Mostrando las entradas con la etiqueta diferencias. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta diferencias. Mostrar todas las entradas

sábado, 10 de octubre de 2015

La bruja

   La pobre bruja corría como alma que lleva el diablo a través del bosque. A veces parecía que iba a tropezarse pero con un movimiento de su mano todo lo que se interponía en su camino se movía hacia un lado. Un árbol de quince metros lo hice sin chistar, lo mismo que varias raíces, todo un riachuelo y muchas piedras de diversos tamaño. Empezó a llover y la bruja quedó empapada justo antes de llegar a su pequeña casa, incrustada en un montículo en la mitad del bosque. Con otro movimiento de su mano, la ropa que tenía puesta se secó. Obviamente el mito de que las brujas se derretían con agua era una tontería pero eso no quería decir que la disfrutaran mucho que digamos. En un momento, la bruja puso a hervir un par de calderos pequeños y, finalmente, fue a dar a un gran sillón.

 Estando allí se quitó el sombrero, revelando una cabellera de color violeta intenso. Era bastante guapa también y nadie en el mundo hubiese pensado que era una bruja, a menos que ella misma le contara a medio mundo. De hecho, eso lo había hecho varias veces con mortales de los alrededores pero siempre tenía cuidado de borrarles la memoria con uno de sus encantamientos. Era cuidadosa y tenía un legado, una historia familiar que honrar y preservar, así que no podía vivir muy a la ligera. Después de un rato esperando, se acerco a uno de los calderos, tomó el cucharón que había dentro y se sirvió en un plato un poco de la deliciosa sopa que había allí. No había magia ni nada, solo verduras. El otro caldero, sin embargo, estaba rodeado de un humo curiosamente fucsia.

 La joven se sentó a la mesa, una gran mesa de madera basta, y tomó su sopa. Si algo había que no le gustaba mucho de vivir allí, es que muchas veces estaba sola. Y cuando llovía de esa manera, pues afuera la tormenta había arreciado, no había manera de que uno de sus amigos del bosque la visitara. No, por supuesto que no eran animales como conejitos y mapaches. Quienes la visitaban eran elfos y duendes y hadas y muchas otras más criaturas mágicas que sabían de su negocio de pociones y venían con frecuencia a pedirle ayuda. La que se estaba cocinando era una de valor y se supone que la usaría un espíritu para asustar mejor.

 Que claro que la bruja no hacía pociones para cualquiera ni cuando ellos se lo exigieran. La bruja trabajaba solo si veía en ello una ganancia personal, fuera de lo monetario. Al fin y al cabo que era una bruja joven y necesitaba adquirir toda la experiencia que le fuese posible. Había sido la idea de su familia que se exiliara por un año en un bosque para que trabajara concentrada y entrenara todo lo que debía, para aprender a ser una bruja con todos los trucos bajo la manga. Por eso todas las criaturas del bosque, o casi todas, iban allí a pedir que les solucionase una parte de sus vidas. Pero ella ya se estaba cansando de la situación y eso que solo habían pasado tres meses desde su llegada.

 La joven estaba frustrada porque quería ver el mundo y, como le había dicho a su madre tantas veces, intuía que en las ciudades la gente necesitaría más de una bruja. Pero su madre no lo consintió y por eso resultó en un bosque. Ahora ya no peleaba, principalmente porque no había con quien, y solo llevaba el día a día. Estaba terminando la sopa, que estaba deliciosa, cuando miró a la ventana y sintió una sombra cruzando sobre ella. Lo mismo sucedió con otra ventana y entonces la joven apagó las luces de su hogar. Esperó en silencio, con únicos ruidos el hervir del caldero y la lluvia incesante afuera. Parecía que no iba a pasar nada hasta que una cara apareció de golpe en una de las ventanas.

 Ella sabía que no podían verla directamente, pues había un encantamiento que hacía parecer todo muy diferente desde afuera. Pero ese ser parecía seguro de ver algo o tal vez lo sentía. Por lo que pudo detallar la bruja, esa criatura era un hombre humano y no era uno de los mejores ejemplares de sus especie. Tenía una marca bastante mal cuidada que le tapaba casi toda la cara y el pelo sucio y enmarañado, lo que era increíble con la cantidad de lluvia que caía afuera. Sus ojos eran claros e intimidantes, no como los amables ojos avellana de la bruja. El humano se quedó mirando por la ventana un buen rato hasta que perdió el interés y se fue, para tranquilidad de la joven.

