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miércoles, 16 de enero de 2019

Gripe o gripa


   Me quedé en la cama, con los ojos cerrados y recostado, no completamente debajo de las sábanas. Ya había dormido bastante y no quería seguir haciéndolo. Sin embargo, mi cuerpo no se sentía nada bien; con nada movimiento que hacía algo me dolía ligeramente. No era un dolor fuerte e insoportable sino algo suave, a veces casi imperceptible, y eso podía ser algo todavía peor porque no parecía detenerse. Abría los ojos a veces, como tratando de tomar impulso para levantarme, pero no lo hacía.

 La cortina estaba cerrada, por lo que no podía ver mucho en la habitación, pero la verdad era que no había mucho que ver. Había dejado algo de ropa tirada en el piso y el número de pañuelos usados sobrepasaba lo que era correcto tener por ahí, antes de tener que empezar a tirarlos a la basura. Sin embargo, todo dependía del nivel de ganas de hacer las cosas y la verdad era que eso era algo que no había. La gripe no solo había derrumbado las defensas del cuerpo sino que había destruido la voluntad del cerebro.

 No quería pensar, no quería hacer nada y sin embargo estaba en un momento en el que no podía cruzarme de brazos. No había mucho dinero ni mucho de nada, todo era escaso y tenía que ponerme a trabajar o hacer algo, pero no quería ponerme a buscar nada porque eso me cansaría todavía más. Además, en uno o dos años o los meses que hubiesen pasado, no habría cambio alguno en las respuestas que me darían. Siempre tendría demasiada educación o muy poca experiencia para otros. Así sería siempre.

 Decidí quedarme allí un rato más, cerrando los ojos durante largos ratos y luego dejándolos abiertos mirando a la nada. No movía las manos ni los pies, estaba acurrucado en el mismo lugar y trataba de no moverme demasiado para evitar sentir frío o dolor. Eventualmente me quedé dormido y no me desperté sino hasta que la luz había bajado aún más. Incluso con las cortinas sin subir, podía ver con facilidad que todo estaba más oscuro. Probablemente me había despertado tarde y ahora era aún más tarde.

 No tenía hambre ni quería nada de afuera. Decidí dormir más, si podía, o quedarme despierto para pensar en cosas que no tenían sentido, porque con la gripe y con la fiebre ocasional, es normal pensar en estupideces varias que no tienen nada que ver con nada. Incluso quedarse mirando algún objeto genera montones de imágenes de cosas varias. Y después queda uno dormido de nuevo, teniendo un sueño extraño que solo puede ser perturbado por la inhabilidad de respirar con normalidad. Aparte de eso, es un sueño con movimiento, en el que no se descansa de verdad.

 Pero así es como se siente. Y importa quién seas, todo se siente exactamente igual, pues a la enfermedad no le interesa como eres, quién eres o qué haces. Eres solo un ser humano, susceptible y débil y nada más que eso. Deja mucho que pensar y mucho tiempo para hacerlo.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Cucharada de realidad, la mía al menos

   Nada. Nada por ningún lado. No hay opciones, no hay alternativas, no hay absolutamente nada que hacer. Claro que más de uno culpa a la persona, en este caso a mí, y dicen que no buscamos con suficiente ahínco o que simplemente no queremos trabajar y los ocultamos con numerosas excusas. No les voy a hablar de excusas porque no las tengo ni las quiero tener. Les voy a hablar de la realidad de las cosas, de lo que es estar sin trabajo en un mundo donde un desempleado es peor que un ladrón.

 Un ladrón entra a las casas y roba lo que haya de valor, o al menos que para él o ella tenga valor. Y agrego el “ella” porque en esta época del mundo no se puede ser sexista en ningún caso. Todos y todas podemos ser ladrones, viciosos, groseros, irresponsables y ejemplos de lo peor de la humanidad. Tener pene o vagina no cambia nada de eso. La humanidad está podrida y la fisionomía de los cuerpos poco o nada cambia nuestro potencial para ser todavía peores.

