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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Dolor de sueño

   Lo único que podía hacer era arquear la espalda, girar la nuca para un lado y para el otro y tratar de encontrar una nueva posición en la que dormir. Pero como todos sabemos, eso no es posible. Muy pocas personas son tan adaptables y yo simplemente nunca he sido una de esas personas. Intento acostarme boca arriba y lo único que hago es dejar los ojos abiertos y mirar al techo, así la oscuridad sea completa. Si duermo de lado, siento que estoy atrapando uno de mis brazos y siento como se va durmiendo lentamente. Ya me ha pasado antes que me duermo encima de uno y a la mañana siguiente me siento como una marioneta.

 Lo mío, sin lugar a dudas, es dormir boca abajo, con la cabeza girada, ocho veces sobre diez, hacia la derecha. No tengo ni idea de porqué es la única manera en que me quede dormido. Puede que cuando era un bebé tomé esa costumbre y ahora no la dejo por nada del mundo. No lo sé y la verdad puede llegar a ser bastante molesto.

 Comprar un nuevo colchón no era una opción pues la casa no era mía y simplemente no iba a gastar un dinero en algo tan personal para que después alguien lo usara más que yo. Nunca me ha gustado hacer caridades y menos aún cuando no tengo el poder adquisitivo, o mejor dicho el dinero, para hacer semejantes contribuciones. Así que simplemente trataba de encontrar mi mejor ángulo para dormir y listo.

 Una vez, recuerdo, estaba haciendo mis ejercicios de cuello y espalda en un tren, uno que iba considerablemente vacío, y varias personas se me quedaron mirando, como si jamás hubiesen visto a alguien con cuello. Eran tantas miradas y de manera tan penetrante que agradecí llegar a mi parada para no tener que sentir todos esos ojos encima mío. Se sintió extraño y ese día solo caminé a paso veloz a mi casa para hacer allí los ejercicios y hacer que mi espalda crujiera y aliviara mi dolor.

 Averiguando por ahí, encontré una masajista que decía ser la mejor en males relacionados con el sueño, así que concertamos una cita y fui a su consultorio. El resultado fue bastante pobre y estoy seguro que cualquier persona que yo conocía hubiese tenido más fuerza en las manos que esa pobre mujer. Lo único que me causó al final de la sesión fue dolor y no solo físico sino en la billetera al cobrarme un precio exorbitante por haberme hecho sentir más dolor. Por supuesto, jamás volvería a un masajista ya que soy de las personas que juzgan a un grupo por lo que hace uno de ellos.

 La acupuntura ayudó y resultó ser más relajante pero la verdad era que requería más fuerza, más insistencia, y resultados más rápidos. No podía estar yendo a cada rato para citas a ver que podíamos ir trabajando. Así que la opción era buena pero no lo suficiente.

 Cualquier amistad que viniese a mi casa tenía que soportar la extraña pregunta: “Te parece muy raro si te pido que te sientes en mi espalda?”. A muchos sí que les parecía raro y descartaban la pregunta como si fuera una de esas moscas gordas que entran en las habitaciones únicamente a molestar. Otros, los mejores amigos sin duda, aceptaban así no estuvieran muy seguros de que tenían que hacen o como tenían que hacerlo. Pero al fin y al cabo que no era ciencia nuclear sino sentarse en mi espalda.

 Es magnifico lo útil que era a veces. Sentir el peso de alguien sobre ti, es obviamente intimidante y da mucho miedo por la parte de quedarse sin aire, pero también es algo liberador. Es como si los males que te aquejan adquirieran una forma física que puedes quitarte de encima cuando quieras y que puedes sentir más fácilmente. Y lo normal es que sea más fácil para nosotros manejar lo que vemos y conocemos que lo que no tenemos ni idea cómo es.

 Pero al cabo de un tiempo tuve que dejar de hacerlo pues ya no tenía ningún efecto. Una amiga me aconsejó entonces que fuese a un doctor. Me sugirió que tal vez mi dolor de espalda provenía de una falta de vitaminas y minerales esenciales y que de pronto tomando algún tipo de medicamente podría mejorar estado de salud.

