Mostrando las entradas con la etiqueta querer. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta querer. Mostrar todas las entradas

lunes, 27 de abril de 2015

Más

   Porque será que siempre queremos más? Porque será que nunca nada es suficiente, nada nunca parece ser lo que queremos? Cuando anhelamos algo y lo obtenemos, como seres humanos, nos sentimos felices un momento pero después lo dejamos de lado y buscamos otra meta, otro lugar hasta donde llegar. No se trata siempre de romper records o de superarse a uno mismo. Si así fuera, no habría problema con querer más. Pero resulta que esas ocasiones son la minoría. La mayoría de veces queremos más por varias otras razones, mucho menos honorables.

 Todo empieza desde que somos pequeños, incluso bebés. Se supone que un infante no sabe nada y está en un proceso de enseñanza permanente. Aprende de todo y todos a su alrededor y esto es algo que la gente frecuentemente olvida. Muchos padres creen que los hijos solo oyen y ven cuando ellos quieren y no cuando los hijos quieren y ese es un gran error. Los padres no quieren que los oigan pelear o tener sexo pero, sin embargo, los hijos no anulan sus oídos. Los pequeños no pueden evitar ver cuando algo pasa, cuando el padre se siente feliz por algo y la madre triste por otra cosa o viceversa. Desde ahí se sabe que es bueno y que es malo, que da placer y que no debería darlo.

 Es un aprendizaje rápido y efectivo pero no siempre correcto o realista. Cada familia, viendo la diversidad en seres humanos, es de verdad única. Esto, en su origen, su base. Pero las familia suelen mutar rápidamente para ser como otras, para no resaltar. Nadie quiere ser la excepción sino la norma y convertirse en esa norma requiere de reglas y metas y ahí empieza todo. Desde ese anhelo por convertirse en un ser perfecto e ideal, los niños se dan cuenta que hay cosas que deben conseguir para ser considerados deseables, buenos y admirables.

 En el colegio, se trata de tener buenas notas. Todo va alrededor de eso. Nadie aplaude a un niño que sepa hablar de sus sentimientos o que haga amigos porque tienen una conexión especial. No, la gente aplaude al niño que tiene muchos amigos, así no sepa ni el nombre de cada uno. Aplaude al niño popular y aplaude al niño inteligente, así este sea marginado por sus compañeros. El punto de todo es tener la aceptación de alguien, no importa de quién sea y tanto el atleta como el nerd tienen esa aceptación.

Y que pasa con los otros niños, los que a veces llaman “promedio”, los que estigmatizan por no entender todas sus asignaturas, por ser malo en deporte, por no ir en la línea de las normas que la sociedad tiene establecidas hace años? Pues sencillo. Tienen dos caminos: pueden retomar la senda y tener el mismo objetivo que los nerds y los atletas. Es decir, querer llegar a la meta de ambos estilos, o ser el mejor estudiante o ganar medallas e imponerse físicamente frente a otros. El otro camino, el que por mucho tiempo fue menos recorrido, es simplemente hacerse un camino distinto con metas diferentes, pero igual de ambiciosas.

 Hay que tener claro que todo el mundo tiene sus metas, sean las que sean y eso no tiene nada de malo. Mueve a la gente y la hace soñar y hacer y que hay mejor que esas dos cosas? Lo malo no es tener metas sino pedir más de la vida cada vez que se alcanza una meta. Lo malo es creer que se es mejor porque se ha alcanzado más o, incluso, nunca sentirse satisfecho con los logros que alcanza.

 Esto nace de la competencia. Y ella existe desde que tenemos uso de razón. Que quién camino más joven, quién hablo más pronto, quién salió más rápido de la escuela, quién tuvo las mejores notas, quién eligió la mejor carrera,... Considerando esto, no es extraño que hace algunos años, no muchos, los hijos primogénitos fueran los favoritos de los padres. Eran, al fin y al cabo, los que hacían todo primero y se esforzaban más. Todo con ellos es nuevo y un logro. Hoy los padres no dicen nada al respecto pero sigue siendo algo recurrente.

 Cuando llegamos a la universidad, aprendemos a tener criterio. Esto le ayuda, a la mayoría, a definir mejor sus metas y como alcanzarlas pero también para hacer un plan de vida que es casi lo mismo que un plan de juego pero a largo plazo. La gente quiere conseguir, quiere tener, incluso ms que solo ser. plan de vida que es casi lo mismo que un plan de juego pero a largo plazo. La gente quiere conseguir, quiere tenás que solo ser. Si se tiene se es y esas es la idea de la sociedad actual. No es de extrañarse que, con una primera paga o unos primeros ahorros, la gente ya no quiera comprar un carro o una casa como primera compra. No. Ahora hay objetos más pequeños, más evidentes y económicos para evidenciar el estatus.

