Mostrando las entradas con la etiqueta piel. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta piel. Mostrar todas las entradas

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Tatuajes

   Nunca hubiese pensado que terminaría en la cama con él y mucho menos que me obsesionaría con algo tan típico hoy en día como sus tatuajes. Había visto otros antes, yo no tenía ninguno. Me parecían, en general, intrigantes pero nada que me volviera loco al instante o que me causara una respuesta demasiado obvia. Pero esta vez, por alguna razón, fue diferente. No sé si fue por la espontaneidad del descubrimiento, la simetría, el cuerpo del individuo o el hecho de que sentía haber cruzado una frontera que no debía o que no era mi deber cruzar.

 El caso es que cuando le ayudé a quitarse la camiseta esa noche, mis ojos quedaron prendados al instante del tatuaje en su costado derecho. A pesar de tener un cuerpo perfecto y de ser una persona que sentía que yo no merecía, olvidé todo eso por esa noche y me fijé solo en la tinta en su cuerpo. En el lado derecho, sobre el costado de la caja torácica, tenía un símbolo tatuado muy simple pero del tamaño preciso y como si hubiese sido escrito en su piel con pluma.

 No sé si él se dio cuenta, pero me pasé un buen rato besando su costado, pasando mi lengua sobre el tatuaje como si con eso fuese a absorber el conocimiento de lo que significaba el símbolo. Era algo tan simple, con un significado seguramente igual de simple, pero a mi eso me daba exactamente igual: en su cuerpo, en ese momento, después de ver sus delicados ojos cerrarse por el placer, ese tatuaje tan tonto era una revelación para mi.

 Para que no pareciera aburrido o que no sabía hacer nada más sino besar un costado de su cuerpo, me trasladé lentamente al otro costado. A él parecía no importarlo y fue en un momento, mirándolo, que me di cuenta que esos besos a él le gustaban más que a la mayoría de los hombres. Esos ojos cerrados indicaban una sensibilidad que no todo el mundo tenía, pues muchos preferían ir directo a cosas más obvias, ya vistas miles de veces en películas pornográficas. Estos besos no eran así.

 Cuando llegué al otro costado no pude evitar sonreír. Había otro tatuaje, del mismo tamaño que el anterior. La diferencia estaba en que este tenía un diseño un poco más complejo y tenía color. Además, para mi alegría, lo reconocí al instante. Creo que por eso dejé su cuerpo un momento y me dediqué a besarlo a él. Sentí una conexión que iba más allá de solo la relación sexual que estábamos teniendo o a punto de tener. Él era como yo, es decir, tenía gustos como los míos. Ese tatuaje me había transportado a mi infancia por ser el símbolo de un videojuego, por ser una marca en su cuerpo del tiempo y de la inocencia. Casi nos quedamos sin aliento después de besarnos entonces.

 Muchas veces es torpe cuando se llega a quitarle el pantalón a alguien, a menos que ya no lo tenga. Pero en ese momento, por alguna razón, nuestros ojos quedaron enganchados y mis manos siguieron haciendo lo que querían, despojándolo a él, con habilidad, de unos jeans de esos que se usan hoy en día, con la bota apretada y todo apretado.

 Cuando dejamos de mirarnos, se los quité con fuerza y entonces descubrí un tercer tatuaje. En ese momento ignoré sus tiernos pero sexis calzoncillos blancos. Decidí que era más interesante ese pez japonés que le trepaba el gemelo izquierdo, debajo de los poquísimos vellos que tenía. Mis manos, de nuevo, empezaron a actuar solas, independientes de mis ojos que no podían de mirar a ese pez y su curvatura, como parecía desaparecer detrás de esa pierna torneada, como parecía estar vivo con esos colores brillantes y hermosos.

 Mientras tanto mis manos lo tocaban todo pero yo seguía con la vista en su pierna. No sé si él se dio cuenta porque yo para ese punto había dejado de mirarlo a él. Ya no me importaba si se daba cuenta que su piel, que sus tatuajes mejor dicho, me obsesionaban y que hubiese podido quedarme esa y muchas noches más admirando cada milímetro de su cuerpo que estuviese cubierto por tinta.

 Le besé las piernas, le masajee los pies y las piernas y volví cerca de él y de su boca. Su sabor  era verdaderamente único y sumaba un detalle más, algo que simplemente mejoraba todo lo que acababa de ver. Este tipo tenía una cuerpo increíble, era alto, tenía una cara perfecta y sin embargo estaba allí, conmigo y mi cuerpo que no tenía nada que ver con el suyo. Mientras nos besábamos me molestaba que el trataba de tocar mi cuerpo pero se encontraba con que yo no era como él y por un momento me di cuenta que se abstuvo de seguir explorando.

