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viernes, 23 de octubre de 2015

Objetos cargados

   No podía respirar nada. En un momento la garganta se me cerró por completo y mis ojos debieron reflejarlo. Pero, afortunadamente o no, no había nadie que pudiese verlos. Como pude, traté de bajar el ritmo de mi respiración, sin parar de caminar y de llorar al mismo tiempo. Lo que me había pasado era una tontería pero me había tomado tan por sorpresa que simplemente no tenía como enfrentarlo. Pensé que tendría la fuerza para que las cosas dejaran de afectarme tanto pero creo que cuando tomé energía de un sitio, obviamente lo estaba dejando sin defensa a favor de otro lugar que necesitaba más resistencia. Me puse a jugar con lo que tenía y casi acabo destruido por mi mismo. Esa respiración casi ausente, ahogarme a los ojos de todo el mundo y que no me vieran, la causé yo.

 Bueno, para ser más exactos, fue un tipo de apariencia rusa el que inició todo ese evento tan desagradable. Nunca quiero volver a pasar por ese sitio pero sé que tarde o temprano lo haré pues esta ciudad no es grande y todo se resume a una pocas calles. El caso es que un robo es normalmente algo que no es tan traumático o al menos no en el civilizado mundo europeo. Me han robado, y más intentado robar más veces, en mi país. Allí un robo normalmente es más violento y peligroso pero nunca ha sido así para mí. Afortunadamente siempre han sido momentos “manejables” y creo que ayuda que sea un enfrentamiento, que sepas que ocurre. Cuando no sabes que pasa el miedo escala más rápido y por eso creo que la tensión arterial casi me explota la cabeza esta vez.

 Por lo menos yo prefiero saber y así es en todos los campos posibles. Quién no va a querer saber que pasa o como pasa? Porque elegir vivir en la ignorancia sabiendo que el peligro así es mayor? No sé que tiene la gente en la cabeza pero yo odio sentirme menos, burlado y como si nada de lo que soy importara para nada. En parte eso fue lo que me dio más rabia del asunto: no tanto el hecho de ser robado como el hecho de serlo sin darme cuenta, en la calle y con gente no muy lejos. Me sentí burlado y una burla en mi mismo y nadie debería tener el poder de hacer eso por su propia cuenta a otra persona. Es cruel y rastrero y es un truco que solo busca un beneficio temporal.

 Al fin y al cabo, quién roba un celular (o “móvil”) a estas alturas de la vida. Donde hay tanto mercado para aparatos robados? Quién querría untarse las manos de algo que proviene de semejante lugar, del robo o incluso de algo peor? No me sorprende que el ser humano no tenga una pizca de sentido común pero esto es mucho más que eso. Es solo pensar en los demás, así lo robado no sea más que un aparato. Lo que pasa es que para los seres humanos los objetos son más que eso, son símbolos de algo y carga una energía especial para cada persona. Remover objetos de la vida de una persona debe ser decisión solamente de dicho ser humano y de nadie más.

 Para mí, el objeto tenía un valor familiar. Era un símbolo de una de las mejores Navidades que he pasado con mi familia, un regalo sentido de mi padre con el que nunca he tenido una relación fuerte y ahora que todos en mi hogar somos adultos, las cosas han cambiado para bien. Ese celular era, hoy en día, mi conexión a ellos y mi manera más directa y rápida de no sentirme solo en momentos en los que siento que me hundo y no hay ninguna mano a la cual asirme. Mucha gente no sabe lo doloroso que puede ser separarse de quienes quieres y tampoco saben lo complejo que es vivir adaptándose a nuevos espacios y nuevas personas, a costumbres y maneras de decir y hacer. Es algo que requiere tiempo y a veces el tiempo está en contra y todo es más complicado de lo que debería.

 Ese es el poder de los símbolos, el peso que tienen los objetos. Muchas personas tildan a otros de superficiales, de darle demasiada importancia a los objetos pero esto es solo verdad cuando esos objetos no están cargados con significados, con una energía especial que es solo nuestra y que nadie en el mundo puede soñar replicar. Como seres humanos, obviamente creamos conexiones con otros seres humanos pero, ahora más que nunca, necesitamos ayuda extra para crear esas conexiones y las ayudas son estos objetos cargados de energía que sirven para mantener un vinculo que podría ser débil o, al contrario, que es tan fuerte que necesita ser reforzado.

