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miércoles, 31 de agosto de 2016

A oscuras

   Las gruesas gotas que lluvia que cayeron esa tarde fueron suficientes para despertarme. Sin querer, me había quedado dormido a la mitad de una película. Tenía las arrugas de la sabana marcadas en mi cara y parecía que ya era bastante tarde, muy tarde para en verdad aprovechar lo que quedaba del día. Por el cansancio particular que sentía todas las tardes, me había perdido de nuevo de la mitad del día. Lo que menos me gustaba del caso es que, en algún punto de la noche, debía obligarme a dormir.

 Me puse de pie, cerré el portátil y me acerca a la ventana más cercana. Afuera no se veía nada. Estaba muy oscuro y solo se oían los constantes truenos y relámpagos que eran algo muy común de estas tormentas. Cada cierto tiempo un trueno iluminaba la noche y marca un espacio por un momento pero después cambiaba de sitio y jamás era lo mismo en toda la noche.

 Caminé en la oscuridad al baño, donde oriné tratando de despertarme por completo pero me di cuenta que, al menos en parte, eso no era posible. No porque estuviese cansado ni nada por el estilo sino porque siempre habían partes y cosas que yo no conocía, pequeñas sorpresas que mantenían siempre ocupado. Intenté usar agua para despertarme y eso fue lo único que funcionó, a medias porque al salir del baño patee sin querer el guarda escobas, lo que me causó un gran dolor. 

 Caminé a la cocina medio cojeando y allí busqué algo de comer pero no había casi nada. Lamentablemente, ninguno de mis clientes me había pagado hasta ahora y sin ese dinero no tenía absolutamente nada. Tomé lo último de jamón y de queso que tenía, sin la mantequilla que me encantaba, y me hice un sándwich con un pan duro que encontré en la alacena. Me dolió la mandíbula después de comer pero definitivamente eso era mejor que aguantar hambre y yo tenía mucha.

 Comí en silencio y a oscuras. No quería prender la luz porque me había quedado dormido en la oscuridad y sabía que mis ojos se habían acostumbrado a esa cantidad de luz.  Si prendía las luces de la casa, sería demasiado para mis ojos y dormir de nuevo sería casi imposible. Por eso me quedé un largo rato en la oscuridad después de comer mi sándwich, pensando sobre todo y nada.

 La verdad, el tema del dinero me tenía pensativo. Normalmente yo pedía un adelante siempre que hacía trabajos para la gente pero esta vez el cliente no había podido hacer eso por mi pero no era suficiente razón para negarle mis servicios. Al fin y al cabo que necesitaba el trabajo. Y ahora estaba terminado y la persona no aparecía. No era la primera vez y no sería la última, no con la gente como es.

 Decidí volver a mi habitación y tomar la billetera. No tenía mucho, más bien casi nada allí. Solo algunas monedas, nada importante. En el cajón en el que guardaba todo, mi caja de seguridad en cierto modo, tenía un billete que había pasado por alto o, mejor dicho, que había dejado para emergencias como un accidente o algo por el estilo. Pero ya que no me había pasado nada en tanto tiempo, decidió arriesgarme. El hambre que tenía era enorme y prefería vivir ahora y no después, si es que eso tiene razón.

 Mi barrio es algo oscuro y las luces de la calle no son muy brillantes, lo cual es perfecto para mi. Salí con mi viejo pero confiable paraguas. La tienda a la que iba estaba en la cuadra siguiente. Tomé una pizza congelada y una lata de mi bebida gaseosa favorita. Además, unas galletas de chocolate para comer en otro momento, tal vez antes de dormir.

 Cuando salí de la tienda estaban cerrando. Era medianoche. Tenía mucha suerte al vivir en un barrio lleno de fiestas y jóvenes en el que el comercio abría hasta tarde. Si no hubiera sido por eso no hubiese podido comer como lo hice después, pasada la una de la madrugada. Caminé alegremente bajo la lluvia con mi bolsita de provisiones y fue al cruzar la única calle que tenía que cruzar cuando pasó lo que debía pasarme por vivir distraído o por estar demasiado contento bajo la lluvia.

