Cuando desperté, él ya no estaba ahí. No me
dio indicios de que ser iría tan pronto pero la verdad es que no se me hizo
raro. La noche anterior había sido perfecta pero, al parecer, quedaban muchas
cosas por hablar, por resolver, antes de que las cosas funcionaran como yo
quería. O bueno, tal vez él no deseaba tener ningún tipo de relación conmigo,
ni siquiera algo casual. Eso era respetable pero no lo entendía pues había sido
él el que había tomado la iniciativa el día anterior. No estoy diciendo que yo
no quería nada, solo que él tomó el primer paso.
Nos habíamos visto ya bastantes veces. Suele
pasar cuando uno frecuenta siempre las mismas personas. Él siempre era muy
amable, educado y a veces incluso gracioso. Sus chistes eran del momento, algo
que a mi me gustaba bastante pues era lo que yo hacía con frecuencia. Pero no
estuvimos juntos toda la noche, más bien al contrario. Era una de esas fiestas
en las que había que ir circulando para en verdad aprovechar todo lo que se
ofrecía. No solo comida y bebida sino un mundo de conexiones que, por lo menos
a mi, me caían como anillo al dedo.
Mi amiga Raquel lo había organizado todo. Ella
era de esas persona que tienen tanto dinero que ni saben cuanto. Le encantaba
trabajar, a pesar de eso, pero lo que más le gustaba era organizar fiestas y
sin lugar a dudas era una de las mejores personas haciendo exactamente eso. No
solo porque casi siempre ambientaba los encuentros de maneras que nadie se
esperaba, sino que con frecuencia invitaba a la gente correcta en el momento
correcto. Artistas, empresarios, gente del común que le caía bien,… Raquel era
una mujer llena de sorpresas.
De hecho, había sido en otra de sus fiestas,
una mucho más pequeña en su casa, donde había visto por primera vez a Daniel.
En esa ocasión no había hablado ni interactuado con él, ni siquiera a través de
nuestras amistades en común. Solo nos habíamos echado algunas miradas a lo
largo de la velada y nada más. La verdad es que siempre he sido bastante tímido
y solo puedo suponer que él es igual en ese sentido. Hasta este momento no lo
sé a ciencia cierta pero algo me dice que él es incluso más privado y reservado
que yo, y eso es mucho decir.
Esa vez también se fue de un momento a otro y
le pregunté a Raquel quién era él. Ella me dijo que se llamaba Daniel y que era
un músico que había conocido en una de sus muchas reuniones que los mejores
cantantes e intérpretes de la ciudad. Al parecer Daniel tocaba muy bien la
guitarra y otros instrumentos que usaba para acompañar a una gran cantidad de
cantantes durante sus conciertos. Raquel dijo que era callado pero cuando
hablaba decía siempre lo que uno estaba pensando. Era de esas personas que solo
hablan cuando tienen algo importante que decir.
Después fue que empecé a verlo más y nunca
supe cual era la razón. Alcancé a pensar que había sido Raquel quién se había
encargado de que en cada fiesta que yo iba, Daniel estuviese también. No, no
era que me enojara que lo hiciera, todo lo contrario. Pero me preguntaba si él
se daba cuenta de lo que nuestra amiga en común intentaba hacer. Además, estaba
el pequeño inconveniente de que yo no sabía si yo le gustaba. O para ponerlo
más claro, no tenía ni idea si a Daniel le gustaban los chicos o las chicas y
eso era algo que yo debía saber para no perder el tiempo.
La verdad es que mi interés por las cosas y
por las personas tiene una duración que puede ser muy corta. Como nunca pasó
nada en ninguna de esas reuniones, al final yo ya ni ponía atención si él
estaba o no ahí. Después fue que tuve que viajar por un año, por asuntos de
trabajo. Cuando volví y me reuní de nuevo con Raquel, estuvo contenta de
contarme todos los chismes que había para contar. Después de hablarme de los
más jugosos, recordó a Daniel y me contó que se había emparejado con uno de los
chicos de una banda que ella siempre invitaba a las fiestas más grandes.
