Mostrando las entradas con la etiqueta sueños. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta sueños. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de junio de 2016

Las pequeñas cosas

   La gente no sabe nada. La gente no tiene idea de lo que significa algo para alguien más, de lo que algo insignificante puede simbolizar para alguien que no tiene tantas cosas alrededor. Puede que sea cierto el hecho de que, en el mundo de hoy, se le ponga atención a un montón de cosas que la verdad no tienen nada de importancia. Pero así son los cambios, así son las nuevas olas que vienen a reordenar todo lo que no estaba bien ordenado. Porque las cosas que son estables y que tienen sentido no tienen porqué cambiar con el tiempo. Eso es evidente.

 No sé de qué estoy hablando y al mismo tiempo siento algo de rabia. Me siento un poco susceptible, tal vez por el virus que tengo en el cuerpo. O tal vez sea porque estoy solo y me siento solo y todo me hace sentirme cada vez peor. Siento que me atacan de un lado y de otro, siento que no quieren dejarme un piso sobre el cual caminar y es entonces que me pregunto: ¿que fue lo que hice?

 Sinceramente no sé que hice, a quien, como o cuando. No tengo la más remota idea si es eso o es que tengo complejo de persecución y en verdad no ha pasado nada como eso. Tal vez soy solo yo que creo que todos vienen por mi pero tal vez la realidad de las cosas es más evidente y recurrente de lo que pienso en primera instancia. Tal vez no se trata de nadie más sino de mi. Es decir, estas cosas pequeñas que me afectan tanto puede que sean mi culpa, incluida el virus que tengo.

 Ya me está doliendo la cabeza de nuevo, un poco detrás de los ojos. Me duele al tragar y también me duele el cuerpo, los pies y todo lo demás. Sin embargo cocino y hago ejercicio, trato de no encerrarme y hacer nada pero creo que podría ser una buena opción si las cosas siguen como están. Esas cosas pequeñas, eso que va pasando poco a poco, va rompiendo lentamente la resistencia de las personas, como las olas del mar rompen los obstáculos que les ponen.

 No puedo pensar bien. Ni siquiera sé si tiene sentido lo que estoy pensando. No sé si alguien me persigue o si todo es culpa mía. La verdad no tengo problema con que todo sea culpa mía pues no me sorprendería tampoco. No soy tan importante como para que alguien me siga y quiera destruirme. Soy tan insignificante que me daría risa que alguien se dedicara a destruirme a mi cuando hay mejores rivales.

 Me duelen los oídos también pero eso es porque me los tapo para dormir. No soporto el ruido de la gente en la mañana y no me gusta que me nieguen el derecho a dormir. Ya tengo suficiente con no poder dormir yo, no necesito que nadie empeore esa situación. Tal vez la falta de sueño tenga que ver con todo esto. Tal vez deba dormir más…

 Pero eso hice ayer. O traté de hacerlo, al menos. La verdad es que no cambió nada. Da igual si duermo o no, si me pongo sobre mi cabeza o me siento a no hacer nada. Parece que no hay cambio pero sin embargo las cosas pequeñas sí cambian y me saca de quicio. Me duele un poco y lo reconozco pero como no sentirse mal por algo que ha estado ahí por tanto tiempo y ahora ya no existe. Es una lástima completa.

 Antes tenía un lugar al cual acudir cuando me sentía mal, cuando quería que me subieran el animo. Después pasé a otro y ahora tampoco lo tengo. Creo que son lugares comunes que necesito, en los que me siento cómodo. Pero ya no. ¿Como sentirme cómodo de donde me echan? Eso no tendría ningún sentido. Creo que me he quedado sin ese rincón que solía necesitar o tal vez todavía necesite. Creo que ya no lo tengo y no sé si todavía me importa, es muy pronto para saberlo.

 Lo que más me preocupó, de entrada, fue recuperar todo lo que había construido. Al menos sé que eso, parcialmente, está a salvo. Y digo parcialmente porque no es por completo. Algunas palabras se han perdido, algunas conexiones que existían y ya no están. Ya no volverán a ser y se habrán perdido para siempre. No creo que importe pues esas cosas cambian todos los días y no se mantienen estables jamás, a lo largo de ninguna de nuestras vidas.

