viernes, 8 de junio de 2018

Un estudiante y un profesor


   La primera vez que tuvimos sexo fue en mi automóvil. Era de noche y estaba allí, en la oscuridad del enorme estacionamiento. Yo acababa de terminar mis correcciones del día en el salón de profesores y caminaba hacia mi coche para, por fin, ir a descansar a casa. El día había sido largo y tedioso, más que todo porque me había pasado todo el rato vigilando a los jóvenes mientras presentaban sus exámenes. No era poco común que alguno, o varios, trataran de copiarse o de hacer trampa de una u otra manera.

 Había llevado a dos chicos y una chica al rector ese día y las tres peleas me habían dejado cansado. Eso sin contar que, aunque los exámenes se habían terminado a las cinco de la tarde, había tenido que quedarme hasta las nueve de la noche para corregirlo todo. Nunca me había gustado ponerme a corregir en casa, sentía que estaría invadiendo un lugar casi sagrado para mi con cosas que allí no tenían nada que ver. Por eso siempre intentaba dejar el trabajo y mi hogar completamente separados.

 Abrí la puerta del coche, dejé mis cosas en el asiento del copiloto y me quité la chaqueta para dejarla sobre mis libros y demás. No hacía calor pero yo me sentía abochornado. Estiré los brazos lo más que pude, también la espalda, giré la cabeza a ambos lados y bostecé tratando de despertar del letargo de la larga jornada. Fue entonces cuando escuché su voz. Tuve que darme la vuelta para verlo allí, de pie en la mitad de un espacio de parqueo. El lugar estaba casi completamente solo y oscuro.

 Era Sebastián, de mi clase de las siete de la mañana. Había presentado su examen como todos los demás y no había tenido ningún problema con él durante el día y menos aún en el curso de la carrera. Se acercó un poco más y me saludó, sin decir más. Yo lo saludé y le pregunté que hacía en la universidad tan tarde. Me dijo que se había quedado con algunos amigos para el partido de futbol, que se había terminado hacía poco. Yo nunca fui fanático de los deportes, así que no me sorprendía no saber esa información.

 Pero, por alguna razón, le pregunté que tal había estado. Me dijo que bien pero también que había querido buscarme porque sabía que yo estaba allí. Por un momento no entendí lo que había querido decir pero no tuve que preguntar nada. Sebastián se acercó a mi, casi corriendo, y me abrazó de una manera un tanto extraña. Pensé que estaba triste o que algo muy grave le podría estar pasando, pero fue entonces que sentí como una de sus manos bajaba lentamente y se detenía en mi pantalón, más precisamente en el lugar donde estaba mi pene. En ese momento, la adrenalina empezó a fluir a borbotones.

 No sé cuanto tiempo estuvimos así. Solo sé que nos separamos eventualmente y el quitó la mano de donde la tenía, causando una reacción física en mi que no podía eliminar. Sin embargo, reaccioné rápidamente y le dije que no sabía qué le ocurría pero estaba seguro que no era algo que él en verdad quisiera. Además, yo era su profesor, y no era correcto que algo pasara entre un alumno y un profesor, más allá de una relación puramente académica. Él me miró a los ojos y pude notar que estaban húmedos, al borde del llanto.

 Me respondió que yo no era muy mayor y que no tenía porqué estar mal podernos ver como algo más que estudiante y alumno. En lo primero tenía razón: él era un chico de unos diecinueve años y yo era un profesor bastante joven de treinta y cuatro años. No era un viejo como sí lo eran la mayoría de los miembros de la facultad. Pero eso no tenía nada que ver, pues las reglas eran muy claras y nada así podía pasar entre un alumno y un estudiante. No había excepciones ni nada que se pudiese decir para cambiar las cosas.

 Yo se lo hice notar pero entonces él empezó a llorar, sin decir nada. Quise acercarme pero pensé que podría no ser la mejor idea. Después de todo, le estaba aconsejando tener cierta distancia entre nosotros y acercarme para tratar de entender lo que le pasaba podía entenderse mal. No solo él podría entenderlo incorrectamente sino que lo mismo podría pasar con la universidad. El problema para mí sería enorme y no podía permitirme perder el único trabajo estable que había podido conseguir en mi vida.