 La larga línea de teléfonos móviles y computadores, que cada semana tienen algo nuevo y aparentemente innovador, es solo una de las muchas maneras para que la gente compre su estatus. Así se puede ir ascendiendo y con estos artículos aprendemos que nunca nada es suficiente. Mi teléfono hoy es de lo mejor y más popular pero en un año ya no lo será y si lo sigo teniendo y otros han avanzado, me iré quedando atrás. Esto funciona más en quienes están atrapados de lleno en la red de los medios y la sociedad de consumo.

 Los conocemos. Son esas personas que creen todo lo que se les dice y cuya educación está basada en repetición y no en conocimiento y esa es una diferencia que hay que hacer. Ellos, básicos de mente, saben bien que existen escalones que hay que subir y los suben cada día, buscando llegar a una meta que nunca tocarán porque siempre cambia. Quieren un trabajo que idealizan pero cuando lo consiguen quieren ganar más dinero y cuando lo ganan deciden que su felicidad reside en tener una familia y cuando la tienen buscan placer y así hasta la muerte.

 El buscar más, el querer más se da simplemente porque la meta simplemente pierde su encanto una vez es alcanzada. Además, la mayoría de las personas organizan su mente de manera que la felicidad resida en esas metas, como si la felicidad tuviera algo que ver con lograr algo. Siempre hemos tenido en la cabeza que, por ejemplo, lograr el cuerpo que idealizamos es algo que nos hará felices. Pero eso es incorrecto. No solo porque el físico es algo irrelevante en la realidad, sino porque la felicidad debería estar en el proceso, más no en la meta final de ese proceso.

 Las personas siempre están felices con los resultados. Está comprobado que la mayoría de las personas odian su trabajo y lo hacen de mala gana, casi siempre. Pero cuando les llega el día de pago, están felices porque los premian por esos días de mala cara. No debería ser al revés? No debería uno estar alegre trabajando, sintiendo que cada momento es un aprendizaje y luego sentirse extraño al ser remunerado por hacer algo que adora? Obviamente puede ser algo idealista este concepto pero sin duda sería mejor que lo que tenemos ahora.

 Cada vez hay más problemas físicos por el famoso estrés, que no es más que cansancio que puede llegar a ser un problema para el sistema nervioso, si llega a ser muy grave. Y ahora todo el mundo lo sufre porque tiene afán de llegar a ser alguien, de llegar a algún lado o a obtener alguna cosa. Ese estrés, esos nervios, ese cansancio yace en nuestro afán por querer más, por correr sin sentido hacia todos los lados sin en verdad saber adonde vamos.

 Hagan el intento alguna vez. Pídanle a alguien que deje por un día sus obsesiones, metas, ideas, de lado para disfrutar de un día común y corriente. Parece un experimento inocente pero evidencia el colapso del ser humano ante un sistema que solo busca exprimirlo pero no enaltecerlo o darle una sensación de logro, de haber cumplido con sus ideas. Ya nadie cumple nada porque nunca llegan a nada. Las cosas desaparecen y la memoria no ayuda a recordar porque queríamos algo o si en verdad lo queríamos en un principio.

 Y esto es con todo. Los gimnasios viven hoy en día llenos de personas que quieren quemar calorías, grasa. Quieren deshacerse de algo que son para convertirse en su ideal, en su meta. Pero quienes han llegado a esa meta de piernas torneada, bustos firmes, traseros duros y cuerpos marcados, se dan cuenta que necesitan más. No dejan de ir al gimnasio para seguir ejercitándose en casa. Argumentan que ya no seguirían el ritmo pero la verdad es que quieren más. Porque sienten que hay más cosas por mejorar y siempre las habrá.

 Además, si algo nos gusta a los seres humanos, es que nos digan que hacer. Muy pocos se quejan de las normas de la sociedad porque a la mayoría le gusta que le digan que hacer en vez de darse cuenta por ellos mismos. Así funcionan las campañas electorales. Le creemos a uno y nos dejamos convencer porque pensar y discernir es mucho trabajo. No. Mejor dejarle lo de pensar a otros y así es como perdura la sociedad, sin libertad verdadera.


