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viernes, 22 de diciembre de 2017

Conexiones etéreas

   Tengo que confesar que siempre me gustó verlo por las mañana, cuando el sol apenas había empezado a salir. Por alguna razón, siempre se apuraba a esa hora, como si levantarse con los gallos fuese a cambiar algo. No me levantaba ni nada, solo lo miraba de reojo mientras se cambiaba y la poca luz que entraba por la ventana acariciaba su cuerpo. Siempre me había encantado tocarlo y ahora descubría que también adoraba verlo, como una obra maestra del arte que es la creación del Hombre.

 A veces se daba cuenta que lo miraba y me sonreía gentilmente pero, de alguna manera, se sentía como si fuese alguien lejano y no una persona que hasta hacía muy poco me estaba abrazado sin ropa debajo de mis sabanas. Cuando no se daba cuenta, simplemente me volvía quedar dormido y trataba de crear yo mismo un sueño en el que él apareciese como alguien permanente en mi vida y no como una sombra pasajera que va y viene y va y viene pero nunca se amaña en un solo lugar.

 Me daban ganas de lanzarme encima de él, de besarlo, de tocarlo, de volverle a quitar la ropa y de hacer el amor ahí mismo, sin tapujos. Pero él me decía, con su cara y su cuerpo, pero no con su voz, que todo lo que pasaba en la oscuridad de la noche no podía pasar en la mitad del día o en esas mañanas frías en la que cualquier ser humano podría utilizar uno de esos abrazos cálidos y reconfortantes. Él sabía bien como hacerme entender que, pasara lo que pasara, yo no era quién había elegido.

 Esa persona estaba en otra parte y yo era solo un instrumento de diversión, o al menos eso era lo que me gustaba decirme a mi mismo para evitar una crisis existencial que de verdad no necesitaba. De hecho, esa es la palabra clave: necesitar. Porqué él me necesita a mi y yo a él pero creo que yo le saco más usos porque mi vida es un desastre y él es el único que hace que no se sienta de esa manera. Supongo que su vida tampoco es un jardín de rosas, pero la verdad es que no hablamos de eso.

 Cuando estamos juntos, está prohibido hablar de su pareja o de mi trabajo, de sus responsabilidades o de mis problemas para encontrar estabilidad alguna en mi vida. Desde que habíamos vuelto a vernos, después de tantos años, todo se había ido construyendo alrededor del sexo y de un cariño especial que habíamos ido armando los dos en privado. Era algo que no era exactamente amor pero era fuerte y nos ayuda a los dos. Creo que por esos decidimos que no le hacíamos daño a nadie si nos veíamos al menos una vez por semana, a veces más que eso.

 Cuando se iba, el lugar parecía perder el poco brillo que adquiría cuando su risa o sus gemidos de placer inundaban la habitación. A mucha gente podría parecerle todo el asunto algo puramente sórdido y carente de moral y demás atributos ideales, pero la verdad es que el arreglo que teníamos nos hacía felices a los dos, al menos hasta el día en el que me di cuenta que empezaba a quererlo mucho más de lo que me había propuesto. Era un sentimiento extraño que apartaba pero no se iba.

 En nuestro juventud no éramos amigos, apenas compañeros de salón de clase. Él siempre se había destacado en los deportes y por tener novias hermosas, una diferente cada año o incluso menos. Era uno de esos chicos que todo el mundo sigue y admira. Yo sabía muy bien quién era él pero no era alguien que me importara demasiado. Estaba demasiado enfocado tratando de sobrevivir a la experiencia del colegio para ponerme a mirar a los hombres que tenía a mi alrededor a esa edad.

 Él, me confesó mucho después, jamás supo quién era yo. No le dio nada de vergüenza confesarme que jamás había escuchado mi nombre en la escuela ni sabía nada de mi. Ese día quise gritarle, o golpearlo o simplemente mandarlo a comer mierda. Pero no lo hice porque me di cuenta que no tendría sentido hacer nada de eso. Así tuviera un resentimiento profundo contra mis años de escuela secundaria, él no tenía nada que ver con todo eso. Él había estado allí pero no había significado nada para mí.