 Tal vez le estoy dando demasiada importancia pero no lo sé. Como acabo de decir, apenas lo estoy procesando. Apenas estoy asimilando que hay una parte de mi que está furiosa, hay una parte de mi que tiene rabia. Pero también quiere volver a comenzar, quiere volver al ruedo y reiniciarlo todo de nuevo.

 Pero de eso no estoy seguro. Yo no soy como aquellos que dicen que si fallas una vez lo intentes una y otra vez hasta que aciertes. A mi eso me parece una tontería. Si solo fallas una vez e intentas de nuevo y vuelves a fallar, es hora de salirse del camino y dejar que atropellen a alguien más. Me parece que es lo más sensato que se puede hacer. Hay que saber rendirse en algún momento, saber cuando parar.

 Y creo que esta es una de esas oportunidades que me gritan: “¡Para!”. Y creo también que es hora de escuchar. Al menos por ahora no tendré el mismo empuje, las mismas ganas de hacer las cosas, de ir por ellas y de mostrarme orgulloso ante todo. Ya lo he hecho y lo único que ha respondido el mundo es que no le interesa en lo más mínimo lo que yo haga o lo que no haga. Al mundo no le importo pues somos demasiados y no tendría el mínimo sentido.

 Eso no significa que no haya gente a la que le importe. Claro que la hay. Pero todos sabemos que eso casi nunca es suficiente, siempre queremos más y más. Incluso yo, que no me considero una persona con ambición, quisiera que algo más de gente me apreciara o viera cosas en mi que yo no haya visto, con en las películas. Pero esas películas son inventos, son bonitas ilusiones que no reflejan nada la vida real de las personas. Son artificios que sirven solo para distraernos de nuestras aburridas vidas reales.

 Creo que por eso me gusta el cine. Porque me gusta sentirme engañado y hay engaños que son muy efectivos y saben llegar directo al alma. Algunos están tan bien hecho que es un placer contemplarlo y disfrutarlo, solo o con compañía. Yo casi siempre lo he hecho solo pero en ocasiones también con otra gente y, en esos caso también, las expectativas pueden variar bastante. En fin, todo el mundo es distinto.

 Por eso a algunos les dará igual lo que me pasó hoy a mi. Es ridículo despertar y ver que una parte de tu mundo, una pequeña parte, ha cambiado y las consecuencias que eso tiene para todo tu pequeño planeta, para las tontería que crees y en las que no crees nada, lo que piensas y lo que no y todas las variables que existen. Es todo un chiste que muchas veces no tiene la mínima gracia. El punto es que no es lo mismo para todos, de eso estoy seguro.

 Algunos caminarán derecho y pensarán: “¿Bueno, y a mi que me importa?” y seguirán su paso firme hacia delante, como siempre. Para otros será el fin del mundo e incluso derramarán lágrimas y se echaran a morir durante un tiempo sobre sus camas o en el mismo suelo. Tendrán recuerdos claros con esas pequeñas cosas y los tendrán en la mente como una de esas películas, pero con un guión todavía mucho más dramático y mucho menos pulido e interesante.

 En mi cabeza no sé qué pasa. El dolor de garganta que tengo hace una semana tiene la primera fila pues parece que se le da la gana de irse y eso me da miedo de verdad. Me pone a pensar como un loco y no quiero ponerme a pensar porque puedo llegar a conclusiones alarmistas que ahora mismo no me sirven de nada.


 Y además está todo lo demás, todas las otras cosas en las que tengo que pensar por estos días, por estos tiempos, y la cabeza no me da para tanto. Las pequeñas cosas son una patada fuerte en mi zona más vulnerable pero son cosas que pasan y que el tiempo se lleva como cuando se barren el polvo de la casa. Todo es polvo en esta vida, incluidos nosotros. Así que, sea o no sea nada, debo seguir porque me toca.

domingo, 13 de marzo de 2016

Él no existe

   Me pasa seguido. A veces cuando veo a alguien que me gusta en alguna parte o a veces solo cuando mi mente se queda en blanco y no tengo nada en particular en que pensar. Mi mente se va yendo lentamente y entonces se forma siempre la misma imagen en mi mente. Bueno, no siempre es la misma ya que con el tiempo ha ido cambiando un poco pero lo básico siempre es igual: estoy yo y está él y no hay nadie más sino nosotros. A veces se trata solo de un beso y otras veces es un abrazo suave, que puedo llegar a sentir si estoy muy inspirado en el momento. A veces también puede ser hacer el amor o momentos antes o después de eso. Varía mucho y no sé de que dependa, probablemente de mi ánimo del momento y de la persona que imagine.