 Pero ese no era el punto del que hablaba. Lo que decía es que los ladrones tienen un trabajo. Es ilegal pero lo tienen. Igual pasa con los cartoneros que se la pasan recogiendo papel y cajas por las calles o los que piden dinero en las esquinas sin dar nada a cambio. La gente no lo dice a viva voz pero a esas actividades se les considera trabajo a la vez que son maneras de no morir en las grandes ciudades. No importa quién sea o para qué necesite el dinero, el punto es que algo hacen y la gente los ve.

 Y ese es un gran punto. ¿Porqué creen que a estas alturas de la historia humana la gente todavía se viste de traje y corbata, con zapatos bien brillantes y todo muy en su lugar? La gente dice que se trata de etiqueta, de estar presentable y de lucir pulcro y bien presentado. Pero hay algo más. Esos elementos son visibles a casi todo el mundo y le grita en la cara a cualquier transeúnte: “Tengo trabajo y todo esto que llevo encima es prueba de ello. Aporto a la sociedad”, así no sepamos que carajos hacen.

 Porque no hay trabajo malo. Al menos no a los ojos de sociedades que han vivido desde siempre en un estado de necesidad perpetua. En estos países del llamado “tercer mundo”, nunca hemos sabido como se siente vivir sin necesidades, hasta las personas con más dinero las tienen de una manera o de otra. Por eso hacer cualquier cosa es bueno, no importa si fritas papas en un restaurante o saludas a la gente al entrar en un edificio o si pretendes hacer respetar la ley. Los seres humanos respetamos el hecho de que alguien más haya decidido que una persona es lo mejor para cierto puesto.

 La convención humana dice que cada uno tiene su lugar. Ese cuento chino (más bien europeo o gringo) de que todos valemos lo mismo es una mentira enorme. Ni a los ojos de la sociedad ni a los ojos de la ley somos iguales. Hay poderes mucho más fuertes que impulsan por debajo todo lo que vemos. Uno de esos poderes es el dinero pero otro, que subestimamos seguido, es nuestra propia manera de hacer las cosas, nuestras costumbres arraigados en los más hondo del cerebro.

 Culpamos a los poderosos o a los pobres de todo y de nada pero la verdad es que cada uno de nosotros aportamos a que las cosas empeoren o mejoren o, en el caso actual, a que todo siga como ha sido durante el último siglo. Miles de avances tecnológicos no cambian nuestra manera de ser en lo más hondo. Seguimos teniendo costumbres tontas, como ignorar las mejores porque creemos que tiempos peores fueron mejor, solo porque no aceptamos nuestro presente.

 Ese estado de negación perpetua es el que ayuda a que el mercado laboral sea, en esencia, el mismo que hace unos cincuenta años. Sí, por supuesto que han aparecido nuevos empleos y se han abierto caminos antes inexplorados. Pero siguen siendo trabajos y a la gente se le sigue seleccionando de la misma manera. Así sea un robot el que analice las hojas de vida, el resultado será el mismo pues los datos que se consideran no han cambiado y, seguramente, jamás lo hagan.

 La edad es un factor clave. Alguien joven es, a los ojos del mundo laboral, alguien con vigor y energía, capaz de traer ideas nuevas que ayuden al progreso general de la empresa. Sin embargo, también son mulas de carga, pues tienen mayor resistencia y se les puede pedir lo que sea y lo harán porque, en estos países de los que hablamos, no pueden darse el lujo de negarse a hacer una u otra cosa. Así sea algo que no tiene nada que ver con su cargo, lo harán porque se arriesgan a perder su miserable sueldo.

 Y es que los sueldos siguen siendo miserables porque la humanidad avanza, nunca para. Así lo suban hoy y pasado mañana, el sueldo seguirá sin ser suficiente para poder vivir una vida realmente agradable. Ese lujo está reservado para los ricos y para las personas que esperan cuarenta años o más para poder reunir lo suficiente para hacer de su vida algo de provecho. Esas historias son contadas y hoy en día pareciera que son más numerosas. Pero es una ilusión del mundo interconectado que hoy. Sigue siendo igual de idílico que hace décadas.

