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lunes, 24 de octubre de 2016

Sexo y música

   Cuando lo besé, sentí que las rodillas se me doblaban solas, como si mi cuerpo de repente dejara de responder o como si todas mis fuerzas y espíritu estuvieran entregadas a ese solo momento. Me acerqué más, mientras sentía su espalda con mis manos sobre su ropa. Él hizo lo mismo pero empezó más abajo y de un momento a otro me tomó con fuerza y alzó mi cuerpo y me llevó, sin dejar de besarnos, a mi habitación. Allí no prendimos las luces ni cerramos las cortinas. No hicimos nada más sino besarnos y disfrutar el cuerpo del otro.

 Las prendas de vestir fueron cayendo al suelo, una a una, hasta que no tuvimos ninguna más encima y se trataba solo de nuestros cuerpos, el uno contra el otro. Sus besos pasaron de mi boca al resto de mi cuerpo y mientras todo sucedía me di cuenta de lo bien que me sentía, tan bien como jamás me había sentido en mi vida. Sentía como si mi piel fuera ultra sensible, sus besos eran simplemente lo mejor de la vida. Y sus besos me hacían sentir más de una cosa al mismo tiempo. Hacía mucho eso no ocurría.

 Afuera, la noche cayó y una suave llovizna cayó sobre la ciudad. Pero ninguno del dos se dio cuenta hasta el día siguiente, cuando amanecimos el uno sobre el otro, con las sábanas enredadas por el cuerpo. Apenas me desperté, tomé el cubrecama y nos cubrí a los dos pues hacía mucho frío. Él ni se dio cuenta pero su cuerpo parecía estar temblando ligeramente por el frío. Le di un beso en la espalda, cubrí nuestros cuerpos y me quedé dormido en apenas segundos. Tuve un sueño tranquilo que duró apenas algunas horas.

 Cuando me desperté de nuevo, él ya no estaba a mi lado. Por un momento pensé que se había ido sin decir nada pero entonces escuché un sonido de la cocina y me puse de pie para ir a ver de que se trataba. Cuando llegué, lo vi delante de un par de sartenes, usando una espátula para hábilmente voltear unas tostadas francesas. También había hecho tortilla de huevo y tenía la botella de jugo lista a un lado. Por un momento, me dediqué solo a contemplar su cuerpo, los hermosos brillos que tenía, su sensual silueta natural.

 Cuando se dio cuenta que estaba allí, me sonrió y se disculpó por tomar de mi comida pero le dije que no había problema. En pocos minutos sirvió y desayunamos juntos en el sofá, sin ropa y con algo de frío, pero sin dejar de vernos el uno al otro. Cuando nos despedimos, después de ducharnos y hacer el amor de nuevo, cada uno quedó en la mente del otro de manera permanente. Solo podíamos pensar en ese día y en todo lo que había ocurrido. No podíamos decir otra cosa que había sido una de las mejores experiencias de nuestra vida.

 Cuando llegué a la productora al día siguiente, muchos me preguntaron sobre mi sonrisa. Querían saber que era lo que había pasado, quién me había regalado esa felicidad. Pero yo no dije nada y rápidamente los encaminé de nuevo al trabajo. Teníamos mucho que hacer para promocionar dos nuevos álbumes de dos artistas muy diferentes: una era una joven cantante de jazz, que tocaba unos tres instrumentos y era bastante atractiva. La compañía le había ofrecido mucho dinero y se esperaba que fuera uno de los grandes descubrimientos de la empresa.

 Pero el que más me interesaba ver era el nuevo cantante de rap que había descubierto en un bus hacía relativamente poco. Teníamos otra cita ese mismo día para discutir las condiciones para trabajar juntos. Me había sorprendió cuando dijo que tenía un representante. Era obvio que lo consiguió de última hora pero eso nunca me había preocupado. Sonreí cuando me di cuenta que era Alejandro y por eso nos conocimos y tras solo algunos tragos fuimos a mi apartamento y pasó lo que pasó. El cliente, por supuesto, no sabía nada.