 No separamos de nuevo y pensé que debía hacer lo que habíamos venido a hacer. Se podían hacer muchas cosas antes del sexo como tal pero si no se hacía siempre habría un cierto nivel de decepción, como cuando vas a un matrimonio y no hay pastel o te celebran tu cumpleaños y no hay regalos. Es incompleto. No quiero decir que siempre tenga que ser una experiencia completa pero es mucho más placentera si lo es.

 Bajé entonces a sus calzoncillos, que me hicieron sonreír, y empecé a bajarlos cuando vi otro tatuaje más. Era como estar en una isla del tesoro y descubrir que no había una solo punto marcado con una X sino mucho más, y todo con premio. Debajo del elástico del calzoncillo estaba su nombre. Quise reír porque me pareció curioso y también porque no conocía más de él que su nombre. Nunca me había molestado en averiguar más.

 Y sin embargo allí estábamos, yo a sus pies y él con una respiración rítmica, que aumentaba cada vez que besaba su tatuaje. Después terminé de bajarle los calzoncillos. En esa zona, como es de esperarse, me tomé el tiempo aunque debo decir que casi todo el tiempo estuve pensando en los tatuajes que había visto y en lo extraño que era que alguien pudiera tener tanta tinta en el cuerpo y no se le notara nunca. Era como si vistiera debajo de la ropa el uniforme de un superhéroe. Era el mismo nivel de poder, al menos para mi.

 Se podría decir que en mi mundo, hay hombres, claro, pero están divididos en grupos y niveles, otros siendo claramente mejor que otros a los ojos de la humanidad en general. Los hombres con tatuajes siempre eran más sensuales, más atrevidos, más salvajes y él no parecía ser la excepción, menos aún cuando podía ver con facilidad como su espalda se arqueaba con cualquier roce de la piel, haciendo brillar sus tatuajes con la luz ideal.

 Después de un rato nos besamos de nuevo. Fue en ese momento en que él quiso, y lo dijo con su boca y no con su cuerpo, que yo también me quitase la ropa. La luz era tenue pero no lo suficiente, no como me gustaba a mi que era casi a oscuras. Pero me quité todo nada más para complacerlo pues era lo justo. Al fin y al cabo había disfrutado su cuerpo por un buen rato antes y hubiese sido muy injusto de mi parte decirle que no a cualquier cosa que quisiera. Su deseo debía ser concedido.

 Como para evitar comentarios o que mirara más de la cuenta, le pedí que se pusiera de espaldas para apreciar el resto de su cuerpo. No fue sorpresa que debajo de la nuca tuviese otro tatuaje, esta vez un símbolo tribal en forma de ave. Lo besé, pero por alguna razón no tuvo el mismo encanto que los otros, parecía algo puesto allí por su yo inseguro, su adolescente que había pedido el mismo tatuaje que otros se habían hecho millones de veces antes.

 El resto de su cuerpo posterior estaba inmaculado, solo el ave y un pedacito del pez de la pierna rompían la blancura de su piel, cubierta en partes por pecas y en otras por vellos muy finos y casi inexistentes. Le besé la espalda y me sorprendió oírlo gemir. No sé si fue cruel de mi parte, pero me interrumpí en un momento y le pregunté porque no tenía un tatuaje en la espalda baja. Él se rió y solo dijo que yo debería ayudarle a conseguir el diseño ideal.

Esa propuesta me sonó a reto y, durante el resto de la noche, imaginé qué podría irle bien en esa zona, tan delicada y suave y torneada como el resto de su cuerpo que era simplemente perfecto.

 Lo hicimos todo y cuando terminamos, cuando nos poníamos la ropa, él me dijo que debería hacerme un tatuaje también. Según él había muchos lugares donde se verían bien. Distraído, le dije que seguramente habían muchos artistas excelentes en ese mundo pero él sonrió y me explicó que lo que quería decir era que mi cuerpo le encantaba y que un tatuaje lo adornaría perfectamente.