 Perder un articulo de ropa o objetos rutinarios como un bolígrafo o un lápiz, es poco posible que afecten a nadie pues rara vez son cosas que se carguen con ese significado especial. No son símbolos a menos que sean usados como tal o sean claves en uno u otro momento. Está claro que yo hablo desde mi experiencia personal y se que es posible que alguien tenga una camiseta de la cual no se separe o un lápiz “de la suerte”. Lo entendería porque al fin y al cabo un símbolo no deja de serlo por su tamaño o por su importancia en el mundo de los seres humanos. Eso es relativo y, al final del camino, muy poco importante pues lo que es de veras clave es que el objeto ayude a conectar a algún lado.

 Está claro que si la conexión es solo al objeto, ya no hay energía nuestra allí sino más bien un egocentrismo extraño que se basa en lo que tenemos y no en lo que somos. Supongo que deben existir casos pero seguramente está todo más relacionado a otros fenómenos humanos, mucho menos importantes y más relacionados con la corrupción a través del dinero. Ciertamente el dinero no tiene nada de energía y si lo tiene no es una especialmente positiva. Alguien que solo tiene cosas por tenerlas simplemente no tiene la capacidad para pasar esa parte de ellos mismos en algo que puede conectarlos a otra persona. No hay flujo de energía así que, en esencia, no hay nada de nada.

 Caminé bastante porque la gente no sabía muy bien donde quedaba la policía y ellos me mandaron a volar porque simplemente no tenía un número de registro del teléfono. No hubo ayuda, no hubo compasión, no hubo nada. Y yo que siempre pensé que los hombres y mujeres de la justicia y sus brazos debían de tener un poco de sentimientos en esa coraza que los cubre. Pero no, al menos esta vez no había nada. Por supuesto que no era como para que me trataran como a una victima de violación pero, la verdad, yo sí me sentía así o al menos muy parecido. Porque para mi había sido una violación de mi ser, de lo que soy y de lo que nunca voy a dejar de ser. Un momento de distracción y me quitaron las defensas que tomaran un tiempo en ser reconstruidas.

 Y así tuve que volver a casa, con el cuerpo en dolor y la cabeza a punto de estallar. No sé como llegué a mi casa. Seguramente, después de tanto caminar, resultó que las cosas quedaban más cerca de lo que parecía. El caso es que cuando llegué lo único que quise fue hablar con mi familia y eso hice. No puedo decir que me calmó pero sí ayudó bastante, pues en este momento son las únicas personas en el mundo, junto a un par más, que me conocen bien y saben como hablarme y demás cuando estoy bastante mal. Sé que muchos pensarán que no es para tanto pero ojalá nunca sientan ese dolor de cabeza, esa sensación de tener unos tornillos gruesos metiéndose poco a poco en el cráneo.

 Así se sentía y se sintió durante toda la noche. Me desperté un par de veces por culpa del dolor y por culpa del estúpido mundo que me rodea que no me deja tranquilo. Cuando no pude seguir intentando dormir, me senté en mi casa y me di cuenta que el dolor había bajado pero solo pensar en el lo hizo crecer de nuevo como si tuviese vida propia. La ironía es que no quería comer nada, no quería saber nada de nada y no tenía energía. Pero tenía que volver a la policía y seguir haciendo lo que tenía que hacer pues las cosas no pueden quedar como si estuviese bien hacerlas. Hice lo que debía hacer y hacia las cinco de la tarde por fin comí algo y debo decir que eso me devolvió el aliento.

 El día pasó y en la noche pude dormir mejor, al menos hasta hace un rato que empezaron a martillar y a romper y no sé a que más hacer. Como dije, el mundo a mi alrededor tiene un serio problema para dejarme en paz. Pero eso no importa, lo que importa es estar tranquilo y tratar de no perder la rienda de las cosas. Esos objetos con poder, con energía, no pueden jugar un papel tan importante, lo mismo que la gente en la calle. No se puede darle el poder a alguien más para que lo use sobre uno. Hay que usar todo lo que se tenga para construirse mejor, para ser la mejor persona que se pueda ser y no hablo de sentimientos sino de capacidades.


