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jueves, 29 de octubre de 2015

Observatorio

   Javier y Marina habían sido siempre mejores amigos. Se habían conocido el primer semestre de la carrera y desde ese momento habían estado juntos, aprendiendo y tratando de alcanzar lo mejor en su campo. Habían estudiado física pura en la universidad y habían hecho, juntos, un máster en ciencias espaciales en Estados Unidos. Después, se habían separado un poco pero no demasiado, trabajando un poco por todas partes hasta que a Marina le ofrecieron un puesto en un observatorio y vio que había lugar para una persona más. Propuso a Javier y la entrevista fue tan bien que lo asignaron al mismo departamento que ella. De hecho, los dos tenía que quedarse tres noches a la semana para revisar los datos procesados y revisar los eventos en vivo que pudieran ocurrir.

 El observatorio, ubicado en la parte más alta de una seca y solitaria montaña, era el espacio perfecto para explorar los astros pues no había contaminación de ningún tipo. Incluso a simple vista se podían observar muchas estrellas, por lo que aficionados a veces se instalaban en las cercanías para hacer sus propias observaciones. Marina siempre recordaba a un hombre y su hijo que vivían en un pueblo cercano y con frecuencia venían a indagar sobre hechos que habían observado con su telescopio o que habían leído en internet. Siempre había alguien que les respondía con amabilidad y básicamente les daba una respuesta genérica para que se retiraran ya que en teoría, las personas extrañas al observatorio no podían entrar sin autorización.

 Una de esas noches que tenían que quedarse a hacer observaciones y verificaciones, Javier trajo hamburguesas con papas y refrescos y Marina trajo un litro de helado para compartir entre los dos. Lo metió en una nevera pequeña que había en el salón de empleados y se pusieron a trabajar al ritmo que se esperaba de ellos: ni muy lento, ni muy rápido. Eran las diez de la noche, así que nadie esperaba que ellos procesaran todo de una vez. Igual, había datos que todavía no se podían revisar correctamente ya que seguían siendo recolectados, bien sea por científicos o por sondas espaciales que necesitaban más tiempo para poder enviar a la Tierra sus descubrimientos, fuesen los que fuesen.

 Entre mordiscos a las hamburguesas, chistes y anécdotas de la farándula, Miranda y Javier se pasaban la noche de maravilla. Eran amigos, así que conocían todo del otro por lo que no había momentos incomodos o silencios largos y tediosos. Siempre había alguna risa y si se trataba de trabajo hacían lo mejor para ayudarse mutuamente y solucionar cualquier problema juntos. Esa noche lo hicieron varias veces, rectificando cifras y buscando en el historial del observatorio las observaciones pasadas y complementado datos recién ingresados. Pintaba como una típica noche en el observatorio, en las que nunca pasaba nada.

 De repente una de las luces empezó a brillar, una de esas luces que no parpadeaba nunca. Marina buscó en un manual lo que significaba y descubrió que era la señal de un evento en progreso. Apuntó el telescopio al lugar del evento, captado por otros observatorios y aparatos especiales, tecleando a una velocidad impresionante. Cuando terminó, el gigantesco aparato que estaba sobre ellos empezó a moverse lentamente, sin hacer casi ruido. Terminó su recorrido y entonces empezaron a trabajar a toda máquina para saber que era lo que había hecho parpadear aquella lucecita. Tras varios clics y movimientos bruscos, Javier se dio cuenta de lo que tenían en frente antes de que Marina pudiese certificarlo con los datos: era un asteroide, uno bastante grande.

 No era anormal que eso sucediera pero de todas maneras el shock no era menor. La ciencia estaba limitada por sus avances y no era imposible que un objeto tan grande se les hubiese es escapado a millones de científicos escudriñando el cielo. Además, según las observaciones, el objeto se había “cubierto” de forma que su trayectoria no lo delataba de manera evidente ante la tecnología humana. Con la boca algo abierta, Javier respiró, tecleó algo a velocidad extrema y esperó. Tomó una papa de las que tenía todavía junto a un pedazo de la hamburguesa y vio como la computadora hacía cálculos millones de veces más rápido que él. Marina hacía lo propio, buscando saber la naturaleza del objeto.

 No era sorpresa para nadie que el asteroide estuviese lleno de agua. Eso sí, estaba en forma de vapor y, más que todo, como hielo. Por su trayectoria, lo más probable es que el objeto viniese del cinturón de asteroides pero eso era una conclusión personal y tendría que probarla para ponerla en el informe que debían entregar apenas llegaran los demás en la mañana. Javier seguía esperando y llenaba su boca de papas pero casi ni masticaba, solo miraba la pantalla como si su vida dependiese de ello. Marina sabía lo que hacía y prefería no pensarlo mucho. Era toda una sorpresa que algo así hubiese pasado pues nunca descubrían nada que el publico pudiera ver y menos algo de ese impacto.