 Al instante me sonrojé. Nos besamos y nos separamos y yo me di cuenta que no le creí lo que había dicho, ni una cosa ni la otra, pues nunca creía en los halagos de ese tipo. Pero de todas maneras me produjo una sonrisa que se mantuvo varios días en mi rostro y que le agradecí en secreto.

jueves, 8 de octubre de 2015

El tacto

El tacto siempre ha sido mi sentido favorito. Me encanta como se siente el  pasto bajo mis pies, como se siente pasar mi mano sobre la piel de alguien más o como se siente la respiración de otra persona en mi propia piel. Todo eso siempre me ha fascinado y no quiero decir solo porque me guste sino porque me encanta saber todos los detalles de cómo y porqué respiramos, como se comporta la piel y como todos somos susceptibles a ello. Sería horrible perder el sentido del tacto, que es el que más usamos junto con la vista y, en menor medida, el oído. Para mi todo siempre ha estado en el tacto, en como las personas se pueden comunicar, sutilmente o no, a través de algo tan simple como tocar a alguien más o tocar algo para que otros vean el significado.

 Eso sí, aclaro siempre, que no soy experto en toca ni mucho menos. Soy solo una persona que a veces ansía el tacto de otro ser humano y por eso me la paso pensando lo bien que se siente cuando alguien sabe besar o sabe abrazar. Todo el mundo relaciona estas actividades al amor y la verdad es que el amor poco o nada tiene que ver. Así como no hay que haber estudiado arte para dibujar, tampoco hay que estar sumido en un romance de lo más tórrido para saber besar y comunicar algo con ese beso o con ese abrazo. Son simples interacciones entre seres humanos que acaban siendo de máxima importancia para poder dar pasos en una dirección deseada, cosa que cambia según el o la implicada.

 Recuerdo, y creo que todos recuerdan, su primer beso. Yo tengo dos historias, como creo que todos tenemos, pues la primera vez en mi vida fue un juego de niños que lo único que cambió fue como percibía a las niñas en ese preciso instante del mundo. Después, debo decir que se me olvidó toda recolección al respecto hasta años después, cuando lo vivido se había convertido ya en solo un recuerdo sin mayor trascendencia. Sin embargo para ese niño de unos siete u ocho años, ese preciso momento fue casi eléctrico. No solo por la sorpresa, porque fue un beso salido de la nada, sino también porque en ese momento de la vida de todo niño un beso con una niña no es especialmente llamativo sino algo que quieres evitar. Así que creo que por eso nunca volví a pensar en ello.

 Caminando por la playa o posando mis pies sobre el frío suelo de parquet del sitio donde vivo hoy y ahora, recuerdo también ese otro momento de mi pasado que cuento como el primer beso intencional de mi vida. La verdad fue algo… algo húmedo, podríamos decir. Él era muy lindo, muy amable y muy particular y me invito a un beso justo antes de separarnos, al final de nuestra primera o segunda cita. Fue en un callejón peatonal algo oscuro, con árboles pequeños a un lado y otro. En ese momento, a diferencia del anterior, mi vida cambió. Ese besó me gustó tanto que me certificó mi gusto por el tacto y por los hombres.

 Esa risa tonta, la que todos conocemos, se me pegó como una infección difícil de quitar de encima. Pero no digo infección como si fuese algo malo sino como algo que simplemente no se podía quitar con nada y, al cabo de un tiempo, me di cuenta que era mejor no quitármelo de encima. Esa sonrisita tonta es algo que hoy me fascina pues es en ese entonces esa sonrisa tan particular era sinónimo de mi inocencia y de los poquísimos pasos que había dado en el fantástico mundo del amor y sus vertientes. La verdad, no sé decir si estuve enamorado en ese momento. Fue hace mucho y era otra persona. Pero me gusta pensar que fue mi mejor versión la que tuvo esa sonrisa en la cara, quién vivió esos momentos tan especiales e irrepetibles.

 Ese beso lo tengo tatuado en la memoria porque fue tacto, fue información impresa en mi mente para siempre. Lo mismo pasa con mi primera experiencia sexual, casualmente con la misma persona. Recuerdo todo como si lo pudiera ver en mi cabeza una y otra vez como un video. Pero lo que me hace recordar todo es lo que sentí. Lo tengo mejor guardado que otros recuerdos similares seguramente porque fue algo tan especial, tan nuevo. Y no es que idealice nada y crea que todo fue excelente, nada de eso. Pero sí fue la primera vez y fue una entrada sutil y muy alegre y optimista a un mundo de experiencias de las que tomaría nota como ahora.

