-
Sobrevivientes?
- No detectamos ninguno,
señor.
El general se removió en su silla, esperando
imágenes de la superficie de Tritón. Habían bombardeado una pequeña zona con
una bomba de hidrogeno. Habían revisado cada posibilidad, cada pequeño detalle
que podría haber ido mal, cada razón por la cual violar el acuerdo interestelar
era lo correcto. Pero había tenido que hacerse. Era la única manera de que el
mal oculto en la luna no saliera nunca de allí.
Todo había empezado hacía apenas un mes. La
base Allegra cumplía su primer año de operación y los mil colonos lo celebraron
por lo grande, con nubes de colores por todos lados y la mejor comida que podía
importar de los invernaderos de Titán, en Saturno. Todo había sido fiesta y
alegría así como esperanza por la exploración espacial. Pero no todos estaban
celebrando ni contentos. Había una persona que no se había unido a los
festejos.
Manuel Liu había nacido
hace 34 años en Luna, en la base Clavius. Nunca había visitado la Tierra pero
había aprendido mucho sobre ella y su historia y si había algo que le fascinara
era la época de los grandes descubrimientos de la humanidad. Tantos
experimentos y nuevas máquinas y tecnologías rudimentarias que cambiarían la
cara de la humanidad por siglos y siglos. Desde ese momento, Manuel supo que
quería ser igual que Da Vinci o Newton, quería descubrir y ser admirado por su
inteligencia.
Estudió ingeniería aeroespacial y estaba
comprometido a hacer lo mismo que habían hecho los grandes pero en el espacio.
Creía que era posible sacar al ser humano del sistema solar y conectarlo con
las posibles civilizaciones que existían en otros sistemas en nuestra propia
galaxia. Su tesis planteaba la creación de un nuevo motor basado en física
cuántica. Sorprendió tanto a sus profesores como a las grandes mentes del
momento y, sin tener si quiera que mover un dedo, fue contratado por la
Asociación Internacional para el Espacia (AIE).
Esta organización era la encargada de las
colonias y de la exploración y querían que Manuel les ayudase a mejorar sus
posibilidades en los diferentes mundos donde había bases humanas así como
romper la barrera de la exploración espacial y viajar mucho más allá de la
heliopausa, hasta donde habían llegado pocos. El chico solo tenía 24 años en
ese entonces y aceptó cada reto con gallardía y esperanza. Estaba a un paso de
convertirse en quien siempre había querido ser.
Pero el sueño se vio frustrado una y otra vez.
Su primer motor construido explotó y destruyó un modelo bastante caro de nave
espacial. La AIE tuvo que hacer toda clases de maromas financieras para no ser
demandada y para no perder los fondos que tantos inversionistas privados les
habían proporcionado. Manuel fue puesto a prueba y no lo dejaron seguir con sus
diseños hasta que fueran probados varias veces. Mientras tanto, fue reubicado
un poco por todas partes.
Algo importante a saber sobre él era que
Manuel no tenía familia. Su madre,
su padre y una hermana había muerto en el desastre del Moon, un transbordador
espacial que se suponía haría el viaje entre la Tierra y la Luna en un tiempo
record. Manuel sobrevivió al desastre por un milagro. Iba a ser su primer
visita a la Tierra. Muchas de las personas que lo conocían creían que esa era
la verdadera razón por la cual nunca más se había planteado visitar el planeta.
Pero ahora ya no tendría que planteárselo
nunca. Viajó de base en base, de planeta a planetoide y de ahí a cualquier luna
donde estuvieran estableciendo una base. Cuando por fin le daban otra
oportunidad de probar su valía, siempre salía algo mal o, aún peor, las cosas salían bien pero nadie
lo premiaba por ello. Cuando fue reubicado a Allegra en Tritón, decidió
renunciar a la AIE. Ellos se indignaron y juraban no entender sus razones pero
él les dejó claro que ellos jamás lo dejarían avanzar y les dijo que le apenaba
que semejante organización estuviera a cargo de la exploración espacial.
En Allegra, Manuel se casó y tuvo un hijo. Fue
feliz, de eso no había duda, pero todavía quería cumplir su sueño. Se negaba a
dejar perder su intelecto que, para él, era lo único que tenía. Para él era
simplemente imposible dejar de pensar, dejar de estar obsesionado con llegar
más allá de lo que cualquier otro ser humano había llegado. Su esposa sabía de
esto y solo lo apoyaba. Sabía que no era un hombre hecho para arreglar la
ventilación y los sistemas de soporte vital de una base espacial.
