Cuando lo besé, sentí que las rodillas se me
doblaban solas, como si mi cuerpo de repente dejara de responder o como si
todas mis fuerzas y espíritu estuvieran entregadas a ese solo momento. Me
acerqué más, mientras sentía su espalda con mis manos sobre su ropa. Él hizo lo
mismo pero empezó más abajo y de un momento a otro me tomó con fuerza y alzó mi
cuerpo y me llevó, sin dejar de besarnos, a mi habitación. Allí no prendimos
las luces ni cerramos las cortinas. No hicimos nada más sino besarnos y disfrutar
el cuerpo del otro.
Las prendas de vestir fueron cayendo al suelo,
una a una, hasta que no tuvimos ninguna más encima y se trataba solo de
nuestros cuerpos, el uno contra el otro. Sus besos pasaron de mi boca al resto
de mi cuerpo y mientras todo sucedía me di cuenta de lo bien que me sentía, tan
bien como jamás me había sentido en mi vida. Sentía como si mi piel fuera ultra
sensible, sus besos eran simplemente lo mejor de la vida. Y sus besos me hacían
sentir más de una cosa al mismo tiempo. Hacía mucho eso no ocurría.
Afuera, la noche cayó y una suave llovizna
cayó sobre la ciudad. Pero ninguno del dos se dio cuenta hasta el día
siguiente, cuando amanecimos el uno sobre el otro, con las sábanas enredadas
por el cuerpo. Apenas me desperté, tomé el cubrecama y nos cubrí a los dos pues
hacía mucho frío. Él ni se dio cuenta pero su cuerpo parecía estar temblando
ligeramente por el frío. Le di un beso en la espalda, cubrí nuestros cuerpos y
me quedé dormido en apenas segundos. Tuve un sueño tranquilo que duró apenas
algunas horas.
Cuando me desperté de nuevo, él ya no estaba a
mi lado. Por un momento pensé que se había ido sin decir nada pero entonces
escuché un sonido de la cocina y me puse de pie para ir a ver de que se
trataba. Cuando llegué, lo vi delante de un par de sartenes, usando una
espátula para hábilmente voltear unas tostadas francesas. También había hecho
tortilla de huevo y tenía la botella de jugo lista a un lado. Por un momento,
me dediqué solo a contemplar su cuerpo, los hermosos brillos que tenía, su
sensual silueta natural.
Cuando se dio cuenta que estaba allí, me
sonrió y se disculpó por tomar de mi comida pero le dije que no había problema.
En pocos minutos sirvió y desayunamos juntos en el sofá, sin ropa y con algo de
frío, pero sin dejar de vernos el uno al otro. Cuando nos despedimos, después
de ducharnos y hacer el amor de nuevo, cada uno quedó en la mente del otro de
manera permanente. Solo podíamos pensar en ese día y en todo lo que había
ocurrido. No podíamos decir otra cosa que había sido una de las mejores
experiencias de nuestra vida.
Cuando llegué a la productora al día
siguiente, muchos me preguntaron sobre mi sonrisa. Querían saber que era lo que
había pasado, quién me había regalado esa felicidad. Pero yo no dije nada y
rápidamente los encaminé de nuevo al trabajo. Teníamos mucho que hacer para
promocionar dos nuevos álbumes de dos artistas muy diferentes: una era una
joven cantante de jazz, que tocaba unos tres instrumentos y era bastante
atractiva. La compañía le había ofrecido mucho dinero y se esperaba que fuera
uno de los grandes descubrimientos de la empresa.
Pero el que más me interesaba ver era el nuevo
cantante de rap que había descubierto en un bus hacía relativamente poco.
Teníamos otra cita ese mismo día para discutir las condiciones para trabajar
juntos. Me había sorprendió cuando dijo que tenía un representante. Era obvio
que lo consiguió de última hora pero eso nunca me había preocupado. Sonreí
cuando me di cuenta que era Alejandro y por eso nos conocimos y tras solo
algunos tragos fuimos a mi apartamento y pasó lo que pasó. El cliente, por
supuesto, no sabía nada.
