En un bar pasan demasiadas cosas al mismo
tiempo y hay mucha gente, en especial las noches de fin de semana. La persona
más notable, porque es quién más se ve y quién tiene que dar la cara por el
sitio es el barman. Normalmente son tipos atractivos, que puedan venderle lo
que sea a un hombre o una mujer. La idea detrás de su trabajo es simplemente
impulsar el concepto del sitio y hacer que la gente consuma tanto como se
puede. En el caso del bar Endor, el nombre del barman es Augusto, quién
prefiere ser llamado Gus. Y así lo pone en una etiqueta sobre su camiseta para
que quienes vienen a pedir tragos se sientan más en confianza y lo perciban a
él como un amigo y no como un simple empleado. Gus es, como decíamos antes, el
típico barman: un tipo atractivo que cuida de si mismo y sabe vender.
Pero para la gente que lo prefiere, está la
sección VIP o para personas que pagan más que los demás. En el bar Endor la
sección a VIP es una sala apartada con algunas mesas y bastante espacio para
bailar y charlar, así como el mejor surtido de licores del lugar. Mientras en
la zona común solo hay unos cuatro tipos de licor, en la sala VIP se puede
ordenar virtualmente lo que se quiera porque chicas como Alicia se encargarán
de encontrarlo para el cliente. Ella ha trabajado en Endor desde que lo
abrieron y sabe como son los clientes de la zona VIP: normalmente niños de papi
con dinero para gastar y gente para descrestar. Y Alicia sabe muy bien como
manejarlas sin que ellos se den cuenta.
Finalmente está la persona que se carga del
asea del lugar. En el día vienen dos mujeres de una compañía a limpiarlo todo y
dejarlo reluciente pero de noche, cuando el sitio está lleno, el único que se
queda es Raúl. Su único trabajo es quedarse en el lugar y estar pendiente de
los accidentes que ocurren con frecuencia. Cuando hay gente que ha bebido de
más, siempre hay charcos de algo en algún lado. Más que todo se trata de
alcohol en el piso o en los asientos, cosas que se resuelve en un abrir y
cerrar de ojos. Otra veces el trabajo se torna más asqueroso, porque la gente
no solo tira sus copas y además tiene a su cargo los baños del lugar que son
seis: tres para hombres y tres para mujeres.
En el momento que inicia la fiesta un viernes
por la noche, entra un grupito de amigos que viene a relajarse y a iniciar a
uno de los integrantes en el alcohol. Se trata de Valentina y Lucía: la primera
quiere que su amiga del trabajo por fin decida tomarse algo ya que nunca en su
vida ha probado el alcohol. La familia de Lucía siempre fue muy conservadora y
nunca celebraron nada con champagne o vino. Siempre se servían de bebidas
gaseosas o incluso de agua. Con ellas venían el novio de Valentina y un
compañero de trabajo llamado Pedro. Pedro sí que salía mucho pero este no era
su tipo de bar.
Gus le sirvió un trago a Valentina, que de
hecho era para Lucía y luego empezó a revisar su teléfono celular. Había
demasiado ruido y obviamente no iba a llamar a nadie pero estaba esperando un
correo electrónico que debía llegar por esos días. Era tonto, pero la gente no
creía que Gus tuviera algún problema de dinero y la verdad era que su situación
era delicada. Se había mudado a la gran ciudad para tener un mejor futuro pero
apenas podía sobrevivir. Y estaba esperando ganarse una beca para estudiar en
Australia, para así tener una mejor educación y tal vez tener la oportunidad de
vivir en otro país donde le pagaran lo justo. Hacía unos tres años, él había
estudiado química en la universidad pero simplemente no había podido ejercer y
la prioridad ya no fue desarrollarse como persona sino ganar dinero y ahora
quería cambiar eso.
En la sala VIP, Alicia entraba con un grupo de
cuatro personas que tenían cara de tener mucho dinero. Ella sabía leer no solo
el lenguaje del cuerpo sino también darse cuenta que tipo de ropa usaba cada
uno de los clientes que entraban a su área. Con esa información, podía saber
que productos ofrecerle al cliente y como hacer que hiciera una pequeña
inversión en el lugar. Con este grupo era fácil: dos parejitas de dinero. Les
ofreció cocteles con ginebra y un plato de sushi para acompañar. Pero lo malo
fue que rápidamente se dio cuenta que uno de los dos hombres no era
precisamente agradable y su novia era su versión femenina. Nada les gustaba:
pidieron cambio de mesa, un rollo diferente de sushi y cócteles con más pepino
porque el de ellos estaban mal rayado.
No era muy tarde y Raúl ya había barrido tres
charcos de alcohol del piso y ahora estaba limpiando su trapero en la llave que
había en el cuarto de servicio. Era el único lugar privada del lugar y le
gustaba quedarse allí seguido. Cualquiera sabía que lo podía encontrar allí y
el podía fumar su marihuana en paz, sin molestar ni ser molestado. Pero estaba
apenas armando su cachito cuando una chica entró sin golpear. Su maquillaje estaba
corrido y parecía haber estado llorando. Llevaba además los zapatos en la mano.
