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lunes, 22 de junio de 2015

Ópera

   Abajo, las personas empezaban a tomar sus asientos y a acostumbrarse a la vista que tendrían del espectáculo por las próximas dos horas. La mayoría venían muy bien vestidos, de gala, con trajes impecables. La cantidad de colores era alucinante, así como la cantidad de estilos. Eran unas ochocientas personas las que iban sentándose poco a poco. Algunos se encontraban con amigos y otros llegaban primero que sus amigos y se les veía preocupados de guardar asientos, aún cuando todos tenían un código asignado. No había niños, todos eran adultos que habían venido a ver a la más grande estrella de la ópera que nadie hubiese visto en el país. No era algo que pasara con frecuencia y todos estaban muy emocionados de poderla oír en vivo.

 Ella era rusa, como suele pasar con la mejores cantantes de ópera que son siempre rusas o italianas. Había nacido en alguna ciudad pérdida del país pero había sido descubierta cuando joven y sus padres la habían apoyado con todo lo que habían podido para que lograra el sueño que tanto deseaba que era ser una cantante profesional y así viajar por el mundo y ser reconocida en su patria y en cada rincón del planeta. Tenía ya casi cuarenta años y podía decir que todo lo que se había propuesta para si misma se había cumplido. Era famosa y la gente ahora formaba grupitos para pedirle autógrafos. La llamaban de varias ciudades para participar en obras y vivía de gira casi todos los meses del año. Se cansaba pero amaba tanto el escenario que se le olvidaba todo una vez allí.

 En uno de los palcos bajos estaba sentada una de las pocas mujeres que no llevaba un traje de gala sino algo un poco más…vulgar. No era la chica con más sentido de la moda pero tampoco tenía nada más para asistir a algo por el estilo. El hombre con el que estaba, unos treinta años mayor, le había pedido que fuera con él y que él pagaría la noche acorde a eso. La joven se hacía llamar Jazmín y era una dama de compañía empezando en el negocio. Evidentemente tenía mucho que aprender porque había notado todas las miradas desde que había entrado y sabía que no eran porque hubiese sorprendido con su belleza o algo por el estilo. Nerviosa, no dejaba de halar su falda hacia abajo, lo que resultaba difícil con la mano de su cliente sobre una de sus rodillas.

 El espectáculo comenzó y nadie tenía mejor vista que los dos hombres que estaban en el cuarto de luces. Hoy en día era un sistema automático que solo debía ser vigilado, más no físicamente movido por un jefe de luces. El encargado era uno de los hombres pero ellos no parecían interesados en el espectáculo. De hecho, se besaban apasionadamente, tratando con habilidad de no quedar enredados entre los cables. No decían ni una sola palabras. Solo gemían por lo bajo y se oía el sonido de sus besos y de su respiración acelerada. Para ellos la ópera no era muy importante en el momento.

 El público miraba con atención el espectáculo. Era sin duda otra clase de obra, algo distinto de lo que siempre se había visto en el país y en este teatro en particular que era tan tradicional y, en muchos sentidos, chapado a la antigua. Hace poco lo habían remodelado a profundidad y por eso ahora todo era mejor: las luces, el vestuario, los sets. Todo era mejor ahora y el público lo veía y prácticamente todos estaban inmersos en la historia de una joven que era oprimida por su familia pero encontraba refugio en su jardín y en los animales de su granja. Se podía decir que era algo así como Cenicienta pero parecía ser algo futurista y el modo que utilizaban los recursos era diferente, casi revolucionario. En esta ópera, todos ponían atención.

 Natalya lo notaba. Ella era la figura de Cenicienta pero este personaje era mucho más lanzado, más caliente y ajustado a los tiempos modernos. La cantante no podía estar más contenta. Su voz había respondido bien a su usual tratamiento para poder cantar mejor y su público era uno de los más cautivos en los meses que llevaba haciendo esta obra por el mundo. Era su sueño hecho realidad, cantarles a ellos con la máxima dedicación y hacerles ver lo bello que podía ser el mundo si ellos se atrevían a verlo. Natalya reflejaba en su canto la fuerza de una mujer más valiente que ella pero tal vez menos dedicada y abnegada por el amor a su arte. Menos mal, el intermedio llegaba.