 Nos conocimos por casualidad en una reunión a la que tuve que ir por trabajo. Como todo lo que hago para ese trabajo, la reunión me parecía una perdida completa de tiempo. Lo normal es que en esas ocasiones conozca mucha gente que me parece insufrible y que solo parece vivir para contar cuanto ganan en un año y cuanto podrán ganar el año siguiente. Si acaso hablan de  su última compra o de sus aspiraciones, todo lo que tenga que ver con dinero es, al parecer, un tema de discusión clave.

 Pero yo no tengo nada de dinero. Tal vez por eso mismo no me importe en lo más mínimo lo que alguien compra o no. Tengo que estar pendiente de tener comida suficiente para un mes en la nevera y cuento cada centavo como si valiera millones más. Por eso detesto el dinero, porque amarra y somete a cualquier idiota que deba manejarlo y esos somos todos. Por eso cuando lo vi a él, me sorprendió. No hablaba de dinero y eso era un cambio impresionante. Cuando lo vi mejor, fue cuando me di cuenta que era un compañero del pasado y se lo hice saber.

 Meses después, hacemos el amor cada cierto tiempo. Él me besa y yo lo beso y hacemos todo lo posible juntos. Al comienzo era cosa de una hora o menos si era posible, me decía cosas sobre su esposa y no sé que más responsabilidades que tenía en alguna parte. Yo no le ponía nada de atención porque francamente no me importaba nada la excusa que tuviera ese día para parecer distante y algo tenso. Yo solo quería ocupar mi mente, al menos por unos momentos, con el placer del sexo.

 Fue con el tiempo que empezó todo a cambiar, a volverse más tierno, más dulce, con ese cariño extraño del que hablábamos antes. Sé que no es amor porque dicen que si sientes eso lo sabes y yo no lo sé. Además, no creo que el amor sea para alguien como yo que, todos los días, siente que sus días están contados en este mundo. Tal vez es por decir y pensar cosas como esa que no tengo nadie en mi vida. Y tal vez por eso es que necesito que él venga, y me alegro cuando me llama y lo veo.

 Dirán que soy una mala persona por estar con un hombre que tiene un compromiso con alguien más. Pero la verdad es que lo tomo con bastante simpleza: fue decisión de él venir a mi casa desde un comienzo. Yo jamás insistí, jamás lo forcé ni tuve nada que decir para atraerlo hacia mí. Simplemente hubo una conexión y todo empezó a fluir, extrañamente, a mi favor. Y la verdad no me arrepiento de nada y podría decírselo tranquilamente a su esposa, si alguna vez me confronta.

 No es que lo quiera para mí, ni nada tan dramático como eso. Yo no creo que nadie sea para nadie, solo creo que tenemos pequeños momentos en los que conectamos con otra persona y simplemente debemos contestar a ese llamado de los sentimientos y de la naturaleza. No somos nadie para negar que no somos nada, que solo somos animales algo más evolucionados que el resto pero que, al final del día, solo somos otro costal de huesos y carne que siente y necesita a los demás.

 Creo que volverá el sábado en la noche, cuando ella no esté en casa. Cuando abra la puerta nos besaremos y la ropa pasará al suelo en pocos minutos. A veces acerca su boca mi oído y me susurra que me le encanta estar allí conmigo y eso es más que suficiente para mí.