 Javier se sobresaltó al oír a lo lejos el timbre del observatorio. El sonido no había sido fuerte pero obviamente estaba tan absorto que cualquier cosa lo hubiese sacado de su trance. Marina se levantó y fue a mirar quién era, sin pensar mucho en lo extraño que era que alguien llamara ala puerta a semejante hora y en este lugar. Cuando abrió, su sorpresa fue reemplazada por fastidio. Y no era que padre e hijo fuesen tan molestos, pero la verdad no tenía ganas de hablar con ellos ahora. Sus nombres eran Tomás (el niño) y Fernando (el padre). Según se apresuraron a decir, habían venido corriendo al descubrir algo grande que querían compartir.

 Marina fue algo cruel pero práctica al decirles sin contemplaciones que sabía del asteroide y que lo estaban revisando en el momento. Padre e hijo, lejos de sentirse decepcionados, casi saltan en donde estaban de la dicha de haber acertado. Le preguntaron a Marina montones de cosas en un lapso tan corto de tiempo que el cerebro de la científica mandó todo directamente al bote de la basura. La verdad no era el momento y, cuando estaba a punto de echarlos de la manera más decente posible,  Javier pegó un gritó tan horrible que a Marina no le importó que la pareja la siguiera hasta su puesto de trabajo. Uno de los refrescos había caído al piso, mojándolo todo y esparciéndose como si fuese algo vivo. Pero Javier solo miraba la pantalla, lívido.

 Marina iba a reprenderlo por lo del refresco pero cuando miró la pantalla se tapó la boca y sus colores también se fueron. El padre le pidió al hijo que buscara algo con que limpiar mientras él ayudaba a los científicos. El niño, feliz de estaba aventura en la noche, corrió hacia el salón de empleados. El hombre trataba de preguntarles que pasaba pero lo único que pudo lograr fue que Javier y Marina despertasen de su trance y se pusieran a trabajar. Tecleaban como locos, escribiendo operaciones complejas, enviando correo electrónicos, haciendo simulaciones y demás. El padre y su hijo limpiaron el refresco y se sentaron en dos sillas rígidas detrás de los científicos, como para darles espacio sin tener que irse.

 Estuvieron calladas casi una hora, apenas susurrando algo o mirando por todos lados. Habían estado allí antes pero solo una vez cuando habían venido a una excursión autorizada. Cuando venían con noticias o algo muy de ellos, solo los dejaban pasar al recibidor y nunca más allá. Padre e hijo estaban felices y eso contrastaba de una manera brutal con los científicos, que no parecían tener tiempo ni para pensar en como se sentían. Finalmente dejaron de teclear y de moverse de un lado para otro. Se sentaron y se miraron el uno al otro, como si haciendo esto se estuviesen confirmado lo que ambos sabían, lo que ambos no podían refutar. De pronto los interrumpió un sonido que todos conocían.

 Era una video llamada y todos escucharon el saludo del profesor Allen, una famoso físico que trabajaba en uno de los mejores observatorios en las islas Canarias. El profesor llamaba para confirmar el descubrimiento de Marina y de Javier. Tomás y Fernando se acercaron un poco, sin saber si Allen los podía ver o no. En su laboratorio, que era más avanzado, había hecho los mismos cálculos y proyecciones y no había duda de que el asteroide viajaba en una ruta casi directa con la Tierra. No podían predecir un desastre pero entraba en las posibilidad con un porcentaje demasiado alto para los gustos de cualquiera. Allen les recomendó llamar a todo el mundo.


 Fernando abrazó a su hijo, quién había dejado a un lado su ánimo. Era obvio que ahora estaba asustado porque cualquiera podía entender las palabras de Allen. Javier y Marina no se molestaron en echarlos, padre e hijo se fueron por su cuenta, dejándolos para elaborar el informe y alertar a todos los observatorios posibles para que cada uno hiciese sus estimaciones. Para las seis de la mañana, su jefe lo sabía todo y los alabó por su labor y por sus esfuerzo y rapidez. Les dijo que fueran a descansar y volvieran en la noche. Los dos amigos compartían un vehículo pero no se dijeron nada en todo el recorrido hasta la casa de Javier. Allí, Marina lo abrazó fuerte pensando inevitablemente en lo que podría pasar. Y Javier le correspondió, suspirando una vez más.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Misterio en Tritón

-       Sobrevivientes?
-       No detectamos ninguno, señor.

 El general se removió en su silla, esperando imágenes de la superficie de Tritón. Habían bombardeado una pequeña zona con una bomba de hidrogeno. Habían revisado cada posibilidad, cada pequeño detalle que podría haber ido mal, cada razón por la cual violar el acuerdo interestelar era lo correcto. Pero había tenido que hacerse. Era la única manera de que el mal oculto en la luna no saliera nunca de allí.

 Todo había empezado hacía apenas un mes. La base Allegra cumplía su primer año de operación y los mil colonos lo celebraron por lo grande, con nubes de colores por todos lados y la mejor comida que podía importar de los invernaderos de Titán, en Saturno. Todo había sido fiesta y alegría así como esperanza por la exploración espacial. Pero no todos estaban celebrando ni contentos. Había una persona que no se había unido a los festejos.