 Los sentimientos vienen luego y esos muchas veces son un torrente que no se puede controlar. Los sentimientos no vienen controlados ni de una fuente clara por lo que cuando surgen hay que dejarlos salir de la mejor manera posible. El dolor de cabeza sigue rondando o tal vez sea su fantasma. Tengo que asegurarme de estar listo para la próxima ronda, porque así es.

sábado, 10 de octubre de 2015

La bruja

   La pobre bruja corría como alma que lleva el diablo a través del bosque. A veces parecía que iba a tropezarse pero con un movimiento de su mano todo lo que se interponía en su camino se movía hacia un lado. Un árbol de quince metros lo hice sin chistar, lo mismo que varias raíces, todo un riachuelo y muchas piedras de diversos tamaño. Empezó a llover y la bruja quedó empapada justo antes de llegar a su pequeña casa, incrustada en un montículo en la mitad del bosque. Con otro movimiento de su mano, la ropa que tenía puesta se secó. Obviamente el mito de que las brujas se derretían con agua era una tontería pero eso no quería decir que la disfrutaran mucho que digamos. En un momento, la bruja puso a hervir un par de calderos pequeños y, finalmente, fue a dar a un gran sillón.

 Estando allí se quitó el sombrero, revelando una cabellera de color violeta intenso. Era bastante guapa también y nadie en el mundo hubiese pensado que era una bruja, a menos que ella misma le contara a medio mundo. De hecho, eso lo había hecho varias veces con mortales de los alrededores pero siempre tenía cuidado de borrarles la memoria con uno de sus encantamientos. Era cuidadosa y tenía un legado, una historia familiar que honrar y preservar, así que no podía vivir muy a la ligera. Después de un rato esperando, se acerco a uno de los calderos, tomó el cucharón que había dentro y se sirvió en un plato un poco de la deliciosa sopa que había allí. No había magia ni nada, solo verduras. El otro caldero, sin embargo, estaba rodeado de un humo curiosamente fucsia.

 La joven se sentó a la mesa, una gran mesa de madera basta, y tomó su sopa. Si algo había que no le gustaba mucho de vivir allí, es que muchas veces estaba sola. Y cuando llovía de esa manera, pues afuera la tormenta había arreciado, no había manera de que uno de sus amigos del bosque la visitara. No, por supuesto que no eran animales como conejitos y mapaches. Quienes la visitaban eran elfos y duendes y hadas y muchas otras más criaturas mágicas que sabían de su negocio de pociones y venían con frecuencia a pedirle ayuda. La que se estaba cocinando era una de valor y se supone que la usaría un espíritu para asustar mejor.

 Que claro que la bruja no hacía pociones para cualquiera ni cuando ellos se lo exigieran. La bruja trabajaba solo si veía en ello una ganancia personal, fuera de lo monetario. Al fin y al cabo que era una bruja joven y necesitaba adquirir toda la experiencia que le fuese posible. Había sido la idea de su familia que se exiliara por un año en un bosque para que trabajara concentrada y entrenara todo lo que debía, para aprender a ser una bruja con todos los trucos bajo la manga. Por eso todas las criaturas del bosque, o casi todas, iban allí a pedir que les solucionase una parte de sus vidas. Pero ella ya se estaba cansando de la situación y eso que solo habían pasado tres meses desde su llegada.

 La joven estaba frustrada porque quería ver el mundo y, como le había dicho a su madre tantas veces, intuía que en las ciudades la gente necesitaría más de una bruja. Pero su madre no lo consintió y por eso resultó en un bosque. Ahora ya no peleaba, principalmente porque no había con quien, y solo llevaba el día a día. Estaba terminando la sopa, que estaba deliciosa, cuando miró a la ventana y sintió una sombra cruzando sobre ella. Lo mismo sucedió con otra ventana y entonces la joven apagó las luces de su hogar. Esperó en silencio, con únicos ruidos el hervir del caldero y la lluvia incesante afuera. Parecía que no iba a pasar nada hasta que una cara apareció de golpe en una de las ventanas.

 Ella sabía que no podían verla directamente, pues había un encantamiento que hacía parecer todo muy diferente desde afuera. Pero ese ser parecía seguro de ver algo o tal vez lo sentía. Por lo que pudo detallar la bruja, esa criatura era un hombre humano y no era uno de los mejores ejemplares de sus especie. Tenía una marca bastante mal cuidada que le tapaba casi toda la cara y el pelo sucio y enmarañado, lo que era increíble con la cantidad de lluvia que caía afuera. Sus ojos eran claros e intimidantes, no como los amables ojos avellana de la bruja. El humano se quedó mirando por la ventana un buen rato hasta que perdió el interés y se fue, para tranquilidad de la joven.

