miércoles, 9 de diciembre de 2015

Pensamientos actuales

   Es extraño, pero cada vez lo echo más de menos. Cada día que pasa, siento que debería estar aquí conmigo, siento que debería estar abrazándome y besándome y diciéndome todas las tonterías típicas que dicen las parejas cuando uno de los dos no se siente muy bien que digamos. Creo que sería la única persona capaz de darse cuenta el dolor que tengo, sería el único capaz de identificarse conmigo y solo él se pondría en mis zapatos y me entendería como nadie más.

 Todo eso es raro porque no sé quién es él. No tengo ni idea como es, que piensa o donde vive. No sé siquiera si habla mi mismo idioma, si tiene mi edad o siquiera si todavía vive. Por lo que sé, podría estar muerto, podría haber vivido hace cien años o de pronto vivirá dentro de otros cien. O tal vez, y esto suena aún peor diciéndolo así, yo sea para él pero no él para mi o viceversa. Esa sí que sería una verdadera tragedia. Si las coas cosas son así, no lo quiero saber.

 He soñado con él numerosas veces. He sentido su brazos a mi alrededor, su calor corporal abrigándome y su energía reconfortándome cuando lo he necesitado. Extrañamente, nunca he visto su cara en esos sueños y, si alguna vez la vi, mi mente se encargó de borrar ese recuerdo. De pronto no es bueno para mi saber con antelación quién es él. Al parecer la sorpresa debe ser un elemento importante. Pero yo ya no estoy para sorpresas, estoy cansado de esperar.

 Porque no solo espero por él sino por un gran número de cosas. Espero por una vida tranquila, en la que se me de una opción para ser alguien. Creo que eso es lo que sucede en la vida de la gente: en algún momento les dan la opción para demuestren quienes son y de que están hechos y después la vida va desenvolviéndose según lo que cada uno haya hecho. Yo no soy de los que luchan incansablemente y nunca lo voy a ser. Simplemente no lo soy. Y sin embargo creo que merezco una oportunidad, como el resto del mundo.

 Necesito esa oportunidad para hacer una vida, para poder vivir por mí mismo, tener mi propio espacio y entonces estar más listo que nunca para lo que sea que venga que después, incluido él. Y no, no digo que mi vida gire entorno a la llegada de alguien que ni siquiera conozco. Quiero decir que él será un pedazo del todo, tiene que serlo porque creo que todos necesitamos un soporte en la vida, sea quien sea.

 Ese soporte tendría como finalidad el apoyarme ciegamente cuando lo necesite. Eso sí, tendría la decencia de decirme cuando estoy haciendo mal las cosas y como puedo mejorar y yo lo ayudaría a mejorar a él y así todo el tiempo. Seríamos antes que todo amigos y después amantes y después muchas cosas más que quisiera ser con alguien.

 Hoy, que siento dolor de cuerpo y una bola en la garganta, quisiera tenerlo en cama conmigo y poder abrazarlo. No lo besaría para no pasarle el virus que tengo en mi interior, pero sí le pediría sus brazos y sus piernas para que me calentaran el alma, más que mi cuerpo que ahora parece cambiar de temperatura cada minuto que pasa. Es insoportable.

 En ese futuro, quiero tener un trabajo en el cual concentrarme y quiero tenerlo a él para relajarme y para confiarle esas tonterías que toda la vida he querido confiarle a alguien. Nada de secretos ni nada tan importante sino aquellas anécdotas que uno recoge y que siempre quiere contar pero no hay nadie a quien decírselas. Yo se las diría a él. Y él se reiría o solamente me daría un beso después, a manera de recompensa por tener, de vez en cuando, buena memoria.

 Soy consciente que, si él llegase algún día, no tendría ni idea de que decirle. No sabría como tratarlo y no tendría ni idea de que hacer en general, simplemente hablando y casi rezando para evitar que salga corriendo. Sé que si se presentase así no más, tendría que ser yo alguien interesante, alguien por el que valga la pena quedarse y tal vez esforzarse por conocerme mejor. Y sé muy bien que no es algo muy sencillo de hacer, ni de una parte ni de la otra.

 No es por hacerme el mártir, pero la gente siempre tiene problemas conmigo y yo casi siempre con ellos. No problemas serios, sino en cuanto al entendimiento y al simple interés. La gente, casi siempre, se acerca a quien haga más ruido, a quién sea más vocal y más evidentemente la persona más interesante de un sitio. Por eso los que cantan, bailan, cuentan chistes y demás son casi siempre los más populares en cualquier sitio.

