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jueves, 13 de agosto de 2015

Dolor

   En este momento de su vida, a Marco lo único que le hacía bien era tener cerca de su novio Pedro. Por alguna razón, su espalda era un tapete de nudos que no se arreglaban con nada, ni después de haber comprado el colchón más caro en el mercado ni las mejores almohadas de plumas de ganso francés. Su espalda e incluso sus piernas le dolían todos los días y eran como si el dolor quisiera romperle los huesos. Marco nunca había sufrido de nada ni lo habían operado por ninguna razón. Pero ahora tenía un problema serio que muchos no parecían tomar en serio. Su doctor no encontró ninguna razón para que le doliera el cuerpo y lo atribuyó al virus de la gripa o algún derivado. Le aconsejo tomar muchos líquidos y descansar lo más posible.

 Su novio lo revisó en casa. Al fin y al cabo estaba estudiando para ser médico. Su conclusión fue que no sabía que tenía pero no era gripa ni nada parecido. Tenía dolores por todo el cuerpo y eran momentáneos, como alguien apretando con un dedo. La vida de Marco se fue poniendo difícil por culpa de los dolores. En el trabajo a veces no podía concentrarse y debía interrumpir seguido lo que hacía para tomar agua o simplemente salir a respirar. Era peor aún cuando tenía reuniones o citas en otras compañías con gente que debía verlo como una opción y no como alguien enfermo o distraído. Menos mal Marco era un buen actor y podía fingir no sentir nada cuando en verdad estaba en agonía.

 Su siguiente paso fueron los llamados remedios naturales. Fue a un sauna para ayudarse con el vapor y después a unas aguas termales donde decían que el barro tenía unas propiedades bastante especiales. Su novio fue cubriéndolo de barro hasta que parecía un monstruo y no un hombre. Y aunque el dolor bajó un poco, no se solucionó del todo. Era frustrante ponerse a intentar cosas nuevas y que simplemente no funcionaran. También lo hice con diferentes tipos de masajes como el tailandés, el de piedras volcánicas y muchos otros pero nada que su salud mejoraba. Lo bueno era que tampoco se ponía peor pero que podía ser peor que un dolor penetrante a lo largo del día?

 Incluso llegó a intentar terapias sicológicas, donde anunciaban que todos los dolores eran mentales en origen y podían ser apagados o prendidos si se sabía como manejarlo. Lo gracioso del asunto es que Marco nunca supo si en efecto el tipo era un sicólogo o no pero su técnica era una payasada. Marco nunca pudo apagar ningún interruptor del dolor y el doctor le confesó que la técnica solo servía cuando los clientes creían en ella. Era tanto como decir que tocaba mentirse a si mismo para que las cosas resultaran. O sea que fingir que no le dolía nada era lo mejor para él. Solo que eso no era posible pues días después los dolores de cabeza empeoraron y no había sicólogo que lo convenciera que su cráneo no se iba a partir en dos.

 Días después, Marco tuvo que pedirle a su jefe directo que lo dejara trabajar desde casa, al menos por un par de meses. Tuvo que encontrar un médico que asegurara que no estaba bien para trabajar en una oficina con tanta gente y tanto ruido pero su jefe le dijo que su trabajo no podía hacerlo alguien desde casa pues tenía que visitar clientes y demás. Marco le propuso que eso lo hiciese su secretaria y él haría todo lo demás que era tener en orden todos los pedidos de la empresa y las ventas y demás. El tipo, era obvio, no estaba muy convencido con la idea pero al fin cuentas tuvo que aceptar pues pudo ver la desesperación de Marco. Eso sí, le dio solo tres meses para que estuviese en casa, luego debía volver a trabajar en la oficina, como cualquier otro.

 Pedro ayudó a Marco a instalar una pequeña oficina, con todos los documentos que había tenido que traerse de la compañía. El jefe lo había permitido pues confiaba en Marco y sabía que no iban a haber problemas con esos documentos. Al comienzo la idea de trabajar desde casa fue una muy buena. Incluso Pedro le ayudaba a su novio cuando se sentía mal y este seguía intentando encontrar nuevas opciones para poder sentirse mejor. Empezó a tomar té verde todos los días y sintió que su cabeza se sentía menos hinchada, menos adolorida. Esto le ayudó para su trabajo también pues empezó a ser más eficiente y a trabajar desde casa tan rápido y de manera tan eficiente como lo hacía en la sede principal.

