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viernes, 21 de agosto de 2015

¡ Muerte !

  Era difícil darnos la mano para subir por las grandes rocas que cubrían el ascenso. Su mano estaba cubierta de sangre y la mía se resbalaba un poco por el asco pero también por lo fresca que estaba. Podía sentir el olor a hierro por todos lados, como si no fuera sangre sino algún tipo de liquido metálico que se nos hubiera untado en el camino. Peor no estábamos de paseo o por gusto en semejante lugar. El bosque era hermoso pero era el escenario de nuestro escape del lugar más horrible del que jamás hubiéramos oído y en el que habíamos tenido la desgracia de sobrevivir por más días de los que podíamos contar en la cabeza. De hecho, yo no estaba seguro desde hace cuanto no veía el sol.

 Pero ahora era ese mismo sol el que me ardía en el rostro y sin duda ya me había quemado la cara. Correr y subir y bajar en semejantes condiciones era inhumano pero así eran ellos. Nos habían atrapado, o eso creíamos, y nos habían internado en ese lugar, construido parcialmente bajo el lecho de un lago. Alrededor solo había este bosque, que parecía continuar por varios kilómetros. Sentí el roce de una bala por el hombro izquierdo y menos mal me dejé caer pues una bala iba hacia mi cabeza pero falló su meta. Él me tomó de la mano de nuevo y me haló. Era mucho más atlético que yo y podía correr casi sin respirar o pensar. Llegué a pensar que era un robot hasta que cayó sobre unas piedras y algo de sangre empezó a brotar.  No hablábamos, solo corríamos.

 Los guardias nos seguían con sus armas mortales y el deseo obvio de matarnos y yo solo quería que todo parara. Era ese mismo sentimiento el que me había llevado a escaparme en un principio y por pura coincidencia, por raro que parezca, él estaba huyendo en ese mismo instante. Nos unimos y asesinamos a muchas persona, entre personal con batas médicas y guardias descuidados. Lo hicimos con cuchillos que encontramos, instrumentos médicos que habían utilizado en nuestros cuerpos o las armas que ahora usaban para cazarnos como animales. Era increíble, pero matar se me hacía fácil, tal vez porque yo no los veía a ellos como seres humanos. Para mi ellos eran los robots, los autómatas que cada noche nos torturaban.

 Metían cosas en nuestros cuerpos, o quitaban partes para poner otras o para no poner nada. Yo tenía cicatrices que no recordaba y, de hecho, ese era mi más grande problema y al parecer el de todos en el laboratorio. Todo el que podía gritar, incluyéndolo a él, decían que no podían recordar nada. De hecho eso fue lo único que me dijo antes de tomar mi mano y echarnos a correr. Y yo estaba igual, con la mente totalmente en blanco o en negro o como se diga. No había nada allí adentro, ningún recuerdo de mi vida anterior al laboratorio. Era como si se hubiesen asegurado de que nunca indagara sobre mi mismo para así pertenecerles para siempre. Pero eso ya no era así.

 Seguimos corriendo hasta que encontramos un abertura entre las rocas y nos metimos allí. Él tenía un cuchillo y yo una arma eléctrica. Si se acercaban, debíamos matarlos y al menos así tendríamos algo menos de que preocuparnos. Pero nunca llegaron adonde estábamos escondidos. Esperamos horas y horas pero parecía que o se habían dado por vencidos o simplemente estaban esperando a que saliéramos para darnos el tiro de gracia al aire libre. Era poco probable que nos quisieran vivos, pues nuestra memoria de corto plazo nos indicaba que cada día llegaban nuevos cuerpos para usar en experimentos. No digo pacientes porque no lo éramos y tampoco prisioneros. Esclavos se parece más pero no es correcto.

 Me dejé caer sobre el suelo arenoso de la cueva y empecé a llorar. No me importó hacer algo de ruido y, al parecer, a él tampoco. Me sentía vacío, impotente, incapaz de salir de ese ciclo. Me dolía el cuerpo ahora más que nunca y la verdad era que yo no quería escapar sino que quería morir. Para que saber que era la vida después de todo lo que me habían hecho. Porque muchas cosas las recordaba con claridad y eran esos recuerdos los que quería eliminar para siempre, arrancarlos de mi cerebro. Pero eso no era posible así que lo mejor era suicidarme y dejarlo todo atrás. Haciendo más ruido, cargué al máximo el arma eléctrica y me dispuse a dispararme en la frente pero entonces él pateó el arma al mismo tiempo que los guardias irrumpieron en la cueva.