 Pues bien, ese no soy yo. No soy uno de esos que hace cuatro mil cosas en la vida y que para los quince años ya logró lo que muchos adultos no han hecho en su vida. Tienen normalmente experiencia en todo y siempre parecen estar seguros de lo que hacen y como lo hacen, a diferencia de la mayoría de seres humanos. Esos extraterrestres son lo mejor de lo mejor en la sociedad actual y, en mi concepto, son solo una fantasía pues no hay nadie que pueda soportar el peso de tantas cosas por tan tiempo.

 Yo estoy muy lejos de ese concepto. No soy ni la mitad de interesante ni la mitad de conocedor de nada. Tengo algo de conocimiento “de cóctel”, que viene bien de vez en cuando, pero eso es todo. Si sé de algo más, es de cosas que no vienen al caso en una conversación y mi ser exterior, mi físico, no invita a nadie a quedarse a tomar una copa. Por eso no estoy seguro de su llegada, si es que habrá una llegada.

 Alguien se sorprendió hace poco cuando le dije que muchos pagarían por estar conmigo una noche pero jamás estarían gratis conmigo de por vida. Pensaron que estaba siendo muy cruel conmigo mismo y que estaba exagerando de sobre manera. Les conté también cuando, hablando con un chico con el había salido a comienzos de mi época universitaria, le dije al concluir una conversación que los dos éramos las caras de una misma moneda: a mi me querían para una vez, a él para toda la vida. Y esas afirmaciones eran tan ciertas en ese momento, como lo son ahora. No tengo dudas al respecto.

 Lo sé porque lo he vivido, porque he caminado por esos senderos en los que no hay más opción sino el sexo, las demostraciones físicas de lo que podría ser afecto pero es más placer que nada más. Y a veces ni siquiera eso, a veces solo quieren sentirse importantes y eso es algo que logra darme asco. Si alguien te quiere cerca nada más para sentirse importante, con poder, para sentir que puede hacer lo que quiera, entonces esa persona es la sal de la tierra y tu un o una idiota sin remedio.

 Por eso, a veces, prefiero quedarme con mis fantasías y sueños. Porque en ellos él siempre volteará a mirarme, él siempre me tomará de la mano y me acompañará adonde sea que vaya. Al fin y al cabo son mis creaciones, son lugares que yo mismo he diseñado y que he creado en su integridad así que es obvio que se sometan a mis decisiones, a mis deseos. No podría ser de otra manera.

 Pero todo eso lo quiero yo en la realidad. Quiero esas historias en las que alguien conoce a otra persona casualmente, comiendo algo en algún sitio o en un museo o en algún sitio en el que dos personas solas tengan posibilidades de encontrarse, casi de chocar una con la otra. Ese siempre ha sido mi deseo, que esa fantasía se haga realidad porque creo que merezco que sea una realidad. Y eso puede ser que parezca muy pretencioso y ya demasiado irreal pero creo que así son las cosas.

 Porque no habría de merecérmelo después de años de no sentir nada por nadie, de imaginarme solamente que se siente estar enamorado? La verdad es que yo en el amor como tal no creo nada pero si creo que hay algo más básico y menos todopoderoso, algo más humano que se siente diferente con cada persona. Y sé que lo que quiero sentir ahora no lo he sentido nunca antes, incluso si una vez en el pasado pensé que lo había sentido. Creo que es hora de obtener ese premio.

 Pero primero necesito avanzar. Necesito que mi vida cambie de una u otra manera, de dejar de cometer errores y de dejar de complacer a los demás cuando dicen cualquier cosa. Siempre parece que me estoy disculpando por lo que pienso y cuando soy claro y no me disculpo parece que estoy siendo prepotente. Eso es porque la gente no sabe que pensar de mi, porque me creen un idiota o alguien excesivamente agresivo, pero nunca nada entre esos dos.


 Yo solo quiero estar tranquilo. Solo quiero tener alguna oportunidad. Y, honestamente, no creo que sea mucho pedir.

martes, 8 de diciembre de 2015

Today I'm sick

   Today I am sick. Today I feel awful and my environment is not helping at all. The guys I live with only know how to be gross and loud and that has always annoyed me. I mean, what has always annoyed me has been the fact that people are so oblivious of what they do and not do. People are sometimes disgusting but they don’t even realize it and me, as a person who claims to be clean and neat in general, I really don’t like it.