 Primero fue la cantante de jazz. Con ella íbamos más adelantados, eligiendo sus mejores canciones y a los músicos que la acompañarían en la grabación. Tuvimos que negarle a uno de los que había recomendado porque simplemente no era muy bueno que digamos. Se notó en su rostro que ella no estaba muy contenta con ello y fue al final, casi en la puerta, que confesó que ese era su novio y que temía que la relación pudiera ponerse complicada. Luego escuché a alguien diciendo que eso era algo bueno pues escribiría más canciones de despecho.

 Mi cita con Alejandro y su protegido era después del almuerzo. Todo el rato estuve pensando en él pero también en como haríamos para fingir que nada había pasado. Nunca me había metido con nadie con el que hiciese negocios y sabía que no era la idea más inteligente del mundo. Pero ya estaba hecho y había que trabajar pensando en lo que era y no en lo que yo quería que fuese el mundo. Traté de comer lo mejor posible para no estar nervioso y cuando me avisaron que subían para la reunión, creo que empecé a temblar.

 Cuando lo vi, instintivamente sonreí. Él no correspondió y supe que estaba siendo inmaduro al no saber diferenciar una cosa de la otra. Así que me controlé y los saludé a los dos de la mano. Tuvimos una larga conversación de lo que el cantante quería: honrar su color de piel y su herencia cultural en todo el proyecto, ojalá con músicos y técnicos que fuesen también negros, como todo el que lo rodeaba.  Quería ser un orgullo para su familia y su comunidad.

 Le dije que no habría problemas pues si algo nos había gustado de él era su originalidad y su energía. Después de eso pasamos al estudio de grabación y le pedí al cantante que por favor nos mostrara algunas de sus canciones originales. La primera que cantó fue muy enérgica, parecía una pelea de boxeo en la que claramente él estaba ganando. La canción iba sobre la fuerza de su gente y la opresión que había recibido toda la vida de los demás. En ese momento sentí la mirada de Alejandro por un momento pero cuando quise corresponder, la movió.

 La siguiente canción era sobre la violencia y las muertes que lo habían afectado, casi todas violentas. Eran unas líricas bastante pesadas pero sabía muy bien cómo llevar esas letras. Había mucho que pulir pero sin duda tenían a un gran artista en sus manos. Yo ya estaba listo para empezar a firmar cosas pero entonces el mismo joven me dijo que quería cantar una más, porque creía que valía la pena hacerlo allí mismo, en ese momento. Como insistió, decidí dejarlo.

 La letra de la canción era bastante más fuerte, más explícita, llena de contenido gráfico. Se podía manejar un poco, cambiando algunas palabras y ofreciendo dos versiones, una apta para todo público y la versión para adultos. Pero entonces empezó a relatar algo en la canción que me pareció muy familiar: algo de unos… Es mejor no repetir la palabra. Solo digamos que era un insulto que claramente se refería a Alejandro y a mi. Y al seguir cantando, pude darme cuenta que el chico sabía mucho más de lo que aparentaba.

 Cuando se detuvo, les dije que podían seguir a la sala de juntas si deseaban firmar el contrato. En ningún momento subí la mirada para ver a los ojos al cantante o a Alejandro pero cuando se alejaron en busca del ascensor, solo el cantante me miró con una mirada cargada de odio. Fue solo un segundo pero se sintió como un golpe directo en la mandíbula. No entendía que había pasado. Alejandro tal vez le había contado o tal vez se había dado cuenta de alguna manera. ¿Pero porqué esa actitud tan desafiante, desaprobándonos a los dos?


 Fue mi asistente quien les hizo firmar todo y me avisó cuando se fueron. Me sentía traicionado. Pero no había razón para ello. Al fin y al cabo que no nos conocíamos de hacía tanto tiempo. Apenas sabíamos un poco el uno del otro. Era más que todo el odio que había en la canción y que él no hubiese reaccionado lo que me afectó. Cuando mi asistente trajo los papeles para que yo los guardara. Al mismo tiempo me llegó un mensaje al celular. Decía “Tenemos que hablar”.  Las firmas en los papeles explicaban y confundían al mismo tiempo: cantante y representante eran hermanos.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Una vez y otra más

   Mientras me ponía los pantalones y apretaba el cinturón, escuché ruidos que venían de afuera de la habitación. Me di cuenta entonces que él no había salido al baño sino que se había ido a otra parte del apartamento. Seguí mirando el sitio con curiosidad ya que me gustaba bastante por donde estaba ubicado, como estaba arreglado y por la espectacular vista de la ciudad que había por la ventana. A pesar de ser tan temprano en la mañana, no había nada de la usual neblina. En cambio se alcanzaba a ver por varios kilómetros y era algo hermoso.