 El arma le dio a uno de lleno en la frente y lo dejó revolcándose en el piso, retorciéndose de forma grotesca y echando espuma por la boca. El otro se abalanzó sobre mi pero él me protegió y le clavó el cuchillo en el estomago varias veces. De nuevo me tomó la mano pero esta vez me dijo que debíamos alejarnos lo más posible ya que solo enviarían más guardias si se daban cuenta que los que habían salido no llegaban. Según él, teníamos hasta la puesta de sol  para alejarnos. Eso me dio algo de energía para correr de su mano y tratar de no respirar tal como él lo hacía. Varias ramas no pegaban en el rostro y los pies los teníamos destrozados con tanta cosa tirada en el suelo del bosque.

 Cuando la luz empezó a cambiar, llegamos a unas colinas que subían cada vez más. Cuando no hubo más luz, estábamos en la cima de la colina más alta de todas. Estaba bien cubierta de musgo y matorrales pequeños y desde ella se veía el lago que tornaba verdosa la luz del laboratorio. No se veían la entrada del sitio, por donde habíamos escapado matando a mucha gente, ni tampoco se veía a los guardias que ya debían de haber salido a buscarnos. Caminamos un poco más, hasta estar del otro lado de la colina, un sitio cubierto por algunos charcos de agua estancada y árboles increíblemente altos que parecían salir de un cuento ya olvidado hace mucho.

 Con algo de asco tomamos agua de uno de los charcos entre las manos y tomamos. No sabía bien pero tampoco era horrible y sin duda era mejor que deshidratarse. La comida que nos daban en el sitio era intravenosa así que cualquier tipo de liquido era una mejora. Yo no sabía bien de donde había adquirido la fuerza para aguantar semejante escape pero sabía que no era algo natural o por lo menos de mi cuerpo. Era algo más, como adquirido de la nada o tal vez a través de los experimentos hechos. Estaba cansado pero sentía que podía seguir corriendo si era necesario. Él se veía mucho mejor. Se había quitado la poca ropa, que era solo la bata que nos ponían de color rojo, y se metió en uno de los estanques, el que parecía menos sucio.

 Yo lo imité y me di cuenta de porqué el había hecho eso. El agua parecía calmar de golpe todos los dolores. Mi herida de bala, los golpes, muchos cortes,… Todo parecía sellarse y desaparecer gracias al agua. No tenía idea como él sabía de las propiedades de los estanques pero preferí no dudar de la única persona que me había ayudado hasta ahora. Sin duda este escape sería mucho más complicado sin alguien quien me apoyara como él lo había hecho. No sé que me hizo hacerlo, pero me le acerqué y nos besamos. Fue como si algo se moviera en mi mente pero desapareció de golpe. Lo vi en sus ojos también pero solo fue un brillo, un pequeño destello que podía no significar nada y, a la vez, todo.

 Salimos del estanque y acordamos seguir desnudos hasta encontrar nueva ropa que vestir. Enterramos las bastas rojas en un hueco hecho a mano y nos retiramos. El sol empezó a desaparecer Se iba el calor por el que agradecí estar sin ropa y sin pelo. Los dos habíamos sido rapados por la gente del laboratorio. No recordaba haber tenido mucho cabello antes pero algo me decía que sí había sido así. Mientras bajábamos hacia un valle profundo recogimos algunas frutas de los árboles y arbustos cercanos. No nos importó si eran venenosas ya que nada peor de lo que habíamos vivido podíamos pasarnos ya. Mientras caminábamos, descubrí cicatrices en mi cuerpo que ya había olvidado. Él también tenía bastantes.

 Ya en la parte más baja del valle, con el sonido de un riachuelo y la luna en el cielo, nos relajamos un poco. Seguimos caminando, porque parecía lo único que podíamos hacer, pero lo hacíamos más lento, observando el entorno. Él dijo entonces que tal vez si seguíamos el río podríamos llegar a otro sitio con seres humanos, tal vez menos agresivos y sádicos que los del laboratorio. La sola idea de un lugar lleno de humanos fue suficiente para hacerme parar mi caminata. No quería eso para mí, no quería vivir con miedo toda mi vida, no quería tener nada que ver con otros. Él era el único que quería cerca, de resto todo podían morir o perderse en la infinidad del mundo, eso no era mi problema.


