viernes, 13 de enero de 2017

Se necesita

   No había trabajo en ningún lado o tal vez era simplemente que no querían contratarlo. El punto era que Nicolás había estado buscando editoriales por mucho tiempo, enviando su información personal y esperando, cruzando los dedos, para que algún puesto de trabajo apareciera para él. La verdad era que no se podía poner exigente y, con tal de que hubiese un salario estable, no le importaba cual fuese el puesto a ocupar. Mensajero o asistente, limpiador o casi pasante, cualquier cosa con una paga vendría bien.

 Se había empeñado en estudiar literatura, a pesar de que sus padres habían estado siempre en contra. Le pagaron los estudios pero casi pensando que tendrían que pagar de nuevo cuando se dignara a estudiar algo que valiera la pena y que lo ayudara a salir adelante. La pasión de Nicolás eran las letras y no había nada más que lo llenara tanto como escribir o leer, eran sus dos cosas favoritas y, cuando no estaba desesperadamente buscando trabajo, eso era lo que hacía donde sea que se encontrara.

 Pero ya habían pasado meses y nadie le ofrecía trabajo ni le ponían atención para los pocos que de hecho ofrecían. También envió manuscritos, pidiendo dinero a sus padres para los envíos, y tampoco había dado frutos. Cada día se sentía peor, cada día sentía que se convertía más en un chiste y no en un adulto hecho y derecho. Se sentía destruido y a punto del colapso nervioso. Nadie lo presionaba, ni siquiera sus padres, pero la presión que él mismo ejercía sobre su situación era apabullante.

 Un día, decidió enviar su hoja de vida a miles de otros lugares. Eran correos de tiendas, cafeterías, constructoras, inmobiliarias, restaurantes y muchos otros lugares. Estaba tan cansado de esperar que ya no guardaba esperanzas de cumplir su sueño de ser un escritor reconocido. Ahora lo único que quería era trabajar y poder dejar de sentirse como una alimaña, como un ser que vive de los demás sin dar nada a cambio. Mejor dicho, como un virus que no aporta nada a nadie.

 Fue una semana después de esa intensa tarde frente al portátil cuando, navegando entre una enorme cantidad de correos electrónicos de rechazo, encontró uno de un lugar en el que le ofrecían trabajo y al mismo tiempo le garantizaban la publicación de una de sus obras. La editorial parecía ser pequeña porque no había mucha información en internet. Y el nombre de la tienda tampoco generaba mucho en los buscadores. Era como si fuera un gran misterio, uno que él estaba dispuesto a resolver, pues no perdía nada al atender ese extraño correo.

 Llamó al número que le proporcionaban. Al otro lado de la línea le contesto una joven, una chica que por su voz parecía ser más joven que él. Le dio los detalles de la tienda y acordaron verse al otro día, en la tarde. La dirección no fue difícil de encontrar, era en medio de una zona comercial bastante reconocida aunque un tanto venida a menos en comparación a otros lugares mucho más populares de la ciudad. Esa zona era de edificios viejos y marquesinas con tipos de letra ya pasados de moda.

 La tienda estaba en un desnivel, inferior al nivel de la calle. No tenía ningún letrero y cuando Nicolás verificó la dirección, se dio cuenta de que no había cometido ningún error. Así que había la posibilidad de que le hubiesen hecho una broma o de que se estuviera metiendo en algo que no entendía muy bien. El caso es que la tienda era una de artículos para adultos, con juguetes sexuales en la vitrina, disfraces y una larga hilera de películas en el fondo del local que se podía ver desde el exterior.

 Como no reaccionaba por su sorpresa, una chica de unos dieciséis años que estaba en el mostrador de la caja se acercó a él y le preguntó si era Nicolás. Su voz era como de alguien harto de todo y no parecía muy entusiasmada de ser la que tuviera que recibir a la clientela, muchos menos a gente que no venía a comprar nada. Le pidió que la siguiera y Nicolás se movió automáticamente, sin saber que decir o hacer. Cuando se dio cuenta, estaba frente a la hilera de películas, esperando al lado de una puerta de color rojo.

