De pronto sentí la mano tibia y fue cuando
me di cuenta de que estaba sobre un charco de sangre. Y entonces vi lo que
había hecho y todo el color que tenía en mi rostro se fue de golpe. No podía
gritar ni moverme. Era tan horrible, que no podía dejar de mirar y, al mismo
tiempo, no podía mover la cabeza. Yo había hecho eso. No había manera de echar
el tiempo para atrás ni de disculparme. Estábamos ya mucho más allá de todo
eso. Cuando por fin pude moverme, me retiré con un sonido extraño y las manos cubiertas de sangre oscura y
espesa.
Salí de esa habitación dando tumbos,
golpeándome con la puerta y luego con muebles que había afuera. Me sentía
mareado. Sentí ganas de vomitar pero me contuve justo a tiempo. No quería
hacerle a nadie más fácil el hecho de encontrarme. Podía sonar tonto pero
estaba al mismo tiempo muy consciente de lo que había ocurrido pero también
aturdido y atontado. Como pude, llegué hasta la puerta de la casa, que seguía
abierta, y salí a la entrada de la casa donde había dos vehículos.
En uno de ellos había llegado yo, el otro era
de él. Siento que me quedé mirándolos por un largo tiempo hasta que me decidí
por el coche de él. Tuve que devolverme a la casa, a una mesita pequeña, donde
siempre dejaba él las llaves del automóvil. Las apreté en mi mano y salí de
nuevo de la casa corriendo, como sin querer ver nada de ese lugar nunca más.
Entré en el vehículo con rapidez y tomé bastante aire antes de prenderlo y
salir por la puerta automática.
Minutos después, iba por la autopista sin un
destino fijo. No iba a la ciudad, a casa, puesto que sería una estupidez ir
hacia allá. Podía ser que ya supieran quién era por alguna razón y sería mejor
no hacerle el trabajo demasiado fácil. Sabía que lo había hecho estaba mal pero
no quería afrontar las consecuencias de manera tan rápida. Necesitaba un tiempo
para poner las cosas en orden, saber qué era lo que quería hacer y como. Debía
de asimilar la posibilidad de ir a la cárcel.
Se hizo de noche pronto pero seguí hacia
delante hasta que el automóvil se quedó sin gasolina. Tuve que detenerme en la
gasolinera más solitaria en el mundo, donde solo había un dependiente con cara
de aburrido que no pareció ver mi ropa manchada de sangre. Me había limpiado
las manos dentro del auto antes de salir pero el trabajo no había sido muy
bueno. Apenas pagué la gasolina, seguí mi camino hacia un lugar que no conocía
y en el que no sabía lo que se supone que debía hacer.
Me tuve que detener una vez más cuando tuve
ganas de ir al baño. No tenía sueño ni nada por el estilo pero sí ganas de
orinar. Me detuve en un restaurante de carretera, igual de solitario que la
gasolinera. Me lavé como pude la sangre y quise quitarme la ropa manchada pero
no había con que cambiarla. Debía ir a algún lado a comprar algo de ropa para
estar limpio. Eventualmente, también debía detenerme en algún lado a descansar
pues no sería buena idea conducir sin haber dormido.
Creo que fueron dos horas más por la
carretera, cubierta de oscuridad y de estrellas bien arriba. Hasta que por fin,
encontré un lugar para pasar la noche. Era obvio que era uno de esos hoteles
para camioneros, pero el punto era descansar un poco y poderme hablar, así no
me pudiese cambiar de ropa. Me dieron la habitación más pequeña. Aproveché para
ducharme y luego traté de dormir pero no podía cerrar los ojos. La imagen de su
cuerpo tirado en el piso me acosaba.