 Pero entonces oí el silbido que había oído antes. Pero ya no fue sobre mi hombro sino sobre mi cabeza. Para cuando caí en cuenta que pasaba, ya había ocurrido lo peor que podía pasar: él había sido impactado por varios proyectos y caía, lentamente, a algunos metros frente a mi. Como yo me había detenido, ellos habían fallado. Mi instinto me dijo que corriera pero también que lo mirara en sus últimos momentos. No tenía armas, pues las habíamos dejado atrás. Así que solo me entregué a mi destino. Primero me puse de rodillas juntos a él y le di un segundo y último beso. Luego, me puse de pie y grité con todas mis fuerzas: “¡Muerte!”. Y entonces ella vino por mi como una amiga que no conocía, llena de compasión, sabiduría y amor.

sábado, 1 de agosto de 2015

Sobre el hombro

   Hugo se miró al espejo cuarteado y se dio cuenta de que ya no era él. Había removido cada pelo de su cabeza y de su cara y se había cambiado por una ropa que jamás en la vida había usado: tenía una chaqueta de cuero negro, jeans bastante apretados y unas botas militares que había tenido en el fondo del closet por años. Su ropa de antes, incluyendo la corbata de la que alguna vez había estado orgulloso, estaba en una bolsa que iba a tirar en un contenedor de la terminal. Limpió el espacio lo mejor que pudo, tomó la bolsa y una mochila que había contra la pared y entonces se miró la cara una última vez. Desde ahora era alguien más y ya nunca quién había sido hasta entonces.

 Ahora tenía documentos con el nombre de Jefferson Martínez y ese era quién iba a ser. Como planeado, tiró la bolsa con la ropa y algunas otras cosas a la basura y solo se quedó con su mochila que tenía solo cosas que eran de Jefferson, y no de su nombre anterior. Para él,  ya todo había cambiado. Lo siguiente era comprar un pasaje hacia otra ciudad y empezar a perderse por el mundo, lejos de la ciudad que era su único enlace con una vida que ya no le pertenecía. Era una vida que otros y él habían corrompido hasta el punto que ya no servía para nada. Por eso la dejaba en la basura y tomaba una nueva, que era totalmente nueva y solo de él. Compró un pasaje hacia una ciudad de frontera y se subió al bus pocos minutos después. Cuando dejó la ciudad atrás, se sintió en calma.

 No había sentido la calma desde hacía años pero se sacudía la cabeza y recordaba que eso que recordaba no era propio sino de alguien más. Así que se dedicó a ver cual sería su siguiente paso al llegar a la ciudad fronteriza. Lo mejor, creía él, era cruzar y en ese otro país dirigirse a una ciudad de tamaño medio pero con vuelos internacionales. Desde allí sería más fácil tomar un vuelo fuera del continente y entonces ya podría pensar en asumir su nueva vida como debía ser. Se recostó en el asiento y vio como los edificios desaparecieron y le daban paso al campo y las montañas que surcaban el país por todas partes. El recorrido era entre valles y abismos, cosa que siempre había odiado.

 Cansado, se quedó dormido rápidamente y solo se despertó cinco horas más tarde, cuando habían recorrido la mitad del trayecto. Lo malo fue que la parada no era para comer o descansar sino por un puesto del ejercito. Jefferson respiró hondo y bajó del bus. Cada hombre era revisado en un lado, las mujeres del otro. Daban sus documentos y los requisaban. Jefferson dio el suyo y el militar lo revisó sin mayor interés. Pidió que siguiera el siguiente y así. Tras algunos minutos, todos los pasajeros estuvieron de nuevo dentro del bus en camino a su destino. Jefferson casi no podía creer que todo hubiese funcionado tan bien. Ahora sabía que su nueva vida tenía un futuro.