 Terminé de vestirme, revisé tener la billetera y mi celular y salí de la habitación con cierta rapidez. Normalmente nunca me quedaba en la casa de nadie hasta tan tarde y tenía que llegar a la mía, en la que no vivía solo. No es que a mi compañera de apartamento le importara mucho a que hora llegara o cuando pero a mi cerebro le gustaba pretender que era algo importante. Creo que me hacía creer que estaba siendo responsable de alguna manera aunque eso no tenía el más mínimo sentido. Me detuvo un momento frente a un espejo de cuerpo entero en el pasillo.

 Me peiné como pude, aunque mi cabello no parecía tener muchas ganas de hacer lo que yo quisiera. Para eso debería haberme duchado, algo que él había ofrecido pero, de nuevo, yo solo quería irme. Me arreglé la ropa un poco y seguí caminando hacia lo que era la salita del apartamento. Me gustaba mucho esa zona porque el techo era en bajada por ser en el último piso. Había una viga de madera que le daba cierta personalidad al espacio. La vista desde allí era igual de increíble. Por un momento me pregunté cuanto dinero ganaría él en su trabajo.

 Me asustó al aparecer de la nada. O bueno, por aparecer del lado al que yo no estaba mirando. La cocina estaba de ese lado y no debía haberme sorprendido tanto pero pegué un salto bastante exagerado y le hice caer al suelo un vaso de jugo de naranja que llevaba. El liquido se expandió por todo el suelo, manchando también una pared y una linda alfombra de estilo persa que tenía debajo de la mesa de centro de la sala. Mi reacción inmediata fue de vergüenza. Me agaché a recoger los vidrios y el me dijo que no me preocupara por ello.

 Fue cuando vino con la escoba, el recogedor y un trapo, cuando me di cuenta de algo: él seguía sin ropa, tal como había salido de la habitación. Por alguna tonta razón, eso me hizo sentir incomodo, a pesar de que ya lo había visto desnudo por un buen rato. Me sentí infantil al rato, cuando me di cuenta de cómo me había sentido. Fue una sucesión de sentimientos y pensamientos que ocurrieron en un espacio de tiempo muy pequeño. Y él, sin decir nada, se puso a limpiar el jugo regado y a recorred los vidrios con gran habilidad.

 Como yo no podía o no quería hablar, no pude decirle que no se molestara con el jugo. Por eso volvió y me sirvió un vaso y me invitó a tomarlo en la sala. Hice algo un poco grosero que fue tomar todo el contenido del vaso, sin respirar, en unos pocos segundos. Estiré la mano para darle el vaso y él me lo recibió un poco impresionado. Me dirigí hacia la puerta con cuidado, tratando de no pisar las partes pegajosas del piso o cualquier partícula que brillara. Cuando llegué a la puerta principal, fui a decir algo para despedirme pero un trueno en el exterior me calló.

 De repente, sin previo aviso, una lluvia torrencial empezó a caer afuera. Me quedé mirando la ventana con la boca abierta y luego, sin pensarlo mucho, mis ojos pasaron a la silueta de su cuerpo contra la poca luz que entraba por la ventana. De verdad que era un tipo muy lindo, su cuerpo me gustaba mucho y, había que decirlo, era muy cariñoso. Moví los ojos hacia otro punto y entonces dije, casi gritando, que ya me iba y que pediría un taxi en la recepción del edificio.