 Al lado de la puerta había una cortina. A través de ella salió de repente un hombre alto, bastante bien parecido, con barba de varios días. Apenas miró a Nicolás al salir. Después salió otro, estaba vez un hombre de uno sesenta años que sonreía tontamente. Dos hombres más salieron y otro más entró a través de la cortina mientras Nicolás esperaba por el dueño de la tienda. La chica había vuelto a la caja, donde leía una revista sin cambiar su cara de aburrimiento permanente.

 Cuando por fin se abrió la puerta, Nicolás se sorprendió al ver salir a una mujer y no un hombre. Resultaba que el dueño original del negocio era su marido pero él había muerto hacía poco y ahora era ella la encargada de mantener la tienda a flote. Su nombre era Teresa y le dio un apretón fuerte a Nicolás, que lo sintió como un choque eléctrico. La mujer soltó una carcajada y le dijo a Nicolás que siguiera a su oficina. Lo primero que le dijo era que sentía mucho si se había sorprendido con la naturaleza del negocio pero que ella había redactado mal por estar pensando en otra cosa.

 El trabajo que le ofrecían a Nicolás era simple: atender la tienda a tiempo completo pues la hija de la dueña debía empezar pronto la universidad y ya no tendría tiempo de trabajar. Se necesitaba trabajar en la caja, organizar las cuentas, ordenar los productos y hacer inventario, todo lo usual que se hacía en una tienda. Nicolás no dijo nada hasta que Teresa lo miró un poco asustada, pues no había dicho ni una palabra desde que había entrado. Lo primero que dijo fue “no tengo experiencia”.

 Otra carcajada de la mujer. Le aclaró que eso no importaba pues no era algo demasiado difícil de hacer. Solo era llevar cuentas y saber organizar y cobrar por cosas, nada muy extraño. Nicolás preguntó por la cortina y la mujer le explicó que había cabinas de video pero los hombres pagaban a una máquina así que no había necesidad de hacer nada con ello, excepto dejar entrar a la mujer que limpiaba al final del día. Nicolás asintió y preguntó por fin lo que le daba más curiosidad: la publicación de su escrito.

 Fue entonces que Teresa sonrió amablemente y miró hacia un punto detrás de Nicolás. Él se dio la vuelta y pudo ver una fotografía bastante grande en la que había solo dos personas: una era obviamente la mujer que tenía adelante pero varios años más joven. Y el otro era un hombre guapo, de barba bien perfilada y ojos claros. Ella explicó que era sus esposo, un amante del arte en general  que siempre había estado obsesionado con ayudar a otros artistas a salir adelante como fuera.

 Por esa razón había creado una pequeña editorial, algo casi casero, en donde pudiese publicar pequeños libros de poesía, literatura, fotografía o cine. Los temas eran diversos y Teresa le dijo que muchos artistas habían recibido esa ayuda de su marido y que así habían empezado a ser reconocidos en el circulo de las artes. Era una ayuda pequeña porque no eran una editorial reconocida pero la hacían con todo el amor posible. Eso era lo que le ofrecía Teresa a Nicolás, fuera del salario normal.


 El chico no se lo pensó dos veces. Pronto tendría treinta años y era mejor tener algo que no tener nada. Sus sueños podían esperar. Publicar algo pequeño con desconocidos era mejor que nada y de paso podría usar el dinero por atender la tienda para mejorar muchos aspectos de su vida que necesitaban un ayuda urgente. Aceptó el trabajo y ese mismo día acordaron verse dos días después para el papeleo. A la semana siguiente ya estaba detrás del mostrador, ayudando a clientes de todo tipo, dándole a su cerebro miles e historias nuevas para la publicación que se acercaba.

miércoles, 11 de enero de 2017

Strong woman

   By then, she had become a professional. She knew every single trick to travel, no matter if it had to do with packing her suitcase or buying the best hygiene products for herself. She knew which airlines offered what, the amount of room she had on any plane and the time she had in every single flight to work, sleep and relax. You could say she was a little bit to rigid with her life but Christine would have answered that she was just very well prepared. And that’s why her bosses loved her.

