Muchas veces no hay nada que nos consuele.
Nos sentimos perdidos, desubicados en este vida, y no entendemos de donde
venimos o adonde vamos. Y a todos nos pasa pero lo peor de todo es que cuando
nos pasa nos sentimos solos, únicos en nuestro dolor, nuestro sufrimiento. Hay
días en los que sentimos poco y otros en los que sentimos demasiado, todo nos
afecta y todo tiene una repercusión enorme en nuestra mente e incluso en
nuestro cuerpo. Y eso cansa, se siente el peso de todos esos sentimientos
apretando contra el cerebro y el corazón, con fuerza, como si un ser humano no
estuviese hecho para sentir tanto.
Las personas que viven felices o aparentan
estar contentas todo el tiempo, aquellas que parece no tener problemas o
siempre tienen una solución para todo, no son las mejores personas en las
cuales confiar cuando todo se vuelve tan confuso y caótico. Esas personas tal
vez sean optimistas pero un rasgo del optimista es que resulta ser un ciego más
en muchas ocasiones, ignorando incluso su propio dolor. Y cuando uno mismo se
ignora una cierta cantidad de veces, se va transformando y ya no es un ser
humano sino el caparazón de lo que fue una persona.
Es bueno ser positivo pero también es bueno
ver la vida como es, sea lo que sea. Negarse a que el mundo es un rango de
tonos de gris y no blanco y negro, es convertir todo en una decisión
trascendental cuando esa decisión no existe, no hay que ponerse de un lado o de
otro cuando algo ocurre sino que hay que pensarlo como es, sea algo que
nosotros provocamos, u otros o incluso algo que se sale de nuestras manos
porque va mucho más allá de lo que nosotros somos.
El caso es que somos algunos, quien sabe si
minoría o mayoría, que hay días que no podemos soportar las cosas como son. El
mundo se vuelve una tormenta de ruido que es imposible apagar. Todo parece
venir por ti, querer atraerte a un hueco del que nunca vas a salir. Suena
tétrico pero así son las cosas, así se siente esos días cuando el mundo pierde
todos sus colores y no hay absolutamente nada que pueda mejorar el panorama.
Cuando esto ocurre, lo más difícil es que le ocurre a una persona sola y,
aunque puede pedir ayuda, no entenderá nunca el punto de todo si se sostiene en
alguien más.
A veces, el cuerpo y la mente son puestos a
prueba y hay que resistir solos, ver de que estamos hechos. Algo que es cierto
para todos es que la vida no se supone que sea fácil. Hay personas que se
quejan de que todo sea tan difícil, sea en las relaciones con otros, en el
trabajo, físicamente o en general, por lo que sea. Pero esa es la prueba de la
vida; es una gran carrera de obstáculos que dura lo que tenga que durar. No
tenemos control de nada y debemos llevarla a cabo lo mejor que podamos. Cada
persona elije como jugar y no hay reglas claras para llegar a la meta, que no
es la misma para todos. Es un juego, por cruel que suene, uno donde todo cambia
según lo que hagamos pero que siempre termina igual.
Pero a pesar de esta visión, de esta cruda
realidad, todos sabemos que la vida también tiene esos pequeños rayos de luz,
esas cosas que nos reconfortan y nos ayudan a seguir. No se trata de mentirnos
con cosas que no tienen nada que ver sino de apreciar las cosas que,
dependiendo de la persona, puedan ayudar a empujar una vida hacia delante.
A veces ese impulso depende de una persona que
no somos nosotros. A veces es una sonrisa de esa persona, un abrazo o un beso
el aceite de motor que necesitamos para seguir adelante sin tener que mirar
atrás o tomar decisiones que podrían ser más trascendentales o peligrosas. No
es malo apoyarse en alguien más mientras que no sea una relación dependiente,
es algo que hay que diferenciar. Si estamos con alguien por cualquier razón que
no sea porque nos hacen sentir bien, por la razón que sea, entonces deberíamos
terminarlo de inmediato. La vida es corta y no debería uno pasársela mintiendo
e hiriendo por ignorancia.
Pero sí, un abrazo puede ser reconstructor,
puede sentirse en lo más profundo y ayudar a reparar una zona devastada como
puede ser nuestro interior, nuestra conciencia más profunda. Y mejora cuando se
da sin palabras y sin pedirlo. No hay nada más doloroso que mendigar algo de
cariño y por eso lo mejor es que se de espontáneamente, sin tener que
verbalizarlo. Algunas personas que eso puede ser tierno o romántico pero de
hecho no lo es. Pedir un beso o un abrazo denota una falta de comunicación que
no se repara fácilmente.
