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miércoles, 21 de marzo de 2018

África


   El calor era insoportable. A pesar de ser un jeep con techo, el plástico del que estaba hecho hacía que adentro del vehículo hiciera más calor. Sin embargo, bajarse no era una opción puesto que todos estaban allí esperando a que algo pasara. Cuando por fin llegaron los elefantes, que caminaban en fila a cierta distancia, la mayoría de las personas dentro del jeep se emocionaron y empezaron a salir del vehículo uno por uno, acercándose a los animales de diferentes maneras.

 Algunos tenían cámaras y otros aparatos que registraban diferentes comportamientos. Los únicos que se quedaron en el jeep fueron Otto, el conductor, y Nelson, un joven venido de Europa por solicitud de la universidad en la que estudiaba. En clase tenía el mejor promedio y fue por eso que el profesor titular de la carrera lo pidió a él para ir en esa misión de un mes para investigar el comportamiento de los elefantes en un parque nacional sudafricano. Negarse hubiese sido impensable.

 Pero Nelson sí lo pensó, al menos por unos minutos. Sin embargo, sus padres se enteraron pronto y ellos casi lo empujaron a decir que iría. Estaban tan emocionados que ellos mismos prepararon su equipaje y compraron todo lo que podría necesitar. Incluso arreglaron en una mochila su equipo de investigación, así como cuadernos nuevos para tomar notas. La mayor sorpresa fue la cámara de última generación que le compró su padre, para que les mostrara cuando volviera las maravillas que había visto.

 Ellos dos también habían estudiado biología pero la diferencia era que habían terminado haciendo uno de los trabajos más simples en todo ese campo y ese era trabajar con gérmenes y otras criaturas minúsculas. Trabajaban para un laboratorio farmacéutico y ganaban buen dinero pero no era ni remotamente emocionante, definitivamente nada parecido a lo que ellos siempre habían tenido en mente al pensar en una vida como biólogos, estando siempre en lo salvaje con animales interesantes.

 Por eso casi saltaron al saber de la oportunidad de su hijo y se apresuraron a arreglarlo todo por él, sin preguntarle. Para ellos era obvio que su hijo aceptaría pero se les olvidaba, al menos temporalmente, que a Nelson jamás le había interesado lo salvaje, ni escarbar la tierra ni ensuciarse de ninguna manera posible. Era un hecho que era un estudiante brillante y seguramente sería un profesional de grandes descubrimientos, pero él sí quería una vida tranquila y poco o nada le interesaba irse al otro lado del mundo a ver animales en vivo y en directo. El laboratorio era su lugar predilecto.

 Otto encendió la radio pero no pudo sintonizar nada. Era un joven como de la edad de Nelson pero se dedicaba a conducir por todo el parque nacional a los visitantes que quisieran ver unos y otros animales. No hablaba mucho, o al menos Nelson no había escuchado su voz. El joven se limpió el sudor de la frente y se movió hacia delante, pasando por entre los dos asientos delanteros. A lo lejos, vio como todos los demás caminaban emocionados detrás de la fila de elefantes. Nelson recordó su cámara, que colgaba del cuello.

 Tomó unas cuantas fotos, olvidando por completo que había pasado al asiento delantero. Cuando terminó de tomar fotos, sintió cerca de Otto que miraba por encima de su hombro la pantalla de la cámara. Nelson apagó el aparato y Otto le dijo que las fotos eran bastante buenas, algo inusual para un científico. Eso hizo que Nelson sonriera un poco. Otto pidió prestada la cámara y le echó un ojo a todas las fotos que Nelson tenía allí guardadas. Eran las que había tomado en el último par de días.

 Había fotos de insectos y plantas, así como de animales enormes e incluso algunas del grupo de científicos. Cada cierto rato se reunían todos en alguna parte del hotel o campamento en el que estuvieran y se armaba una pequeña fiesta que siempre incluía música y baile, así como alcohol, que parecía salir del suelo pues Nelson nunca veía llegar a nadie con bolsas o cajas. Los científicos eran hombres y mujeres en general solitarios que amaban la compañía de seres humanos afines a sus gustos.

 Otto le dijo que todas las fotos eran hermosas. Le contó a Nelson que su hermana Akaye quería ser fotógrafa cuando fuera adulta, pero apenas estaba cursando la secundaría así que le tomaría más tiempo saber si ese sueño podría realizarse. Le explicó a Nelson que ser fotógrafa no era un sueño muy rentable en un país como el de ellos, puesto que lo más urgente era que cada miembro de la familia aportara algo de dinero para ayudar a todo lo que había que pagar y hacer en el hogar.