 Not only she was very practical in her travelling life, she was also like that with work. She travelled around the country and to other parts of the world, helping companies with their problems with technology and innovation. Christine went everywhere to hold meetings and conferences to anyone interested about how a company could survive in the new digital era. She knew about every single new development and was very well versed in the finance world too.

 Some people saw her as a danger to their way of doing things, specifically those people that were just corrupt and had arranged the system to work for them instead of working for everyone. During her fifteen-year experience, she had been responsible for unmasking a very high number of corruption scandals on many different companies. No matter if they produced video games or handled supermarkets, there was always someone trying to make more than the rest.

 That possibly was why so many people hated her too. In her world, in her order of things, there was no such thing as personal interests. She couldn’t understand how someone could put themselves in front and leave everyone else behind. Granted, she was not the best to speak about group efforts as she never did them herself, but she knew the value of having a good team to make a company go to directions no one else had ever gone. She tried not only to make them all win money and be successful, but Christine also wanted them to have a heart.

 That made her enemies very angry and that’s why many companies that had once asked for her help, suddenly rejected her and even campaigned against her actively in order for her bosses to be tempted to fire her or something but that never happened. Not only because she was really good at her job, but also because they feared her. They knew that if she was so good, she must have had something on the company she worked. It was only natural that she did, to protect her own interests.

 But that was where they didn’t understand her. She didn’t have anything on anyone in the company. She had even checked on that. And it was because she believed a relationship based on trust was much better than one based in fear. So from her side, everything was just fine. From their side not so much, but she had decided long ago that she couldn’t be worried about things she had no real control over. There was no way she could convince them that she wasn’t going to turn on them one day.

 Real problems came the day her enemies, people that had robbed millions, sued her in court with allegations of her work being unethical and, also, for receiving money in order to help improve conditions in some companies and not in other. They said that she refused to help their companies because she was under orders not to let them have any part in the business. They were very specific in their statements and even presented evidence of every single thing they were claiming.

 Christine would have wanted to laugh and she did when she got home but certainly not in the courthouse, where everyone’s eyes were fixed on her. She tried not to make any telling expressions and only limited her words to denying what those men in suits were saying. She was very calm and one could even say she didn’t care much for having to loose time there when she could be doing something much more interesting. Her rivals even pointed that out but the judge seemed not to mind much.

The actual trial was set to begin two months later. She would have to keep working until then because she had many prior commitments. But her company had asked her to please hold any engagements until after the trial was done because they didn’t want any of their clients to feel they could lose not only money but also their prestige in the business world. Of course, she understood perfectly what they were asking of her. So the day before she went to trial, was the same day she finally stopped at home and realized how her life would change now.

 The trial was very well publicized because many people in the media had been bought by the owners of the companies that were suing her. So it was obvious what their position was. They wanted her to be turn to shreds by people too, which was very hypocritical as those same companies were the ones that robbed everyone of their savings and their hard won money.  She had some big lawyers on her side too but the ones in the other side were particularly vicious. So much so that, on the second day, they even dared to attack her personal life, which was preposterous.

 Her lawyer told her not to say anything about that and she didn’t but it was the first time she seemed out of control. She wasn’t happy, at all, that her enemy was so visibly desperate that they wanted to find a weak spot wherever they could see it. Their questions and allegations hovered around the fact that she was an unmarried adult woman that lived her life travelling around. They called her irresponsible and immoral, which was perfect for the always religious people in juries. There’s always a couple.

 The trial went on for weeks. Whenever she thought they had been discredited by her very well built case, they came again with claims of bribery and corruption. It was then when she really got tired and decided not only to do her own defense but also using their own tricks. She would go personal and to the facts they were attacking on her. She was very tired and she had never felt that way. Christine was a very strong person but know, for some reason, she was beginning to feel the weight of years of work.