Lo físico puede ser reconfortante pero hay que
tener cuidado porque lo físico muchas veces sucede en un momento del tiempo y
no permanece. A veces un abrazo de un desconocido ayuda pero ese desconocido
desaparecerá y entonces que haremos si fue ese abrazo y ningún otro el que me
hizo sentir mejor? O que tal que esos besos, abrazos, incluso encuentros
sexuales, solo puedan ser en ciertos momentos, lugares y ocasiones? Entonces ya
no es ninguna ayuda de ningún tipo sino otro problema que puede estar acosando
nuestra mente también, como todo el resto.
Ya que estamos, el sexo es algo efímero, algo
de un momento que jamás se vuelve a repetir, ni siquiera con la misma persona,
ni siquiera conociéndose hace años. Siempre será diferente y por eso el sexo no
es la mejor manera de sentirse mejor con nada. Y si a eso le sumamos lo que
puede irnos sumando a la mente, como el desempeño, nuestra autoestima, nuestra
entrega, entonces podríamos estar empeorando el problema y no ayudándonos de
ninguna manera.
En esos días en lo que todo parece negro, a
veces lo mejor es respirar profundo y tan solo vivir como todos los días,
tratando de estar lo más relajado posible todo el tiempo y buscando refugio en
aquellas cosas que hacen nuestra vida algo mejor. Todos tenemos gustos
particulares y son esa pequeñas cosas, que puede ser artificiales e incluso
superficiales, las que muchas veces pueden ayudarnos a ver las cosas como son y
no peor de lo que son.
También tenemos que darnos cuenta que solo
somos una persona en el mundo y el dicho que dice que una persona puede hacer
la diferencia no es cierto en el sentido que una sola persona necesita de otros
para ejercer un cambio para todos, para el colectivo de los seres humanos. Esto
no es así si lo que queremos es hacer un cambio en nuestro interior, si lo que
queremos es trabajar en nosotros mismos. De entrada es una tarea difícil porque
el ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en áreas que se van creando por el aprendizaje o el crecimiento
personal. Todo eso depende de cada uno y puede o no funcionar pero vale la pena
intentarlo.
Es complicado porque la vida es complicada.
Puede no parecer algo divertido, algo en lo que nos guste pensar, pero así son
las cosas: nuestra vida real, la que tenemos todos los días y la que no se basa
en nuestras relaciones con otros ni en lo que hacemos para vivir, mejor dicho,
la que vivimos nosotros solos, es muy compleja. Es más compleja que la que
podamos tener con cualquier persona porque no estamos en sus mentes sino que
estamos en la nuestra, de nacimiento a la muerte y no hay manera de hacer un
cambio porque no nos gusta o porque queremos intentar algo nuevo. Tenemos que
vivir la vida como nosotros mismos y eso es difícil, seamos quienes seamos. Es una larga carretera, a veces a plena luz, otras veces en penumbra, con muchas curvas y cambios pero con un inicio y un final.
De pronto algunos crean que eso puede sonar
demasiado dramático y exagerado pero es innegable que la vida es una que
vivimos solos. Por mucho que amemos a alguien, sea quien sea, no moriremos con
esa persona, no en el mismo segundo ni en las mismas circunstancias, no
tendremos el mismo último pensamiento ni habremos vivido nuestras vidas queriéndonos
igual o pensando lo mismo a cada rato. Eso pasa en las parejas, en las familias
y con los amigos. Que haya sentimientos no nos hace más cercanos en nuestra
experiencia de vida que es cada uno por su lado, cada uno haciendo algo con la
vida, lo que sienta que es lo que debe de hacer. En ese sentido estamos solos.
Y la mayoría no estamos muy contentos con eso.
Porque vivir cada uno por nuestro lado puede ser bastante doloroso. Pero ahí
están esas pequeñas ayudas, esos abrazos fuertes llenos de energía, esos besos
de mil formas, esa sonrisas, esos inventos increíbles y esas realidades que
pueden asustar pero también nos dan la esperanza real, no esa que se inventaron
los noticieros sino la de verdad, que nos llena sin que la entendamos por
completo.
El truco es simplemente respirar, oxigenar el
cerebro y seguir adelante, paso a paso por el tiempo que sea necesario. Y
recordar que las decisiones que tomemos no son malas ni buenas, correctas o erróneas,
son solo decisiones que afectan nuestra vida pero a ella le dan lo mismo. Son
las personas las que juzgan, no la vida como tal.