 Después es que la realidad me golpea en la cara y caigo en cuenta que nada de eso es verdad y que, en mi vida, eso ha pasado tan pocas veces que las puedo contar con los dedos de una mano y me sobran dedos. Claro, habrá quién diga que con dos veces que te pase eso en la vida es suficiente pero eso sería cierto si la segunda vez fuese más duradera o las dos. Pero en mi caso ni siquiera estoy seguro de haber sentido algo real alguna vez. La verdad es que no sé que he sentido ni que han sentido por mi, pues es difícil preguntar semejante cosa. Además las personas rara vez darán una respuesta real, si es que todavía se les puede preguntar. Y para mi el tiempo sí que pesa bastante. No es lo mismo una relación de tres meses que una de un año o más. No hay punto de comparación.

 Cuando voy por la calle o donde haya gente, pasa que también tengo esos pequeños momentos en los que imagino cosas. Pero lo divertido del cuento es que no me imagino en mi mente a la persona que estoy viendo en vivo sino que la transformo un poco, principalmente porque lo más normal es que no conozca la voz de la persona y mucho menos su personalidad y manera de ser. En mi mente siempre son amables y bastante cariñosos, de hablar suave y de modales impecables. Siempre se preocupan por mi y saben exactamente que decir para sacarme una sonrisa o para hacerme sentir mejor. Me los imagino perfectos o casi.

 A uno así no he conocido nunca. Puedo decir, y no quiero decir con esto que esté orgulloso, que he salido con muchos durante buena parte de mi vida. Y sí, confieso que no ha sido precisamente para buscar amor para siempre. Normalmente siempre empiezo al revés y sé muy bien que eso nunca termina bien. Es decir, eso nunca va a llegar adonde yo de verdad quisiera que llegaría. Si te acuestas con un hombre de entrada, el respeto se pierde casi al instante, así como el misterio y esa gana como de descubrir y tratar de ganarse a la persona averiguando como es y todo eso. Siempre lo he hecho mal y lo sigo haciendo.

 Me besan con suavidad, con tiempo, como si no importara nadie más sino nosotros. Me encanta que lo hagan así porque eso para mí quiere decir que hay mucho más que un interés rápido. Por eso en mi imaginación todos se toman el tiempo, todos dicen mi nombre y yo sé el de ellos. Siempre sé como son aunque a veces ni siquiera les veo la cara, sobre todo en sueños, y la verdad es que no sé de donde salen ni porqué. Pero no importa pues ahí están. O ahí está. Nunca he sabido si lo que imagino es a uno que puede ser muchos o a muchos que representan a ese único que quisiera conocer algún día. Supongo que la idea es que sea alguien tan especial que no sepa yo nada en absoluto. Así que no me molesta si no entiendo todo.

 El otro lado de las cosas es que, en la realidad, los chicos siempre se interesan en otro tipo de hombres para salir y esa es una verdad del mundo de los hombres que les gustan los hombres. Si alguna vez se lo preguntaron es igual que entre hombres y mujeres: hay unos que invitarías a casa a presentarle a tu mamá y hay otros que nunca dejarías que se acercasen, ni siquiera a tus amigos. Eso es así con todo el mundo. Y yo, y no es por hacerme la victima, siempre he estado del lado de esos a los que nadie quiere que conozcan. Bueno, al menos en casi todos los casos porque también he conocido un par de madres. Lo malo es que, con el tiempo, se revela que no era yo el tipo de persona para aquello entonces soy yo mismo el que me pongo en el grupo de los que están solo por un tiempo.