 Cuando estoy solo, me doy cuenta que todo esto no es permanente y que en algún momento tendrá que acabar. Todo lo que brinda felicidad es así, etéreo. Y he decidido que no me importa. Lo único que quiero es vivir un día a la vez hasta que ya no tenga días para vivir.

lunes, 14 de agosto de 2017

Triste y felicidad

   En un momento todos estábamos juntos. Al siguiente, cada uno había retomado el camino que había estado recorriendo por un buen tiempo. Es difícil de procesar cuando las cosas pasan así, tan rápido, pero supongo que eso es mejor que nada. Eso es mejor que seguir y seguir y seguir sin saber muy bien adonde es que se está yendo. Cuando las cosas cambian, al menos un poco, se gana una nueva perspectiva. Es como verte a ti mismo en un espejo. Lo cambia todo.

 Es complicado cuando esos cambios momentáneos son de felicidad y no de tristeza. Está claro que la tristeza se quiere evitar, se quiere mantener lejos de uno mismo. Lo ideal es una vida en la que no haya sino alegrías. Pero esa no es una vida que tenga mucho sentido pues, cuando el ser humano fue adquiriendo conocimiento, también adquirió un montón de equipaje emocional que no había tenido nunca en cuenta. Nos hicimos más inteligentes pero, a la vez, mucho más vulnerables.

 Por eso nos duele cuando alguien se va y cuando alguien muere. Son dos cosas parecidas pero, al mismo tiempo, sustancialmente distintas. A la base, se trata de un cambio de lo que vemos, de lo que percibimos. Sin embargo, con los poderes de la tecnología actual, la gente que se va de nuestro rango de visión ya no es como si se hubiera muerto y luego resucitara cuando vuelven. Los podemos ver todos los días, si eso deseamos. Podemos hablar de cosas sin importancia, pueden estar allí.

 Los muertos siguen tan muertos como siempre lo han estado. La inteligencia no ha cambiado eso porque ese es el único estado en el que entramos que es inalterable, hasta donde sabemos. Podemos estar enfermos de graves enfermedades, pero hasta eso puede cambiar de un día a otro. En cambio la muerte es un final, un final abrupto y horrible que nos hace pensar que todos en algún momento llegaron a ese inevitable final. Es difícil pero somos humanos y ese es nuestro camino.

 La felicidad es diferente. La felicidad no es como la tristeza, que parece alargarse mientras más la sentimos. No importa la razón, ella se incrusta en nuestra alma y parece drenar toda la energía que puede. Es por eso que lloramos, para tratar de contrarrestar el dolor de la tristeza, que no nos coma vivos. En cambio, la felicidad es algo de un momento, nunca dura demasiado. Por eso el amor es un concepto tan idílico y tan absurdo. ¿Como va la felicidad a extenderse por años, así nada más, como si nada? Requiere trabajo duro y apoyo de muchas otras cosas.

 Todos los tipos de amor tienen un fin, como la vida humana. La diferencia es que podemos sostener el sentimiento como muchos otros empáticos. La felicidad y la tristeza son la base para ese intercambio que hacemos todos los días, con todas las personas que nos importan. Nos hacen sentir tristes y felices y eso es bueno. Si no nos hicieran sentir nada, simplemente no estarían en nuestras vidas. No hay nada más triste que alguien que intenta meterse en una vida sin ser invitado.


 En conclusión, hay que aprovechar todos los momentos que se tienen en la vida, sean tristes o felices. Lo tenemos que hacer porque son esos momentos los que nos mantienen a flote y los que nos dan la energía para seguir adelante y para poder ver todos los giros del camino que estamos recorriendo.  Esos momentos nos hacen ver más allá de nuestra corta visión humana y debemos estar agradecidos por poder sentir, por poder expresar todo lo que tenemos adentro. Somos seres atormentados, en general, pero también capaces de cosas que, hasta donde sabemos, nadie más es capaz.

miércoles, 27 de julio de 2016

No hay nada fácil

   Cuando tomó su decisión, sabía que más de una persona no iba a estar de acuerdo con ella. Tenía que entender que ellos estaban preocupados por él, por su futuro y lo que podría ser su vida dependiendo de esa decisión. Los tenía en cuenta pero no podía tomar una decisión tan importante basada en otras personas, en los que otros pensaban que debía hacer. Él sabía muy bien cal era su opción y la tenía en mente, más de eso no podía hacer mucho, solo analizar la situación con mucho cuidado.