 Sin embargo, Akaye seguía con sus sueños y Otto la entendía por completo. Él había querido ser mucho más que un simple conductor pero no había tenido la oportunidad pues había tenido que trabajar. Su madre era la única que había trabajado por años y cuando Otto tuvo edad suficiente, ella misma le pidió conseguir un trabajo para ayudar en la casa. Así fue que terminó siendo conductor de jeeps en el parque, un lugar que quería mucho pero en el que a veces se aburría demasiado. Para él, debería ser un lugar cerrado lejos de la gente, para no molestar a los animales.

 Nelson asintió. Él quería encontrar una manera de ser biólogo sin tener que estar cerca de animales vivos. No solo le daban miedo sino que había aprendido a respetar sus fuerzas y su independencia. Estaba de acuerdo en que esos santuarios de fauna deberían ser sitios alejados en los que nadie debería tener permiso para entrar, al menos no con la frecuencia con la que iban los científicos a ciertos lugares en África. Muchos animales se estaban acostumbrando a ellos y eso no era nada bueno.

 Le contó a Otto que cuando era pequeño lo había atacado un cerdo bastante grande en la casa de campo de sus abuelos. El animal no le hizo nada más que apretarlo un poco pero el trauma causado le había dejado un temor casi irracional hacia los animales, en especial aquellos que eran salvajes o incontrolables de una u otra manera. Ese suceso había causado en Nelson que prefiriera quedarse en ciertos lugares con poco gente o con nadie, haciendo un trabajo poco estresante.

 Otto sonrió al oír la historia. Nelson también lo hizo, en parte porque se sentía un poco apenado. Otto le propuso seguir a los demás en el jeep un poco más adelante, pues ya había desaparecido la fila de elefantes y no se veía ningún científico en los alrededores. El jeep avanzó lentamente y más gotas de sudor rodaron por la cara de ambos hombres. Cuando por fin divisaron algo, soltaron un grito ahogado. No vieron la fila de elefantes ni a los científicos esperándolos sino algo completamente inesperado.

 Era una gran charca de agua grisácea y en el borde unos tres cocodrilos enormes. Por un momento, no entendieron qué había pasado. Los científicos tenían que estar cerca. Ese misterio fue resulto momentos después, cuando oyeron gritos provenientes de un único árbol grande en la cercanía. En él se habían subido siete de las ocho personas que se habían bajado del jeep a seguir a los elefantes. Otto paró el vehículo y del costado de la puerta sacó un rifle que apuntó por el lado en el que estaba sentado Nelson.

 Fue entonces cuando vieron lo que había sucedido. Una zona revolcada denotaba el paso de animales grandes y algo parecido a una pelea. Los animales grandes ya no estaban, solo los cocodrilos, pero había algo más que hizo que Otto aflojara su postura y que Nelson ahogara un grito.

 Había pedazos del profesor Wyatt por todo el margen de la charca. Un pedazo de brazo estaba entre las fauces del más grande de los cocodrilos, que parecía tomarse su tiempo para terminar su comida. Era el profesor titular. Otto puso una mano sobre el hombro de Nelson, que no dijo nada en horas.

jueves, 21 de julio de 2016

Safari

   A photographic safari works the same way a normal safari would, except no animals are killed in the process. Instead, people take pictures of the creatures they want to see or they take as many as they can and make it kind of a contest. The one with the most types of animals in pictures could win something especial, whether it comes rom it fellow safari goers, the company that organizes the trip or himself/herself.

 Olive was one such person. She had dreamt for many years to go Africa and do a proper safari with the help of her best camera. She had been an amateur photographer for a long time and was looking forward to test herself with the weather and the creatures in a continent she regarded as wild and beautiful.

 In the plane towards her destination, she started take pictures and documenting her journey in a smaller camera, doing videos she could later edit into bigger ones and then upload them online. The idea was that people could follow her progress over a week and make it something that would not only change her life but also the life of people that may want to know more about where she was going and the reasons she had to do it. She was an animal passionate, a real defender of nature and wanted to take the best pictures to show her respect for the true magnificence of it.

 The first day was full of movement. She didn’t see any animals in Nairobi, as the city was not really a proper place to see wild animals. But she was picked up by a nice man called Arthur and taken to a hotel in the middle of a close by natural park. It was the afternoon and Olive hated herself for having no other option than to choose the flight that made her arrive so late but it was the one she could afford with her salary.

 As she crossed the gates of the small hotel, she took her first picture: it was a couple of giraffes feeding off a very tall tree. The sun was setting so the animas in the pictures could only be identified for their large necks against a beautiful orange sunset in the background. She took several pictures of the same subject; afraid she was not using her camera well.  She even changed the angle and wouldn’t go inside her room until she felt she had gotten it right.

