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miércoles, 2 de mayo de 2018

Algo nuevo


   Él era aquella persona que llamaba o escribía cuando tenía demasiada energía contenida y necesitaba soltarla en alguna actividad. Y como con él todo iba sobre sexo, era perfecto para mis necesidades. La verdad, nunca hablamos, ni por un minuto, de nuestras preferencias en el sexo o de nuestros gusto físicos. Solamente hacíamos lo que hacíamos en su casa o en la mía y luego dejábamos de hablarnos por días hasta que algo nos reconectaba de nuevo, casi siempre el deseo de tener relaciones sexuales.

 Por supuesto, hubo muchas veces que no se pudo y alguno de los dos se sentía frustrado por eso. Pero creo que las cosas eran más así en el comienzo: tiempo después eso desapareció y ya no había lugar para criticas ni para reclamos. De hecho, nunca lo hubo y solo nos dimos cuenta de la verdadera naturaleza de nuestra relación. No éramos novios, ni amigos, ni compañeros, ni almas gemelas ni nada por el estilo. Se podía haber dicho que éramos amantes, si esa palabra no estuviese conectada con ese sentimiento.

 El amor era algo que iba y venía en su vida. A veces yo daba vistazos en su vida íntima, algo decía o algo pasaba que me revelaba un poquito de lo que pasaba cuando yo no estaba. Lo mismo pasaba con mi vida para él: yo siempre trataba de mantener todo separado pero es inevitable que algo que no salga en algún momento. De todas maneras, mi vida sentimental y sexual siempre ha sido mucho menos activa que la de él, o al menos eso fue lo que siempre pensé hasta hace muy poco tiempo.

 Fue hace unas semanas, justo después de que fuera a su baño después de una de nuestras sesiones de sábado por la noche. Él no había querido salir con sus amigos y yo no tenía nada que hacer pero si estaba molido por tanto trabajo que había tenido que hacer. Quería relajarme, no pensar en nada, y estar con él siempre me había calmado. Era como ir a una sesión de masajes intensos y era todavía mejor puesto que no tenía que pagar y el nivel de placer era ciertamente mucho más alto.

 Ese día lo llamaron al celular cuando yo estaba arreglándome y empezó a hablar en voz alta, algo que jamás había hecho antes. Fingiendo desinterés, me puse mi ropa con cierta lentitud mientras lo oía discutir con la que supuse era una amiga. Hablaban de alguien más y él decía que no quería verlo y que por algo había decidido no ir. Su amiga debía estar en el lugar al que lo habían invitado, porque era notorio el sonido musical que provenía del celular. Apenas tuve todo lo mío encima, me despido sacudiendo la mano frente a él, indicando que caminaría hacia la puerta.

 Sin embargo, no se despidió sino que me hizo una señal que claramente quería decirme que me quedara. Fue muy incomodo porque, así como hablar casi a gritos, nunca lo había hecho. Me quedé plantado frente a la puerta principal del apartamento mirando para todos lados, mientras él iba y venía por el pequeño lugar, tocando una cosa y otra. Yo resolví fingir que miraba algo en mi celular, pero la verdad era que nadie escribía ni llamaba y no tenía nada que hacer puesto que mis deberes en el trabajo estaban finalizados.

 Cuando por fin colgó, hablé en voz alta y le dije que tenía que irme puesto que era tarde y los buses no pasaban sino media hora más. Él sabía bien que yo no ganaba buen dinero y no quería ponerme a tirar dinero en taxis cuando podía ahorrar para gastar en cosas que valieran más la pena como pagar el arriendo o los servicios de mi pequeño lugar. Creo que se notó mucho el tono de desespero de mi voz porque su respuesta fue una frase casi ahogada. Me sorprendió que algo así saliera de él.

 Antes que nada debo aclarar una cosa: el hombre del que hablamos mide unos veinticinco centímetros más que yo, tiene unos pies y manos enormes y sé muy bien que se ejercita porque he visto su ropa de gimnasio colgada varias veces en la zona de lavandería de su hogar. He visto su cuerpo y pueden creerme cuando digo que es un tipo grande y bien formado, con un aspecto fuerte y contundente. No es el tipo de persona que uno pensaría ahogando frases por una replica algo agresiva de alguien como yo, su opuesto.

