Que es peor que despertarse y no saber donde
se está? Que es peor que sentir algo en la mente que te dice que hiciste y
deshiciste la noche anterior, pero simplemente no lo recuerdas? Juan había
caído en esa espiral hacía mucho tiempo y parecía no haber manera de que
saliese por su cuenta. Algunos tienen problemas de autoestima relacionados con
el aspecto físico pero los de Juan estaban más relacionados con dejar de ser
quien había sido durante tanto tiempo.
En el colegio, había sido el niño flaco y ojón
que era bastante promedio. En todo le iba regular, ni mal ni bien. Nunca se
destacó por nada y, teniendo dos hermanos mayores, jamás hizo algo en lo que
fuese el primero en su hogar. Sus padres no lo querían menos, si acaso al
contrario, pero eso no servía de nada cuando los demás tenían toda la atención
por sus logros y él todavía estaba en la escuela. Cuando llegó la hora de la
universidad, se atrevió a lanzarse al vacío y estudiar artes pero los primeros
semestres siguió siendo el mismo. Pensaba que la decisión le llevaría a hacer y
experimentar cosas nuevas pero nada de eso estaba pasando.
Ya casi terminando la carrera y habiendo
descubierto su pasión por la fotografía, Juan conoció a un grupo de personas en
la pasantía que tenía que realizar como requisito para graduarse. Entre ellas
estaba una chica llamada Alexa y su novio Henry. Fueron ellos quienes tomaron a
Juan de la mano y lo vieron como un niño que todavía no había descubierto su
masculinidad. Lo trataban como a un hermano menor, incluso cuando salían a
tomar unas cervezas después de clase.
La verdad era que Juan no era virgen. Había
tenido un par de novias, ambas por más de dos años, pero las cosas siempre se
terminaban cuando él causaba el rompimiento. Nunca era él el que pedía terminar
pero sí era quién causaba todo poniéndose raro y cambiándolo todo de un momento
a otro. Esto también era debido a su inseguridad y a que no sabía muy bien que
era lo que hacía o porque lo hacía.
Pero con sus nuevos amigos, las cosas
empezaron a cambiar rápidamente. Los primeros en notarlo fueron su familia y su
ex novia: llegaba tarde a la casa entre semana, muchas veces con olor de trago
y cigarrillo. Tenía una actitud cortante, como dándose aires de ser más de lo
que era y de tener muchas cosas mejores que hacer que hablar con nadie más. Su
ex novia o buscaba para hablar de objetos que quería de vuelta y él le
respondía cada vez peor por lo que ella prefirió ir un día a su casa, mientras
él no estaba, y sacar lo que le pertenecía a ella.
Al comienzo fue solo el alcohol. Entre semana
eran solo botellas de cerveza, que aumentaban al pasar de las semanas. Los
viernes y los sábados esas botellas de cerveza pasaban a ser de vodka, ron,
aguardiente, vino, o lo que pudiera comprar con el dinero que lograban reunir
entre los tres y otros amigos más de Alexa y Henry. Los amigos de ellos eran
también artistas pero más que todo del tipo que hablan mucho pero no han hecho
lo mismo. Otros, eran gente muy concentrados en su estilo, en si mismos. Eran
diseñadores de cualquier tipo o simplemente gente que creía que la moda los
hacía mejores personas. Entre grupos cada vez más grandes y en lugares que él
no conocía, Juan fue cayendo lentamente.
Su graduación de la universidad fue un poco
después y al poco tiempo, con ayuda de sus nuevos amigos, consiguió un trabajo
en una revista. Sus padres querían reprenderlo pero ya era muy mayor para eso y
además estaba trabajando y era responsable con lo que le tocaba a él. Como
manejaba su tiempo era cosa de él, a menos que todo se pusiera peor.
Las fiestas eran casi siempre en la casa de
alguien, casi siempre lugares amplios y viejos, aunque había ocasiones que los
amigos de sus amigos eran personas más acomodadas y entonces iban a hermosos
apartamentos con la más increíble vista a la ciudad. Fue en uno de esos
apartamentos en los que un amigo de Alexa le ofreció su primer cigarrillo de
marihuana, que él fumó ante la mirada pendiente de muchos a su alrededor. Juan
siempre pensó que sería algo más emocionante pero resultó ser algo
decepcionante ya que no tuvo ningún efecto en él. Mientras los demás fumaban y
reían tontamente, él seguía bebiendo, que era preferible a perder el tiempo con
algo que solo olía raro.