 Lo otro es la educación. La pobre educación que ha pasado de ser un pilar de la humanidad a un negocio que se vende como salchichas a la salida de un estadio. Ya no hay calidad sino nombres y precios, como quien va a comprar ropa a un centro comercial. Lo que la gente busca es comprar la marca más cara que pueda comprar y ojalá esa le sirva para lo que quiere hacer. A veces el solo nombre es suficiente y otras veces hay que apoyarlo con más inversión, dinero y dinero.

 La calidad es algo que pasa a tercer plano, ni siquiera a segundo. Son esos árboles que pintábamos cuando éramos pequeños, al fondo de todos nuestros dibujos. Hacíamos el tronco, grueso o delgado, de color marrón y luego una suerte de nube verde que iba encima. De vez en cuando le dibujábamos algunos frutos pero los colores se confundían y lo que se suponía eran manzanas se convertían en bolas negras. Así es la educación, nosotros la hacemos para bien o para mal.

 Esos que hablan de un profesor u otro, que ese sabe más o que esa clase es más satisfactoria, solo está tratando de justificar el dinero gastado. Porque, de nuevo, somos nosotros, cada alumno, el que hace que toda la educación tenga sentido. Y no hablo solo de la universidad sino también de la secundaria, la primaria y hasta el jardín de infantes, que hoy cuesta una millonada y no sirve para nada, excepto como peldaño a un colegio caro que es tan vacío como una caja sin contenido.

 En los trabajos existentes no quieren personas creativas. Eso, en una palabra práctica, es pura mierda. Muchos trabajos dan la ilusión de ser una aventura o, peor aún, de dar el control al trabajador. Pero eso no existe o sino todos serían sus propios jefes y ni siquiera la gente que de verdad lo es puede hacer lo que se le da la gana. Hay fuerzas de todas partes, que quieren algo o que solo lo toman. La mente que piensa ya no es una cualidad sino un problema, si acaso un estorbo.

 Esas son mis justificaciones o como sea que les de la gana de llamarlas. Así explico yo el hecho de tener más estudios que la mayoría y, sin embargo, a los casi treinta años de edad, ser un fracaso completo a los ojos de toda la sociedad, sin excepción.


 Y lo peor, o la sola realidad, es que no me arrepiento de los pasos que he dado. Si tuviera una máquina del tiempo, no la usaría. Porque sería este mismo mundo de mierda el que estaría del otro lado del umbral. Y ya está visto que a mi eso no me sirve para nada.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Krom 3

   Cuando Sertov por fin pudo estabilizar la nave, todo dejó de temblar y de sacudirse de un lado para otro. Todo lo que no estaba pegado o amarrado se había caído al suelo y había trozos de un poco de todo. Había gente que todavía creía que el vidrio era un material que valía la pena traer a un viaje por el espacio. Pero lo importante era que todos estábamos vivos, algo temblorosos, pero vivos al fin y al cabo. Yo estaba debajo de la mesa donde comíamos y hacíamos las reuniones. A mi lado estaba la doctora Stuart, que parecía no haber sentido nada y hacía cara como si todo el acontecimiento hubiese sido algo bastante molesto y que le hubiese quitado mucho tiempo. De hecho, al momento en que todo terminó, muy tranquilamente se puso de pie y se fue a su consultorio.

 Yo me quedé en el suelo un rato más, con algo de miedo de que algo inesperado sucediera pero nada pasó. Fui a la cabina de mando y, para mi vergüenza, todos ya estaban allí y cuando entré me miraron igual que lo hacen los niños cuando alguien llega tarde a clase. Éramos un grupo de seis, lo normal en estas naves de comercio de bajo impacto. Llevábamos fruta congelada y algo de titanio, nada muy lujoso la verdad. Sertov, nuestro capitán, nos explicó que por poco no escapamos la gravedad de un planeta enorme y tuvo que hacer una maniobra especial para escapar de su gran poder. Su segundo al mando, un hombre pequeño de apellido Renoir, explicó que habían tenido que usar más combustible del que hubiesen deseado y ahora no teníamos suficiente para llegar a puerto.