 No me acerqué pero le pregunté qué pasaba. No me respondió, así que le aconsejé visitar la oficina del consejero estudiantil o el de la sicóloga de la universidad. Cualquiera de los dos podría ayudarlo, o al menos eso pensaba yo. Él solo lloraba y se limpiaba las lágrimas con las mangas de su chaqueta, que le quedaba algo grande. Tengo que confesar que se veía muy tierno en ese momento, pero tuve que quitar ese pensamiento de mi cabeza, porque no podía estar diciendo una cosa y pensando otra. Podría haber problemas.

 Fue entonces cuando Sebastián me dijo, ya un poco más calmado aunque con lágrimas rodando por sus mejillas todavía, que se había enamorado de mi desde el primer día de la universidad. Me recordó que yo había sido el profesor que había dado el tour del lugar a su grupo, el mismo que le había dado su clase de introducción a la carrera. Yo, por supuesto, no lo recordaba. Pero él sí que lo recordaba, con gran detalle, y me dijo que yo le había gustado desde entonces. De eso habían pasado ya casi dos años. Según él, no había dejado de pensar en mí durante todo ese tiempo.

 Le dije que me halagaba con sus palabras pero que tenia que entender que las cosas solo podrían ser de una manera. Además, si sus padres se enteraban podría haber un problema mucho más serio que solo con la universidad. Traté de hacerle ver que había muchos chicos por todas partes y que seguramente alguno de ellos podría sentir algo por él como lo que él sentía por mí, y que eso sería mucho más fácil de manejar que una relación con alguien que le llevaba quince años de edad. Era la simple verdad.

 Él me explicó entonces que nadie sabía que era homosexual, ni sus padres, ni sus amigos de la universidad ni nadie más. Según él, había tenido muchas infatuaciones con hombres en su vida pero que la más intensa había sido conmigo, puesto que me veía muy seguido y notaba cosas en mi que le gustaban. Quise preguntar pero no tuve que hacerlo pues él mismo me dijo que le parecía responsable y gracioso pero también serio y muy fácil de tratar. Además, me había visto nadar en la piscina de la universidad.

 Eso me dio algo de vergüenza y sentí que se me ponía roja la cara. Fue cuando Sebastián sonrió y entonces, tengo que confesar, me pareció ver una parte del chico que nunca había visto y que me gustó bastante. Tenía una sonrisa hermosa que me hacía ver las diferentes capas de su personalidad. Era un chico algo inseguro y temeroso, pero también parecía ser alegre y optimista, tal vez a su manera. Creo que él se dio cuenta de lo que yo pensaba, porque se fue acercando lentamente y, esta vez, me tomó de la mano.

 Tengo que decir, de nuevo, que todo pareció pasar muy rápido y a veces muy despacio. Es extraño de explicar. De un momento a otro, resultamos en la parte trasera de mi coche. Creo que fui yo el que lo invitó a pasar… Entonces nos besamos, lo besé por todas partes y eventualmente le quité la ropa hasta dejarlo casi completamente desnudo. Él hizo lo mismo conmigo y así fue como mi automóvil se fue cubriendo de vapor, a la vez que Sebastián experimentaba su primera relación sexual con otro hombre.

 No sé cuanto tiempo estuvimos allí. Solo sé que cuando terminamos, le dije que lo llevaría a casa. No hablamos en todo el camino pero había un ambiente bastante confortable en el ambiente, lo contrario a lo que hay cuando sabes que has hecho algo que está mal y necesitas arreglarlo. Era completamente al revés.

 Cuando llegamos, nos despedimos con un beso en la boca. Sus labios eran dulces y su piel tenía un aroma suave y perfecto. Me dedicó una última sonrisa y salió del coche sin decir nada más. Lo vi entrar a su casa y luego me fui. Cuando llegué a la mía tuve mucho que pensar, bueno y malo. Como siempre.

miércoles, 6 de junio de 2018

To vanquish fear


   Trying clothes was one of those things that Rebecca had never really liked about going out to a mall, whether it was with her friends or her family. She would always see something cute that she would love to wear herself, but wouldn’t be able to bring herself to try it on and least of all buy it. Something just prevented her from actually trying to change, even when she really wanted to make something for her that would maker her at least a little bit more interesting, not only for men but also for everyone in general.

 She had never been the kind to talk to strangers or just initiate a conversation in the line of the grocery store. It was very difficult to find the right moment and the right words and apparently the right person to that with. And when she finally decided to do it, people would have moved on and she would already be out, walking home or something. Rebecca would always blame it on her being slow and not as smart as other people, but the reality of it was, and she knew it very well, that she was just too shy and insecure.