 Pero al rato pasó algo peor: golpeaban a la puerta con una fuerza inmensa. Era como si la quisieran romper. Debía ser un cliente desesperado pero ella les había dicho, con claridad, que no atendería a nadie cuando el clima fuese adverso. Les explicó, tratando no detallar mucho, que el clima exterior podía afectar negativamente el desarrollo de sus pociones. Pero al parecer el ser que estuviese detrás de la puerta, no iba a dejar de golpear como un maniático así que la bruja le abrió, dejándolo pasar a él y a otra criatura algo menor. Cuando se dio la vuelta para saludarlos, la bruja gritó de la manera más desgarradora en la que jamás nadie ha gritado. Algunos animales afuera quedaron hechos de piedra, tal cual.

 Los que entraron a la casa de la bruja eran seres humanos. El grande era el que había estado mirando por la ventana y el otro, algo más pequeño, parecía ser una mujer. Después del grito, la bruja se acorraló en una esquina y les pidió, por favor, que se fueran y no volvieran jamás. Prometía irse del bosque, darles pociones de poder y de amor y todo lo que quisieran pero solo quería que la dejaran vivir. Las criaturas la miraban como si estuviera loca pero ella se echó al piso e imploró por su vida como si le hubiese puesto un cuchillo en la garganta. Las criaturas la ignoraron al comienzo, tomando un caldero y calentando agua allí.

 Fue entonces que la bruja se dio cuenta que algo pasaba con la mujer. Su forma era particular así como su pesado caminar, que terminó en el sillón donde la bruja misma había estado sentada hasta hacía algunos minutos. La mujer parecía estar embarazada y por el color de su piel no parecía estarlo llevando muy bien. Tenía el color de las espinacas en su cara. La bruja entonces se calmó y solo se quedó mirando las escena desde su rincón: el hombre le brindaba a la mujer té pero ella no lo tomaba. Él parecía tratar de convencerla hasta que lo logró. Acto seguido, trató de ponerla más cómoda, usando algunas de las cosas que había alrededor como manteles y cojines varios. La bruja lentamente se puso de pie y se dio cuenta que el hombre no sabía muy bien que hacer.

 Entonces caminó con agilidad hacia el fuego, puso un caldero más y allí mezcló varios de los ingredientes que tenía en su despensa. Los humanos se quedaron mirándola, con algo de miedo pero también con una inmensa curiosidad pues la bruja iba y venía, moviendo la mano de manera extraña y haciendo aparecer y desaparecer diversos artículos como libros, ingredientes, platos, jeringas, … Mientras hacía esto la mujer empezó a quejarse del dolor y entonces la bruja apuró el paso mientras los gritos de la pobre mujer se podían oír por todas partes. La joven se dio la vuelta, esperando que la poción hirviese el tiempo necesario. El hombre tenía a su mujer tomada de la mano, como apoyo.

 La bruja se acercó un poco y les sonrió, cosa que ellos no devolvieron. Al fin y al cabo eran culturas diferentes y cada cultura percibe las cosas como quieres percibirlas. Era increíble para ella, la bruja, ver como esas dos personas se profesaban tanto amor  con los más sutiles movimientos del cuerpo. Un apretón ligero de manos o un beso en la frente, cosas muy básicas. La poción estuvo lista y tenía la consistencia deseada: entre una crema de manos y un chicle especialmente pegajoso. Lo pasó todo a un cuenco y con una espátula untó casi todo sobre la panza de la humana, que parecía asustada pero sin embargo no empujaba ni hacia nada para que la bruja se detuviese.

 El resto, la humana lo tuvo que beber. Le sabía a un platillo muy dulce, como un postre. La poción relajaba su cuerpo y a la vez le daba fuerzas, por lo que tras algunas horas, el bebé que tenía dentro nació sano y salvo. La bruja, honrada de haber visto el nacimiento de una vida, le dio al niño la capacidad de siempre ver lo mejor en los demás. Ese sería su pequeño regalo, que debía usar él lo mejor posible. Los humanos se quedaron en la casa del a joven esa noche. Compartieron sopa, un espacio para dormir y, en la mañana, ella descubrió que no había nadie allí. Se habían ido sin decir nada más. Afuera la lluvia todavía caía, pero con suavidad.