 Nos ofendemos cuando nos dicen animales pero somos iguales, entrenados, amaestrados y dóciles en la mayoría. Incluso los que se rebelan, no saben como hacerlo, perdidos en un mar de objetivos ilusorios que atraen por su estabilidad y aparente importancia. Y la vida ya noes vida sino una continuación de eventos sin importancia que no llevan a nada. Solo unos pocos pueden decir que han vivido cuando todos deberíamos poder decirlo.

domingo, 25 de enero de 2015

Soñar cuesta mucho

   Lo más posible es que no haya manera de sentirse verdaderamente tranquilo en ningún lado, por completo. La vida jamás será una experiencia completa si lo que se busca es realizarse a través de sueños ajenos y no se persiguen los propios, por peligrosos, ridículos o insignificantes que sean. Y la verdad es que sí existen sueños tontos pero jamás para quien los sueña y, al fin al cabo, esa es la opinión más importante.

 Hay sueños grandes, difíciles de realizar y hay quienes adoran tener estos y toman como una aventura o un reto, el hecho de confrontar este tipo de duelo con el destino. Claro que el destino, como tal, es apenas una sombra o un humo sin cuerpo que flota siempre por delante nuestro. Su principal característica es ser siempre cambiante y, seguido, el resultado de nuestras elecciones conscientes. Está claro que hay factores externos que no se pueden prever pero todo se ajusta rápidamente en relación al ser humano.

 En todo caso, los sueños están para ser perseguidos. Se quiere ser astronauta o un músico o cantante famoso? Pues no hay más opción sino intentar. Como? Trazando el camino y yendo paso por paso. No todo el mundo tiene que hacer todos los pasos y hay veces que hay que repetir algunos o pasar por otros que nunca habían sido contemplados. En ese momento entra el factor llamado "paciencia". La gente seguido piensa que se trata todo de perseverancia pero eso no es verdad. Los ejemplos abundan para dejar en claro que no es necesario matarse en el trabajo sino hacerlo y esperar a ver que pasa.

 Esta ultima declaración puede ser un tanto molesta para algunos, más que todo para quienes hacen esos esfuerzos sobrehumanos para lograr algún tipo de ascenso o de consideración. Aunque sí es verdad que un esfuerzo especial es apreciado, la constancia siempre es más apreciada, sobretodo si se relaciona con paciencia y organización. Las personas solo premian el esfuerzo cuando el premio no vale tanto la pena y se trata de "contentar" a alguien por un tiempo hasta que olvide el esfuerzo que hizo. La clave: combinar cualidades, sean las que sean que tenga la persona (tu o usted).

 Todo el mundo tiene cualidades. Es decir, todo el mundo es bueno en algo pero no todo el mundo es bueno en algo que paga o vale la pena. Por ejemplo muchos narcotraficantes son muy buenos en lo que hacen pero esa no es una cualidad bien vista por la sociedad en general. Pero no se puede discutir que estos hombres y mujeres, y muchos otros en otras circunstancias, tienen cualidades así estas no sean de la clase que todo quisiéramos tener.

 El caso es saber para que se es bueno. Pintando, escribiendo, bailando, haciendo cálculos, organizando, limpiando, comiendo,… En fin, tantas cualidades que puede haber. Por eso es importante conocerse a si mismo, tarea que puede tomar muchos años o solo algunos meses, dependiendo de la complejidad de cada persona.

 Es innegable que hay cantidad de maneras de ser y de ver la vida. Por lo tanto, hay gente más simple que otra y eso no tiene nada de malo, es simplemente como son las cosas. Ser simple tiene muchas ventajas y una que otra desventaja: es una vida más alegre y menos preocupante aunque siempre poco trascendental. Una persona simple podrá sonreír con facilidad durante toda su vida. Una persona compleja, solo lo hará en determinadas ocasiones.

 Y esto que tiene que ver con los sueños, se preguntarán ustedes? Pues fácil: gente simple, sueños simples. Esa suele ser la regla aunque, claramente, siempre hay excepciones. La gente simple tiene sueños que son fáciles de realizar y que están a su alcance. De hecho, ahí recae la inteligencia de los personas sencillas: saben que deben plantearse retos que sean capaces de afrontar y no ponerse frente a cosas que saben que simplemente nunca van a lograr.

 La gente más compleja tiene sueños que, en muchas circunstancias, jamás serán realmente cumplidos. Por ejemplo, son ideas tan vagas y poco exactas que su realización no es tan factible como plantearse jugar futbol un buen día de sol en un parque. Una persona compleja se plantea retos que, en si mismos, contienen otros retos y pruebas difíciles lo que hace que el tiempo sea un factor de gran importancia para estas personas.