 Creo que no hubo nadie que no se quejara. Los Wong, mellizos, no estuvieron muy contentos ya que ellos vivían de cargar naves por todos lados y no podían dejar de hacer sus cosas o el dinero por mes bajaba bastante. A pesar de no ser del mismo sexo, la gente los confundía con frecuencia y por eso casi nadie se molestaba en aprender sus nombres, usando solamente el apellido Wong. Yo era el encargado de monitorear los objetos que entraban y salían y lidiaba con los puertos. Éramos como marineros, casi piratas, negociando donde llegáramos y sin un jefe que nos dijera que hacer y como hacerlo.

 Las opciones eran pocas pero las había. Sertov dijo que podríamos gastar casi toda la gasolina yendo hasta Krom 3, una estación espacial parcialmente abandonada, que había servido hace mucho tiempo como centro minero. La idea no era mala excepto que ese lugar estaba relleno de la escoria más vil de este lado del cosmos. Todos eran o asesinos o ladrones o algo no muy bueno. Nos arriesgábamos a morir si íbamos allá, principalmente porque los Wong habían tenido peleas con muchos de ellos y si sabían que comerciábamos nos podían robar. La otra opción más viable era pedir ayuda pero eso era automáticamente perder la carga y además tiempo pues nos arrestarían de seguro.

 Decidimos, por cinco votos contra uno, ir a Krom 3. El único que votó en contra fue Renoir, que no estaba muy emocionado por ir al lugar ya que el capitán se había encargado de contarlo mil y un historias del sitio, ninguna de ellas muy alegre. El viaje al lugar tomó todo un día, cuando el viaje al puerto al que nos dirigíamos originalmente tomaba tres días completos. Cuando nos fuimos acercando, no era difícil de ver el pasado plasmado en cada rincón de esa estación condenada. Era vieja, ya nadie las hacía así, incluso parecía que habían usado metal para mucha de la estructura. Además, el planeta cercano la cubría constantemente de cenizas y otras suciedades, que la hacían verse incluso más vieja y decaída de lo que en realidad estaba.

 Atracaron en un lugar algo alejado e ingresaron al lugar. El impacto fue casi instantáneo. La doctora, que parecía no agitarse con nada, miró a su alrededor como si algo hubiera muerto. Renoir trataba de no hacer contacto visual y el capitán, como yo, mirábamos solo hacia delante, buscando a alguien que pudiese recargar nuestra batería de impulso lo más rápido posible. Los Wong eran los únicos que parecían contentos de estar en el lugar. Saludaban a algunos de los residentes y respondían a miradas amenazadoras con miradas aún más agresivas, casi como si fueran bestias a punto de pelearse por un pedazo de carne. Era un lugar inmundo y nada atractivo.

 Por fin, Sertov encontró a un pirata que le vendió una recarga rápida, según él la mejor en el sector, pero por un precio ridículamente alto. Yo me quedé con él para negociar mientras los demás caminaban por el lugar. Estuvimos discutiendo un buen tiempo pero por fin el tipo se dio cuenta que no era nuestra primera vez en el espacio y nos dio un premio aún injusto pero que al menos podíamos pagar. Sertov y Renoir se devolvieron a la nave con los hombres del pirata para cargar la batería y mientras tanto nosotros le echábamos un ojo al sitio. La verdad era que no había que ver y quise devolverme al poco rato pero entonces fue cuando escuché el escandalo.

 Una mujer, visiblemente extraterrestre, estaba chillando en la mitad de un circulo de personas. La mujer tenía rasgos humanos pero también de otra raza, por lo que era posible que fuera un hibrido. Era una lástima pues en lugares como Krom 3, la gente no da la bienvenida con brazos abiertos a quienes sean muy diferentes de ellos. Cuando la pude ver bien, vi que tenía manchas de algo morado en la ropa y temblaba. Alguien se acercó y le preguntó, en un idioma que yo nunca había oído, lo que pareció ser: “Estás bien?”. La mujer respondió temblando aún más y diciendo muchas palabras a una rapidez increíble. Fue entonces que caí en cuenta que quien la ayudaba no era otra sino la doctora de la nave.

