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viernes, 1 de mayo de 2015

De los héroes y lo mediocre

   Tenemos el afán de siempre tener alguien a quien acudir, nos sentimos solos todo el tiempo e indefensos. Nuestra evolución ha sido fácil pero ha tenido sus tropiezos y nos ha dejado con rastros de nuestro pasado más salvaje, de cuando debíamos protegernos de todo porque todo era un peligro. Desde ese momento nacieron dos cosas: primero, el miedo a lo desconocido, a los animales que hacen ruidos demasiado fuertes y los que podrían comernos si no sabemos como defendernos. Y segundo, nacieron los héroes. Personas que nos salvaban de una situación difícil sin pedir nada a cambio, personas extraordinarias y poco comunes.

 Ha sido este personaje tan fuerte y único que se le han hecho alabanzas a lo largo de la historia, poniéndolo como personaje central de novelas y demás relatos que pudiesen ser pasados de boca en boca, de persona a persona para así impulsarlos a ser algo más de lo que eran, simples humanos sin la capacidad de ser extraordinarios pero con los medios para hacer lo poco común. Se puede debatir si primero existieron en los libros o si fueron personas reales. Eso simplemente no se sabe pero el concepto de héroe es uno bastante flexible.

 Puede ser un héroe aquel que descubre una nueva fuente de alimento para la comunidad o el que descubre una nueva ruta de migración o una nueva forma de matar al animal que da más carne. Esos fueron héroes aunque hoy seguramente no lo serían. El caso es que posiblemente gente así fue la primera en ser considerada la máxima expresión de la experiencia humana, lo mejor que podían ofrecer las personas en ese momento.

 En las novelas se exageró su posición, su aspecto e incluso sus hazañas. Ya no descubrían una nueva semilla o una ruta menos accidentada para sus familias, no, ahora combatían ejércitos enteros, salvaban comunidades enteras del desastre inminente e incluso luchaban con criaturas igual de fantásticas que ellos, como dragones y monstruos de tres cabezas. Todos los personajes en esos cuentos están en un mismo nivel de fantasía, todos son el ideal de lo que el ser humano debería ser para cada persona que escribió o contó el cuento, dependiendo del momento histórico y su contexto.

 Los héroes han ido mutando pero esencialmente siempre son los mejores, el punto culminante de nuestra sociedad y a lo que todos aspiran a ser. Esto quiere decir, que la realidad de las cosas no podría estar más alejada de esos cuentos y relatos. El ser humano no es un héroe por naturaleza. Apenas hemos evolucionado lo suficiente para ponernos de pie y reflexionar sobre lo que nos rodea. No somos más que lo podemos ver y tal vez un poco más, algo interesante que yace bajo la corteza cerebral. Pero nada más. Los seres humanos somos, para cualquier intención o propósito, comunes y corrientes como todos los demás seres vivos.

 Sin embargo, la necesidad de tener quien nos defienda, quien saque la cara por nosotros, ha hecho que los héroes de los libros y películas no sean suficientes para contentar nuestra hambre por sentirnos que somos más de lo que somos. Tenemos un afán, una urgencia exagerada, por calificar al ser humano como el mejor de todos sin objeción alguna. Queremos que nos digan, una y otra vez, que somos los mejores y que nos merecemos lo mejor que este mundo pueda ofrecer.

 Eso, en principio, no tiene nada de malo. Es normal tener un cierto nivel de ambición porque, si no se tuviera, no habría forma de conseguir nada de la vida. Mucha gente piensa que querer más es malo pero lo malo es usar ciertas técnicas para conseguir lo que queremos. Y ahí vienen las mentiras, que varían en su dimensión para hacernos ver mejores y mucho más brillantes que los demás. Porque si de algo se trata es de crear ilusiones, cosas que no pueden existir ni que tienen sentido alguno pero que la gente cree de todas maneras, como si no hubiera más opción.

 Es lo que ocurre cuando la gente decidió sacar a los héroes de las páginas de los libros y de todos los rincones de la cultura. Los que hubo en el pasado, con sus hazañas pequeñas, hoy son vistos como aportes insignificantes y ya no son héroes, si acaso para su comunidad o núcleo  familiar. Hoy en día se necesita mucho más, se necesita ser un héroe como los de los cuentos que pueden hacer varias cosas al mismo tiempo, luchan con unos mientras defienden a los demás y hacer actos de increíble valor.