 Aunque siendo honestos, el tiempo es siempre importante, para todos. Al fin y al cabo somos seres humanos y eso quiere decir que tenemos una vida que tiene un final. Todos los sueños que tengamos toman y, a la vez, no toman en cuenta, el hecho de que todos tendremos que morir alguna vez. Otra cosa difícil es cuando queremos ser inmortales, imprimiendo nuestro ser en objetos o sueños corpóreos. Esto es realizable pero requiere tiempo, paciencia, y esfuerzo, todo al mismo tiempo. Y aún con todo eso, puede que no se realice. Vivimos en un mundo que se alimenta del pasado pero no de los pequeños elementos sino de los grandes e importantes.

 Ahora bien, antes hablábamos de sueños importante y sueños poco importantes. Por ejemplo, ir a comer a un restaurante de renombre puede ser un sueño. Es importante? Muy probablemente, no lo sea. Ya que las probabilidades de que algo así cambie una vida son bastante pocas. Pero poder realizar una línea de productos para el cabello y venderlos en tiendas, eso es un sueño importante, grande, porque involucra a más de una persona y porque tiene consecuencias serias sobre la persona que trata de lograr que ese sueño se convierta en realidad.

 Eso sí, repetimos, la importancia de cada sueño solo puede ser determinada seriamente por la persona que lo quiere realizar. Lo que los demás piensen es interesante pero de ninguna manera importante a la hora de realizar un sueño. Eso a menos que la persona en cuestión sea fácilmente sugestionada por los demás. En ese caso los sueños a realizar siempre serán los de otros y la persona vivirá una vida vacía.

 De hecho, y debemos confrontar esta realidad, la gran mayoría de los millones que vivimos en el mundo nunca veremos realizados nuestros grandes sueños. Porque? Por una pequeña palabra llamada “prioridades”. Digamos que nuestro gran sueño sea ser un arquitecto renombrado. Pero si además de realizar ese sueño tenemos que cuidar a nuestros hijos, a nuestros padres, cuidarnos de los demás, poner comida en la mesa, divertirnos, disfrutar y en fin, es muy probable que el tiempo no alcance para ser quienes siempre hemos querido ser.

 Y con esto entramos en el último punto y, ciertamente, el más importante. Los sueños están para ser realizados o para ser soñados, para tener metas? Es una gran duda del ser humano. Porque? Pues bien, porque no somos seres que vivan para siempre y al tener una vida finita, sabemos que hay cosas que jamás podremos realizar o ver realizadas. El hombre siempre ha querido explorar el espacio pero cuantos de nosotros veremos al hombre en Marte? Pocos de los que vivimos hoy, probablemente.

El problema es que hoy en día los sueños han sido idealizados. Son casi como un producto a la venta, como el software que uno compra para editar fotografías. Tiene el software pero eso no quiere decir que sepas como editar las fotografías. Eso se aprende por aparte, sea por uno mismo o de alguien más. Lo mismo sucede hoy en día con los sueños: cogemos los sueños que nos venden y tratamos de realizarlos para nosotros.

 Quiero ser esbelto, tener buen culo, tetas, pene y abdomen. Ese es un sueño que se le vende a todo el mundo hoy en día y muchos lo compran. Es su sueño propio? Muchos dirán que sí. Porque? Porque el ser humano se apena de su propia estupidez. Todos sabemos cuando estamos siendo ridículos o cuando estamos haciendo algo mal. Lo sentimos lo percibimos pero eso no quiere decir que nos detengamos. Acaso cuantos dejan de ir al gimnasio porque se dan cuenta de que eso simplemente no es lo que quieren para si mismos?


 El problema con los sueños es que los contaminamos con las mentiras que nos rodean y, peor, con las que nos decimos a nosotros mismos. Hoy en día todo es tan fácil y tan rápido que ya no nos molestamos en pensar. Los sueños se han prostituido pero podemos todavía anhelar, querer. Podemos desear todavía desde lo más profundo de nuestros corazones, aprendiendo a hablar con nosotros mismos. Hoy en día le reclamamos al mundo pero nos odiamos a nosotros mismos al crear ese mundo. La solución es sencilla. Al fin y al cabo, soñar cuesta pero no mucho.

domingo, 11 de enero de 2015

Vida de pantano

    Nunca había sido el sitio más común para un encuentro de este tipo. De hecho, para ningún tipo de encuentro que no involucrara al reino animal o vegetal. Sin embargo, allí estaban ellos dos, subidos en una canoa pequeña que flotaba a la deriva. Estaban tomados de las manos, con suavidad, y miraban a los ojos del otro como si no hubiera más en el mundo sino ellos. Era el amor, sin duda. Y también el tiempo, que siempre marcha hacia adelante, sin pensar en nadie.