 Todos salieron al gran recibidor del teatro, donde Jazmín corrió al baño antes de que su cliente pensara en algo más que tomarle la mano. Los baños estaban llenos y ella quería esconderse. Buscando por un corredor, llegó a la zona de camerinos y encontró un baño vacío en el que orinó con tranquilidad y pensó en escapar de esta noche y perderse para siempre. Hacer esto no era lo suyo, acompañar a viejos verdes a eventos públicos y caminar por ahí como si ella perteneciera. Era un lugar y un espectáculo hermoso pero ella no pertenecía allí. Cuando salió, se tropezó con uno de los actores que se disculpó con una sonrisa. Le dijo que las damas tenían que tener más cuidado con sus tobillos. Ella rió.

 En el cuarto de luces, los dos hombres estaban quitándose la ropa mientras la gente volvía a entrar al teatro luego del intermedio. Estaban solo en ropa interior y se besaban ahora con suavidad, ya sin la agresividad de antes. La verdad era que ellos eran dos polos opuestos y ninguno de los dos sabía porque estaban a punto de tener sexo. Se conocían hace años pero nunca habían sentido nada el uno por el otro. Es más, el jefe de luces tenía una novia de cinco años y jamás había tenido un pensamiento homosexual. Al menos hasta ahora, cuando no podía parar tocar a su compañero en el cuarto de las luces.

 El público ahora estaba llorando o al menos así lo hacían la mayoría. La obra se dirigía a su final y se vislumbraba que las cosas no terminaban tan bien para esta Cenicienta. La pobre mujer, sirvienta dedicada que había ido a un baile sin permiso, ahora estaba en un calabozo, lentamente muriendo, esperando que su príncipe azul llegase para salvarla. Pero el príncipe estaba ocupado con otra mujer que había conocido, igual de hermosa y vivaz que la sirvienta. La diferencia era que Cenicienta no estaba y esa otra sí. El príncipe se casó con la otra y se dijo que vivieron felices por siempre, sin nunca más pensar en Cenicienta. Todo el público estaba en shock, ya sin lágrimas o sin respiración porque todo era creíble, real e incluso llegaba a los más profundo.

 El personaje de Natalya moría e iba al cielo, parte que más le gustaba. Aunque no quedaba con el príncipe, volvía a ver a su amada madre en el cielo y allí cantaban las dos juntas, denunciando la superficialidad de los hombres y la tragedia que es vivir por amor y que no sea correspondido. Natalya lo cantaba con fuerza y garbo, a pesar del estado de su personaje, porque se identificaba ya que había vivido cosas similares. Era un mujer famosa y con dinero y por eso la gente olvidaba con frecuencia que ella también tenía sentimientos y que las cosas le dolían así como le dolió que su mayor amor solo estuviese con ella por el estatus que le daba. Le infligió un dolor en el alma que ella usaba para darle potencia a su voz.

 Jazmín cogía su bolso con fuerza porque sabía que en minutos ya todo iba a terminar. La mujer que cantaba tan hermoso, atravesó una luz blanca y desapareció, anunciando así la muerte del personaje. Jazmín por un momento olvidó su vida y aplaudió con fuerza. Su cliente le dio flores para que lanzase al escenario y así lo hizo ella. Era algo trágico y ella se había dado cuenta que no quería vivir así. Mientras todos salían, le pidió a su cliente que se quedara y le explicó que ya no podían verse nunca más. Él le exigió una explicación pero ella no quiso decir nada. Se escabulló entre la cantidad de gente y tomó un taxi que la llevaría a su hogar, con su familia. Y mientras iba hacia allá, recordó a su príncipe del vestidor.

 En el cuarto de luces ya había acabado todo también. Los hombres estaban uno al lado del otro, cansados, sin poder recuperar el aliento. Ambos tenían sendas sonrisas en la cara y parecían muy satisfechos con ellos mismos. Lo curioso de la escena es que a pesar de estar entre cables, polvo y demás, estaban tomados de la mano. Pero ellos no eran conscientes de eso. Ni cuando se separaron para cambiarse ni cuando se despidieron fríamente y se separaron. La verdad era que para el jefe de luces había sido su mejor noche en años y para el otro hombre había sido solo algo de sexo casual, genial, pero casual al fin y al cabo.