 Odio ir al médico pero a esas alturas estaba dispuesto a intentar lo que fuera. El doctor era uno que había encontrado casi al azar. El caso era que hiciese los exámenes pertinentes y encontrara una manera de quitarme la incomodidad de encima. Hablaba con esa voz y esa paciencia que bordea en lo molesto, esa que tienen muchos doctores como si con solo la voz ya estuvieran salvando al planeta de su destrucción. Me revisó superficialmente y al final me pidió una muestra de sangre.

 Los resultados se demoraron una semana en estar listos y estaba seguro  que era tiempo suficiente puesto que la cantidad de sangre que me habían sacado era suficiente para una buena cantidad de pruebas. Esperé en una sala de varias sillas y donde todo el mundo se veía como si estuviese a cinco segundos de su muerte. Siempre he pensado que los hospitales y centros de salud son deprimentes, pero esta gente de verdad que no se estaba ayudando. Era tan horrible estar ahí, que tuve que ponerme de pie y esperar admirando falsamente un afiche sobre enfermedades venéreas.

 Cuando por fin me hicieron pasar, seguí rápidamente al consultorio y me resultó especialmente curioso que el doctor no estuviese solo sino que estuviese acompañado de quién parecía otro doctor. Me iban a coger de conejillo de Indias o mi doctor era de esos que creo que cualquier momento es bueno para socializar, así haya elegido la carrera que más restringe cualquier construcción social en el mundo?

 Al rato me respondió que ese señor era un especialista del sueño que trabajaba cerca y que estaba interesado en mi caso. Por un segundo me dio risa pero después decidí mejor no reírme y únicamente sentarme al lado del doctor que no conocía.

La verdad fue que sentí como si hubiese viajado en el tiempo a la época en que iba a clase y no entendía ni jota de lo que me decían. Esto porque cuando los doctores hablaron, quedó en ceros completamente. Sé que me decían cifras y hablaban de algunas vitaminas pero también de compuestos que yo ni conocía pero también decían nombres raro y asentían entre sí como si fuera lo más obvio del mundo pero yo, con el pasar de cada segundo, entendía cada vez menos.

 No soy bueno en momentos así, cuando me siento con mayores desventajas que otros. Y la verdad es que con el tiempo he aprendido a no ser un idiota y a poner mi pie en el suelo y exigir que mi presencia sea reconocida. Así que lo que hice fue ponerme de pie de golpe y salir del consultorio. Fue tal cual, sin decir nada ni despedidas ni ninguna floritura social de esas que a la gente le fascina. Solo me fui.

 Al no ser una película, obviamente nadie salió corriendo detrás de mí. Además la cita estaba pagada por mi seguro entonces podía hacer un poco lo que se me diera la gana. En cuanto al tiempo del doctor ese, la verdad me da igual. Como gasta uno su tiempo es problema exclusivamente propio, así que cuando caminé esa fría mañana hacia un café y me senté a desayunar, no tenía la menor culpa.

 Sin embargo, el problema persistía. Como suele pasar, el cuerpo recuerda cosas de un momento a otro y de la manera más cruel: apenas me senté sentí como si la espalda se me fuese a romper ahí mismo. El dolor fue máximo y quise gritar pero no dije nada pues nunca me ha gustado llamar la atención. Entonces llegó el mesero y le pedí lo que quería. Se me quedó mirando raro pero se fue al instante.


 Cuando se movió de mi campo de visión, me di cuenta de algo que no había intentado en estos días para remediar mi dolor. Era una respuesta tan obvia, que me reprendí por no ser tan ágil como para haberlo pensado antes. Cogí el celular y empecé a escribir para arreglar todos los detalles. Como sabía, todo fue a mi favor y de la mejor manera posible. Cuando el mesero volvió con mi pedido, lo recibí con una sonrisa y un guiño. Puede que lo que iba a hacer no funcionara pero el ejercicio no me vendría mal después de todo.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Monstruo / Demonio

   Hay demonios en mis sueños. Hay identidades dobles y personajes que dejan la piel para convertirse en otros. Seres duales que me horrorizan, y me hacen gritar, pero de mi garganta no sale nada sino solo aire. En mis sueños hay cuartos oscuros y lugares a los que ni siquiera yo puedo entrar. Parece que incluso mi subconsciente prefiere alejarme de ciertas cosas que podrían causarme tal shock, que no sería capaz de recuperarme nunca.