 Her parents had tried for years to get her out of her shell, almost pushing her to do different extracurricular activities in order to discover things she could be good at or that could help her relate better with people. She tried cooking and playing various sports, as well as knitting and dancing and also horseback riding and even volunteering to help those in need. She did all of them for some time and then quit when she realize she wasn’t really getting anything out of any of those activities, only frustration.

 After every single failure, she would go back home and stay in her room for hours and days, sometimes crying for being such a weird kid but then realizing she didn’t really care about other people and then taking on hobbies that could work with her being alone like drawing and writing. The only things she would ask her parents to buy for her would be pencils in every single color in existence, as well as notebooks and, once, a better laptop to keep a copy of everything she did just in case she needed it.

 For a while, she was able to just to that and come to school almost running in order to keep drawing and writing. Her parents were busy most of the time so, even if they had been worried at first because of her lack of skills with others, they soon realized that they had to be grateful their daughter was having such safe and creative hobbies, rather than causing problems for others or for herself. So they were happy buying her whatever she said she needed for her arts and they never doubted her skills again. However, it would soon be all for nothing because of the big changes that happened afterwards.

 As everyone knows, the Plague started its expansion about a year ago and in a matter of days, several millions had died suddenly and others had been severely deformed and turned into creatures without a proper mind. They had no thoughts of their own, nothing that could relate them to the people that had been before. They just lived, if that could be called living, to wander the world and attack those that the Plague had not killed in the first wave. The survivors moved around often, avoiding their former families and friends.

 Rebecca had been one of the few survivors of that cataclysm. It was very strange but, for a long while, she had been completely oblivious about the whole thing. Not only because she spent her days in her room, drawing and writing about all the things that came into her mind, but also because the Plague had expanded at the beginning of summer, meaning she had less reasons to be outside or wander around town. Rebecca enjoyed the sun more when she could be as away from it as she possibly could.

 She was already seventeen when everything happened. The day she heard shots outside and people screaming was the first one when she realized something was going on. She had been in her room for at least a week. Rebecca had learned to cook for herself a long time ago, as her parents would often be at work, so she had not missed them or needed them for anything. But the day the shots were fired, was the same day she ran out of pages on her favorite notebook, which had a beautiful Japanese design on the cover.

 Normally, the girl would ask her mother or father to go to the shopping mall and buy a new one but she wasn’t able to find them at all that they. She waited at home all day but they never came in. So she looked for their offices phone numbers and then things got even stranger because the phone wasn’t working. It was obvious that something very bad had happened because when night came, the lights suddenly went out and they never came back again. She was very scared and decided to stay in her room.

 She did so for a whole day until she heard shots again and then more screams and then silence. Rebecca was terrified and in need of her parents. It was true that she had never been really that good with people but she realized that her parents had been essential in her becoming at least a functional human being. She didn’t love being with them and she felt bad for that because she knew children were supposed to love their parents and she had never felt that. Until, she was alone. Until she had been forced to realize how dire her situation was without them. She cried herself to sleep that second night.

 By the third day, she came down to the kitchen and decided to pack every single piece of food she could find on a bag. She would carry that bag to her room and then survive whatever was happening in there. As she put everything on a suitcase that her father would often use for business trips, she realized she had never thought on turning on the television or the radio in order to know what was happening. She was about to do so but then she felt stupid because the electricity had stopped working two days ago and she knew that.

 Rebecca felt very stupid and realized filling a suitcase with crappy food was not going to save anyone from anything. If she wanted to know what was happening, and it was probably best that she did, it was imperative for her to step out of the house and confront the world, once again. She climbed the stairs fast and looked out the window, something she rarely did. There was no one on the street and no sounds could be heard. If there was a perfect time to come out of her house, that was it.

 She emptied the backpack she used to go to school and packed in some clothes and things she would need outside like a flashlight and batteries, some of the crappy food from the kitchen, a Swiss army knife her father kept in a drawer and a tiny bottle of pepper spray that her mother had indicated her on how to use, in the eventuality that a man would try to do something inappropriate to her or someone mugged her on the street. Of course, she had never found use for any of those things, until now.

 When ready, she slowly walked towards the front door of the house and opened the door with doubt. She was not as scared of what might have happened in the world, as she was from the exterior in general. She took a deep breath and slowly but surely walked beyond the front side of her house. Rebecca stopped for a moment and looked behind, wondering if she would ever go back there but she knew it was better not to ask too many questions, at least when she was so insecure about everything in the world.