 Tras otras cuatro horas de viaje, el bus por fin llegó a su destino. La ciudad era pequeña y olía a mal por alguna razón. Pero eso a Jeff no le importaba nada. Se dirigió rápidamente al puesto fronterizo e hizo sellar su pasaporte. Esa misma noche pasó y compro otro pasaje, esta vez a una ciudad llamada Puerto Flor, que era la capital de provincia y tenía un solo vuelo comercial al extranjero, hacia Estados Unidos. Esa era la ruta perfecta ya que nadie revisaría en un aeropuerto tan pequeño. Esperó frente a una tienda a que llegara el bus que lo llevaría a ese puerto. Mientras esperaba notó algo extraño: había una camioneta negra impecable en el pueblo, evidentemente propiedad de alguien que no vivía allí.

 Lo que le llamó la atención fue más el hecho de que ya había visto vehículos similares cuando casi lo… Cuando casi atrapan a alguien que conocía. Esas camionetas habían estado frente a su casa y su trabajo y de ellas salían tipos que eran del tipo que salen y hablan amablemente. Recordaba como había visto golpear a gente que conocía y como esos hombres creían tener derecho a hacer lo que quisieran, incluso torturar con sus cigarrillos o con golpes certeros. Eran unos monstruos y Jeff sabía que no podía esperar nada bueno si ellos estaban en la cercanía. Pero su miedo fue infundado pues un hombre, ganadero por el aspecto, se subió a la camioneta poco antes de que llegara el pequeño bus.

 En dos horas estuvo en el aeropuerto provincial pero tendría que pasar la noche allí: el vuelo a Estados Unidos era hasta el mediodía siguiente. Era casi la una de la mañana pero a él las horas y los horarios le habían dejado de importar hace mucho. No tenía nada de sueño porque había decidido que dormir era un privilegio que no todo el mundo tenía y menos él que todavía debía estar pendiente de sus movimientos y de los movimientos de los demás. Tenía que andarse con cuidado y por eso, aunque hubiese querido, no podía dormir. El aeropuerto estaba desierto y se sentó en unas sillas, en la oscuridad. Allí, tuvo por un momento un sentimiento de culpa que se asentó sobre su cuerpo.

Esto no era porque había dejado a ese otro hombre en su pasado sino porque había dejado mucho más. El dinero y todos los objetos que había tenido no eran lo más importante, sino las personas. Su familia seguramente estaba fragmentándose y con un dolor inmenso. No era todos los días que un hijo moría de forma tan horrible y después de descubrirse tantas cosas tan feas de él. Pero así había ocurrido y para ellos su familiar, su querido hijo y hermano, estaba muerto y no había nada que pudieran hacer para traerlo de vuelta. Jeff había tenido que matarlo y hacerlo bien para que nadie nunca más preguntar por él o por lo que había hecho.

 Cuando abrieron las tiendas, Jeff compró algo de comer y de tomar y así hizo que pasara el tiempo mientras era la hora de su vuelo. Cuando fue a limpiarse y a orinar al baño después de comer, vio de nuevo algo que lo inquietó: era uno de los hombres de las camionetas. Se lavó las manos, no se las secó y salió de allí con paso acelerado. Cruzó los mostradores de emigración y se sentó en la sala de espera ya que, aunque faltaban todavía seis horas, le parecía mejor esperar en un lugar más seguro que la parte exterior de la terminal. No podía sentarse ni hacer nada más que no fuera caminar de un lado a otro y pensar mil veces en lo mismo: era ese uno de hombres que lo habían querido inculpar de tantas otras cosas? Él había sido ladrón pero nunca nada más que eso.

 Él junto con otros habían desarrollado un plan ingenioso para robarle a la gente sus bienes sin que se dieran cuenta, para luego revenderlos y así ganar dinero. Las personas solo se daban cuenta tiempo después y jamás sabían que les había pasado y porqué. Solo se lo hacían a gente con dinero y luego fueron escalando, aliándose con personas que les pagaban por hacer ese mismo truco. Pero entonces uno de sus aliados se comprometió con el hombre equivocado y entonces todo se fue derrumbando. En ese momento aparecieron los hombres de las camionetas. Seguramente eran de algo parecido al FBI pero nunca mostraban identificación y hacían lo que querían antes de que llegase la policía.

 Jeff, o más bien quién era antes, escapó milagrosamente de todo eso y ahora era una persona totalmente diferente a quien había sido por treinta años. Al hombre de antes nunca se le hubiese visto sin los zapatos bien lustrados, sin corbata o sin un destino fijo en la vida. Ese tipo sabía lo que quería y tenía todo meticulosamente planeado, incluso cuando iba a hacer algo que no estaba particularmente bien con el resto del mundo. Ese hombre era controlador y prefería ser dominante y tener el poder. Por eso había hecho las cosas como las había hecho y la verdad era que jamás lo hubiesen cogido si no hubiese sido por los errores de otros, mucho menos inteligentes y controladores que él.

