Quedar atrapados en la misma nave salvavidas
era lo último que cualquiera de los dos hubiese querido. Era cierto que
trabajaban junto en el puente, junto al capitán, pero eso no quería decir que
se llevaran remotamente bien. Solo trabajaban juntos y nada más, no había una
relación más allá de obedecer las ordenes y vivir una vida moderadamente
tranquila en la nave Descubrimiento, que había sido lanzada hacía tan solo dos
años. Ese era el tiempo que llevaban evitando hablar más de lo necesario.
Pero no hacía sino algunas horas desde que una
nave no identificada había lanzado un ataque sin respiro contra la nave de
exploración. Ellos tenían algunas armas para defenderse pero nada que pudiese
aguantar semejante brutalidad. El capitán ordenó la evacuación inmediata,
aprovechando la cercanía del planeta MR-03. El lugar había sido objeto de
estudio por parte del personal hasta el momento del ataque. Todo el mundo
corrió, evitando explosiones y gritones provenientes de todos los pasillos.
Por alguna razón, los pasos del teniente y los
del primer oficial los llevaron exactamente al mismo pasillo y, por
consiguiente, a la misma nave de escape. Eran naves que podían servir hasta
para diez personas. Pero nadie más venían y la nave no iba a resistir más. Fue
el primer oficial el que desató el modulo de la nave, eyectándolo así hacia el
planeta. El control sobre el aparato era mínimo pero tuvieron asiento de
primera fila para ver la destrucción del que había sido su hogar por tanto
tiempo.
El disco principal voló por todos lados y
después fueron los motores los que estallaron creando una onda tan fuerte que
desestabilizó a la mayoría de las naves de escape. En el que estaban los dos
hombres comenzó a flotar hacia un lugar muy distinto que el resto de la
flotilla de sobrevivientes. Mientras la mayoría iba hacia el ecuador del
planeta, donde habían detectado un continente amplio, el modulo de los dos
hombres se dirigía sobre lo que parecía ser un mar eterno de un liquido
parecido al agua.
Sin decir una palabra, cada uno hizo lo que
pudo para estabilizar el modulo. Lo único que consiguieron fue no convertirse
en tostadas humanas al entrar a la atmosfera. Cayeron miles de kilómetros,
convertidos en un bólido de fuego yendo a una velocidad extraordinaria. El
aparato voló sobre el agua e impactó fuerte cerca de lo que en la tierra se
llamaría un atolón. La nave pasó por encima de una arena muy fina, de color
purpura, que pareció contener la mayoría de la fuerza del accidente. Cuando el
modulo estuvo quieto por completo, los dos oficiales salieron del mismo.
Sabían que podían hacerlo, pues así lo había
confirmado su investigación del planeta. Pero aparte de eso, no había mucho que
les sirviera para poder sobrevivir. Con aparatos que llevaban encima y dentro
del modulo, pudieron deducir que estaban a unos tres mil kilómetros del
continente, el único en todo ese mundo. Lo siguiente era saber si el agua era
potable. Un simple experimento les aclaró la duda: tenía que filtrar el liquido
antes de consumirlo. Fue así que armaron un pequeño campamento.
El primer día, casi no cruzaron palabra. Lo
que se decían era lo mínimo para no chocar el uno contra el otro tratando de
sobrevivir. Si uno limpiaba agua, el otro trataría de averiguar como llegar al
continente. Si uno estaba en el modulo tratando de que funcionaran los aparatos
de comunicación, el otro estaría afuera clasificando las raciones que había en
el compartimiento de emergencias. Estaban bien entrenados y eso los hacía un
buen equipo, incluso sin tener que hablar.
Sin embargo, no podían comunicarse con nadie.
