Nadie se dio cuenta de lo que había pasado
hasta que el techo de uno de los apartamentos colapsó y el agua salió por todos
lados. Además el piso nueve del edificio era un pantano y ya alguien se había
quejado de que había agua bajando por las escaleras pero nadie había hecho
mucho caso. Lo normal en esos casos es que el dueño del apartamento solo venga
cuando es una emergencia y no cuando parecen inventos de los inquilinos. El
caso es que desde ese día el edificio entero tuvo que ser puesto en cuarentena
pues el agua acumulada había dañado gravemente muchas de las conexiones
eléctricas y las mismas tuberías.
Cuando los bomberos llegaron para evacua a la
gente, los vecinos se sorprendieron cuando salieron del edificio con una
camilla y lo que parecía un ser humano debajo de una bolsa de las que usan en
la morgue. Pero el problema era que solo la habían puesto encima. Entonces
cuando uno de los bomberos dio un mal
paso en el último escalón de las escaleras de la salida, el plástico negro se
corrió y todo el mundo gritó, le taparon los ojos a los niños, alguna señora
exagerada se desmayó e incluso algunos muy ágiles tomaron fotos que luego
resultaron en Internet.
El cuerpo en sí no era lo que había asustado a
la gente. Al fin y al cabo que la gente se moría todo los días y, siendo
verano, no era inusual oír casos de adultos mayores muertos por insolación o
por mal manejo de los aires acondicionados. Eso era normal. Pero este cuerpo no
había muerto por eso o al menos no lo parecía. Ese cuerpo estaba momificado y
la policía no supo explicarse porqué. Al parecer lo habían encontrado en la
salita donde tenía la televisión y allí mismo había muerto. Su muerte y la
inundación debían estar conectados pero nadie tenía explicaciones detalladas
todavía.
La momia fue llevada a la policía y allí la
analizaron día y noche y pronto, por los contratos y demás, se supo que la
persona que estaba momificada en la morgue de la policía no era un inquilino
del edificio. En un giro repentino de la historia, se pudo verificar que nadie
vivía en ese apartamento hacía muchos meses. Se suponía que estaba ofreciéndolo
en alquiler pero la inmobiliaria confesó que habían dejado de mostrarlo por
diversos factores, casi todos relacionados con la falta de varios arreglos
necesarios para ofrecer la mejor calidad de vida.
Lo primero que concluyeron los medios fue que
el personaje momificado era un ilegal que se había metido a la casa,
aprovechando que estaba vacante, y por alguna mala fortuna había muerto allí,
tal vez mirando televisión o tal vez preparándose un baño. Algunos incluso iban
más lejos y alegaban que quien fuera ese hombre, porque habían concluido que lo
era, había querido perjudicar a la gente del edificio enviado por alguien más.
Una pelea de vecinos era la razón para esa teoría.
Mientras tanto el edificio seguía en
mantenimiento profundo pues la cantidad de agua que se había acumulado en el
baño del noveno piso había descendido al colapsar el suelo y había recorrido
toda la estructura hasta la entrada misma del lugar. No había apartamento que
no estuviese, al menos en parte, perjudicado por la inundación. Y las zonas
comunes también habían quedado vueltas al revés. Un reportaje de la televisión
entró al lugar para revisar el estado de todo y solo habiendo pasado unos días,
el lugar parecía abandonado desde hace años. La escalera principal solo podía
ser utilizada hasta el segundo piso, pues el resto o ya había colapsado o
estaba en riesgo de hacerlo.
Otro escándalo emergió cuando el propietario
del edificio confesó que no tenía como pagar los daños causados al edificio.
Explicó en televisión que no había tantos inquilinos y las rentas no eran
altas, por lo que con lo que la gente pagaba si acaso hubiese podido pagar la
recuperación de las redes de servicios pero no arreglar los pisos o las
escaleras, ni siquiera los muros que ahora se estaban desmoronando pedazo por
pedazo. Los inquilinos se quejaron y denunciaron al dueño, calificándolo de
tantos nombre que era difícil seguirles la pista con tanto calificativo que
usaban. El caso era que no confiaban en él y exigieron a la policía otra
investigación.