Fue así que Manuel empezó, desde el momento en
que salió de AIE, a hacer nuevos diseños. Ya no pensaba en los motores
únicamente de las naves sino en toda la nave como tal. Diseñaría un aparato que
pudiera viajar, con eficiencia, a través del espacio. Tomaría mucho menos
tiempo entre planetas y podría plantearse el salir del sistema y explorar. Los
diseños estuvieron listos después de dos años pero entonces se le planteó otro
problema: como construir semejante máquina.
Era imposible que él mismo la construyera. Le
tomaría décadas y no tenía ni los materiales, ni la mano de obra. Además era
una misión demasiado grande para hacerla por si solo. Tenía que encontrar
alguien que estuviera dispuesto a arriesgar su capital, como no lo habían hecho
ciertos inversionistas en sus proyectos en la AIE. Pensó en buscar algunos de
esos pero sabía que no aceptarían. Un buen día, casi un año antes del
aniversario de la Allegra, Manuel viajó a Luna para reunirse con varios
empresarios.
Pero no tuvo éxito con ninguno de ellos. Les
daba miedo, pensaba él. Estaban aterrorizados, como siempre lo había estado la
humanidad, de hacer algo que los llevara más allá de los limites hacía tanto
tiempo impuestos. Entonces decidió hacer un tour de regresó a Tritón, viajando
por varias lunas en las que empresas interespaciales tenían diversos tipos de
intereses. Viajó por semanas a diversos lugares: Ceres, Marte, Europa,
Ganimedes, Calisto y Titán. Fue allí, cerca de Saturno y ya dispuesto a volver
a casa que oyen de William Dagombe.
Dagombe era el nombre también de su compañía,
una minera que operaba en el infierno conocido como Venus. Los científicos
habían logrado hacer del planeta algo menos violento pero seguía siendo un reto
que los mineros habían asumido. Se extraían toneladas de minerales, a precios
risibles comparados con los de la Tierra o Marte. Y allí se dirigió Manuel. El
señor Dagombe se interesó de inmediato por su proyecto pero le dijo que
necesitaba algo a cambio. Manuel aceptó y así cerraron el trato.
La nave Zeus estaba siendo construida en la
orbita de Venus y Manuel casi había olvidado su trato cuando, a Allegra,
empezaron a llegar maletines de Dagombe. En una semana fueron hasta diez.
Siempre venía con ellos una carta en la que le pedían guardar las maletas y nunca
abrirlas. Solo guardarlas hasta que las necesitaran de vuelta. Manuel las
guardó en un deposito y no pens ó más en ellas.
Esto fue hasta la celebración de los cinco
años de Allegra. En el festejo, nadie se dio cuenta de que Manuel no estaba. Le
habían llegado reportes de la Zeus y se había dado cuenta que algo estaba mal.
La construcción no avanzaba. Trató de contactar a Dagombe pero era como si
hubiera desaparecido. Manuel se sentía morir; su proyecto más grande parecía
ser una ilusión y no tenía como seguir con él.
Pero eso ya no fue importante porque alguien
más no estaba en los festejos. El hijo de Manuel, un niño de cuatro años, se
había separado de su madre para buscar a su padre. Pero no había llegado a la
oficina de Manuel sino al cuarto de los maletines. Y entonces, con la
curiosidad característica de un niño, abrió uno de los maletines. Y eso fue
suficiente. El niño salió de allí pero a los pocos metros cayó muerto en un
pasillo. La madre lo encontró y ella también murió a las pocas horas. Para
cuando la asistencia llegó desde Titán, ya era muy tarde.
Nunca nadie supo que era exactamente. Algunos
pensaban que era un químico especialmente mortal, otros pensaban que era un
arma biológica especialmente creada para algún propósito siniestro. Los equipos
que bajaron y socorrieron a los residentes de Allegra, murieron también. Y fue
así que el general decidió bombardear una ciudad que ya estaba muerta,
condenada a ser una zona en cuarentena por siempre.
Dagombe nunca fue culpado de nada ya que nunca
hubo un contrato real entre él y Manuel Liu. La Zeus fue construida pero muchos
años después y la minera se adjudicó su diseño y creación. La barrera de la
heliopausa fue rota años después. Y a pesar de todo Tritón siguió siendo una
zona cerrada puesto que el virus no se había desecho con el bombardeo. De
hecho, parecía no tener límites y eso asustaba a cualquiera.