 Se trataba de una posibilidad de trabajo. No pagaban nada especialmente bueno y tampoco era una posición privilegiada en ningún lado. De ser algo increíble, la respuesta ya hubiese sido pronunciada hacía mucho tiempo. Pero las cosas no eran así, no todo era como la gente se lo imaginaba, con opción perfectas día tras día, como si Europa fuera el máximo paraíso laboral en el mundo.

 La verdad era que no había ido allí para conseguir un trabajo. Esa nunca había sido su idea. Lo que había ido a hacer era estudiar y le había prometido a sus padres estar concentrado en el asunto. La oferta de trabajo había salido de la nada en los meses en que preparaba su trabajo final y por eso era una decisión que debía tomar con cuidado pues el tiempo para tomar estaba por terminarse. No podía tomarse la vida entera pensando en ella y eso era lo que le molestaba más del asunto.

 El trabajo era en París y no tenía nada que ver con lo que él hacía. En resumen, sería un asistente de producción para una compañía de fotografía. Tendría que hacer todos mandados que ellos ordenaran, sobre todo ir a recoger gente a un lugar y luego volver con ellos a otros sitios y, básicamente, encargarse de los modelos y de las personas que vinieran a trabajar con la productora. El sueldo era menos de lo que gastaba en un mes y no proporcionaba ninguna seguridad extra.

 Era solo un puesto de asistente. No tenía beneficios algunos y no había manera de que le subieran al sueldo, al menos para que pudiese ganar lo justo para vivir y no ahorrar nada. Pero no era así. Aunque lo veía como una oportunidad importante, no podía dejar de pensar que si aceptaba, tendría que mudarse a otro país solamente para ganar una miserableza y probablemente seguir pidiéndole dinero a su padre para las cosas más esenciales.

 Si iba a ser independiente, quería serlo por completo, ganando un salario que le fuese suficiente para tener algo propio, para vivir por su cuenta y empezar a construir esa vida solos, que es el la meta de todos en esta vida. Aunque hay muchos que se casan, el concepto es el mismo. Por eso es una decisión difícil o al menos complicada de considerar.

Lo mejor fue hacer una lista con todo lo malo y todo lo bueno del asunto. En el lado de las cosas buenas, escribió que tendría experiencia laboral, por fin. En su vida le habían pagado por hacer nada y siempre que lo mencionaba la gente se le quedaba mirando como si estuviese loco o algo parecido. Al parecer todos habían empezado a trabajar desde las más tiernas edades y él era el único anormal que había usado su juventud para estudiar. Sabía que estaba en la minoría en eso y decidió no pensar mucho en ese detalle. Ya mucho se lo recordaban.

 Otra cosa buena era que viajaría a otro lugar y podría conocer mucha gente del medio que le podría ayudar eventualmente con proyectos propios. Era obvio que un trabajo de asistente no era nada especial, pero eso siempre podía cambiar estando él allí. Podían darse cuenta que era mucho mejor para otro trabajo que para ese o simplemente subirle el sueldo por lo bien que estaba haciendo su trabajo. Cosas así podían pasar, no solo en la películas sino de verdad.

 La tercera cosa buena era finalmente independizarse de su familia. Haciendo serios recortes a sus gastos mensuales, el sueldo podría alcanzarle. Tendría que dejar muchas cosas de lado pero era algo posible. El resultado sería su independencia completa de su familia, algo que quería lograr tarde o temprano. No era que tuviese nada contra su familia ni nada de eso. Muy al contrario. La cosa era que tenía ya casi treinta años y necesitaba ser independiente, probarse que podría mantenerse a si mismo si tuviera que hacerlo.