 Every single day those conversations in Arabic. Every fucking day. I don’t care where people are from; I couldn’t care less to be honest. But destiny had to put a person that talks in one of the most aggressive languages in the world just a window away from me. And, apparently, he speaks to every member of his family every single day of the year. That’s nice but couldn’t he do it in a lower volume and just type once in a while?

 Of course, people don’t have to live by what I feel or think but sometimes I know I’m right and I don’t need to test my theories because I simply know how to be a decent person. Other people are used to screaming, yelling whatever it is they want to communicate. I don’t. The only time I yell is when I’m desperate and I always do it with people I feel I know, not with a bunch of people I don’t really know nothing about.

 The same thing happens when I have to hear that same guy masturbate or do I don’t really know what. He’s apparently oblivious to the fact that he is really loud and that he has his window open every fucking day at every hour. The climate now is colder than some months ago. What is he thinking?

 I am sick but as in ill. My head hurts a lot, as if my brain had detached from the cranium and now it just moves around in there. My jaw also seems to pulsate with pain, my cheekbones and my throat. Passing saliva hurts a lot and I just want this to go away.

 I know this is my fault, I made it happen. I was silly enough to sleep one night with no socks or a t-shirt and that is suicide when temperatures can get very low at night. I assume all responsibility for getting this virus but I want to get rid of it too, I want to make it go away and feel good again. I hate to be sick and feel defenseless and confused.

 It hurts even more because I’m alone. There’s no one here to help, there’s no one who can even care about how I feel. I don’t have the things I need close to me because I am always distracted and never focused on what I should be focused. I miss them now, as I miss them very single day of my life. I miss my bed.

Damn it… My belly hurts now and I don’t even remember what I ate yesterday. Nothing “dangerous”, that I now off. But it hurts a lot and also does my back and my chest and, again, my throat. I think I just want to lay here in my bed for the rest of the day but I have a problem with that and it is the fact that I need to get out and by some medicine so this can go away quicker.

 Sadly, I don’t live in a normal place when pharmacies have delivery to your home or even online service. No, apparently the XXIst century hasn’t reached this so-called “first world country”. Which, in many aspects, it’s a shame.

Again, loud noises. Again, doors are being slammed and steps been walked with those shoes that looked donated from a war. Yes, I am the kind of person that just people for how they look in general. Call me an awful human being then and move along.

 It hurts too much and I have no idea why I decided to write something today. Maybe it’s guilt that I didn’t write last Sunday or maybe it’s because I feel I need to prove myself to people I don’t even know every single day of the year. But not today, not anymore.


 I don’t feel good so let’s leave it here, half the normal size. We will see each other tomorrow, I hope.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Cajas

   Lo primero era guardar todo en cajas. Juan había ido al supermercado cerca de su casa el día anterior y un tipo en la bodega le había regalado unas diez cajas que nadie iba usar y que era mejor que alguien las cogiera para lo que quisiera. Juan se las llevo a su apartamento y las armó, una por una, pero cuando terminó de hacerlo se dio cuenta que no sabía cual era el siguiente paso. No sabía que hacer después.

 Se sirvió algo de tomar en la cocina y tomó como si estuviese apurado pero la verdad era que lo único que le preocupaba era el momento cuando no hubiera nada más que meter en una caja, cuando fuese el momento de irse de verdad.

 Ese apartamento había sido el primero en el que había vivido solo. Se había independizado de sus padres hacía cinco años y la mayor cantidad de ese tiempo lo había pasado allí. El alquiler era baratísimo porque el edificio era algo viejo y la zona no era lo máximo, pero después de caminar cinco minutos se podía llegar con facilidad a una gran cantidad de lugares.

 Allí había invitado a sus amigos y amigas, a beber, a hablar y a llorar también. Habían hablado de todo lo que se puede hablar entre seres humanos, con y sin alcohol. Muchos habían dormido en su sofá o incluso en un cuarto pequeño en el que había metido su cama de niño que había tenido en casa de sus padres. La idea era que la usara quien necesitara un sitio para quedarse alguna vez y fue una genialidad pues bastantes personas la usaron, incluyéndolo a él.