 La bruja le escribió a su madre contándole todo lo sucedido. Le dio todos los detalles del asunto y le contó de la poción que había hecho de lo especial que había sido semejante momento para ella. La madre le respondió con rapidez, estando muy feliz por ella pues era un evento que rara vez presenciaba una bruja. Pero su madre estaba preocupada por el niño, pues a veces los buenos deseos podían convertirse en maldiciones. Además, le resultaba curioso que hubiese humanos en un bosque como ese, donde ellos jamás entraban. Los que su hija había conocido debían ser humano muy insistentes o resistentes. Eso ella no lo sabía bien pero se prometió a si misma buscarlos y vigilar el progreso de su deseo para el niño. No iba a dejar que sus deseos se corrompieran.

sábado, 15 de agosto de 2015

Cuatro palabras

   Paciencia. Es algo difícil de tener cuando las cosas parece que no van a ningún lado pero hay que aprender. Es difícil esperar y esperar pero cuando no hay nada más que hacer, pues ya se entrena uno en ese arte. Porque esperar no es para todos ni todo el mundo lo hace igual. Es un hecho que cada persona tiene su ritmo y creo que el mismo es bastante lento aunque he aprendido a conocerme mejor y a no esperar nada demasiado pronto o que todo lo que le pasa a los demás me pase a mi. Sí, muchas personas que conozco tienen trabajo y van por su enésima relación sentimental pero yo no puedo pretender tener ese mismo ritmo de vida. Cada uno marcha a un paso diferente y hay que entender eso antes que nada más porque o sino estaremos frustrados con mucha frecuencia.

 Respirar. Es la técnica más sencilla cuando se tiene una vida en la que no se sabe nada de lo que pasará, nada de lo que el futuro aportará o quitará. A veces no nos tomamos el tiempo adecuado para respirar, para preocuparnos porque nuestro cuerpo esté bien y para relajarnos antes de algún momento que sabremos será desafiante para nuestros nervios. Puede que sea hablar con alguien en especial o hacer algo que nunca habíamos hecho. Si somos seres humanos normales siempre estaremos algo preocupados por algo así y tendremos que aprender a ser pacientes e ir paso a paso y no apresurarnos para nada. No hay nadie que no se sienta presionado en situaciones así y si no lo está, los golpes de la vida sencillamente serán más duros.

 Crecer. Eso no es algo que dependa de nosotros, al menos no de forma física. Pero sí podemos esforzarnos en ser mejores, en tratar de avanzar en lo que queremos o en lo que no queremos, lo que sea más fácil de definir. Cuando digo crecer, no tiene nada que ver el concepto de madurez, aunque esto ayude bastante. Me refiero más a crecer como persona, a ampliar la mente y empezar a ver el mundo con ojos diferentes a esos con los que hemos visto todo lo que ha ido sucediendo frente a nuestros ojos. No podemos seguir toda la vida haciendo y diciendo lo mismo ya que no somos marionetas a loros. Al ser seres humanos, tenemos la posibilidad de cambiar de opinión y por lo tanto de aceptar realidades diferentes de un momento a otro.

 Aceptar. Sí, aceptar esas nuevas realidades, esas nuevas maneras de ver la vida y también aquellos momentos en los que no se sabe que hacer o en los que hay problemas o errores. Somos seres hechos de prueba y error, no somos infalibles ni todopoderosos. Es imposible que un ser humano nunca falle ni nunca sufra o sienta dolor porque si no le pasara nada de eso, simplemente no sería un ser humano sino algo peor que una máquina ya que hasta ellas se equivocan. Tenemos que aceptarnos a nosotros mismos como somos y no como queremos ser y a partir de ahí construir lo que queremos, sea lo que sea.

 Esas cuatro palabras me han ayudado en varias ocasiones. Porque paciencia nunca he tenido. Prefiero los impulsos y actuar en el momento que siento que las cosas se pueden dar mejor. La paciencia es un don difícil de manejar y, sobre todo, de conseguir. Como tener paciencia después de años de no ser aceptado por nada ni nadie, en muchos sentidos y no solo en el sentimental que, para mi al menos en este momento, es el menos importante? Como hacer para no perder el control cuando las cosas parecen estarse derrumbando alrededor y las únicas soluciones son aquellas que son extremas. Y se sabe muy bien que nada situado a un extremo es bueno, sea cual este sea. Sin embargo, la gente todavía se deja lavar el cerebro y acepta idioteces que saben no están bien.