 The first day, in which she defended herself, she attacked them head on with proof of their own corruption. She had the papers and the data, which she always kept on her records to bring them down. One by one, one by day, she destroyed their credibility in front of the judge. Of course, they came against her hard with more personal questions and other attacks but Christine was ready, she had prepared herself thoroughly for that occasion, so she had brought the big guns.

 Did they want to talk about hidden children, lovers, weird fetishes and many other things? Fine, she went there with proof. During her years as a woman in business she had also made a lot of good friends, friends with enough talents to actually uncover things about people that they would have never thought no one would ever know about. But those good friends, many of those owed a lot to Christine, came to help in her hour of need. They really did the best they could to help her win that damn case.


 The day she actually won, the papers suddenly went silent and she went back to work. She decided to work now for smaller companies in order to help them be bigger and better. Christine wanted no more juggernauts in the game. Instead, she wanted to help where she was really needed. And she knew that they would let her do that because now she was a big name. Now they knew who she was and what she could do: bring empires up or down to the ground. There was clearly no one better in the game and Christine knew it very, very well.

lunes, 9 de enero de 2017

Aquella vez

   Me enamoré de él el día que empecé a tener los síntomas de la peor gripe que había tenido ese año. De hecho, no había tenido ninguna molestia física por un largo tiempo y lo atribuía todo a la rutina de ejercicio que había comenzado a hacer. Era, al menos al comienzo, pedirle mucho a mi cuerpo pues jamás le había exigido de esa manera. Los resultados fueron tan satisfactorios que por eso pensé que ninguna gripa ni malestar de ese tipo podía aquejarme ya más porque había decidido mover mi trasero del cómodo lugar donde siempre lo había tenido.

 Justo por el tiempo que empecé a ejercitarme, cosa que hacía en privado pues nunca podría hacer algo así en frente de todo el mundo, fue cuando lo conocí a él. Creo que fue en una librería en la que entré solo por curiosidad. Tenían muchos libros que no se encontraban en otros lugares. De historietas cómicas y novelas gráficas a novelas románticas de lo más clásico que uno se pudiera imaginar. Yo iba por las primeras, él por las segundas. No había manera de que nos conociéramos así no más. Pero el destino tiene esas cosas raras que son muy acertadas, sin importar el desenlace.

 Yo había entrado con una bolsa del supermercado. No había comprado muchas cosas pero las suficientes para hacer un hueco en el plástico y caer estrepitosamente al suelo de madera de la silenciosa librería. En ese momento tenía un libro en la mano y en la otra el celular, así que me reacción inmediata fue mirar con pánico para todos lados, a ver si alguien se había dado cuenta de mi accidente. Obviamente todas las miradas estaban sobre mí pero mis ojos se posaron en una persona, la única persona, que parecía moverse mientras todos estábamos como suspendidos en el tiempo.

 Se apresuró a ayudarme con lo que se había caído y lo metió todo en una bolsa de tela que, al parecer, había acabado de comprar. Tenía la bandera gay más grande que hubiese visto, cosa que no es muy mi estilo pero la verdad fue hasta después que me fijé en ese detalle. Mis ojos estuvieron ocupados por mucho tiempo mirándolo a él, su cara y sus ojos y, a decir verdad, su cuerpo. Todo eso pasó en primavera y la ropa de invierno ya no era la norma, así que podía ver mejor sus formas. Para serles sincero quedé completamente fascinada por él casi al instante.

 Me dio la bolsa y me dijo que creía haber recogido todo. Tontamente me di cuenta que yo no había ayudado en nada, solo me había quedado congelado allí como tonto mirándolo y no había hecho nada más. Creo que el cajero se dio cuenta porque me miraba como riéndose, cosa que no me gustó y por eso decidí no comprar nada. Estaba muy apenado.