  De un estirón levantó a la mujer extraterrestre del suelo, pero la mayoría de gente no quería dejarlas pasar. Entonces la doctora me vio y pudimos sacar a la mujer de allí. No nos alejamos dos metros cuando escuchamos el disparo y ya no podíamos hacer nada por ella. Un hombre, un cerdo debó decir mejor, le había disparado a la mujer hibrido por la espalda. La mujer perdió el equilibrio al instante y no pudimos sostenerla más. La doctora la revisó rápidamente pero no había nada que hacer. Entonces se levantó, se dirigió a al hombre cerdo y le pegó una cachetada con fuerza, a pesar de que el hombre no había guardado su arma todavía. Pero eso a ella no le importó nada.

Fue solo cuando un grupo bastante nutrido se reunió a nuestro alrededor, que nos dimos cuenta que nuestras acciones tendrían consecuencias. Nos fueron cercando como animales y nos decían cosas aunque, más que todo, estaban dirigidas a la doctora. Amenazas horribles que tenían que ver con su género, algo que provocó en ella el disgusto más grande, pues era algo que ya no se veía en el universo y cualquier hombre, normalmente, lo pensaría muy bien antes de decir semejantes cosas. Pero esto no era la civilización, y aquí esas bestias podían decir y hacer lo que quisieran pues no había nadie que los detuviera. En su sangre, además, no había miedo pues no tenían nada que perder.

 Fue entonces que llegaron los Wong y todo se volvió un despelote completo. Yo recibí puños, en la cara y en el estomago, y la doctora fue cortada en la cara por alguno de los animales que nos rodeaban. Pero la intervención de los mellizos abrió un espacio para que pudiéramos escapar directo hacia la nave. Mientras corríamos, sentí los disparos junto a las orejas y al resto de mi cuerpo, como si fueran abejas gigantes enfurecidas. Apenas llegamos a la puerta de acceso, esperamos a los Wong que no parecían estar cerca. El capitán se nos acercó, asustándonos, y nos dijo que ya estaba todo listo para irnos. Entonces nos miró bien y nos preguntó que pasaba.

 Los  Wong respondieron la pregunta al llegar corriendo, gritando que cerraran la puerta. La doctora empujó con fuerza a Sertov hacia el interior, haciéndolo caer al suelo y yo cerré la puerta a presión. Renoir parecía haber estado mucho más pendiente pues al instante sentimos movimiento, lo que significaba que estábamos dejando atrás el infierno que llevaba el nombre de Krom 3. La doctora ayudó a Sertov, todavía algo confundido, a que se pusiera de pie. Lo llevó a la enfermería con los hermanos Wong, que sangraban pero también reían y parecían muy contentos consigo mismos. Yo estaba rendido y fui a mi habitación, donde me eché y me quedé dormido casi al instante.


 Cuando me desperté, averigüé un poco y parece que la mujer hibrido era una desplazada, o refugiada si se prefiere, de un planeta agonizante. No se sabe muy bien como llegó allí, pero era el peor lugar para estar. Muchos en la galaxia rescataban todavía valores antiguos, ya obsoletos, como el odio a otros sin razón y el amor incondicional a las armas y a la violencia, verbal y física. Era una vergüenza que para esta época todavía existiesen seres como esos, casi animales. Pero era cierto que no todo estaba bien repartido, y ciertamente no la educación.

martes, 25 de agosto de 2015

365

   Hace un año me sentía como una mierda. Para que les voy a cambiar la palabra cuando esa describe a la perfección lo que quiero decir? Así era, una mierda completa pues no tenía ya más salida que respirar y calmarme. No había más que hacer, nada más que elegir y nada más que pensar. No había oportunidades, ni opciones de ningún tipo y la verdad era que no veía como nada pudiese salir bien alguna vez. Hace un año me sentía traicionado por mi propio cuerpo y por mi propio ser. Todo se había puesto en mi contra y había llegado al punto de lastimarme a mi mismo porque no tenía nada más que hacer, no tenía otra válvula de escape. Todo esto es cierto, no es una historia que estoy inventando ni un cuento como los otros 364 que he escrito en esto últimos días.

