Mostrando las entradas con la etiqueta seguidores. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta seguidores. Mostrar todas las entradas

viernes, 9 de enero de 2015

Calamar

   Fred, el calamar, era el animal más popular del acuario. Antes de su nacimiento, la gente venía a ver los grandes tiburones blancos o los graciosos pingüinos, pero rápidamente se convirtió en el centro de atención. Esto a causa de dos factores principales: Fred era sujeto de pruebas bastante seguido y había comprado como los calamares, como los pulpos, poseían memoria y la habilidad de manejar objetos. Lo segundo, era más interesante.

Adelaida, quien recibía el apodo de Laila de muchos de sus amigos, era una de las encargadas de alimentar a los animales, incluso a los tiburones. En ese tanque no se sumergían, por obvias razones, pero en todos los demás buceaban para alimentar de la mano a las grandes cantidades de animales que vivían en los varios ambientes marinos que había en existencia.

Uno de los muchos tanques era el hogar de pulpos, calamares y varios tipos de peces que los acompañaban. Para sorpresa de muchos, los calamares no eran tan tímidos como los pulpos pero tampoco se acercaban mucho a los seres humanos, a menos que fuera para dispararles tinta. Eso fue hasta que apareció Fred, que desde su nacimiento pareció mostrar cierto interés por los seres de dos pies.

El pequeño animal no solo se acercaba a los buceadores que en ese momento estuvieran en el tanque, que no era muy grande que digamos, sino que también solía mantenerse cerca del vidrio del tanque, tratando de observar a quienes lo veían desde afuera. Esto le encantaba a la gente ya que sentían que el pequeño Fred, bautizado a través de una encuesta por internet, era el más inteligente de los muchos seres que habitaban el acuario.

Siendo un calamar, Fred no podía en verdad verlos. Su ojo no estaba adaptado para ello. Pero sin embargo hacía lo que hacía y todos lo querían por ello. Laila lo adoraba y siempre dejaba su cuidado para lo último, cuando podía tomarse algo más de tiempo para jugar con el cefalópodo. La joven hubiera jurado que si Fred fuera un ser humano, sería amante de las bromas y del juego. Siempre nadaban el uno tras el otro hasta que llegaba la hora en la que Adelaida debía cambiar de tarea.

Fred creció hasta ser del tamaño de un niño humano pequeño, sin contar sus tentáculos más largos que se arrastraban con elegancia detrás de él. En el tiempo que demoró en crecer hasta su máxima expresión, Fred se fue convirtiendo en la estrella del acuario. La gente hacía donaciones gracias a los videos que había de él en internet, casi siempre jugando con Laila. La gente lo adoraba y le parecía extremadamente interesante ver un ser diferente a los de siempre ser la estrella del show.

Y, de hecho, cuando fue más grande, Fred sí que se convirtió en el centro de atención. Dada su popularidad, la directiva del acuario construyó un nuevo tanque, igual de grande al de Fred y los demás calamares, pero este solo para un propósito especial: que el calamar tuviera su propio espectáculo y sería nadie más ni nadie menos que Laila la persona que lo acompañaría.

Mientras construían el tanque, la joven buceadora tuvo que entrenar a Fred para hacer trucos simples, nada que tuviera que ver con lo que hacían otros con ballenas o delfines. Con un calamar había que empezar en lo básico, ya que nadie nunca había tratado de entrenar una de esas criaturas. Para sorpresa de Laila, hacerlo pasar por obstáculos simples fue algo bastante fácil. Ya más complicado fue hacer que Fred entendiera órdenes. Eso era sustancialmente más complicado ya que, aunque estaba comprobado que los cefalópodos podían aprender, nadie sabía que tipo lenguaje sería el más apropiado.

Laila intentó con formas y con colores, con ayuda de carnada para atraer a Fred y con sonidos. Pero nada de eso parecía funcionar del todo. Laila siempre había amado su trabajo por ser simple, en el sentido que no tenía las preocupaciones que alguien con un trabajo de oficinas seguramente sí tenía. Pero ahora este reto la enfrentaba por primera vez con la sensación de no tener una salida, de no tener una respuesta clara.