 Sin embargo, hubo algo que ocurrió que él no se esperaba. Gracias al té verde tenía mejor lucidez y su novio había comprado aceites diversos para hacerle masajes que había aprendido en internet. Según lo que le contaba, eran técnicas chinas para aliviar los dolores del cuerpo y Marco estuvo seguro de que funcionaban. Los masajes a veces eran suaves y otras veces eran fuertes pero poco a poco fueron mejorando su salud. Hubo un día en especial, en el que se sintió perfectamente, como hacía mucho tiempo no lo hacía. Hizo el amor con su novio, salieron a comer, montaron bicicleta e incluso corrieron jugando fútbol con otros amigos. La música no le molestó ni tampoco los sonidos repetitivos.

 Los demás días persistía el dolor pero Marco sabía que iría mejorando poco a poco. Y con esa lucidez vino otra revelación: su trabajo le aburría como nunca. Fue algo de lo que se dio cuenta de un momento a otro y se sentía culpable por ello. Al fin y al cabo, su padre también se había desempeñado en lo mismo y le había ido de maravilla. Tanto así que había criado una familia con ese trabajo. Pero Marco ya no sentía interés alguno. Así que lo consultó con su novio y tras una discusión larga y difícil, decidió renunciar a su trabajo. Le agradeció a su jefe toda su ayuda y le envió los documentos que se había llevado del trabajo a su casa. Al fin y al cabo nunca más los iba a necesitar.

 Como tenían que pagar cuentas, Marco trató de conseguir un trabajo menos tedioso con los conocimientos que él tenía. Era bueno con los números pero quería ser más ágil con su cuerpo y sus manos. Buscó por todos lados en los periódicos e internet y fue así que asistió a decenas de entrevistas y envió cientos de hojas de vida, esperando que en algún lado alguien lo aceptara por quién era y no por lo que había hecho en los últimos años. Después de varios días de incertidumbre, recibió la llamada de una galería de arte para trabajar como contador. En realidad, manejaría todo lo relacionado al dinero pues, al parecer, la galería estaba teniendo un éxito que nadie había venido venir y necesitaban alguien que supiese como manejar el dinero para que rindiera mejor.

 El trabajo era simple y pagaba algo menos que el anterior, pero Marco lo disfrutaba. No solo porque era más informal, pudiendo ir y venir a su gusto, solo con ciertas fechas de reuniones para informar a los dueños de la galería, sino también porque el sitio de trabajo era abierto, bien iluminado y siempre estaban las obras de arte que parecían aliviar el dolor que todavía le quedaba en su cuerpo. El trabajo fue ayudando a que su mente estuviese más tranquila y menos apurada por el deber, por lo que sentía que tenía que hacer. Se dio cuenta que la causa probable de lo que sentía era el estrés y se sintió triste al pensar que todos sus dolores se debieran a preocupaciones externas.

 Pedro siguió dándole masajes a diario y esto no solo ayudaba a su cuerpo sino que también estableció un lazo todavía más fuerte entre los dos. No era que no fueran íntimos como cualquier pareja normal sino que habían llegado a un punto de monotonía pues habían cumplido casi un año de vivir juntos y las cosas siempre habían estado igual. Los cambios con Marco habían ayudado, irónicamente, a que se enamoraran de nuevo. Era como si antes no se hubiesen dado cuenta de las razones por las cuales se adoraban y se querían tanto. Pero el nuevo contacto físico, la comunicación, hizo de su relación una mucho más fuerte que antes. Tanto así, que Marco le pidió a Pedro que se casara con él.

 No tuvieron una fiesta fastuosa ni una ceremonia muy arreglada. Tan solo se vistieron bien un día y decidieron ir a la notaría más cercana. Fueron con sus mejores amigos que sirvieron como testigos y los papeles los firmaron bastante rápido, tomándose fotos después, con los anillos puestos y sus copias del documento. Almorzaron en un bonito restaurante con sus amigos y en la noche viajaron a un pueblito cercano, donde se quedarían algunos días. Solo habían viajado juntos cuando su relación había empezado y se daban cuenta del error que habían cometido al no hacerlo de nuevo alguna vez.


