lunes, 31 de julio de 2017

Una particular tarde de compras

   Como le habían indicado, Lucía dio la vuelta a la perilla una vez la luz en el cuartito se volvió verde. El lugar que le esperaba del otro lado estaba muy bien iluminado. De hecho, parecía como si el sol estuviese brillando en la parte exterior. Era muy extraño pues ella estaba muy consciente de que en la tienda del otro lado de la puerta era de tarde, el sol estaba poniéndose. Pero allí, en esa hermosa casa donde estaba ahora, la luz llegaba directamente desde arriba, como si nada.

 Caminó algunos pasos y sonrió al ver que la casa no era lo que ella había esperado en un principio. Era de un claro estilo japonés pero no era nada contemporánea, más bien al contrario. En el pasillo que caminaba no había nada más sino algunos jarrones grandes, que no parecían tener nada por dentro. Al voltear a mirar la puerta, se dio cuenta de que estaba hecha de bambú y al lado había un recipiente del mismo material para poner sombrillas. El nivel de detalle era asombroso.

 Al final del pasillo había una puerta abierta. Metió su cabeza por la rendija y se dio cuenta de que también estaba vacía. Empujó un poco la puerta para poder pasar. Adentro vio una mesita poco elevada y varias almohadas distribuidas alrededor. Del otro lado del cuarto, había un hueco en el piso. Debía ser un horno o algo por el estilo. Había visto casas japonesas en películas y documentales pero jamás en persona, así que no sabía muy bien como funcionaba todo.

 Pero algo llamó más la atención de Lucía.  Había un espejo en la pared opuesta a la puerta del recinto. Iba de piso a techo y era delgado, como para darle mayor dimensión al lugar. Pero eso no era lo que le fascinaba. Era el hecho de poder ver que tenía otra ropa que con la que había entrado a la casa. Vestía lo que suponía era un hermoso kimono, de varios colores primaverales. No sentía su peso pero suponía que uno real debía ser mucho menos ligero que lo que sentía en el momento.

 Dejó el espejo atrás y fue a revisar la otra habitación, una frente al comedor. Era un pequeño recinto de descanso, algo así como una habitación. Pero no había una cama sino un algo así como un sobre para dormir en el suelo, pero mucho más grueso que los que había usado para acampar. Se vio tentada a acostarse pero entonces vio el jardín exterior a través de la puerta de papel y bambú medio abierta que había del otro lado de la habitación. Caminó por allí fascinada por las hermosas plantas, la paz y el pequeño estanque lleno de carpas de colores.

 De pronto, un sonido como alarma se escuchó con fuerza. Le habían advertido al respecto. Miró por todos lados y por fin descubrió el picaporte que buscaba, entre dos bonsái que había contra lo que parecía ser una cerca. No lo era. La puerta se abrió con facilidad y pasó entonces a otra casa, una que le era mucho más familiar porque de inmediato vio muebles que reconocía pero no sabía de donde. La puerta se cerró detrás de ella, casi en silencio. Pero ella no se dio cuenta. Algo le parecía muy cercano en ese lugar.

 Fue cuando llegó a la sala de estar que reconoció la casa como la que había habitado junto a sus padres y su hermano hacía muchos años, en su adolescencia. Lucía había dejado la casa cuando había cumplido la mayoría de edad, para irse a estudiar fuera del país, y jamás volvió. Cuando supo, la casa había sido vendida y, hasta donde sabía, el inmueble había sido demolido para construir un conjunto residencial de varias torres de apartamentos. Su barrio de niñez había desparecido de golpe.

 Sin embargo, estaba allí de nuevo como por arte de magia. Las viejas consolas de videojuegos que jugaba con su hermano menor, el gran sofá con estampado de flores en el que su padre se sentaba los fines de semana a ver partidos de fútbol y el gran sofá de tres puestos desde donde veían los dibujos animados en la mañana y su madre lloraba todas las noches cuando sus personajes de telenovela sufrían por alguna razón. Todo estaba allí, como si fuera un extraño museo.

 Entonces se dio cuenta de que todo lo que era suyo debía de estar allí, así todo el lugar no fuera más sino un invento. Corrió hacia la estrecha escalera que daba al segundo piso y en pocos segundos estuvo en el segundo piso. Su habitación estaba allí, directamente adyacente al baño que compartía con su hermano, adornada todavía por decenas de afiches referentes a varios ídolos juveniles, actores y cantantes, muchos de los cuales ya no se veían por ningún lado.