 Antes de dormir me sucede mucho, que pienso bastante en el tema. A veces es sexual pero a veces, si hace frío, me imagino unos brazos a mi alrededor, el sentir de una piernas entrelazadas con las mías y entonces sonrío aunque no haya nadie. Para mi ese es el punto fuerte de una relación, el momento en el que se comparte algo tan intimo como la cama, que para mi siempre ha sido algo tan personal. Además creo que es algo que imaginamos todos en algún momento, sin importar quienes seamos. Porque querer compartir un momento como ese, de palabras susurradas y calor compartido, creo que es algo que todos idealizamos y nadie deja de pensar.

 Irónicamente, yo jamás he dormido con nadie. Es decir, nunca he pasado la noche a dormir en la cama de nadie. Esto tiene una simple explicación: como dije antes, soy de los que no presentas a nadie y como uno de estos pasa seguido que me piden que me vaya o simplemente me dan ganas de irme porque se siente todo muy incomodo cuando ya ha terminado. Así que ni siquiera hay necesidad de decir nada. Solo coge uno sus cosas y se va, sin más. Confieso que me encantaría quedarme toda una noche con alguien pero entiendo que eso requiere algo que nunca he conocido y es alguien al que de verdad le gustes y que no tenga problemas de ningún tipo. Y que de paso tu tampoco los tengas. Se requiere algo de madurez.

 Por eso todo lo que imagino suele pasar en un futuro próximo, obviamente desconocido. Es un lugar muy bonito donde todo parece posible, donde todo es lo que yo quiero que sea y como quiero que sea. Ese futuro próximo me ofrece cosas que siempre he querido y no solo a aquella persona que me quiera sino también un trabajo ideal, un hogar bonito, incluso una mascota que nunca he tenido y tal vez ni vaya a tener. Por eso cuando me imagino con él, nos imagino en ese lugar solo para nosotros. Ya no se trata de encuentros fugaces o de momentos. No quiero tener solo pequeños fragmentos que no sirven de nada por si solos. Quiero tener algo más sólido y real y por eso mi mente me lleva a un mundo complejo que sé es irreal.

 Porque la realidad es que no tengo mucho para ofrecer. De hecho, hace poco decidí no tener como prioridad el buscar o encontrar a nadie para tener una relación. Es cómico, pues esa decisión no cambió en nada mi situación ni mi vida ni como pasaban las cosas, principalmente porque no era que tuviese muchas opciones o que saliera mucho y conociera gente o cosas así. Fue solo una decisión porque estaba cansado, frustrado de que siempre todo sea para los demás y nada sea para mí. Fue un momento en el que pensé: “Creo que merezco eso y más. Y no tengo porque conformarme con lo poco cuando sé que merezco lo mucho”. Como dije, no me ha servido de nada pero al menos creo que ahora tengo una visión algo más madura del tema. No estoy cerrado ni abierto. Solo estoy.

 Veces incluso hablamos. Hablo con ese ser imaginario que está dentro de la misma clasificación que un unicornio o el ave fénix. Y él me responde y me toca como si yo le gustara. Y me gusta y casi me hace llorar, por razones que conozco muy bien. Porque esa persona lo que hace es reforzarme, viene a apoyarme y a decirme las cosas que nadie nunca me ha dicho con honestidad. Obviamente sé que yo lo controlo todo, siendo mi imaginación, pero es difícil no emocionarse al imaginarse a semejante ser humano. Es perfecto en todo sentido. O al menos lo es para mí y creo que eso es lo que cuenta.

 Pero nadie es así. Y si lo es, no es conmigo. Me gusta la fotografía y me la paso viendo fotos de todo un poco y cuando veo esos chicos que son el estereotipo de chico que todo el mundo busca, me doy cuenta que terminando desarmándolos y veo que detrás no hay nada pues no me creo por un momento que alguno de ellos se pudiese acercar a mi con intenciones de las que ocurren en mi mente. Simplemente no he avanzado tanto para tener esa clase de confianza en mi mismo, que de hecho no es confianza sino sería para mí mentirme sin tapujos. Y para qué decirme mentiras? No me serviría de nada y yo lo único que quiero es que alguien se fije en mi existencia. De ahí en adelante, ya veremos.