 Pero no todo es amor. Es difícil recordar las primeras veces que caminamos o la primera vez que comimos algo muy particular. Lamentablemente la memoria humana no es tan buena como para recordar tantas cosas con tanto detalle. Pero hay experiencias que vivimos a diario que guardamos y atesoramos como si fueran únicas e irrepetibles, tal vez porque lo son. Algo tan simple como, después de mucho tiempo, poder quitarte los zapatos y caminar por arena en una playa. El arena tiene tantas consistencias y formas que cada playa puede ser recordada con facilidad por esas percepciones táctiles particulares: muchas piedras, conchitas, muy fina, muy caliente, muy húmeda,… Y así.

 El viento, en cambio, lo he percibido siempre igual. Recuerdo haber ido a las ruinas de un castillo, ubicadas en la parte alta de una colina empinada, y como se sentía el viento en mi cara. Era no solo frío sino húmedo y parecía que pesaba. No hacía calor pero se sentía en el aire que el clima quería mejorar e iba a mejorar. Se sentía en el aire, tal vez, algo de cómo se habían sentido las personas que habían vivido en aquel lugar, con el viento viniendo del mar de manera tan directa pero siempre con cierta personalidad, si se le puede decir así. En otros lugares, en cambio, el viento es limpio y parece ser casi imperceptible. Es más, se siente como si te limpiase suavemente.

 El agua también es especial en mi mente, tal vez porque desde siempre me ha gustado nadar. Atención, digo nadar como nada cualquiera y no profesionalmente ni nada parecido. No soy nadador ni me veo como uno pero disfruto, sin duda, estar rodeado de agua. Recuerdo, porque no está tan próximo, que el mar tiene esa particularidad de hacerte sentir tan pequeño como eres. Cuando tu cuerpo entra y te alejas de la orilla, sientes que algo más allá de tu cuerpo te envuelve y parece querer quedarse contigo para siempre y la verdad es que, hasta cierto punto, estás dispuesto a quedarte allí y sentir como el agua parece pegarse a tu cuerpo, como si no te quisiera dejar ir nunca. Eso siento yo al menos.

No sé porque el agua me devolvió a los besos. De pronto los tengo en la mente porque necesito uno o porque me intrigan de sobre manera. Si nos ponemos a pensar, y no hay que tener la experiencia de la vida para esto, todo el mundo besa de forma diferente. Esto es porque todos tenemos experiencias distintas pero también porque nuestros labios y nuestra piel percibir el placer de besar de forma ligeramente distinta. Por eso hay quienes gustan de besos más “elaborados” que otros y hay gente que le gustan los besos como son, sin adornos. El mejor beso de mi vida? Difícil decisión porqué depende de lo que estaba sintiendo en el momento. Pero al menos no he conocido muchas personas que no sepan hacerlo.

 Sin embargo, esto nos ayuda para pasar a un tema básico al hablar del tacto y es que no todo nos gusta. Hay abrazos mal dados, hay gente que no sabe dar la mano o simplemente experiencia que quisiéramos nunca haber vivido. Por ejemplo, yo odio tocar tela de araña. De pronto porque esos animales me ponen nervioso, pero también porque como lo siento no me gusta y me saca de mi estabilidad por un momento. Besos mal dados los he tenido, particularmente recuerdo a un tipo que parecía querer comerse la cara de alguien cuando besaba. Creo yo que estaba tan obsesionado por terminar que ni siquiera sabía como empezar. Ese es un error típico pero no debería serlo si aprendemos a sentir.


 Con esto último quiero decir que deberíamos tomarnos el tiempo, todos los días, de ser consientes de lo que hacemos con nuestra piel, de poner atención a si nos gusta o no y como se siente. Solo sabiendo esto podremos saber quienes somos de una manera algo más completa. Obviamente que no todo es tacto y hay mucho más en el mundo para formarnos una idea de lo que hay y de lo que somos pero creo que es una buena manera de empezar. El tacto brinda cierta inmediatez porque siempre está ahí, activo y pendiente de lo que esté ocurriendo. Mucha gente cierra los ojos al besar e incluso dejar de oír y oler el mundo. Pero nadie puede dejar de sentir por voluntad propia y ese es un milagro a agradecer.

sábado, 20 de junio de 2015

Pasó en Santorini...