 Manuel Liu había nacido hace 34 años en Luna, en la base Clavius. Nunca había visitado la Tierra pero había aprendido mucho sobre ella y su historia y si había algo que le fascinara era la época de los grandes descubrimientos de la humanidad. Tantos experimentos y nuevas máquinas y tecnologías rudimentarias que cambiarían la cara de la humanidad por siglos y siglos. Desde ese momento, Manuel supo que quería ser igual que Da Vinci o Newton, quería descubrir y ser admirado por su inteligencia.

 Estudió ingeniería aeroespacial y estaba comprometido a hacer lo mismo que habían hecho los grandes pero en el espacio. Creía que era posible sacar al ser humano del sistema solar y conectarlo con las posibles civilizaciones que existían en otros sistemas en nuestra propia galaxia. Su tesis planteaba la creación de un nuevo motor basado en física cuántica. Sorprendió tanto a sus profesores como a las grandes mentes del momento y, sin tener si quiera que mover un dedo, fue contratado por la Asociación Internacional para el Espacia (AIE).

 Esta organización era la encargada de las colonias y de la exploración y querían que Manuel les ayudase a mejorar sus posibilidades en los diferentes mundos donde había bases humanas así como romper la barrera de la exploración espacial y viajar mucho más allá de la heliopausa, hasta donde habían llegado pocos. El chico solo tenía 24 años en ese entonces y aceptó cada reto con gallardía y esperanza. Estaba a un paso de convertirse en quien siempre había querido ser.

 Pero el sueño se vio frustrado una y otra vez. Su primer motor construido explotó y destruyó un modelo bastante caro de nave espacial. La AIE tuvo que hacer toda clases de maromas financieras para no ser demandada y para no perder los fondos que tantos inversionistas privados les habían proporcionado. Manuel fue puesto a prueba y no lo dejaron seguir con sus diseños hasta que fueran probados varias veces. Mientras tanto, fue reubicado un poco por todas partes.

 Algo importante a saber sobre él era que Manuel no tenía familia. Su madre, su padre y una hermana había muerto en el desastre del Moon, un transbordador espacial que se suponía haría el viaje entre la Tierra y la Luna en un tiempo record. Manuel sobrevivió al desastre por un milagro. Iba a ser su primer visita a la Tierra. Muchas de las personas que lo conocían creían que esa era la verdadera razón por la cual nunca más se había planteado visitar el planeta.

 Pero ahora ya no tendría que planteárselo nunca. Viajó de base en base, de planeta a planetoide y de ahí a cualquier luna donde estuvieran estableciendo una base. Cuando por fin le daban otra oportunidad de probar su valía, siempre salía algo mal  o, aún peor, las cosas salían bien pero nadie lo premiaba por ello. Cuando fue reubicado a Allegra en Tritón, decidió renunciar a la AIE. Ellos se indignaron y juraban no entender sus razones pero él les dejó claro que ellos jamás lo dejarían avanzar y les dijo que le apenaba que semejante organización estuviera a cargo de la exploración espacial.

 En Allegra, Manuel se casó y tuvo un hijo. Fue feliz, de eso no había duda, pero todavía quería cumplir su sueño. Se negaba a dejar perder su intelecto que, para él, era lo único que tenía. Para él era simplemente imposible dejar de pensar, dejar de estar obsesionado con llegar más allá de lo que cualquier otro ser humano había llegado. Su esposa sabía de esto y solo lo apoyaba. Sabía que no era un hombre hecho para arreglar la ventilación y los sistemas de soporte vital de una base espacial.

 Fue así que Manuel empezó, desde el momento en que salió de AIE, a hacer nuevos diseños. Ya no pensaba en los motores únicamente de las naves sino en toda la nave como tal. Diseñaría un aparato que pudiera viajar, con eficiencia, a través del espacio. Tomaría mucho menos tiempo entre planetas y podría plantearse el salir del sistema y explorar. Los diseños estuvieron listos después de dos años pero entonces se le planteó otro problema: como construir semejante máquina.

 Era imposible que él mismo la construyera. Le tomaría décadas y no tenía ni los materiales, ni la mano de obra. Además era una misión demasiado grande para hacerla por si solo. Tenía que encontrar alguien que estuviera dispuesto a arriesgar su capital, como no lo habían hecho ciertos inversionistas en sus proyectos en la AIE. Pensó en buscar algunos de esos pero sabía que no aceptarían. Un buen día, casi un año antes del aniversario de la Allegra, Manuel viajó a Luna para reunirse con varios empresarios.

 Pero no tuvo éxito con ninguno de ellos. Les daba miedo, pensaba él. Estaban aterrorizados, como siempre lo había estado la humanidad, de hacer algo que los llevara más allá de los limites hacía tanto tiempo impuestos. Entonces decidió hacer un tour de regresó a Tritón, viajando por varias lunas en las que empresas interespaciales tenían diversos tipos de intereses. Viajó por semanas a diversos lugares: Ceres, Marte, Europa, Ganimedes, Calisto y Titán. Fue allí, cerca de Saturno y ya dispuesto a volver a casa que oyen de William Dagombe.