Esos eran otros con problemas. No habían
avanzado mucho con lo de la momia y la gente del barrio se estaba quejando por
el edificio, pues no solo la humedad se sentía con fuerza en los alrededores,
sino que temían que l estructura se viniese abajo en cualquier momento y
pudiera haber algún herido por culpa de la negligencia de los servicios de la
ciudad. El pobre jefe de policía iba de un lado a otro, entrevistándose con los
vecinos, luego con los inquilinos del hotel y finalmente con varios inmigrantes
de toda la ciudad que sospechaban sabían algo del muerto, pero eso era una
pantalla de humo pues la verdad era que no tenían ni idea de cómo avanzar.
La clave llegó en forma de una mujer. Era una
chica de unos veintinueve años, alta y bonita pero no muy arreglada. Temblaba
un poco, por nervios tal vez o por costumbre, y al hablar tenía un marcado
acento del este de Europa. Se le vio primero por el barrio preguntando por el
hombre de una foto que tenía ella en el bolsillo. La mostraba y preguntaba si
alguien lo había visto, si alguien sabía algo de él. Pero la gente no estaba de
humor para ello y la mayoría negaba con la cabeza sin siquiera ver la imagen.
Cuando fue denunciada a la policía por algún vecino exagerado, confesó que su
hermano era el de la foto y que no lo veía hace mucho tiempo. La policía
averiguó rápidamente que la mujer había sido ilegal hasta hace unos meses y que
en efecto tenía un hermano pero en su país.
Ella no quiso explicar nada con detalle. Solo
les dijo que su hermano había sido contratado por una de las mafias para sacar
unos documentos de un apartamento. Le explicaron que eso era robo y ella los
miró con pánico y dijo que lo sabía pero que su hermano nunca le explicó nada y
había sido solo hasta hacía poco que uno de los hombres que lo habían
contratado se le había acercado para decirle en que barrio encontrarlo. Y por
eso había estado preguntando y molestando a la gente en ese barrio en concreto,
porque quería saber de su hermano y si la mafia lo había matado o qué había
pasado con él.
Los médicos forenses, con ayuda de registros
dentales importados del extranjero con ayuda de la mujer, pudieron anunciar que
la momia era en efecto el joven ilegal. La mujer se desmayó cuando supo que su
hermano era ahora un momia y explicó que eso en su cultura era significado de
un embrujo o una maldición. Empezó a hablar en un idioma que nadie entendió y
colapsó en la morgue, con los médicos asustados y los policías ya hartos de un
caso tan extraño.
Explicar la momificación resultó sencillo pues
era algo que ya había pasado en otros lugares. La combinación de la temperatura
del aire, de la habitación como tal y la forma en la que estaba el cuerpo, todo
ayudaba a que el pobre hombre se hubiese momificado. La humedad proveniente del
cuarto también era un factor importante. Se pudo averiguar que el cuerpo había
estado allí por lo menos un par de meses y que la habitación inundada lo había
estado casi por el mismo periodo de tiempo. Es decir, que los vecinos pudieron
haberse dado cuenta a tiempo pero nadie dijo nada.
La muerte como tal del pobre chico era algo
más difícil de explicar. Se buscaron orificios de bala pero no había ninguno,
tampoco huecos por puñaladas consecutivas ni marcas de laceraciones por ningún
otro objeto. El cuerpo estaba perfecto excepto por el hecho de estar muerto y
momificado. Puede que hubiese tenido alguna complicación respiratoria o tal vez
una alergia grave contra algún tipo de producto. O tal vez fue el corazón el
que falló. Todos los resultaron eran poco concluyentes porque la hermana dijo
que no permitía que abrieran el cuerpo pues necesitaba enterrarlo y que
descansara en paz.
Viendo que no se iba a concluir nada sin una
autopsia, la policía se rindió y entregó el cuerpo a la hermana. Ella lo
enterró, luego de hacer un rezo y una especie de ritual con un sacerdote de
confianza, y anunció a la prensa, siempre ávida de más detalles, que su hermano
descansaba en paz y que el cuerpo dejaría pronto de ser una momia para
convertirse en lo que todo los cuerpos debían convertirse eventualmente: polvo.
Nadie nunca supo entonces la razón de la muerte
del joven, que había sido por un simple piquete de avispa ni tampoco sabían que
los papeles más incriminatorios de la historia de la ciudad habían sido
destruidos al él mismo ponerlos en la bañera y abrir los grifos tanto de la
misma bañera como del lavamanos. Se había quedado para aprovechar la televisión
y allí había muerto, sin cerrar las llaves y sin escuchar el sonido de un
cuarto de baño, diseñado para también
ser refugio antibombas hacía muchos años, llenándose más y más de agua.
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