Primero fue una foto. Pero pensó que se veía
muy oscuro. Luego fue otra en la que no creía haber abierto los ojos los
suficiente. Después parecía que tenía ojeras y así por al menos una hora en una
tarde. Era obvio que no tenía nada que hacer. Apuntaba el celular a su cara
dando vueltas por toda la habitación, para ver cual era el lugar en el que la
luz era óptima. Pero siendo un cuarto tan pequeño, eso de lo más óptimo
simplemente no existía. Le tocó tomarse unas cuantas fotos, más que
suficientes, por todas partes.
Se tomó algunas de pie y otras sentado. En
unas se tomaba el pelo y se lo echaba para atrás y otras trataba de que le
quedara lo más “moderno” posible pero su cabello era completamente liso y no se
dejaba hacer casi nada. Se tomó algunas fotos desde un ángulo abajo y otras
desde arriba. Las primeras eran horrible pero las segundas se veían extrañas,
como si estuviera asustado por algo.
Para algunas se quedó como estaba pero luego
se quitó la camiseta y al final se dio cuenta que no tenía nada de ropa puesta
y que, de paso, había intentado varias prendar de vestir que tenía por ahí y
que consideraba que lo hacían verse mejor. Al final de la hora tenía más de
cien fotografía que revisó una por una, mirando que la luz estuviese bien y que
se viese como una persona sexy pero también interesante. De las más de cien
quedaron poco más de diez después de un largo proceso de eliminación. Para la
hora de la cena, ya tenía la elegida.
La subió a la red social justo antes de
hacerse algo de comer. Dejó el celular de lado un buen rato, tratando de no
pensar en la fotografía. Pero todo el tiempo pensaba si estaba gustando o si la
gente simplemente no había respondido. Trató de leer después de la comida para
no obsesionarse con la foto. Pero eso fracasó pronto y decidió ponerse a ver
una película. Pero no había visto ni cinco minutos de la trama cuando tomó el
celular y empezó a revisar.
Muchas personas habían puesto que les gustaba.
Tenía muchos corazones para su foto y algunos comentarios de personas que ni
conocía. Eso lo hizo sonreír y sentirse un poco mejor consigo mismo. Esa tarde
se había sentido bien en su cuerpo y había decidido tomarse las fotos. Además
hacía poco que se había cortado el pelo y afeitado, por lo que pensaba que a
más de una persona la gustaría así, más arreglado.
No había subido ninguna foto en meses pero
todos los días pensaba en fotos y en poses y en qué hacer pero no tenía el
impulso para tomarse las fotos. Y, tal vez lo más importante, no sentía que se
viera bien en ese momento. Se sentía feo y prefería no compartir eso con el
resto del mundo. Si se sentía así, seguro eso se vería en las fotografías.
Con la foto que subió estuvo contento por al
menos una semana durante la cual su celular le avisaba cada cierto tiempo que tenía
más corazones y uno que otro comentario. La mayoría de comentario se pasaban un
poco de lo que a él le interesaba pero le de daba igual. Comentario era
comentario y no tenía porqué denigrar ninguno. Se sentía contento de que las
personas sintieran la necesidad de escribirle algo. Se sentía bien y era algo
que nunca le ocurría, solo en el mundo virtual.
En la vida real nadie lo miraba o al menos no
que él se diese cuenta. Durante buena parte de ese año, se había esforzado como
una mula para tener un cuerpo más en línea con lo que él pensaba que era lo
ideal: quería los brazos más grandes, las piernas más torneadas y definidas, el
abdomen marcado, el trasero más redondo y el pecho bien definido. Esa era su
meta y había decidido hacer ejercicio para lograrlo pero la verdad era que
lograr su meta era imposible.
No era un buen atleta, lejos de eso. Intentó
varias técnicas y deportes hasta que dio con unos aeróbicos que parecían
funcionar o al menos lo hacían sudar bastante y sentía que usaba los músculos que
quería lograr que la gente viera. Todos los días se ejercitaba y lo hizo así
durante al menos seis meses. Cuando fue temporada para ir a la playa, decidió
comprar los resultados a como estaba cuando había empezado y tuvo una respuesta
un poco mixta.