 Revisó los libros de su vieja estantería blanca, abrió el closet para descubrir ropa que no veía en año y lloró como tonta al leer las cartas de su primer novio, que había escondido siempre en un fondo falso que tenía su adorado tocador. Las palabras de ese niño, porque eso era lo que eran en esa época, eran todavía hermosas y profundas. Ese fue un tesoro que nunca recuperó y que por alguna razón estaba allí. No se había secado las lágrimas cuando la alarma sonó de nuevo. Se secó como pudo, dejó las cartas en su lugar y giró el picaporte, aparecido esta vez en su pared de papel floreado.

 Todavía tenía los ojos húmedos cuando entró en un apartamento que jamás en su vida había visto o imaginado. En ese espacio, la luz era casi ausente. Cuando miró la puerta que se cerraba, se dio cuenta que desaparecía en la pared, blanca y lisa. Miró hacia un lado y hacia otro. No había nada que reconocer y no tenía ni idea de que era lo que debía hacer. Fue solo cuando empezó a caminar hacia la terraza, que luces en el techo empezaron a encenderse, pero solo sobre ella, jamás atrás o adelante.

 Siguió su camino a la terraza. La puerta que daba acceso a ella desapareció de golpe y volvió a aparecer cuando se alejó de ella, acercándose a paso lento a la nada. Porque allí no había ni tubo de metal ni un vidrio que detuviera su paso. Cuando vio que el suelo se terminaba, dio una ligera patada para ver lo que sucedía. Se escuchó un sonido seco, como si hubiese golpeado algo metálico. Pero frente a ella no parecía haber nada. Extendió los brazos y pudo tocar la nada. Se sentía fría.

 Pasada la extrañeza, contempló el paisaje que se extendía delante de ella. Era una ciudad enorme, con cientos de torres altas, muy altas. De hecho, parecía que ella estaba en una de altura similar, a juzgar por la larga distancia que había desde su posición a lo que parecían ser vehículos desplazándose a gran velocidad por vías amplias y bien iluminadas. No se había gente como tal, sino las lucecitas de colores que eran los coches, corriendo de un lado a otro de la ciudad, tal vez del mundo.

 Esa extraña visión la calmó un momento pero luego recordó que debía aprovechar el tiempo. De nuevo adentro, pudo ver que todo el apartamento era una sola habitación. La sala estaba en la mitad. A un lado de ella, tras un muro, estaba una cama como enterrada en el suelo. Se veía cómoda pero increíblemente simple. Del otro lado de la sala estaba la cocina y un comedor de sillas altas, todo hecho en cromo y mármol, frío como la noche. La iluminación era mínima, quien sabe por que razón.

 La alarma se hizo escuchar de nuevo. La puerta por la que había entrado apareció de nuevo. Lucía había tenido suficiente por un día. Casi corrió hacia ella y la atravesó. Del otro lado tuvo que esperar en el mismo cuartito que al comienzo, a la misma luz verde.

 Momentos después, caminaba en silencio, con su esposo al lado. No hablaban. El bebía un café que había comprado mientras ella estaba en la tienda. Él no preguntaba nunca por nada pero esta vez, ella lo agradeció. Había sentido y visto demasiado, tal vez más de lo que podía entender.

viernes, 28 de julio de 2017

Mirrors

   He took off the condom carelessly, threw it on the bin and look at himself in the mirror. For years, he had known he was a very attractive man. Men and women always made comments about how good he looked and how educated and well dressed he always was in parties, even if they weren’t the kind of parties to dress up to. His hair had always been shiny, his teeth white and his muscles very well toned and defined. He didn’t really have much to complain on the front.

 However, as he saw closed the door to pee in privacy, he looked at himself again on the mirror but saw someone else. He was suddenly looking at a short kid, kind of chubby and with a serious acne problem, which was odd because he seemed too young to be having acne problems. That was him when he was about ten years old, maybe a little younger or a little older. Maybe it wasn’t really him but the image he had of himself after so many years of looking at himself in mirrors.

 The man looked on, even after being done in the toilet. He looked at himself naked and saw beyond what people saw every single day. They loved his ripped abdomen but then he recalled he had worked for that body, day and night, paying month after month of a gym membership his parents had bought him to help his poor self-esteem. They had taken the advice of a teacher and the boy just ran with it, going every single day for a couple of hours. He was thirteen back then.

