Sentí tan vergüenza, que salí corriendo a la
sala y dejé la caja que le había venido a dejar sobre el sofá. Bajé las
escaleras rápidamente y caminé hasta la parada del autobús como si no hubiera
pasado nada. Pero la verdad era que no podía pensar en nadie más. Con Nicolás
nos conocíamos hace mucho tiempo. Habíamos ido al colegio juntos, desde los
doce años más o menos. Nunca habíamos sido amigos y él ni siquiera terminó sus
estudios en ese mismo colegio, como sí lo hice yo. El se fue a otro país y no lo
vería yo sino hasta mucho después, cuando me lo crucé por pura casualidad en el
trabajo que había conseguido. Era muy raro encontrarme a un compañero del
colegio así y todo se acababa de poner más raro entre nosotros hacía apenas
unos minutos.
Todo el camino a mi casa, pensé que debo
tratar de cambiar mi manera de hacer las cosas. Como estaba apurado, usé la
llave que el mismo me había dado para entrar a su casa y dejarle el paquete que
tanto había estado esperando. Lo que yo sabía era que eran documentos muy
importantes que él debía tener en casa y no en la oficina y que apenas llegasen
se los debía llevar a su casa tan pronto como fuese posible. Y así lo hice,
aprovechando para tomarme la tarde libre. Ahora me arrepentía de tener horas
libres porque sabía que iba a seguir pensando en lo ocurrido y no era un
pensamiento muy alegre en el momento. Bueno, no es que lo que pasó fuese algo
tan trágico o fatal pero de todas maneras no es algo que yo hubiese pensado
hacer un miércoles en la tarde.
El caso es que, con llaves en mano, entré al
lugar y me di cuenta que había música y pensé que seguramente él estaba allí y
podía darle el paquete en persona. Era lo mejor porque así podría ver que era
yo el que se lo había traído y podría notar mi dedicación al trabajo. Se sentía
un poco raro, sobre todo por aquel asunto de haber ido al colegio juntos. Ahora
él estaba sobre mi en cuanto a rangos y no debía decir nada al respecto. Pero
en la escuela no era tan igual, tal vez porque éramos tan pequeños. Todavía no
había nada popular o socialmente mejor que nadie. Creo que hablamos un par de
veces e incluso se rió de algo que dije pero la verdad es que no lo recuerdo
todo con claridad.
Cuando entré, seguí a la habitación, siguiendo
el sonido de la música. Me di cuenta que estaba en la ducha pero decidí no
tocar porque seguramente lo hubiese asustado aún más al golpear la puerta.
Decidí dar una vuelta por su habitación, esperando a terminara. Iba a hablar
cuando cortara el flujo del agua pero no lo hice porque me distraje viendo las
fotos que tenía en su habitación. Cuando me di cuenta, salió totalmente desnudo
del baño, agua chorreando por todo su cuerpo y, por unos segundos, totalmente
ignorante de que yo estaba allí. Luego él gritó, yo igual, dejé el paquete
tirado en el sofá y eso fue todo lo que pasó.
Al día siguiente, pensé que era posible que
Nicolás no me hubiese reconocido. Tal vez ni siquiera sabía quien era yo y
menos aún con el susto que se había pegado. Apenas nos volvimos a ver casi no
me reconoció y fui yo quien le tuve que recordar quien era y de donde nos
conocíamos. La verdad ese momento fue algo incomodo porque había gente oyendo y
parecía como si yo estuviese desesperado por establecer una conexión con alguno
de los que estaba a cargo. En ese momento el fingió recordar, porque yo sabía
que en verdad no había recordado nada y lo habíamos dejado allí. Así que no
hubiese sido para nada extraño si Nicolás no me hubiese reconocido en su casa y
simplemente no fuera a decirme nada porque no sabía quien era.
Al parecer tenía razón porque en todo el día
siguiente no me llegué ningún mensaje ni me solicitaron en la oficina del jefe.
Nada de nada. Así era mejor y no tenía sentido que pasase algo diferente.
Seguramente ni se acordaba de mi y era mejor dejarlo así. De vuelta a casa esa
tarde, me vi pensando en su cuerpo desnudo de nuevo y me di cuenta de que mi
jefe era un hombre bastante guapo. Ahora que ya no había peligro de que supiera
que había sido yo el imprudente que había estado parado en su cuarto como una lámpara,
podía recordar el momento como uno en el que vi a un hombre desnudo y nada más.
Así era mejor, dejarlo como una anécdota chistosa, dejando por fuera el detalle
de que ese era mi jefe.