 Dagombe era el nombre también de su compañía, una minera que operaba en el infierno conocido como Venus. Los científicos habían logrado hacer del planeta algo menos violento pero seguía siendo un reto que los mineros habían asumido. Se extraían toneladas de minerales, a precios risibles comparados con los de la Tierra o Marte. Y allí se dirigió Manuel. El señor Dagombe se interesó de inmediato por su proyecto pero le dijo que necesitaba algo a cambio. Manuel aceptó y así cerraron el trato.

 La nave Zeus estaba siendo construida en la orbita de Venus y Manuel casi había olvidado su trato cuando, a Allegra, empezaron a llegar maletines de Dagombe. En una semana fueron hasta diez. Siempre venía con ellos una carta en la que le pedían guardar las maletas y nunca abrirlas. Solo guardarlas hasta que las necesitaran de vuelta. Manuel las guardó en un deposito y no pens en ellas﷽osito y no pensardarlas hasta que las necesitaran de vuelta. Manuel las guard¡emana fueron hasta diez. Siempre venas pó más en ellas.

 Esto fue hasta la celebración de los cinco años de Allegra. En el festejo, nadie se dio cuenta de que Manuel no estaba. Le habían llegado reportes de la Zeus y se había dado cuenta que algo estaba mal. La construcción no avanzaba. Trató de contactar a Dagombe pero era como si hubiera desaparecido. Manuel se sentía morir; su proyecto más grande parecía ser una ilusión y no tenía como seguir con él.

 Pero eso ya no fue importante porque alguien más no estaba en los festejos. El hijo de Manuel, un niño de cuatro años, se había separado de su madre para buscar a su padre. Pero no había llegado a la oficina de Manuel sino al cuarto de los maletines. Y entonces, con la curiosidad característica de un niño, abrió uno de los maletines. Y eso fue suficiente. El niño salió de allí pero a los pocos metros cayó muerto en un pasillo. La madre lo encontró y ella también murió a las pocas horas. Para cuando la asistencia llegó desde Titán, ya era muy tarde.

 Nunca nadie supo que era exactamente. Algunos pensaban que era un químico especialmente mortal, otros pensaban que era un arma biológica especialmente creada para algún propósito siniestro. Los equipos que bajaron y socorrieron a los residentes de Allegra, murieron también. Y fue así que el general decidió bombardear una ciudad que ya estaba muerta, condenada a ser una zona en cuarentena por siempre.


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 Dagombe nunca fue culpado de nada ya que nunca hubo un contrato real entre él y Manuel Liu. La Zeus fue construida pero muchos años después y la minera se adjudicó su diseño y creación. La barrera de la heliopausa fue rota años después. Y a pesar de todo Tritón siguió siendo una zona cerrada puesto que el virus no se había desecho con el bombardeo. De hecho, parecía no tener límites y eso asustaba a cualquiera. ´n﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽mbi pasillo. La madre lo encontre.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Superior

En 2157, terminó la represión contra quienes habían nacido en laboratorios. Los niños producidos en esos lugares era los preferidos por todos los padres de familia, ya que con la ayuda de la ciencia podían ser seres sin ninguna enfermedad ni defecto físico alguno e incluso algunas deficiencias mentales podían ser solucionadas con un simple programa para predecir cualquier anomalía.

Pero eso había terminado cuando muchos de esos niños, ya adultos, habían probado ser algo más que humanos. La manipulación genética los había convertido en hombres y mujeres excepcionales, capaces de cosas que ningún ser humano podía hacer, hasta ese momento.

Habían sido ideales para el viaje espacial, que había avanzado sorprendentemente en los últimos años, ya que podían resistir por más tiempo las duras condiciones a las que debían estar sometidos los astronautas. Ellos aguantaban más, eran más hábiles con sus manos, más rápidos y, sin duda, más inteligentes.

De hecho, esa fue la razón para su casi extinción. Surgieron rápidamente grupos extremistas que buscaban destruir todos los laboratorios y a todos quienes habían sido creados allí. Incluso fueron asesinados muchos de los padres que habían solicitado el servicio, que solo buscaban hijas e hijas y resultaron, sin saberlo, creando criaturas que se podrían salir fácilmente de sus manos.

En 2150, tras la celebración de los cuarenta años del programa de diseño genético, fue cuando todo explotó. Asesinatos, atentados terroristas, secuestros,... crímenes horribles una y otra vez. Todavía había guerras en el mundo, por supuesto, pero todas pararon por unos días dada la barbarie de aquellos que estaban en contra de la ciencia. Y entonces las guerras se rediseñaron y todas contemplaban, de una manera u otra, la extinción de aquellos seres fabricados.

Siete años después, se daba por terminada la búsqueda de los seres superiores. Los gobiernos habían convenido que aún si todavía existían seres especiales vivos, los dejarían para que murieran en paz si no se metían con la humanidad.