En la parte de lo malo escribió lo de estar más tiempo en el continente. No quería que nadie se lo tomase a mal, pero no estaba muy a gusto con las cosas allí. No terminaba de acostumbrarse a miles de cosas pequeñas que veía y tenía que hacer un poco por todas partes. No se sentía a gusto viviendo allí y eso podía ser en parte porque no tenía a nadie con quien compartir nada.

 Esa era su segunda entrada en la lista negativa: no tenía a nadie. Toda la gente que se preocupaba por él, que lo conocía o parecía conocerlo, todo ellos estaban a muchos kilómetros de allí, incapaces de ayudarlo cuando se sentía solo o en eso extraños momentos cuando se necesita escuchar la voz de alguien, cuando solo eso puede ser tan reconfortante. No tenía nada parecido allí. Si acaso gente conocida, gente amable que le brindaba su amistad. Perro solo querían ser amables. No eran sus amigos y eso no tenía nada de malo. Las cosas rara vez eran perfectas en cualquier ocasión y él lo entendía.

 La tercer cosa mala era el tiempo indefinido que tendría que quedarse allí. No sabía si sería algo para siempre o si serían solo unos meses o un año o cuanto. No tenía idea de cuanto tiempo necesitaría para probar ese nuevo trabajo, para ver si llegaba a algún lado con él. Era imposible saberlo.

Hubo una anotación más en ese lado: los trámites que debía cumplir. Iba a trabajar y eso requería nuevo papeleo. No solo se trataba de decir que estaba allí siendo extranjero sino que debía pedir un permiso de trabajo y eso podía ser más que complicado con su pobre historial de experiencia. Podrían considerar que no cumplía los requisitos mínimos y ahí si que no tendría nada que ver su decisión pues ya habría sido tomada para él por los burócratas que manejan los hilos de esos asuntos tediosos que hay que hacer para vivir.

 Miró la lista por un mes completo y lo que hacía era imaginar su vida de una forma y de otra. Todas las noches, antes de dormir, se imaginaba su vida si aceptara y fuera vivir a la bella ciudad de París. Se imaginaba a si mismo conociendo gente muy interesante pero comiendo atún todos los días al lado de un lavaplatos sucio en un apartamento tremendamente pequeño y ruidoso o alejado de todo. Se imaginó a si mismo gastando horas y dinero en transporte público para ir a su trabajo todos los días. Perdería peso y mucho tiempo de su vida.

 También imaginó rechazar la propuesta y volver a su país tal como había salido de allí: sin nada. De pronto con la educación que había adquirido pero eso era algo que no se veía a primera vista, era algo que se demostraba con un trabajo, con la habilidad que se podía demostrar con un lugar estable donde desarrollarse como persona. Pero sabía que eso era algo difícil de obtener. Trabajos no habían y si habían eran para los hijos de los que ya trabajaban o para los amigos o alguna relación especial de esas.

 Él no conocía nadie. A la larga, estaba tan solo en casa como estaba en ese otro país lejano. No importaba como lo pensara, el resultado seguía siendo el mismo, por un lado o por el otro. La única ventaja real que le daba volver, era que al menos podría intentar fracasar en su propio idioma e, incluso, en sus propios términos. No moriría de hambre pero demoraría mucho tiempo más en ser un hombre hecho y derecho, una persona independiente y admirable.


 La decisión que tomó no fue la más popular. Mucha gente no entendía porqué lo había hecho y la verdad era que ni él sabía muy bien qué era lo que había hecho. Solo sabía que era una decisión y que estaba tomada. Y, de nuevo, después de todo eso, se sintió más solo que nunca. Se sentía al borde del abismo y el viento más débil podría enviarlo directo a su muerte.

viernes, 22 de julio de 2016

Sueño familiar

   Ya lo he imaginado varias veces y no entiendo la razón. Cada vez que lo hago me pongo nervioso y no entiendo que quieren decir esas visiones de mi mente. ¿Porqué tengo que ver ese tipo de cosas? ¿Por qué tengo que plantarle la cara a algo que parece tan improbable, tan poco posible que me parece incluso molesto verlo ya tantas veces. Me pensar mucho más de lo que debería, pues es una ilusión, una fantasía, un sueño estúpido que no tiene el más mínimo sentido ni importancia. Pero el caso es que ahí está y sucede seguido.