 Por fin anunciaron el abordaje del vuelo y Jeff hizo la fila pronto para entrar rápidamente. Cuando estuvo en el avión seguía preocupado: era le hombre que había visto en el baño de los mismos que lo acosaban o había sido solo una visión que su cabeza le había puesto, jugando con él y con su miedo a dejar de ser por completo? La puerta del avión fue cerrada y al poco tiempo ya estaban en la pista, rodando y despegando hacia un lugar lejano de allí en el que Jeff sentía que por fin podría vivir en paz. Hallaría alguna profesión en la que pudiese ser bueno y entonces viviría tranquilo, sin estar mirando sobre su hombro a cada rato.


 El avión entonces explotó, solo unos cinco minutos después de despegar. En el estacionamiento del aeropuerto, dos hombres vestidos de negro y corbata, recostados en una camioneta negra, veían los pedazos volar y la gente correr de un lado a otro, gritando. Se sonrieron mutuamente y entraron a la camioneta. Ni Hugo ni Jeff nunca supieron con quienes se habían metido y quienes habían sido los artífices de su muerte. Y nunca nadie lo sabría pues eran seres de las sombras y de la muerte.

lunes, 8 de junio de 2015

Desolado

   El edificio tenía ocho pisos de altura, cada piso una sección diferente de la tienda. Un piso para hombres, otro para mujeres, otro para zapatos, otro para comida y así. No había nada que vendieran que no se pudieran encontrar allí y lo más probable es que si no hubiera algo era porque o no existía o no lo tenía todavía y podían buscarlo en tiempo record. En sus buenos tiempos, la tienda había sido el mejor lugar de la ciudad para ir de compras, ya que tenía tanto marcas genéricas como marcas de lujo y, aunque era un poco más caro que una tienda normal, era bastante práctico por tener todo bajo un mismo techo.

 Pero hoy en día, el edificio tenía plantas creciendo un poco por todas partes y la humedad se estaba comiendo cada rincón poco a poco. De hecho, el primer piso estaba inundado y no sé sabía bien porque. El grupo que caminaba por la ciudad buscando donde vivir, que hacer y como hacerlo, recordó que la tienda todavía estaba allí y decidieron visitarla.

 Hay que mencionar que el mundo no era ya lo que había sido. Muchas de las personas habían desaparecido o muerto durante las batallas de hacía unos años. Solo pequeños grupos de personas sobrevivían todavía, peleándose por lo poco que quedaba. Ya no había cultivos de nada y la producción en cadena que había sido el orgullo de tantos ya no existía. Las fábricas habían sido destruidas o, como la tienda, habían empezado a ser consumidas por la naturaleza. Y el frío gobernaba, casi por todos lados.

 El grupo mencionado consistía de trece personas. Eran hombres y mujeres que se habían ido uniendo poco a poco, a lo largo de varios kilómetros de recorrido. La verdad era que no querían llegar a ningún sitio en especial. No había una meta a cumplir o un logro especial al final de la línea. De hecho, no había final de línea porque tendrían que estar siempre en movimiento, buscando que comer y como sobrevivir hasta que sus cuerpo no tuvieran más opciones que caer al suelo y empezar a pudrirse lentamente.

 Fue la idea de una de las mujeres, llamada Carmen, la de buscar la tienda. Les contó que en los buenos tiempos allí había de todo y que no tendría porque haber cambiado. Obviamente mucha de la comida estaría dañada y algunas prendas de vestir estarían enmohecidas por el paso del tiempo, pero era mejor que nada. Antes de que ella sugiriera la tienda, nadie más sabía que hacer. Algunos había sugerido caminar hacia el mar, hacia el sur donde hacía más calor, pero eso tomaría días o semanas y con una niña pequeña en el grupo eso sería difícil. Además, otros grupos podían estar cerca o los podrían seguir hasta cercarlos en algún lugar para matarlos y eso no era lo que querían.

