Mostrando las entradas con la etiqueta viento. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta viento. Mostrar todas las entradas

jueves, 8 de octubre de 2015

El tacto

El tacto siempre ha sido mi sentido favorito. Me encanta como se siente el  pasto bajo mis pies, como se siente pasar mi mano sobre la piel de alguien más o como se siente la respiración de otra persona en mi propia piel. Todo eso siempre me ha fascinado y no quiero decir solo porque me guste sino porque me encanta saber todos los detalles de cómo y porqué respiramos, como se comporta la piel y como todos somos susceptibles a ello. Sería horrible perder el sentido del tacto, que es el que más usamos junto con la vista y, en menor medida, el oído. Para mi todo siempre ha estado en el tacto, en como las personas se pueden comunicar, sutilmente o no, a través de algo tan simple como tocar a alguien más o tocar algo para que otros vean el significado.

 Eso sí, aclaro siempre, que no soy experto en toca ni mucho menos. Soy solo una persona que a veces ansía el tacto de otro ser humano y por eso me la paso pensando lo bien que se siente cuando alguien sabe besar o sabe abrazar. Todo el mundo relaciona estas actividades al amor y la verdad es que el amor poco o nada tiene que ver. Así como no hay que haber estudiado arte para dibujar, tampoco hay que estar sumido en un romance de lo más tórrido para saber besar y comunicar algo con ese beso o con ese abrazo. Son simples interacciones entre seres humanos que acaban siendo de máxima importancia para poder dar pasos en una dirección deseada, cosa que cambia según el o la implicada.

 Recuerdo, y creo que todos recuerdan, su primer beso. Yo tengo dos historias, como creo que todos tenemos, pues la primera vez en mi vida fue un juego de niños que lo único que cambió fue como percibía a las niñas en ese preciso instante del mundo. Después, debo decir que se me olvidó toda recolección al respecto hasta años después, cuando lo vivido se había convertido ya en solo un recuerdo sin mayor trascendencia. Sin embargo para ese niño de unos siete u ocho años, ese preciso momento fue casi eléctrico. No solo por la sorpresa, porque fue un beso salido de la nada, sino también porque en ese momento de la vida de todo niño un beso con una niña no es especialmente llamativo sino algo que quieres evitar. Así que creo que por eso nunca volví a pensar en ello.

 Caminando por la playa o posando mis pies sobre el frío suelo de parquet del sitio donde vivo hoy y ahora, recuerdo también ese otro momento de mi pasado que cuento como el primer beso intencional de mi vida. La verdad fue algo… algo húmedo, podríamos decir. Él era muy lindo, muy amable y muy particular y me invito a un beso justo antes de separarnos, al final de nuestra primera o segunda cita. Fue en un callejón peatonal algo oscuro, con árboles pequeños a un lado y otro. En ese momento, a diferencia del anterior, mi vida cambió. Ese besó me gustó tanto que me certificó mi gusto por el tacto y por los hombres.

 Esa risa tonta, la que todos conocemos, se me pegó como una infección difícil de quitar de encima. Pero no digo infección como si fuese algo malo sino como algo que simplemente no se podía quitar con nada y, al cabo de un tiempo, me di cuenta que era mejor no quitármelo de encima. Esa sonrisita tonta es algo que hoy me fascina pues es en ese entonces esa sonrisa tan particular era sinónimo de mi inocencia y de los poquísimos pasos que había dado en el fantástico mundo del amor y sus vertientes. La verdad, no sé decir si estuve enamorado en ese momento. Fue hace mucho y era otra persona. Pero me gusta pensar que fue mi mejor versión la que tuvo esa sonrisa en la cara, quién vivió esos momentos tan especiales e irrepetibles.

 Ese beso lo tengo tatuado en la memoria porque fue tacto, fue información impresa en mi mente para siempre. Lo mismo pasa con mi primera experiencia sexual, casualmente con la misma persona. Recuerdo todo como si lo pudiera ver en mi cabeza una y otra vez como un video. Pero lo que me hace recordar todo es lo que sentí. Lo tengo mejor guardado que otros recuerdos similares seguramente porque fue algo tan especial, tan nuevo. Y no es que idealice nada y crea que todo fue excelente, nada de eso. Pero sí fue la primera vez y fue una entrada sutil y muy alegre y optimista a un mundo de experiencias de las que tomaría nota como ahora.

