En un momento todos estábamos juntos. Al
siguiente, cada uno había retomado el camino que había estado recorriendo por
un buen tiempo. Es difícil de procesar cuando las cosas pasan así, tan rápido,
pero supongo que eso es mejor que nada. Eso es mejor que seguir y seguir y
seguir sin saber muy bien adonde es que se está yendo. Cuando las cosas
cambian, al menos un poco, se gana una nueva perspectiva. Es como verte a ti
mismo en un espejo. Lo cambia todo.
Es complicado cuando esos cambios momentáneos
son de felicidad y no de tristeza. Está claro que la tristeza se quiere evitar,
se quiere mantener lejos de uno mismo. Lo ideal es una vida en la que no haya
sino alegrías. Pero esa no es una vida que tenga mucho sentido pues, cuando el
ser humano fue adquiriendo conocimiento, también adquirió un montón de equipaje
emocional que no había tenido nunca en cuenta. Nos hicimos más inteligentes
pero, a la vez, mucho más vulnerables.
Por eso nos duele cuando alguien se va y
cuando alguien muere. Son dos cosas parecidas pero, al mismo tiempo,
sustancialmente distintas. A la base, se trata de un cambio de lo que vemos, de
lo que percibimos. Sin embargo, con los poderes de la tecnología actual, la
gente que se va de nuestro rango de visión ya no es como si se hubiera muerto y
luego resucitara cuando vuelven. Los podemos ver todos los días, si eso
deseamos. Podemos hablar de cosas sin importancia, pueden estar allí.
Los muertos siguen tan muertos como siempre lo
han estado. La inteligencia no ha cambiado eso porque ese es el único estado en
el que entramos que es inalterable, hasta donde sabemos. Podemos estar enfermos
de graves enfermedades, pero hasta eso puede cambiar de un día a otro. En
cambio la muerte es un final, un final abrupto y horrible que nos hace pensar que
todos en algún momento llegaron a ese inevitable final. Es difícil pero somos
humanos y ese es nuestro camino.
La felicidad es diferente. La felicidad no es
como la tristeza, que parece alargarse mientras más la sentimos. No importa la
razón, ella se incrusta en nuestra alma y parece drenar toda la energía que
puede. Es por eso que lloramos, para tratar de contrarrestar el dolor de la
tristeza, que no nos coma vivos. En cambio, la felicidad es algo de un momento,
nunca dura demasiado. Por eso el amor es un concepto tan idílico y tan absurdo.
¿Como va la felicidad a extenderse por años, así nada más, como si nada?
Requiere trabajo duro y apoyo de muchas otras cosas.
Todos los tipos de amor tienen un fin, como la
vida humana. La diferencia es que podemos sostener el sentimiento como muchos
otros empáticos. La felicidad y la tristeza son la base para ese intercambio
que hacemos todos los días, con todas las personas que nos importan. Nos hacen sentir
tristes y felices y eso es bueno. Si no nos hicieran sentir nada, simplemente
no estarían en nuestras vidas. No hay nada más triste que alguien que intenta
meterse en una vida sin ser invitado.
En conclusión, hay que aprovechar todos los
momentos que se tienen en la vida, sean tristes o felices. Lo tenemos que hacer
porque son esos momentos los que nos mantienen a flote y los que nos dan la
energía para seguir adelante y para poder ver todos los giros del camino que
estamos recorriendo. Esos momentos nos
hacen ver más allá de nuestra corta visión humana y debemos estar agradecidos
por poder sentir, por poder expresar todo lo que tenemos adentro. Somos seres
atormentados, en general, pero también capaces de cosas que, hasta donde
sabemos, nadie más es capaz.
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