 Así que se encaminaron hacia la tienda y, tal como Carmen la recordaba, estaba allí un poco dañada y decaída pero existía y eso era lo más importante. El grupo se separó apenas entraron, cada uno relajándose al ver tanto lujo y tantas cosas reunidas. Era una visión que ya no había en ningún lado y verlo allí parecía como ver una de esas fotos de los libros de historia que muestran cosas que fueron pero ya no son, cosas que el pasado tuvo pero el futuro olvidó o simplemente no quiso retomar.

 Después de caminar lentamente sobre la superficie mojada del primer piso, se decidió que cada persona podía hacer lo que quisiera en las próximas horas pero que al caer el sol se reunirían en el último piso, donde podrían dormir y en la mañana decidir que hacer. Cuando se separaron, un sentimiento de felicidad se propagó lentamente. Nadie celebró, ni sonrió ni saltó ni nada por el estilo. La gente ya no hacía eso. Pero sintieron ese calor especial en el corazón, ese calor que se siente al descubrir algo nuevo o al estar en las puertas de un descubrimiento.

 Las mujeres se dirigieron primero al piso de calzado para mujer. Algunas habían caminado varios días en zapatos que les hacían doler los pies. Todas se descalzaron y empezaron a mirar la variedad que había. Tantos colores que ya no se veían y diferentes diseños. Era imposible no pensar que el pasado había sido mejor. Como iba a ser el presente mejor que el pasado cuando ya no había nada, cuando la creatividad que había motivado a los constructores de este edificio ya no existía?

 Un par de mujeres se dirigieron de ahí a la zona de electrónicos y encontraron lo que buscaban: un masajeador de pies automático. Contentas, volvieron al piso de calzado y jugaron un buen rato con el aparato, turnándose para que cada una lo pudiese probar. Los hombres, mientras tanto, se habían dispersado más. Algunos buscaban chaquetas que abrigaran más, para los fríos vientos que ahora soplaban. Otros buscaban armas, las que fueran, para tener como alimentarse y defenderse. Y otros miraron los aparatos electrónicos, muchos de los cuales ya ni funcionaban pero era fascinante verlos de todas maneras.

 El tiempo pasó y hacia la media tarde se reunieron el piso de la comida, donde habían habido varios restaurantes así como venta de productos listos para llevar a casa. Mucha de la comida estaba dañada pero ya el olor de lo podrido ni existía. Buscaron con cuidado y vieron que había comida en lata o empacada al vacío y alguna estaba todavía buena o al menos se podía utilizar. Hicieron un circulo grande en el que comieron cosas que habían encontrado en la tienda y otras que habían ido recogiendo en su larga caminata. Había más que todo frutas pero también productos hechos con harina, bebidas gaseosas (que no tomaban hace años) y dulces variados.

 Para ellos, fue un festín. Ya nadie comía así y nunca más nadie volvería a comer así. Todos los que estaban en el circulo habían hecho sacrificios y habían sufrido perdidas dolorosas. Pero tenían en común que no miraban al pasado muy seguido. Lo recordaban y les dolía, eso claramente, pero no se dejaban dominar por él ni lo pensaban demasiado. Esto era porque no querían quedarse estancados en un punto, así como le había pasado a la humanidad. Todos estaban de acuerdo que esa había sido la razón para la guerra y el odio. La gente había perdido la inventiva y solo se fijaba entonces en las diferencias, en lo que los separaba. Entonces, sin nada más que hacer, se empezaron a matar como locos.

 El mundo hoy en día era para los pocos que habían quedado, para gente diferente pero ahora unida bajo un ideal de supervivencia. Fue ese anhelo por seguir viviendo que había llevado a otros grupos a ser más violentos y agresivos. Ese era el caso del grupo que entró en la tienda mientras ellos comían en circulo. Menos mal, y por alguna extraña razón, algo cedió al peso de los años y se derrumbó en el primer piso, cayendo sobre uno de los hombres agresivos y haciéndolo gritar. Esto alertó a quienes comían, que rápidamente recogieron todo y se escondieron en las escaleras de emergencia, que parecían una cueva de la oscuras que eran. Se reunieron todos allí, mientras unos pocos sostenían armas para defender si era necesario.

