad cuando voy a acostarme, sobre todo porque también tengo que tener en cuenta el frío que hace en la noche y lo difícil que es a veces encontrar la posición perfecta para dormir, tomando en cuenta las sabanas y el hecho de que no puedo quedarme dormido mirando al techo. Supongo que me siento muy vulnerable o algo así. Nunca he sabido cual es la razón.

 Sueño un poco más cuando hago lo que les decía antes: dormir antes de la hora en la que me duermo normalmente. Es algo un poco extraño porque si duermo pocas horas, no sueño pero si me siento tremendamente cansado. Entonces cada noche se trata de decidir entre una cosa y otra. No es fácil elegir ya que ninguna de esas situaciones me es muy agradable pero hay que aprender a vivir con esas cosas que no nos gustan, incluso cuando tienen que ver con algo que debería ser tan agradable como dormir.

 Trato de cansar a mi cuerpo lo suficiente para descansar lo mejor posible. La idea es estar tan exhausto que no haya manera de que mi mente se vaya a los sueños más locos. Solo se trata de cerrar los ojos y luego abrirlos más tarde, con la sensación de que hacer exactamente eso sí sirvió para algo. Por ejemplo esta noche, creo que descansé aunque la verdad eso solo se sabe en el primer instante, cuando se abren los ojos y todo es fresco. Ya después, segundos después, no es lo mismo.

 Nunca he dormido con nadie así que no tengo la más remota idea de si eso ayudaría o no tendría efecto alguno. No sé como es acomodarse con alguien para pasar la noche, no sé como se ponen los brazos y las piernas, no sé si alguien se aguantaría mi movimiento o el hecho de que solo pueda dormir sobre mi pecho. Es un misterio que tal vez nunca pueda responder pero me intriga saber la respuesta a todas esas preguntas, simplemente porque no he estado en ese lugar.

 Dormir no es como cuando era pequeño. Antes era algo que hacía porque había que hacerlo pero ahora sé que tengo la opción de hacerlo como yo quiera, de que el sueño se ajuste a mi y no al revés. Puedo domesticar mi manera de dormir. Pero lo que no puedo hacer, por mucho que intente, es controlarlo todo una vez he cerrado los ojos. Puedo más o menos saber si soñaré o no, si tal vez vaya a despertarme a mitad de la noche, pero más allá de eso es imposible saber. Mucho menos tratar de adivinar el contenido de los sueños y, misterio mayor, su significado si es que lo tienen.

 El otro día soñé horas y horas. Sentí que cada momento que estuve dormido fue parte del sueño. Pero como siempre, los recuerdos al respecto son cada vez más débiles. Y esos recuerdos están a punto de desaparecer pues ya no tienen importancia. No tienen información útil y seguramente no tienen nada de interesante, más allá de ser míos y de haber ocurrido de la manera que lo hicieron. Apenas y recuerdo algunas mujeres y una edificaciones extrañas en un mundo tanto lejano como cercano.

 Sí, no tiene ningún sentido pero ese es el punto de los sueños: que se creen mundos que parecen pertenecer a la realidad pero que en realidad están mucho más allá de nuestro entendimiento. Siempre me encuentro allí con personas que nunca he conocido pero más seguido con aquellos que conocí alguna vez. Relaciones ya perdidas vuelven a ser una realidad en los sueños y es como si nada hubiese ocurrido, como si la vida no hubiera seguido avanzando como lo hace sin remedio.

 Y esos lugares… Los conozco, estoy seguro. Sean de mis recuerdos de infancia o de la semana pasada, incluso de las películas que he visto, sé que todos y cada uno de esos lugares tienen una base real, un ancla que los amarra a la realidad, no importa lo fantásticos y absurdos que puedan llegar a ser. Una vez fue una serie de colinas verdes que nunca terminaban, con un edificio solitario en alguna parte. Otras veces han sido versiones modificadas del colegio en el que estudié.

 Eso es lo que se me hace interesante de los sueños, el cerrar los ojos y no saber adonde va a llevar el transporte esta vez. Tengo que decir que le da algo de emoción a mi vida, una emoción que dejó de existir hace poco y que necesito de vuelta y no sé como conseguir. ¿Que haces cuando nadie te quiere cerca, incluso cuando se trata de aprovecharse de tus talentos, en el caso de que tengas algunos? ¿Acaso son solo validas las personas que dejaron de vivir desde una temprana edad?