 El público se fue a casa complacido por el espectáculo, recordando por siempre a la poderosa protagonista. Natalya guardaría el mejor recuerdo de este espectáculo ya que sería uno de los últimos, aunque eso ella todavía no lo sabía. Jazmín, quién de verdad era Damaris, volvió a su familia y les prometió jamás volverlos a defraudar. Eso tendría resultados mixtos pero al menos había vuelto a casa. El jefe de luces terminó con su novia y conoció, con el tiempo, a un hombre con el que podía tomarse de la mano y ser consciente de ello. El otro se perdió y nunca se supo que pasó con él.

miércoles, 29 de abril de 2015

Por amor al arte

   Todos los alumnos usaban sus carboncillos con habilidad y rapidez. Miraban por un lado del caballete por unos segundos y luego volvían a su dibujo, ya retocando los últimos detalles. Eran unos quince alumnos, entre chicos y chicas, todos distribuidos en un gran círculo alrededor de un cubo blanco. Encima de esa estructura estaba un joven de pie, mayor que los alumnos pero igual joven, totalmente desnudo. Imitaba la pose del gran David de Miguel Ángel. Era increíble ver la similitud en los cuerpos, incluso en el cabello, y la habilidad casi anormal de quedarse quieto por tanto tiempo.

 La profesora de la clase daba vueltas por todo el salón, mientras los alumnos tenían solo cinco minutos para terminar. Algunos estaban visiblemente atrasados, dibujando con tal rapidez que parecía estar a punto de rasgar el gran bloc de hojas en el que pintaban. De hecho, un par miraban con desespero a un lado y otro, viendo como sus hojas estaban en efecto rasgadas y como las hojas inferiores se veían igual. Otros, pocos, veían con suficiencia a su alrededor ya dando retoques casi innecesarios a sus dibujos. Habían trabajado duro y lo tenían todo a punto.

 El modelo los veía de reojo pero casi todo el tiempo miró hacia una ventana, por donde pasaban las palomas que se posaban todas las tardes en la plazoleta exterior de la facultad de artes. Él recordaba con cariño su tiempo en la universidad pero no había estudiado nada relacionado con el arte, aunque había querido. Su padre era un abogado conocido y respetado en el país y le había insistido, desde pequeño, en que debía compartir su mismo destino y así seguir un cierto legado familiar.

 Él no quería nada que ver con eso pero igual hizo la carrera de cuatro años y encontró trabajo en una firma de abogados, recomendado por su padre. Pero hacía tan solo unos meses había vivido una experiencia cercana a la muerte y había decidido cambiar varias cosas en su vida. El coche en el que viajaba por carretera, de vuelta de una conferencia relacionada al trabajo, dio un giro inesperado al evitar un camión que venía directo hacia ellos. El automóvil dio varias vueltas y cayó en una zanja. Eso fue suficiente para él. El día siguiente, apenas al salir del hospital, renunció a su trabajo y le terminó de pagar a su padre lo que había gastado en su carrera.

 Sutilmente movió la cabeza. Se le habían humedecido los ojos pero respiró y trató de no desfallecer en los últimos minutos. No era la primera vez que posaba desnudo en los últimos meses. Se lo había sugerido una amiga y él se había lanzado a ello por cambiar de cosas por hacer. Ya había conseguido otro trabajo más estable y todo era para estudiar lo que él quería pero este trabajo del desnudo lo hacía sentirse libre, lo hacía sentirse honesto y vivo.

 Uno del os alumnos, un joven llamado Aníbal, estaba terminando con soltura su dibujo. La verdad era que hacía varios minutos que había terminado y solo se había dedicado a tratar de mejorar un poco el dibujo, haciéndolo más realista y único. Desde pequeño había tenido cierta facilidad para el dibujo y estudiar bellas artes había sido lo natural para él. Sus padres lo habían apoyado con varios cursos y viajes para aprender más del arte, siendo ellos mismos artistas: uno un escritor renombrado y la madre curadora de una de los museos más grandes del país.

 Su dibujo no era el mejor que había hecho. Para él este curso era la base que ya había visto hacía años, así que no se había esforzado demasiado pero sí lo había hecho lo suficientemente bien para resaltar. Algo que le gustaba, desde siempre, era ser aquel del que hablaran más. Le gustaba ser el ejemplo de los demás y que lo pusieran en un pedestal. Su aire de suficiencia era perceptible a todos los demás y solo aquellos que querían estar cerca de alguien con conexiones le hablaban, el resto se mantenía al margen.