 Rebecca started walking again and, in minutes, she was deep inside her neighborhood. Contrary to a normal day of summer, the streets were very empty and the sun was only heating up the cars that had been left outside. There were no corpses to see, so she was optimistic.

 She stopped being that when she got to the supermarket her family visited. A group of people was gathered in front of the door. She doubted for a minute but then, knowing she had to be brave, she yelled at them. She had vanquished part of her fears, just as a bunch of zombies looked at her, licking their dry lips.

lunes, 4 de junio de 2018

Solo yo...


   Cuando estuvo frente a mi, lo único que pude hacer fue llorar. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos sin control alguno, rodando como cascadas por mis mejillas. Mis ojos se sintieron hinchados y pronto no pude ver mucho delante de mí, por lo que tuve que limpiarlos con la manga de la camisa, sin importar la cantidad de sangre que tenía por todas partes. Me acerqué un poco más y pude sentir el calor del cuerpo que estaba viendo. Era una escena que jamás había pensado ver de esa manera, algo muy extraño.

 Estaba presenciando mi primera relación sexual. Se sentía como si estuviese rodeado por una burbuja, una especie de capa delgada de plástico que me estuviese protegiendo de algún mal desconocido. Me había visto entrando por una puerta y besar a un chico que no había visto en muchos años. Ahora que lo veía, me parecía gracioso el hecho de que lo hubiese elegido precisamente a él como la primera persona con la que tendría sexo. Claro que en ese entonces creía que era “hacer el amor”, pero eso es lo de menos.

 Estuve mirándome un buen rato, mientras mi versión más joven parecía tener más brazos de lo normal. Se abrazaba con el otro chico y lo tocaba de una manera muy graciosa, algo inocente. No parecía estar presenciando una escena entre dos jóvenes a punto de hacer algo que yo conocía ya muy bien sino que parecía algo más extraño y menos familiar. Además se me hacía incluso gracioso y no podía dejar de sonreír. Era una situación demasiado extraña. Estar allí y al mismo tiempo no estar, era algo que no podía dejar pasar.

 Me limpié las manos tanto como pude en la ropa, mientras ellos hacían lo que yo sabía que habían hecho. Caí en cuenta entonces que estaba presenciando dos menores de edad en una situación comprometedora. ¿No era eso algo ilegal o peor que eso? Sin embargo, uno de ellos era yo y sabía muy bien como había terminado todo y no me refería solo a esa oscura tarde. Las cosas que habían pasado después habían definido, en buena parte, el tipo de persona que sería después, que soy ahora. Todo pasó rápidamente, ahora que lo pienso.

 Ellos se levantaron de golpe y se tomaron de la mano. De nuevo, todo se veía completamente inocente. Me di cuenta que, cuando empezaron a caminar hacia una de las habitaciones, la luz del lugar pareció seguirlos a ellos. No tenía otra cosa que hacer sino seguirlos de cerca y entrar a la habitación con ellos. Tan pronto entramos, siguieron besándose. Recuerdo bien que él mismo me había dicho que tenía que aprender como besar y eso era lo que estaba intentando hacer, me decía cómo debía de hacerlo para disfrutar más del momento y de la otra persona con la que estaba. En parte, tenía razón o eso creí entonces.

 Solté una carcajada cuando tomaron un caramelo y se besaron con el en la boca, y se lo pasaron de un lado a otro. Había olvidado por completo que eso era lo que habíamos hecho esa tarde. Después vino algo más asqueroso, que fue tomar un sorbo de champú para luego hacer lo mismo con él. Era como ponerle algo asqueroso a un momento precioso y a un sabor que ya estaba bastante bien. Los chicos jóvenes pueden ser muy asquerosos, eso lo sé muy bien ahora que he conocido mi buena parte de hombres en esta vida.

 Entonces, él me fue empujando sobre su cama y se inclinó encima mío. Mis nervios se notaban. Incluso entonces, debo decirlo, mi yo más joven se veía como un niño pequeño que no sabe lo que está pasando. Se besaron más y fue entonces cuando algo me desconcentró. Dejé de escucharlos por primera vez desde que había ingresado en ese estado extraño, puesto que algo de mi lado hizo un ruido extraño. Parecía un grito pero no supe bien que era porque no se repitió. Mientras tanto, el otro chico se había quitado la camiseta.