 Y al fin y al cabo, ¿a quien le importa más que a mí? Soy yo quien no duerme pensando en eso, soy yo el que me quedo con la vista perdida varias veces al día, mirando hacia delante, preguntándome si hay allí algo para mí o si no sirve de nada seguir insistiendo.


 Soy una persona que no cree en los significados ni en que las cosas llegan porque las personas las merecen. No creo en la justicia divina ni en la humana. Solo creo que me tengo solo a mi mismo y es difícil aceptarlo lo solo que se está, incluso para alguien acostumbrado a soñar.

martes, 3 de enero de 2017

Oídos sordos

   No se oye nada. De pronto es idea mía o de pronto sí es algo real. Creo que me estoy quedando sordo.

 No me muevo de la cama. Por alguna razón estoy acostado sobre mi lado izquierdo. Jamás duermo de lado sino sobre mi abdomen, mi pecho, o como sea que quieran llamarle. El caso es que no duermo así, entonces es raro. Me quedo quieto, mirando la pared blanca frente a mi.

 Mis ojos se abren bastante, por primera vez en el día. No veo nada más sino el muro blanco. No hay ni una mancha, no hay nada allí más que la inmensidad de la pintura blanca. Entonces siento el calor y me quito la sabana de encima. Es entonces que me duele y me doy cuenta de dos cosas: hay algo sobre mi cara y, en efecto, no puedo oír nada.

 No me pongo de pie sino que me quedo en la cama, abriendo y cerrando los ojos. Mi mano derecha sube lentamente a mi cara. Me toco el mentón y voy deslizando los dedos por la piel en dirección a mi oído, donde siento la mayor molestia. Debajo del pelo que forma la patilla, siento que la piel está inflamada, muy inflamada. Recuerdo que el día anterior me dolía el oído pero era un dolor que iba y venía, ahora es permanente.

 Está muy hinchado y me empieza a doler, como que todo mi cuerpo se da cuenta que estoy de verdad despierto y que el dolor tiene espacio para empezar a sentirse. Me recorre el cuerpo un escalofrío, que incluso me hace doler el pie y me hace sentir muy extraño. 

 Tomo impulso y me pongo de pie y camino, casi automáticamente, al baño. No es mi casa de siempre, solo me estoy quedando por un tiempo. Pero llego, prendo la luz y trato de mirarme pero es dificil verse los oídos. Me toco de nuevo y me echo agua, pensando que puede que el frío ayude. ¿O será mejor el calor?

 No, lo mejor es salir. Media hora después estoy en la sala de espera de un hospital, el único del que sé la existencia en esta ciudad que no es la mía. Me llaman y me hacen esperar aún más en una pequeña sala donde otras personas se quejan o hacen cara de enfermedad. Parece que todos están malos del estómago o algo por el estilo. No es raro en una ciudad de clima cálido, a la que vienen muchos turistas y comen y se meten en cualquier lado sin observar los mínimos niveles de limpieza.

 Mientras espero me miro los pies. Siento un poco de mareo o de pronto sea yo mismo que me hago sentir peor. Es raro pero así son las cosas en los hospitales. Son sitios horribles y terribles, llenos de quejidos de niños y caras largas de padres cuyas vacaciones han sido arruinadas pero nada pueden decir o sino sonaría muy cruel.

 Tras varios minutos, o tal vez menos o tal vez más, me hace pasar una joven doctora. Se demora más escribiendo en el computador que revisándome como se debe. Prefiero pensar que sabe lo que hace. No hablamos casi, solo me hace unas preguntas básicas y le explico mi dolor y cómo me he sentido en los últimos días. Al parecer no nota nada especial en lo que le cuento porque parece no estar muy interesada. O tal vez sea su cara de "Sí, ya sé de que me habla".

 Llena un papel, me dice que pague la consulta y en la farmacia de la esquina compro lo que me recomienda la doctora. Apenas llego al apartamento me tomo las pastillas con agua y me acuesto de nuevo. Siento hambre pero prefiero no comer nada. Me quedo mirando la pared, con mis pensamientos perdidos en la nada.