Pero recordemos que es todo una ilusión. Porque el héroe contemporáneo no es en verdad capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo, eso es físicamente imposible. Lo saben bien las madres cuando dicen que al intentar hacer dos cosas a la vez, una quedará seguramente mal hecha. Y así es porque somos seres humanos, por mucho que intentemos y nos empeñemos en hacer las cosas como queremos, la realidad siempre será diferente porque tenemos limitaciones que muchas veces preferimos ignorar, como si no existieran o importaran.

 La ilusión también está en lo de hacer actos de gran valía. Hoy en día cualquier idiota, tal cual, es un héroe por hacer su trabajo. Lo que se hizo fue modificar el concepto del héroe, rebajándolo a una expresión más accesible a los seres humanos, para que así sea más fácil ser un héroe. Esto solamente resalta lo mediocre que puede ser la raza humana, rebajando las cosas para tenerlas a su alcanza en vez de tratar de conseguir eso que parece inalcanzable.

 Porque ser un héroe como los de los cuentos no es imposible. Parece imposible porque son momentos únicos con personas comunes y corrientes que se convierten en algo más en un segundo de sus vidas. Un héroe de verdad es alguien que tiene que hacer algo, tomar una decisión en un debido momento crucial y deja de serlo una vez a pasado todo. Ha habido personas así a lo largo de la Historia, personas que han tomado decisiones que nunca pensaron que fueran trascendentales pero terminaron cambiando la cara de la humanidad.

 Esos son héroes. No son los que hoy en día dan comida a los pobres o hacen su trabajo medianamente bien. Los militares, cualquier persona que tenga un arma encima, no es un héroe porque va en contradicción con el termino. Que tiene de extraordinario e increíble una persona que se gana la vida matando a los demás? Porque se puede argumentar que los militares protegen y ese es de hecho su rol principal pero no su actividad primaria. Nadie es un héroe cuando en vez de usar su voz o su cerebro, usa un arma para matar y callar para siempre a sus contradictores.

 Nadie es héroe a punta de armas y tampoco lo es simplemente por existir. No son héroes los que construyen casas para los damnificados de una inundación y tampoco lo son los que se esfuerzan en hacer reír a las personas en los momentos más difíciles. Muchas de esas pueden ser personas de gran valor pero no son héroes porque no ha habido es coyuntura, ese momento que lo cambia todo y los separa, por unos segundos, del resto de la humanidad.

 Todo esto en pro de conservar las palabras y sus definiciones como son y no dejar que todo lo vaya modificando la mediocridad humana, que quiere hacer que todos sean felices sin razón alguna. No hay nada como alcanzar una meta, como hacer un descubrimiento así ya todo el mundo lo conozca. Estas cosas nuevas nos hacen crecer y son las que deberían traer felicidad a nuestro corazón, no mentiras e ilusiones que no son nada, que se deshacen en el viento y que en verdad no nos aportan nada.

 No hay nada peor que ese comportamiento de decirle a todo el mundo algo que no es cierto para alentarlo a algo. No. Si se quiere alentar a alguien hay que decirle la verdad, completa y sin inventos. Se le dice que está bien y que mal y en que se le puede ayudar. Y así las personas crecen desde adentro hacia fuera y colaboran en el crecimiento personal de otros.

 Lo fantástico tiene mucho de atractivo, de fascinante e increíble pero termina siendo una mentira, porque simplemente no existe. Los seres humanos quieres ser todos diferentes, todos únicos e irrepetibles pero eso no es posible. Habrá quienes tengan una vida estándar, sin vaivenes o experiencias increíbles y eso no es malo de ninguna manera. Es solo una de las maneras de vivir la vida. La cosa es que tenemos tanto miedo de ser simples, de ser solo seres humano hechos de piel y carne que algún día dejarán de existir. De pronto es que nos hemos dado cuenta la poco que estaremos por aquí y tenemos miedo a no permanecer, a no dejar marca.


 No tenemos porque todos ser héroes. No tenemos que esforzarnos para ser únicos. Solo debemos dejarnos llevar por la vida y ella sabrá la mejor manera de hacer disfrutar la experiencia humana que, ya de por si, es fantástica.

martes, 14 de abril de 2015

Éxtasis

   Que es peor que despertarse y no saber donde se está? Que es peor que sentir algo en la mente que te dice que hiciste y deshiciste la noche anterior, pero simplemente no lo recuerdas? Juan había caído en esa espiral hacía mucho tiempo y parecía no haber manera de que saliese por su cuenta. Algunos tienen problemas de autoestima relacionados con el aspecto físico pero los de Juan estaban más relacionados con dejar de ser quien había sido durante tanto tiempo.