Primero fue la cantante de jazz. Con ella
íbamos más adelantados, eligiendo sus mejores canciones y a los músicos que la
acompañarían en la grabación. Tuvimos que negarle a uno de los que había
recomendado porque simplemente no era muy bueno que digamos. Se notó en su
rostro que ella no estaba muy contenta con ello y fue al final, casi en la
puerta, que confesó que ese era su novio y que temía que la relación pudiera
ponerse complicada. Luego escuché a alguien diciendo que eso era algo bueno
pues escribiría más canciones de despecho.
Mi cita con Alejandro y su protegido era
después del almuerzo. Todo el rato estuve pensando en él pero también en como
haríamos para fingir que nada había pasado. Nunca me había metido con nadie con
el que hiciese negocios y sabía que no era la idea más inteligente del mundo.
Pero ya estaba hecho y había que trabajar pensando en lo que era y no en lo que
yo quería que fuese el mundo. Traté de comer lo mejor posible para no estar
nervioso y cuando me avisaron que subían para la reunión, creo que empecé a
temblar.
Cuando lo vi, instintivamente sonreí. Él no
correspondió y supe que estaba siendo inmaduro al no saber diferenciar una cosa
de la otra. Así que me controlé y los saludé a los dos de la mano. Tuvimos una
larga conversación de lo que el cantante quería: honrar su color de piel y su
herencia cultural en todo el proyecto, ojalá con músicos y técnicos que fuesen
también negros, como todo el que lo rodeaba.
Quería ser un orgullo para su familia y su comunidad.
Le dije que no habría problemas pues si algo
nos había gustado de él era su originalidad y su energía. Después de eso
pasamos al estudio de grabación y le pedí al cantante que por favor nos
mostrara algunas de sus canciones originales. La primera que cantó fue muy
enérgica, parecía una pelea de boxeo en la que claramente él estaba ganando. La
canción iba sobre la fuerza de su gente y la opresión que había recibido toda
la vida de los demás. En ese momento sentí la mirada de Alejandro por un
momento pero cuando quise corresponder, la movió.
La siguiente canción era sobre la violencia y
las muertes que lo habían afectado, casi todas violentas. Eran unas líricas
bastante pesadas pero sabía muy bien cómo llevar esas letras. Había mucho que
pulir pero sin duda tenían a un gran artista en sus manos. Yo ya estaba listo
para empezar a firmar cosas pero entonces el mismo joven me dijo que quería
cantar una más, porque creía que valía la pena hacerlo allí mismo, en ese
momento. Como insistió, decidí dejarlo.
La letra de la canción era bastante más
fuerte, más explícita, llena de contenido gráfico. Se podía manejar un poco,
cambiando algunas palabras y ofreciendo dos versiones, una apta para todo
público y la versión para adultos. Pero entonces empezó a relatar algo en la
canción que me pareció muy familiar: algo de unos… Es mejor no repetir la
palabra. Solo digamos que era un insulto que claramente se refería a Alejandro
y a mi. Y al seguir cantando, pude darme cuenta que el chico sabía mucho más de
lo que aparentaba.
Cuando se detuvo, les dije que podían seguir a
la sala de juntas si deseaban firmar el contrato. En ningún momento subí la
mirada para ver a los ojos al cantante o a Alejandro pero cuando se alejaron en
busca del ascensor, solo el cantante me miró con una mirada cargada de odio.
Fue solo un segundo pero se sintió como un golpe directo en la mandíbula. No entendía
que había pasado. Alejandro tal vez le había contado o tal vez se había dado
cuenta de alguna manera. ¿Pero porqué esa actitud tan desafiante, desaprobándonos
a los dos?
Fue mi asistente quien les hizo firmar todo y
me avisó cuando se fueron. Me sentía traicionado. Pero no había razón para
ello. Al fin y al cabo que no nos conocíamos de hacía tanto tiempo. Apenas
sabíamos un poco el uno del otro. Era más que todo el odio que había en la
canción y que él no hubiese reaccionado lo que me afectó. Cuando mi asistente trajo
los papeles para que yo los guardara. Al mismo tiempo me llegó un mensaje al
celular. Decía “Tenemos que hablar”. Las
firmas en los papeles explicaban y confundían al mismo tiempo: cantante y
representante eran hermanos.