 Él me miró y me dijo, con total tranquilidad, que podía quedarme el tiempo que quisiera. Y como por lanzar un pequeño dardo, agregó que nadie me estaba echando. Eso me hizo sentir muy mal porque él tenía razón al decirlo. Me estaba comportando como un jovencito y no como un hombre adulto. Así que por eso, por la culpa, caminé hacia él y le pregunté si lo podía ayudar a limpiar. Él me dijo que quedaría un poco pegajoso por un tiempo pero que no tenía ganas de limpiar en ese momento, que lo haría más tarde con productos de limpieza como tal.

 Caminó entonces a la cocina para botar los pedazos de vidrio y me dejó solo mirando la lluvia que caía como si el cielo se hubiese roto. Me quedé allí de pie por un buen rato hasta que me di cuenta que me estaba comportando de manera rara de nuevo. Así que me senté en el sofá que había allí y me quité la chaqueta. De alguna manera hacía más calor en el apartamento que el que seguramente hacia fuera. Entre la lluvia podía ver árboles y eso me hizo pensar en mis decisiones, en mi vida, en lo que hacía y en lo que no.

 Rompió mi pensamiento el ruido de vidrio. Esta vez él había puesto dos vasos de jugo sobre portavasos en la mesita de centro, así como un plato con lo que parecían croissants pequeñitos. Me dijo que algunos tenían queso y otros chocolates. Se sentó desnudo a mi lado y tomó uno de los croissants y un vaso de jugo. Empezó a comer sin decir nada, solo mirando por la ventana y nada más. Yo decidí hacer lo mismo, a ver si eso rompía el hielo que yo había formado con mi mala actitud. Me di cuenta que no quería irme sin dejar las cosas bien. No tengo ni idea porqué.

 Le pregunté cuanto pagaba de arriendo. Era una pregunta un poco rara para hacerle a alguien que casi no conocía. Al fin y al cabo nos habíamos visto en contadas ocasiones. Sin embargo, el sonrió y me hizo recordar que esa era otra cosa que me gustaba mucho de él. Me contó que el apartamento era de su padre y que, al morir, se lo había heredado directamente a él. Es decir, solo pagaba servicios y nada más. No sabía si decir algo positivo o decir que sentía lo de su padre. Opté por lo segundo.

 Él negó con la cabeza, todavía sonriendo, y me dijo que siempre había tenido una relación bastante especial con su padre y que había sido su manera de decir que confiaba en él. No insistí en el tema pero ciertamente me pareció muy interesante. Le dije que me gustaba mucho la vista y él respondió que lo sabía. Eso me hizo sonrojar y pensar en que había hecho yo para que él se diera cuenta de ello. Tal vez en la habitación me había quedado mirando hacia el exterior en algunas ocasiones. Me dio mucha vergüenza pensarlo.

 Entonces el me tocó la cara y me dijo que le gustaba como me veía con la luz que había en la habitación. Seguí rojo porque no esperaba que dijera algo así. No le agradecí porque sentí que eso no hubiese tenido sentido. La lluvia siguió cayendo mientras terminamos la comida y la bebida. No se detenía por nada y yo me resigné a que simplemente no iba a tener una mañana de domingo como las de siempre, en la que permanecía metido en la cama hasta bien tarde, cuando me daban ganas de pedir algún domicilio de una comida no muy sana.

 Él entonces me dijo que se disculpaba si me parecía un poco raro que no se vistiera pero es que así se la pasaba todos los domingos. Me confesó que no se bañaba en esos días y que por nada del mundo salía a la calle. Le gustaba usar el domingo para adelantarse en series de televisión o películas que no hubiera podido ver antes. Yo le dije que hacía lo mismo y empezamos hablar de las series que nos gustaban y porqué. Resultó que estábamos viendo la misma y que teníamos las mismas ideas respecto a los personajes y sus intrigas.