 Su madre y su padre habían sido los primeros visitantes y le habían sugerido algunos cambios que podía hacer para que el lugar tuviese algo más de vida y se viera menos viejo y acabado como el resto del edificio. Al comienzo, Juan no se tomó bien las sugerencias pues pensaba que querían decir que criticaban su elección y que no estaban de acuerdo con como hacía las cosas. Era muy sensible a cualquier tipo de critica. Pero con el tiempo, con una madurez que vino al vivir solo, se dio cuenta de que eran solo sugerencias para ayudar y nada más.

 Después de esa primera vez, invitó a sus padres muchas veces más a comer y a ver películas, también a celebrar cualquier cumpleaños que hubiera y uno que otro día festivo. Eso sí, nunca Navidad o Año Nuevo pues esos días pertenecían a su hogar de infancia. De hecho, cuando dio otro sorbo a la bebida que se había servido, se dio cuenta que jamás había pasado ninguna de esas dos fechas festivas en el apartamento. Siempre estaba antes o después pero jamás durante. Eso lo hizo pensar si el lugar se veía diferente esos días, si algo cambiaba.

 Preguntarse semejante cosa era una tontería. Ya no iba a ver opción de quedarse más tiempo, de suponer cosas que no tenían sentido, de pensar en momento que no fueron o lugares que no tienen nada de especial más su significado para él.

 Decidió que lo primero que debía hacer era guardar las cosas de la cocina. Al menos sería un comienzo. Guardaría todo en las cajas y si encontraba algo que tirar o regalar lo pondría en una caja aparte que marcaría debidamente para no ser confundida con las demás. Abrió cada cajón y se demoro un poco más de una hora en vaciar el pobre contenido de los cajones de su cocina. No había mucho pero ahora todo parecía estar cargado con significado y con recuerdos.

 Se sentía como un idiota al ver un cuchillo grande y recordar que con ese objeto había cortado una elegante cena que un día le había hecho a alguien que hacía mucho ya no estaba en su vida. El recuerdo le hizo doler el pecho, así que puse el cuchillo en la caja para regalar y siguió con lo demás.

Lo último que sacó de la cocina fue el reloj que había a un lado de esta. Había sido un regalo de su madre que lo había comprado en un mercado de pulgas a un precio que según ella había sido “buenísimo”. Además, el reloj había sido pintado a mano y tenía muchos detalles que lo hacían pensar en ella cuando miraba la hora. No se había dado cuenta de ello hasta que lo metió en una caja.

 Después siguió con los objetos de la sala de estar y del pequeño comedor que, de nuevo, no eran muchos. Eran pequeños adornos y recuerdos de sus viajes que ponía por todos lados para que la gente pudiese ver lo lugares adonde él había viajado y así comenzar una conversación al respecto. El turismo y la experiencia de viajar siempre eran buenos temas si no se conocía bien a la persona, era una buena manera de romper el hielo.

 Pronto las dos mesitas auxiliares, el comedor, la mesa de centro de la sala y los muros, estuvieron desprovistos de adornos, cuadros y demás objetos que antes le habían dado vida al lugar. Los muebles grandes se los llevarían después, al día siguiente o quién sabe cuando. Eso lo había arreglado su padre y él había decidido quedarse al margen pues ya no era de su incumbencia. Sencillamente no quería saber nada pues saber demasiado podría ser muy doloroso.

 La gente cree que los objetos no deberían ser tan importantes pero así ha sido toda la vida, desde que los seres humanos existen. Siempre se le ha dado un valor inmenso a las posesiones, se les ha cargado de una energía especial y se les ha dado un lugar especial en la mente y el corazón de los seres humanos. Es inevitable, pensaba Juan, que uno pueda poseer tantas cosas en la vida y no tener una relación cercana con alguna de ellas. Él, por su parte, no se avergonzaba de ello y menos aún cuando, al llenar la cuarta caja, se dio cuenta que tenía lágrimas en la cara.

 Después de limpiarse tomó las cosas del baño y de su cuarto. La ropa y demás irían en maletas al día siguiente pero primero había que ocuparse del lugar más llenos de chécheres en la casa: el clóset.

 Desde que era niño había guardado cosas en cajas de zapatos. Desde paquetes de comida que le gustaban por el diseño hasta juguetes especiales, fotos, recuerdos significativos y demás tonterías que para nadie más tendrían un sentido profundo.