 Mi pie derecho, por alguna razón, se deslizó mucho hacia delante. Perdí el equilibrio y caí al suelo, en la mitad de la calle. El susto grande no fue ese sino ver que un carro se me acercaba y paraba justo a un metro o menos de donde estaba yo tirado. Me levanté como pude pero no podía apoyar el pie pues me había hecho daño al apoyarlo mal sobre el piso mojado. El del coche no salió a ayudarme ni nada por el estilo. Al contrario, uso el claxon del vehículo para apurarme.

 Mojado y con dolor, tiré la sombrilla a un lado y me puse de pie como pude. El idiota del coche siguió su camino. Quise darme la vuelta e insultarlo y recordarle a su madre con algún insulto, pero no se me ocurrió nada en el momento. Estaba muy ocupado cojeando para apoyarme sobre el muro de un edificio, recogiendo mi bolsa y mi paraguas del piso.

 Allí me quedé un rato, sin pensar en nada, solo en el dolor que sentía. La puerta de mi edificio estaba solo a unos metros pero no me moví hasta pasado un cuarto de hora. La lluvia me caía encima y se mezcló con mis lágrimas. Mi caída había causado que algunos sentimientos guardados de hacía tiempo salieran sin control. Pero los controlé como pude para poder regresar a mi casa y seguir mi noche.

 Apenas entré en la casa, eché la pizza al horno y la bebida al congelador. Abrí el paquete de galletas y me comí un par, como para que el sabor dulce me ayudara para superar el tonto suceso que había acabado de vivir. Me limpie las lagrimas y me senté en el sofá, pensando que era una tontería pensar en mi soledad solo porque me había caído al piso. Porque cuando me puse de pie en la calle, pensé que hubiese sido ideal estar con alguien para que me ayudara y se compadeciera de mi.

 Pero eso jamás lo había tenido y, la verdad, no era algo que hubiese buscado nunca activamente. Por eso llorar por semejante cosa era tan estúpido. Sin embargo me hizo sentir mal, muy solo y patético. Tenía que admitir que pensaba que todo sería mejor con una persona a mi lado, alguien que no me dejara dormir en las tardes, que pudiese abrazar en las noches, que me acompañara a la tienda y que me ayudara a levantarme del suelo si me caía en la mitad de la calle.

 Había vivido ya muchos años pensando que era algo que no quería, que mi libertad era más importante que compartir mi vida con alguien pero ahora me daba cuenta que una cosa no tiene que ver con la otra. Podía haber optado por un poco de ambos. Hay gente que entiende lo de ser libre y es capaz de respetar eso en la vida de alguien más. ¿Porqué me había limitado tanto? ¿Porqué había hecho que las cosas fueran de un color o de otro en mi vida, cuando no tenía porqué ser así?

 El timbre del horno avisando que la pizza ya estaba lista me sacó de mis pensamientos. La saqué y la puse en un plato. Tomé la bebida y me senté en mi mesa de cuatro sillas a comer casi en la oscuridad. Afortunadamente entraba la luz de otros hogares y del tráfico de la calle, lo que era suficiente para poder cortar la pizza y comer con tranquilidad.

 Mientras comía, me daba cuenta que también había estado solo tanto tiempo porque nadie se había interesado en estar conmigo. Es cierto que había decidido no tener nada con nadie pero tampoco era que rechazara a gente todos los días. De hecho, era muy poco común que alguien me dirigiera un piropo o al menos unas palabras amables, claramente coqueteo. Eso solo había pasado un par de veces en mi vida y ambas cuando era muy joven.


 Creo que la gente ve en mi algo que les asusta, algo que les dice que no es seguro acercarse. Tal vez solo quieren estar un rato e irse o ni siquiera acercarse en primer lugar. No sé que es lo que piensan porque casi siempre siento que no me ven, que soy invisible. Pero no importa. Habiendo terminado mi pizza y mi bebida, vuelvo a la cama con las galletas. Gracias al dolor en mi tobillo, me quedo dormido rápidamente.

lunes, 23 de mayo de 2016

Abrazo real

   El abrazo pareció real. Se sentía. Era como si no solo él sino muchos otros estuvieran también abrazándome en ese mismo momento. Sentí que duró más de lo normal y, para cuando todo había cambiado de nuevo, me sentía menos desubicado de lo normal.