 Como dije antes, se trata de un sueño. La ubicación cambia a veces. En ocasiones es mi casa de verdad, en otras es alguna otra casa, sea grande y señorial o un apartamento que nunca he visto en mi vida. Esos lugares se supone que se ubican en ciudades o sitios que conozco pero eso solo lo logro sentir pues jamás logro ver o recordar si hay algo ahí afuera que me indique en donde estoy, si todo eso puede llegar a parecer más real de lo que ya siento que es.

 Siempre estamos mi mamá, mi hermana, mi hermano y yo. A veces está mi padre y a veces no. A esto no le doy mucha importancia porque suele pasar mucho en mis sueños que hay gente que mi subconsciente elimina. Sí, puede que haya profundas razones por las que eso pase pero no las sé y la verdad no quiero explorarlas, al menos no antes de terminar de explicar toda esta historia que me incomoda.

 El caso, es que mi madre siempre está muerta en esos sueños. Y lo más impresionante de todo, como si eso no fuese lo suficientemente impresionante, es que a veces el asesino es mi hermano. En este momento no recuerdo si lo hace por mano propia y mucho menos que arma usa si es que usa alguna. No tengo idea y creo que es mejor para mi balance emocional no saberlo. La imagen ya es demasiado aterradora para darle un contexto más rico.

 Siempre hay alguna pelea en el sueño, acerca del tema. Por alguna razón sabemos que mi hermano lo hizo pero no lo podemos probar. Y sus razones siempre son extrañas, como que las ocultas detrás de acciones sin sentido como hablar en voz baja o esconderse de nosotros en la misma casa. Me pone nervioso esa parte porque es algo que no reconozco ni remotamente. No me es nada familiar, menos mal.

 Ahora que lo recuerdo, mi padre estaba en el último de los sueños. No hablaba casi, solo parecía demasiado triste para decir nada. Parece una sombra de la persona real, tal vez es por eso que a veces no está en esos sueños. Es otro ser que usa la misma piel pero no es mi progenitor ni de cerca. No tiene su encanto.

 Lo peor de todo es (se pone peor) es que aunque casi nunca entiendo como llegué allí, esta última vez por fin pude presenciar la mayoría del sueño. Es decir, pude ver a mi madre morir. Mucha sangre, un cuarto más grande en el interior que en el exterior y gritos míos y de otras personas que ahora no recuerdo. La recuerdo allí tirada y luego ignorar su cuerpo alejándome de él, tratando de hacer que ese momento sea lo menos posible que se pueda. Me asusta todo el escenario, las acciones, lo que veo. Me asusto a mi mismo con lo que pienso.

 Pienso que debo castigar a mi hermano, que debo ser yo el que lo lleve a la justicia y haga que todo el peso de la ley caiga sobre su cabeza y lo aplaste para siempre porque, para mí, no tiene perdón ni de Dios ni de los hombres. La última vez, y de esto me acuerdo muy claramente, le dije que si llegaba a ser condenado esa sería la última vez que me vería pues nunca querría verlo de nuevo, jamás, ni por equivocación ni porque lo mandaran a la misma silla eléctrica.

 Y de repente, tengo conciencia de mi mismo. Es decir, estoy soñando y dentro del sueño lo sé, lo asumo y lo comprendo. Sé que no puede morir así mi hermano porque eso no existe en mi país, sé que mi madre no está muerta y sé que mi padre es una persona mucho más rica que esa sombra que parece flotar por todos lados. Nada de eso es real y lo sé porque estoy consciente de que tengo un sueño que, ojalá, sea imposible.