Por supuesto, esta humanidad de un alto en muchos aspectos. Las colonias en otros planetas dejaron de existir. Solo en la Luna seguían viviendo terrestres. El viaje espacial solo se usaba para lo útil, como la minería, y ya no para buscar respuestas a preguntas que la mayoría no hacían.

Uno de los seres especiales que quedaban era Croma. Ese nombre venía de "cromosoma", estructura esencial en el manejo del ADN. Sus padres habían acudido a los mejores médicos genetistas ya que querían que su primer hijo fuera un ejemplo de todo lo que consideraban ideal. Ellos eran gente de mucho dinero, que podía costear el proceso y que no temían a lo que la gente dijera. Sobra decir que la pareja podía tener hijos de manera natural pero no lo deseaban así, al menos no para el primero, ya que él sería quien tendría todo el control en un futuro y lo querían perfecto.

Esa palabra sonaba varias veces en los corredores de laboratorios todos los días. Era lo que querían los padres: "perfección". Claro que esta perfección, era diferente para cada persona, incluso el concepto difería entre una misma pareja de esposos. Pero los científicos les daban tiempo y consejo y, al final, siempre llegaban a acuerdos.

Croma tenía los ojos de color azul eléctrico, para infundir temor. Había sido diseñado para tener un cuerpo ideal, de 1,85 de estatura, masa corporal ideal, músculos desarrollados e incluso un órgano sexual atractivo en tamaño y aspecto para cuando tuviera que procrear, si se decidía por el modo biológico cuando fuera mayor.
En cuanto a su mente, sería hábil con los números y todo tipo de organización. Sería pulcro, serio, elegante, encantador y severo.

Y así nació Croma. Pero los resultados siempre diferían ligeramente del diseño original. Siempre había exactamente una cosa que fallaba. En el caso de Croma fue su esperma. Era estéril desde que nació y no había nada que pudiese solucionarlo. Sus padres nunca lo supieron. Murieron en un atentado terrorista del grupo Amigos de la Naturaleza. Secuestraron un avión donde solo viajaban millonarios y lo hicieron estrellar contra el mar, con todo el mundo viendo. Era su manera de imponer su visión del mundo y ciertamente caló hondo en la gente común y corriente.

Desde ese momento, Croma quiso vengarse pero no hubo tiempo para ello ya que la guerra contra los seres especiales estalló y tuvo que escapar.

Algunos de ellos lucharon en grupos o se ayudaron para escapar de la muerte pero otros eligieron encontrar su propio camino. Croma fue de los últimos. Con su inteligencia, vivió la guerra aislado y disfrazado en un desierto remoto. La gente del poblado más cercano lo llamaba "El espíritu de la montaña" ya que no estaban seguros de si era real o no. Él construyó una casita allí y vivió alejado hasta que la amnistía llegó. Ese día Croma tenía casi treinta años de edad y sabía cual era el siguiente paso.

Se infiltró en el programa de minería en la Luna y trató, con mucho éxito, de ser un humano igual que los demás, promedio. Era bueno pero no demasiado. Ocultaba sus ojos con lentes y su belleza la atribuía a su madre, de la que no hablaba más sino eso. Y nadie preguntaba ni decía nada. Muchos sospecharon, eso está claro. Pero nadie lo detuvo nunca ni lo expulsaron del programa.

En 2160 llevaba tres años trabajando en las minas de titanio de la Luna cuando escuchó rumores en la base en la que trabajaba: algunos mineros decían que en la Tierra, había estallado una revolución. El chisme no era más que eso, pero era intrigante. La comunicación con el planeta no era permanente por razones de seguridad y presupuesto pero siempre había televisión el primer día del mes. Pero nada fue anunciado. Hablaban de escasez de agua en un país y de maíz en otro, pero nada más.

Siguieron trabajando como siempre, en las minas y con trajes especiales incomodos. Croma a veces pensaba en el futuro que sus padres habían diseñado para él y sonría sin que nadie lo viera. Su presente no podía ser más distinto de aquello y la verdad era que no le molestaba. De adolescente, había tenido problemas aceptando quien era pero ya no había más remedio sino existir.

Pasados cuatro meses, todos en la base se reunían para ver las noticias del mes. Nadie esperaba nada y nada fue lo que recibieron. Notas tontas de celebraciones por la Navidad y poco más. Pero a la mitad del reportaje en vivo desde la Tierra, la emisión fue suspendida y la señal claramente intervenida. En la gran pantalla en la que veían las noticias, estaba la cara de una joven guapa, como modelo de revista. Tenía el pelo sucio y desordenado y se veía detrás de ella un cohete.

Era la Resistencia Superior, o así se hacían llamar. Anunciaban la toma de instalaciones militares estratégicas en América del Sur y con ellas, de un cohete y un modulo espacial con capacidad para llegar a la Luna, donde planeaban establecer una colonia exclusiva para seres superiores. Invitaron entonces a todos los que habían escapado de la masacre a estar a la expectativa, ya que demandarían una nación para ellos en el satélite terrestre.