No podía negar que había perdido bastante
peso, eso se notaba en las fotos de entonces comparadas con las más recientes.
Además, había algunas prendas de ropa que antes le quedaban apretadas que ahora
le entraban mucho mejor, sobrando un poco de espacio para poder respirar
cómodamente. Eso, sin duda era bueno, pues perder peso debía indicar que estaba
más flaco y por lo tanto más cerca de su meta.
Pero cuando comparó su cuerpo de antes con el
actual, se decepcionó bastante: no había cambios significativos excepto que su
panza parecía menos prominente. Eso era todo. Los brazos seguían igual de
delgados, las piernas igual de fofas y el abdomen cubierto de la grasa que se
asienta en la panza. Fue un momento muy difícil pues pensaba que todo lo que
había hecho llevaría a algún lado.
Sin embargo, subió la comparación de las dos
fotos y pronto muchos dijeron que se veía bien pero que debía seguir adelante
para llegar a su meta, que al fin y al cabo era la de todos. Se metió a un
gimnasio, algo con lo que nunca había estado cómodo y aumento el tiempo de
ejercicio cada día. No había ni uno que no fuera al gimnasio a ejercitarse.
Como su trabajo era
poco exigente, podía organizar su horario con facilidad alrededor de sus horas
de ejercicio. Comenzó siendo una hora pero después se quedaba más tiempo: unos
diez minutos, veinte, media hora y un día estuvo allí tres horas seguidas
probando casi todo lo que el lugar tenía para ofrecer. El entrenador que lo
asesoraba lo impulsaba a seguir adelante, a comer bien y a nunca parar. La idea
era exigirse más pues notaba que nunca se había exigido lo suficiente.
Ahora hacía flexiones y levantaba pesas. Luego
corría o hacía bicicleta o más aeróbicos. Era un ritmo casi imposible de
aguantar, ridículamente difícil de mantener. Llegó un día en el que se levantó
exhausto y sus piernas no tenían la capacidad de mantener el peso del cuerpo
erguido. Ese día se resbaló en la ducha y se golpeó en la cabeza, por lo que
estuvo lejos del gimnasio por varios días. Aprovechó ese tiempo para subir las
fotos de su cuerpo que era cada vez más definido y delgado.
Comía poco y cuando comía era lo más saludable
que hubiese a mano. A su familia ese punto fue el que los alertó de que algo no
estaba bien pues él siempre había sido una persona que comía bien y le
encantaba comer de todo. Cocinaba seguido y hacía platillos inventados por él.
Pero eso ya no ocurría. Lo máximo era que se hacía uno de esos batidos de
proteínas en los que el ingrediente principal es el apio.
Pasados otros seis meses, se tomó algunas
fotos nuevas y las subió sin esperar ni intentar nada. A todo el mundo le
encantó su nuevo cuerpo, sus abdominales y sus brazos y todo lo que veían. Él
se sentía exhausto pero por fin había logrado su objetivo. Al día siguiente
decidió ir a la playa para mostrar su nuevo cuerpo. Trató de elegir el lugar más adecuado de todos
para que la gente lo viera y se acostó allí y esperó.
Unos chicos que jugaban voleibol golpearon la
pelota con fuerza y esta rodó hasta el cuerpo del chico. Cuando el jugador se
disculpó por la pelota, se le quedó mirando y salió corriendo a buscar ayuda.
El chico tenía los ojos abiertos debajo de los lentes oscuros pero no los
movía. Su pecho tampoco subía y bajaba, como era lo normal. La ambulancia llegó
en unos pocos minutos.
Se le declaró muerto apenas llegó al hospital.
Al comienzo se creyó que había sido un grave caso de insolación pero después de
revisar el historial del hombre, se dieron cuenta que casi no tenía nutrientes
en su cuerpo y casi se había consumido por completo a través del ejercicio y la
dieta. Su obsesión con un cuerpo que él y otros creían perfecto, lo habían
llevado directamente a la tumba. No habría más fotos ni corazones. No habría
nada.
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