 La espera era horrible porque duraba y duraba y no pasaba nada. No podían ver a su atacantes pero sabían que estaban allí. En silencio, fueron bajando piso tras piso. Tuvieron máximo cuidado de no hacer ningún tipo de ruido. En el tercer piso, los vieron de lejos. Estos tenían rifles y otros tipo de armamento. Definitivamente, siempre iba a haber gente con más sed de violencia y sangre que otra. En ese punto pasaron con cuidado, porque no estaban muy lejos. Pero, afortunadamente, no se dieron cuenta.

 Cuando el grupo llegó al primer piso, pudo abrir una salida que habían usado los antiguos trabajadores de las bodegas de la tienda. Era una salida a una calle lateral, por la que el grupo se escapó y cruzó la calle con rapidez. Arriba en la tienda, el grupo armado se dio cuenta de que los habían burlado pero ya no había como seguirlos o cazarlos. No era de tanta importancia, más aún cuando los habían llevado a semejante sitio, con tantas cosas que podrían ser utilizadas para lo que ellos necesitaban.

 El grupo pacifico cruzó varias calles, con Carmen a la cabeza, hasta que llegaron a un río. En la parte baja del mismo había un barco enorme que parecía haber sido antes un restaurante y nunca utilizado de verdad como barco. Todos subieron y exploraron el lugar: estaba desierto, sin comida ni nada útil. Pero sí tenía gasolina. Entonces tal vez si se había desplazado, al menos distancias cortas, en el pasado. Rompieron a patadas el pontón que unía al barco con el borde del río y encendieron la máquina. Rugió como un león enfurecido por un rato pero luego se calmó y empezó a ir río abajo, ayudado por la corriente.


 Iban ahora hacia el mar. Pero no hacia el que querían ir, donde había calor y tal vez alimento. No, se dirigían al norte, donde el frío era más fuerte. Tal vez allí no hubiera grupos agresivos. O quien sabe… El caso es que tenían que hacer algo, no podían quedarse quietos.  En cuestión de horas habían dejado la ciudad atrás y pensaban ahora en el futuro. Todos en el barco estaban contentos de tener más tiempo de vida pero ahora pensaban que tanto tiempo podría ser si era bien sabido que el norte era tierra del hielo y la muerte.

viernes, 22 de mayo de 2015

Conflicted savior

   The botanical garden was a large peaceful place where people did picnics and took pictures of various flowers and butterflies. Families and couple came because it seemed like a nice place for them to bond. So when David and Katherine entered the premises, it was obvious they hadn’t come to appreciate the flowers or bond over anything. His jacket had bloodstains all over and they looked fresh. She had several cuts on her face, one very deep and slowly bleeding out. They appeared to have come from a battle zone and the botanical garden did not seem like the first place to think about when hiding.

 As if they had picked up on how strange they looked to others in the gardens, Katherine grabbed one of David’s hands. But this didn’t help at all. It was more obvious now that ever that they didn’t have any kind of relationship. They were holding hands as if they were grabbing a freshly caught fish.

 They enter the largest greenhouse and there they were able to rest for a while. People seemed too be more focused on the beautiful colors and insects than on the couple that had come in. Katherine touched her face and noticed the blood whereas David took off his jacket and turned it around. It looked kind of funny but it was better than displaying blood all over the place.

 But still, that did not help that much. After all, David was dressed in his usual attire, which meant tight jeans, suspenders, black polo shirt and red boots. Yes, David was a skinhead but, as he explained to everyone that cared to ask, he was not the “bad” kind of skinhead. He just liked the ideals, the real ones, behind all of it. He was used to people staring at him everywhere he went but now wasn’t the time to be noticeable. With his jacket’s sleeve he cleaned some of the sweat from his almost bald head (his hair was very short).

 Katherine, on the other hand, was a bit older than him. Not enough to be his mother but old enough to be a grumpy older sister. But they weren’t related and had just being together at the wrong time and the wrong place. As a matter of fact, they did not know anything about each other, except a mad man was chasing them. Katherine grabbed her phone from her pocket and checked some things very fast. After all, it was her tool of work. She was a very important part of an advertisement company and she knew her boss was probably wondering where she was.

 After all, she had just left to pick up some photocopies that were needed in the 5 pm daily meeting. Although she thought her work was important, it really wasn’t. She was basically and errand girl, running around with coffee mugs and photocopies and various folders. Her main task, after all, was classifying every document the company had in order for their main archive to be in order. She just liked to think it was important because after turning thirty, every job matters as if it was the best of the best, even if it’s obviously not.