Así estuvieron mucho tiempo, pensando en mil formas de expresar en palabras lo que sentían pero siendo incapaces de hacer algo más que sostener las manos del otro y mirar dentro de sus ojos, que parecían tener un lenguaje más fluido que el de su mente, que parecía estar adormilada o simplemente muy respetuosa del acontecimiento.

Aquí y allá había destellos de vida, en el inmenso pantano que hoy cubría un área enorme. Era un lugar tan grande, que muchas personas, la mayoría de hecho, se abstenía de entrar allí. No querían entrar en contacto con las peligrosas criaturas que residían en las aguas turbias de la enorme ciénaga y la verdad era que de allí poco se podía sacar para consumir. Peces había en otros lados, más grandes y de mejor sabor, y la madera húmeda de esos incipientes bosques no era la mejor para construir lo que necesitaban.

Sin embargo, había gente que entraba a propósito, como la pareja que ahora se encontraba plenamente a la luz del día pero eso no les importaba. Habían dejado de ocultarse, de escapar de todo, habían dejado de olvidar, algo que era casi un deporte en sus comunidades. No, ellos estaban felices de poderse mirar a la cara bajo la luz del sol. Y cuando ocurrió allí, pareció darles el impulso para inclinarse hacia delante y darse un beso suave, como si temieran que hacer algo más pudiera romper el momento.

Cerca de allí no había más nadie, a menos que se contara como presencia humana la de asesinos de sangre fría que estaban, con mucho cuidado, lanzando cuerpo al agua. Les abrían el estomago y los lanzaba allí al agua. Si no se los comían los caimanes de la zona, el agua turbia ayudaría a ocultar los cuerpos lo suficiente. Los asesinos no eran de los pueblos cercanos sino de lugares más lejanos pero venían hasta allí porque parecía ser el lugar ideal para muchas cosas, entre esas para deshacerse de cadáveres.

Pero de eso nunca se enteró la pareja que ahora se habían acostado en la canoa, uno al lado del otro, y se hablaban suavemente. No comentaban nada relacionado con sus familias ni con los problemas que tenía cada pueblo. Solo recordaban el pasado o planeaban el futuro. No les importaba si lo que hablaban se realizaba alguna vez, era lo de menos. Les hacía bien, después de tanto tiempo, poder tomarse de las manos y apreciar su mundo privado mientras imaginaban como sería vivir juntos o recordando esa memorable ocasión en la que un caimán pareció escuchar toda una de sus discusiones.

Siendo una pareja común y corriente, porque ellos eran no eran especiales de ninguna manera y eso lo sabían, no era extraño que de vez en cuando discutieran. Eso sí, si alguien escuchara todas las discusiones, tendría que ser alguien muy comprensivo ya que se veían cada tanto tiempo que siempre discutían por cosas que habían pasado hace mucho, cosas que ya no tenían la menor importancia. Pero era como si eso los hiciera sentir vivos y lo preferían así.

En sus hogares, su familias los buscaban pero, como siempre, por las razones incorrectas. Uno pensaría que estarían profundamente preocupados por su bienestar físico, habiendo sido tal vez asesinados o habiendo cometido un doloroso suicidio.
Pero no. Sus familias solo los querían en frente para reprenderlos, para reforzar en ellos sus costumbres, tradiciones y reglas que ya hacía décadas eran obsoletas. Era como si su trabajo no fuera procurar la felicidad de sus hijos sino la de presionarlos y controlar cada uno de sus movimientos.

En cierta medida y por una gran fracción de la vida de los chicos, tanto de uno como de la otra, los padres habían controlado todo. Ambos habían sido tratados como realeza, cosa que estaban muy lejos de ser. Esto no era Romeo y Julieta, por muchos parecidos que los vecinos trazaran entre esos y estos. Las dos familias no se odiaban, más bien se ignoraban mutuamente ya que eran ambas de gente pobre. En este caso no había grandes palacios ni la más bella ropa de la región. Eran casuchas tristes y harapos francamente horribles. Viviendas en la mitad de tierreros dejados a un lado por dioses y hombres, nada por lo que nadie pensaría batirse a duelo.