  El dolor desapareció por esos días pero Pedro no dejó de lado los masajes y fue luego Marco que empezó a hacérselos a su esposo. En cuanto al trabajo, las cosas mejoraron pues otras dos galerías habían oído de Marco y lo pidieron para sus cuentas. No era difícil llevar tres cuentas y recibir tres salarios que, juntos, servirían para comprar un apartamento que compartirían con Pedro, que estaba por terminar su carrera de medicina. Marco se dio cuenta un día, con Pedro a su lado y el sol entrando por la ventana, que el dolor que había sentido tenía mucho sentido y que, si hacía las cosas bien, jamás lo sentiría de nuevo.

miércoles, 24 de junio de 2015

Me duele la espalda...

   Cuando todo terminó, lo primero en que pensé es que me dolía mucho la espalda. Era un pensamiento francamente ridículo después de haber tomado la decisión consciente de reunirme con alguien para tener relaciones sexuales. No, no era alguien desconocido pero tampoco era alguien que conociera como la palma de mi mano. Ya nos habíamos visto y hablado bastante por el computador pero conocerlo era tal vez mucho decir. Pero cuando me dijo que quería verme, por alguna razón, no pude decir que no. Me daba miedo decir que sí a cualquiera que me propusiera algo semejante pero al saber como era y que hacía y demás, creo que sentí algo de seguridad al respecto y por eso dije que sí sin dudarlo. Y la verdad es que no creo haberme equivocado.

 El sexo fue estupendo. Casi podría decir que fue de las mejores experiencias que he tenido, excepto por el dolor de espalda que se lo atribuía a mi falta de compromiso con hacer ejercicio al menos una vez por semana. La verdad eso ya lo había intentado antes pero lo había dejado por cuestiones de autoestima. Suena raro pero hacer ejercicio me hace sentir mal conmigo mismo, me hace sentir que estoy tratando de hacer lo que los demás hacen para ser otros y eso no se siente bien. Por eso corté de raíz con el ejercicio, al menos con el que es confinado en un espacio. Lo que hago ahora es caminar mucho pero supongo que eso no fortalece la espalda o las piernas. En todo caso la pasé muy bien y se lo hice saber. Creo que eso es algo importante.

 Una semana después, todavía sigue pareciendo algo extraño, incluso para mí. Hace un tiempo solía salir bastante con gente desconocida. No sé como eso hable eso de mi pero creo que ya es muy tarde para ponerme a pensar en lo que los demás opinen de lo que hago. Lo hacía para sentir algo, creo yo, para sentir que yo valía la pena o algo por el estilo. Pero después me di cuenta que esa atención no era la que yo quería entonces dejé de hacerlo. Porque lo que más me gustaba de esa compañía, mejor dicho de tener sexo casual, era que compartía con diferentes tipos de persona y creo que ahora sé que tipo de persona me gusta y cual no.

 Hay de todo en este mundo. Todavía me sorprendo al oír que hay gente que no le gusta recibir besos cuando está en ese plan o que va directo a una cosa y se salta todas las demás que ahora me parecen indispensables. Supongo que un sicólogo sabrá decir que esas decisiones y distinciones quieren decir algo sobre la personalidad de esa persona pero yo prefiero no rebuscar algo. Si así les gusta pues es problema de ellos y quien soy yo para meterme en los asunto de los demás? Si a mi me gustan ciertas cosas, es apenas justo que a los demás les gusten otras y las busquen activamente. Yo al sexo, en general, lo dejé de buscar activamente hace mucho rato y creo que esa podría ser una razón para mi repentino “sí” ese día.

 La verdad es que creo que la mayoría de la gente cuando propone cosas así, lo hacen porque tienen un llamado puramente físico que les dice que deben acostarse con tal persona o tal otra, porque tienen un cuerpo atractivo o cierta parte de su físico les llama la atención. Esto es todavía más cierto cuando se trata de relaciones entre dos hombres. Como siempre les digo a mis amigas mujeres, siempre seré el primero que diga que los hombres somos básicamente animales, buscando saciar algún tipo de sed. Algunos buscan puro alivio sexual pero hay quienes también buscan ser reconocidos y que les digan lo mucho que valen la pena y otros solo quieren control, poder o simplemente ser reconocidos como mejores que otros. Todo es una competencia.

Tal vez entre mujeres sea igual. No lo sé a ciencia cierta. Pero aquello de la virilidad le da a la batalla entre hombres un ingrediente más salvaje. Es por eso, volviendo al relato, que los hombres que buscan sexo van directo a lo que les gusta y no son muy creativos con los piropos o con lo que dicen. Es bien sabido que el arte de las palabras es uno que muy pocos saben manejar a la perfección, lo que es una lástima porque es uno de los grandes poderes que tiene el ser humano para convencer de cualquier cosa. Saber decir las cosas, cuando decirlas y las razones para hacerlo es algo que no todos saben hacer y que muchos prefieren no hacer porque resulta mucho trabajo pero definitivamente es una ayuda increíble si uno se toma su tiempo.