 Pero no todo es amor. Es difícil recordar las primeras veces que caminamos o la primera vez que comimos algo muy particular. Lamentablemente la memoria humana no es tan buena como para recordar tantas cosas con tanto detalle. Pero hay experiencias que vivimos a diario que guardamos y atesoramos como si fueran únicas e irrepetibles, tal vez porque lo son. Algo tan simple como, después de mucho tiempo, poder quitarte los zapatos y caminar por arena en una playa. El arena tiene tantas consistencias y formas que cada playa puede ser recordada con facilidad por esas percepciones táctiles particulares: muchas piedras, conchitas, muy fina, muy caliente, muy húmeda,… Y así.

 El viento, en cambio, lo he percibido siempre igual. Recuerdo haber ido a las ruinas de un castillo, ubicadas en la parte alta de una colina empinada, y como se sentía el viento en mi cara. Era no solo frío sino húmedo y parecía que pesaba. No hacía calor pero se sentía en el aire que el clima quería mejorar e iba a mejorar. Se sentía en el aire, tal vez, algo de cómo se habían sentido las personas que habían vivido en aquel lugar, con el viento viniendo del mar de manera tan directa pero siempre con cierta personalidad, si se le puede decir así. En otros lugares, en cambio, el viento es limpio y parece ser casi imperceptible. Es más, se siente como si te limpiase suavemente.

 El agua también es especial en mi mente, tal vez porque desde siempre me ha gustado nadar. Atención, digo nadar como nada cualquiera y no profesionalmente ni nada parecido. No soy nadador ni me veo como uno pero disfruto, sin duda, estar rodeado de agua. Recuerdo, porque no está tan próximo, que el mar tiene esa particularidad de hacerte sentir tan pequeño como eres. Cuando tu cuerpo entra y te alejas de la orilla, sientes que algo más allá de tu cuerpo te envuelve y parece querer quedarse contigo para siempre y la verdad es que, hasta cierto punto, estás dispuesto a quedarte allí y sentir como el agua parece pegarse a tu cuerpo, como si no te quisiera dejar ir nunca. Eso siento yo al menos.

No sé porque el agua me devolvió a los besos. De pronto los tengo en la mente porque necesito uno o porque me intrigan de sobre manera. Si nos ponemos a pensar, y no hay que tener la experiencia de la vida para esto, todo el mundo besa de forma diferente. Esto es porque todos tenemos experiencias distintas pero también porque nuestros labios y nuestra piel percibir el placer de besar de forma ligeramente distinta. Por eso hay quienes gustan de besos más “elaborados” que otros y hay gente que le gustan los besos como son, sin adornos. El mejor beso de mi vida? Difícil decisión porqué depende de lo que estaba sintiendo en el momento. Pero al menos no he conocido muchas personas que no sepan hacerlo.

 Sin embargo, esto nos ayuda para pasar a un tema básico al hablar del tacto y es que no todo nos gusta. Hay abrazos mal dados, hay gente que no sabe dar la mano o simplemente experiencia que quisiéramos nunca haber vivido. Por ejemplo, yo odio tocar tela de araña. De pronto porque esos animales me ponen nervioso, pero también porque como lo siento no me gusta y me saca de mi estabilidad por un momento. Besos mal dados los he tenido, particularmente recuerdo a un tipo que parecía querer comerse la cara de alguien cuando besaba. Creo yo que estaba tan obsesionado por terminar que ni siquiera sabía como empezar. Ese es un error típico pero no debería serlo si aprendemos a sentir.


 Con esto último quiero decir que deberíamos tomarnos el tiempo, todos los días, de ser consientes de lo que hacemos con nuestra piel, de poner atención a si nos gusta o no y como se siente. Solo sabiendo esto podremos saber quienes somos de una manera algo más completa. Obviamente que no todo es tacto y hay mucho más en el mundo para formarnos una idea de lo que hay y de lo que somos pero creo que es una buena manera de empezar. El tacto brinda cierta inmediatez porque siempre está ahí, activo y pendiente de lo que esté ocurriendo. Mucha gente cierra los ojos al besar e incluso dejar de oír y oler el mundo. Pero nadie puede dejar de sentir por voluntad propia y ese es un milagro a agradecer.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Futuro en blanco

   El viento afuera soplaba impasible, sin nada que lo detuviera. Era increíble ver toda una gran ciudad paralizada por el puro frío, el viento y el hielo combinados. No se puede hablar de destrucción pero sí de disrupción de la vida común y corriente, la de todos los días. Desde un piso cincuenta era bastante lo que se podía ver de la ciudad pero ahora era solo una mancha blanca con líneas de colores, tonos de rojo y azul y negro.