 Pero al rato pasó algo peor: golpeaban a la puerta con una fuerza inmensa. Era como si la quisieran romper. Debía ser un cliente desesperado pero ella les había dicho, con claridad, que no atendería a nadie cuando el clima fuese adverso. Les explicó, tratando no detallar mucho, que el clima exterior podía afectar negativamente el desarrollo de sus pociones. Pero al parecer el ser que estuviese detrás de la puerta, no iba a dejar de golpear como un maniático así que la bruja le abrió, dejándolo pasar a él y a otra criatura algo menor. Cuando se dio la vuelta para saludarlos, la bruja gritó de la manera más desgarradora en la que jamás nadie ha gritado. Algunos animales afuera quedaron hechos de piedra, tal cual.

 Los que entraron a la casa de la bruja eran seres humanos. El grande era el que había estado mirando por la ventana y el otro, algo más pequeño, parecía ser una mujer. Después del grito, la bruja se acorraló en una esquina y les pidió, por favor, que se fueran y no volvieran jamás. Prometía irse del bosque, darles pociones de poder y de amor y todo lo que quisieran pero solo quería que la dejaran vivir. Las criaturas la miraban como si estuviera loca pero ella se echó al piso e imploró por su vida como si le hubiese puesto un cuchillo en la garganta. Las criaturas la ignoraron al comienzo, tomando un caldero y calentando agua allí.

 Fue entonces que la bruja se dio cuenta que algo pasaba con la mujer. Su forma era particular así como su pesado caminar, que terminó en el sillón donde la bruja misma había estado sentada hasta hacía algunos minutos. La mujer parecía estar embarazada y por el color de su piel no parecía estarlo llevando muy bien. Tenía el color de las espinacas en su cara. La bruja entonces se calmó y solo se quedó mirando las escena desde su rincón: el hombre le brindaba a la mujer té pero ella no lo tomaba. Él parecía tratar de convencerla hasta que lo logró. Acto seguido, trató de ponerla más cómoda, usando algunas de las cosas que había alrededor como manteles y cojines varios. La bruja lentamente se puso de pie y se dio cuenta que el hombre no sabía muy bien que hacer.

 Entonces caminó con agilidad hacia el fuego, puso un caldero más y allí mezcló varios de los ingredientes que tenía en su despensa. Los humanos se quedaron mirándola, con algo de miedo pero también con una inmensa curiosidad pues la bruja iba y venía, moviendo la mano de manera extraña y haciendo aparecer y desaparecer diversos artículos como libros, ingredientes, platos, jeringas, … Mientras hacía esto la mujer empezó a quejarse del dolor y entonces la bruja apuró el paso mientras los gritos de la pobre mujer se podían oír por todas partes. La joven se dio la vuelta, esperando que la poción hirviese el tiempo necesario. El hombre tenía a su mujer tomada de la mano, como apoyo.

 La bruja se acercó un poco y les sonrió, cosa que ellos no devolvieron. Al fin y al cabo eran culturas diferentes y cada cultura percibe las cosas como quieres percibirlas. Era increíble para ella, la bruja, ver como esas dos personas se profesaban tanto amor  con los más sutiles movimientos del cuerpo. Un apretón ligero de manos o un beso en la frente, cosas muy básicas. La poción estuvo lista y tenía la consistencia deseada: entre una crema de manos y un chicle especialmente pegajoso. Lo pasó todo a un cuenco y con una espátula untó casi todo sobre la panza de la humana, que parecía asustada pero sin embargo no empujaba ni hacia nada para que la bruja se detuviese.

 El resto, la humana lo tuvo que beber. Le sabía a un platillo muy dulce, como un postre. La poción relajaba su cuerpo y a la vez le daba fuerzas, por lo que tras algunas horas, el bebé que tenía dentro nació sano y salvo. La bruja, honrada de haber visto el nacimiento de una vida, le dio al niño la capacidad de siempre ver lo mejor en los demás. Ese sería su pequeño regalo, que debía usar él lo mejor posible. Los humanos se quedaron en la casa del a joven esa noche. Compartieron sopa, un espacio para dormir y, en la mañana, ella descubrió que no había nadie allí. Se habían ido sin decir nada más. Afuera la lluvia todavía caía, pero con suavidad.