La comunicación se cortó y volvió a aparecer la imagen del presentador de siempre, muy confundido, pero retomando la aburrida información de antes.

Cuando terminó la sesión, todos fueron a trabajar pero sabían lo que venía hacia ellos. Dudaban que los terrestres hicieran algo en contra de los superiores, si estos en verdad querían solo estar alejados y en paz. Pero nunca se sabía.

Croma pensó en ello todo el tiempo en la mina. Se quedaría con la vida que había hecho para si mismo o iría con gente como él donde podría ser, tal vez, quien siempre debió haber sido?

viernes, 26 de septiembre de 2014

Planeta Azul

Bianca metió un recipiente en el extraño liquido fucsia. Tenía una consistencia parecida a la gelatina pero algo más liquida. Dejó el recipiente sobre una roca cubierta de musgo azul y espero. No parecía suceder nada.

 - El liquido es seguro.

Dijo dentro de su casco. Se incorporó como pudo y miró hacia atrás. Sus dos compañeros estaban tomando fotografías del lugar. Era algo difícil hacer cualquier cosa con los trajes puestos pero era mejor que arriesgarse a contaminar el lugar o a morir por falta de oxigeno.

 - Niveles de oxigeno? - pregunta Clark, uno de sus compañeros.
 - Muy bajos.

Eso ya lo sabían, pero seguro era una pregunta rutinaria y ella no iba a ponerse a pelear por algo tan tonto. Estaba muy ocupada siendo asombrada por el sitio en el que estaban: de un lado, en una pequeña colina, crecía musgo azul por todos lados y sobresalían del piso plantas parecidas a nuestras flores pero con colores más opacos. Por un lado de la colina pasaba el riachuelo de "gelatina" fucsia que iba a dar a una planicie seca a apenas unos 200 metros de la colina. Parecía ser una pequeña isla de vida.

 - Gama, que dice el espectrómetro?

Gama era la nave, orbitando sobre sus cabezas, donde estaba el resto de la tripulación de este primer viaje al planeta Cronos.

Se le había llamado así porque los científicos habían estado de acuerdo que solo era cuestión de tiempo para descubrir un planeta con potencial para ser habitado. Y siendo Cronos la representación clásica del tiempo, era apenas apropiado.

 - Detectamos islas de vida un poco por todos lados. Parece que el proceso es reciente.

Bianca no podía evitar sonreír. Parecía que habían encontrado lo que por tanto tiempo habían buscado.

Cronos no era el primer exoplaneta descubierto. Muchos habían sido hallados un poco por todos lados hacía casi un siglo. Lo que era especial en este lugar era el enorme potencial que parecía mostrar para sostener la vida. Más concretamente, para que en un futuro pudiésemos llamarlo "hogar".

 - Gama, estamos listos para volver.
 - Entendido. Estaremos al tanto.

Bianca se acercó entonces a sus compañeros, Alynna y Marcos, y tras una discusión corta, empezaron a caminar los pasos que los separaban de una pequeña nave que parecía un antiguo planeador. Esa pequeña nave, hecha de un material resistente pero ligero, los llevaría de vuelta a Gama.

Mientras tomaban altura, Bianca no podía evitar mirar por la ventana la pequeña isla de vida que habían encontrado. Con ella llevaba el cuenco de "agua" extraterrestre para ser analizada en Gama.

Había trabajado tanto por este logro que parecía estar viviendo un sueño. En el pasado la gente no entendía la importancia del ecosistema, de tener un planeta seguro y habitable. Esto había causado que la contaminación, la sobrepoblación y la sobreexplotación acabaran por empujarnos al borde de la extinción.
Ya habían habido varias hambrunas, graves desastres naturales y las guerras, como era de esperar, seguían apareciendo, incluso en aquellos lugares que alguna vez se habían vanagloriado de sus logros democráticos.

Afortunadamente, se habían tomado medidas para buscar otro sitio, otro planeta al que la Humanidad pudiera migrar para evitar su desaparición. Obviamente, no todos podrían emigrar. La idea no era dejar la Tierra sino crear una red de "hogares", cada uno con vida sustentable.

Guardando el recipiente en el laboratorio y luego quitándose su traje espacial, Bianca recordaba como había sido elegida por ser joven y talentosa y sin dudar había tomado la decisión de hacer este viaje de años para dar una esperanza a los millones que esperaban en casa.

 - Exploradores, los esperamos en la sala de reuniones. - dijo la voz del capitán por los altavoces.

Se reunieron los siete miembros de la tripulación alrededor de una gran mesa redonda, en un cuarto igual de circular con excelente iluminación. Todos llevaban ropa más cómoda ya y se sentaban en sus lugares, esperando al capitán.

El hombre ya tenía unos 60 años y muchos decían que había tomado el trabajo porque le había tomado un odio especial a la Tierra. Se decía que sufría varios problemas de salud y el espacio haría que sus últimos años fueran menos insoportables. Y sí, él planeaba morir allá afuera.