 Por ahora lo tengo a él. Que me deja abrazarlo, que huele levemente a duraznos en el cuello y que tiene los pies fríos y me gusta calentar. Él no existe, no es real. Pero, por ahora, es lo que tengo. Y lo amo por eso.

miércoles, 13 de enero de 2016

Perro del fin del mundo

   El perro dejaba las marcas de sus patas en la playa pero se iban borrando tan pronto pisaba. El arena estaba muy húmeda en esa zona y nada duraba allí, ni siquiera las plantas, que habían decidido retirarse a la zona más alta de la playa. La textura hacía parecer que ya no fuera arena sino que fuese una especie de lodo pegajoso pero el perro casi no lo notaba pues avanzaba a paso lento pero seguro por la franja costera.

 El pobre animal había estado caminando por días y por eso las ganas y la energía para trotar habían dejado su cuerpo hacía mucho. El agua sabía extraño por esas partes así que también estaba algo deshidratado pero de todas maneras seguía caminando, seguro de que sus patas lo llevarían al lugar al que quería ir. Lo que hacía era seguir su instinto y ese campo electromagnético que todos los seres vivos sienten que los atrae a ciertos lugares y que los repele de otros. Él no lo entendía pero de todas maneras hacía lo que tenía que hacer.

 De repente de la arena salió un cangrejo. Era grande y había quedado quieto al ver al perro. Sus pinzas se abrían y cerraban despacio y producía algo de espuma en su boca. Parecía pensar en algo. El perro solo lo miraba. Le hubiese gustado ladrarle o perseguirlo o hacer algo más que no fuese quedársele mirando como un tonto pero sabía que llevaría las perder así pudiera hace cualquier de esas cosas. No estaba en condiciones para pelear con nadie, sobre todo si ese alguien tenía armas incorporadas.

 El cangrejo finalmente se movió a un lado, como si tuviera intenciones de meterse al mar, pero lo que hizo fue dar una vuelta cerrada y caminar en la dirección que el perro estaba siguiendo. Entendiendo que tenía que continuar, el perro siguió al cangrejo por un largo tiempo. Tanto tiempo fue que la noche se acercaba, con la tarde tiñéndose de un rojo absoluto que reinaba el mundo desde hacía un buen tiempo.

 Caminaron más, hasta que el frescor de la noche llegó y todo pareció estar incluso más calmado que antes. Eso sí, las noches no eran como antes cuando los insectos hacían conciertos por aquí y por allá, alegrando cada jardín y cada espacio salvaje con sus canciones. Ya no había muchos insectos y los que quedaban no eran del tipo que cantaban, más bien del tipo que comían carne en descomposición.

 Cuando la luna empezó a iluminar el paisaje costero, el cangrejo por fin se detuvo y el perro se le acercó. La criatura marina no lo atacó, solo se retiro por fin al mar, dejando que las suaves olas lo fueran envolviendo hasta que fuese arrastrado al fondo. Cuando el perro no lo vio más, se dio cuenta de dónde estaba: la desembocadura de un riachuelo, una fuente de agua dulce que no había visto en varios días.

 El perro se acercó con cuidado, bajando una pequeña pendiente que daba al río como tal. Bueno, río no era porque era casi un hilo de agua el que podía llegar hasta el mar, pero era más que suficiente para beber y recuperar fuerzas. El perro bebió y bebió sin cansarse, ingiriendo toda la cantidad de liquido que su cuerpo pudiese aguantar. Cuando por fin se sintió satisfecho, mucho tiempo después de que el cangrejo desapareciera, se echó en la parte superior de la pendiente y durmió a pierna suelta, cansado de un viaje demasiado largo.

 Soñó imágenes borrosas, unas tras otras, pero lo que sí oía con completa definición eran los sonidos y las voces que había en los sueños. Y se despertó de golpe cuando volvió a escuchar la voz de su amo. Apenas abrió los ojos, miró a un lado y otro, como buscándolo. Incluso utilizó su olfato para asegurarse que todo había sido un sueño. Se echó de nuevo sobre la arena, deprimido y adolorido en más de una forma. Extrañaba de sobre manera a su amo, que no veía desde hacía mucho tiempo. Lo más probable es que nunca lo encontrara pero valía la pena buscarlo.