 La bruja le escribió a su madre contándole todo lo sucedido. Le dio todos los detalles del asunto y le contó de la poción que había hecho de lo especial que había sido semejante momento para ella. La madre le respondió con rapidez, estando muy feliz por ella pues era un evento que rara vez presenciaba una bruja. Pero su madre estaba preocupada por el niño, pues a veces los buenos deseos podían convertirse en maldiciones. Además, le resultaba curioso que hubiese humanos en un bosque como ese, donde ellos jamás entraban. Los que su hija había conocido debían ser humano muy insistentes o resistentes. Eso ella no lo sabía bien pero se prometió a si misma buscarlos y vigilar el progreso de su deseo para el niño. No iba a dejar que sus deseos se corrompieran.

jueves, 12 de febrero de 2015

Soñar salvaje

  En el colegio me lo decían. A veces me lo dicen hoy en día. No entiendo que tiene de malo o cual es el verdadero problema detrás de soñar. Acaso no es solo un verbo, uno que se usa frecuentemente como algo bueno y positivo? Pero cuando me decían “Deja de soñar!” no parecía que me estuvieran alentando sino más bien al revés. En cambio ahora, y creo que siempre, la publicidad y los medios alientan a todo el mundo a soñar más allá. Pero en verdad eso no es lo que quieren.

 Vivo soñando, día y noche. Vivo anhelando cosas que jamás tendré, me imagino a mi mismo en situaciones en las que me gustaría estar o, al menos, en la que creo que me gustaría estar. Es muy extraño. Horas y horas, todos los días, soñando. No hago nada mas﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽o. No hago nada mras y horas, todos los de gustar medios alientan a todo el mundo a soñar mue solo es algo ás, físicamente nada más. Hace años no voy al colegio, y lo agradezco. Mi época universitaria pareció terminar en un abrir y cerrar de ojos y ahora no hay nada.

 Todas las promesas de la vida se resumen en nada. Trabajar y trabajar y seguir trabajando para que? Para no disfrutar nada, para terminar odiando lo que alguna vez se quiso. Matarse haciendo cosas por los demás cuando a los demás no les importa si tu consigues tus sueños porque están muy ocupados persiguiendo los suyos. Y la verdad es que nadie consigue su sueño, tal y como lo imaginó. Eso no existe, son cuentos para niños.

 Yo no quiero un cuento, porque esos son cortos y se acaban con finales que no tienen sentido. Yo quiero una historia, una bien contada y con todos los detalles que sean posibles. Pero una historia bien nutrida, con vida, con chispa. Esta que vivo no es una historia, es apenas un resumen o un documento aburridísimo que nadie quiere leer y, menos mal, nadie quiere tirar a la basura. Es como desperdiciar un papel porque se le ha escrito un poco de un lado. Mejor esperar para poder usarlo de ambos.

 Sí, así pienso de mi vida. Soy ese papel que puede ser usado alguna otra vez, por si a alguien se le da la gana. No soy aquella bella historia encuadernada en el más fino de los cueros, impresa en el más suave de los papeles, con un aroma tan intoxicante como lo es la lectura de la historia entre sus páginas. No, no soy ese libro. A lo mucho, soy uno de esos folletos con más hojas de las necesarias, algunas muy gruesas y otras extrañamente ligeras, atiborradas de imágenes pero sin contenido real.

 Pero no me canso. No me canso de soñar día y noche, con mi mente. Esté caminando por la calle o acostado en mi cama, es como si mi cerebro fuese un joven especialmente intenso que no puede callarse nunca y que no necesita de la atención de nadie. Solo necesita hablar y decir todo lo que piensa o sino podría morir.  Y quien soy yo para no dejarlo hablar? A la larga, es gracias a ese otro yo, ese ser vivo y fantástico, que sigo aquí. Lo tomo de la mano todos los días y paseamos juntos porque necesito de él y él me necesita.