 - Amigos, es hora de la reunión del día. Doctora Fellini, por favor.

Bianca se puso de pie y empezó a hacer un pequeño resumen de lo encontrado: el "agua" gelatinosa, el musgo azul y las islas de vida que formaban.

 - Vida animal?
 - No pudimos apreciar ninguna aunque no la descartaría.

El capitán asentía. Parecía serio.

 - Señor Tempelhof, que nos dice del planeta en sí.
 - Niveles de oxigeno bajos. Topografía abrupta en algunas regiones. No encontré toxicidad extrema aunque sí hay bolsas de metano en cierta áreas.

Otra vez asentía, sin mirar a su interlocutor.

 - Señora White, estado de Gea.
 - Estamos haciendo los últimos ajustes para tenerla a punto en unas horas. Estoy segura que trabajará a toda potencia si la dejamos hacer su trabajo.

Esta vez, el capitán sí miró a la señora White.

 - Cree que es factible la terraformación del planeta?
 - Es un proceso largo. Y la máquina no podrá hacerlo todo. Habrá que construir granjas e ir poco a poco.
 - Pero es factible?
 - Sí, señor.

El silencio era absoluto. El capitán lucía preocupado. Todos esperaban verlo algo alegre por haber llegado a destino a salvo.

 - Tengo una mala noticia, queridos amigos.

Todos se removieron en sus asientos, nerviosos.

 - Recibí un mensaje encriptado de la Tierra. Nos piden volver de inmediato.

La noticia cayó como un balde de agua fría. Todos empezaron a discutir y pelear pero el capitán los calló con un golpe a la mesa.

 - Señores! Eso no es todo... La razón es que ha habido un ataque nuclear y ya hay movilizaciones de tropas. No parece que haya salida.

Nadie decía nada. Todos pensaban en sus seres queridos, en lo que habrían de estar viviendo. También pensaban que no tenía sentido volver a una zona de guerra, aún menos siendo un viaje de años.

Todos estaban sumidos en sus pensamientos cuando la alarma de la computadora empezó a retumbar por todas partes. El capitán se puso de pie de golpe y se acercó a una consola cercana. En la pantalla aparecía una zona del planeta en rojo, titilando.

 - Dejaron algo abajo?
 - No, señor.
 - Entonces que es eso.

Algunos se acercaron a la consola pero Bianca prefirió ver por una de las ventanillas. Lo que vio la asustó terriblemente y no se desmayó de milagro.

Una mancha oscura parecía crecer sobre la superficie del planeta. No era rápida pero se notaba su crecimiento con facilidad. No, no era color negro. Era azul.

 - Según las instrumentos, es... es vegetal.

Una simple bacteria, en un traje mal esterilizado, había hecho que el musgo azul creciera de un modo casi violento, abarcando más territorio del que tenía antes.

 - Señor... - dijo un hombre de baja estatura, con orejas puntiagudas.

El capitán se le acercó.

 - Que pasa Perkins?

El hombre pasó saliva y se aclaró la garganta.

- La sonda detecta una subida en los niveles de oxigeno.

El capitán no lo podía creer. Ninguno lo podía creer.

- Y señor,...
- Que?
- Se detectan formas de vida. Parecen salir del interior del planeta.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Europa

La de Marisa es una vida solitaria, sin duda. Siendo una científica en el fin del mundo, no hay mucho que se pueda hacer por mejorar la vida social.

Ya hace dos años que esta joven argentina trabaja en una de las bases de su país en la peninsula antártica. Allí hace investigaciones exhaustivas relacionadas al cambio climático: saca hielo de varias partes y luego los estudia en un laboratorio especial.

Y esa es básicamente su vida desde que llegó a la Base San Martín. Los momentos de diversión son pocos y casi siempre se relacionan con la nieve o una que otra película en VHS que traen los exploradores que vienen a la base como cambio por los que ya tienen que volver a la civilización.

En uno de esos cambios de personal, Marisa conoce a Ramón. Él es chileno y viene a apoyarla en su investigación. Aunque en principio no le gusta mucho la idea, es notificada de que ahora los estudios serán multinacionales por lo que científicos de otros países estarán pasando por la base en los próximos meses. De hecho, será hasta que ella misma tenga que volver.

Al principio el trabajo con Ramón es difícil, como lo suele ser siempre que alguien nuevo llega a cambiarlo todo en un ambiente laboral. Pero pronto ambos se acostumbran a sus personalidades y el trabajo fluye más fácilmente.

Un mes después al grupo se suman Adela (francesa), Friedrich (alemán) y Victoria (rusa).

El trabajo se hace cada vez más llevadero y tras unos pocos días, ya se ha formado una autentica familia que se reúne para comer, ven películas juntos y comparten cada detalle de sus vidas. Esto es casi terapéutico ya que, estando en un lugar tan aislado, es perfecto para hablar de cosas que parecen haberse quedado en sus respectivos países.