 Cuando la conversación se detuvo, me invitó a ver un capitulo en el televisor de su habitación. Acepté y nos pusimos de pie para caminar hacia allí. Casi cuando llegamos, me detuve frente a la puerta del baño y le pregunté, de la nada, si podía bañarme ahora, ya que lo había ofrecido antes. Me dijo que sí y yo, sin decir nada, lo tomé de la mano y terminamos juntos bajo el agua caliente de la ducha. Hicimos de nuevo el amor y luego vimos televisión. Y hoy puedo decir que he estado viniendo a este apartamento por los últimos dos años. Las cosas pasan como tienen que pasar.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Reír en un funeral

   No pude contener la risa que se acumulaba dentro de mi cuerpo. Fue como cuando se agita mucho una bebida gaseosa y está estalla porque tiene que haber una manera de liberar toda la presión generada. Así me sentía yo excepto que lo que había generado mi carcajada no era presión sino un recuerdo de lo más privado que había surgido en el peor momento posible. Estaba en un entierro, en el entierro de la persona con la que había compartido ese recuerdo. Más de una persona me miró como si yo mismo lo hubiese matado o algo peor.

 Lo habían matado sus ganas de aventura, su afán por estar en todas partes haciendo un poco de todo lo que hacían los demás. Él no podía quedarse atrás, no soportaba vivir una vida sin emociones ni nada que lo sacudiera de su asiento. El día que lo conocí me di cuenta de ello pues había acabado de llegar de un viaje de varias semanas por el Amazonas. Le contaba a todo el que quisiera sus aventuras por el río y por la selva. El contaba todo como si fuera muy gracioso pero había muchas anécdotas que no tenían nada de eso. Y sin embargo él se reía de sus propias vivencias.

 Le parecía muy chistoso que se hubiese cortado con una rama y que varias pirañas le hubiera mordido los pies antes de que lo hubiesen podido sacar del agua. Igual que casi haber pisado una anaconda y encontrarse con varias criaturas excesivamente venenosas. Él lo veía todo como una verdadera aventura y parecía ignorar el peligro en cada una de las situaciones. Cuando lo conocí mejor me di cuenta de que se preocupaba pero sus ganas de vivir eran mucho más grandes que eso. Quería estar y hacer todo lo que se pudiera y eso fue lo que me enamoró de él.

 Yo nunca fui ni parecido a como era él, tan lleno de vida y arriesgado en todas sus decisiones. De hecho, yo siempre he ido a lo seguro en mi vida. Por eso me sorprende recordar que fue él quién me llamó después de ese primer encuentro. Fue él quien quiso conocerme a mi y creo que ese es uno de los misterios más grande que jamás podré resolver. No me explico como alguien como él se interesó en alguien como yo. Y sin embargo empezamos a salir y nos divertimos mucho. Nuestras personalidades se complementaban bien, para mi sorpresa.

 Cada vez que se iba de viaje a algún lado o  cuando practicaba algún deporte peligroso, yo le pedía que solo me contara al respecto después de haberlo hecho todo. No quería que me dijera los detalles antes, no quería preocuparme por él. Pero cuando no lo veía igual me preocupaba así que todo daba lo mismo. Fue después de que se fracturara una pierna que me pidió que viviésemos juntos. Fue la mejor decisión que tomé y tuve la fortuna de poder compartir con él varios momentos en nuestro lugar común. Fue lo mejor para ambos.

 Y ahora esto aquí, tratando de reír todo lo que puedo en un cubículo del baño para no seguir riendo en mitad de la misa que su familia ha ofrecido. A él no le hubiese gustado para nada, pues no creía en lo mismo que ellos pero al parecer eso a su familia le daba lo mismo. Yo protesté pero mis derechos no eran los mismos, ni para ellos ni para la gente de la funeraria. Así que mi deseo de algo privado se fue un poco por la borda y tuve que aceptar lo que viniera con tal de poder asistir.

 Lo que me había hecho reír era su sonrisa. Normalmente nunca hubiese mirado el cadáver porque no creo que ese sea él. Tal vez fue el envase en el que venía pero la persona que adoré y sigo adorando ha dejado ese cuerpo hace tiempo y simplemente no está ahí. Sin embargo, me acerqué de nuevo porque me sentí obligado por las miradas acusadoras de su familia y amigos, que parecían desafiarme en todo. Nunca les había gustado porque en vez de atar a su hijo a un solo lugar, lo había dejado ser quien era. Creo que me culpaban de su muerte.