Él siempre había sido muy blanco, como la
leche. Yo recordaba que cuando pequeño algo había mencionado de que uno de sus
padres era de Europa del Este. Sin embargo, tenía un cuerpo bastante bien
cuidado pero no marcado ni nada de esas tontería que ahora se consideraban
atractivas. Era el cuerpo como de un modelo de aquellos que usaban en la
antigüedad. Algo por estilo… Ahora me doy cuenta que pienso en él como si fuera
una figura de mármol y me da risa, un David moderno. La verdad es que el David
es más corpulento y Nicolás no lo es para nada. De hecho es un poco flacucho
pero lo suficientemente atractivo para seguir en mi mente. Porque no dejaba de
pensar en lo mismo?
Bueno, y de sus partes intimas prefiero no
hablar. Pero lo vi todo y debo decir que cumplen con la normativa. Es decir,
todo es del tamaño reglamentario. No es un actor porno o algo por el estilo
pero tampoco es un fenómeno de la naturaleza por lo contrario. Creo que algo
así es lo que quiero decir… En todo caso, vi todo por tan solo unos segundos
antes de que saliera corriendo, casi tumbándolo a él porque bloqueaba la puerta
de salida de la habitación. Llegando a mi casa ese jueves todavía pensaba en él
y creo que lo hice incluso antes de quedarme dormido. Era lo más emocionante
que me había pasado en días recientes.
El viernes en la mañana hubo reunión de todo
los departamentos en el trabajo y tuve que asistir porque era uno de los
encargados de uno de los pequeños proyectos que tenía la firma. Fue la primera
vez que veía a Nicolás desde lo sucedido. Como lo imaginé y supuse, él no me
miró ni una sola vez y parecía tan calmado como siempre. Esa era la prueba que
necesitaba para darme cuenta de que él no me reconocía y que todo podía seguir
adelante sin novedades. Tomé las notas pertinentes en la reunión y apenas
salimos incluso me atreví a saludarlo y él hizo lo mismo con total candidez y
naturalidad. Me fui a mi puesto de trabajo decidido a dejar el incidente atrás
y solo preocuparme por lo que necesitaba de mi atención en ese momento.
Ya casi a la hora de salir, Nicolás pidió
verme. Debo admitir que el corazón me
dio un vuelco pero su secretaria agregó que era para aclarar uno de los puntos
del trabajo asignado a mi en la reunión, así que me relajé una vez más y marché
a su oficina con celeridad. Allí, hablamos como siempre lo hacíamos en el trabajo
e incluso nos reímos de alguna anotación graciosa que hice. Cuando terminamos,
me di cuenta que la mayoría de la gente ya se había ido y él se disculpó por
hacerme quedar más tiempo. Le dije que no había problema y que el bus siempre
pasaba a lo que él respondió que podía llevarme a mi casa si yo quisiera. Lo
pensé un segundo pero luego un trueno en el exterior me hizo decir que sí.
En el auto de Nicolás, que era negro y nuevo,
me sentía un poco incomodo pero más porque era extraño que un jefe llevara a un
empleado a su casa. Pero había aceptado porque no quería una gripe justo antes
de la temporada de vacaciones. Charlamos un poco en el camino pero no mucho y
fue solo cuando faltaron unas calles para llegar a mi casa que me di cuenta que
en el asiento trasero del coche había una caja, la misma que yo le había dejado
a él en el sofá el día que lo había visto desnudo. Fingí que no había visto
nada y lo dirigí para dejarme en mi casa. Cuando se detuvo le agradecí pero
entonces Nicolás preguntó si había sido yo el que había llevado el paquete a su
casa.
Parece que sí me vio mirar la caja. Así que le
respondí que sí y antes de nada más me disculpé eternamente por haber entrado
así y por haberlo visto desnudo y por salir corriendo. Sentía mucha vergüenza y
solamente podía pedirle disculpas y decirle que pensaba que no me había
reconocido. Para mi sorpresa, Nicolás rió y casi no pudo parar. Cuando lo hizo,
me dijo que sabía muy bien como era yo y que todo el tiempo supo que había sido
yo el que había ido a su casa pero había decidido no decir nada pero ahora el
tema había salido a la luz y que mejor que discutirlo como dos hombres adultos.
Yo solo asentí, sin más.
Entonces Nicolás me empezó a contar de un día
que, después de educación física, todos nos habíamos bañado en las duchas del
colegio. Era de las pocas veces que se usaban y todas tenían puerta y demás.
Entonces él confesó que había salido de último del campo de juego y no sabía
que ducha estaba vacía y abrió una y estaba ocupada pero la cerró antes de que
la persona se diera cuenta. Según él, esa persona había sido yo. Quedé con la
boca abierta y le pregunté que si la historia era real y el solo se encogió de
hombros y sonrió. Yo me reí.
Desde entonces hablamos más seguido y nos
hicimos buenos amigos. Pero lo que pasó después, es cosa de otro relato.