 Ha sido más fácil aprender a respirar. Obviamente todos los seres humanos sabemos respirar pues lo hacemos automáticamente, sin pensarlo. Lo que se piensa es dejar de hacerlo y no es muy fácil. Pero la cosa es que hay varias maneras de respirar y varios momentos en los cuales es necesario simplemente tener más aire y poder oxigenar mejor la mente para tener las cosas más claras. Tuve que aprender a respirar cuando la muerte estuvo cerca y creo que no lo hice bien. Lo hice también cuando me enfrenté a una decisión que puede significarlo todo o tal vez nada. Pero tuve que saber como comportarme y como no perder la compostura. Tuve que controlar mi respiración.

 Lo que nunca es fácil es saber que es lo bueno y lo malo pues nadie te lo dice, al menos no de adulto o joven adulto o como lo quieran llamar. Crecer es un concepto casi abstracto pues todos crecemos, es el camino eterno hacia la muerte, pero no es ese crecimiento el que vale, sino el que nos enseña y nos hace ver la vida con otros ojos. Creo que he crecido en ese sentido pues me he atrevido a más en algunas cosas, como tomar decisiones que antes no había tomado con tanta seguridad. Desechando miedos que han estado enconados dentro, esa es otra manera de crecer así no sea la más fácil. Porque enfrentarse al miedo es algo que solo alguien desesperado hace ya que ese miedo somos nosotros mismos.

 Lo más difícil para mí tal vez sea eso de aceptar. En mi concepto del mundo yo no tengo porque aceptar nada que yo no quiera pero la realidad lo presiona a uno a ver que las cosas no son como las queremos ver sino como son y a veces como son no nos sirven de nada. Hoy en día hay mucho positivismo falso y la gente cree que puede ser y hacer lo que quiera pero eso no es cierto. Las prisiones mentales todavía están allí, así como los prejuicios y la falta de habilidades. Son cosas que existen y, aunque algunas se pueden eliminar, hay otras que simplemente no hay como superarlas. Hay que aceptarlas o resignarse, lo que suene mejor.

 En estos momentos me siento casi totalmente tranquilo pero hay algo que me molesta y así será por un tiempo y de ahora en adelante. Todavía no tengo mi destino de frente y prefiero no verlo a la cara hasta cuando tenga que hacerlo porque tengo que confesar que le tengo miedo. No sé como es y no quiero imaginármelo porque tengo una imaginación demasiado productiva y es ahí cuando las cosas empiezan a distorsionarse a verse de tantos colores que ya no sé cuales son los reales, si es que existen. Tengo miedo porque no sé que hay más allá así que mi manera de afrontarlo es simplemente no ver hacia allá, no tratar de discernir nada ni indagar al respecto más de lo necesario. Esto lo hago porque sé que no debo apresurarme a nada.

 Caminar hacia, mirando hacia atrás y fingiendo que el mundo no se sigue moviendo, es algo muy difícil pero es práctico y no creo que se trate de engañarse a uno mismo ni nada por el estilo. Es solo la manera que encontré para poder estar más tranquilo e ir por la vida sin preocuparme de manera innecesaria. Ya hubo un momento, hace un tiempo, en el que me sentí ahogado y estuve a punto de desear que ese sentimiento mi consumiera. Pero al final, de alguna manera, pude salir de ello y ahora no quiero volver a esa situación, jamás. Ese desespero, esa oscuridad y sentimiento de que todo es mi culpa, de que todo está mal,… Es lo más horrible que he sentido y no se lo deseo a nadie.

 He estado por ya casi dos años sin hacer nada productivo. Y lo digo así porque así es que se maneja el mundo. Cuando estás cerca de los treinta años, si no estás ganando dinero, para la mayoría de la gente estás desperdiciando tu vida. El que me diga lo contrario es un hipócrita de primera categoría y no pretendo mentirme a mi mismo para suavizar las caídas o el sentimiento de presión que va y viene, pero que menos mal es menos frecuente que en el pasado. Además, no es que no haya hecho absolutamente nada en este tiempo: aprendí a apreciar más lo que tengo y a entender que no puedo ser todo lo que quisiera pero que sí puedo lograr hazañas más cercanas a lo humanamente posible.