 Ya me ha pasado antes, en varios sueños. Simplemente sé que estoy soñando y por eso dejo de preocuparme demasiado. Lo normal es que los sueños no duren mucho tiempo después de eso pues se les acaba la gasolina fantástica con la que operan. De todas maneras es casi surrealista estar caminando por un sitio que sabes que no existe, en el que sabe que nada vale de verdad pues es todo una ilusión que no tiene el más mínimo sentido. Es falso y a veces eso reconforta.

 Sí, ya me imagino que varias personas pensarán que todo sueño tiene un significado ligado al subconsciente y no sé que más cosas. Y ola verdad creo poco en esas fantasías. Creo que soñamos lo que tenemos acumulado en la mente, lo que nuestros cerebro tiene por procesar como conversaciones con gente que conocemos que luego aparece de repente mientras dormimos.

 Por ejemplo, horas antes de dormir había hablado con mi madre, mi hermano y mi hermano y ayer con mi padre. Los tengo todos en mi mente y pienso en ellos y nuestra conversación y mi cerebro obviamente usa lo que tiene más fresco. Casi nunca tengo sueños al azar de cosas que pasaron hace veinte años, porque no tendría sentido alguno al menos para mí.

 Cabe decir que el rol de mi hermana se parece mucho al de mi padre en ese sueño recurrente. Es una sombra de ella, aunque una que llora muy parecido y por eso creo que también me pongo nervioso, como fastidiado con todo el ambiente pesado del sueño. Es demasiado y tal vez por eso es que me doy cuenta que es falso. Sé que mi hermana llora pero sé que hacerlo como la mujer del sueño no es realista y la hace parecerse a mil otras mujeres y no a mi hermana. Son detalles así los que, al fin de cuentas, hacen que me despierte.

 Estos sueños normalmente vienen cuando me despierto en la mitad de la madrugada y luego duermo un poquito más. En esa hora o par de horas es que sueño como loco, con lujo de detalles. Unas aventuras que mi yo consciente muchas veces encontraría imposible de imaginar. Pero ahí están y siempre aparecen en esos lapsos de tiempo tan cortos, supongo que porque mi sueño no es muy profundo cuando duermo así.

 Es un mundo extraño el de los sueños pero debo decir que me atrae bastante a pesar de las cosas horribles que pueda haber en él. Es un mundo retorcido y sin sentido pero me gusta el hecho de que salga todo de mí pues nadie más puede intervenir en su creación, al menos no de manera activa. Soy yo solo y todos mi problemas o recuerdos los que se mezclan como en una licuadora y producen diferentes tipos de resultados, algunos mucho más divertidos que otros.

 La explicación sicológica, como lo explique antes, me tiene sin cuidado. No solo porque creo que es una ciencia que se basa en supuestos, más parecida a la astrología que a las demás ciencias serias, sino porque no me atrae en nada la idea de que alguien más crea saber más que yo sobre mis sueños y mi cerebro que yo mismo. Se me hace ridículo si quiera pensarlo aunque ya habrá gente que crea que necesita una mano cuando quiere entender algo que no logra procesar.

 Comparto la necesidad por otras voces, otros intelectos que ayuden a dar explicaciones, a racionalizar algo que no tiene porqué ser racionalizado. Sobre todo si son amistades cercanas o, mejor aún, los personajes del sueño. En este caso, sería interesante saber que piensa mi familia de lo que ocurrió en mi mente y ver que explicación le pueden dar además de la obvia basada en supuestos ridículos y anticuados.


 Para mi quiere decir que tengo ahora a mi familia muy presente, cosa que es obvia. Los necesito y los quiero, cosa que es cierta. Y puede que tenga problemas o temas por discutir con ellos. ¿Quién no? Pero no deja de ser chocante y mucho menos cuando el sueño parece durar menos de quince minutos.