   El sol fue quien me despertó, entrando por la ventana junto al viento suave de las mañanas y los magníficos olores que venían de alguna casa vecina. Desde la cama no se veía nada pero sabía que debajo de mi… Digo, de nuestro balcón, había muchas casas y hoteles y demás. Estábamos en la parte más alta de Santorini, en un hotel construido a modo de cueva, lo más hermoso que yo jamás hubiese visto. Es un lugar especial, hay cierta sensación de que todo es posible o al menos de que cosas pueden pasar aquí que no pasarían en ningún otro lado. Llevo solo un día aquí y creo que ya estoy enamorado del lugar, de la gente, de la comida, y tal vez de la persona que está a mi lado.

 Él también está completamente desnudo pero todavía duerme. Me volteo un poco para mirarlo mejor y me doy cuenta que cada vez que lo veo me parece más hermoso, me gusta más y más. Haber venido con él hasta Grecia no fue algo que hubiese planeado sino algo que sucedió en el aeropuerto y que ahora agradezco. Su vuelo, originalmente a París, estaba sobrevendido y le estaban dando la opción a los pasajeros que cambiasen sus billetes al destino de su gusto, sin costo alguno. Ya saben como son esas aerolíneas de bajo costo, hacen todo por el dinero. Alejandro ya había comenzado a pelear cuando lo vi y hacía años que no nos veíamos. Hablamos un rato y sin pensar le dije que iba a Grecia y que si me quería acompañar. Y ahora estábamos juntos en una de las islas más hermosas del planeta, habiendo gastado más dinero porque queríamos estar lejos de todo.

 Nos conocimos por medio de un amigo y fuimos amantes durante los últimos meses de mi noviazgo con otra persona. Las cosas con él no habían funcionado como yo lo pensaba y tengo que decir que encontré Alejandro y era la persona perfecta para desahogar todo lo que tenía adentro y toda la energía sexual que no podía liberar con mi pareja en ese momento. Creo que hablo por los dos cuando digo que la pasamos muy bien, guardando ese gran secreto y escondiéndonos de todo el mundo. Decíamos tantas mentiras que parecía imposible seguirles el paso pero a pesar de todo duramos así unos dos meses hasta que todo se destapó

 Su novio se dio cuenta. No sé si alguien le dijo o lo supo de alguna otra manera pero el caso era que lo sabía y sabía que era yo la persona con la que su novio se acostaba. Me llamó alguna vez a amenazarme pero yo no le respondí nada. No tenía caso. Yo había roto lo mío con mi novio unas semanas antes. Fue muy diferente porque las cosas en nuestro caso ya venían muertas y el me confesó que estaba viendo a alguien más. Yo no lo hice sentir mal ni lloré ni hubo escenas dramáticas. Llegamos al acuerdo de continuar cada uno con su vida, por su lado y ya. No podíamos quedar de amigos porque no teníamos lo suficiente en común pero al menos no hubo pelea ni nada por el estilo.

 Alejandro sí peleó con su novio por un largo tiempo, durante el cual nos dejamos de ver. El dejó de llamar, de contestarme, de escribir. Desapareció y no lo volví a ver hasta ese día en el aeropuerto. Estaba tan guapo como siempre y parecía más maduro, como si la vida por fin lo hubiese alcanzado y le hubiese enseñado un par de cosas. Su cuerpo era tal y como yo lo recordaba y cuando tuvimos relaciones fue como volver a aquellas épocas aunque con algo más, más experiencia o madurez o quien sabe. El caso es que estábamos en una isla juntos, despertándonos por el viento que sube del mar y los primeros rayos de sol. Le acaricié la espalda y despertó lentamente. Le di un beso y lo abracé.

 Ese día, luego de bañarnos juntos y cambiarnos, desayunamos como si fuéramos una pareja en el restaurante del hotel. Éramos felices o al menos así se sentía en el momento. No hablamos del pasado, solo de lo que el otro no sabía por el pasar del tiempo. Supe que su padre había muerte hacía poco y que había cambiado de profesión. Ahora estaba estudiando para ser diseñador, luego de que trabajase en un bufete de abogados. Me contó algo que yo ya sabía y era que nunca le había gustado nada de la ley y esas cosas. Para él la ley era solo para los que sabían manipularla y eso era lo que había aprendido. No era lo suyo y cambió por algo que siempre había hecho. Él mismo había hecho el diseño del tatuaje que tenía en la espalda y eso probaba su talento de sobra.

