Siempre será difícil separarse y tener que
decir adiós. En cualquier contexto, despedirse de alguien permanentemente es
algo que puede sacarnos lágrimas, eso sí es que estimamos de verdad a la
persona que estamos despidiendo. Incluso puede que no sea algo permanente y de todas maneras va a doler y va a ser algo
que pensar en los próximos días. Despedirse es difícil, sea cual sea la
situación, porque implica una separación y los seres humanos siempre hemos sido
dependientes. Esa imagen de luchadores incansables que van por la vida solos es
una ilusión ya que prácticamente nadie es así. Todo el mundo tiene a alguien
que le preocupa, que quieren volver a ver en algún momento o que los hace
pensar lo mejor de la humanidad.
Tal vez la despedida más difícil sea la que es
permanente, es decir, la que hace uno con los que murieron o van a morir. Con
frecuencia, uno no tiene la oportunidad de decir adiós y siempre hay un sin
sabor, una vocecita en la cabeza que le dice a uno que siempre hubo algo que le
quiso decir a la persona o que quiso hacer con él o con ella. Eso pasa con los
abuelos, pro ejemplo. Son personas que tal vez nadie acabe conociendo nunca
porque siempre existe una barrera generacional que es difícil de superar. Son
personas tan distintas y con una situación de vida tan diferente a la propia,
que seguido la gente está arrepentida de no haberlos podido conocer, así haya
sido siempre un imposible poderlos conocer mejor.
Además, la muerte es siempre algo difícil
porque no es algo que queramos ver a la cara. Así que siempre hay una relación
complicada con afrontarlo y estar en paz con ello. Cuando la gente tiene la
oportunidad de despedirse, es algo muy preciado y que ocurre en pocas
instancias. Más que todo ocurre con personas de edad y tal vez estén
inconscientes pero eso no importa. Lo verdaderamente importante es que uno
tiene una posibilidad casi remota de poder decirle a la persona lo mucho que
apreció su compañía, su amistad, su dedicación y cuidado y que se le extrañará
por mucho tiempo. Dependiendo de la relación con la persona puede variar lo
difícil que esta situación.
Es decir, si la persona que se está
despidiendo es el hijo o la hija de quién está muriendo, pues será una
situación bastante complicada, pero de todas maneras una gran oportunidad que
muy pocos tiempo. Y al fin y al cabo la despedida con cualquier ser humano es
algo inevitable porque somos seres que no podemos vivir más allá de cierta
cantidad de años, no somos eternos y tenemos una fecha de vencimiento, casi
siempre desconocida. Lo mejor es tratar de vivir la vida de manera que cuando
llegue el momento, podamos ver hacia atrás y darnos cuenta de que lo
disfrutamos todo, que hicimos todo lo que queríamos y podíamos y que
aprovechamos cada oportunidad que se nos presentó. Esa es la mejor manera de
vivir y también la mejor manera de despedirse del mundo.
Pero hay despedidas que, aunque permanentes,
no tienen que ver nada con la muerte. Seguido, es el amor el que tiene mucho
que ver allí o la amistad. O más bien la falta de ambos porque cuando cortamos
relaciones, también por razones fuera de nuestro control, es otra razón más
para despedirse de manera permanente. A veces nuestros sentimientos terminan o
cambian y simplemente tenemos que dejar ir a las personas. A veces esto es algo
voluntario y otras veces no pero eso no quiere decir que duela más o menos. La
separación siempre es difícil solo que a veces puede ser más complicado para
nosotros y otras veces puede serlo más para la otra persona involucrada en el
asunto.
Cuando decidimos dejar de vernos con alguien,
sea un amigo que dejó de serlo o sea un amante que dejamos de querer, es algo
que forma carácter ya que hemos sido nosotros los que decidimos cual es el
destino de las cosas. No es que todo haya sucedido para terminar así sino que
tomamos una decisión basada en los acontecimientos que hayan podido tener lugar
o no, con esa persona. El amor es un sentimiento y los sentimientos no son
eternos. La gente cree que el amor es invencible y que nunca se marchita ni se
acaba, que es como un motor que funciona de aquí a la eternidad, como si no
tuviera nada mejor que hacer. Y eso no es verdad, el amor es como el odio, la
felicidad, la tristeza y otros; es algo que simplemente o cambia o se muere y
eso no tiene porqué ser nada malo. Los sentimientos son así para ayudarnos a
ver lo que sucede y a cambiar.