Y sin embargo, tanto la familia del chico como la de la chica, creían por alguna razón que eran de alta alcurnia o que merecían más de lo que recibían. Algo que tenían en común era que ninguna de las dos familias cedía un solo centímetro ante las generaciones más jóvenes: la abuela callaba a la madre, la madre a la hija y la hija a sus hermanas menores. Y estas últimas aprendían con celeridad esta tradición familiar.

Los hombres solían ser menos inteligentes y más salvajes. Esto no era algo que afectara a dichas familias sino al conjunto del genero masculino que vivía en los alrededores del pantano. Eran tercos, torpes e irremediablemente cortos de cerebro. No era una sorpresa que fueran sociedades matriarcales, donde la mujer del hogar se imponía sobre los demás y no había quien le respondiera o se negara a sus órdenes.
No por nada el crimen más grave que alguien podía cometer en esas comunidades era el asesinato de una mujer o, lo que era peor, su violación. Esos crímenes tenían como resultado un antiguo ritual, casi tribal, en el que el perpetrador era sacrificado al pantano de la manera más horrible posible.

Y así, en una sociedad brutal e implacable, existían dos personas que simplemente se amaban. No era algo que hubieses sucedido de la noche a la mañana sino durante un tiempo, durante el cual él fue al pueblo de ella para comerciar algunos animales con su padre. Desde que vieron hubo un interés pero no hablaron en los primeros meses. Lo máximo era mirarse fijamente y sonreír, muy parecido a lo que hacían allí en el pantano.

Ya cuando se conocían más, de vista, se habían hablado pero siempre de tonterías relacionadas con el mercado o algo por el estilo. Era el tipo de conversación insulsa que siempre tenía la gente pero servía para romper el hielo. Eso sí, las incipientes conversaciones eran siempre interrumpidas por algún miembro de la familia, casi siempre una mujer, que gritaba algo que nadie nunca entendía y la halaba a ella a su casa y a él hacia el carro en el que traían los animales.

Pero con el tiempo encontraron la forma para verse a escondidas, por apenas algunos minutos, para darse regalos. Hubo un alto intercambio de cartas y fue así que se enamoraron. No hubo besos ni abrazos ni tacto de ningún tipo. Tampoco se habían conocido sus costumbres ni gustos. El amor había nacido únicamente porque cada uno había reconocido en el otro algo que no había en los demás y era un interés en algo diferente a los asuntos de siempre para la gente del pantano.

Carta vino y carta fue y así creció el amor hasta que las familias se enteraron y entonces siempre había alguien junto a ellos, listo para prevenir un encuentro de la pareja. No hubo más cartas sino apenas un cruce de miradas en días afortunados. Así fue durante un tiempo hasta que, por un descuido de uno de los cuidadores, ella pudo pasarle a él una carta que lo invitaba a escaparse, a través del pantano. Él aceptó y ahora estaban los dos en aquella canoa, flotando a la deriva.

Ya no hablaban de nada, solo se sostenían de la mano y miraban el cielo, las formas de las nubes y, cada uno por su lado, imaginaba una vida que jamás tendrían.

La verdad, la que ellos no sabían, era que ambos eran tan simples como todos los demás. Estaban tan contaminados con las costumbres y las tradiciones de sus familias, que no había manera de vivir una vida independiente de ellos. Además, el amor que decían sentir no era real, era apenas un cariño que había crecido al ver la posibilidad de una vida distinta, fuera de sus casas.

Más tarde ese día, se arrepintieron de su escape y volvieron a sus casas. Solo se volvieron a ver una vez, en la que se miraron pero ya no reconocían al otro, ya no era importante. Tan solo les quedaba el recuerdo del pantano, el lugar donde podrían haber sido pero simplemente no fueron.

lunes, 13 de octubre de 2014

Amor y amistad

 - No.

Se quedaron entonces en silencio, bastante incómodos el uno con el otro. La mesera vino con la orden que habían hecho: un chocolate caliente con pastel de queso para uno y un café negro con croissant de almendras para el otro.

Mientras Jorge, el del chocolate, tomó un sorbo de su bebida, Tomás no hacía nada. Su café humeaba frente a él pero solo miraba por la ventana, a un punto perdido en la calle.

Jorge preferiría no decir nada. Tenía hambre y por eso comía pero no tenía la mínima intención de seguir la conversación.

 - Porque no?

Tomás lo miraba a los ojos. Jorge trató de que su expresión no fuera de exasperación. Suspiró.

 - Porque somos amigos.
 - Y ? Que tiene?
 - Que te quiero como amigo.
 - Por favor...
 - No quiero dañar nuestra amistad? Ok?