 Los colores, los tonos de las cosas, eran completamente diferentes a lo que estoy acostumbrado pero pude comprender porque todo era de esa manera de la manera más rápida. La idea no era poner en duda todo lo que viera sino aceptar que estaba en un lugar que había visto antes pero que jamás había visitado.

 Es increíble como funciona todo porque, incluso con una interrupción, todo siguió como si fuera algo seguido, como si en verdad estuviese viendo un capitulo en la televisión, lo más normal del mundo. Pero no, estaba soñando. Eso sí, era un sueño bastante único, bastante difícil de repetir y de comprender.

 Todo parecía estar basado en una serie de televisión y mi cerebro había copiado la mayoría de cosas lo mejor que había podido. No todo era igual a la serie pero eso no me importó, no era algo crucial. Incluso creo que mucha de la gente que aparecía por ahí no eran los mismos pero eso no era importante porque la historia que yo veía frente a mis ojos era ligeramente diferente.

 Nunca me puse a pensar en lo que yo tenía puesto pero sí me fijé en los trajes de los demás. Estoy seguro que había soñado otra cosa antes y por eso me estaba fijando en todo tanto. Mejor dicho, sabía que estaba soñando pero no traicionaba la idea del sueño cuando hablaba con los demás personajes creados por mi mente. Ellos creían que eran reales y yo no iba a dañar esa idea por nada. Era divertido exagerar en lo que decía y lo mejor es que siempre sabía que decir.

 El clima y el entorno en general era bastante gris, oscuro y cruel. Tal vez tendría algo de frío esa noche pero no lo recuerdo. El caso es que no fue difícil imaginarme algo de nieve y de viento frío para adecuar toda la escena. Todavía me da algo de risa lo consciente que estaba durante todo el tiempo. Era como si supiera un secreto que el resto de los personajes no sabían.

 Pero, sin embargo, todo acabó de la mejor manera posible o al menos eso creo. Supongo que me despertó la alarma ese día y supongo que eso interrumpió mi sueño de golpe pero la verdad no lo recuerdo. Solo recuerdo haberlo abrazado y haber sentido que era verdad, que podía sentir su fuerza alrededor mío.

 Cuando me desperté, por supuesto, estaba decepcionado. No solo porque no había nadie que me abrazara así sino porque necesitaba ese abrazo, necesitaba ese alguien que me confortara, que me dijera algo positivo, que me ayudase a seguir adelante. A veces es difícil hacerlo todo por cuenta propia y es normal desear que alguien más venga y ayude, que alguien más te haga sentir que todo vale la pena y que hay muchas cosas más allá de lo que ves en el mundo e incluso de lo que sueñas.

 Pero yo no tenía a esa persona. Es decir, no la tengo. Por eso ese abrazo fue tan especial, tan extraño y tan necesario. No me abrazó el personaje pero supongo que fui yo mismo que decidí darme algo que pudiese darme un pequeño empujón hacia delante. No sé si era algo que necesitase con urgencia pero debo decir que se sintió bastante bien cuando sucedió. Tanto así, que pensé haberlo olvidado pero en mi cabeza todavía estaba fresco el recuerdo del abrazo varios días después.

 En mi vida diaria soporto el desorden y la falta de limpieza y de sentido común de los demás. A veces los odio y a veces me da igual porque pienso que no es para siempre y no lo es. Pero es difícil, no es algo sencillo tener que respirar lentamente y recordar eso todos los días, cuando la gente no ayuda a que las cosas funcionen tan bien como podrían. Me hace preguntarme si, cuando la gente se queja de sus vidas, en verdad se quejan de sus errores y no se dan cuenta de que todo podría ser más simple.

 Tengo eso. Y también tengo gente alrededor que solo está pero nada más. No voy a mentir y decir que todo es culpa de los demás. Muchas veces a mi no me da la gana de comunicarme o soy yo el que tiene problemas para establecer puentes pero la mayoría de las veces creo que lo hago con razón.

 Creo que es importante, por ejemplo, que haya confianza y que no haya falsedades entre la gente. Por eso el abrazo fue real. Porque no había nada entre nosotros dos, no había fricciones ni nada incomodo. Éramos dos seres de verdad sintiéndonos comunicados.