 Se quedó dormido una vez más  Ya no soñó más nada y pudo descansar su cuerpo y su mente para en verdad estar en paz consigo mismo. Era la única manera de continuar su viaje. Al otro día, lo despertó el agua que lo salpicaba en la cara: el riachuelo ahora sí era un río y amenazaba con llevárselo si no se levantaba. Lo bueno, era que por alguna razón se había acostado del lado opuesto al que había llegado. Si no lo hubiera hecho así, seguro hubiera tenido que buscar tierra adentro por algún cruce sobre el agua.

 Se dio cuenta que el río tenía ahora un color marrón desagradable y que ya no parecía muy bueno para beber de él. El agua además arrastraba al mar pedazos de troncos, hojas y otros objetos que parecían hechos por humanos, Se quedó mirando el raro espectáculo hasta que se dio cuenta que el río crecería aún más, a juzgar por el olor del ambiente que denotaba una tormenta acercándose. Como no quería mojarse ni estar allí para más agua marrón, emprendió su camino por la costa de nuevo.

 En efecto, las gotas empezaron a caer suavemente después de algunas horas de viaje. No caían con fuerza sino con insistencia, como anunciando la tormenta que se iba a desprender en cualquier momento. El perro miró a un lado de la playa y vio que la vegetación era allí más salvaje de del otro lado del río. Seguramente lo mejor era cruzar por ese paraje en vez de quedarse en la playa donde no habría donde resguardarse cuando la tormenta decidiese llegar con vientos, lluvia y demás.

 Pisar pasto y musgo era agradable para sus patas, era como flotar. Pero también había lodo y residuos de lo que hacía tiempo había sido la civilización. En efecto, después de caminar un poco más, se cruzó con un pueblo fantasma. La verdad era que no se había cruzado con ninguna población desde que había salido de la suya en busca del mar. Después de todo, recordaba que su amo poseía otra casa cerca de la playa pero no recordaba exactamente en dónde. Por eso ahora recorría la playa, tratando de recordar donde era para así llegar a esa casa y de pronto reunirse con su amo.

 Pero ese pueblo no tenía nada que ver con la casa de playa que buscaba. Era un lugar casi destruido, con pocas estructuras todavía de pie. La severidad de las tormentas recientes se podía ver allí: muros completamente destruidos, vegetación por todos lados y causante de parte de la destrucción y casi nada de vida fuera de las plantas. El perro pudo notar, sin embargo, que había un nido en un rincón de una de las casas pero no había huevos ni ave ni nada. Lo que había era una rata muerta y otra que se la estaba comiendo.

 Si hubiese tenido energía, se hubiese comido a la rata. Pero el perro cada día se sentía peor, el cuerpo le pesaba como si llevara una carga demasiado pesada para su demacrado cuerpo y comer un animal que posiblemente estaba más enfermo que él no le llamaba mucho la atención. Además había recargado algo sus baterías con el agua del riachuelo. De hecho aprovechó estar en eso lugar tan horrible para orinar sobre unas plantas y así ayudar a su crecimiento, si es que eso todavía era posible.

 Cuando pasó el pueblo, llegó a una carretera. El asfalto era de esas cosas que los seres humanos habían inventado que no se borraba con nada y menos aún estando la memoria de su existencia tan fresca. Fue allí, viendo las borradas líneas en el suelo negro y un letrero caído en el suelo que el perro se dio cuenta que estaba cerca de su destino.

 Fue entonces que empezó a correr como loco, sin importarle el dolor y lo mucho que cada paso le cobraba a su cuerpo. El dolor iba en aumento pero a él ya no le importaba nada más porque sabía que ya no había tiempo para nada. Al fin y al cabo su pelaje estaba lleno de parches y no podía comer así quisiera. Así que solo corrió y corrió hasta que de nuevo el mundo se tiñó de rojo con el atardecer.

 Fue entonces que por fin encontró la casa que tanto había buscado. La entrada para él seguía allí y estaba abierta. Era pequeña así que la recorrió en poco tiempo pero fue entonces que se dio cuenta que su amo no estaba allí y que posiblemente su destino ahora fuese el mismo que el de él.