 Cuando vi su cara, maquillada y ligeramente sonriente, recordé cuando había visto esa sonrisa pícara antes. Por eso se me salió una carcajada y no pude parar ni estando en el baño. Nadie entendía mis razones y no tenían porque hacerlo ya que lo que yo recordaba nunca nadie lo iba a saber o al menos no era muy posible. Esa sonrisa era la misma que me había dirigido muchas veces cuando hacíamos el amor. Podíamos estar en el proceso durante varias horas y, en los momentos de descanso, él me dirigía esa misma sonrisa.

 Mi carcajada fue producida por el recuerdo particular de un día lluvioso, en el que él me dirigió esa sonrisa y traté de acercarse a mi como si fuera alguna especie de gran felino de la selva. Pero puso una de sus manos muy cerca del borde de la cama y se resbaló, golpeando su mentón en la cama y luego resbalando todo hacia el suelo, cayendo de la manera más graciosa que nadie hubiese caído antes. Esa vez también reí, mientras lo ayudaba a levantarse. Reí más cuando vi que tenía un ojo morado y varios cortes en la cara, como si hubiese estado en una pelea.

 La gracia del momento duró por mucho tiempo pues a cada rato tenía que inventar razones para el morado y todas ellas me hacían reír con ganas. Solo una vez dijo la verdad y la gente pensó que estaba bromeando, lo que me hizo reír aún más. Algo que me gustaba mucho era que él siempre me decía que le encantaba mi manera de reír. Me molestaba siempre preguntando si era una geisha, pues tengo la costumbre de cubrirme la boca al reír. Eso me causaba más gracia y nos acercaba siempre cada vez más. Creo que dormimos abrazados todo el tiempo que estuvimos juntos.

En el baño del cementerio, pude calmarme al fin. Me eché algo de agua fría en la frente y traté de relajarme lo que más pude. Uno de los lavabos goteaba y se oían los ruidos sordos de las voces de la gente al otro lado de la pared. Me di cuenta de repente que no quería estar con ellos, no estaba listo para volver. Y no porque me fueran a mirar como un alienígena de nuevo, sino porque necesitaba estar solo. Algo me hacía sentí vacío de pronto, como si me faltara algo.

 Obviamente, así era. Fue cuando empecé a llorar y dejé que mis lágrimas recorrieran mi rostro sin detenerlas. Me sequé los ojos después de un buen rato, cuando sentía que no podía llorar más, que ya estaba demasiado débil para seguir drenándome de esa manera. Igual antes ya había llorado mucho: en el momento en el que me avisaron de su muerte, cuando tuve que reconocer el cadáver, cuando llegué a casa y sus cosas por todas partes… No creo que la gente entienda en lo más mínimo como me sentí en aquel momento y ahora que lo vi de nuevo.

 Creo que a él le hubiese gustado que riera en su funeral. Estoy seguro de que hubiese reído primero y me hubiera besado con intensidad por hacerlo. Le encanta todo lo que era fuera de lo común, lo que se salía de las normas de la sociedad. Esa era su razón por haber decidido estar conmigo. Decía que, aunque yo no lo veía, era la persona más especial que existía en el mundo porque no era nada común. Decía que mi sonrisa me hacía un ser único e irrepetible y que no hubiese podido dejar pasar la oportunidad de estar conmigo.

 Yo siempre me reía cuando me decía todo eso. No le creía ni media palabra pero lo que sí creía era que me quería y yo ciertamente lo quería a él. Teníamos algunos planes para el futuro. De hecho el día que iba a regresar de su viaje, íbamos a empezar a buscar opciones para poder formalizar legalmente nuestra relación. No lo habíamos hecho porque era muy complicado pero de repente nos dimos cuenta que valía la pena afrontar todas esas barreras. Con tal de que lo hiciésemos juntos, no había nada que nos pudiese detener.