Solo dormí unas cuantas horas, durante las que
me desperté en un sinfín de ocasiones, hasta que decidí arrancar para
aprovechar el día. No tenía ni idea adonde iría pero el clima ya había cambiado
pues me acercaba cada vez más al océano, donde no tendría más lugar para donde
huir. Y no tenía pasaporte ni nada por el estilo si es que me daba en algún
momento por salir huyendo del país, pero puede que eso fuera la idea más tonta
del mundo pues siempre cogían así a la gente en las películas.
Lastimosamente, no estaba en una película, era
la realidad. Y en la realidad a la gente le importaba mucho si uno mataba o no
a otro ser humano y las razones para hacerlo nunca eran una justificación para
nada. Además, pensaba, nadie más debe saber las razones de nuestro
enfrentamiento y de porqué de su gemelo desenlace. Eso es algo que me concierne
a mi y al pobre que ya está muerto, a nadie más. En todo caso sería muy difícil
de explicar y mi cabeza no estaba para eso.
Entré a un pueblo pequeño y busque una tienda
donde pudiese comprar ropa. Menos mal todavía llevaba mi billetera en el
pantalón y tenía un solo documento de identidad que podría servirme de algo o,
al revés, servir para saber donde estoy. Pero no quería preocuparme por eso,
primero lo primero. Como ya sentía más calor, decidí comprar una bermuda, una
camiseta como de playa y unas sandalias de color amarillo. Después de pagar,
pedí permiso para cambiarme dentro de la tienda. Al salir, tiré la ropa
manchada en un bote de basura grande.
Seguí conduciendo por varias horas más hasta
que las plantas que crecían a un lado y al otro de la carretera empezaron a
cambiar de nuevo. Ahora había plantas de banano y palmeras de todos los tipos.
Estaba en clima cálido y el mar estaba cada vez más cerca. Mientras me acercaba
a él, quise tener un plan de lo que iba a hacer ahora en adelante, pero la
verdad era que mi cerebro no podía concebir nada como eso. Incluso me pasó la idea
de entregarme, pero eso era muy ridículo.
Ellos debían encontrarme y punto, no iba a
pensar nada más sobre eso. Debían de esforzarse y juntar las piezas del
rompecabezas. El automóvil que había dejado en la casa de él no era mío pero no
sería difícil conectar los puntos. Y al estar tan mareado al salir, puede que
mis huellas hubiesen quedado por todo el lugar, lo que cerraría el caso en un
abrir y cerrar de ojos. El punto era que no fuese todo tan fácil pues estaba
seguro de no estar listo para la cárcel, no por el momento.
Al llegar a un intercambiador, decidí seguir
la costa hasta una ciudad de tamaño medio, famosa por su dedicación al turismo
y al cuidado de un parque nacional que estaba muy cerca. Conduje por un par de
horas más hasta que llegué a la ciudad. Lo primero era deshacerme del vehículo
y luego tendría dinero suficiente para establecerme en algún sitio, comer y
tratar de descansar para esperar por un nuevo día que podía ser igual de malo
que el que estaba viviendo.
Me quedé en un hotel unos tres días hasta que
conseguí un empleo como guardabosques en el parque nacional. Ellos contrataban
a cualquiera que estuviera dispuesto a hacerlo y proporcionaban una pequeña
cabaña en la cual vivir. Desde el primero momento adentro, supe que eso era lo
que debía hacer en este momento de mi vida. He arreglado la casita lo mejor
posible, con pequeños detalles tontos que he comprado por ahí. El carro lo
vendí al poco tiempo de mudarme y ese dinero ha sido de gran utilidad.
No solo me ha servido para sobrevivir sino que
vivo una vida bastante confortable al borde de la civilización, dando paso a eco
turistas que quieren ir a tomar fotos de animales o solo quieren penetrar en un
bosque cerca del mar, entre este y la montaña. A veces hago de guía.
Pero lo principal es que sigo esperando. Sigo
esperando con paciencia el día en que vengan por mi, me lean mis derechos y me
digan cuales son los cargos de los que me acusan. Estoy esperando ser juzgado y
condenado para siempre. Estoy queriendo verlo pronto.
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