 Esto era diferente a Adela, una de las chicas que estaban ocultando las rasgaduras en su papel con más carboncillo. Sudaba bastante a pesar de que la habitación estaba bien ventilada y miraba a sus vecinos inmediatos para ver que tal iban. La verdad era que ella de dibujo no sabía nada. Le gustaba mucho el arte pero más apreciarlo y hablar sobre él. De resto, no sabía mucho ejecutar nada. El dibujo era para ella algo nuevo y todas sus nuevas clases prácticas eran casi para ella una tortura.

 Siempre había sido torpe con los dedos, incluso para cortar una figura de un papel. Hacía bonitas carteleras porque tenía un muy buen sentido de la estética pero de resto no tenía ni idea de cómo hacer nada con ningún tipo de medio. La escultura le parecía especialmente difícil, ya que visualizar se le hacía casi imposible cuando no se tenían muchas bases. Su primera entrega en esa clase había sido una figura un tanto amorfa que el profesor había tomado como una obra futurista, algo que ella había reforzado diciendo todo lo que sabía respecto a ese movimiento.

 Adela estaba sentada justo al lado de Aníbal y trataba de no mirar su dibujo pero era casi imposible, al ver lo idéntico que era al modelo frente a ellos. La pobre chica miraba su dibujo, rudimentario y básico y lo comparaba al realista modelo de su compañero. Miraba también al modelo como suplicando algo pero no tenía ni idea de porque lo hacía. De pronto era porque siempre había habido alguien a su lado ayudándola pero en la carrera estaba sola. Ninguno de sus amigos había estudiado lo mismo y tenía que confesar que se sentía a veces arrepentida de su decisión, pero lo olvidaba pronto al recordar su pasión por el arte.

 Del otro lado del salón estaba Guillermo. Su dibujo era lo mejor que podía hacer para lo que conocía y se sentía muy contento de estar en su primera clase con un modelo en vivo. Le gustaba ver como la luz que entraba por las ventanas superiores, tocaba el cuerpo del modelo y lo convertía en algo más que una persona. Eso era para él el arte: algo que transformaba a los simples seres humanos en algo mucho más allá de lo que siempre vemos, de lo que conocemos y sentimos.

 Guille recordaba su primera visita a un museo y como se había sentido fascinado por los colores y las formas. Nunca había salido del país a conocer obras de arte famosas mundialmente pero había leído de varios artistas, de sus vidas, de sus obras y le encantaba. Veía todo tipo de películas, iba ocasionalmente al teatro y trataba de colaborar a amigos y conocidos en todo lo relacionado con el desarrollo artístico. La verdad era que le encantada todo lo que tenía que ver con lo social y para él el arte conectaba todos los seres humanos, sin importar el dinero o la edad o nada.

 La profesora miraba su reloj y veía como se gastaban los últimos segundos. En ese momento, decidió darles un par de minuto más. Era una tontería, pero era su costumbre con los alumnos primerizos. La vida normalmente no les daba una oportunidad y ella quería darles al menos un poco de esperanza, que tanto faltaba en el mundo del arte moderno. Nadie les iba a dar una oportunidad real con momentos tan duros y difíciles que iban a tener en su futuro. Ella no veía porque complicarles la vida tan rápidamente, para que hacerlo si eso solo los afectaba más allá de las clases y su gusto por el arte.

 Los minutos extra pasaron rápidamente y con tranquilidad la profesora les pidió que dejaran sus dibujos en los caballetes y salieran a almorzar. Lo cierto era que casi todos estaban hambrientos y eso había ayudado también a su preocupación y a que no pudiesen concentrarse por completo.

 Mientras salían, el modelo bajó de su pedestal y saludó a algunos que se despedían con una sonrisa, incluido Guille que lo miraba más que los demás. El modelo no se fijó mucho y se dirigió a su mochila que estaba a un lado del escritorio de la profesora. Se puso una bermuda y una camiseta con habilidad y cuando se dispuso a ponerse los zapatos, se dio cuenta que la profesora miraba con atención los dibujos. No los recogía para verlos después sino que se paseaba como quién iba a un museo.

 Apenas el modelo se puso los zapatos y una chaqueta, se puso la mochila al hombro y se acercó a la mujer. Ella le agradeció su ayuda y le dijo que tenía su paga pero que quería que la acompañara a dar una vuelta por el salón. La pareja observó por varios minutos, escuchando los sonidos del exterior, cada uno del os dibujos. Al modelo le sorprendió ver las diferentes maneras en las que cada alumno lo habían visto. Había estado siempre en la misma pose pero lo había percibido de muchas maneras. Algunos habían hecho un retrato tipo “cómic”, otros habían sido mas ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽b retrato tipo "ras. Algunos habs del exterior, cada uno del os dibujos. Al modelo le sorprendi habilidad y cuando se ás clásicos y otros más habían agregado cosas que ni siquiera estaban allí.