 Arthur told her he had been living in the area for a long time and that some of the animals would not be as easy going as the giraffes. Some of them really did not like to be filmed and photographed. Furthermore, they would have to go out at night in order to take pictures of every single animal if that’s what she wanted. Of course, Olive got worried because she wasn’t experienced in nocturnal photography and she also felt she wasn’t fast enough, taking too much time to achieve a single shot.

 The next day, she posted her best picture of the giraffe series on her blog and had breakfast very early in order for Arthur to take her deeper into the natural park to take more pictures. But they weren’t going to go there alone. Other guests of the hotel also wanted to attend the safari. Most had very professional cameras ready and only a couple only had very basic machines because they did not come to take pictures but to experience the real Africa first hand.

 The first creatures they saw were zebras. Again, Olive took several pictures and realized she was nervous because of the amount of pictures she took of a single specimen. She was clearly worried that she wouldn’t be able to get the perfect shot and she had to let that go in order not only to achieve her goals but to actually have some fun doing the safari. She had to realize they were competing in this one so she could relax and just try to enjoy it for what it was.

 The next animal was a rhino. Arthur said it was very uncommon to encounter one so early in the safari but, apparently, the creature had needed to refresh his body first, before running away from the cameras. It was deep into the mud, barely moving, ignoring them completely or simply thinking that if he didn’t move no one would see him. Olive didn’t like those pictures at all because it was hard to recognize the rhino’s head. She tired to take some more but the jeep moved along.

 They saw a big flock of long legged birds and Arthur also stopped next to a rotting tree in order for his passengers to check it out for insects. There were many beautiful and large ones, having really bright colors and curious shapes. Some of the other women were scared, squeaking like a mouse every time a big insect moved. But Olive was very busy taking pictures to be scared. She managed to get some very interesting angles and was pleased with herself for the first time that day.

 They so more giraffes on the way back to the hotel, as they were going to have a break for lunch. Olive was not interested in eating too much but she did have to attend and stand the silly conversations that broke out between the various people of the tour.

She had always felt very different in large groups. That wasn’t a very large one only about eight people were there, but she knew what she had come for and she didn’t like to make small talk or to pretend she was there to make friends instead of taking pictures and getting better at it. She almost didn’t have a bite and decided to be the first in the jeep for the afternoon ride, getting away from the chatter and the silly laughter.

 Arthur was the first one to walk up to the jeep and he asked her if she was ok. At first, Olive didn’t understand the question. She only instinctively moved her head affirmatively because she didn’t wanted to talk, to busy checking her pictures in her camera. That night, she would recall that moment and feel stupid. It was obvious Arthur was actually concerned about her but she had dismissed him in a second, as she often did when people tried to be nice to her.

 The first creatures of the afternoon were elephants. A rather large group of them was resting under a very big tree, so big it was able to cast a big enough shadow for a group of ten elephants. They looked so peaceful and wise somehow that everyone in the jeep decided not to make a single noise. The engine of the machine was turned off and the tourists were able to stare at the creatures for a long time. They were resting and didn’t care about humans.

 As Olive took pictures, Arthur got close to her and told her in very low register that she could go closer if she wanted, but not too far away from the vehicle. She nodded and immediately jumped off the jeep, landing very hard on her ankles. Olive tried to ignore the pain and got the camera ready to shoot the best pictures yet. A couple of the other tourists stepped down from the jeep too but they didn’t walk too far way from it, just a couple of steps.

 She got as close as she felt was safe and then she started to take more and more pictures. Of the big elephant that was “sitting” on the floor, with a similar expression a king would have on his throne. Also of the three little elephants that were taken care of big the larger ones in the group, probably their mothers. Olive tired to move in silence but she was too excited to do it properly. She couldn’t realize what was happening because of that excitement but the creatures were getting anxious.

 As she was kneeling to take a better group shot, one of the elephants suddenly turned around and charged towards her, as fast as it could. It took her a couple of seconds to realize what was going on and her first thought was not to run towards the jeep. That proved to be a mistake because there was no other place in that savannah to hide from an elephant.

 A gunshot then scared the elephants away, including the one chasing Olive. It had been very close to tackle her with its tusks and crush her with its weight but fortunately Arthur had a rifle in the jeep and was able to shoot at the sky when necessary. Yet, Olive had not gone unpunished from the experience. In the run, she had dropped her camera and it now laid destroyed on the savannah floor, stepped on by an insulted elephant.


 Olive felt she was done. That accident meant she just wasn’t fit to be there, to pretend she was someone she wasn’t.