 En cambio en otras ocasiones simplemente no se siente eso. Si acaso se siente una exclusión que tal vez no es consciente pero si es casi sólida. Pero ya a estas alturas de la vida no es algo importante pues la gente decide como hacer sus cosas y no tengo ya ganas de forzarme encima de nadie. Nunca tuve esa gana de que me quisieran, de que me pusieran atención y de ser un centro de atención constante. De pronto uno temporal pero jamás uno que trabaje las veinticuatro horas del día. El caso es, que no hay nadie que me de ese abrazo, ese mismo.

 Hay muchos abrazos pero algunos se sienten incompletos, vacíos o extraños. Hay abrazos que simplemente no son confortables, se sienten como algo que no debería ser, como algo que no tiene lugar. Y por eso prefiero los abrazos que vienen de los dos lados, que son sinceros y que no son forzados por una u otra razón.

 En fin. Salí a caminar después de mi sueño y no sé qué ve la gente pero me gusta que no me miren tanto, a parte de mi pelo que tal vez les parezca gracioso. Caminé cales y calles, a veces rápido y otras veces más lento y siempre pensando que es lo que necesito y cual es el siguiente paso. Para cuando llegué al mar, no tenía ninguna respuesta y ya me había dado por vencido. No tengo ni idea que es lo siguiente o que debo hacer y mucho menos porqué hacerlo. No lo sé.

 Me senté en la playa y me quedé mirando el agua un buen rato. Las olas son algo hipnótico, tienen esa cualidad de hacerte pensar al ser algo ligeramente repetitivo. Tratando de evitar la arena en mis zapatos, volví a pensar en lo que pasaba pero, como siempre, supo muy bien que era lo que no quería y eso es fácil. Es muy sencillo concluir que es lo que no quieres en la vida porque seguramente ya has tenido que estar frente a esos retos y los has vencido o no los has superado por alguna razón.

 Pero saber qué quieres, decidir cual es tu próximo paso, es algo que no es fácil. No es simple ni evidente y pienso, personalmente, que es una cosa que se entiende en un momento determinado y nunca antes. Tal vez encima del momento en el que hay que tomar la decisión pero así son las cosas, nunca son perfectamente oportunas y hay que vivir con eso.

 Caminé de vuelta por la orilla y casi no vi a la gente. Había mucha y gritaban y hablaban y jugaban pero no les puse demasiada atención porque no tenían nada interesante para darme, nada que yo pudiese usar para aprender lo que necesito aprender, sea lo que eso sea.

No sé… No es culpa de nadie porque es cosa mía saber que viene después. Es cosa mía saber relajarme, saber aceptar que el tiempo es algo que existe y que debo tener paciencia. Creo que en parte de eso iba mi sueño. Podría ser una serie de televisión pero todo fue tan lento, tan pausado y con tanto detalle, que creo que la idea era hacerme ver que hay lugar para tomarse el tiempo y pensar e incluso disfrutar.

 Hay que tomar todo como esté pero en el momento que esté, no antes ni después porque o sino hay un riesgo de nunca ver lo que pasa sino después o antes de que pase y esa no es manera de vivir.


 El caso es que sigo esperando mi abrazo. Espero al menos uno más, muy pronto.

sábado, 26 de marzo de 2016

Acabo de despertar

   Acabo de despertar y lo primero que pensé fue: “Que excelente sueño”. Todo parecía tan bien hecho, todo era tan emocionante e interesante. Nada daba miedo ni parecía puesto allí porque sí. No sé cómo lo hizo mi cerebro. Tal vez vi algo antes de dormir que estimuló mi mente o tenía algo guardado en el fondo de mi cerebro que ayudó a la creación de lo que pude ver y sentir.

 Cuando me desperté estaba casi envuelto en mis sabanas, cosas que no pasa nunca. Un poco más y me enrollo en ellas como un cigarrillo. Personas de mi familia duermen así siempre. A mi no me pasa. Doy muchas vueltas, a un lado y a otro, pero siempre separado de las sábanas, como si yo mismo tuviera cuidado de no enredarme con ellas mientras estoy dormido. Es muy cómico o al menos así me lo parece a mí. Esta vez dormí la mitad de la noche, o eso creo, sin camiseta. Me desperté quién sabe a qué hora a ponérmela de nuevo, por el frío, y a taparme muy bien.