 Lo mejor, pensó, era echarse a descansar en la cama sobre la que se había acostado tantas veces desde que era cachorro. Allí había aprendido varias cosas sobre los seres humanos, sus locuras y genialidades, pero sobre todo sus ganas de querer y de ser lo mejores posible cada día. El perro olfateó por última vez el olor de su amo y cerró los ojos para dormir por siempre.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Dolor de sueño

   Lo único que podía hacer era arquear la espalda, girar la nuca para un lado y para el otro y tratar de encontrar una nueva posición en la que dormir. Pero como todos sabemos, eso no es posible. Muy pocas personas son tan adaptables y yo simplemente nunca he sido una de esas personas. Intento acostarme boca arriba y lo único que hago es dejar los ojos abiertos y mirar al techo, así la oscuridad sea completa. Si duermo de lado, siento que estoy atrapando uno de mis brazos y siento como se va durmiendo lentamente. Ya me ha pasado antes que me duermo encima de uno y a la mañana siguiente me siento como una marioneta.

 Lo mío, sin lugar a dudas, es dormir boca abajo, con la cabeza girada, ocho veces sobre diez, hacia la derecha. No tengo ni idea de porqué es la única manera en que me quede dormido. Puede que cuando era un bebé tomé esa costumbre y ahora no la dejo por nada del mundo. No lo sé y la verdad puede llegar a ser bastante molesto.

 Comprar un nuevo colchón no era una opción pues la casa no era mía y simplemente no iba a gastar un dinero en algo tan personal para que después alguien lo usara más que yo. Nunca me ha gustado hacer caridades y menos aún cuando no tengo el poder adquisitivo, o mejor dicho el dinero, para hacer semejantes contribuciones. Así que simplemente trataba de encontrar mi mejor ángulo para dormir y listo.

 Una vez, recuerdo, estaba haciendo mis ejercicios de cuello y espalda en un tren, uno que iba considerablemente vacío, y varias personas se me quedaron mirando, como si jamás hubiesen visto a alguien con cuello. Eran tantas miradas y de manera tan penetrante que agradecí llegar a mi parada para no tener que sentir todos esos ojos encima mío. Se sintió extraño y ese día solo caminé a paso veloz a mi casa para hacer allí los ejercicios y hacer que mi espalda crujiera y aliviara mi dolor.

 Averiguando por ahí, encontré una masajista que decía ser la mejor en males relacionados con el sueño, así que concertamos una cita y fui a su consultorio. El resultado fue bastante pobre y estoy seguro que cualquier persona que yo conocía hubiese tenido más fuerza en las manos que esa pobre mujer. Lo único que me causó al final de la sesión fue dolor y no solo físico sino en la billetera al cobrarme un precio exorbitante por haberme hecho sentir más dolor. Por supuesto, jamás volvería a un masajista ya que soy de las personas que juzgan a un grupo por lo que hace uno de ellos.

 La acupuntura ayudó y resultó ser más relajante pero la verdad era que requería más fuerza, más insistencia, y resultados más rápidos. No podía estar yendo a cada rato para citas a ver que podíamos ir trabajando. Así que la opción era buena pero no lo suficiente.

 Cualquier amistad que viniese a mi casa tenía que soportar la extraña pregunta: “Te parece muy raro si te pido que te sientes en mi espalda?”. A muchos sí que les parecía raro y descartaban la pregunta como si fuera una de esas moscas gordas que entran en las habitaciones únicamente a molestar. Otros, los mejores amigos sin duda, aceptaban así no estuvieran muy seguros de que tenían que hacen o como tenían que hacerlo. Pero al fin y al cabo que no era ciencia nuclear sino sentarse en mi espalda.

 Es magnifico lo útil que era a veces. Sentir el peso de alguien sobre ti, es obviamente intimidante y da mucho miedo por la parte de quedarse sin aire, pero también es algo liberador. Es como si los males que te aquejan adquirieran una forma física que puedes quitarte de encima cuando quieras y que puedes sentir más fácilmente. Y lo normal es que sea más fácil para nosotros manejar lo que vemos y conocemos que lo que no tenemos ni idea cómo es.