 Y esas hazañas serán para mi y no para demostrarle nada a nadie. Porque no vivo para nadie más sino para mi y así es que la gente debería vivir, sin pensar en pagarle la cuenta a alguien más en el mundo, como si la vida fuese prestada o un regalo de alguien más. En este caso, les recuerdo que no creo en ninguna religión, así que perdonarán que les diga que paren de vivir su vida pensando en estar agradecidos por todo. Mejor vivan la vida pensando que solo es esto y nada más. Debemos caer en cuenta que esto es lo que hay y nunca va a haber nada más.


 Pero eso no es malo. Solo hay que ver lo que se puede hacer, lo que se puede lograr y todas las cosas que hay por descubrir y por vivir. Todo esto lo decide cada persona según sus criterios. No hay buenas o malas respuestas, al menos yo no lo pienso así. Lo único que hay son vías cortas y larga o anchas y angostas. Y es difícil saber cual es cual pero ese no es nuestro trabajo. Nuestra una responsabilidad es la de vivir y nada ms. ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ es cual pero ese no es nuestro trabajo. Nuestra una responsabilidad es la de vivir y nada m que hay por descubrir y pás.

domingo, 8 de marzo de 2015

El hospital

   No tenía nada más que hacer sino mirar hacia el techo, o hacia la ventana o hacia la puerta y el brillo de la luz que había debajo de ella. No tenía como moverse en la cama a la que había sido recluido. Las cosas no estaban de la mejor manera , ni dentro de él ni fuera. Y, aunque en otros momentos hubiera adorado la posibilidad de estar acostado en una cama y no hacer nada, esa idea ahora lo estaba volviendo loco. No poder caminar en los últimos dos días lo había convertido en alguien aún más temperamental de lo que ya era.

 A veces la enfermera venía a revisar su pulso o algún otro dato en los aparatos que había en la habitación y luego se iba sin decir nada. Después de todo, lo habían puesto solo en una habitación intencionalmente, sabiendo que su temperamento no era el mejor para estar en compañía de desconocidos. Por alguna razón el accidente con su pierna lo había hecho un manojo de nervios y de violencia. Ya todas las enfermeras seguramente sabían de el “ataque” a una de ellas el día de su llegada, cuando la golpeó en una pierna por no recibirlo con prontitud.

 Y ahora no podía moverse lo que era todavía más frustrante que no ser atendido con rapidez. El dolor de cuerpo era horrible y sobre todo si trataba de mover mucho las piernas. De hecho le dolían así no más, sin hacer nada en el suelo. Era horrible tener que esperar y esperar a ver que tal progresaba pero el médico no era muy optimista. De hecho, nunca hablaba más de lo necesario y eso era otra cosa que frustraba mucho a este hombre. Sabía que solo por un entendible ataque de impaciencia, ahora nadie quería atenderlo bien sino que lo hacían como por hacer su deber. Y ya se sabe como es cuando la gente solo hace las cosas por deber.

 Pero aguantó lo que pudo y después de unos días más fue transferido a otro hospital, este sí en la ciudad donde vivía. El servicio no mejoró en nada, posiblemente porque entre médicos y enfermeras se habían pasado información acerca del incidente. Era ridículo francamente, como si estuvieran dando un servicio de clase mundial y no se los reconocieran. El hombre, en sus largas horas de contemplación,  sentía una rabia impotente ante todo lo relacionado a su accidente y estaba seguro que iba a demandar a ambos hospitales apenas saliera.

 Era simplemente inconcebible que, en muchas ocasiones, se demoraran horas y horas en traerle su comida o en reemplazar el suero o en venir para inyectarle alguna droga contra el dolor. Lo hacían a propósito y se notaba, sobre todo cuando por fin llegaban y hacían todo con una parsimonia exagerada y claramente innecesaria. Él trataba de no llamar a nadie y esperar a que los dolores pasaran o a que él mismo pudiese acomodarse en la cama pero cuando simplemente no podía hacerlo por si mismo, se sometía a timbrar unas cinco veces hasta que por fin alguien venía y eso que solo a preguntar que pasaba para demorarse otro par de horas en volver.

 La inutilidad es premiada. Eso pensó varias veces: en la sociedad actual se premia lo mediocre que pueda ser la gente, no solo en trabajos del sector de la salud sino en todos los que existen. A la gente se le premia por demoras procedimientos, procesos o trabajos ya que entre más tiempo demoren más dinero salen ganando. Solo a las pizzerías les interesa tener algo listo en menos de media hora, y eso. Ya no existe una necesidad de ir rápido, a menos que eso signifique algún tipo de ganancia y en medicina ciertamente este no es el caso.