 Algunas veces lo escucho, con gran atención, pero otras prefiero solo sujetar sus dedos sin oír nada de lo que dice. Obviamente, no todo lo que sale de él, de mi, es oro puro. Hay mucha mierda y una que otro pepita brillante, que necesita pulirse con delicadeza. Lamentablemente, no hay paciencia y se requiere de ella para poder pulir todos esos pensamientos que vienen y van.

 Se necesita incluso de una habilidad especial para atrapar esos pensamientos, esos grandes eventos que ocurren en mi mente, para poder usarlos en un momento ulterior. No, no creo que todos valgan la pena. Me conozco bien y sé que muchos son ecos de otros pensamientos, ideas inventadas a partir de sentimientos dolorosos, casi siempre. Es triste, verdad? Que todo lo que eres es solo un montón de sentimientos y eso es lo que te hace especial.

 Porque ser humanos no nos hace especiales. Como seres humanos somos ordinarios, salvajes, sucios, estúpidos y lentos. Si no hubiéramos tenido esos sentimientos, esa cualidad única que tiene el cerebro, estaríamos todavía atascados en los bosques, presa de seres mejor fabricados para la vida en este mundo voraz e incansable. Tan especial es el cerebro, que ha doblegado incluso a la naturaleza. Pero el que manda una vez, siempre manda de nuevo, de una u otra manera. Las cosas cambian pero tienen una ironía especial, volviendo siempre al mismo punto.

 Como yo. Siempre vuelvo a lo mismo. El amor. Maldito sentimiento de mierda. Y lo odio, más que a nada. Y creo que es porque no lo conozco. No sé como es, que hace sentir ni como se ve. Y detesto pensar en lo que no conozco porque me hace sentir temor. Ese sentir es la base de tantas ideas, de tantos pensamientos en ese momento débil en el que estamos a punto de dormir y de pronto todo aparece tan claro como las estrellas en el desierto. Cada estrella es una idea y tan brillante como ellas.

 Pero de pronto todo se apaga y el cerebro se lo traga todo para remplazarlo por nada o por sueños sin sentido que te dan cucharadas de lo que podría ser pero sabes que nunca será. Jamás nadie me va a hacer sentir como esas sombras y seres en mis sueños físicos. Ni siquiera aquellos que viven en mis pensamientos diurnos, seres de mil caras que a veces ni hablan porque ya sé todo lo que quieren decirme.

 Hoy soñar es bueno porque es una meta. Es una meta invisible para perseguir, para esforzarse como una bestia de carga y para escalar montañas invisibles que jamás hubieran sido visitadas de otra manera. Pero soñar hoy es, antes que nada, una gran mentira. Nadie quiere que nadie más alcance sus sueños ya que la base de la actividad humana es la competencia. Nadie hace nada porque sea necesario sino porque necesita ser mejor que alguien más, tiene que vencerlo, doblegarlo.

 Y ahí yace nuestra naturaleza animal, destructiva y desgraciada. Todos los días, en todos los países del mundo, alguien está pasando por encima de otro. Está soñando, dicen unos. Está cumpliendo sus sueños, dicen otros. Y sí, nadie nunca ha hablado de los sueños buenos y los malos porque simplemente no existen. Hay sueños. El contexto en el que viven fluye constantemente y solo se puede esperar sentado y ver que sucede.

 Lo peor de todo es la mentira, lo patético que es ver a gente estúpidamente optimista, pensando que todo va a ser mejor y que sus sueños están a la vuelta de la esquina. Ellos solo quieren lo mejor, o eso creen. Y eso no tiene nada de malo. Si a algo deberíamos tener todos derecho es a conseguir ser felices pero lo que nunca pensamos es que esa felicidad es diferente para cada uno. No se trata de tener todos una linda casa, un lindo esposo o esposa, lindos y brillantes hijos y todos los objetos que el dinero y la belleza física puedan comprar. No, la vida no es así.

 Pero así alguien no tenga nada de eso, seguirá pensando tontamente que lo puede conseguir. Porque la mayoría de personas no pueden mirar al futuro,  la verdad a la cara. No solo somos animales débiles sino que también somos cobardes y por eso tememos a nuestro reflejo en el espejo. La mayoría de la gente no está interesada en la verdad, en los sueños que sí se pueden cumplir. Lo que quieren es ser lo que todos quieren ser, lo que los demás aceptan como el ideal. Y como nadie se atreve a decir nada, pues nunca nada cambia.