 Outside the bathroom, shuffling could be heard. He was back in the real world, a place he hated to be in but had to love in, like everyone else. Looking at mirrors had always been a way for him to be at ease, because that way he could see beyond everything. His goals were always clearer when he looked at himself on a mirror. It didn’t matter if it was the elevator of an old building or the wet toilet of a very rundown cruising bar; he felt mirror gave him a door, a way to escape.

 Sadly, there was no one to talk about what he felt. People always seem to now what he wanted and how he was going to get it. It was because he was better looking and a success romantically. They only knew the cover story but they were fascinated by that man that paid a great apartment, a car and many other things, only by modeling in underwear for several companies. And to be fair, he was very successful that way. But not enough. There were always younger, hotter models to be in advertisements of any kind, and they didn’t mind doing whatever the job needed them to do.

 That was how he started performing sexual favors in order to get money. However, at first he only did it to gain the contracts he needed so badly to keep having a stable income. But then, as he gained popularity, he started to do to win more money, to keep his lifestyle alive. It was impossible to live properly by only putting on a speedo. He needed to do more than that and he did. He took off every single piece of clothing and became an escort for the rich and wealthy who visited the city.

 He let water flow on the sink and looked at the water for a while. He put his hands under it for a bit and then used the humidity to comb his hair. It was a calming motion, to pull his hair back and forth, to get it just right on his head. It made his head quieter, better for thinking about what he was doing to do next. But the conclusion he reached was always the same: he needed the money, so he would keep going out with those rich men until he had enough saved to stop having sex with them.

 However, saving was not something he did, not as often as he wanted at least. Most of the money came and went, spent mostly on clothing, skincare, his gym membership and the payment of his debts, of which he mad many. All of that wasn’t cheap at all and only a very small amount of money was spared every month. That tiny amount went to his savings account but it almost didn’t grow at all. The last time he checked, he wasn’t close to live a really freed life. Not by a long shot.

 There was a knock on the door and then a deep voice. The man outside told him that he needed to get going, so he wanted to know if the younger man needed a ride. He answered “No”, bluntly. The man answered back with: “I had a great time. You can stay the rest of the night of you want”. When he heard the door of the bedroom closing, the young man stepped outside and noticed his client had left everything in a very neat order, except the bed sheets, which were a mess.

 He let himself fall on the bed and lay there naked for five minutes or so. It almost never happened that his clients just left. They normally wanted to talk or play some creepy old fantasy that they had. Even after the sex was done, they still wanted the charade to go on for as long as they wanted. They thought that time is money and when paying a room in a luxury hotel for a whole night, they wanted to get their money’s worth. The same was applied to him. He was no better than something like a room, a thing. He was very well aware of that analogy.

 He was merchandise. After all, it had been him who had started everything, even asking clients to recommend his services to others and so on. He had a website with pictures and videos, not showing his face of course, and it was visited daily by hundreds of lonely men. Only a handful could actually pay the price to spend a night with him, as he had several rules and conditions to actually let them even look at him. He used his looks in his own advantage and he did very well.

 However, he had heard of competition and there were many young men in need of money who delivered the same services for cheaper. They were mostly college or high school students who needed money to pay for education. And they were younger and better looking than him, at least in the eyes of his clients. He had to take care for them in the world of modeling and also in the world of escorts. His life was tougher than many would have thought so, but he had chosen and he always reminded himself of that.

 He got on his feet and walked towards the window. He looked outside: the sun was rising and, in a few hours, the streets would be filled with people going from one place to the other. He grabbed his jacket, which he had put on a chair just by the window, and took a lighter and a cigarette from one of the pockets. It wasn’t allowed but he didn’t care at all. He opened the window and started smoking, feeling the cold wind of the morning on his thighs, penis, abdomen and chest.

 He looked down, towards the people, and he kept thinking of other ways to achieve his ultimate goal, which was to live like a superstar without having to do everything that he did to live like that. He could learn a proper skill, but that meant spending money on education. That way was a no go from the start. He could create some kind of enterprise but he had no ideas of what to do. His body was all he had and it was already difficult enough to be a model in such a crowded industry.

 The cigarette fell to the ground when he finished smoking, when he realized there was no way out and he had to keep doing what he did, until something else happened and changed his world. There was no other way about it, no matter what people thought about his so-called advantages.