 Eran por lo menos seis cajas y las fue abriendo una a una. Sacaba el contenido como si se tratase de oro recién sacado de un galeón hundido hace quinientos años. Para él, esos objetos valían más que cualquier piedra preciosa. Eran cartas de amores pasados, objetos regalados sin ningún ánimo especial, entradas de cine ya casi ininteligibles, envolturas de caramelos y algunas fotos. Encontró también memorias de portátil y las apartó para verlas en la noche.

 Cerró cada caja de zapatos con cuidado después de ver su contenido, lo que le tomó varias horas, y las puso delicadamente en las cajas más grandes que estaban en la sala. Nada de eso sería regalado ni se perdería. Preferiría que su familia las guardara para siempre y que algún miembro futuro de descendencia lo descubriera todo en un futuro incierto.

 Cuando se secó de nuevo las lágrimas, decidió salir a comer algo, aunque lo que más buscaba era despejar su mente. Fue entonces que decidió encender su celular y ver que había pasado en el mundo mientras él se había desconectado. En la hora que se tomó para comer una pizza, solo, recibió varias llamadas, de su familia y amigos. Estaban todos preocupados y le pedían que les contara como estaba, que hacía y si se sentía bien.

 Recordó porqué había apagado el aparato y se dio cuenta que en realidad no tenía hambre. Hace mucho no ansiaba comer como antes. Ahora solo lo hacía por inercia, porque sabía que había que comer o sino se moría. Pero no le daban ganas de nada.

 Cuando volvió a casa, terminó de meter lo que pudo en las cajas. De las diez que había tomado del supermercado, apenas había llenado la mitad. Eso lo entristeció un poco pero agradeció que fuera ya de noche para ir a descansar de una vez y acelerar un poco el tiempo.

 Ya en la cama, daba vueltas, a un lado y otro. No conseguía conciliar el sueño o cerrar los ojos más que unos segundos. Abrazaba su almohada y hundía su cara en ella, pensando y temblando ligeramente.

 El día que se le venía encima no era fácil. Pensaba que lo más duro iba a ser meter su vida en cajas pero ahora que ese día había pasado, se daba cuenta que iba a ser mucho más difícil entregar su cuerpo a la ciencia y confiar en que ellos supieran que hacer con él. Fue esa noche que decidió entregarse a la vida y dejar que ella hiciese lo que quisiera. Si su destino era morir, y así parecía que iba ser, pues lo aceptaría.


 Lloró algo más y, por fin, se quedó profundo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Payback

   Jean was on highway six and she was doing great time. The road went through the mountains, using tunnels and bridges, to a place with a much nicer climate and where she could finally relax from an exhausting week. Work as a nurse could be very heavy and opportunities to have a few days for herself were pretty scarce. So she decided to grab the car and ask her parents for the keys of the summerhouse they had on that region.

 She had not been there for several years, since she had started her career, and her parents were not big fans of going to a house were the weather was warm but there was no ocean or anything to look forward to. There was a pool though and Jean knew she would have to clean it thoroughly before making use of it. Her parents now owned an apartment by the ocean, so this house had been deserted for quite some time. The plan had always been to sell but no one really seemed interested.

 Driving was making her back hurt a bit, so she decided to turn up the radio and sing along, in order to male a distraction from her pain. She would sing clumsily after the lyrics were sung but it worked as it made her laugh and enjoy the trip. On every curve, she would stop singing, instead humming the lyrics and looking at the dark road. It was the end of the afternoon and she had been driving for about an hour. She was only about thirty minutes away from her exit went the unthinkable happened: another car rammed her.

 The hit from the back make her bob like one of those taxi dolls but her arms kept straight and the car didn’t move so much. She tried to look who had done it. For a second, she thought that maybe someone was having problems and it had just been and accident. But some minutes later it happened again and in a curve. Jean’s heart felt right in her mouth and she decided it was best to speed up in order to loose that insane driver.

 She gained velocity quickly and in a couple of minutes she had lost the car, a red car that seemed to old to be still in circulation. Jean noticed the exit was nearby and was trying not to miss it when a police car appeared out of nowhere and she was asked to park further ahead. She stopped the car on a restaurant just off her exit. Stepping out of the car, she fixed her hair and waited for the police officer to come and talk to her.

 With that air of superiority many policemen have, he told her she had gone above the limit some kilometers ago and that she had violated the top speed she could be driving on the highway. Jean answered that it was all fine but that they should also give a ticket to the owner of the red car that rammed her twice. She went to the back of her car and showed him the marks of both attacks. The man checked it closely, then grabbed his radio and alerted other patrols to be on the lookout for the red car.