Tomás por fin tomó un sorbo de café. Se quemó la lengua pero no se quejó. Le pegó un mordisco al croissant y mientras tragaba, pensó en que decir.

 - Como podríamos dañarla?
 - Porque nada de eso me sale bien!

Había subido voz y la gente los estaba mirando. Eso no les importaba. No a Jorge, que se sentía herido.

 - Le hemos pasado muy bien estos días... Nos hemos acercado más.
 - Lo sé. Por mi culpa en parte.
 - Culpa suena como algo malo.
 - No he estado en mi mejor momento.
 - Me gustó mucho ir de viaje juntos, solos. Nunca lo habíamos hecho.
 - Sabes que necesitaba irme.
 - Sí...

Jorge toma otro sorbo de chocolate. De pronto ya tiene nada del entusiasmo que hasta hace algunos minutos lo invadía. Estaba de nuevo como antes, sumido en una tristeza inexplicable.

 - Me gusta nuestra amistad y significa mucho para mí.
 - Para mi igual.
 - Yo nunca tuve un amigo hombre... No uno de verdad. Y contigo puedo compartir cosas y pasarla  bien y me gusta. No quiero que eso se vaya, no ahora.

Tomás veía la mano de Jorge tan cerca pero se contuvo como pudo. Sabía lo que él había pasado y estaba contento porque ahora por fin parecía estar pasando su mala temporada. Y definitivamente no quería ser la causa de otro mal en su vida.

 - El último día del paseo...
 - Que?
 - El último día, me desperté antes que tu. Te vi dormir un rato, antes de bañarme.

El otro se siente incómodo pero Tomás no puede dejar de decirlo.

 - Me di cuenta de que...
 - No.

Jorge lo detiene con esa sola palabra. Eso sí, no logra detener una única lágrima que sale de uno de los ojos de Tomás.

Él se la limpia casi al instante y decide tomar otro poco de café, para tratar de calmarse. La mesera se acerca y les pregunta si desean algo más. Jorge le dice que por ahora nada y sonríe con debilidad.

Toma otro sorbo de chocolate y trata de controlar esa voz interna, tal vez más aventurera que su yo de diario. Hay mucho en riesgo y no es el momento para ponerse a apostar con lo poco que se tiene.

 - Y Manuela?

Tomás ríe.

 - Que pasa con ella?
 - No la has olvidado o sí?
 - Tu sabes que sí.

Esta vez mira la mano de Jorge y sin dudarlo la toma. La aprieta con suavidad y Jorge deja que suceda.

 - Siempre terminan las cosas mal. Siempre quieren algo.
 - Alguna vez terminarán bien. Y creo que me conoces lo suficiente como para saber que quiero y que  no.
 - No quiero intentar más. No quiero más dolor gratis.
 - Porque?
 - Porque me asusta que nos terminemos odiando. Eso me dolería más que cualquier cosa. Si fueras  un desconocido sería distinto.

Jorge retira la mano y se cruza de brazos, sin decir más. De nuevo, es como si se creara de la nada un muro invisible entre los dos.

Ninguno termina lo pedido. La mesera viene de nuevo y pregunta si puede retirar los platos y los dos asienten, sin decir nada ni cruzar la mirada.

Cuando la mujer regresa con la cuenta cada uno pone exactamente lo que debe y no más, no más cortesías entre los dos, al menos no hoy.

Se ponen de pie y salen del negocio, al frío de la tarde de domingo. El viento sopla bastante y los dos caminan juntos a la parada del autobús. Al fin y al cabo, viven en el mismo barrio.

Se sientan en la banca del paradero y no dicen nada hasta que Tomás sonríe y Jorge lo voltea a mirar.

 - Que?
 - Te acuerdas del perro que quería venir con nosotros?

Jorge también sonríe.

 - Sí, hubo que bajarlo del carro como cinco veces.
 - Que raza es esa?
 - No sé... Collie?
 - No... Es otra. No sé como se llaman.

Y de pronto silencio de nuevo. Pero esta vez se miran cara a cara y sonríen. Los daños son menos graves de lo previsto.

Cuando llega el bus, se suben los dos y se sientan uno al lado del otro, Jorge contra la ventana porque se baja después de Tomás. Miran hacia el frente o por la ventana.

 - Como vas con el guión para Julieta?
 - Bien... Ya casi lo termino.

El turno es de Jorge.

 - Ya pasaste los diseños para el concurso?
 - No.

Jorge respira profundo.

