Estaba ya harto de hacer paradas cada que
cruzaba una calle pero era imposible no hacerlo con semejante calor: el sol
brillaba con fuerza en lo alto, en el cielo azul sin que ninguna nube lo
tapara. El cielo estaba completamente limpio. El sol era tan brillante que la
cantidad de gente en la calle era poca. Se había alertado en la televisión que
la cantidad de rayos ultravioletas era muy alta para personas de piel sensible
e incluso lo que tenían la piel fuerte debían abstenerse de salir a la calle
por su propia seguridad.
Por eso, aunque era verano, la gente trataba
de no salir en la mitad de la tarde. Obviamente, había muchas personas a las
que les daba lo mismo lo que pudiese pasar y se arriesgaban de manera tonta.
Así era lo que había pasado con Jaime, el que tenía que parar en cada cuadra
para ponerse a salvo debajo de alguna parte que lo protegiera del calor. Lo
hacía más por necesidad que por nada más pues debían seguir tratando de vender
para subsistir.
Trabajaba como vendedor puerta a puerta, yendo
de arriba abajo con un maletín ya un poco viejo donde cargaba las revistas más
recientes y se informaba al detalle de los últimos cambios en cuanto al clima
con su celular. Esa era la razón por la que era común verlo corriendo para
resguardarse del calor.
La gente que conocía en su trabajo era toda
demasiado distinta y cada quien con sus particularidades. Si le preguntaban si
tenían clientes que pudiesen llamarse normales, diría que de esos no tenía pues
había que ser bastante excéntrico para hacer compras solamente por catalogo, a
través de una persona a la que se le paga por el servicio. Sin embargo, había
muchos a los que ese sistema les había salvado la vida pues no podían salir a
la calle y necesitaban que alguien los ayudara.
Su trabajo era agotador, no solo por el hecho
de ir caminando por todos lados o pro el calor de la temporada, sino porque en
toda la semana tenía que subdividir su recorridos y cada día iba a una zona
diferente de la ciudad. Esto lo hacía para poder llegar a la mayoría de sus
clientes lo más pronto posible. Antes de partir a trabajar, planeaba con
cuidado sus caminatas para optimizar el recorrido lo más posible.
Antes, cuando había empezado, había tenido la
mala idea de ponerse traje con corbata y zapatos gruesos. Y el traje solía ser
de un material que no respiraba nada. Eso era porque su ropa de trabajo era
prestada ya que no tenía ni idea de cómo iban a funcionar las cosas. Ya para el
segundo día decidió hacer un cambio extremo y se dio cuenta que a nadie le
importó con tal de vender lo que le tocaba.
Los mejores clientes eran aquellos que lo
invitaban a comer o a tomar algo mientras repasaban los catálogos y elaboraban
la lista de compran de la semana o del mes, dependiendo de lo sigue que le pase
a uno eso. Había de todo tipo de clientes: algunos con mucho dinero y otro con
menos, los que vivían en casas o los que
vivían en apartamentos, los que tenían mascotas e incluso uno que otro que
intentaba algún avance romántico hacia Jaime. De todo había.
Los que tenían más dinero no siempre eran los
mejores clientes, aunque eso pudiese llegar a parecer. Muchas veces, eran las
casas donde ofrecían menos, ni siquiera un vaso de agua de la llave. En la casa
de la viuda Jones, por ejemplo, siempre llegaba sudando porque no había mucha
sombra cerca para resguardarse y sin embargo los sirvientes jamás se acercaban
para darle n vaso de agua o de lo que sea.
En cambio, había otros hogares en los que
inclusos se había quedado a cenar mientras la persona que hacía la compra hacía
una lista exhaustiva de lo que quería y de lo que no. Ofrecían de tomar y de
comer e incluso de fumar y aperitivos para pasar el rato pues elegir ropa y
artículos varios por catalogo podía tomarse bastante tiempo.