 Eso me gusta. Despertarme como si fuera un pequeño intermedio, estar semiconsciente y luego volver al sueño como si nada. No digo que eso sea exactamente lo que pasó pero lo sentí así y me gustó. Ahora mismo siento mucho frío y me pregunto cómo es que no me duele la garganta o algo así. Si me enfermo será culpa mía por creer que de la nada una de estas frías noches no va a ser tan fría como las demás. Me tienen un poco aburrido pero, qué se le va a hacer.

 El sueño no era nada espectacular y obviamente ya lo recuerdo todo. Creo que se trataba de alguna intriga del tipo misterioso. Alguien estaba tratando de ocultar algo y yo y alguien más tratábamos de descubrirlo todo. Parecía tan real, en serio que sí. Siempre sucede que me siento cómodo en los sueños y se ponen a cambiar tan rápido que no tengo tiempo de disfrutarlos al máximo. Puede que sean un tipo de analogía de la vida o algo así porque son muy efímeros.  ¿Será que dormí más hoy que otros días? Puede que eso haya ayudado en algo.

 Me encanta que todo parece tan personal, tan mío. En un momento camino por alguna playa de agua cristalina, pateando ligeramente el mar con los pies. Y me encanta. Y me doy cuenta que a veces me gusto más en los sueños pues me siento más valiente e incluso mejor parecido. Es una tontería, pero como puedes hacer lo que quieras en tu mente, creo que a veces mi subconsciente me da un regalito, como para que no me desanime. Después, y pasa seguido, estoy en algún edificio majestuoso, lleno de detalles que me gusta admirar pero a los que no me acerco por temor de hacer caer el fantástico castillo de naipes que construyo en mi mente. Es simplemente genial.

 Sí, lo sé. Me estoy echando flores a mi mismo. Al fin y al cabo soy yo el que hace esos sueños. Pero no se siente así y creo que es lo que cuenta. ¿Acaso no es lo máximo despertarse en la mañana y sentir que no solo estás descansado sino que también, por alguna razón, estás feliz? A mi eso me fascina y me pone de buen humor por un buen rato. No sé si todo el día pero si por algunas horas, antes de que la realidad me patee con su sus mortales piernas de karateca.

 En los sueños, otro personaje recurrente es el que me gusta llamar el conejo blanco, como el de Alicia en el país de las maravillas. Es ese personaje que está seguido ahí y que a veces no puedes ver bien o siempre parece tener la cara borrada o fuera de foco. Siempre es un misterio que la verdad es inútil porque al fin y al cabo es solo una creación de tu mente, puede que solo sea una copia de alguien que viste alguna vez en la calle o de algún amigo o de un compañero de algo.

 Pero creo que a veces está la esperanza de que, por algún medio fantástico y sobrenatural, el cerebro sea capaz de recibir, de vez en cuando, imágenes del futuro de cada persona, en este caso del mío. Que tal que ese conejo, o mejor dicho, ese hombre borroso sea el que en un futuro me va a hacer sentir lo que nunca he sentido por nadie. Que tal si mi mente ha recibido la imagen de alguna manera y ahora la guarda con recelo hasta de mi mismo, por miedo a que me emocione demasiado y quiero adelantarme a hecho que no han ocurrido.

 ¡Que loco! Lo de conejo también es porque ese personaje siempre entra y sale de mis sueños a su antojo. Cuando lo quiero ver no aparece. Es como esos personajes en las películas que ves al fondo de la escena y que parecen metidos en la trama y los ves luego de nuevo y otra vez y otra vez y entonces es difícil no imaginar que algo pasa con ello. Son ágiles para desaparecer y la mayoría de veces son solo un espejismo lejano que no dejan ni que les toques la mano ni dicen media palabra.