 Salimos después a caminar por el pueblito y  tomamos muchas fotos y comimos muchas cosas deliciosas. Tal vez esté confundido pero en algunos momentos creo que nos tomamos de la mano, sin pensarlo. Hacerlo, recordaba todo lo sucedido hace tres años y las cosas que nos decíamos y que pensábamos. Más que todo era sexo, no lo puedo negar, pero después solíamos hablar bastante, antes de quedar dormidos. Hablábamos de cine, de arte, de la vida, de la gente… De todo lo que existiese.  Era el total opuesto de mi novio en ese momento, una persona casi desprovista de un propósito real de vida. Lo compadezco pero no podía quedarme con él solo por eso.

 Ahora que lo recuerdo, Alejandro ha sido el único que ha conocido a mis padres y eso fue por error. Un día lo recogí en su oficina para ir a mi casa pero tuve que pasar primero por casa de mis padres y lo conocieron. Mi madre luego me diría que era muy guapo y que era una lástima que ya tuviese yo a alguien porque ese chico parecía mucho más interesante. Supongo que lo pensó porque les habló a los dos, a mi padre y a mi madre, mientras yo buscaba unos libros que necesitaba y que estaban en la biblioteca familiar. Cuando lo vine a buscar para irnos. Lo vi con esa sonrisa que me hace olvidar todo y pensé que era una lástima que las cosas de la vida no funcionen como uno quisiera.

 Pero estábamos en Grecia, en nuestra isla. Porque cuando volvimos a nuestra habitación de hotel e hicimos el amor, sentí que nada más en el mundo existía más que nosotros. El sonido de su voz, el calor de su cuerpo, la textura de su piel y su olor a vainilla por el jabón del hotel, se me quedarían por siempre grabados en la mente. Me aseguré de besarlo todo lo que pudiera y de abrazarlo para dormir. Porque yo sé que esto puede que no dure demasiado y quiero aprovechar porque la vida pocas veces da una segunda oportunidad y esta es una de esas extrañas veces. Esa noche él se quedó dormido pronto pero yo no podía. Pensé que debía decirle algo, algo para que se quedara conmigo después del viaje.

 El resto de días fueron iguales, yendo y viniendo por las calles empedradas, besándonos en todas partes, yendo al mar a bañarnos y a disfrutar del sol. Siempre me había sentido incomodo estando en traje de baño, seguramente remanente de algún trauma juvenil pero ahora no me importaba en los absoluto porque, de nuevo, solo pensaba en nosotros dos y en nadie más. Él se veía perfecto y quise tomarle varias fotos cuando sonreía como a mi me gustaba. Ya en las noches, cuando estábamos más juntos que nunca, lo trataba como a la persona más especial y única del mundo, porque eso era para mí. Y lo gracioso es que no considero que estuviese enamorado. Solo quería tenerlo a mi lado y sabía lo mucho que eso me ayudaba.

 Pero tal vez sí me enamoré porque cuando las vacaciones terminaron, Alejandro desapareció de nuevo, como por arte de magia. Solo quedaron algunas fotos, y las sensaciones de haber hecho lo que yo tenía que hacer. Si no había resultado en nada pues no era problema pero al menos sabía que había hecho todo lo que había querido y todo lo que estaba a mi alcance para demostrarle lo mucho que apreciaba su sola presencia en ese hotel. Por muchas noches después, soñé con él y quise tenerlo allí a mi lado, fuese para tener sexo, besarlo o solo oler su piel. Por muchos días pensé y pensé, dándome un caso increíble de insomnio que solo desapareció tras un par de semanas.

 Cuando ya lo había superado todo, me llegó una noticia que al comienzo no creí. Pensé que la persona que me lo estaba contando estaba siendo cruel, así que me levanté y me fui sin decirle ni una sola palabra. Esa amiga, una muy buena amiga, tuvo que ir a mi casa y casi comprobar lo que decía: Alejandro ya no estaba. Según ella, había sido diagnosticado con cáncer hacía un tiempo y había decidido no tener un seguimiento ni un tratamiento adecuado. Al parecer, se había rendido porque mucho más había sucedido en los últimos tres años, no solo su cambio de carrera. Había vivido pruebas difíciles y había perdido la voluntad de vivir. Según mi amiga, iba a París para ir a un lugar donde no lo conociera nadie. Pero en cambio decidió ir conmigo a un último viaje.