 Iba de camino a casa y la bolsa de tela era un regalo para su primo que vivía en Alemania. Me contó esto en un momento. Me dijo que me podía acompañar a mi casa, dejar allí mis cosas para poder liberar su bolsa de tela y volver a su propia casa para guardar el regalo. Yo estaba tan sonriente que la verdad solo asentí y me dedicó a escucharlo todo el camino. Era un golpe de mala suerte, eso pensé, que mi casa quedara tan cerca de la librería. Lo invité a seguir y el aceptó, ayudándome a organizar mis compras.

 Cuando terminamos, nos quedamos mirándonos por un momento hasta que le propuse tomar café pero en un lugar en la calle porque yo no compro nunca café. Él soltó una carcajada y dijo que sí. Esa tarde la pasé muy bien, hablamos varias horas hasta que él tuvo que irse. Justo antes de despedirnos, me pidió mi número y prometió escribir o llamar pronto. Francamente no me hice muchas ilusiones: era tan guapo y tan interesante que debía ser algo pasajero en mi vida, estaba seguro.

 Sin embargo, esa misma noche me escribió diciendo que luego recordó como no había comprado nada en la librería y ahora debía volver para averiguar el libro que había estado buscando. Hablamos hasta la una de la madrugada sobre el libro, sobre sus gustos y los míos. Quería seguir pero tenía mucho sueño y tuve que ser el que se despedía esta vez. Esa noche no hubo sueños pero dormí como si me hubiese acostado sobre una nube, la más suave y más grande de ellas.

 Nuestra relación avanzó rápidamente. Tan rápido de hecho que me sorprendí a mi mismo meses después, al notar como él estaba todo el tiempo en mi casa, solo en medias o incluso sin ellas, viendo películas sobre el sofá o besándonos por lo que parecían horas. Ese verano incluso hicimos un pequeño viaje juntos y fue la primera vez que hicimos el amor. Creo que nunca había disfrutado del sexo de esa manera y era porque había un ingrediente extra que nunca antes había estado allí.

 Fue después de nuestra primera Navidad juntos cuando me enfermé. Fue tan repentino que ambos nos asustamos. En un momento estaba bien y al otro me había desmayado en el baño, golpeándome el brazo contra el mostrador donde está el lavamanos. Me obligó a ir al doctor, cosa que me parecía exagerada para lo que era obviamente una gripa. Incluso con la confirmación, se puso muy serio desde el primer momento. Era algo que yo jamás había vivido y por eso no lo entendía bien.

 Prácticamente se mudó a mi casa. La verdad es que, entre mi dolor y malestar, me gustaba ver su ropa allí con la mía. Me encantaba ver como ponía sus zapatos cerca de la puerta y me hacía una sopa que su abuela le había enseñado cuando era un niño pequeño. No tenía muchas ganas de reír ni nada parecido pero la sonrisa que tenía desde que lo había conocido seguía en mi rostros pues para mí él era fascinante. Era como si no fuera de este mundo, tanto así. Era amor.

 Me dio el jarabe y las pastillas a las horas adecuadas y me acompañaba en la cama con una mascarilla sobre su boca. Era yo el que había insistido en ello, aunque él aseguraba que sus defensas eran tan buenas que un gripe de ese estilo no podía entrar en él. Eso me hacía gracia pero igual lo obligué a usar la máscara porque no quería arriesgar nada. Todas las noches me daba un beso con la máscara de por medio y con eso yo era feliz hasta el otro día, cuando inevitablemente despertaba antes que él.

 Me encantaba mirarlo dormido, aprenderme la silueta de su rostro de memoria. No tengo ni tendré la más remota idea de cómo dibujar apropiadamente a un ser humano pero quería tener al menos ese recuerdo, uno bien detallado para que nunca lo olvidara. Sin embargo, sabía que eso ya no podía pasar. Ya estaba en mí y pasara lo que pasara, seguiría allí por mucho tiempo. Cuando se despertaba por fin, me miraba y se reía. No preguntaba nada pero creo que sabía lo que yo hacía.

