Algunos jóvenes la miraban desde detrás de
los congeladores de comida de mar. Susurraban y miraban. Ella, tratando de no
hacer caso, miraba las bolsas de anillos de calamares e imaginaba si el
contenido de la bolsa sería suficiente para solo uno de sus videos. Decidió
comprar dos bolsas de las grandes, así le sobraría en vez de faltar, y siguió a
la zona de pescado fresco. Esta era especialmente provocativa para Suni, que
desde hace un buen tiempo quería hacer de nuevo algo de sushi fresco. Compró
atún y anguila y cuando se dio vuelta fue que los vio de nuevo pero decidió
esta vez sonreírles y reconocer que estaban allí.
Como si hubiese sido una clave secreta, los
jóvenes se le acercaron rápidamente y le confesaron que la conocían bien de
Internet y de sus videos. Le confesaron cuales eran sus favoritos y le pidieron
que por favor se tomara una foto con ellos. Ella no tenía muchas ganas, pues
tampoco se sentía tan conocida para eso pero terminó cediendo para dar por
terminado el asunto con rapidez. Ya había gente mirando y nunca le había
gustado ser el centro de atención, irónicamente. Cuando se fueron, sintió un
peso de encima pero también se sintió rara.
No tenía sentido, pensaba Suni mientras
empujaba su carrito hacia la zona de sopas y demás, que le diera vergüenza
cosas como esa y vivía de hacer videos de comida y subirlos a YouTube. Lo hacía
ya desde hacía varios meses y la paga que recibía era bastante buena. Claro que
todavía tenía un trabajo común y corriente pero de todas maneras ese dinero de los
videos le daba para pagar, por ejemplo, todos los servicios básicos de su hogar
y eso ya era bastante.
Suponía que era diferente estar frente a una
cámara cocinando y comiendo que estar frente a la gente socializando y demás.
La verdad es que no tenía muchos amigos y los que tenía no hablaban de ella
mucho del tema. Solo al comienzo le preguntaron algunas cosas, como para
verificar que todavía estaba bien de la cabeza, y cuando se dieron cuenta de
que lo estaba simplemente dejaron de hacer preguntas. No sabía si veían sus
videos y prefería no saberlo. Al fin y al cabo cuando pasaban el tiempo le
gustaba hacer otra cosa y no volver a lo mismo.
Tomó uno de cada tipo de fideos que habían en
el lugar (camarones, curri, pescado, pollo,…) y luego fue por la caja de huevos
que tanto le hacía falta, no solo para los videos sino para la vida diaria.
Suni se dio cuenta que lo que llevaba en el carrito ya era suficiente y se
dirigió a una de las cajas a pagar. El total fue bastante elevado pero lo podía
pagar y la sensación ya no era nueva para ella, la de poder comprar algo sin
tener que mirar mucho los precios. Su vida había cambiado en algo y solo por
algunos videos.
Cargó todo en el auto, que había comprado
hacía poco de segunda mano, y se dirigió entonces hacia la tienda de
electrodomésticos donde la esperaba un conocido de una de sus amigas. El
acuerdo que habían conseguido era el de hacerle un descuento a Suni en una
nueva cámara de video si ella le hacía propaganda a un pequeño negocio que el
hombre estaba iniciando por su cuenta de reparación de equipos audiovisuales.
Una vez allí ella acordó que serían promociones durante los videos de todo un
mes y que pondría siempre todos los datos existentes pero que no prometía
resultados, simplemente no se podía hacer responsable de sus suscriptores.
El hombre estaba tan entusiasmado que aceptó
sin vacilar y le entregó su nueva cámara, de última generación y con capacidad
para grabar en alta definición. Suni lo sabía todo de cámaras en este punto,
había aprendido como iluminar correctamente, como trabajar los colores y algo
de sonido también. Había estudiado contaduría en la universidad y trabajaba en
una empresa haciendo precisamente eso, tablas y tablas de números e
interminables listas que nadie nunca entendería. Un trabajo aburrido. Y sin
embargo sentía que tenía algo artístico que mostrar al mundo, siempre había
sido así.
Caminando de vuelta a su automóvil, recordó
que cuando era pequeña le encantaba bailar siempre que estaban en casa de sus
abuelos y tenía la tendencia, algo fastidiosa, de cantar siempre la misma
canción todas las veces, una que había aprendido viendo una serie de dibujos
animados que no sabía si todavía existía o si alguien conocía. El caso era que
eso se convirtió en ser pintora en sus años adolescentes, nunca muy buena pero
todo terminó cuando sus conservadores padres le exigieron una carrera de peso y
de la que pudiera vivir cuando llegó ese momento. Ellos eligieron contaduría
por ella.