 Aunque hay otras veces que sí hablan, con voces que nunca podría explicar en voz alta. Hablo de ellos en plural porque no sé si es uno solo o son muchos, al fin que son muchas las veces entonces puede que no sea solo uno. ¡Que optimista soy! En fin. No solo sus voces sino lo que dicen me llega al alma. Me ponen nervioso, igual que cuando alguien que me gusta en la realidad se me acerca demasiado. Otras veces es una visión totalmente cercana, que me abraza y me besa y a la que me siento totalmente conectado. Por eso despertarme muchas veces es una tragedia, pues la conexión se pierde y ya no lo puedo ver ni sentir más. Y duele porque en la siguiente ocasión será diferente y ya no se sentirá igual.

  Hoy creo que no hubo conejo. O tal vez lo hubo pero supo mantenerse alejado de mi. Puede que mi cuerpo estuviese más ocupado lidiando con el frío exterior y con el misterio interior para ponerse a inventar más líos de los que puedo manejar. Me gusta cuando mi mente me deja caminar por ahí, entre jardines densos llenos de flores que nunca he visto o por el borde de otra playa, está cubierta de pasto mullido. A veces estoy descalzo, a veces desnudo y a veces vestido, no sé cual sea la diferencia entre las tres, que las activa. Pero no me interesa ponerme a preguntarme cada cosa que pasa porque creo que eso daña los sueños.

 Esta vez no me molestó tanto despertarme y eso que fue por alarma. Y pongo alarma porque o sino dormiría más y no tendría tiempo de escribir esto y si no escribo todo el tiempo a la misma hora, siento que el poco orden que tengo a mi alrededor se viene abajo y eso no lo puedo soportar. En mis sueños no me importa nada pero en la realidad algo me tiene que mover las entrañas, algo me tiene que hacer sentir que no todo se va a ir a la mierda y una de esas cosas que me mantiene sano son las alarmas y los horarios y el control sobre lo que pueda controlar.

 Parece un tanto psicótico, y puede que lo sea, pero me da igual. Si me sirve a mi, es lo que interesa. Ya en mis sueños puedo ser libre de verdad y dejar que todo vaya por todos lados. Puedo ser el centro de atención y sobre el que gire todo lo que tiene sentido en el mundo. En los sueños lo bonito es que tu eres su estrella principal y sin ti no hay nada. Incluso si se trata de una pesadilla, si no fuera porque estás allí, no habría manera de que fuese una pesadilla efectiva. Nadie nunca piensa en los sueños así y creo que vendría bien pues muchas personas creen que cuando duermen se someten a si mismos y no deberían pensar así, o sino fijo viene la pesadilla al ataque.

 Yo tengo algunas, a veces, y son frustrantes.  No me gusta despertarme a los quince minutos muerto del miedo y cubierto de sudor, a nadie le gusta. Pero hay que saber cómo evitarlo. No comer mucho, tratar de mantener la mente rodando y no dejar que cosas que en verdad no tienen tanta importancia te afecten el cerebro. Eso es lo más importante porque a veces nos volvemos un torbellino sin pies ni cabeza por líos sobre los que no tenemos control o que son de fácil solución. Hay que ser práctico, creo yo.

 Dormir, en todo caso, es uno de los placeres de la vida. Mucha gente dice que no duermen pues lo harán cuando mueran pero eso no es verdad porque cuando duermes estás vivo así que no es lo mismo ni de cerca. Además cuando sueñas es como si trabajaras con un gemelo en un proyecto muy especial y cuando despiertas podrías tener las claves para realizar ese proyecto u otro en la realidad. Además, los sueños son lugares de ocio increíbles, mejor que muchas discotecas.


 En todo caso, creo que amanecí contento. Y lo triste es que sé que no me va a durar mucho pero no importa. Nada está hecho para durar tanto tiempo, nada humano en todo caso. De pronto me quedaré en la cama algo más de tiempo o dormiré una pequeña siesta más tarde. Ya quiero soñar otra vez.

domingo, 7 de febrero de 2016

Hule

   No tengo ni idea de cómo habré dormido esa noche. Me atrevería a decir que como todas las otras noches de mi vida pero al parecer eso no sería muy cierto. No era todas las mañanas que me despertaba con un brazo colgando del cuerpo como si fuera uno de esos pollos de plástico que usan para bromas. Seguramente me acosté sobre mi brazo, algo que suena extraño y no sé exactamente como es, pero es la única explicación que tiene el hecho de que en vez de un brazo sano y normal tenga algo que se siente más como un pedazo de hule colgando de mi costado.