 - Porque?
 - No sé... No tengo cabeza para eso ahora.

Silencio de nuevo. Ahora es más duradero. Se acercan al barrio y los dos saben que no tienen mucho tiempo más de decir nada, no hoy que es cuando cuenta.

Sin embargo, Tomás se despide en voz baja y apenas se baja empieza a llorar en silencio. Tan mal se siente, que casi trota para llegar a su apartamento. Allí, se dirige a su cuarto y se acuesta en su cama, con los ojos húmedos y rojos.

Casi una hora después, a punto de dormirse, escucha el sonido de su celular.

Se levanta de la cama y mira la pantalla. Es un mensaje:

QUIEN MÁS VA A ENTENDERME? MARATÓN DE ALIEN?

Jorge sonríe. Se pone la chaqueta rápidamente y sale como un rayo del lugar.

sábado, 11 de octubre de 2014

Sueños

Estaba acostado en una cama y sabía que lo estaba mirando a él, sin conocerlo. No se movió ni dijo nada, solo contempló la hermosa vista que había desde la habitación así como el movimiento de la delgada cortina por el viento que entraba y el personaje que estaba recostando sobre la baranda del balcón.

No le veía el rostro al hombre que estaba afuera pero veía que solo tenía puesto unos boxers y nada más. Sabía que estaba soñando pero todo parecía perfecto. De pronto el sueño cambió y ahora estaba en un tren, lleno de gente.

Estaba sentado entre de una anciana que tejía algo y una chica gótica que escuchaba música. Se levantó de la silla porque sabía que la siguiente estación era su parada. Se cogió de un tubo junto a la puerta y esperó.

Justo cuando entró el tren a la estación, vio al tipo del balcón, de nuevo de espaldas. Estaba en la estación, caminando hacia la escaleras eléctricas. Apenas se bajó, corrió detrás del hombre del balcón pero había muchas personas y empujarlas parecía no servir de mucho. Siempre quedaba muy detrás del tipo y nunca lo pudo alcanzar.

Corriendo por un pasillo, se tropezó y cayó al piso con fuerza. Y el sueño cambió de nuevo. Esta vez estaba en un sitio muy extraño: parecía el interior de una de esas naves espaciales de las películas. Incluso estaba vestido con un uniforme parecido al que llevaban los actores.

La gente lo saludaba y el parecía conocerlos, al mismo tiempo que no tenía idea de que era lo que pasaba. Se acercó en un momento a una ventana y pudo ver a través de ella al planeta Tierra, o eso parecía.

Retomó su caminata por el lugar y vio mucha gente que conocía, de la infancia, del colegio, de la universidad, del trabajo... Todos parecían estar allí y se conocían los unos con los otros, algunos se daban la mano y otros incluso se besaban en público. Era muy extraño.

De nuevo, vio al hombre del balcón de espaldas y lo siguió. Por los pasillos de la nave espacial hasta que, esta vez, pudo alcanzarlo. Cuando le tocó el hombre, el tipo se dio la vuelta. No lo conocía o al menos no conscientemente.

El tipo era más alto que él y, no se podía negarlo, era bastante atractivo. Solo le sonreía y se tomaron de la mano.

Ahí cambió el sueño de nuevo, esta vez por algo más simple y familiar. Estaba en su cuarto, con todo lo que conocía de siempre. Y el chico del balcón estaba con él, durmiendo en la cama. Él se puso de pie y lo contempló un buen rato. Quería escuchar su voz, para hacerlo más real pero se veía tan en paz y tranquilo dormido que no quiso despertarlo.

Se sentó en la silla del escritorio y siguió contemplando al hombre en su cama hasta que por fin se despertó.

A su lado estaba su novia y se sintió culpable, como si hubiera traicionado su confianza con solo imaginar a otra persona en sus sueños. La relación estaba deteriorada y, de hecho, ella estaba allí para intentar mejorar las cosas.

La quería pero como a una amiga, algo que nadie quería escuchar. Habían tenido relaciones y él no había estado muy interesado y creía que lo mejor era no fingir lo contrario. Para que? Todo tiene que terminar algún día.

Cuando ella se despertó, tomaron café en la cocina y hablaron. De mutuo acuerdo, terminaron. Se abrazaron y despidieron. Ella se cambió y se fue y el se quedó allí, tomando su café en la sala.

Entonces sonrió, al ver un pequeño cuadro en la pared opuesta: era una fotografía de la isla griega de Santorini, con sus edificios blancos. En primer plano, se veía una pequeña casa con una gran terraza pero no había nadie allí.