 Como entró todo eso en mi mente? O es que acaso lo he tenido siempre, lo he heredado o simplemente está en mi código genético? La naturaleza pudo implantarme esas sombras, esos lugares remotos en mi cerebro. Pero porqué? Para qué? No logro entender nada y eso me pone mal, me hace dar vueltas en la cama, me hace dudar y me hace hacer cosas que normalmente nunca haría.

 A veces el dolor parece ser la única vía de escape pero soy muy cobarde para llegar a esos extremos y eso que mi subconsciente hace un trabajo espectacular dándome la dosis nocturna diaria de dolor y confusión. Que significa todo esto, si es que significa algo? Yo a Freud no le creo ni el apellido pero si los seres humanos somos capaces de soñar, por algo será… no?

 A mi me gustaría soñar con cosas diferentes, con mundo más calmados y más felices. Me gustaría soñar que por fin logro tomar de la mano a esa persona que todavía no conozco, que todavía no sé como se llama ni que apariencia tiene. Eso sí, ahí mi subconsciente me hace un favor, porque es mejor para mi no inventarme ese rostro ni sus complejidades. Solo sentir su mano junto a la mía, entrelazadas por siempre. Solo eso quisiera soñar y no en demonios.

 Habrá sido una película que vi recientemente o tal vez algo que comí? No lo sé pero si llego a saber la respuesta alguna vez, empezaré a hacer exactamente lo contrario. Es horrible como la única imagen que tengo es la de ese ser doble separándose, dejando de lado su carne, su ser físico para pasar a ser otro. No sé porqué mi cuerpo no me despertó. Tal vez la idea era que viera más para comprender algo que de todas manera no he entendido. De pronto hay algún código, algún misterio que debo resolver para entenderme mejor.

 Y eso me asusta más que nada. Me da miedo ver que más puede haber allí, oculto entre los pliegues neuronales, entre todos los recuerdos que guardo con aprecio. Odio, detesto imaginar que en un mar de memorias perfectas y alegres, descansen también las oscuridades más profundas de mi ser, las más impactantes y también las más indeseables. Creo que si las descubro, no podré más conmigo mismo.

 Me he dado asco antes pero esto podría ponerse peor. Si fumara, estaría fumando como loco y si me drogara, me metería algo que contrarrestara el efecto nocivo de estos sueños desquiciados. Aunque me cuidaría porque dicen que el alcohol y las drogas pueden hacer que todo se vea aún peor, aún más grande y amenazador y eso, seguramente, sería simplemente demasiado para mi.

 Lo mejor, creo yo, es salir a dar un paseo entre el viento frío, forzar por medios físicos la desaparición del recuerdo, a menos de forma consciente. Mientras camino y escucho mis pasos, porque no se oye ni se ve nadie más, voy pensando cuidadosamente en todas esas personas que me han hecho feliz y en esos momentos en los que he sonreído con sinceridad y he disfrutado de la vida sin limites de ninguna clase.

 Recuero varios momentos familiares como viajes y comidas y simples tarde con mi madre. Recuerdo las mascotas y el sabor de la comida así como las risas y los timbres de voz de cada uno. Me siento mejor pero al mismo me siento morir pues recordarlos así me hace imaginar que no estoy muy lejos de los últimos momentos de mi vida. Al fin y al cabo, no es algo imposible. Pero sería muy triste un final así, en una calle fría y gris en un país indiferente.

 Sigo caminando y recuerdo el placer. Desde el placer de ver una película favorita o de leer una historia que me llena el alma hasta el placer básico de la experiencia sexual. Los recuerdos son fáciles de reunir y los voy analizando uno a uno. Recuerdo entonces esos personajes, tan bien construidos que parecen reales, tan cercanos que parecen amigos perdidos. El olor de los libros viejos y el calor que emana de una película buena cuando la estas viendo.