 Pero él nunca llegó. Y ahora me tengo que enfrentar a las miradas frías de sus familiares y amigos, de gente a la que nunca vi en nuestros momentos más felices. Nunca lo vi cuando él me contaba con emoción todas sus locas vivencias, nunca los vi cuando compartimos nuestras preocupaciones y vivimos momentos difíciles que superamos juntos. Así que la verdad no me importa. Que me miren todo lo que quieran pues ellos nunca sabrán que hacer el amor con la persona que más he querido podía ser otra más de sus grandes aventuras.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Casi el final

   Tan rápido como había empezado se empezaba a terminar. Es extraño decirlo y pensarlo, pero el tiempo es así, parece escurrirse entre nuestros dedos e irse quién sabe a dónde y quién sabe a que. Desde el primer día estuve dispuesto al cambio, a vivir un poco para variar y creo que las posibilidades fueron aumentando con cada día que pasaba. Es extraño mirar hacia atrás, observar lo que era y lo que soy, lo que había y ya no está.

 No es que sea una persona completamente diferente porque para eso tendría que pasar algo terrible, creo yo. Al menos tendría que ser algo demasiado difícil de comprender al comienzo, o algo por el estilo. No sé quién habla ahora, si todavía soy yo o es ese que hace un rato cayó dormido porque así me ha empezado a pasar ahora, no sé si por el clima o por el cambio de horario que todavía me trastorna de manera inconsciente. No sé que es, pero ahí está.

 Otra vez ruidos. Siempre ruidos aquí y allá y en todas partes. La gente aquí parece tener dificultad para callarse, para pensar un poco en vez de hablarlo todo como si fuera la oficina de algún psicólogo frustrado. Aquí a la gente le gusta hablar pero, por extraño que parezca, nunca hablan de nada real. Siempre son supuestos o cosas que de verdad no importan para nada, siempre es alguien más o detalles de sus vidas que ni a ellos deberían importarles.  Pero así son y así serán hasta que se mueran, nada los va a cambiar ahora.

 Disculpen. Les decía que mi mente no ha cambiado por completo y por eso todavía sigo sin querer entender a la gente. Me sigue molestando el rumor de sus voces cuando creen que nadie los escucha: sus voces en mis oídos suenan como tanques de batalla. Es insoportable que haya tanto ruido en un lugar como mi habitación, pero cuando salgo a la calle el ruido parece ser menor. Será que me acostumbro a él o algo por el estilo.

 No, me quito su risita idiota de encima y recuerdo mis ansias antes de viajar, antes de emprender el próximo camino que ya no tiene mucha más vida que vivir. Hace casi un año pero sigo recordando que no fue como la primera vez. Esa en la que mis ojos se llenaron de lágrimas y quise volver tan pronto me fui. Esa vez en la dejaba las cosas de una manera y volví para encontrarlas igual. Es raro. Esta vez será lo opuesto y sin embargo me afecta menos.

 Esta vez siento que llevo otro equipaje conmigo, llevo experiencia, si es que así se puede llamar. Llevo un peso enorme encima, pero no es de aquellos que pesan en el alma, el corazón y la mente sino uno que quiero usar para mi ventaja. No todo lo que parece malo lo es, y por eso creo que todo lo que llevo conmigo puede ayudarme después, en la oscuridad.

 El calor es ahora el que me desconcentra. Todavía oigo su risa o lo que sea allá lejos. Creen que nadie los oye y eso me parece desagradable. Me parecen desagradables ellos mismos. Eso es algo que no ha cambiado para nada, sigo sintiendo que la gente es igual de arrogante y estorbosa aquí que allá y que en cualquier parte. Es algo que no me gusta para nada, pero es un hecho de la vida que tengo que aceptar. Hay gente que no debería usar su voz para cantar…

 Mi cuerpo se siente diferente. Me di cuenta hace poco que lo siento distinto, me comporto distinto con él, como si me lo hubiesen cambiado sin darme cuenta y ahora lo estuviera aprendiendo a usar de nuevo. Sé que es el mismo, eso es obvio, pero se siente nuevo en ciertas partes, se siente mejor y me agrada más. Qué extraña sensación, que raro es poder sentirse así como nunca creí que me fuese a sentir. Es agradable, pero me da un poco de susto andar por ahí, así de confortable.

 Y sin embargo sigue sin importarme nada porque me he dado cuenta que nada de lo demás importa. Los demás no importan en el sentido que no puedo amarrar mi vida a lo que otras personas piensen. Esto lo digo y todavía es algo con lo que lucho día a día porque no he superado todas las pruebas al respecto. Sigo siendo el mismo que se siente intimidado por la mirada de los demás, como si pudieran ver a través mío. Mejor dicho, como si yo no estuviera aquí. Eso duele.