 Cuando ella se fue, lloré en silencio durante varios minutos. Como era posible que no me hubiese dado cuenta de que algo estaba mal, de que no se sentía bien o que estaba raro? Pero recordé entonces que una de esas veces en la cama, me dijo que le gustaba estar conmigo allí, sin nadie más. Y entonces entendí que yo fui algo así como un regalo de despedida y eso me alegró. Él estaba muriendo y había preferido pasar sus últimos días conmigo y no solo o con su familia. No sé si fue amor pero lo sigo pensando con una sonrisa, recordando los besos y todo lo demás.

sábado, 23 de mayo de 2015

El cuerpo

   Hay muchas cosas que no entiendo como la falsa modestia (nadie la necesita), la falta de posibilidades para minoría (pertenezco a una) y los sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos. En esta oportunidad voy a hablar de este último punto y cuando digo nosotros mismos me refiero a la parte física y no a la más compleja y difícil de discernir parte intelectual y sentimental en la que podríamos quedarnos hablando toda una vida y no llegaríamos a ningún lado.

 El caso es que hoy en día somos una sociedad más abierta por el hecho de estar mejor conectados. El hecho de que, cuando queramos, podamos estar hablando con alguien en Asia o en Europa y también, y de pronto más importante, el hecho de que podamos aprender lo que queramos y ver lo que queramos cuando queramos y como queramos. Internet revolucionó nuestras vidas al hacer del conocimiento rápido una norma. Pero, como todos sabemos ya, internet no es una fuente inagotable de verdades sino de todo tipo de opiniones, muchas veces diametralmente opuestas.

 Esta facilidad de información, el hecho de que podamos ver más y conocer más rápido, nos ha hecho replantearnos como vemos al mundo en general y como nos vemos nosotros en él. Ha hecho que los modelos, las ideas preconcebidas de lo que algo es, se expandan más rápidamente que hace cientos de años. En ese aspecto entra la belleza y lo que hoy es visto como bello. En el caso del siglo XVI, los estándares de belleza no están basados en el arte o en las ciencias, como alguna vez lo fue, sino en lo que piensa un grupo reducido de personas en los países más ricos, por lo tanto los que controlan la mayoría de los medios de comunicación.

 Ya los conocemos: se trata de mujeres imposiblemente delgadas y hombres que parecen salidos del taller de un escultor y no del vientre de una mujer. Estos estándares son los que existen hoy en día y no hay nadie que pueda decir que no existen. Se puede estar de acuerdo en que no son ideales pero son la realidad y eso no es discutible.

 Lo difícil de entender es que somos herederos de generaciones que trataron de liberarse de las ataduras tratando de modificar esos modelos e incluso nuestros roles en la sociedad. Las mujeres no tenían que ser siempre madres y los hombres no tenían que tener siempre el rol de cazador y proveedor. Pero esas generaciones pasadas fracasaron en ese aspecto pero triunfaron en otros como en la liberación sexual. Hoy en día compartimos detalles de nuestras vidas íntimas y eso no quiere decir nada más que compartir detalles personales con gente que estimamos.

 Hablar de sexo es lo más común entre la gente, sea cual sea su edad, genero, nacionalidad o posición social. Todos en todo el mundo hablamos de sexo y jamás hemos sido más libres para hacerlo. Hablamos de los detalles, de las parejas sexuales, de lo que pensamos de ellos y de lo que nos gustaría, fantasías en otras palabras. La existencia de las salas de chat y los mensajes instantáneos por el celular, han hecho e este comportamiento social algo inevitable y natural.

 El problema está en que nos damos cuenta de que hablar de sexo no garantiza que las personas tengan una buena imagen de su cuerpo al desnudo. Está comprobado que la gran mayoría de la gente, sino es que todos, sentimos que tenemos algo que falta o algo que sobra o algo que quisiéramos corregir de nuestro cuerpo. No queremos a nuestro cuerpo tal y como es sino que nos “quedamos con él” porque sabemos que simplemente no va a cambiar y que las únicas formas que hay para que eso ocurra son demasiado dolorosas o demasiado caras.

 La ironía del cuento es que somos más sexualmente liberados que nunca pero seguimos teniendo pudor y temiendo lo que otros pueden pensar de nosotros. No hay nada como ver el comportamiento de una persona antes de ir a nadar o en plena playa o piscina y se ve con facilidad lo mucho que se esfuerza la gente por verse bien y no parecer descuidado. Porque el cuerpo ahora es solo una herramienta y nada más. Por eso tantos programas y técnicas para mejorarlo, la mayoría de las cuales no funcionan o simplemente son demasiado para alguien común y corriente que lo único que quiere es sentirse bien consigo mismo.