 Los volví a mirar pero mi interés se había visto corrompido por el breve grito que había escuchado. Había rasgado lo más profundo de mi mente y me había hecho pensar, por primera vez, que era posible que el estado en el que me encontraba podía ser resultado de algo que no debía alargarse demasiado. Tal vez era todo un truco, ver uno de mis recuerdos para distraerme y así seguir destruyendo lo que más quería del otro lado. Y ese otro lado es el presente, desde el que les escribo ahora. ¿Eso es bueno, no?

 Traté de mirarlos, como me quitaba mi ropa y la de él, como nos metíamos bajo las cobijas y nos tocábamos y besábamos y reíamos, como niños. Me di cuenta que, en ese entonces, yo era muy maduro de unas maneras y muy inmaduro de muchas otras. El sexo y todo lo que tenía que ver con la relación con mi cuerpo, estaba mucho más avanzado que en otros chicos de mi misma edad. Pero no tenía ni idea de las verdaderas consecuencias de mis actos, no sabía como las decisiones que tomaba me encaminaban a mi presente actual.

 De repente, cuando escuché el primer gemido del otro chico, un nuevo grito ahogó casi de inmediato ese sonido de placer. Esta vez se oía mucho más claro y era evidente que provenía de mi lado, de mi presente. Sentía que había algo que había olvidado, algo que había dejado de lado en el momento en el que había entrado en esta nube extraña que me había llevado al pasado, a un momento en el que no había pensado en mucho tiempo. ¿Porqué me había llevado esa cosa a ese recuerdo y no a otro? ¿Porqué quería hacerme ver algo que ya ni recordaba bien? ¿Cual era el punto de todo?

 Otra vez un nuevo grito. Esta vez el que gemía en la cama era yo y sabía muy bien porqué pero ya no me interesaba lo que pasaba allí. Me di cuenta, o mejor dicho, recordé la sangre que manchaba mi ropa, mi cara y mis manos. Y recordé también de donde había salido. Y el que gritó entonces fui yo y el grito que venía de afuera de esa burbuja temporal, también había sido mío. Porque seguía en ese campo de batalla, con el cielo rojo y mi mente colapsando.

 Varios morían cerca y lejos y supe bien que yo había sido responsable de muchas muertes en ese lugar. Sé que luchaba por algo más grande que mi mismo, que mi vida o que mi muerta. Estaba luchando para que todos pudiéramos tener una vida decente, una vida de verdad. Había dejado de lado la pistola y en mi cinto sentí un cuchillo bien afilado que no había visto ni sentido antes. Miré bien a mi alrededor y no vi a nadie cerca, solo voces lejanas y gritos y muchas explosiones. El olor a muerte se estaba expandiendo.

 No sé qué había causado mi regreso al pasado, no sé quién o que me había enviado allí para mantenerme distraído. Era obvio que algo sabían acerca de mi y habían creído que un recuerdo me detendría. Pero yo mismo pude sacarme de allí adentro, porque nadie más podría nunca ayudarme. Desde el comienzo había sabido que todo lo que había que hacer, tenía que hacerlo yo mismo, con mis propias manos. Había gente que creía en lo mismo que yo, pero para ir más lejos solo podría confiar en mi mismo. Nadie más podría hacerlo.

 Entonces se acercaron algunos enemigos y en menos de un minuto estuvieron en el suelo, cogiendo con ambas manos su cuello, tratando de respirar después de que les había hecho un corte profundo que solo significaba la muerte. No podía haber dudas y por eso solo yo podría avanzar lo suficiente. Solo yo podía caminar por ese campo como lo hice, solo yo podía usar mi cuerpo y mi mente para destruirlos, como también lo hice. Cuando llegué al otro lado, al lugar desde el que nos atacaban, la decisión fue sencilla.

 Mis acciones mataron a miles y me encarcelaron por ello. Había salvado a millones pero la ley era la ley y tenían que juzgarme. Muchos me acusaron de ser un genocida, un asesino sin compasión que había destruido sus amorosos hogares llenos de odio y desdén por todos los demás.

 Acepté mi destino, lo que dijo la ley, y por eso les escribo desde la cárcel. Creo que es una buena manera de hacer terapia, de reflexionar sobre lo que hice de joven y de adulto. No pienso, ni pretendo, que nadie me perdone. Solo espero que alguien alguna vez piense en mí y sepa todo lo que soy y fui.

viernes, 1 de junio de 2018

He was me


   For a split second, I had been unable to recognize him. But then, as I drew closer, I realized that I had known him my entire life. The only thing was that, I hadn’t seen him in a long while. He was still inside my head but only as a fading memory, as something that wasn’t real anymore but does not want to die and disappear. I looked at him and started crying in silence. Suddenly, the past came rushing in like a flood, filling every corner of my being. Because he was me, only much younger and way more innocent than I am now.