 De pronto por eso lo sentí todo mejor de lo normal. Es decir, toda la sesión, como se le podría llamar, fue excelente. Hubo algo de música, alcohol y muchos besos y caricias. Nadie fue directo a nada y eso es mucho más emocionante que cuando ocurre exactamente lo que uno pensaba que iba a ocurrir. Las cosas siempre son más emocionantes cuando ocurren sin previo aviso, como una sorpresa que se va creando poco a poco y que finalmente revela su verdadera forma. No todo el mundo puede hacer eso pero creo que sería excelente que la gente aprendiera a ser más inventiva, no solo en el sexo sino en todo sentido, para hacer del mundo algo más emocionante de lo que es.

 Eso sí, está claro que no todo el mundo busca lo mismo. Por ejemplo, a no todos los hombres les gusta la idea de ir despacio, de ir haciendo un recorrido que termina en la anhelada meta. La mayoría no están dispuestos a tomarse la molestia de esperar y ver que pasa. A muchos, por raro que me parezca a mi, no les gusta tratar de encantar ni de convencer ni nada por el estilo. Quieren ir de una vez a la meta y quedarse allí el mayor tiempo posible, cosa que es casi imposible sabiendo como funciona el cuerpo del hombre, así cada uno sea ligeramente diferente. Los que van directo a la meta, a mi parecer, se pierden la diversión y la energía del recorrido.

 Y eso funciona en todos los niveles, no solo en el sexo. En el aprendizaje de algo nuevo, sea lo que sea, tiene que haber un recorrido que nos vaya mostrando lo que se debe hacer y lo que no y las diferentes maneras de hacer lo que se puede hacer. También vemos lo bueno y lo malo y así podemos reunirnos con nosotros mismos y decidir que es lo que queremos hacer y como queremos hacerlo. Por ejemplo, habiendo aprendido todo, es como los cocineros y pasteleros pueden ir haciendo creaciones nuevas. Si no aprendieran el paso a paso de las recetas, sería muy difícil para ellos modificarlas y hacer creaciones completamente nuevas. Ir directo a la meta no es una opción para ellos y jamás debería ser una opción para nadie.

 Otro problema que tengo, además del dolor de espalda que sigue persistiendo a pesar del tiempo que ha pasado, es que suelo analizar todo de nuevo como si estuviera viendo una cinta de seguridad. Por ejemplo, si me dijo que a él le gustó, me pongo a pensar si lo que dice es cierto o si solo lo dice por ser amable. Me pregunto cual es su idea de pasarlo bien y cual es mi idea de pasarlo bien. Es entonces cuando me complica por todo y me doy cuenta que tal vez necesite o una relación estable o más experiencias como esa. Cualquiera de las dos creo que sería una aventura bastante buena para mí, dado que no soy una persona que se lance mucho al agua y a vivir cosas nuevas. Lo he hecho pero no es algo frecuente y tal vez eso sea lo que necesito. Cambiar la perspectiva con la que veo las cosas.

 Claro, eso parece ser cuestión de solo tomar una decisión y lanzarse al agua pero no resulta tan difícil cuando conlleva un montón de otras decisiones y también de condiciones que no cumplo en el momento. Por ejemplo, si quisiera tener una relación estable primero tendría que encontrar al susodicho y eso no es tan fácil como decirlo. Porque tampoco se trata de tener algo con el primero que se me pare enfrente sino encontrar a alguien con el que tenga las suficientes compatibilidades como para intentar algo. Y ya me ha pasado que al estar yo listo, la otra persona dice que no lo está. Sea verdad o no, eso daña mis planes. Y eso sin contar mis problemas conmigo mismo...

 Y claro que tengo que pensar solo en mi mismo! La mitad de la vida me la paso pensando en lo que opinarán los demás así que no viene mal pensar en lo que yo necesito como para variar. Mi otra opción parece más sencilla pero esa requiere tiempo y energía casi constante y eso es algo que no sé si tengo, sobre todo cayendo en cuenta que no todos los días soy alguien con el que la gente quisiera estar. A veces puedo ser extremadamente odioso y uso las palabras como navajas, para herir sin discriminación. Claro que hay gente que ni lo capta entonces no sé dan cuenta o hay otros que son muy sensibles y eso no me gusta. De pronto estoy siendo muy exigente pero creo que eso no importa con tal de que uno sepa que quiere. Ya ven lo complicado que puedo ser?