 Y desde allí siento el recuerdo del sexo, del olor y del sabor y de todos los demás sentidos cuando están tan alerta de todo. Recuerdo el primer beso y los subsiguientes. Recuerdo los errores y también los aciertos y los momentos en que parecí ser otra persona al estar poseído por Eros y sus demás camaradas. Recuerdo habitaciones, la distribución de los objetos y el nivel de la luz. Es increíble como al esforzarme, puedo recordar tantas cosas, incluso la pasión de alguien que ya no tengo al lado.

 Es entonces que abro lo ojos y me doy cuenta que caminé más de la cuenta y que ahora ya no sé donde estoy. Es un barrio que se ve como todos pero simplemente no lo reconozco. Están los mismos edificios, copias de copias, y las tiendas  y todo lo demás pero no hay nadie y entonces me doy cuenta. Caigo al suelo y grito con todas las fuerza, golpeando el pavimento.

 Me despierto de golpe y maldigo a todos los dioses, no me importa que religión representen o que es o que se supone que cuidan. Los maldigo a todos y los condeno a revolcarse en sus estúpidas ideas y concepciones del mundo. Es por culpa de ellos que tengo esos laberintos en mi mente, es por su culpa que mi felicidad no puede estar completa pues mis mejores recuerdos ya están manchados por esa sombra que lo cubre todo y que es esa ciudad solitaria y ese hombre que se parte en dos.

 No… Lo veo de nuevo y mi estomago se remueve. Esta vez estoy muy despierto, porque siento la cabeza darme vuelta y las tripas queriéndose salir por donde puedan. Me echó en la cama y trato de respirar lentamente. Trato de no pensar en nada pero no lo logro. Ahora sí que necesito esa mano, ahora si que lo necesito a él pero a veces parece que jamás estará aquí cuando lo necesite.

 Así que arrugo las sabanas cogiéndolas con fuerza y respirando lentamente, con los ojos cerrados. No quiero dormir más pero si abro los ojos sentiré que arden y veré todo de nuevo como si estuviese de nuevo en el sueño y no quiero hacerlo. Sin embargo, y después de varios minutos de lucha, mi cuerpo se rinde, porque no es fuerte y no tiene como pelear.

 Sin embargo, y para mi sorpresa, duermo algunas horas y cuando me despierto me doy cuenta que no he tenido un solo sueño, que no he sudado luchando contra seres que no están, que no me duele la garganta de gritar sin sonido alguno. Me doy cuenta que estoy bien, aunque tengo algo de frío. Me pongo una chaqueta y esta vez sí salgo al mundo real y lo primero que hago, antes que nada, es ir a comer.

 El sabor es mucho más rico ahora, es como si todo lo estuviera probando por primera vez y eso que no es alta cocina sino una simple hamburguesa con papas fritas y refresco. Pero todo sabe como si fuera lo mejor del mundo y es una buena comida porque no solo me llena el estomago, que ha dejado de gruñir, sino que también me llena el alma y me deja contento, sonriendo incluso.

 Algunas personas me miran como si estuviese loco y la verdad es que no me importa. Me importa un bledo lo que piensen los que me miran. Solo yo sé que ahora me siento capaz de todo, me siento capaz de dejar la oscuridad atrás y de seguir adelante con mi vida, que podrá no ser emocionante o entretenida, ni siquiera estable, pero eso no importa. Es mía y es lo que tengo y me gusta tenerlo. Después de comer marcho de vuelta a casa y me prometo a mi mismo que no puedo dejar que lo que no conozco me gane siempre.


 Pero entonces, cuando lo analizo todo, me doy cuenta que todo eso todavía está allí y que en algún momento volverá. Porque, al fin y al cabo, hace parte de mi. No tengo un monstruo adentro sino que soy ese monstruo, soy ese demonio que e despierta cada mucho tiempo para recordarme que está ahí y que no planea irse a ninguna parte.