 He put on his clothes, looked at himself on the mirror once again and then stepped outside the room. In the elevator, he saw that kid from his past again but he closed his eyes until the machine stopped and he walked fast towards the exit, into the cold streets of an uninviting city.

miércoles, 26 de julio de 2017

Un día más

   Al caer, las bombas levantaban del suelo la delgada capa de tierra y suciedad que había ido cubriendo la ciudad durante los últimos meses. Ya no había servicio de recolección de basuras. Ya no había electricidad y el servicio de agua en los domicilios se veía interrumpido durante varias horas todos los días. La calidad del liquido había decaído tanto que no se recomendaba beberla y siempre hervirla antes de usarla para cocinar. Pequeños tanques de gas se repartían para esto pero eran cada vez más escasos.

 Durante un año, el asedio a las fronteras y la destrucción de varias ciudades lejanas habían hecho que la capital se hubiera ido cerrando poco a poco sobre si misma. Ya nadie trabajaba en nada, a menos que fuese para el gobierno. Se pagaba en comida a quienes ayudaran a instalar y construir murallas y equipamiento militar para la defensa y si la gente se enlistaba su familia recibía un trato preferencial, siendo traslada a una casa especial con todo lo necesario en el mundo anterior.

 Claro que esto había hecho que convertirse en soldado no fuese tan fácil como antes. Solo alguien perfectas condiciones físicas era aceptado y si era muy viejo, lo echaban sin dudarlo. Mujeres y hombres hacían filas muy largas para obtener la oportunidad pero muy pocos lo hacían. Cuando la oportunidad llegaba, venía un camión por sus cosas y se los llevaban en la noche, sin escandalo ni espectáculo. Todo en silencio, como si estuviesen haciendo algo malo.

 Sin embargo, el ejercito era lo único que le quedaba al país. No era oficial, pero el gobierno existía ahora solo en papel. El presidente no tenía ningún poder real. Había sido reemplazado por una junta de jefes militares que se pasaban los días construyendo estrategias para poder repeler al enemigo cuando este llegara. Y es que todos esperaban ese día, el día en que los pájaros de acero aparecerían en el cielo y harían caer sobre sus cabezas toneladas de bombas que barrerían el pasado de un solo golpe.

 Cada persona, cada familia, se preparaba para ese destino final. Los más jóvenes a veces fantaseaban con un salvador inesperado que vendría a defenderlos a todos de los enemigos. Pero incluso los más pequeños terminaban dándose cuenta que eso jamás ocurriría. Todavía existía la radio y el internet. Ambos confirmaban, en mensajes poco elaborados pero muy claros, que el mundo estaba en las manos de aquellos que ahora eran los propietarios del mundo. Se habían arriesgado en una jugada magistral y habían resultado vencedores.

 Los vencidos hacían lo que podían para vivir un día más, siempre un solo día más. No pretendían encerrarse en un mundo propio y que los enemigos simplemente no reconocieran su presencia. Eso había sido posible muchos siglos atrás pero no ahora. Con la tecnología a su disposición, el enemigo había ocupado cada rincón de la tierra. Si no enviaban soldados o gente para reconstruir ciudades, era porque el lugar simplemente no les interesaba. Pero no era algo común.

 En los territorios ocupados, los pobladores originales eran sometidos al trato más inhumano. Al fin y al cabo eran los derrotados y sus nuevos maestros querían que lo recordaran cada día de sus vidas. No se usaban las palabras “esclavo” o “esclavitud” pero era bastante claro que la situación era muy similar. No tenían salarios y los hacían trabajar hasta el borde de sus capacidades, sin importar la edad o la capacidad física. Para ellos nada impedía su capacidad de trabajar.

 Fue así como las minas nunca cerraron, lo mismo que los aserraderos y todas las industrias que producían algo de valor. Lo único que había ocurrido era una breve pausa en operaciones, mientras todo pasaba de las manos de unos a otros. De resto todo era como siempre, a excepción de que las riquezas no se extraían de la tierra o se creaban para el comercio. Se enviaban a otros rincones del nuevo imperio y el mismo gobierno, omnipresente en todo el globo, los usaba a su parecer.

 Cada vez había menos lugares a los que llegaran. Si no lo hacían era por falta de recursos, porque no les gustaba darle oportunidad a nadie de escapar o de hacer algún último movimiento desesperado. Si se detectaban células rebeldes en las colonias, se exterminaban desde la raíz, sin piedad ni contemplación. Era la única manera de garantizar, en su opinión, que nunca nadie pensara en enfrentárseles. Y la verdad era que esa técnica funcionaba porque cada vez menos personas levantaban la voz.