 Al final del recorrido, la mujer le sonrió y se dirigió a su escritorio. De un cajón sacó un sobre y se lo dio al modelo que lo guardó en su mochila. La mujer le preguntó porque había decidido modelar en los cursos de arte. Él la miró y le dijo con una sonrisa.


-       - Por amor al arte.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Michael Jackson

Todas las mañanas toma algo de leche y come su concentrado, como cualquier otro gato. Y, también como muchos otros gatos, sale por la ventana y se pierde por horas y horas. No lo hace todos los días. Es casi como si supiera que su dueño se preocupa por él.

Su primera parada suele ser el apartamento de la señora Flores. La pobre señora Flores es casi ciega, aunque eso no sorprende a los 83 años. Es una mujer muy dulce. Vive sola. Su marido murió hace ya cinco años y lo primero que hace al levantarse es observar la foto del joven apuesto e inteligente que conoció alguna vez en una parada de bus. Era tan galante que no tuvo ningún reparo en enamorarse perdidamente de él.

Después la señora toma su desayuno y suele ser a esa hora que llega el gato negro y blanco. La señora Flores se asegura de siempre dejar una ventana abierta para él y él sabe que la mujer siempre le tendrá un plato de leche fresca, su segundo del día y de la hora.

Allí permanece por algunas horas. La mujer disfruta de verlo comer o le acaricia la cabeza mientras ve algo de televisión. El gato le recuerda a un perrito que tuvo cuando niña y como le gustaba acariciarlo para tranquilizarse. Era una niña avanzada para su edad pero sus padres nunca lo pensaron así. Ella era brillante, más que muchos otros, pero sus padres no la apoyaron. Y por ser mujer, no pagaron su carrera de química. Lo único que hicieron fue dejarla casar joven y cuando tuvo uno, dos, tres hijos, ya no hubo tiempo para estudiar.

Al mediodía el gato sale por la ventana de la señora Flores y le da la vuelta a la manzana para llegar al negocio del Ramón Rugeles. El señor Rugeles tiene un restaurante para los oficinistas que van a vienen. Lo mejor para Ramón ha sido el reciente desarrollo inmobiliario que ha atraído tanto a empresas como ciudadanos al barrio. Esto ha supuesto la revitalización de su negocio, heredado de su padre, y una prosperidad que siempre agradece.

El gato de cuerpo negro pero de patas y una mancha blanca en su rostro, llega siempre a la hora más ocupada, la del almuerzo. Pero jamás es un fastidio ni se cuela por entre las piernas de quienes comen a toda prisa. No, el gato se podría decir que es respetuoso. Siempre espera afuera a que Ramón venga por él. Lo carga hasta el cuarto de aseo donde le tiene bastantes trozos de pescado, sobrantes del caldo marinero del día. El gato come con gana y él se le queda mirando, a la vez que grita órdenes a sus empleados.

Ramón nunca descuida su negocio, ni siquiera cuando, viendo al gatito, recuerda su pasado, mucho más humilde. El restaurante fue iniciado por su padre pero nunca fue buen negocio. La familia tuvo que pasar dificultades con frecuencia y muchas noches no había nada que comer más que pan duro y algo de leche, cerca de la fecha de caducidad. El gato le recordaba lo hambriento que había estado en el pasado y lo agradecido que estaba ahora por el éxito repentino.

A la misma hora que los oficinistas corrían para no llegar tarde,  algo adormilados, el gato salía del restaurante y se colaba a un edificio distinto a donde vivía. La gente lo conocía y, muchas veces, ni lo determinaban. Era como un vecino más. En el segundo piso rasguñaba una puerta y esperaba que lo dejaran entrar.

En ese pequeño apartamento vivía Soledad, cuyo nombre era más que apropiado. Era una estudiante de Bellas Artes, que estaba completando su tesis. Estaba terminando una exposición ambiciosa, constituida por tres obras distintas que había pensado hasta el más mínimo detalle: una escultura, una pintura y una recopilación de poemas.