 Pero al cabo de un tiempo tuve que dejar de hacerlo pues ya no tenía ningún efecto. Una amiga me aconsejó entonces que fuese a un doctor. Me sugirió que tal vez mi dolor de espalda provenía de una falta de vitaminas y minerales esenciales y que de pronto tomando algún tipo de medicamente podría mejorar estado de salud.

 Odio ir al médico pero a esas alturas estaba dispuesto a intentar lo que fuera. El doctor era uno que había encontrado casi al azar. El caso era que hiciese los exámenes pertinentes y encontrara una manera de quitarme la incomodidad de encima. Hablaba con esa voz y esa paciencia que bordea en lo molesto, esa que tienen muchos doctores como si con solo la voz ya estuvieran salvando al planeta de su destrucción. Me revisó superficialmente y al final me pidió una muestra de sangre.

 Los resultados se demoraron una semana en estar listos y estaba seguro  que era tiempo suficiente puesto que la cantidad de sangre que me habían sacado era suficiente para una buena cantidad de pruebas. Esperé en una sala de varias sillas y donde todo el mundo se veía como si estuviese a cinco segundos de su muerte. Siempre he pensado que los hospitales y centros de salud son deprimentes, pero esta gente de verdad que no se estaba ayudando. Era tan horrible estar ahí, que tuve que ponerme de pie y esperar admirando falsamente un afiche sobre enfermedades venéreas.

 Cuando por fin me hicieron pasar, seguí rápidamente al consultorio y me resultó especialmente curioso que el doctor no estuviese solo sino que estuviese acompañado de quién parecía otro doctor. Me iban a coger de conejillo de Indias o mi doctor era de esos que creo que cualquier momento es bueno para socializar, así haya elegido la carrera que más restringe cualquier construcción social en el mundo?

 Al rato me respondió que ese señor era un especialista del sueño que trabajaba cerca y que estaba interesado en mi caso. Por un segundo me dio risa pero después decidí mejor no reírme y únicamente sentarme al lado del doctor que no conocía.

La verdad fue que sentí como si hubiese viajado en el tiempo a la época en que iba a clase y no entendía ni jota de lo que me decían. Esto porque cuando los doctores hablaron, quedó en ceros completamente. Sé que me decían cifras y hablaban de algunas vitaminas pero también de compuestos que yo ni conocía pero también decían nombres raro y asentían entre sí como si fuera lo más obvio del mundo pero yo, con el pasar de cada segundo, entendía cada vez menos.

 No soy bueno en momentos así, cuando me siento con mayores desventajas que otros. Y la verdad es que con el tiempo he aprendido a no ser un idiota y a poner mi pie en el suelo y exigir que mi presencia sea reconocida. Así que lo que hice fue ponerme de pie de golpe y salir del consultorio. Fue tal cual, sin decir nada ni despedidas ni ninguna floritura social de esas que a la gente le fascina. Solo me fui.

 Al no ser una película, obviamente nadie salió corriendo detrás de mí. Además la cita estaba pagada por mi seguro entonces podía hacer un poco lo que se me diera la gana. En cuanto al tiempo del doctor ese, la verdad me da igual. Como gasta uno su tiempo es problema exclusivamente propio, así que cuando caminé esa fría mañana hacia un café y me senté a desayunar, no tenía la menor culpa.

 Sin embargo, el problema persistía. Como suele pasar, el cuerpo recuerda cosas de un momento a otro y de la manera más cruel: apenas me senté sentí como si la espalda se me fuese a romper ahí mismo. El dolor fue máximo y quise gritar pero no dije nada pues nunca me ha gustado llamar la atención. Entonces llegó el mesero y le pedí lo que quería. Se me quedó mirando raro pero se fue al instante.


 Cuando se movió de mi campo de visión, me di cuenta de algo que no había intentado en estos días para remediar mi dolor. Era una respuesta tan obvia, que me reprendí por no ser tan ágil como para haberlo pensado antes. Cogí el celular y empecé a escribir para arreglar todos los detalles. Como sabía, todo fue a mi favor y de la mejor manera posible. Cuando el mesero volvió con mi pedido, lo recibí con una sonrisa y un guiño. Puede que lo que iba a hacer no funcionara pero el ejercicio no me vendría mal después de todo.