 Pero eso no va a pasar a menos que cambiemos un detalle del ser humano moderno y eso es que debemos empezar a enseñar, desde que se es pequeño, a querer nuestros propios cuerpos. La idea no es justificar comportamientos lascivos, que probablemente ni lo sean, sino darle herramientas a las personas para que exploren su cuerpo y lo conozcan y sepan como funciona. La mayoría de gente ni siquiera entiende procesos tan naturales como la menstruación o incluso la visión.

 Si todos nuestros padres nos dijeran para que sirve tal parte del cuerpo, no solo los órganos sexuales, y como funciona exactamente, tendríamos un conocimiento profundo de nosotros mismos y empezaríamos a querer desde más temprano al cuerpo, antes de que todo lo que es comercial entre en nuestro cerebro y empiece a implantar lo que la sociedad quiere que veamos.

 Eso es, por ejemplo, creer que tener abdominales marcados es lo correcto o senos firmes o traseros casi cincelados o labios de cierto grosor o penes de cierto tamaño o ojos de uno u otro color. Porque así no lo aceptemos, tenemos en la mente un modelo de belleza implantado e incluso aquellos que dicen que para ellos la belleza es otra cosa, también se sentirán atraídos a aquellas imágenes que son las que los medios nos fuerzan en la mente. Nunca se ha visto, por ejemplo, un hombre grande, gordo, peludo, en el comercial de un perfume, y sin embargo es probable que muchos hombres así compren dicho perfume.

 Nos venden lo que debemos ser, para ellos, y no lo que somos como tal. Lo peor en este caso es que somos cómplices de los medios y hacemos su trabajo por ellos. Aceptamos, sin decir nada, que los cuerpos casi cincelados son sinónimo de perfección. Aceptamos, sin dudar, que un hombre alto, bronceado, marcado, con un pene grande y un peinado acorde a los estándares contemporáneos, es el ideal, es la meta que todos debemos tener y lo peor, de nuevo, es que caemos redondos ante eso.

 O porque creen que viven rellenos los gimnasios o los parques de gente corriendo o incluso los quirófanos en varios países? Les digo algo: el que les diga que va al gimnasio por salud es o un gran mentiroso o físicamente la única persona que ha sido obligada a trabajar con muchas máquinas que no reemplazan el ejercicio natural, el que se puede hacer afuera y con diversión, en vez de adentro de un edificio mirando al exterior, como un pez en su pecera.

 No puedo decir que la gente que ha logrado llegar al “ideal” es gente mala. No, no lo son. Tal vez tontos, inocentes e incluso sin falta de criterio pero no son personas malas. Lo que pasa es que no han entendido que el cuerpo no es una herramienta, ni para tener hijos ni para trabajar. Nuestros cuerpo son vehículos que nos permiten la vida, que nos permiten experimentar lo que hay en el mundo y sin nuestros cuerpos no podríamos vivir miles de sensaciones que son las que hacen de vivir algo que vale la pena.

 Y para vivir con todas las de la ley no se necesita que el cuerpo sea de una manera u de otra, solo se necesita que funcione medianamente bien y para que lo haga debemos conocerlo. Porque será que cuando estamos más desinhibidos es cuando nos damos cuenta de cómo son las cosas en realidad? Porque no todos tenemos relaciones sexuales con supermodelos y sin embargo disfrutamos de esa experiencia, sin importar aspectos ni nada tan superficial como si es de una manera o de otra.

 El sexo, que a pesar de ser más abierto ahora que en el pasado, sigue siendo tabú para muchos y más cuando se considera las realidades que siempre han existido como el sexo homosexual, la asexualidad y otras variantes. El punto es que cuando estamos allí, ya no vemos nada más que las maneras de conseguir y hacer sentir placer. A la mayoría ya no le importa si tiene un abdomen marcado o grande senos porque cuando tenemos relaciones sexuales lo hacemos con toda la persona y no con solo una parte. El hecho de que disfrutemos no dependerá entonces de nada superficial sino más bien de un conocimiento, de las partes involucradas, sobre el cuerpo y lo que se siente bien y mal, lo que nos gusta y lo que no.


 El caso es que no existe un ideal. No debemos creer las mentiras que nos dicen, sobre ser más felices de una manera o de otra. Si aprendemos sobre nosotros mismos y somos sinceros con nosotros mismos, querremos a nuestro cuerpo como es y no como otros dicen que debería ser. Y, al fin y al cabo, es algo nuestro y la única opinión que cuenta es la propia. No olvidemos ese pequeño gran detalle.