En una de esas pocas oportunidades para relajarse, el grupo realiza un paseo en motonieve hacia una colonia de pingüinos. La única del grupo que los ha visto antes es Marisa. Para el resto es una experiencia nueva y graciosa, ver cientos de pingüinos en su estado natural. Como es verano, el clima es menos duro y verlos se hace más sencillo y placentero.

Eso hasta que algo bastante extraño ocurre: el motor de una de las motonieves explota con fuerza, asustando a todos los miembros del grupo y a los pingüinos más cercanos.

Marisa se acerca a los restos. La verdad es que no sabe mucho de mecánica pero algo le enseñó un ingeniero que estuvo de visita: al menos lo que ella veía estaba bien, excepto por el detalle de que había estallado. Era muy extraño.

Volvieron a la base al poco tiempo. Marisa había amarrado la moto dañada a la suya para que alguien la arreglase cuando pudiera.

Pero para sorpresa de todos, la base estaba desierta. Aunque eran el grupo más numeroso, había por lo menos cinco personas más en la base antes de que se fueran y ahora no había nadie. Es más, el laboratorio de Marisa estaba desordenado, aunque parecían haber tenido el cuidado de no dañar equipos.

Los cinco del grupo se sentaron entonces a la mesa, cada uno con café caliente entre sus manos, y empezaron a discutir la situación: la ropa y demás objetos personales de los otros tampoco estaban. No había ningún vuelo programado ni tampoco barcos que se fueran a acercar a la base hasta dentro de dos semanas.

Adela entonces recuerda haber escuchado algo en el barco en el que llegó, sobre un robo en otra base pero no sabía muy bien de que hablaban los tripulantes del barco.

Friedrich, sin embargo, está sorprendido de que nadie hubiera escuchado del atentado terrorista contra la base Vostok, ocurrido el día mismo de su embarque hacia la Antártida.

Ramón no entiende que tiene eso que ver con nada. La base Vostok es rusa y está a más de tres mil kilómetros de San Martín, eso sin decir que el lugar no está cerca a la costa sino dentro del continente.

El alemán responde que podía no tener nada que ver pero que era el misterio más grande respecto al continente blanco desde la supuesta base nazi en los años cuarenta.

Marisa decide que todos vayan a descansar, viendo que a veces relajar la mente hace ver las cosas más claras. Ella les promete tratar de contactar a las autoridades o a sus superiores por la radio para obtener alguna clase de explicación.

Ramón decide ayudarla y pasan toda la noche en el cuarto de ella, sintonizando emisoras y tratando de comunicarse. Por fin, hacia las 4 de la madrugada, logran hablar por un breve momento con alguien del servicio costero argentino. Exponen su situación rápidamente pero la comunicación es débil y se ve interrumpida. Ramón sale a ver el estado de las antenas y ve como han cortado cables y desenchufado otros.

Cuando vuelve, los otros ya se han despertado y no parecen haberse calmado con las pocas horas de sueño. Empiezan a discutir, cada uno desesperado por la situación pero volviendo todo personal, diciendo lo mucho que quieren irse y como nunca debieron aceptar el trabajo.

Solo Victoria está, como siempre, bastante callada y parece pensar a toda velocidad pero sin decir ni una palabra.

Cuando Ramón grita para que todos se callen, Victoria hace un sonido de duda y luego empieza a contar algo imposible: resulta que ella estuvo en Vostok antes de la explosión, exactamente el día anterior. Trabajaba investigando las profundidades del Lago Vostok, el que podría ser el lugar más puro del planeta al haber sido sellado hace milenios por el hielo.

El alemán le pide la razón de su historia y ella responde que sabía que alguien intentaría sabotear las investigaciones. Adela pregunta el porqué y la respuesta, aunque lentamente, les cae a todos como un balde agua fría: Victoria confiesa que los rusos han descubierto trazas de vida en el lago y que estos se asemejan a información proporcionada por la NASA sobre una luna de Jupiter.

Marisa trata de entender mejor.

- Que quieres decir?

- La NASA le envío, en secreto, esa información al Kremlin. No soy solo una científica, soy también agente de seguridad de Rusia. Yo y un compañero fuimos, en secreto, a comparar los resultados de la NASA con los de nuestros científicos. Y son iguales.

Ramón da un respingo. Los demás parecen no respirar.

- Quieres decir que...

- Hay vida en ambos ecosistemas. Y sin similares. Y alguien no quiere que eso se sepa. No sé porque.

De repente se oye una explosión, como la de la motonieve pero más grande. Ramón sale rápidamente, siendo el único vestido para salir, y ve los restos de todos sus transportes freídos por la explosión, frente a la base.

Cuando se da la vuelta para entrar al recinto de nuevo, sus compañeros ven como se desmaya tras un golpe con una culata de arma de fuego. Quien lleva el arma es irreconocible para todos pero viene acompañado. Entran a Ramón y cierran la puerta.

Marisa concluye, sin temor a equivocarse, que estos son los mismos hombres que atentaron contra la base Vostok. Y al parecer, vienen a terminar su trabajo.