Es extraño, pero cada vez lo echo más de
menos. Cada día que pasa, siento que debería estar aquí conmigo, siento que
debería estar abrazándome y besándome y diciéndome todas las tonterías típicas
que dicen las parejas cuando uno de los dos no se siente muy bien que digamos.
Creo que sería la única persona capaz de darse cuenta el dolor que tengo, sería
el único capaz de identificarse conmigo y solo él se pondría en mis zapatos y
me entendería como nadie más.
Todo eso es raro porque no sé quién es él. No
tengo ni idea como es, que piensa o donde vive. No sé siquiera si habla mi
mismo idioma, si tiene mi edad o siquiera si todavía vive. Por lo que sé,
podría estar muerto, podría haber vivido hace cien años o de pronto vivirá
dentro de otros cien. O tal vez, y esto suena aún peor diciéndolo así, yo sea
para él pero no él para mi o viceversa. Esa sí que sería una verdadera
tragedia. Si las coas cosas son así, no lo quiero saber.
He soñado con él numerosas veces. He sentido
su brazos a mi alrededor, su calor corporal abrigándome y su energía
reconfortándome cuando lo he necesitado. Extrañamente, nunca he visto su cara
en esos sueños y, si alguna vez la vi, mi mente se encargó de borrar ese
recuerdo. De pronto no es bueno para mi saber con antelación quién es él. Al
parecer la sorpresa debe ser un elemento importante. Pero yo ya no estoy para
sorpresas, estoy cansado de esperar.
Porque no solo espero por él sino por un gran
número de cosas. Espero por una vida tranquila, en la que se me de una opción
para ser alguien. Creo que eso es lo que sucede en la vida de la gente: en
algún momento les dan la opción para demuestren quienes son y de que están hechos
y después la vida va desenvolviéndose según lo que cada uno haya hecho. Yo no
soy de los que luchan incansablemente y nunca lo voy a ser. Simplemente no lo
soy. Y sin embargo creo que merezco una oportunidad, como el resto del mundo.
Necesito esa oportunidad para hacer una vida,
para poder vivir por mí mismo, tener mi propio espacio y entonces estar más
listo que nunca para lo que sea que venga que después, incluido él. Y no, no
digo que mi vida gire entorno a la llegada de alguien que ni siquiera conozco.
Quiero decir que él será un pedazo del todo, tiene que serlo porque creo que
todos necesitamos un soporte en la vida, sea quien sea.
Ese soporte tendría como finalidad el apoyarme
ciegamente cuando lo necesite. Eso sí, tendría la decencia de decirme cuando
estoy haciendo mal las cosas y como puedo mejorar y yo lo ayudaría a mejorar a
él y así todo el tiempo. Seríamos antes que todo amigos y después amantes y
después muchas cosas más que quisiera ser con alguien.
Hoy, que siento dolor de cuerpo y una bola en
la garganta, quisiera tenerlo en cama conmigo y poder abrazarlo. No lo besaría
para no pasarle el virus que tengo en mi interior, pero sí le pediría sus
brazos y sus piernas para que me calentaran el alma, más que mi cuerpo que
ahora parece cambiar de temperatura cada minuto que pasa. Es insoportable.
En ese futuro, quiero tener un trabajo en el
cual concentrarme y quiero tenerlo a él para relajarme y para confiarle esas
tonterías que toda la vida he querido confiarle a alguien. Nada de secretos ni
nada tan importante sino aquellas anécdotas que uno recoge y que siempre quiere
contar pero no hay nadie a quien decírselas. Yo se las diría a él. Y él se
reiría o solamente me daría un beso después, a manera de recompensa por tener,
de vez en cuando, buena memoria.
Soy consciente que, si él llegase algún día,
no tendría ni idea de que decirle. No sabría como tratarlo y no tendría ni idea
de que hacer en general, simplemente hablando y casi rezando para evitar que
salga corriendo. Sé que si se presentase así no más, tendría que ser yo alguien
interesante, alguien por el que valga la pena quedarse y tal vez esforzarse por
conocerme mejor. Y sé muy bien que no es algo muy sencillo de hacer, ni de una
parte ni de la otra.