 Cuando ocupaban un territorio, usaban todo su poder militar de un solo golpe, sin dar un solo respiro para que el enemigo pensara. Sus famosos aviones eran los primeros en llegar y luego la artillería pesada. El fuego que creaban sus armas era el que derretía las ciudades y las personas hasta que se convertían en cenizas irreconocibles. Sin gobiernos ni resistencia militar alguna, los territorios se ocupaban en días. Todo era una gran y majestuosa maquinaria bien engrasada para concentrar el poder de la mejor manera posible, usándolo siempre a favor del imperio.

 Cuando en la capital sonaron las alarmas, la oscuridad de la noche cubría el país. Las alarmas despertaron a la población y, la mayoría, fue a refugiarse a algún lugar subterráneo para protegerse de las bombas. Los que no lo hacían era porque aceptaban la muerte o tal vez incluso porque querían un cambio, como sea que este viniera. El caso es que la mayoría de personas se agolparon en lugares resguardados a esperar a que pasara el peligro que consideraban mayor.

 Las bombas incendiarias se encargaron primero de los edificios del gobierno. No querían nada que ver con los gobernantes del pasado en sus colonias, así que eliminaban lo más rápido que se pudiera todo lo que tenía que ver con un pasado que no les servía tener a la mano. Los soldados defendieron como pudieron sus ciudad pero no eran suficientes y la verdad era que incluso ellos, beneficiados sobre los demás, no estaban ni bien alimentados ni en condición de pelear con fuerza contra nadie.

 A la vez que los incendios reducían todo a cenizas, las tropas del enemigo golpearon con fuerza el cerco que los ciudadanos habían construido por tanto tiempo. Cayó como una torre de naipes, de manera trágica, casi poética. El ejercito enemigo se movía casi como si fuera una sola entidad, dando golpes certeros en uno y otro lado. El débil ejercito local se extinguió tan rápidamente que la ciudad había sido ya colonizada a la mañana siguiente. Ya no quedaba nada. O casi nada.

 Los ciudadanos fueron encontrados por los soldados enemigos y procesados rápidamente por ellos, con todos los datos necesarios. Pronto fueron ellos mismos usados para reconstruir la ciudad y aprovechar lo que hubiera en las cercanías. Se convirtieron en otro grupo de esclavos, en un mundo en el que ahora había más hombres y mujeres con dueños que personas realmente libres. La libertad ya no existía y muchos se preguntaban si había existido alguna vez fuera de sus mentes idealistas.

 Años después, quedaban pocos que recordaran la ocupación, mucho menos la guerra. Los centro de información eran solo para la clase dominante, a la que se podía acceder a través de largos procesos que muchas veces no terminaban en nada bueno para los aspirantes.


 Pero la gente ya no se quejaba, ya no luchaba ni pensaba en rebeliones. La mayor preocupación era vivir un solo día más. Eso sí que lo conocían y lo seguirían conociendo por mucho tiempo más, hasta el día en el que todo terminó, esta vez para todos.

lunes, 24 de julio de 2017

The isle of Gods

   The island was the favorite place for gods and goddesses; as well as for fairies and all others creatures that had been created once and had then ascended the long ladder towards enlightenment. The only race that had failed to do so was the human one, rid of stupid creatures that had ideas that were not as grand and fantastical as the ones that the creatures in the island had. Its name was Warghia, the place where everyone could relax and be themselves, far from any responsibility.

 However, a human named Floyd once washed ashore. He had lost his life in a battle far into the ocean and his body had then floated slowly towards the hidden island. The magic surrounding the place, as well as the one done by thousands of creatures for so long, had been the one to blame for his resurrection, which no one was could ever understand, even millennia after Floyd’s actual death. His story would become myth but first, he had to live again.

  The first creature that saw him lying on the sand was a centaur, a male one that had been taking a walk by the shore. Assolan was his name and he had always loved water but his culture and traditions had never related to water, at all. He liked to see his reflection on the water and the moon’s one too. He always dreamed of sailing the ocean and he had been able to fulfill his dream there, on the isle of dreams. But, sadly, he had realized he wasn’t made for a life in the ocean.

 Of course, Assolan was devastated after such a sad realization. But it was true; he wasn’t made to be in the ocean. His legs couldn’t properly stand on a boat and his body was too large to be agile in the many works that sailing required. Besides, he just couldn’t handle the movement of the water. The need to vomit all over the place was impossible to handle and an embarrassment for such and enthusiast of the ocean. So he had decided to get off that boat and never try again.