Cuando nosotros tomamos una decisión, a veces
es difícil pero una vez estamos en camino nos damos cuenta de que fue lo mejor.
El dolor puede ser mayor o menor pero, como todo, ya pasará y seguramente lo
hemos vivido antes y si no, a aguantar. Lo difícil es cuando toman la decisión
por nosotros y alguien nos dice que ya no nos quiere allí, que ya no nos
necesita y que es mejor que despejemos su vida y no dejemos rastro alguno de nuestra
existencia. Eso sin duda es más difícil porque no están echando y todo ser
humano se siente mal cuando lo sacan de alguna parte porque ya no es
bienvenido.
Y, como se dijo antes, no tiene porque ser
todo acerca de un amor romántico. A veces puede ser una amistad que simplemente
se termina y hay que dejarla ir. A veces puede que se termine por las
distancias físicas y otras veces puede que lo haga porque no se trabajó lo
suficiente en mantener las cosas vivas. Una amistad, como cualquier otra relación,
necesita trabajo y que las personas involucradas se decidan a hacer lo mejor
para que las cosas crezcan y beneficien a ambos. Pero cuando las cosas
terminan, suele ser más duro que con una relación amorosa por el sencillo
detalle que las amistades normalmente duran mucho más y son años de recuerdos.
Ya a lo último están las despedidas menos
trágicas, menos definitivas y no tan dramáticas pero que pueden ser difíciles
de varias maneras. Es el caso de cuando nos vamos en un largo viaje y no
despedimos de quienes queremos sin saber si los vamos a volver a ver. Esto
puede sonar un poco macabro pero no es más que la realidad de la vida: los
seres humanos morimos y con frecuencia morimos de un momento a otro, sin previo
aviso y muchas veces en circunstancias que jamás hubiéramos podido prever. Y
eso algo que siempre tenemos presente, sobre todo cuando nos separamos de lo
que siempre hemos tenido cerca y nos aventuramos al vacío que es la experiencia
humana.
Es difícil. Porque seguramente quisiéramos
tenerlos a todos cerca. Cuando estemos allá lejos, solos, quisiéramos tener un
abrazo de papá, una caricia de mamá, algún chiste tonto de un hermano o la
sabiduría de una abuela. Quisiéramos tener a nuestros amigos cerca para que nos
den impulso y para recordarnos seguido quienes somos y adonde es que queremos
ir. Pero obviamente no los podemos tener cerca y eso duele, eso entristece y
pro eso los primeros meses en un lugar lejos de casa pueden ser muy difíciles.
Cuando no hay boleto de vuelta ni seguridad de nada, es algo difícil porque
significa cambiar todo lo que sabemos de la vida y, como un bebé, volver a
aprender lo que sabemos, de otra forma y solo dependiendo de nuestra capacidad
para resolver problemas y ver como podemos seguir avanzando por nosotros mismos.
Esa separación al fin y al cabo puede ser solo
transparente y tiene sus recompensas porque después de enseñarnos todo de
nuevo, podemos ver con diferentes ojos a todas esas personas que ayudaron a
hacernos tal como somos hoy y como seremos tal vez hasta el día que muramos.
Volverlos a ver es un alivio pero también se puede asumir como un reto personal
ya que queremos haber crecido para ellos, tener nuevas cosas que decir y que
contar, parecer tal vez más sabios y menos dependientes de lo que éramos cuando
nos fuimos. El dolor de la separación tiene entonces su recompensa porque
quienes nos aman de verdad siempre estarán contento por nosotros y nuestros
logros.
La separación es algo difícil. Como dijimos al
comienzo, somos seres que necesitan ser sociales e interactuar para poder
seguir adelante, para poder sentirnos como parte de algo que es más grande que
todos nosotros. Amigos, familia, conocidos; todos ellos nos impulsan y tal vez
a veces nos frenan pero el hecho es que nos retan a vivir, a seguir para donde
podamos ser una mejor versión de nosotros mismos. Así que cuando nos separamos
de alguien, sea para siempre, por decisión propia o solo por un instante de la
vida, deberíamos recordar y darles las gracias por lo que nos enseñaron porque
cada vivencia es una enseñanza y cada enseñanza es una lección que nos hace más
nosotros.
En las noches, volvemos a nosotros, volvemos a
nuestro interior solitario pero siempre agradecemos los recuerdos que tenemos
inevitablemente con los demás. Puede que en verdad nunca nos separemos, que
siempre estemos juntos sin importar nada más.