Sin embargo, como le recordaba su madre por teléfono, era bueno para ella comer y ver gente de vez en cuando. Había pasado meses encerrada logrando su objetivo, incluso se veía más pálida que nunca. A la hora en que el gato de dos colores entraba a su casa, se tomaba un descanso merecido. Normalmente comía poco, ya que no era fanática de la comida. Había sufrido mucho por ello en el pasado y ahora trataba de enmendarse, medio fracasando: su almuerzo era un sandwich de queso en pan de cereales y jugo de naranja. Nada más. Para el animal tenía jamón, que su madre compraba pero a ella le daba asco.

Viendo a la criatura comer con gana, recordó a su mejor amiga Clara. Ambas eran fervientes defensoras de los animales y habían hecho un pacto para permanecer veganas por el resto de su vida. Ambas habían desarrollado disgusto por todos los tipos de carne y sus derivados y compartían recetas que solo utilizaban verduras o frutas frescas.

Pero hacía mucho no hablaba con Clara. Ni siquiera sabía si era vegana todavía. Terminó su comida y retomó su pintura, que estaba casi lista. Pintar la distraía y evita que pensara en cosas que la distraían de su tesis, como Clara. Ya habría tiempo para ello, pensaba siempre, esperando no estar equivocada.

El gato permanecía allí unas horas, durmiendo. Alrededor de las cuatro de la tarde, se despertaba de golpe y arañaba la puerta para que lo dejaran salir. Salía del edificio y entonces cruzaba la calle al mismo tiempo que lo hacía la gente.

Del otro lado había un bonito parque, cubierto de hojas secas y en sombra gracias a los numerosos árboles que allí había. El gato visitaba el parque por dos razones. La primera eran los pájaros. A pesar de ser un animal domestico, era para él una necesidad seguir cazando como lo habían hecho sus ancestros y otros felinos grandes.

La otra razón era más interesante. A esa hora, siempre había niños pequeños en los varios juegos que habían en todo el parque para su diversión. Y eso para el gato de patas blancas no tenía precio. Se acercaba con cuidado a, por ejemplo, los columpios, y los niños siempre se le acercaban para acariciarlo y él se dejaba.

Lo mejor de todo era que muchos niños venían de la escuela o de su casa y traían comida. No era inusual que recibiera pedazos de galletas, pan, jamón, queso, varios tipos de jugo, leche, chocolate,... Era todo un festín para cualquier animal que lo supiera valorar.

Lo malo era que muchas madres y padres se ponían histéricos y les prohibían de un grito a sus hijos que tocarán a un gato "callejero". Al gato esos apelativos le daban igual. Lo que hacía era cambiar de campo de juego y retomar su merienda y las caricias de los niños.

Casi a las seis de la tarde, se iba de allí. Los niños se iban con sus guardianes y ya no había interés alguno para él en quedarse en un parque que, de noche, podría tornarse desagradable. Esto especialmente por la presencia de perros.

Así que el gato se encaminaba a la casa y entraba por la misma ventana que había salido y allí, Felipe su dueño, lo recibía con concentrado y agua.

Felipe estaba casi siempre fuera de casa, excepto los fines de semana. Era un humano que trabajaba demasiado pero siempre tenía la mejor comida del día y el gato lo agradecía. Además, el animal dormía encima de la cama de Felipe y no había mejor lugar para dormir que ese rinconcito calientito.

 - Adonde te vas todo los días? - le pregunta el dueño.

Y el minino con nombre de cantante solo lo miraba y le maullaba, respondiéndole pero sin que él nunca pudiera entender.

martes, 9 de septiembre de 2014

Universos

Se han puesto a pensar, alguna vez, en las vidas de los demás? Sean honestos consigo mismos, en verdad lo han hecho? Y no estoy hablando de sus familiares o por breves momentos cuando ven el noticiero y el sentimiento más recurrente es la lástima.

No, yo hablo, por ejemplo, de cuando entran a un gran almacén. Sea una tienda por departamentos o una de esas grandes de utensilios y accesorios para la casa. Nunca han visto a la señora que compra tres o cuatro plantas artificiales porque lo hace y que vida lleva? Yo sí. Imagino que adora las plantas más que a cualquier cosa porque ellas no van a contradecir ni responder. Solo se van a dejar querer y hacer.