Yo a esa banda la recordaba muy bien por dos
razones: la primera era porque en verdad eran buenos. El tipo de música que
tocaban era precisamente el que me gustaba, relajado pero con unos toques
atrevidos donde se necesitaban. La otra razón es que el baterista y yo habíamos
tenido relaciones sexuales en la van que usaban para guardar los equipos. Lo
hicimos en una de esas fiestas y todo fue solo por un mirada. Nos entendimos,
fue como un apretón de manos, un acuerdo sin una sola palabra. Minutos después,
estábamos uno junto al otro.
Bueno, de eso hacía mucho tiempo. Por eso no
le dije nada a Raquel. Ya había vuelto a ver al tipo muchas veces después de
esa ocasión y estaba claro que ninguno de los dos quería nada a raíz de ese
momento hacía tanto tiempo. La primera vez que nos vimos luego de hacerlo nos
miramos y asentimos. Las veces siguientes no hubo ni eso y nos dio igual a los
dos. Hay veces que esa energía, ese deseo de algo más, sea lo que sea,
simplemente no existe y no hay nada malo en ello. Incluso puede que sea algo
bueno.
El caso es que volví a ver a Daniel. Estaba
tan cambiado: no solo se veía más guapo que antes sino que hablaba mucho más.
Tanto así que me saludó de mano y mirándome los ojos en la primera fiesta a la
que fui después de volver de mi viaje. Tengo que admitir que, por un momento,
no me importó nada más en el mundo fuera de esa sonrisa tan hermosa y sus ojos
tan amables y sinceros. Fue como si el tiempo se congelara por un momento,
dejándome ser feliz por unos segundos.
Lo malo fue que me presentó a su novio justo
después, entonces se sintió como si me hubieran echado varios litros de agua
fría encima. El tipo con el que estaba era simplemente perfecto, casi un modelo
de ropa de alta costura. Dolían los ojos de verlo directamente, como si fuera
el sol o algo por el estilo. Me dio un poco de rabia haberme puesto tan
contento por un momento. Decidí que debía olvidarme de ese pequeño fragmento de
tiempo pero, para mi sorpresa, fue muy difícil hacerlo así no más. Era casi
imposible no pensar en ello, al menos una vez al día.
Al pasar de los meses, lo logré. Y cuando lo
vi de nuevo no sentí nada. No ofrecí mi mano ni una sonrisa, solo un movimiento
de cabeza que pudo ser grosero pero la verdad no caí en cuenta en el momento.
No me importaba. Ahora que lo pienso, lo que he hecho no ha sido de la mejor
manera. No sé que es lo que espero que pase cuando yo mismo no he sido el mejor
ejemplo de cómo hacer las cosas como se debe. Es un poco chocante darse uno
mismo cuenta de las tonterías que hace, sea en el tiempo presente o en un
pasado lejano.
Varias veces nos vimos después de eso y fue
cuando me di cuenta de su tendencia por los chistes. Con el tiempo me empecé a reír
de ellos y me di cuenta de que no importaba si lo hacía, no me comprometía a
nada con hacerlo. Solo quería disfrutar de esas veladas lo mejor posible y así
lo hice. Volví a pasarlo bien y a no fijarme en tonterías. Ese fue un problema
porque si hubiese estado más alerta hubiese visto las señales y hubiera podido
hacer algo para prevenir lo que estaba por venir, algo que debí pensar mejor,
con cabeza fría.
Ocurrió en una de esas pequeñas reuniones en
casa de Raquel. Daniel fue solo y todos preguntaron por su novio. Estaba
enfermo, con gripa. Bebimos bastante y cuando era hora de irnos hablábamos, de
la nada. Me dijo que nos podíamos acompañar a casa, pues vivíamos uno cerca del
otro y no lo sabíamos. Caminamos en la noche húmeda, recién había llovido.
Hablamos todo lo que jamás habíamos hablado y cuando llegamos a mi apartamento,
lo invité a pasar. Él aceptó sin dudar un momento. Esa noche hicimos el amor
como nunca antes con nadie más.
Eso fue ayer. Ahora tengo un dolor de cabeza
enorme y una culpabilidad igual de grande. No sé porqué esperaba algo más de él
cuando tiene a alguien que lo necesita, con el que ha estado tanto tiempo. Yo
soy solo una pausa, una que yo mismo pude haber prevenido. Supongo que fue su
tacto, su manera de tocarme la que hizo pensar que todo podía ir más allá. Fue
como vivir, de nuevo, en ese espacio suspendido que había mencionado antes.
Todavía podía sentirlo y de eso no creo poderme olvidar.