 En el colegio, había sido el niño flaco y ojón que era bastante promedio. En todo le iba regular, ni mal ni bien. Nunca se destacó por nada y, teniendo dos hermanos mayores, jamás hizo algo en lo que fuese el primero en su hogar. Sus padres no lo querían menos, si acaso al contrario, pero eso no servía de nada cuando los demás tenían toda la atención por sus logros y él todavía estaba en la escuela. Cuando llegó la hora de la universidad, se atrevió a lanzarse al vacío y estudiar artes pero los primeros semestres siguió siendo el mismo. Pensaba que la decisión le llevaría a hacer y experimentar cosas nuevas pero nada de eso estaba pasando.

 Ya casi terminando la carrera y habiendo descubierto su pasión por la fotografía, Juan conoció a un grupo de personas en la pasantía que tenía que realizar como requisito para graduarse. Entre ellas estaba una chica llamada Alexa y su novio Henry. Fueron ellos quienes tomaron a Juan de la mano y lo vieron como un niño que todavía no había descubierto su masculinidad. Lo trataban como a un hermano menor, incluso cuando salían a tomar unas cervezas después de clase.

 La verdad era que Juan no era virgen. Había tenido un par de novias, ambas por más de dos años, pero las cosas siempre se terminaban cuando él causaba el rompimiento. Nunca era él el que pedía terminar pero sí era quién causaba todo poniéndose raro y cambiándolo todo de un momento a otro. Esto también era debido a su inseguridad y a que no sabía muy bien que era lo que hacía o porque lo hacía.

 Pero con sus nuevos amigos, las cosas empezaron a cambiar rápidamente. Los primeros en notarlo fueron su familia y su ex novia: llegaba tarde a la casa entre semana, muchas veces con olor de trago y cigarrillo. Tenía una actitud cortante, como dándose aires de ser más de lo que era y de tener muchas cosas mejores que hacer que hablar con nadie más. Su ex novia o buscaba para hablar de objetos que quería de vuelta y él le respondía cada vez peor por lo que ella prefirió ir un día a su casa, mientras él no estaba, y sacar lo que le pertenecía a ella.

 Al comienzo fue solo el alcohol. Entre semana eran solo botellas de cerveza, que aumentaban al pasar de las semanas. Los viernes y los sábados esas botellas de cerveza pasaban a ser de vodka, ron, aguardiente, vino, o lo que pudiera comprar con el dinero que lograban reunir entre los tres y otros amigos más de Alexa y Henry. Los amigos de ellos eran también artistas pero más que todo del tipo que hablan mucho pero no han hecho lo mismo. Otros, eran gente muy concentrados en su estilo, en si mismos. Eran diseñadores de cualquier tipo o simplemente gente que creía que la moda los hacía mejores personas. Entre grupos cada vez más grandes y en lugares que él no conocía, Juan fue cayendo lentamente.

 Su graduación de la universidad fue un poco después y al poco tiempo, con ayuda de sus nuevos amigos, consiguió un trabajo en una revista. Sus padres querían reprenderlo pero ya era muy mayor para eso y además estaba trabajando y era responsable con lo que le tocaba a él. Como manejaba su tiempo era cosa de él, a menos que todo se pusiera peor.

 Las fiestas eran casi siempre en la casa de alguien, casi siempre lugares amplios y viejos, aunque había ocasiones que los amigos de sus amigos eran personas más acomodadas y entonces iban a hermosos apartamentos con la más increíble vista a la ciudad. Fue en uno de esos apartamentos en los que un amigo de Alexa le ofreció su primer cigarrillo de marihuana, que él fumó ante la mirada pendiente de muchos a su alrededor. Juan siempre pensó que sería algo más emocionante pero resultó ser algo decepcionante ya que no tuvo ningún efecto en él. Mientras los demás fumaban y reían tontamente, él seguía bebiendo, que era preferible a perder el tiempo con algo que solo olía raro.

 Su decisión de no fumar marihuana podía haber sido buena si no fuera porque eso lo alentó a arriesgarse más. Vinieron entonces la cocaína, las pastillas y demás “juguetes, como los llamaban sus amigos, que lo ayudaron a desinhibirse como nunca jamás lo había hecho. La primera vez que probó una de tantas drogas estaba con Alexa y Henry y fue tal el efecto del alucinógeno que, sin pensarlo dos veces, se lanzó encima de Henry y tuvo relaciones sexuales con él mientras Alexa salía del cuarto para buscar más de lo que habían consumido.