 Y que pasa con nosotros, aquellos que soñamos de manera tan salvaje que nos acercamos tanto a la naturaleza que nos igualamos a ella? Pues nada. Nada de nada porque no somos parte del gran grupo, no somos parte del núcleo de la sociedad porque ellos quieren estar lejos de la naturaleza, por brutales que sean. Quieren alejarse de lo que los hace criaturas vivas, quieren ser más. Sueñan con llegar al límite de la riqueza, la belleza y la realización. Cosas que mueren, igual que nuestro cuerpo.


 Pero estamos los otros, los que soñamos con la permanencia, con dejar algo para que alguien en un futuro lo vea y piense que puede soñar de otra manera.  Para que sepa que hay algunos que, aunque frustrados por la sociedad que simplemente no nos quiere, seguimos aquí y nos dedicamos a soñar sin concesiones. Salvajemente y sin importarnos nada. Porque no queremos nada a cambio, solo queremos sentir y así sentirnos vivos.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Superior

En 2157, terminó la represión contra quienes habían nacido en laboratorios. Los niños producidos en esos lugares era los preferidos por todos los padres de familia, ya que con la ayuda de la ciencia podían ser seres sin ninguna enfermedad ni defecto físico alguno e incluso algunas deficiencias mentales podían ser solucionadas con un simple programa para predecir cualquier anomalía.

Pero eso había terminado cuando muchos de esos niños, ya adultos, habían probado ser algo más que humanos. La manipulación genética los había convertido en hombres y mujeres excepcionales, capaces de cosas que ningún ser humano podía hacer, hasta ese momento.

Habían sido ideales para el viaje espacial, que había avanzado sorprendentemente en los últimos años, ya que podían resistir por más tiempo las duras condiciones a las que debían estar sometidos los astronautas. Ellos aguantaban más, eran más hábiles con sus manos, más rápidos y, sin duda, más inteligentes.

De hecho, esa fue la razón para su casi extinción. Surgieron rápidamente grupos extremistas que buscaban destruir todos los laboratorios y a todos quienes habían sido creados allí. Incluso fueron asesinados muchos de los padres que habían solicitado el servicio, que solo buscaban hijas e hijas y resultaron, sin saberlo, creando criaturas que se podrían salir fácilmente de sus manos.

En 2150, tras la celebración de los cuarenta años del programa de diseño genético, fue cuando todo explotó. Asesinatos, atentados terroristas, secuestros,... crímenes horribles una y otra vez. Todavía había guerras en el mundo, por supuesto, pero todas pararon por unos días dada la barbarie de aquellos que estaban en contra de la ciencia. Y entonces las guerras se rediseñaron y todas contemplaban, de una manera u otra, la extinción de aquellos seres fabricados.

Siete años después, se daba por terminada la búsqueda de los seres superiores. Los gobiernos habían convenido que aún si todavía existían seres especiales vivos, los dejarían para que murieran en paz si no se metían con la humanidad.

Por supuesto, esta humanidad de un alto en muchos aspectos. Las colonias en otros planetas dejaron de existir. Solo en la Luna seguían viviendo terrestres. El viaje espacial solo se usaba para lo útil, como la minería, y ya no para buscar respuestas a preguntas que la mayoría no hacían.

Uno de los seres especiales que quedaban era Croma. Ese nombre venía de "cromosoma", estructura esencial en el manejo del ADN. Sus padres habían acudido a los mejores médicos genetistas ya que querían que su primer hijo fuera un ejemplo de todo lo que consideraban ideal. Ellos eran gente de mucho dinero, que podía costear el proceso y que no temían a lo que la gente dijera. Sobra decir que la pareja podía tener hijos de manera natural pero no lo deseaban así, al menos no para el primero, ya que él sería quien tendría todo el control en un futuro y lo querían perfecto.

Esa palabra sonaba varias veces en los corredores de laboratorios todos los días. Era lo que querían los padres: "perfección". Claro que esta perfección, era diferente para cada persona, incluso el concepto difería entre una misma pareja de esposos. Pero los científicos les daban tiempo y consejo y, al final, siempre llegaban a acuerdos.