 Por mi parte, soy bajito y jamás he pisado el interior de un gimnasio. No solo porque me da pereza el concepto de ir a hacer ejercicio a un lugar, sino que no soporto la personalidad de muchas de las personas que van a esos lugares. Simplemente no quiero ser participe de esa cultura, aunque respeto quienes quieran hacer de su vida lo que ellos quieran. El punto es que tengo un cuerpo que podríamos llamar más “natural”. A veces me pregunto porque los dos terminamos en este asunto.

 Él repitió la frase ahogada, en un tono aún algo débil pero mucho más fácil de entender. Me pedía que me quedara un rato más, para ver una películas y comer algo, como amigos. Mi respuesta fue igual de agresiva que la anterior: le dije que no éramos amigos y que no entendía porque me estaba pidiendo algo así luego de tanto tiempo de haber tenido una relación casi laboral entre los dos. Su respuesta ya no fue la de un niño débil sino la de un hombre, pues me miró a los ojos y me dijo que yo era mucho mejor polvo que ser humano. Debo confesar que, justo en ese momento, solté una potente carcajada.

 Para mi sorpresa, él hizo lo mismo. Nos reímos juntos un rato y entonces nos miramos a los ojos. Fue extraño porque creo que en todo ese tiempo que llevábamos de conocernos, desde la secundaria, nunca habíamos sostenido la mirada del otro de esa manera. Sus ojos eran de un tono verde mezclado con miel que me pareció tremendamente atractivo. Había visto sus ojos alguna vez pero ese día me parecieron simplemente más hermosos, brillantes y casi como si tuvieran algo que decir.

 Entonces me di cuenta de que no estaba siendo justo con él y no estaba siendo muy honesto que digamos conmigo mismo. Lo estaba tratando mal sin sentido aparente, a él que había sido la persona que había usado para desahogar mis frustraciones y libido sin usar. No tenía de derecho de hablarle de esa manera, sin importar las razones que tuviera. Y, en cuanto a honestidad, no sé a quién estaba mintiendo. Yo no tenía nada que hacer en mi casa y solo quería llegar a dormir doce horas seguidas.

 Exhalé y pregunté que película quería ver. Entonces hizo algo más que nunca había visto ni me hubiese esperado ver en mucho tiempo: sonrió de oreja a oreja. Era como si le hubiese dicho que le habían aumentado el sueldo a cuatro veces lo que ganaba normalmente, como si le hubiesen dicho que había ganado la lotería. Debo decir que su sonrisa, hizo que mi pecho se sintiera un poco más cálido que antes. Debí haber sonreído también pero la verdad es que no me acuerdo y no creo que tenga ninguna importancia.

 Una hora después, la pizza que había pedido había llegado y estábamos viendo las primeras escenas de la película que él había propuesto. Era una de ciencia ficción, de hace años. Es extraño y puede que parezca una tontería, pero es una de mis películas favoritas. No sé si él lo sabía o si solo fue una de esas raras coincidencias. El caso es que disfruté la noche, la comida, la película y su compañía. Podíamos dejar la tontería un lado y solo disfrutar de ese momento juntos, sin tener que llamarle a nada por ningún nombre.

 Cuando por fin iba de salida, me pidió un taxi y dijo que el viaje ya estaba pago por tarjeta de crédito. Había dado mi dirección, que yo ni sabía que él conocía. No le pregunté ese detalle ni nada más. No era el momento, o al menos eso sentía yo. Solo lo abracé como despedida y me fui.

 Desde entonces, seguimos teniendo sexo pero debo decir que ha cambiado. Ahora sostenemos las miradas y los besos se han vuelto más largos. Hay un elemento que antes no estaba allí. Y no, no es amor. Es otra cosa, algo que no conozco. No importa. Ahora hay muchas más sonrisas.