No es por hacerme el mártir, pero la gente
siempre tiene problemas conmigo y yo casi siempre con ellos. No problemas
serios, sino en cuanto al entendimiento y al simple interés. La gente, casi
siempre, se acerca a quien haga más ruido, a quién sea más vocal y más
evidentemente la persona más interesante de un sitio. Por eso los que cantan,
bailan, cuentan chistes y demás son casi siempre los más populares en cualquier
sitio.
Pues bien, ese no soy yo. No soy uno de esos
que hace cuatro mil cosas en la vida y que para los quince años ya logró lo que
muchos adultos no han hecho en su vida. Tienen normalmente experiencia en todo
y siempre parecen estar seguros de lo que hacen y como lo hacen, a diferencia
de la mayoría de seres humanos. Esos extraterrestres son lo mejor de lo mejor
en la sociedad actual y, en mi concepto, son solo una fantasía pues no hay
nadie que pueda soportar el peso de tantas cosas por tan tiempo.
Yo estoy muy lejos de ese concepto. No soy ni
la mitad de interesante ni la mitad de conocedor de nada. Tengo algo de
conocimiento “de cóctel”, que viene bien de vez en cuando, pero eso es todo. Si
sé de algo más, es de cosas que no vienen al caso en una conversación y mi ser
exterior, mi físico, no invita a nadie a quedarse a tomar una copa. Por eso no
estoy seguro de su llegada, si es que habrá una llegada.
Alguien se sorprendió hace poco cuando le dije
que muchos pagarían por estar conmigo una noche pero jamás estarían gratis
conmigo de por vida. Pensaron que estaba siendo muy cruel conmigo mismo y que
estaba exagerando de sobre manera. Les conté también cuando, hablando con un
chico con el había salido a comienzos de mi época universitaria, le dije al
concluir una conversación que los dos éramos las caras de una misma moneda: a
mi me querían para una vez, a él para toda la vida. Y esas afirmaciones eran
tan ciertas en ese momento, como lo son ahora. No tengo dudas al respecto.
Lo sé porque lo he vivido, porque he caminado
por esos senderos en los que no hay más opción sino el sexo, las
demostraciones físicas de lo que podría ser afecto pero es más placer que nada
más. Y a veces ni siquiera eso, a veces solo quieren sentirse importantes y eso
es algo que logra darme asco. Si alguien te quiere cerca nada más para sentirse
importante, con poder, para sentir que puede hacer lo que quiera, entonces esa
persona es la sal de la tierra y tu un o una idiota sin remedio.
Por eso, a veces, prefiero quedarme con mis
fantasías y sueños. Porque en ellos él siempre volteará a mirarme, él siempre
me tomará de la mano y me acompañará adonde sea que vaya. Al fin y al cabo son
mis creaciones, son lugares que yo mismo he diseñado y que he creado en su integridad
así que es obvio que se sometan a mis decisiones, a mis deseos. No podría ser
de otra manera.
Pero todo eso lo quiero yo en la realidad.
Quiero esas historias en las que alguien conoce a otra persona casualmente,
comiendo algo en algún sitio o en un museo o en algún sitio en el que dos personas
solas tengan posibilidades de encontrarse, casi de chocar una con la otra. Ese
siempre ha sido mi deseo, que esa fantasía se haga realidad porque creo que
merezco que sea una realidad. Y eso puede ser que parezca muy pretencioso y ya demasiado
irreal pero creo que así son las cosas.
Porque no habría de merecérmelo después de
años de no sentir nada por nadie, de imaginarme solamente que se siente estar
enamorado? La verdad es que yo en el amor como tal no creo nada pero si creo
que hay algo más básico y menos todopoderoso, algo más humano que se siente
diferente con cada persona. Y sé que lo que quiero sentir ahora no lo he
sentido nunca antes, incluso si una vez en el pasado pensé que lo había
sentido. Creo que es hora de obtener ese premio.
Pero primero necesito avanzar. Necesito que mi
vida cambie de una u otra manera, de dejar de cometer errores y de dejar de
complacer a los demás cuando dicen cualquier cosa. Siempre parece que me estoy
disculpando por lo que pienso y cuando soy claro y no me disculpo parece que
estoy siendo prepotente. Eso es porque la gente no sabe que pensar de mi,
porque me creen un idiota o alguien excesivamente agresivo, pero nunca nada
entre esos dos.
Yo solo quiero estar tranquilo. Solo quiero
tener alguna oportunidad. Y, honestamente, no creo que sea mucho pedir.
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