El modulo había sobrevivido casi completo al choque pero los sistemas internos
estaban dañados y era imposible repararlos sin herramientas que solo quienes
trabajan en la sección de ingeniería podrían tener a la mano. Ellos eran
oficiales, por lo tanto no tenían acceso a nada que se pareciera a lo que
necesitaban. Además, la comida era escasa. Y como tantas veces en el curso de
la humanidad, fue la razón para establecer un enlace.
Pero no entre ellos y el resto de los
sobrevivientes sino solo entre ellos dos, entre dos hombres que desde su
experiencia académica se habían considerado no compatibles. No eran solo sus
percepciones humanas sino también exámenes hechos por profesionales los que
decían que ponerlos a los dos en el mismo espacio sería un peligro potencial.
Pero ambos habían jurado mantenerse al margen de problemas personales y
enfocarse únicamente en el trabajo.
Así lo habían hecho y
sus superiores habían quedado tan satisfechos, que todos los exámenes fueron
olvidados y a los oficiales se les dejó seguir en sus puestos como si nada.
Pero en esa época iban a la cafetería de la academia, donde servían lo que uno
quisiera, cuando uno lo quisiera. En el atolón solo tenían raciones de comida
deshidratada, que debían tratar de comer con algo del agua descontaminada, que
sabía a rayos después de procesar casi a mano. La primera conversación entre
los dos fue una discusión por el tamaño de las raciones. El primer oficial
pensaba tener la porción más pequeña.
Era una discusión absurda, de eso no había
dudas, pero cualquier detalle habría bastado para volverlos locos y ese era el
que los estaba haciendo pasar por encima de sus limites, de las barreras que se
habían puesto entre los dos. Cada una iba cayendo, a medida que se insultaban y
empezaban a reclamarse por errores pasados, comenzando por las acciones
cometidas en el modulo y terminando por hechos acaecidos en la academia, que a
veces el otro ni siquiera recordaba con claridad.
Pasados unos minutos, la cosa pasó al plano
físico. El teniente se aburrió del aire de superioridad que se daba el primer
oficial y le lanzó un puño directo a la nariz, que se quebró al instante. El
atacado respondió con un gancho igual o más fuerte en el estomago del otro,
haciéndolo revolver lo poco que había comido. Los puñetazos fueron y vinieron,
incluyendo también patadas y más insultos y recuerdos que nadie más sino ellos
tenían en la cabeza. La sangre caía por todas partes, ignorada por ambos.
Parecía como si no quisieran parar nunca. Toda
la rabia que tenían dentro, así no tuviese nada que ver con su relación
laboral, había empezado a salir como espuma de un botella. Cada golpe, no
importa donde o como, venía de lugares mucho más oscuros que simples envidias o
una simple falta de empatía del uno por el otro y viceversa. Había algo más
atrapado tras esa furia salvaje que estaban exhibiéndose en esa pequeña franja
de tierra, en un planeta inhóspito y virgen.
Eventualmente, sus cuerpos dejaron de tener
energía. Sin embargo, arrodillados sobre el suelo purpura, se miraron el uno al
otro con odio, con rabia, con asco y con resentimiento. Todo eso y más salía de
sus ojos, como si fuera un arma mortal cargando hasta tener la energía completa
para atacar a discreción. Pero ellos no eran armas. No podían luchar para
siempre, no tenían la energía para hacerlo. Sin embargo, se levantaron como
pudieron y se embistieron una vez más, con la poca fuerza que les quedaba.
El único daño entonces fue mucho más profundo
de los propuesto. Cayeron juntos al suelo, fundidos en una suerte de abrazo
incomodo. Sin fuerzas para luchar, lo único que sus cuerpos pudieron hacer fue
exhalar y tratar de seguir viviendo.
El abrazo se mantuvo un
buen tiempo, hasta que no fue forzado sino natural. Algunas lágrimas surgieron
y se evaporaron sin ninguna referencia a ellas. Al otro día, ya más
descansados, comenzaron a hablarse. No solo lograron volver con los demás sino que
descubrieron mucho más de si mismos, más de lo que creían saber.