 Juan descubrió lo que era el éxtasis, aquel sentimiento de placer extremo y no quiso dejarlo ir porque lo hacía sentirme mucho más y mejor que nunca. Se sentía con el poder y la voluntad de hacer lo que quisiera. Había uno de esos chicos diseñadores que siempre le había llamado la atención pero jamás se lo había planteado en serio. Una noche, llena de drogas y alcohol, lo llevó a un cuarto del lugar donde estaban y tuvo relaciones con él. El chico, para su sorpresa, no había consumido nada más que un par de cervezas pero Juan nunca recordó que le hubiera dicho eso. Al otro día estaba tirado en el piso, al lado de un charco de su propio vómito y sin ropa. Había otros tres hombres con él en una cama y ya no estaba en el lugar de la fiesta de la noche anterior. Solo recogió su ropa y se fue, sin más.

 Esa fue la primera vez que sintió miedo de verdad. Miedo de que, por descubrir una nueva parte de si mismo, estuviese perdiendo quien siempre había sido. Cuando llegó a casa, y después de un regaño de su madre por llegar campante a mitad de tarde un domingo, fue al baño y se miró en el espejo: estaba más delgado que nunca y jamás lo había notado. Es decir, siempre había sido flaco pero ahora había sombras en su cara y en su cuerpo que antes nunca habían estado allí. Se le notaban las costillas y algunas vertebras en la espalda. Nunca había tenido mucho trasero pero ahora no tenía casi nada.

 Se echó agua en la cara y decidió que era mejor ducharse. Allí, bajo el agua, empezó a llorar sin control. Sus piernas se doblaron ante su peso y quedó allí por un largo rato hasta que pudo cerrar la llave, esto tras controlar sus manos y sus emociones. Todavía quería llorar, sin razón aparente, pero no podía hacerlo con su familia tan cerca. No quería tener que explicar nada. En ese momento recibió una llamada de Henry pero no contestó. No quería saber nada de ellos por ahora.

 Trató de dormir pero entonces varios fragmentos de lo que había hecho la noche anterior venían a su mente. Había consumido más drogas y había tenido sexo con varios hombres y tal vez una o dos mujeres. Podía sentir el sabor en su boca de la ceniza de los cigarrillos y del alcohol de mala calidad que había circulado por todos lados. Como pudo, empujó esos pensamientos fuera de su mente y durmió por algunas horas, ante el asombro de su madre que jamás lo había sentido tan extraño. Quiso preguntar que le pasaba pero sabiendo como respondería, se abstuvo de hacerlo.

 Al día siguiente en el trabajo, Juan se desmayó en la mitad de una sesión fotográfica. Tuvieron que llamar una ambulancia y mandar a todo el mundo a su casa. Lo llevaron a un hospital con rapidez y, para cuando su familia llegó, estaba mucho peor. Su cuerpo estaba tan acostumbrado y era tan dependiente de las drogas y el alcohol, que el solo pensamiento de dejarlas había hecho que su cuerpo reaccionara de la manera incorrecta. Juan no supo contestar cuando le preguntaron que había consumido. Solo lloraba en silencio y se sacudía con violencia, gimiendo y gritando.

 Su familia vio como estaba y el doctor les explicó que era lo que sucedía. Ellos no entendían como era que jamas ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽a que jamsangre, que era lo que on que habñia consumido. Solo lloraba en silencio y se sacudl, que el solo pensamientoás se habían dado cuenta que su hijo estaba metido en el mundo de las drogas. Pero ya era muy tarde para lamentarse o pedir perdón o proponer ayuda. El cuerpo de Juan se estaba destruyendo a si mismo con ayuda de los químicos que todavía no habían dejado su cuerpo tras dos días de la fiesta más grande en la que jamás había estado. Antes de perder la lucidez, pidió perdón a su familia pero esto no duró mucho. Al día siguiente no los reconocía, tal vez por el dolor. Tuvo momentos de lucidez, uno de los cuales fue usado por el doctor para preguntar si había tenido relaciones sexuales sin protección. Pero Juan no podía responder.


 El día mismo que el doctor verificó la presencia de una enfermedad de transmisión sexual, Juan empezó a convulsionar con violencia y entonces murió. La combinación de todos los factores le había causado la muerte y todo por elegir la salida más fácil, más rápida y mejor pintada.