 - "Maldita sea..." - pienso. "¡Que bonito comienzo del año!"

Por un momento olvido el dolor y me doy la vuelta. Mala decisión.

lunes, 21 de noviembre de 2016

La playa

   En ese punto, era como si el río se partiera en dos: por el lado más profundo seguía bajando a toda velocidad la corriente de agua fría que bajaba de las montañas. Por el otro lado, justo al lado, había una zona de poca profundidad, llena de piedras de todos los tamaños pero con un agua quieta que casi ni se movía. El lugar estaba algo lejos de las rutas principales de los senderistas y por eso poca gente lo conocía pero quienes sabían de él le llamaban “La playa”. Se volvió un punto de encuentro para los entendidos que circulaban por la zona.

 Uno de ellos era Nicolás. Desde hacía un buen tiempo era aficionado a explorar los parque naturales del país a pie. A la mayoría los conocía muy bien y por supuesto uno de los lugares que más le gustaban era La Playa. Era uno de esos que conocía  como llegar al sitio de manera más rápida. Muchos otros habían descubierto el lugar por él pero no porque les dijera sino porque quienes circulaban por todo esos lugares, sabían muy bien a quien seguir y como. Pero, afortunadamente, la cantidad de gente que llegaba a ese lugar seguía siendo relativamente poca.

 En uno de sus varios viajes, Nicolás se dio cuenta que estaba completamente solo.  Era fácil saberlo pues el clima era, cuando menos, un caos. Había llovido por días seguido y la corriente del río se había vuelto tan brusca que podía ser peligroso ponerse a buscar cualquier cosa o incluso meterse a bañar. Incluso por la parte poco profunda pasaban restos árboles y otros escombros y restos de tormentas que caen al río y casi van al mar. Era peligroso estar allí en esos momentos, pero a él esa vez le atrajo quedarse por allí.

 Armó su campamento cerca de La Playa y aguantó el frío gracias a una manta especial que tenía. Se hizo lo suficientemente lejos para evitar la crecida del río, si es que sucedía. En efecto creció un poco más durante la noche pero no tanto como él lo había supuesto. Al otro día el río estaba casi como siempre y fue cuando decidió quitarse la ropa y bañarse. Hacía varios días que no se bañaba y el agua fresca del río era el lugar ideal para refrescarse, sin importar lo fría que pudiese estar el agua o las ramas y demás que flotaban en ella.

 Se metió rápidamente  y se movió un poco por el lugar. En La Playa el agua llegaba normalmente hasta los muslos, o incluso más abajo dependiendo del nivel del agua. Esta vez había bajado rápido en la noche y por eso aprovechó para bañarse. No llevaba jabón ni nada por el estilo sino una como esponja que servía para limpiar la piel . La utilizaba con fuerza y se mojaba para asegurar que la limpieza estuviese siendo bien hecha. El río estaba calmado de nuevo pero había un presentimiento extraño que Nicolás empezó a sentir, como de inseguridad.

 Terminó su baño lo mejor que pudo pero fue al ir a salir cuando lo vio. Estaba allí, justo donde La Playa empieza y el río da la vuelta hacia el lado más profundo. Se había casi clavado en las rocas lisas y frías que había por la orilla del viento. Por un momento, Nicolás dudó si debía acercarse pero, como no había nadie más en varios kilómetros a la redonda, decidió ir a mirar para cerciorarse de que lo que veía no era su imaginación sino algo lamentablemente muy real. Caminó despacio por el agua, tratando de no resbalar sobre las rocas.

Cuando estuvo casi lado, fue que se mandó la mano a la boca, como tapando un grito que jamás salió. Era un hombre, de pronto un poco más joven que él. Estaba vestido con un jean y nada más. Daba la impresión de que se había estado bañando o al menos se había caído al agua mientras se ponía la ropa. Su piel estaba toda fría y extremadamente blanca. Una de sus manos rozó las piernas de Nicolás y este no pudo evitar gritar de manera imprevista, casi como un bramido asustado. Era tonto que pasara pues era obvio que estaba muerto.