 Creo que lo mejor es ir a bañarme con agua caliente y ver si la espalda deja de dolerme de esta manera. Pareciera como si hubiese estado en un torneo de gimnasia cuando no fue nada por ese estilo. Puede que lo piense mucho y lo siga analizando por varios días, pero la verdad es que esa ha sido una de las mejores noches en tiempos recientes y es probable que haya sido justo lo que necesitaba mientras trato de poner orden en mi cabeza.

sábado, 11 de octubre de 2014

Sueños

Estaba acostado en una cama y sabía que lo estaba mirando a él, sin conocerlo. No se movió ni dijo nada, solo contempló la hermosa vista que había desde la habitación así como el movimiento de la delgada cortina por el viento que entraba y el personaje que estaba recostando sobre la baranda del balcón.

No le veía el rostro al hombre que estaba afuera pero veía que solo tenía puesto unos boxers y nada más. Sabía que estaba soñando pero todo parecía perfecto. De pronto el sueño cambió y ahora estaba en un tren, lleno de gente.

Estaba sentado entre de una anciana que tejía algo y una chica gótica que escuchaba música. Se levantó de la silla porque sabía que la siguiente estación era su parada. Se cogió de un tubo junto a la puerta y esperó.

Justo cuando entró el tren a la estación, vio al tipo del balcón, de nuevo de espaldas. Estaba en la estación, caminando hacia la escaleras eléctricas. Apenas se bajó, corrió detrás del hombre del balcón pero había muchas personas y empujarlas parecía no servir de mucho. Siempre quedaba muy detrás del tipo y nunca lo pudo alcanzar.

Corriendo por un pasillo, se tropezó y cayó al piso con fuerza. Y el sueño cambió de nuevo. Esta vez estaba en un sitio muy extraño: parecía el interior de una de esas naves espaciales de las películas. Incluso estaba vestido con un uniforme parecido al que llevaban los actores.

La gente lo saludaba y el parecía conocerlos, al mismo tiempo que no tenía idea de que era lo que pasaba. Se acercó en un momento a una ventana y pudo ver a través de ella al planeta Tierra, o eso parecía.

Retomó su caminata por el lugar y vio mucha gente que conocía, de la infancia, del colegio, de la universidad, del trabajo... Todos parecían estar allí y se conocían los unos con los otros, algunos se daban la mano y otros incluso se besaban en público. Era muy extraño.

De nuevo, vio al hombre del balcón de espaldas y lo siguió. Por los pasillos de la nave espacial hasta que, esta vez, pudo alcanzarlo. Cuando le tocó el hombre, el tipo se dio la vuelta. No lo conocía o al menos no conscientemente.

El tipo era más alto que él y, no se podía negarlo, era bastante atractivo. Solo le sonreía y se tomaron de la mano.

Ahí cambió el sueño de nuevo, esta vez por algo más simple y familiar. Estaba en su cuarto, con todo lo que conocía de siempre. Y el chico del balcón estaba con él, durmiendo en la cama. Él se puso de pie y lo contempló un buen rato. Quería escuchar su voz, para hacerlo más real pero se veía tan en paz y tranquilo dormido que no quiso despertarlo.

Se sentó en la silla del escritorio y siguió contemplando al hombre en su cama hasta que por fin se despertó.

A su lado estaba su novia y se sintió culpable, como si hubiera traicionado su confianza con solo imaginar a otra persona en sus sueños. La relación estaba deteriorada y, de hecho, ella estaba allí para intentar mejorar las cosas.

La quería pero como a una amiga, algo que nadie quería escuchar. Habían tenido relaciones y él no había estado muy interesado y creía que lo mejor era no fingir lo contrario. Para que? Todo tiene que terminar algún día.

Cuando ella se despertó, tomaron café en la cocina y hablaron. De mutuo acuerdo, terminaron. Se abrazaron y despidieron. Ella se cambió y se fue y el se quedó allí, tomando su café en la sala.

Entonces sonrió, al ver un pequeño cuadro en la pared opuesta: era una fotografía de la isla griega de Santorini, con sus edificios blancos. En primer plano, se veía una pequeña casa con una gran terraza pero no había nadie allí.