 No, esta ciudad jamás se había cubierto de nieve en el pasado. De hecho, el país era tropical o al menos lo había sido hasta hacía algunos años. Porque ya no era así. Muchas de las plantas y animales de las zonas más cercanas al mar, habían empezado a morir por el clima cambiante. Todo el mundo pensaba que el calor era lo que iba a reinar en el futuro pero se había equivocado.

 Cierto, los hielos del norte y del sur se habían derretido y habían ido a parar a todos los mares, inundando ciudades y países enteros. Muchos tuvieron que migrar, hubo problemas y más guerras de las que nadie hubiera deseado de verdad. Todo se había vuelto más caro día tras día y era casi imposible vivir como lo habían hecho otras personas a comienzos del siglo XXI. Era algo cómico leer los cambios que ellos habían detectado y entender que nada se había hecho para detenerlos.

 Los seres humanos eran todavía así, solo actuando cuando algo les servía o cuando les era económico hacerlo. Por eso las nevadas del nuevo siglo los había cogido desprevenidos a todos. Todo el mundo migró entonces también pero era obvio que en la banda ecuatorial del planeta no había espacio ni recursos para tantos millones de personas. En cierta manera había sido bueno que el frío y, cien años antes, el calor hubieran destruido tanto y matado a tantas personas. Ya no había que repartir entre tantos.

 Pero en este mundo de nieve, la gente sigue siendo demasiada. En el Ecuador están todos los que eran ricos, los que se pudieron procurar terrenos fértiles y amplios. La gente más pobre fue muriendo, poco a poco, en las calles o en alguno de los grandes desastres. Cada vez más se supo de aviones congelados en vuelo, barcos que jamás llegaban a puerto e incluso de terremotos que destruían ciudades de un solo golpe certero.

 Sin duda fue una época de cambio definitivo para el mundo, queriéndonos decir que nuestro tiempo en esta Tierra se está terminando. Ya no somos los maestros de este mundo ni lo seremos por mucho tiempo. Los científicos quisieron darnos opciones pero ninguna muy realista. Se hicieron diseños para estaciones humanas bajo el mar y otras alto entre las nubes. Se diseñó un ambicioso plan para construir la primer ciudad humana en la Luna y misiones tripuladas a cuerpos celestiales cercanos.

 Pero más allá de algunas sondas, no pasó nada. Las promesas del siglo pasado fueron quedando enterradas bajo la constante nieve y los seres humanos por fin entendimos que este mundo sería el último que veríamos. Nunca más habría bosques verdes y abundantes o mares cálidos y calmados. Y los hubieses, nosotros no estaríamos aquí para apreciarlos. Había sido ignorante y prepotente de nuestra parte creer que este mundo era solo nuestro, para hacer con él lo que quisiésemos. No, el mundo jamás fue nuestro y eso se puede ver hoy en día.

 Todavía existen científicos hoy en día y siguen explorando, tratando de hacer mapas de este mundo que ya no es nuestro. Han ido a ciudades distantes y regresado, con noticias extrañas, ninguna muy alentadora para la Humanidad. Un grupo que conocí, hace ya unos meses, me contó que habían logrado cruzar el Atlántico y sus congelada superficie. Por debajo, sin embargo, variedad de criaturas parecían estar multiplicándose y creciendo gracias al nuevo medio ambiente. Nosotros perdimos pero ellas ganaron.

 Del otro lado del mar encontraron un continente hecho trizas. Grandes monumentos y edificios destruidos por el viento, los terremotos, el mar y el frío constante. Todavía existían algunas comunidades activas pero todas estaban migrando lentamente al sur, con la esperanza de encontrar un buen sitio para dejar de existir, para dejar este mundo que ya no nos quiere aquí.