 Apenas me desperté lo sentí. O bueno, no lo sentí porque era como si lo hubieran arrancado o mutilado, no se siente nada. Solo ese peso extraño en el lado del cuerpo, como cuando te pones el abrigo encima de los hombros y las mangas cuelgan tontamente a los lados. Era más o menos así, excepto que con un solo brazo y que el peso que percibía era mucho mayor. Al fin y al cabo era carne y huesos y musculo y piel y demás. Intenté tocarlo para reanimarlo pero eso fue peor porque entonces sí lo sentía pero porque una descarga eléctrica recorría el brazo, torturándome.

 Lo cómico de la situación, que de hecho era desesperante, era que ese día debía ir al médico a dar una muestra de sangre. Jamás doy sangre voluntariamente pero esta vez me lo habían pedido a raíz de unos exámenes médicos obligatorios que había tenido que hacerme. Al parecer habían visto algo raro en mi sangre y querían repetir el proceso. Me dijeron que no bebiera nada de alcohol ni que consumiera drogas de ningún tipo y eso fue lo que hice. Pero, cosa importante, debían sacar la sangre del mismo brazo. Yo eso no sé porqué pero resultaba ser el brazo que días después colgaba inerte a mi lado.

 Me puse de pie, saliendo de la cama al frío de la mañana. Eso tampoco hizo mucho por mi brazo, que seguía sin responder ni reaccionar de ninguna manera. Traté masajearlo con suavidad pero más descargas electrificaron mi brazo y entonces ya no era hule sino una fuente de dolor horrible. Fue como un castigo por mi impaciencia pues el dolor se fue intensificando y me empecé a marear seriamente. Tuve que echarme en la cama de nuevo y respirar controladamente para tomar las riendas de la situación, que claramente no tenía.

 Cuando el dolor se detuvo, hice lo posible para no golpear el brazo contra ninguna superficie. Se me iba a hacer tarde entonces me entré a bañar y tuve el mayor cuidado mi brazo, como si me estuviese bañando con un bebé. No sé si fue el agua caliente o el vapor, pero por fin empecé mi brazo a reaccionar pero de nuevo fue a través del dolor. Fue como si se estuviera formando de nuevo ahí, en ese mismo momento. No cerré la llave del agua por temor a que sin ella el dolor fuera más intenso.

 Creo que estuve en la ducha mucho más de lo recomendado. Normalmente era muy cuidadoso con mi gasto de agua y electricidad pero con ese dolor tan tremendo me dio un poco igual lo que tuviera que pagar en el futuro. Quería que el dolor se fuera pronto. Entonces empezó como a cosquillear y decidí cerrar la llave. El dolor todavía era intenso pero por primera vez esa mañana pude sentir que mi brazo era algo más que solo una cosa colgando a mi lado. En verdad parecía sentir que se formaba rápidamente ahí a mi lado: podía sentir los nervios hilándose y los músculos tensionándose. Era simplemente horrible.

 Salí chorreando agua y apenas capaz de secarme el pecho y una pierna. No tenía tolerancia para hacer nada más. Desnudo como estaba me senté sobre la cama y esperé a que el proceso en el que estaba mi brazo concluyera. Miré mi reloj alarma y vi que tenía algunos minutos extra para no llegar tarde a mi cita en el médico. Decidí que lo mejor era aguantar el dolor e ir adelantando tareas. Fue mientras me ponía lo calzoncillos donde debían estar que sentí de golpe el hormigueo en mi mano, que todavía pesaba. Traté de moverla pero el mensaje al parecer no salió del cerebro o no llego a ningún lado pues ninguno de los dedos no se movió.

 En ese momento fue cuando el pánico en verdad me atacó pues no parecía ser algo muy normal que no pudiera mover los dedos. Eso sí, tampoco era normal que uno amaneciera con el brazo inerte pero al menos eso no molestaba como tal, en cambio el dolor en el brazo pero sin capacidad de mover los dedos era simplemente tétrico. Intenté varias veces mover cada dedo pero era inútil, seguramente tendría que esperar a que la sangre recorriera todo lo que tenía que recorrer para recuperar mi brazo. Y eso lo único que me decía era que algo definitivamente no estaba bien conmigo.