No se dijeron nada. Ella solo se sentó y empezó llorar más fuerte y el siguió
con lo que estaba haciendo, como si nada.
Valentina miraba a Lucía con atención,
percibiendo cada pequeño gesto que la mujer hacía mientras tomaba un sorbo de
vodka. La mujer se sacudió un poco pero dijo que no sabía tan mal como ella
pensaba. Valentina se emocionó por esto y empezó a tomar bastante, llegando a
estar borracha en menos de una hora. Su novio estaba un poco apenado por esto y
solo encontró a Pedro, el compañero de trabajo, para hablar. Lucía solo tomó
una copa y luego se fue a casa, cuando se vio que Valentina no se daría cuenta
de ello. Los chicos se quedaron cuidando a la chica y, a gritos, empezaron a
conversar y a formar una amistad.
Gus servía y servía tragos como si no hubiera
un mañana. Pero cada que podía miraba su celular y rogaba para que hubiera
alguna respuesta. Se emocionó por un momento cuando vio la lucecita prenderse y
era solo uno de esos mensaje promocionales. Trató de distraerse, cosa que no
era difícil porque muchos de sus clientes le decían piropos y querían tomarse
foto con él solo por su aspecto. Augusto era un hombre muy guapo pero a veces
se aburría de recibir tanta atención por lo mismo. La gente pensaba que solo le
interesaba verse bien e ir al gimnasio y, por alguna razón, alimentarse sano.
Muchas chicas le contaban lo que ellas hacía para mantenerse en forma pero a él
eso la verdad era que no le importaba. En el momento solo rezaba en su mente
para que su deseo se volviera realidad.
A la décima queja del tipo y su novia, Alicia
estaba más que cansada. Ya había tenido que cambiar virtualmente todo lo que
había alrededor de esa gente y seguían molestando, como si no tuviera ella
nadie más a quien atender. Así que cuando el tipo se quejó por el sabor del
cóctel de su novia, Alicia le dijo que si lo deseaba podía buscar al
administrador para que hablara con él. El tipo se puso a la defensiva y le dijo
que era una grosera que no sabía atender a los clientes importantes pero ella
le dijo que los clientes más importantes eran aquellos que se comportaban de
manera ejemplar. Así que tan solo se retiró y fue a la oficina del
administrador que resultaba ser su tío. Él zanjó el asunto cuando el tipo
indignado dijo que pagaba y se iba por la mala atención y el tío de Alicia le
aclaró que no podría volver al establecimiento.
Raúl, cansado del chillar de la joven, le
preguntó que era lo que la tenía tan mal. Le contó entonces que había
descubierto hacía un par de minutos que su novio la había engañado con una de
sus amigas. Raúl se rió y ella lloró más pero él le aclaró, para terminar el
lloriqueo, que era una tontería que llorara por un hombre y, peor, un hombre
estúpido. Le pasó el cachito terminado y lo encendió. Entonces siguió una larga
conservación, sentados sobre baldes, acerca de cómo la gente espera demasiado
de otros, incluso si ellos ya hubieran hecho algo similar en el pasado o lo
harían sin pensar.
Valentina se había quedado dormida y para su
novio era ya hora de irse pero la verdad era que no quería. Hacía mucho tiempo
no conversaba de manera tan agradable con nadie más y Pedro había resultado ser
un tipo muy simpático y bastante versado en multitud de temas. Habían hablado
de política, religión, asuntos sociales y demás y habían descubierto que sus
opiniones eran similares pero no idénticas. Algo culpable, el novio de Valentina
tuvo una idea: llamó al hermano de la muchacha y lo hizo recogerla y llevarla a
casa. Él se quedó con Pedro y siguieron bebiendo y hablando y riendo hasta que
el sitio cerró sus puertas.
Gus tomó su chaqueta y cuando estaba a punto
de salir asustó a clientes y otros empleados con un grito. Había ganado la beca
y se iba para Australia. Sin pensar, besó a la chica que tenía más cerca y ella
quedó más que contenta.
La policía llegó pero no por una riña ni nada
parecido sino porque el niño rico los había llamado reclamando violación de sus
derechos. Alicia tuvo que explicar todo lo sucedido pero la policía obviamente
no había venido a escucharla.
Raúl y la joven llorona se quedaron hasta el
cierre fumando el cachito y salieron contentos y como amigos. La sorpresa más
grande fue cuando Raúl le dijo a la chica que la llevaría a casa pero que tenía
que orinar primero. Al entrar al baño de hombres, oyó gemidos de placer pero
los ignoró y salió del baño sin más. Nunca se dio cuenta que era Pedro y el
novio de Valentina que se habían caído más que bien y habían descubierto algo
más que tenían en común.