 Las comunicaciones nunca han sido peores pero, en un buen día, podemos hablar con la gente del Ecuador, que tampoco está muy lejos. Tienen problemas serios o al menos solían tenerlos cuando empezaron a llegar. Muchos se apresuraron a formar un gobierno y a establecer las mismas reglas que habían gobernado a la humanidad desde hacía años. Pero eso ya no podía ser, simplemente no era posible. Este mundo no aguantaba más de nuestras viejas y tontas costumbres.

 Y parecía que después de diez años, la gente del Ecuador se estaba dando cuenta de ello. Ahora eran varias comunidades, cercanas pero no pegadas la una a la otra. Había algo de comercio e intercambio de ideas pero no como en el pasado. La idea era, claramente, seguir adelante hasta que el mundo se los permitiese, lo mismo que pensamos los que nos quedamos atrás, en los terrenos fríos. La diferencia es que nosotros, los del frío, creemos que el Ecuador terminará siendo aplastado pronto y no deseamos estar allí cuando ocurra. Será otra extinción en masa en la que no queremos participar.

 De pronto sea demasiado pretencioso pero queremos luchar hasta nuestro último aliento, no queremos rendirnos tan fácilmente. Sabemos que vamos a morir pero queremos extender la Historia humana lo que más se pueda. Hemos recuperado varios volúmenes que registran cada evento acaecido en este mundo y pretendemos seguir escribiendo hasta que muramos por cansancio o simplemente porque este mundo es más que nosotros, en todo sentido posible.

 Para ello, hemos vuelto a nuestras raíces, entrenando a nuestros animales para ser criaturas de compañía y ataque, si se presenta el momento de pelear contra la naturaleza. Y ya ha ocurrido: no es poco común escuchar acerca de ataques de osos y  lobos y otras criaturas que están mejor adaptadas que nosotros para este clima. Así que queremos estar listo para cualquier eventualidad de ese tipo. Porque queremos luchar.

 No se trata de hacer una declaración de principios ya que cualquier cosa por el estilo murió el día que este planeta fue condenado por nuestra propia mano. No, no queremos imponernos a la naturaleza ni a todo lo que existe hoy en día ni a los cambios que seguramente vendrán una vez más. Solo queremos que la naturaleza nos vuelva a sentir como suyos y podamos estar en paz hasta que nuestra especie simplemente se desvanezca en el tiempo. No queremos más que eso.

 Lo bueno de todo esto es que las relaciones ahora son más sencillas y más claras. Ya nadie oculta nada por el estilo. A nadie le importa ya con quien duerme alguien, si tiene hijos o cuales son sus valores. Lo único que importa es que estén presentes al menos una vez al día, sea para cazar, explorar, hacer de comer o planear movimientos a otros sitios. Eso es lo que nos interesa. Sobrevivir.

 Los valores murieron hace mucho, mucho antes incluso de que empezáramos a matar al mundo. Ya no nos interesa la hipocresía de la sociedad antigua, que hoy vemos como una sombra asesina que nadie quiere tener cerca de ninguna manera. Hoy en día no hay valores sino un empuje que sale de nuestro corazón y nuestra mente, un empuje que nos lleva a seguir viviendo y a no dejarnos vencer. Eso es todo lo que importa hoy en día.

 El viento frío avanza cada vez más y sabemos que ya lo sienten en las zonas todavía templadas del planeta. No pasarán ni diez años antes de que todo el mundo sea una bola de nueve por completo.

 A veces me pregunto que será de este mundo después, cuando ya no estemos en él. Muchos de los más inteligentes en nuestra comunidad dicen que lo normal es que esta era de hielo termine en algún momento y vuelva el calor de nuevo pero eso pasará en unos cuantos miles de años, si es que ocurre. Además, es bien sabido que el planeta no va a morir, solo nosotros haremos eso. El planeta seguirá adelante como siempre lo ha hecho, tal vez con alguna nueva especie como la reinante entre las demás. Me pregunto si ellos sabrán de nosotros, de nuestra existencia?


 Antes de acostarnos a dormir, tenemos la costumbre de mirar al cielo y contar historias. Los mayores cuentan historias de su pasado y los más jóvenes solo saben de este presente lúgubre. Pero otro vemos las estrellas y les contamos relatos de máquinas allá afuera que llevan nuestra marca y que, tal vez algún día, sean descubiertas. Tal vez alguien de fuera se interese en los residentes de esta bola blanca y no tengamos que perecer después de todo.