 Eso sí, se veía que no había muerto hacía tanto. El cuerpo tenía partes algo moradas pero por lo demás estaba blanco como un papel y mantenía su piel suave y delicada, sin que se hubiese hinchado aún. Nicolás no pudo evitar pensar que le había pasado al pobre y como había sido que había llegado al río. Lo dudo por un segundo pero luego, haciendo mucho esfuerzo, fue capaz de halar el cuerpo hacia fuera de La Playa, sobre el suelo normal de la zona, que era bastante árido y en ese momento parecía un congelado de lo frío que estaba.

 Fue a la tienda y así, desnudo como estaba, volvió con algo de ropa que usaba para él. Como no se cambiaba mucho la ropa, no le parecía un inconveniente vestir al cuerpo con una de sus camisetas y un par de medias. Se mojaron y fue obvio que no volvería nunca a ponerse esas prendas o siquiera a pensar en ellas. Lo que quería, sin embargo, era hacerle una especie de honor al difunto, protegiéndolo un poco mientras descifrara como sacarlo de allí. Recordó que tenía su celular en algún lado y tal vez podía contactar a alguien.

 Pero no servía de nada. Estaba en una zona demasiado remota como para que hubiese señal alguna para el teléfono. Tendría que cargarlo de alguna manera y eso era difícil pues un muerto siempre pesa mucho más que un vivo. Pero es que la idea de dejar ahí, a pudrirse que y los pájaros se lo coman lentamente, no era lo que quería para el pobre. La verdad era que le parecía que el muerto era guapo y por esa superficial razón se merecía, al menos, un funeral.

 Entonces tuvo una idea mejor. Buscó entre sus cosas y encontró sus herramientas para escalar. En ese parque no las usaba tan seguido porque no había mucho lugar para poder usarlas pero serían perfectas para excavar un hueco y enterrar el cuerpo allí. Tratar de arrastrarlo sería ridículo e ir él a avisar que había un muerto le parecía que era muy fácil y además se podían demorar días mientras encontraban equipo para que fueran a rescatarlo y Nicolás sentía que no había tiempo para nada de eso. Había que actuar lo más pronto posible.

 Empezó a excavar y agradeció el trabajo duro pues calentó su cuerpo de la mejor manera en varios días. La tierra allí estaba como dura, casi congelada, y era difícil sacarla. Pero después de los primeros esfuerzos, se puso más fácil. Lo malo fue que llegó la noche y hacerlo con una linterna pequeña en la boca no era nada eficiente. Decidió dejarlo por ese día. Se puso ropa especial y se acostó a dormir bastante temprano para continuar con su labor temprano al otro día. La idea tampoco era pasarse la vida haciendo algo que hacía por respeto.

 Al otro día no se quitó la ropa pues el frío se intensificó y el río empezó a crecer de nuevo. Bajaban troncos de árboles, ramas e incluso se podían percibir cuerpos de animales pequeños como conejos y demás. Menos mal, el hueco que había empezado estaba alejado del río. Había servido pues seguía intacto, aunque la mayoría de tierra que había sacado se había ido volando. Siguió el arduo trabajo toda esa mañana pues lo que más importaba en ese momento era terminar el hueco y poder enterrar al pobre joven que seguía mirando al cielo con sus ojos vacíos.

 Pasado el mediodía, la corriente aumentó más. Nicolás pudo ver que había una tormenta sobre las montañas desde donde venía el río. Apuró el paso por si la tormenta se dirigía hacia él y pronto tuvo el hueco terminado. Arrastró al cuerpo dentro de él y uso la mayor parte que pudo de la tierra que había sacado. El inconveniente era el viento, que se lo llevaba todo. Por eso apenas y pudo cubrirlo bien de tierra. Tuvo que excavar de otros sitios para tapar el cuerpo bien. Cuando terminó, clavó una de sus herramientas cerca de la cabeza del muerto y le amarró un trapo rojo que tenía.


 No podía arrastrarlo fuera del parque y decirle a nadie no tenía sentido. Pero al menos podía dejar una constancia de que a alguien le había importado lo suficiente como para enterrarlo y dejar un señal de quien podía haber sido. Nicolás recordaba a una persona de su pasado y por eso fue que no pudo evitar hacer algo por el difunto, del que se alejó pronto ese día pues La Playa sería devastada por la tormenta. Tenía que salir de allí pronto y resguardarse entre los árboles del bosque próximo.