 Como pude me puse las medias, algo torcidas, y me decidí por el pantalón más suave y holgado que tenía. Hubiese sido imposible ponerme cualquier cosa apretada con mi limitación temporal y la verdad era que todo mi cuerpo estaba empezando a sentirse cansado por el esfuerzo. Ponerme la camiseta supuso otra corriente de dolor que me impidió tomar todo el contenido de una taza de café.

 Desayuno prácticamente no hubo, en parte porque no podía comer y en parte porque no tenía hambre. La verdad era que el estomago me daba más vueltas que nada y casi podía jurar que ese desayuno tan pobre podría resultar fuera de mi cuerpo en cualquier minuto, y eso era mucho decir. Ya listo para salir me revisé que tuviera todo y lo tenía excepto el control de mi brazo y el movimiento de mis dedos. Pero iba a una clínica así que seguramente podrían ayudar.

 Menos mal no era hora pico ni tampoco se demoró el bus en pasar. En poco tiempo estuve de camino, mirando por la ventana un poco desesperado por llegar. Me faltaban solo algunas calles cuando solté un gritito y varias, si no es que todas las personas en el bus se voltearon para mirarme. Había sido inevitable pues un corrientazo había recargado el brazo y ahora podía sentir como la electricidad recorría cada uno de mis dedos. Dolía demasiado y tuve que limpiar la humedad de mis ojos pues si no lo hacía seguramente lloraría del dolor y eso sería más para el público del bus. Así que una vez más, me contuve.

 Cuando me bajé del bus y empecé a caminar las cinco calles que me separaban de la clínica, tuve que dejar salir una lágrima y tratar de respirar lentamente para controlar el dolor. Era tan intenso que en un momento tuve que sentarme en el bordecito del jardín frontal de un edificio para descansar y tratar, una vez más, de ver si podía mover los dedos. Me llevé una sorpresa cuando mi índice se movió torpemente. Otra vez intenté y el índice y pulgar se movieron como marionetas.

 A riesgo de perder la cita, me quedé allí ante la mirada de los transeúntes chismosos, recuperando la movilidad de mis dedos. Pasados unos diez minutos, mi brazo ya se sentía normal aunque adolorido y mi mano empezaba a moverse lentamente, como un animal drogado. Era mejor así que de ninguna manera entonces me puse de pie y caminé lo que me quedaba hacia la clínica.

 Allí me anuncié y nadie dijo nada sobre la hora. Me senté a esperar un rato y cuando me llamaron me recibió la misma doctora de la vez anterior. Como un desesperado, empecé a contarle todo lo que había pasado desde que me había despertado. Incluso le dije que esa noche, a diferencia de muchas otras, no había tenido pesadillas ni nada por el estilo entonces que no entendía lo que estaba pasando. Dije tantas estupideces que en este momento ya no las recuerdo todas.

 La doctora estaba sorprendida y me tomó el brazo con cuidado y verificó con su tacto. El brazo estaba ya normal, los dedos algo torpes pero nada grave. Me miró a los ojos, todavía algo extrañada y me preguntó: “No tenías miedo de la cita de hoy?” Yo creo que al comienzo no entendí la pregunta porque en verdad no la entendí. Pero luego no la entendí porque no quise entenderla. Ella solo me miró y no dijo más. Tenía listos todos los instrumentos que necesitaba y sin demorar más, empezó a sacar sangre. Sacó dos tubitos completos, lo que me hizo sentir algo vacío, y los dejó a un lado. Encima de cada uno escribió “Test ELISA” y mi nombre.


 Me aconsejaron comer algo al llegar a casa pero simplemente no lo hice. No quería nada de nada y ya no me importaba mi brazo que estaba más normal que nunca. Ahora sí me había golpeado la realidad en la cara, cuando vi los tubos al lado de mi brazo antes inerte y cuando la doctora me habló en términos matemáticos. Todo retumbaba en mi cabeza y entonces cerré los ojos, rogando que cuando me despertara lo único que tuviera para preocuparme fuera un brazo dormido.