A veces Jaime salía de casa a las siete de la
mañana y no llegaba a su casa hasta que eran las ocho de la noche. Seguido
pasaba que alargaba las visitas si estaba lloviendo, cosas que no pasaba muy a
menudo, o si el sol estaba demasiado brillante. Con algunos clientes podía ser
sincero y decirles sus razones y ellos entenderían fácilmente pero otros a
veces parecían tener afán de que se fuera, como si estuviesen ocultando algo.
En todo el día comía una sola vez y
normalmente era algo comprado en un supermercado pues la mayoría de
restaurantes, sino es que todos, de los barrios que frecuentaba, eran muy caros
para poderse permitir almorzar allí todos los días. Incluso había zonas a las
que iba en las que no había restaurantes por ningún lado y por eso muchas veces
prefería comprar algo antes en un supermercado y comerlo a la sombra cuando
fuese la hora apropiada.
Cuando llegaba a casa en las noches trataba de
comer algo mejor para él peor la verdad era que seguido llegaba exhausto y con
muy pocos ánimos de hacer nada. Comía algo de atún de una lata que había dejado
en la nevera o a veces comía solo helado y nada más. Hacía mucho ejercicio pero
no estaba comiendo nada bien y eso podía ser un problema. Desde hacía mucho
tiempo lo había notado pero no tenía como parar pues su trabajo le daba dinero para
sobrevivir pero le impedía comer de manera decente.
Su único momento libre a la semana eran los
domingos. Esto era así porque la mayoría de sus clientes tenían cosas mucho más
interesantes que hacer que estar paradas en su casa por varias horas eligiendo
nuevos cuchillos de un catalogo. Y no era que él tuviese algo mejor que hacer
pero le gustaba tener esa día para despertarse un poco más tarde, ver alguna
película que estuviese queriendo ver hace rato, comer algo rico (lo que casi
siempre quería decir comida chatarra) y tan solo relajarse y no pensar en su
trabajo.
Los domingos se despertaba tarde y apagaba su
celular para que no lo molestaran. Esos días siempre se duchaba muy tarde, si
es que se duchaba. Se quedaba en la cama más de lo previsto para ver televisión
o disfrutar de lo rico que se sentía no hacer nada, estar a la sombra en su
casa y ojalá tener algo frio para tomar. Ese era el día que se hidrataba más y
eso que había aprendido a llevar un termo con agua fría en su maletín.
A veces Jaime se preguntaba, solo los
domingos, si no debería dejar de trabajar en algo tan demandante. Esos
pensamientos pronto se iban volando cuando recordaba que nadie lo había querido
contratar para desempeñar el trabajo por el que tanto había estudiado en el colegio.
Cada vez que había habido una vacante había hecho el intento pero siempre había
algo más listo, más preparada o que conocía a algunos de los que decidían.
No era que no le gustara lo que hacía sino que
a veces podía ser muy complicado pues era como si su trabajo tomara posesión de
él en vez de ser al revés. Sentía que él estaba al servicio de todas esas
personas que pedían por catalogo en vez de ser al revés. Y había habido
momentos en que eso le había molestado bastante pero eso ya había pasado. Solo
había sido al comienzo.
El resto de los domingos se esforzaba por no
pensar ni hablar de trabajo. Otra cosa es que hubiese querido tener amigos o
una pareja para poder compartir la vida un poco pero luego se daba cuenta que
eso tampoco sería muy posible pues no hay mucha gente dispuesta a adaptarse a
una persona así, que vive yendo de un sitio a otro y que no tiene una
estabilidad real ni tiempo para crear algo fuerte.
Por eso el amor era algo que no conocía pues
jamás o había experimentado por falta de tiempo. Al fin y al cabo que ya
llevaba cinco años en el mismo trabajo y era muy difícil tratar de hacer cualquier
cosa al mismo tiempo. La mayoría de veces estaba tan cansado que lo único que
quería era dormir antes de tener que despertarse temprano para comenzar un
nuevo día de caminar y anotar y escuchar cosas que muchas veces no tenían el mínimo
sentido.