 El amor y esas cosas siguen siendo un misterio al cual nunca sabré si deseo acercarme. Cambiar de latitud y longitud no ha cambiado eso en lo más mínimo. Sigo considerando que no estoy listo para eso, sea lo que sea eso.  Porque admito que no entiendo todavía muy bien que es lo que es el amor entre dos personas. El amor de familia sí que lo entiendo e incluso la amistad, que es un tipo de amor bastante agradable y útil. Pero el romántico, no lo entiendo para nada.

 El sexo, en cambio, lo he aprendido a entender mejor. ¿Cómo? Muy simple: dejándome llevar por el momento y lanzándome a aguas antes desconocidas. No voy a detallar todo porque no creo que sea el punto de este ejercicio, pero sí puedo decir con completa confianza que la experiencia sexual tiene mucho que ver con mi nueva aceptación de mi cuerpo.

 Incluso el ejercicio no sexual, y esto sí que suena gracioso, es algo que he aprendido a aceptar dentro de mi vida. Y tengo que confesar que los beneficios han sido varios, no solo en el aspecto relacionado a mi cuerpo sino a la manera como enfrento cada día. Creo que esa adrenalina ayuda un poco a mi mejora interna.

 Sin embargo, no es que me guste hacer ejercicio ni nada parecido. Sigue siendo para mi algo a lo que tengo que enfrentarme desde cierto ángulo para que no sea un momento difícil en el día. De hecho, tengo que confesar, sigo haciendo de cada jornada un horario casi estricto que pocas veces admite sorpresas. Es algo un poco insano, lo sé, pero es la mejor manera que tengo para enfrentar la vida en este momento. Eso suena un poco trágico, pero no quise que sonara así. En fin.

 Ahora pongo música para contrarrestar el sonido de las voces porque me molestan. Es una pareja y creo que están en mi mismo apartamento. Me fastidia tener que compartir y así ha sido desde siempre. Lo gracioso es que aquí no he tenido la opción de no compartir pues con una experiencia ya vivida se sabe muy bien que sirve y como manejarlo todo, en especial el dinero que sigue siendo esa fuerza que mueve los engranajes de todo en el mundo, así uno no lo quiera admitir.

 Por algo uno de mis sueños, de los pocos que tengo porque el concepto de sueños es algo que me molesta ligeramente, es el de poder ganar dinero por mí mismo. Quiero llegar al momento en mi vida en el que me paguen por hacer algo, lo que sea. Y poder vivir con ese dinero, tener un sitio mío, todo para mí, para compartir solo cuando yo quiera y no cuando a los demás se les dé la gana de que sea compartido. Ese es mi sueño y espero lograrlo pronto. Por favor…

 Creo que fue bueno dormir esos treinta minutos en la tarde, cambian la perspectiva que uno tiene de la vida. Esa siesta me impulsó a escribir ahora algo que voy a publicar mañana, después de dar ese último paso de los muchos que vine a dar aquí. De hecho, hay muchos más pasos que dar, pero esos son adicionales, no planeados, de aquellos que no me entusiasman tanto pero que aprendo a querer poco a poco, como hijos del alma.

 El calor del día se ha ido de a poco. Ya quiero sentir algo de frío en la piel aunque me gusta vestirme para el calor, de pronto por aquello que me gusta más mi cuerpo que antes. Es muy extraño todo… Me pregunto que estaré haciendo dentro de otro año o dentro de cinco. ¡Ni se diga dentro de diez! No… Prefiero no hacerlo porque entonces me entra el miedo de verdad, ese que se amarra en mi cerebro y no me deja ir hasta que me quita toda la energía que tengo.


 Ahora que me detengo un momento, no sé muy bien que es lo que acabo de escribir. Creo que solo quería decir que me siento bien pero que el futuro, como siempre, es esa bestia oscura a la que odio enfrentarme. Por eso la evito y vivo de a poco, dando un paso y después el otro. Caminando descalzo a un lugar del que no tengo la más mínima idea. Deséenme suerte.