 La sopa de la abuela funcionó, al igual que sus dedicados cuidados. Aunque me duró una semana el virus, pudimos deshacernos de él juntos. Tal fue mi alegría el día que me sentí verdaderamente mejor, que hicimos el amor de la forma más personal y emocionante en la que jamás lo hubiese hecho. Fue después de esa noche cuando él me dijo que quería vivir conmigo permanentemente. Fue fácil arreglarlo todo, acordar como sería todo con el dinero y esos detalles.


 El día que trajo todo fue el más feliz de mi vida. Lo ayudé a guardarlo todo y luego lo celebramos cenando algo delicioso que casi nunca comíamos. Me di cuenta entonces de que lo amaba, de que él me amaba a mí y de que acababa de empezar un nuevo capítulo en mi vida. No sabía más y no era necesario puesto que todo lo que tenía era suficiente para vivir feliz y eso era lo que siempre había necesitado.

sábado, 7 de enero de 2017

Accidents happen

   The pain in my legs was, for lack of a better word, horrible. Any movement caused me awful pain, so I had to learn to be still or to move only from the waist up, twirling that part of my body like a gummy candy. The bed they had assigned for me was, thankfully, larger than myself and very comfortable. It even had a sweet scent that I couldn't point to but that I found really interesting and soothing. I think it may have been vanilla or something very similar because it reminded me of my past. For some reason, that smell help me calm down whenever my legs would start to make me feel as if I was in front of the devil in the depths of hell. It was that bad and, looking back, I can easily say it was one of the worst moments in my life.

 The accident had caused me to stay in that bed for months, in that hospital located in the middle of nowhere. The number of patients changed dramatically during my time there. At one point, I could swear we were not more than twenty people. Later on, it felt like a filled up prison holding more than a thousand inmates. And I talk about prison because that's how it felt like sometimes and the building really did help to that effect. It was one of those relics from some war long ago and they had tried, without much success, to convert it completely to a hospital. Apparently it had also been a mental house, a school, an orphanage and even a place where alcohol would be hidden from the local authorities.

 The history of the place, without a doubt, was very interesting. But during my stay I could only think about when I was going to be released. The doctors told me, through a translator they had called only for my case, that my recovery was going to be so difficult that it was best if I stayed there for several months. All in all, I stayed there for around five months until I was finally released. The doctors and the nurses were not the most loving or soft people in the world but they were very good at what they did. Maybe I didn't see them smile very often but I know that they did the best they could with my case and thanks to them I was able to recover. Of course, my legs still have some moments of "weird behavior", but I have learned to live with that.

 After all, only centimeters and seconds had separated me from being dead. Everytime I think about the accident, I understand everything a little bit less, if that's even possible. Because I have no idea how I got to be fighting for my life, my legs covered in blood and my body just aching with pain. I have no idea how I endured after all of that but here I am, I guess. It happens often after I shower that I sit down on a chair in my bedroom and I look down to them and I see some of the scars, still visible below a not so thick layer of hair. I am thankful to be alive and walking around because I have no idea how the hell they did it, how they made my legs work as if nothing had ever happen to them. It's just amazing.

 I am not a religious person and doubt I will ever be but, during my stay in the hospital and even recently, I have found myself praying somewhere in my house. I had never done that before but I guess that when death has been so close, you just want to cover your bases. And besides that, I really think it was a miracle that I could walk again. I don't think it was the Lord or anything like that that helped me recover, but I cannot find a proper way to understand how it all came up to this. to me writing about this, here and now, as if had been nothing. It just amazes me every day and I think many people that know me and that know about what happened to me, are just as amazed by all of it as I am.