 Cuando el paciente en cuestión pudo por fin desplazarse con unas muletas, se dio cuenta de que había varias personas en si misma situación. Sin problema, entró a varias de las habitaciones y habló con diferentes tipos de personas que le dijeron muchas veces lo mismo: que la atención no era la mejor a menos que el seguro que uno tuviera cubriera absolutamente todo. En ese caso, y lo pudo ver con sus propios ojos, el personal del hospital se convertía en el mejor grupo de personas del mundo, atento a cada necesidad de una sola persona mientras los demás simplemente sufrían en silencio.

 Pasada una semana, el hombre pudo salir del hospital hacia su casa y lo primero que hizo fue llamar a un abogado de confianza para pedirle que lo ayudara con su denuncia. Y como a los problemas hay que atacarlos de raíz, que mejor que exigir el cambio total del personal del hospital en la demanda. La idea era demandarlos por negligencia, a todos y a cada uno. Lo mejor era que no estaba solo él sino que tenía los testimonios de muchas otras personas que ansiaban contar sus historias.

 Todo el país estuvo pendiente del juicio, escuchando todos los días en los noticieros los sutiles cambios que iban ocurriendo. Era obvio que la sociedad médica se iba a defender con uñas y dientes. Sacaron expedientes de todas partes, en las que se probaba que muchos de los procedimientos hechos en el hospital habían salvado vidas y, por supuesto, que habían ayudado a miles de personas pobres de todos los rincones del país. Era obvio que querían salir pareciendo héroes modernos que lo único que hacían era trabajar por el bien de todos.

 Pero nuestro paciente sabía más. No solo sacó a la luz los testimonios que había ido recogiendo sino que también sacó a la luz varios procedimientos que el hospital veía como “normales” pero ciertamente no lo eran. Por ejemplo, para un lugar que reclamaba ser el  sitio para los pobres y necesitados, habían hecho bastante cirugía plástica y no precisamente del tipo que se hace para ayudar a alguien. Liposucciones, implantes de trasero y de senos, incluso un alargamiento de pene. Todo en el último año de operaciones. Todos los doctores del lugar lo sabían pero no decían nada a pleno pulmón y trataban de que los pacientes, que podían pagar con todo el dinero del mundo, estuvieran alejados y permanecieran allí solo lo necesario.

 Obviamente sacaron a la luz el ataque del mismo paciente a una enfermera y su violenta reacción. Él la reconoció pero explicó que esa reacción había sido producto de esperar casi veinte horas para que lo atendieran, con una pierna casi destrozada y un brazo en mal estado también. El dolor era insoportable y les había pedido en repetidas ocasiones una camilla para al menos descansar pero había tenido que estar sentado en la silla de ruedas en la que lo habían traído porque nadie se había molestado en ver como estaba. Para esto tuvo como testigo a su mejor amigo, que lo había llevado al lugar.

 El juicio se prolongó por varios días, incluso meses, mientras se reunían todas las pruebas y testimonios y hubo una semana completa para que el jurado y el juez pudiesen analizar todo los documentos en relación al proceso. En este lapso de tiempo, muchos de los que habían declarado en contra del hospital, habían sido amenazados por teléfono y en la calle, con gritos o carteles. Algunos habían sido atacados por personas con cuchillos en la calle o les habían lanzado desperdicios hospitalarios a sus cuerpos o a sus casas. Todo esto se denunció y se buscó ponerlo también en el juicio pero ya no había tiempo.

 El jurado, finalmente, aceptó enviar a la cárcel a los directivos del hospital por la pésima administración del hospital, decidieron quitar la licencia a cada uno de los doctores y enfermeras y dieron un paso extra al decidir el cierre temporal del hospital mientras se establecía una nueva gerencia y mientras se investigaban las cuentas bancarias y demás estados financieros del lugar.

 Esto último no había sido uno de los objetivos y la verdad fue que a nadie le cayó muy bien. Otros centros hospitalarios tuvieron que ser adecuados para recibir un mayor flujo de pacientes ya que el hospital cerrado atendía a buena parte de la población de la zona y con su cierre había perjudicado a muchas personas, pacientes más que todo. Los ataques a las casas de quienes habían denunciado el maltrato en el hospital continuaron hasta que se conoció el caso de un hombre que habían asesinado afuera de su casa. Le habían inyectado una sustancia solo encontrada en hospitales, que en una dosis tan alta le había causado la muerte al instante.