 The couple picked up the pace, went all along the inner path of the greenhouse and got out of it on the other end. Fortunately, they noticed there was a different exit than the entrance they had used earlier. In a very hush voice, David told Katherine the best thing was to go to a police station and tell them everything that had happened. They would provide security and the mad man may be even apprehended for following them. But they hadn’t seen him since they had entered the gardens, so maybe he had just gave up. At least that was Katherine’s opinion.

 They walked slowly, following a brick path through a forest of palm trees that lead to the other exit. Katherine stated that it was probably best of they each left for home and just let it go. David looked at her as if she had lost her marbles and didn’t even reply anything. If they separated, he was going straight to police station. Maybe they wouldn’t believe him, it had happened before. But after the mess that man had caused, it was going to be very difficult for the police not to believe him.

 As they got closer to the entrance, they realized two things: the man was on the other side. He had apparently not seen them yet but he looked oddly calm and controlled, very different from his display at the stationery store. The proof was that both David and Katherine started to tremble as soon as they had seen him and hid behind some bushes. The woman then agreed that they had to get to the police so she took out her phone but wasn’t able to dial because someone kicked her hand. It was the mad man.

 He looked enraged but controlled. It was very scary to see such a normal looking guy with so much evil in his eyes. He was holding a gun with a silencer and told them that he would shoot if thy screamed. He then advised them to stand up and walk in front of him, slowly. He would put the gun away but advised them not to run away or he would pull it our fast and shoot them both in the head before anyone could catch him.

 Katherine and David stood up and complied. The group came out of the botanical garden as if nothing was happened but anyone that would noticed the twitching in David’s eyes or how sweaty Katherine’s hands were, would instantly now that something strange was happened. As the man had told them, they walked in front of him slowly, just as if he was a friend and they were there with him. But they didn’t even talk so the image was even stranger than one would think. They crossed the street and the man told them to board a red car that was parked on the sidewalk. They looked at each other before doing what the said.

 Inside, the car was incredibly hot and the leather seats were not helpful. The man boarded too and put the gun on the dashboard. Soon, started the engine and he drove, without telling a word to them. He looked straight to the road, not moving his wide-open eyes for nothing. It had to be said: he was a very good driver, even letting old women cross at the corners and cleverly avoiding buses and trucks. He didn’t look like the man they feared.

 A couple of hours earlier in the stationery, that man had been waiting for some photocopies too, or at least that’s what it looked like. Katherine had come in because of work and David had to pick up several pages of a book that he wanted to read carefully. He had just begun the career of social studies at the university and wanted to nail every class to be the best social worker he could. Each one of them was there, minding their own business. It was when two petty thieves entered that it all went insane.

 Those two attempted to steal the money but, in the process, hurt people all over the store. They pushed Katherine towards a glass structure, which broke and cut her face and shoot a little boy and his mother, whom David tried to help when the men weren’t watching. It was when one of them tried to drag one of the girls that worked there to a storage room, that the mad man acquired his nickname.

 Without even hesitating, he pulled out his gun and shot one of the guys in the head. His body collapsed right there, for everyone to see. He then ran to the storage room and grabbed the other man by the hair. He had his penis out but hadn’t raped the girl, who was lying on the floor, crying. The mad man put his gun on the thief’s mouth and pulled the trigger. Everyone screamed. Then, people thought an even crazier man had rescued them and that they could go. But, what was his business there with a silenced gun?

 The man was aware people were scared of him and decided to take Katherine by the arm. She had been helped by another woman with her wounds but the man stopped that. He took her as a hostage because, in his mind, people had turned against their savior. David tried to talk to him and even got him to say a few words. For a moment there, it seemed he understood what had happened and that if he released Katherine nothing would happen to him. Everyone would say to the police how much of a nice man he had been by saving that girl from being raped and all of them from being hostages.

The man released loosened his hands and Katherine took that moment to step on his foot and run outside. David, stupidly, followed her. And now they were hostages again, in his car, going who knows where. The man didn’t say a word until they had left the city. He took the car through an open field and then parked right in the middle of it.


 He came out of the car, taking his gun with him. As he walked on the moist grass, he looked up. Some stars could already be seen. Then, he pointed the gun to his head and shot himself. The couple in the car where just to scared to scream.