  De hecho, no creo que nadie nunca haya pensado que este era un cuento. Cuando alguien escribe de lo que sabe, de lo que ha vivido y por lo que ha pasado, se nota. Puede que no sea escritura excelente de esa que pretenden escribir los disque grandes maestros, pero es algo que leer y es real. Personalmente, creo que eso vale mucho más que un montón de lindas palabras buscadas en el diccionario de sinónimos y antónimos. Con mi historia personal no quiero sorprender a nadie ni nada por el estilo. Lo que quiero es decirla y ya. Si ayuda a alguien o no, no es mi problema y no es mi objetivo. No soy asistente social ni nada por el estilo así que no esperen que tenga un bonito mensaje porque simplemente no lo hay. Lo que hay es la verdad y la verdad no viene con mensajes.

 En esa ocasión, me golpee a mi mismo y me hice sangrar. Mi cuerpo entero tembló y me odié. Puedo decir que mi persona menos favorita en ese momento fui yo mismo y fue ahí cuando caí. No pude hacer nada más porque no había nada más en el mundo para mi. Soy un tipo de 27 años desempleado que vive con sus padres y que estudió una carrera en la que solo se tienen dos opciones: o conoces gente o te prostituyes hasta que se den cuenta que sabes sumar. Porque tu creatividad o tu imaginación no le importan a nadie, a menos que mucha gente sepa quién eres y eso en algún momento los incentive a darte una oportunidad. Ese es el mundo del cine para ustedes.

 Es un mundo encantador y sigo enamorado de él pero, de pronto, no tanto como antes. Al fin y al cabo es un mundo hecho para valientes y personas con tesón y peso en el pantalón como dicen por aquí. Pero yo no tengo nada de eso y la verdad es que no soy un luchador de causas ni siquiera de las mías así que una vida de tanto trabajo y esfuerzo y sacrificio no es para mí. Por eso no podría ser tampoco monje aunque creo que ser homosexual y agnóstico no me hacen el mejor candidato para esa vida tampoco. Así que me quedé sin mundo propio cuando muchos antes, felices o no, en el suyo propio.

 Quiero uno para mí. Y por eso fue que me inventé este espacio y pensé que escribir cada día podría ser una terapia para mi mente e incluso para mi cuerpo. Sí, fue algo que me inventé yo mismo porque ya lo había venido pensando o haciendo, de una manera o de otra. No me dio la idea uno de esos sicólogos a los que no les creo una palabra. Personalmente creo que todo ese mundo, porque también lo es, es uno lleno de mentiras y patrañas ridículas para hacer que la gente crea que esta mejor pero en verdad está igual. Los sicólogos para mi son solo ratas que se alimentan de los males de los demás. Y si usted lee esto y es sicólogo… Pues no me interesa su opinión. No tendría sentido alguno que me interesara.

 En todo caso, escribir sí me ha ayudado bastante. Me obligo a mi mismo a tener un horario, a estructurar mi tiempo y a tener un ritmo de “trabajo” constante. Por supuesto que nadie me paga porque a nadie le pagan por hacer lo que le gusta, sea lo que sea que digan algunos. Pero eso no me interesa. Nunca he ganado un peso en mi vida y no me voy a venir a obsesionar con eso ahora. Obviamente quisiera ganar de dinero pero pues ya se verá si algún día tengo para pagar unas medias yo mismo o si siempre dependeré de la bondad de mis padres. El dinero es algo tan asqueroso pero necesario, pues alguien se lo inventó para hacer que unos fueran más que otros y lo logró muy bien. Tan bien que alguien sin dinero se le considera un pobre diablo.

 Mis padres. A ellos les debo todo. O más bien debería decir a mi familia, eso sí familia nuclear: papá, mamá y hermanos. Porque el resto, aunque hay algunos que me caen bien, me da un poco igual lo que pase en sus vidas. El sentimiento de pesar no lo tengo muy desarrollado y se requiere de mucha empatía para que empiece a funcionar. Tal vez por eso me siento más cercano a algunas personas con las que no comparto sangre que con esas personas que dicen ser mi familia. En todo caso, mi familia nuclear es el apoyo más grande que he tenido en este año. No sé si ellos lo saben pero lo son y no, no creo que deba decírselos. Para qué matar la magia de las cosas?