 Even the stay in that dreadful place is something I will keep forever in my heart. Because in that place I learned to love myself for who I am and not for anything else. I learned to settle down, to calm down even and let things fall into place before I rush into anything. I had many sleepless nights, many moments of reflection during days in which I didn't do much. I even met some great people and, towards the end, I also had a temporary lover who helped me in more ways than one to pull it off, to survive what I was going through. It wasn't easy and I won't, ever, forget that it happened because it is one of those pivotal moments in someone's life. It had to be that bad to get a slightly better with time.

martes, 3 de enero de 2017

Oídos sordos

   No se oye nada. De pronto es idea mía o de pronto sí es algo real. Creo que me estoy quedando sordo.

 No me muevo de la cama. Por alguna razón estoy acostado sobre mi lado izquierdo. Jamás duermo de lado sino sobre mi abdomen, mi pecho, o como sea que quieran llamarle. El caso es que no duermo así, entonces es raro. Me quedo quieto, mirando la pared blanca frente a mi.

 Mis ojos se abren bastante, por primera vez en el día. No veo nada más sino el muro blanco. No hay ni una mancha, no hay nada allí más que la inmensidad de la pintura blanca. Entonces siento el calor y me quito la sabana de encima. Es entonces que me duele y me doy cuenta de dos cosas: hay algo sobre mi cara y, en efecto, no puedo oír nada.

 No me pongo de pie sino que me quedo en la cama, abriendo y cerrando los ojos. Mi mano derecha sube lentamente a mi cara. Me toco el mentón y voy deslizando los dedos por la piel en dirección a mi oído, donde siento la mayor molestia. Debajo del pelo que forma la patilla, siento que la piel está inflamada, muy inflamada. Recuerdo que el día anterior me dolía el oído pero era un dolor que iba y venía, ahora es permanente.

 Está muy hinchado y me empieza a doler, como que todo mi cuerpo se da cuenta que estoy de verdad despierto y que el dolor tiene espacio para empezar a sentirse. Me recorre el cuerpo un escalofrío, que incluso me hace doler el pie y me hace sentir muy extraño. 

 Tomo impulso y me pongo de pie y camino, casi automáticamente, al baño. No es mi casa de siempre, solo me estoy quedando por un tiempo. Pero llego, prendo la luz y trato de mirarme pero es dificil verse los oídos. Me toco de nuevo y me echo agua, pensando que puede que el frío ayude. ¿O será mejor el calor?

 No, lo mejor es salir. Media hora después estoy en la sala de espera de un hospital, el único del que sé la existencia en esta ciudad que no es la mía. Me llaman y me hacen esperar aún más en una pequeña sala donde otras personas se quejan o hacen cara de enfermedad. Parece que todos están malos del estómago o algo por el estilo. No es raro en una ciudad de clima cálido, a la que vienen muchos turistas y comen y se meten en cualquier lado sin observar los mínimos niveles de limpieza.

 Mientras espero me miro los pies. Siento un poco de mareo o de pronto sea yo mismo que me hago sentir peor. Es raro pero así son las cosas en los hospitales. Son sitios horribles y terribles, llenos de quejidos de niños y caras largas de padres cuyas vacaciones han sido arruinadas pero nada pueden decir o sino sonaría muy cruel.

 Tras varios minutos, o tal vez menos o tal vez más, me hace pasar una joven doctora. Se demora más escribiendo en el computador que revisándome como se debe. Prefiero pensar que sabe lo que hace. No hablamos casi, solo me hace unas preguntas básicas y le explico mi dolor y cómo me he sentido en los últimos días. Al parecer no nota nada especial en lo que le cuento porque parece no estar muy interesada. O tal vez sea su cara de "Sí, ya sé de que me habla".

 Llena un papel, me dice que pague la consulta y en la farmacia de la esquina compro lo que me recomienda la doctora. Apenas llego al apartamento me tomo las pastillas con agua y me acuesto de nuevo. Siento hambre pero prefiero no comer nada. Me quedo mirando la pared, con mis pensamientos perdidos en la nada.

 - "Maldita sea..." - pienso. "¡Que bonito comienzo del año!"

Por un momento olvido el dolor y me doy la vuelta. Mala decisión.