 Finding Floyd was the best surprise in his many nights of solitary walks. He always did the same thing, kicking the sand and trying to imagine a solution for his motion sickness. He tried to think of herbs or other foods to provide a solution to his problem, but that just didn’t work. When he saw Floyd’s naked body on the sand, his clothes eaten by the ocean, Assolan realized his curiosity was not limited to the ocean. When he saw the human, he instantly felt something for the creature. He couldn’t quite put it into words but he knew he had to help.

 It was very difficult for the centaur to help Floyd. With his two arms, he pushed and poked the human but nothing happened. The creature was as good as dead. He tried talking to his ear and even blew air into his mouth but that didn’t work either. He touched the human’s face, his arms and his legs. He touched every single part of the man’s body but no response was shown anywhere. His face remained as the one of a sleeping creature, as all creature sleep in the same way.

 Assolan realized the only way to help Floyd was to put him on his back and then ride to one of the nearest temples where they were always doctors and shamans that could help even the gods. A human would be a simply thing for them. With difficulty, Assolan managed to put Floyd on his back and rode as fast as he could to the temple of Shiva, the nearest one to part of the beach where they had been just a few minutes ago. The temple was beautiful and grand, golden like the sun.

 Shiva was actually lying on her back, moving her many arms independently. With one arm, she used a fan to refresh her face. Two others cut an orange and two more caressed the goddess’s body with a cream that had the scent of a thousand roses. She didn’t notice Assolan right away, only when his hoofs stopped stomping the sand and started stomping the golden bricks of which the golden temple was made of. She looked to her side and just stared at Assolan, tired as ever.

 He dropped Floyd in front of Shiva and she then asked if it was a gift for her. Assolan, with almost no more energy, only managed to say the word: “Help”. Then he collapsed. Shiva stared at the two unconscious bodies in front of her. The arms stopped what they were doing. She really looked at the two creatures as she stood up and looked with not only her physical eyes, but also the eyes of thousands of souls. With her third eye and many more. She learned, soon enough, what had to be done.

 Days later, Assolan woke up in a beautiful room. It was made of gold and had tall windows to look to the sea. The surface of the temple shimmered softly. He then realized he had been missing from his home, not so far from there. Then he remembered that time didn’t seem to pass in the same way in that island so his worries transferred from his heard to the human he had found on the beach. As he turned around, giving his back to the window, he saw Shiva there, looking at him patiently. One of her hands asked him to follow and he did, in silence.

 They walked through fantastic halls. Shiva was clearly preparing a feast, a grand one for sure. Many servants of many species tended to dozens of tables, putting bowls of foods all over the place, as well as flowers and many other commodities for the many, many guests. They passed rooms and rooms of people preparing for the party but Shiva did not say a word about it. She kept looking forward, her hands moving in different ways from time to time, enigmatically.

 Finally, they reached a room similar to the one Assolan had woken up in. But instead of a centaur, a human was sleeping on a beautiful bed, adorned with lush vegetation. This time, Assolan was able to notice Floyd’s breathing. He didn’t wait for anyone to talk, he just launched himself at the human and hugged him, as if he was a doll he hadn’t seen in many years. But to the centaur, Floyd was something more to him. It wasn’t love exactly either. Just something else.

 Shiva waited and, when Assolan stopped his hug, she stepped closer to the human and touched his face. Then, she touched Floyd’s forehead and felt everything he was. His desires and secrets were all shown to hear in her head. With her wisdom and knowledge of every piece of time, she managed to understand why the human was alive. She knew about the mystical properties of the place they were in but had not yet understood how it worked. And she knew there were things it was best not knowing.

 She explained this to Assolan but he didn’t care about any magic or everything that was not known to the gods and goddesses. He knew he was only a centaur, a creature created a long time ago. They were now appreciated by others because they were strong and brave in battle. Both the females and males could use a bow and an arrow; they could wield shields and swords and could best most other creatures in war.  Assolan was just like that. But he knew there was more in him, somehow.

 Shiva knew this and she did something she rarely did: she was kind to someone else there, in the island. She was a goddess, yet she existed because the world needed her. And the world is sometimes just one creature, one simple need.


 She left the room. And as she did, she whispered some words in an ancient language. Suddenly, Floyd woke up. Assolan and him looked at each other in disbelief. It seemed to be for hours. Then they hugged and spent days together, sharing and learning. But this is only the beginning of their story.