 After he had given the ticket to Jean, she was able to go. Her parent’s house was just fifteen minutes down the road on a small plateau between two mountains. The place in itself was very nice but it was obvious people always wanted more and better things so they were all selling these all old houses in favor of newer, more modern ones in places not very far from there.

 Jean stopped the car on the entrance and used the keys to release the lock on the main entrance. She opened the door manually (it wasn’t a electric one) and then drove the car into the lot. She stopped the car just by the pool, closed the door and then took out the only suitcase she had brought along.

The place was very dark and moist, the humidity was incredible. She turned on the lights and was amazed at how much work she had to do that night. She only had three full days for herself there and she was to clean to leave everything as it was. So after leaving her suitcase in her parent’s old bedroom, she decided to grab all the cleaning products available and start scrubbing the floor, mopping them, dust the furniture, vacuum and a number of other thing she would have forgotten to do if she hadn’t been a nurse.

 She had gotten there around seven and now it was almost eleven and her stomach asked her for food. In the house there was nothing to eat, as they had always disconnected the refrigerator before leaving, in order not to let any electric appliances on the long periods of time they were not there. She had forgotten all about eating when she had grabbed the car, so she went outside and decided to head down the road, where she remembered some stores were located.

 They were small family-owned stores, the kind that sells things kids would like on a road trip. No meat or anything raw. No lunches or any form of cooked meals or even microwave meals. Thankfully it was open and the lady that tended to it remembered her. They had a nice conversation as Jean grabbed some yogurts, orange juice, milk, cereal, bread, ham and butter. She also grabbed some candy and a big bottle of soda. The lady asked her if she wanted help to carry all that to her house but Jean refused and told her she could manage.

 After dropping the soda bottle five times, she finally arrived to her house and ate a pathetic sandwich before feeling to tired to go on. She feel asleep in no time.

 The following day, she put on her swimsuit and ran to the pull, only to realize she hadn’t cleaned that. Someone, according to her parents, took care of it when they were not around but still there were many leaves. She grabbed that long pole they use to catch leaves and she started doing so, sweating like crazy, feeling more and more humid by the minute. As she was halfway through the job, she heard a car coming. She wasn’t expecting anyone so she didn’t looked up to see that it was the red car coming slowly down the road. It stopped a few meters away, far from her sight.

 Jean finally looked at the pool: it was clean enough and she just wanted to swim. So she did, for several hours. After that, she decided to lay down in a plastic deck chair and just dry away the water of the pool. It was right then when the two men driving in the red car entered the house and she didn’t heard a thing. They hid behind lush plants and behind her car. She had closed her eyes, tired again from all the exercise. One of the men was holding a knife, the other a gun. This last one raised his hand.

 A shot was heard all over the road and many neighbors looked up and down the street for the source. But they could only see a red car parked there.

 And also, a patrol car.

 The policeman, not the same one that had stopped Jean on the road, had shot first, wounding the one that was holding a gun on the side. He fell to the ground by the pool and his pain had made him drop the gun into the water. The other one was still holding the knife and was pretty agile, grabbing Jean by the neck and trying to suffocate her with his skinny arm.

 She fought back but he was stronger and much more crazy. The policeman was pointing at him but the knife was already too close to the skin and Jean decided to do the only thing she could thing of doing: she bit the arm of her attacker, that got distracted for a second. The policeman got the message and shot two times, both to the chest.

 In a matter of minutes, neighbors had called the police and ambulances. Both men were alive, one on much worse condition that the other. Paramedics also attended Jean, as she was coughing too much and she had a deep cut on her neck.

 She went back home that day, on the ambulance. She would ask someone to go down there and grab her car for her. She only wanted to be home. Jean thought of the men every second of the short trip, their faces mad with anger, the weapons and the feeling when she had heard the gunshot and then the man grabbed her. She felt so helpless and useless. They cured her wounds in a hospital and then released her, late at night.

 Once home, she sat on her bed stroking her neck wound and remembering where she had seen those men before. They were family members of a woman that had recently died in her care. Her husband had attacked her and those men were her sons. Jean remembered they wanted her cured instantly, like by magic and they pressured the doctor not to mention their father in the report. But he did. And Jean was too slow the day the woman went into cardiac arrest and died. She had not believed their word, as the woman had been fine just hours before.


 Jean couldn’t fall asleep anymore. And traveling to relax was definitively out of the question.