Croma tenía los ojos de color azul eléctrico, para infundir temor. Había sido diseñado para tener un cuerpo ideal, de 1,85 de estatura, masa corporal ideal, músculos desarrollados e incluso un órgano sexual atractivo en tamaño y aspecto para cuando tuviera que procrear, si se decidía por el modo biológico cuando fuera mayor.
En cuanto a su mente, sería hábil con los números y todo tipo de organización. Sería pulcro, serio, elegante, encantador y severo.

Y así nació Croma. Pero los resultados siempre diferían ligeramente del diseño original. Siempre había exactamente una cosa que fallaba. En el caso de Croma fue su esperma. Era estéril desde que nació y no había nada que pudiese solucionarlo. Sus padres nunca lo supieron. Murieron en un atentado terrorista del grupo Amigos de la Naturaleza. Secuestraron un avión donde solo viajaban millonarios y lo hicieron estrellar contra el mar, con todo el mundo viendo. Era su manera de imponer su visión del mundo y ciertamente caló hondo en la gente común y corriente.

Desde ese momento, Croma quiso vengarse pero no hubo tiempo para ello ya que la guerra contra los seres especiales estalló y tuvo que escapar.

Algunos de ellos lucharon en grupos o se ayudaron para escapar de la muerte pero otros eligieron encontrar su propio camino. Croma fue de los últimos. Con su inteligencia, vivió la guerra aislado y disfrazado en un desierto remoto. La gente del poblado más cercano lo llamaba "El espíritu de la montaña" ya que no estaban seguros de si era real o no. Él construyó una casita allí y vivió alejado hasta que la amnistía llegó. Ese día Croma tenía casi treinta años de edad y sabía cual era el siguiente paso.

Se infiltró en el programa de minería en la Luna y trató, con mucho éxito, de ser un humano igual que los demás, promedio. Era bueno pero no demasiado. Ocultaba sus ojos con lentes y su belleza la atribuía a su madre, de la que no hablaba más sino eso. Y nadie preguntaba ni decía nada. Muchos sospecharon, eso está claro. Pero nadie lo detuvo nunca ni lo expulsaron del programa.

En 2160 llevaba tres años trabajando en las minas de titanio de la Luna cuando escuchó rumores en la base en la que trabajaba: algunos mineros decían que en la Tierra, había estallado una revolución. El chisme no era más que eso, pero era intrigante. La comunicación con el planeta no era permanente por razones de seguridad y presupuesto pero siempre había televisión el primer día del mes. Pero nada fue anunciado. Hablaban de escasez de agua en un país y de maíz en otro, pero nada más.

Siguieron trabajando como siempre, en las minas y con trajes especiales incomodos. Croma a veces pensaba en el futuro que sus padres habían diseñado para él y sonría sin que nadie lo viera. Su presente no podía ser más distinto de aquello y la verdad era que no le molestaba. De adolescente, había tenido problemas aceptando quien era pero ya no había más remedio sino existir.

Pasados cuatro meses, todos en la base se reunían para ver las noticias del mes. Nadie esperaba nada y nada fue lo que recibieron. Notas tontas de celebraciones por la Navidad y poco más. Pero a la mitad del reportaje en vivo desde la Tierra, la emisión fue suspendida y la señal claramente intervenida. En la gran pantalla en la que veían las noticias, estaba la cara de una joven guapa, como modelo de revista. Tenía el pelo sucio y desordenado y se veía detrás de ella un cohete.

Era la Resistencia Superior, o así se hacían llamar. Anunciaban la toma de instalaciones militares estratégicas en América del Sur y con ellas, de un cohete y un modulo espacial con capacidad para llegar a la Luna, donde planeaban establecer una colonia exclusiva para seres superiores. Invitaron entonces a todos los que habían escapado de la masacre a estar a la expectativa, ya que demandarían una nación para ellos en el satélite terrestre.

La comunicación se cortó y volvió a aparecer la imagen del presentador de siempre, muy confundido, pero retomando la aburrida información de antes.

Cuando terminó la sesión, todos fueron a trabajar pero sabían lo que venía hacia ellos. Dudaban que los terrestres hicieran algo en contra de los superiores, si estos en verdad querían solo estar alejados y en paz. Pero nunca se sabía.

Croma pensó en ello todo el tiempo en la mina. Se quedaría con la vida que había hecho para si mismo o iría con gente como él donde podría ser, tal vez, quien siempre debió haber sido?