 Hubo alboroto por todos lados, presión y más juicios hasta que se decidió, por parte del Estado, que el hospital sería reabierto y que se buscaría la manera de manejarlo lo mejor posible. Muchos se quejaron porque ya no habría programas especiales para poblaciones vulnerables y varios de los aparatos considerados caros serían vendidos a otras instituciones que pudieran costear las máquinas. Los ataques siguieron pero fueron disminuyendo hasta que al paciente que lo había hecho todo dejó de pensar en el asunto. Años después se fue del país a trabajar y olvidó todo el asunto, que seguía empeorando porque la verdad era que nada había cambiado, salvo un pequeño hospital.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Las líneas de la mano

Se habían rehusado varias veces pero la mujer se veía tan frágil que no quisieron negarse más. Se sentaron los tres en una banca del parque. Allí, la mujer tomó la mano de Alicia y empezó a tocar con las yemas de los dedos la palma de su mano izquierda. La mujer fruncía el ceño y cerraba los ojos como si quisiera entrar en algún tipo de trance.

Alicia y Jorge se miraron el uno al otro. Ninguno de los dos creían mucho en la suerte, la quiromancia o nada por el estilo. Se miraron con complicidad y una sonrisa pícara.

 - Hay mucho, mucho en tu futuro.
 - En serio?

Entonces la mujer, con la misma mirada perdida y haciendo una interpretación bastante increíble, empezó a contarle a Alicia que, según lo que veía, se convertiría pronto en una joven exitosa, ganando mucho dinero. Le dijo que sería reconocido por mucha gente, tanto en su país como por fuera de él. Le dijo que su hogar sería una casa enorme, moderna, con todas las comodidades existentes.

Alicia, por supuesto, preguntó por el amor. Y la mujer le dijo que se casaría con un hombre igual de exitoso e inteligente pero que esto pasaría cuando fuera más madura y hubiera cosechado varias victorias en su vida profesional.

Jorge le sonrió a Alicia y le dijo que todo sonaba genial y que no podía esperar a conocer esa enorme casa que ella tendría. Pero entonces la mujer lo miró detenidamente, sin decir nada. Al cabo de un minuto de no parpadear, abrió la boca:

 - Porque dices eso?

El chico le explicó, aunque no creía que hubiese necesidad, que él era novio de Alicia desde hacía más de una año. La mujer lo miró como si hubiera dicho la tontería más grande que se le hubiera ocurrido.

 - Te leo la tuya?

Jorge dudó un momento, sobre todo por la extraña actitud de la mujer al él presentarse como el novio de Alicia. Pero su novia le sonreía y hacía caras para que aceptara la lectura de mano y eso fue lo que hizo. De nuevo la mujer entró en un trance, que está vez le resultó a Jorge más molesto que gracioso, y al cabo de algunos minutos lo miró con una cara propia de un funeral.

 - Mi niño, que pobre eres. Pobrecito niño.

Los novios se miraron y ya no estaban contentos ni divertidos sino asustados y cansados. Jorge retiró la mano y se puso de pie, igual que Alicia.

La joven sacó un billete de su bolso y se lo dio a la mujer, que parecía no poder moverse o no querer. Ellos se tomaron de la mano y se alejaron del lugar. Sin embargo, cuando estuvieron unos pasos más lejos, la mujer empezó a gritar como loca, atrayendo toda la atención de los transeúntes a si misma.

- Pobre, pobre de él! Dios mío, ayúdalo! Pobre alma, pobre!

La pareja apresuró el paso y pronto estuvieron a varias calles del parque. Alicia miraba de reojo a Jorge que parecía molesto, aunque ello no sabía si era por lo que la mujer había dicho acerca del futuro de la chica o si era por lo que había gritado después de leer la mano de su novio.

Pero Alicia no dijo nada, sabía que era mejor no presionar a Jorge, si sentía molesto o indispuesto.

Tras veinte minutos de caminata, Jorge haló a Alicia hacia un local de jugos y postres. Se sentaron en una mesa y la mesera les indicó que todo lo disponible estaba anotado en un enorme tablero en una de las paredes del local. Como no era grande, cualquiera que entrara podía ver fácilmente el menú.