 I hadn’t been able to see myself like that in a long time and I seemed to have changed. Well, it was expected to be that way because many years had passed, more than a decade in fact. Not only had my physical appearance changed a bit but also what I had inside my head. It was like seeing a mirage in the middle of the desert and just standing away from it, hoping it won’t vanish. Because if it does then it doesn’t exist anymore and it fails to become something real, something that I can point to when trying to explain who I am.

 That was one of those damn questions I wanted to answer so bad back then. I really wanted to know who the hell I was and how I had become who I was and how I could move forward. The need to know myself was first and foremost in my mind, so much that it was shortly after when I started stepping outside of my comfort zone, making it easier for others to take advantage of me without me actually realizing it. I was so much younger in mind and body, and so silly and plain. But I guess I was also brave, beyond my wildest dreams.

 I know that because I can see myself now, what I do and what I’ve done and all of that can only be the result of someone having the balls to run away from his or her life and just go for it, whatever “it” is. I never realized the dangers I had faced and that many of the moments I had forgotten were forgotten for a reason. Because it was then, and not before, when I realized that life is not so simple and so easy as many make it seem. Life can be horrible and tiring and just too much for a young person to handle. Just too much sometimes.

 I had no idea before that, of all the things that awaited me. And I know many think that it’s precisely that what gives life its meaning. That mystery and the unknown are supposed to be what living is all about. But they never tell us how frightening it is or how horrible it can be sometimes. You do things and then you realized you have crossed several lines created by mankind in order to controls us and you freak out because you’re not that innocent little boy anymore. You’re a grown man doing things, left and right, and they could be a deal breaker in life with many people or even yourself.

 A movie was the one that made me think all about this. A beautiful simple movie rocked my brain and made me remember moments and facts that I had completely forgotten. Moments populated with actions and thoughts and people, all of them part of that big dream we all call the past. And that dream keeps getting larger and larger and I have no idea if I should keep believing in that dream. Maybe that was the reason why, all of a sudden, everything exploded inside my head. Maybe I have to make a choice.

 But I don’t want to. Because choices in this world are never permanent, they are never something you take to your grave. Choices always get mutated and manipulated, whether you do it or others do it. Nothing is permanent, so why should I do something that makes anything seem forever when, I know for a fact, that forever doesn’t really exist? It’s a thing in our heads that makes us think about our legacy or how capable we are to survive our own lives but the truth is that we don’t. We die and that’s it for us. Nothing more.

 Watching the “me” from the past makes me feel very bad, it hurts me very deep. I disappointed him, so I try to avoid looking directly into his eyes. Because I know that even that figment of my imagination, of that past we keep recalling, can understand that my life did not get to be what we always thought it would be. The paths I walked on are not the ones we always thought we would walk on. And my life is not the life of someone in a movie, but the life a lonely boy who doesn’t really matter in this world.

 None of us really matter, by the way. I don’t want to sound as if everything had happened to me and only me. It is the world that doesn’t give a shit about any of us and that’s why our pasts or presents or futures are not important. Even if we become the worst person on the planet tomorrow, nature has an expiration date on all of us, and that will never change. So the mistakes we’ve done and will do, are never really important in the grand scheme of things. It’s just that we think too much about ourselves as a species.

 Thinking condemns us every single day or at least it should. Most people are drones who live their lives from one side to the other, never really thinking about themselves in a profound way. They fill their lives with things in order to fill holes that they don’t even know if they have or not.  They have friendships and relationships and try to be as similar as the norm says, because if you step out of the line traced by people before you, then you’re on your own and no one will help you survive. You will have to learn how to navigate life by yourself and that’s scary, so few people actually go down that way.

 The only thing I can do now is to wait for my memories to go back to sleep, deep inside my head. They will fall in a deep slumber because they know I have no use for them right now. But they will always be there, waiting in the dark for me to need them or for them to teach me a lesson about myself, again.

 As for the movie, it’s something that happened and now it’s gone. I will probably reflect on it some more but, as I have no one to talk to about it, the need to have that on my mind will also die down. And he will go back deep inside my soul and not comeback for a very long while.

 However, I’m sure I’ll see him again. At least once more before the end.