Aunque siguió intentando por varios meses, al fin de todo decidió que no había manera de hacer que Fred hiciese lo que ella quería. Así que lo que propuso a los directivos fue lo siguiente: un espectáculo simple, más gracioso que cualquier otra cosa y que mostrara la inherente curiosidad de Fred, que parecía no tener límites. Ella les mostró el plan que tenía para el show, que no debería tomar más de diez o quince minutos, y ellos lo aceptaron, aunque no con mucho entusiasmo.

El espectáculo, que tenía lugar una vez todos los días, se llenaba siempre. Consistía en sentarse frente al tanque y ver como Fred y Laila circulaban por un laberinto de obstáculos varios, como el pequeño animal le disparaba tinta desde una distancia prudente y como abría, en tiempo record, varios recipientes de vidrio y plástico, que tenían siempre un suculento premio adentro.

Tras el éxito de los espectáculos, pasó algo que nadie nunca vio venir: un inversionista privada propuso comprar a Fred para exponerlo en un acuario público en un balneario exclusivo de la Costa Azul. Lo que más ofendió a Laila no fue que alguien quisiera comprar a Fred sino que la junta directiva del acuario lo considerara como una propuesta seria. Sentar su disgusto pareció no tener efecto.

Para sorpresa de todos los fanáticos de los seres marinos, Fred fue vendido por dos millones de dólares al multimillonario, un ser despreciable que era obvio que tenía más de coleccionista que de naturista empedernido. Era conocido en todo el mundo por comprar obras de arte, casi al por mayor, para adornar su enorme casa que ocupaba buena parte del pequeño poblado mediterráneo en el que estaba asentada.

Laila, arriesgando su trabajo, empezó una campaña contra el acuario y el millonario para que no se llevara a Fred. Aprovechó el tiempo que requería poner todos los papeles en regla para el transporte del animal para poner a los seguidores de Fred en contra del acuario y del comprador.

Pero parece que fue muy poco, muy tarde. El hombre vino un día, dos meses después, para dirigir él mismo el traslado del animal. Laila no pudo despedirse y aunque el hombre quiso saludarla para agradecerle por su trabajo, Laila simplemente se fue antes que tener que ver todo lo que sucedía en el acuario.

Al día siguiente, presentó su renuncia irrevocable, lo que lamentó con dolor ya que había dedicado buena parte de su vida profesional al acuario y a los cuidados de criaturas que ahora ya nunca más iba a ver. Se despidió de ellos y de sus compañeros, que también estaban indignados con la partida de Fred pero no lo suficiente para dejar sus trabajos. Al fin y al cabo, todos necesitaban la paga, incluso Laila.

Ella partió de allí y nunca volvió. De hecho, aunque desconocido para ella al principio, muchas personas la conocían tan bien como a Fred. Los videos habían ayudado a que se hiciera famosa en todos lados y no demoró en conseguir trabajo en otro acuario, uno que parecía más sensible a su autentica preocupación por el calamar que rápidamente desapareció del radar de los medios.

No fue sino hasta un año después de su partida del acuario que alguien le envió un video en internet que mostraba el nuevo hogar de Fred. El tanque era grande y era el ser de mayor tamaño dentro de él pero Laila no pudo dejar de pensar que había algo mal en él. El color de su piel se veía desprovisto de color y nadaba poco. Su curiosidad parecía haber desaparecido, ojalá no por completo.

No fue sorpresa para ella que algunos meses después medios de todas partes anunciaran la muerte de Fred, que fue donado a un museo para ser preservado para que miles más lo pudieran ver. Aunque Laila estuvo tentada a visitarlo, jamás lo hizo. Fred era para ella como una amigo de la infancia y en todo caso prefería  recordarlo jugando con ella y haciéndola sentir irremediablemente especial.