 Mi vida antes era muy distinta pues era el mundo mismo, las decisiones familiares y propias las que habían estructurado mi mundo. La educación sobre todo era la que me tenía, a falta de mejor expresión, a raya. No me dejaba pensar en otras cosas que no fueran el estudio, con contadas excepciones por supuesto. Tampoco voy a pretender ser un “nerd” o algo por el estilo. Solo ver mis calificaciones del colegio les probará que eso obviamente no es verdad. Pero siempre me sentí seguro por esa estabilidad temporal, si es que se puede llamar así. Odié el colegio y amé la universidad pero independientemente de eso, me sentía seguro en ambos sitios. Por eso cuando dejé de hacer algo, me perdí.

 Tuve que hacerme sangrar para darme cuenta que las cosas habían cambiado y que siguen cambiando porque así es la vida. Nada se queda para siempre pues para algún lado tiene que moverse. Por eso hace un año cree esta estructura literaria para seguirla todos los días por un tiempo y tratar de hacerla conocer a la gente. Eso ha tenido resultados diversos porque, a pesar de un práctico contador en la página en la que subo estos textos, no tengo ni idea cuanta gente de hecho lee lo que escribo cada día. De pronto algunos comienzan pero lo dejan, otros abren el enlace por error y así. En esta ocasión, debo decir que no me da igual pues si quisiera que la gente leyera lo que escribo porque le llama la atención.  Pero no hay manera de obligar a nadie a nada así que hago lo que puedo y no más.

 Un año de escribir todos los días puede oírse parecer algo cansado o difícil pero la verdad es que, la mayoría de los días, no lo ha sido. Por supuesto, hay días que me despierto y no tengo ni idea que es lo que voy a escribir. Verán, escribo apenas me despierto y después desayuno. Lo he hecho así porque mis sueños han proporcionado muchas de las ideas que termino usando para escribir relatos así que si escribo apenas me levanto tengo los recuerdos más frescos. Y no, no escribo mis sueños sino que me baso en algo que recuerde, lo tomo y lo convierto en algo más. Otras veces solo invento de la nada o me baso en experiencias o en cosas que conozco de algún momento en mi vida.

 El acto de escribir, como tal, debo decir que es tremendamente fácil. No sé si es por mi imaginación, pero así lo siento.  Lo único de verdad difícil es que se puede uno bloquear de la nada y eso sí que duele. Menos mal, sé que con esfuerzo puede uno saltar sobre esa barrera. Además como yo escribo una historia distinta todos los días, resulta algo más fácil que si escribiera una novela. Y como dije antes, aquí nadie dice que esté escribiendo obras maestras de la literatura. Y no aspiro a eso porque no creo que el arte, el que sea, deba ser esa cosa inalcanzable que solo los artistas míticos pueden alcanzar. El arte es imaginación y todos la tenemos así que todos tenemos la capacidad de ser artistas.

 Bueno o malo, eso depende del ojo que lo mire y hay miles de millones de ojos que miran. Que ojal le ﷽﷽﷽﷽﷽﷽alo, eso depende del ojo que lo mire y hay miles de millones de ojos que miran. Que ojal sea, deba ser esa cosa inalcaá esos ojos pongan atención porque eso es lo que más necesitamos y no solo como artistas sino como seres humanos. Necesitamos que nos escuchen, que nos sientan y que vean, así de simple. No hay nada peor que sentirse invisible en un mundo en el que, cada vez y por más razones, somos más invisibles que nunca. Sea por nuestra apariencia física o lo que hacemos,  algunas personas ni nos ven y otros, en cambio, son el foco de atención de todos los que están a su alrededor.


 Supongo que seguiré escribiendo hasta que otra estructura reemplace está que me hice a mi mismo. Pronto, por fin, tendré una nueva oportunidad. A veces me da miedo y otras veces me siento con ganas de afrontarlo. Y la verdad es que lo único que quiero es estar tranquilo. Yo no quiero fama o fortuna, lo que quiero es ser feliz y estar en paz conmigo mismo. Y, por supuesto, que me vean y reconozcan que soy alguien porque, debo decirlo, necesito que me vean. Es una necesidad, tal vez innecesaria, pero una necesidad al fin y al cabo. Pero aclaro que estoy bien y que seguiré estándolo mientras pueda respirar y sonreír de vez en cuando. Es lo más importante.