Suni aparcó justo a tiempo, ya cayendo la
tarde, frente a un restaurante de comida estadounidense. Había quedado allí con
dos chicas y un chico, ellos también famosos de la red. No los conocía muy bien
y no podía decir que eran sus amigos pero se entendían bien y extrañamente
podían comprenderse a otro nivel que sería difícil con sus amigos. Si ellos no
querían hablar de lo que ella hacía pues esto tres eran el contrario por
completo. Pasados cinco segundos del saludo inicial, empezaron a hablar de sus
proyectos y de sus videos más reciente y de varias cosas graciosas que les
había pasado preparando cada escena o editando. Una de las chicas tenía un vlog sobre su vida, la otra chica hacía
videos de comedia y el chico, su vestimenta lo delataba, era fanático acérrimo
de los videojuegos y el anime y de
eso iban sus videos. Los tres eran tremendamente populares y creían que lo de
Suni era la siguiente gran aventura en YouTube.
Ella, tímida al comienzo, les explicaba que
solo subía un solo video por semana para no complicarse las cosas y poder hacer
mejores comidas y mejores presentaciones para la gente que la veía. Le
preguntaron sin dudar que cuantos suscriptores tenía y ella, algo sonrosada,
les confesó que ya eran más de trescientos mil. Todos ellos tenían cada uno
mucho más que eso pero se alegraron por ella y pidieron con su cena cervezas
para brindar por su éxito. Hablaron de lo extraño que era que a la gente le
gustara ver video de gente comer y Suni teorizaba que era porque comer es algo
tan social y que todos hacemos, que la gente simplemente se siente como en casa
cuando alguien prende las hornillas, cocina y se alimenta.
Una de las chicas lo calificó como algo “raro”
y eso molestó un poco a Suni pero, mientras masticaba sus papas fritas y
escuchaba al chico hablar de los nuevos videojuegos que le habían enviado de
Japón, pensó que no tenía porque ofenderse. Al fin y al cabo era cierto. Ella
no se sentía rara pues era quién se sentaba frente a la cámara y sonreía y
cocinaba, olía los deliciosos aromas de la comida y explicaba a sus
“televidentes” los sabores y las sutilezas del platillo que hubiese elegido.
Incluso cuando comía comida rápida, le gustaba explicar bien qué era lo que
tenía de particular y porqué había elegido lo que había elegido.
Pero para los demás, para los que solo veían,
si debía ser raro y ellos debían ser raros por verla pero la verdad eso no lo
molestaba. Como había dicho, la gente tenía una relación extraña con la comida
y si verla comer los hacía felices pues mejor que nada. Y encima había gente y
empresas que la apoyaban con dinero. Ahora solo usaba una cierta marca de
palillos y otra cierta marca de fideos y otra de arroz. Esa propaganda le daba
el poder de hacer su show cada vez mejor. Show? Le pareció una palabra rara en
la cual definir lo que hacía pero no le molestó.
Se dieron besos y abrazos al terminar la cena
y prometieron ver sus videos y reunirse de nuevo pronto. Suni condujo a su casa
algo cansada pero también emocionada porque era la noche que había estado
planeando desde hacía tanto. Cuando llegó a casa puso todo en la mesada, lo que
había comprado y lo que ya tenía. Preparó la cámara y las luces que estaban todavía
nuevas y entonces empezó a rodar. Hablaba desprendidamente, como si todos los
que la fueran a ver fueran sus amigos más cercanos. Batía huevos y cocía arroz
y cortaba aguacates y reía.
Suni casi nunca reía y si sus amigos vieran
sus videos, sabrían que hacerlos la hacía feliz. Porque al fin y al cabo eso
era de lo que se trataba. No de cocinar ni de tener amigos ni de sentirse un
poco menos sola en un mundo en el que lleno de gente nos sentimos todavía tan
abandonados. Se trataba de hacer lo que le producía esa risa real, sincera.
Horas después, fue guardando lo que había
sobrado y descargó los archivos de video en la cámara. Por encima, supo que iba
a ser uno de sus mejores videos. No solo porque la gente le había pedido sushi
sino porque ese día se había desprendido de la pena, de la vergüenza de ser una
de esas personas que son famosas por tan poco. ¿Pero quién juzga eso? A Suni le
daba igual eso. Le hacía feliz pensar que alguien en algún lado compartía su
entusiasmo y, por lo menos por esa noche, eso era suficiente para ella.
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