 - Crees lo que dijo?

Jorge parecía preocupado, casi nervioso. Alicia, que estaba mirando la pared, volteó la cara hacia su novio y le sonrió.

 - Es solo una mujer buscando dinero. Tiene que hacer algo de espectáculo para que otros le sigan el  juego. No lo pienses mucho. 

Cuando la mesera volvió, Alicia pidió una ensalada de frutas con helado y Jorge un simple jugo de naranja. Ella trató de alegrarlo diciendo que estaba muerta de hambre y moría por algo de helado y que no le iba a dar nada del de ella. Sonrió pero él no respondió. Su actitud cambió rápidamente.

 - Jorge, no exageres. O es que tu sí le creíste?
 - No. O bueno, no sé.
 - No deberías.

El tono serio y cortante de Alicia funcionó, haciendo que Jorge se diera cuenta que estaba preocupándose por tonterías. Pero todavía estaba lo otro que había dicho, gritado más bien.

La chica que atendía volvió con lo pedido. Entre ambos, compartieron la bebida y lo de comer, y comenzaron una charla que había comenzado antes de que la mujer en el parque los interrumpiera. Habían comenzado a charla sobre la noticia del día: una clínica de abortos clandestinos había sido descubierta y desmantelada recientemente. Pero no habían podido decir nada por culpa de la gitana.

Alicia empezó a decir que le parecía muy bien que hubiera encontrado un lugar tan horrible como ese, donde que lo único que hacían era aprovecharse de chicas jóvenes para hacer quien sabe que porquerías.

Jorge pensaba diferente. Le preguntó a su novia que haría, por ejemplo, si estuviera embarazada producto de una violación o algo por el estilo. Ella le respondió que lo tendría, ya que las violaciones ocurren por culpa de ambos y, muchas veces, más por culpa de la mujer.

El joven dejó de comer al oír a su novia hablar así. Ahora que lo pensaba, era la primera vez en todo su tiempo de novios que hablaban de algo así. De hecho, ni siquiera habían contemplado la idea de ser padres en un futuro. Le parecía que Alicia era muy dura.

Se lo dijo, lo que causó que ella se enojara y le dijera que si él estaba de parte de asesinos de niños y de mujeres que no se habían hecho respetar. El le decía que no, pero que no podía juzgar a nadie por tomar decisiones personales, que a la larga no afectan a nadie más. Alicia le respondió que las muertes de millones de bebés eran problema de todos y que le parecía que tendría que haber más controles para que la gente no usara su cuerpo como se le diera la gana.

En ese momento, Jorge respondió de la peor manera que pudo: se empezó a reír sin control, tosiendo incluso de la risa que le causaban las palabras de su novia. Era más que todo risa nerviosa, ya que no entendía como una mujer joven del siglo XXI podía pensar así.

Ella se enojó bastante y se levantó para irse. Jorge la siguió al andén frente al local y la cogió de un brazo. Ella se soltó con fuerza y le gritó. Le dijo que obviamente él no podía ser el de la visión que la gitana había tenido de su futuro. Era una persona insensible y cruel y no entendía como nunca se había fijado.

Él le reclamó, diciendo que no entendía su manera de pensar. Parecía que le creía más a una bruja en la calle que a él, que había estado en muchos momentos difíciles y alegres de su vida. Jorge le confesó que estaba decepcionado de ella.

Esto hizo que Alicia se enojara más y le gritara a Jorge, diciéndole que era lo peor que le había pasado. Él, enojado también, la cogió del brazo y ella lo volvió a empujar. Pero esta vez, algo más pasó. Jorge se tropezó con el empujón y calle del andén a la calle. Ninguno de los dos había visto que un camión de mudanza venía a toda velocidad. Nadie había visto nada, la rabia los había cegado.

Momentos después, una ambulancia recogió el cuerpo de Jorge y se llevaron a Alicia porque parecía en shock. La ambulancia se fue y solo quedó el camión detenido por la policía y una mancha roja oscura en el pavimento.

La mesera del lugar de jugos y postres estaba asustada, ya que también lo había visto todo. Un oficial se separaba de ella después de interrogarla. Se pegó un susto de miedo cuando una mujer vieja y vestida con harapos de colores, la tocó en el hombro, preguntando que había pasado. Era la gitana del parque, que venía a confirmar lo que ya sabía.