Raro pero cierto: todos tenemos nuestras locas patologías y no tenemos que ser psicoanalistas para saberlo. Cada uno de nuestros comportamientos tiene una razón. Lo mismo sucede con ese hombre, el que compra en solitario ropa de cama en una tienda. Yo creería que vive solo, ya que pocos hombres ven esa como una tarea propia, lo cual está claramente mal. Los que lo hacen muchas veces viven solos: se imaginarán dormir por fin con alguien en esas sabanas nuevas? Tal vez cambiar un poco su ambiente para sentirse menos atrapados en su soledad?

Sí, lo sé. no toda la vida es una tragedia. No hay nada más divertido que ver a un niño verdaderamente emocionado en una juguetería al ver el juguete que más le hace feliz, sea cual sea. Nos preocupamos mucho con lo que el niño elija o no pero todo debería estar enfocado en el nivel de felicidad. Si a una niña le hace feliz vestirse de Batman, quienes somos el resto de los humanos para decirle que está mal?

La felicidad, eso sí, siempre es relativo. Muchas veces caminamos por las galerías comerciales y los parques y vemos parejas tomadas de la mano. Este comportamiento no siempre indica un amor profundo, a veces es solo una costumbre adquirida como saludar a alguien de mano o de beso.

He visto parejas en los parques hablando y poniendo atención a lo que dice el uno y el otro. Son una pareja feliz, digo yo. Se entienden y se preocupan por el otro. Muchas veces pueden haber diferencias pero las personas aprenden, como en todo, a derrotar los problemas.

Es preocupante cuando ya ríen demasiado, solo uno de ellos ríe o, pero aún, una de las personas parece el guardaespaldas del otro. Y no, no hablo de esposos con el bolso de la mujer afuera de la tienda de ropa. Hablo de aquellas parejas que todo lo hacen con otros y uno de ellos se vuelve un protagonista secundario en su propia película. Cuando veo parejas así, no es difícil ver el dolor y/o el fastidio del personaje relegado.

Todos también hemos usado, alguna vez, un modo de transporte. Sea el avión, el taxi, el bus o el tren, es apenas humano ver que hacen los demás y sacar conclusiones: somos seres que nos adelantamos a los hechos y a lo dicho. Por mi parte, creo que esta cualidad es una de las mejores del ser humano: allí nace la creación de historias que pueden ser infinitas.

El joven que lleva una patineta y habla por celular: seguro habla con su novia y va en camino a verla. Tomarán un café, se darán besos y luego harán el amor en una de las casas, oportunamente solas, de alguno de los dos.
O ese señor que mira el reloj nerviosamente. Va de camino a una reunión importante y para él lo óptimo es que el tiempo esté de su parte. Tiene todo milimétricamente calculado para poder cerrar un negocio en un tiempo calculado al segundo por él.
Y no falta nunca la mujer mayor. Ella sí sabe de lo que se trata todo esto: mira a los demás pasajeros y, si eres de mucha imaginación y pocos dispositivos electrónicos, seguro cruzaran miradas cómplices cuando estén imaginando las vidas que tienen por delante.

Nuestra capacidad de imaginar es lo que nos hace únicos como raza y nuestra manera de comportarnos ante cada situación es lo que nos define como seres humanos distintos. La igualdad es un concepto puramente jurídico: la realidad es que ningún ser humano es igual a otro y jamás lo será. Cada uno somos un universo, algo pequeño e insignificante en el gran esquema de las cosas, pero único en todo caso.

Por eso algunos comportamientos que vemos en la calle son, muchas veces, incomprehensibles: dos personas tomadas de la mano y todos mirando como si fuera un espectáculo público, una mujer vestida provocadoramente que hace girar más de una cabeza o incluso un niño llorando porque ha perdido algo muy querido.

Lo cierto es que vivimos metidos en nosotros mismo, lo cual es comprensible y apenas obvio. Pero tenemos la capacidad de ser mucho más: de eso se trata la creación que no solo es divina sino muy humana. Quienes no usan esta cualidad lastimosamente quedan encerrados en cuatro paredes mentales y nunca aprenden de la inmensidad de universos que circulan alrededor.

No se trata de que todos seamos creadores todos los días: eso es casi imposible por las amplias limitaciones de nuestros cuerpos y mentes pero es un buen ejercicio diario el imaginar algo, cualquier cosa. Y que mejor que imaginar a partir de aquellos seres con los que compartimos este lugar día a día.

Esa es mi propuesta para todos: hoy, mañana o cuando vean el momento, imaginen la vida de alguien más. Dejen de lado sus atormentadas e importantes vidas y abran su mente al sinfín de posibilidades que nos da este pequeño mundo nuestro.