Su decisión de no fumar marihuana podía haber
sido buena si no fuera porque eso lo alentó a arriesgarse más. Vinieron
entonces la cocaína, las pastillas y demás “juguetes, como los llamaban sus
amigos, que lo ayudaron a desinhibirse como nunca jamás lo había hecho. La
primera vez que probó una de tantas drogas estaba con Alexa y Henry y fue tal
el efecto del alucinógeno que, sin pensarlo dos veces, se lanzó encima de Henry
y tuvo relaciones sexuales con él mientras Alexa salía del cuarto para buscar
más de lo que habían consumido.
Juan descubrió lo que era el éxtasis, aquel
sentimiento de placer extremo y no quiso dejarlo ir porque lo hacía sentirme
mucho más y mejor que nunca. Se sentía con el poder y la voluntad de hacer lo
que quisiera. Había uno de esos chicos diseñadores que siempre le había llamado
la atención pero jamás se lo había planteado en serio. Una noche, llena de
drogas y alcohol, lo llevó a un cuarto del lugar donde estaban y tuvo
relaciones con él. El chico, para su sorpresa, no había consumido nada más que
un par de cervezas pero Juan nunca recordó que le hubiera dicho eso. Al otro
día estaba tirado en el piso, al lado de un charco de su propio vómito y sin
ropa. Había otros tres hombres con él en una cama y ya no estaba en el lugar de
la fiesta de la noche anterior. Solo recogió su ropa y se fue, sin más.
Esa fue la primera vez que sintió miedo de
verdad. Miedo de que, por descubrir una nueva parte de si mismo, estuviese
perdiendo quien siempre había sido. Cuando llegó a casa, y después de un regaño
de su madre por llegar campante a mitad de tarde un domingo, fue al baño y se
miró en el espejo: estaba más delgado que nunca y jamás lo había notado. Es
decir, siempre había sido flaco pero ahora había sombras en su cara y en su
cuerpo que antes nunca habían estado allí. Se le notaban las costillas y
algunas vertebras en la espalda. Nunca había tenido mucho trasero pero ahora no
tenía casi nada.
Se echó agua en la cara y decidió que era
mejor ducharse. Allí, bajo el agua, empezó a llorar sin control. Sus piernas se
doblaron ante su peso y quedó allí por un largo rato hasta que pudo cerrar la
llave, esto tras controlar sus manos y sus emociones. Todavía quería llorar,
sin razón aparente, pero no podía hacerlo con su familia tan cerca. No quería
tener que explicar nada. En ese momento recibió una llamada de Henry pero no
contestó. No quería saber nada de ellos por ahora.
Trató de dormir pero entonces varios
fragmentos de lo que había hecho la noche anterior venían a su mente. Había
consumido más drogas y había tenido sexo con varios hombres y tal vez una o dos
mujeres. Podía sentir el sabor en su boca de la ceniza de los cigarrillos y del
alcohol de mala calidad que había circulado por todos lados. Como pudo, empujó
esos pensamientos fuera de su mente y durmió por algunas horas, ante el asombro
de su madre que jamás lo había sentido tan extraño. Quiso preguntar que le
pasaba pero sabiendo como respondería, se abstuvo de hacerlo.
Al día siguiente en el trabajo, Juan se
desmayó en la mitad de una sesión fotográfica. Tuvieron que llamar una
ambulancia y mandar a todo el mundo a su casa. Lo llevaron a un hospital con
rapidez y, para cuando su familia llegó, estaba mucho peor. Su cuerpo estaba
tan acostumbrado y era tan dependiente de las drogas y el alcohol, que el solo
pensamiento de dejarlas había hecho que su cuerpo reaccionara de la manera
incorrecta. Juan no supo contestar cuando le preguntaron que había consumido.
Solo lloraba en silencio y se sacudía con violencia, gimiendo y gritando.
Su familia vio como estaba y el doctor les
explicó que era lo que sucedía. Ellos no entendían como era que jam ás se habían dado cuenta que su hijo estaba metido en el
mundo de las drogas. Pero ya era muy tarde para lamentarse o pedir perdón o
proponer ayuda. El cuerpo de Juan se estaba destruyendo a si mismo con ayuda de
los químicos que todavía no habían dejado su cuerpo tras dos días de la fiesta
más grande en la que jamás había estado. Antes de perder la lucidez, pidió
perdón a su familia pero esto no duró mucho. Al día siguiente no los reconocía,
tal vez por el dolor. Tuvo momentos de lucidez, uno de los cuales fue usado por
el doctor para preguntar si había tenido relaciones sexuales sin protección.
Pero Juan no podía responder.
El día mismo que el doctor verificó la
presencia de una enfermedad de transmisión sexual, Juan empezó a convulsionar
con violencia y entonces murió. La combinación de todos los factores le había
causado la muerte y todo por elegir la salida más fácil, más rápida y mejor
pintada.
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