El primer tiro atravesó la cabeza del hombre
que estaba más lejos, el siguiente fue a parar en el pecho del segundo, a media
distancia. El que estaba más cerca, un calvo alto de apariencia nórdica,
reaccionó demasiado tarde después de ver como sus compañeros caían al suelo.
Gabriel le apunto, entre los ojos. El tiro fue casi limpio, sin contar con el
chorro de sangre que manchó la pared inmaculadamente blanca. Los cuerpos
estaban completamente quietos, enfriándose con rapidez.
Los tiros no habían sido escuchados por nadie.
La construcción en la que se habían citado, en la que habían hecho con Gabriel
lo que habían querido, estaba lejos de la ciudad y cerca de una planta de
energía abandonada. Nadie se acercaba a la zona a menos que buscaran algo en particular.
Y eso era lo que habían querido esos hombres al secuestrar a Gabriel en la
mañana del día anterior. Pero él había anticipado sus movimientos y se había
preparado de la mejor manera posible.
Sabía desde hacía meses que lo perseguían. Al
fin y al cabo, a ningún mafioso le gusta que lo traicionen de un momento a otro
y menos aún que lo roben frente a sus narices. Gabriel había ido sacando dinero
de las cuentas de uno de los hombres más sanguinarios y ricos del país y la
había pasado a una cuenta en el extranjero, que nadie nunca podría encontrar a
menos que supiera muy bien que pasos tomar o que fuese él mismo. Al fin y al
cabo, había estudiado años todo lo que tenía que ver con las finanzas.
Desde joven le había fascinado el dinero.
Tanto así que desde los diecisiete años su meta en la vida había sido lograr
ser el millonario más joven de la Historia. No lo consiguió pero sin terminar
la universidad había ya trabajado con las firmas mas prestigiosas, ganando
bastante dinero y manejando mucho más de lo que jamás hubiese pensado que
existía en el mundo. Sus habilidad y sus ambición lo habían llevado de un lado
a otro, hasta conocer a Rodrigo Soto, el matón de la Bahía.
Así le llamaban sus hombres en privado. Nadie
en el mundo de la farándula, al que le fascinaba pertenecer, le decía así. O
mejor dicho, sabían que decirlo en voz alta era una garantía de amanecer muerto
en algún rincón sucio del país. Por eso todos sonreían, lo saludaban y querían
estar con él al menos por un momento. Algunos incluso habían aceptado su dinero
para diversos negocios e incluso como donación para obras de beneficencia, cosa
que a él le encantaba pues vivía en un mundo en el que él era el hombre más
bueno del mundo y todos le debían por eso.
Gabriel rápidamente supo que clase de persona
era y muy tarde se dio cuenta de que ese mundo no era en el que quería
trabajar. Se había dejado seducir por todo lo que le ofrecía el nuevo trabajo
con soto: no solo dinero sino mujeres o hombres, o ambos. Viajes por el mundo y
todo lo que se pudiese comprar, que para
Soto era todo lo que tocaran los rayos del sol. Era un hombre que no solo era
ambicioso sino que sabía muy bien como manejar su poder y como usarlo para
influenciar a otros.
Como siempre, al comienzo todo era ideal.
Gabriel manejaba mucho dinero, hacía cosas ilegales y legales, viajaba por el
mundo y tenía lo mejor de lo mejor. Y cualquier cosa que quería podía ser suya,
desde un reloj de plata incrustado con zafiros hasta la persona más bella del
planeta. Lo tenía todo al alcance de la mano y fue entonces cuando sintió esa
pequeña voz que algunos tienen en la cabeza. Su conciencia le decía que había
algo que no cuadraba, que no todo estaba bien.
Empezó a ver de verdad. A ver lo que hacía el
dinero sucio, como gente desaparecía por todos lados por una orden de Soto. Sus
hombres, sus perros como les decía Gabriel, eran hombres sin corazón ni alma,
casi entes que hacían lo que él les pidiera. Y fue el día en el que mataron a
una de las muchachas que el jefe había mandado traer, aquel en el que Gabriel
se dio cuenta que se había metido de lleno en algo que jamás había pensado
estar, algo peor que sus malos manejos de fondos.
Fue entonces cuando se le ocurrió volverse en
una especie de Robin Hood. Sabía que Soto era inteligente pero no lo suficiente
para darse cuenta que su dinero iba desapareciendo, de a muy poco todos los
días, No eran más que unos centavos a diario, de cada una de sus cuentas, pero
desaparecían todos los días del año. Como Gabriel era el único que manejaba todo,
sabía que nadie más se daría cuenta hasta muy tarde, cuando él estaría lejos de
ellos y todo su asqueroso poder.
Pero como lo hacen muchos, Gabriel subestimó
el poder y el alcance de Soto. El hombre no se había convertido en el mayor
matón del país siendo un idiota y por eso tenía gente que vigilaba a su gente,
algo que hacía con todos los que tenían alguna conexión con sus negocios,
familia y demás. Al comienzo, la mujer que seguía los pasos de Gabriel no notó
nada raro. De hecho, le tomó dos años darse cuenta que algo estaba mal con las
cifras que Gabriel reportaba. Eran cambios mínimos pero estaba claro que no
todo estaba como debía de estar. Fue entonces que Gabriel desapareció.
Él no sabía de la mujer pero la coincidencia
hizo que Soto no dudara en mandar a gente por él. Sin embargo, en la mente
retorcida del matón la muerte no era suficiente castigo. Y no era como otros de
sus calaña que mandaban a amputar partes del cuerpo o torturaban a la familia
del verdadero enemigo para quebrarlo antes de terminar con su vida. Sus ideas
eran siempre diferentes, sobre todo cuando se trataba de terminar con sus
enemigos más fuertes, y Gabriel se había convertido en uno de ellos.
Fue así que los perros de Soto demoraron meses
para poder dar con el paradero de Gabriel. Lo encontraron por fin en una ciudad
alejada de todo. Fue en ese lugar donde acataron las ordenes de su jefe:
secuestraron a Gabriel y lo llevaron a las ruinas de una fabrica de cemento que
había quebrado hacía varios años. Hasta allí habían llevado varias herramientas
pues el castigo las requería. Ellos no pensaban, solo hacían lo que les
ordenaban hacer. Eran casi muertos vivientes, dispensables.
Llamarlo una violación sería demasiado simple.
Lo que le hicieron a Gabriel por varias horas fue algo mucho peor. Sería
demasiado mórbido describirlo al detalle en este escrito. El caso es que el
hombre no era la misma persona un día que al siguiente. Dentro de él surgió
alguien que había estado oculto por mucho tiempo entre las sombras, un ser de
odio y rencor que se había escondido allí o tal vez había sido creado por lo
vivido. Fue él quien tomó posesión de Gabriel y mató a esos hombres con una de
sus armas.
Pero él se había preparado. Como Soto, Gabriel
no era ningún idiota. Sabía que tarde o temprano lo alcanzarían y que
seguramente harían cosas horribles con él, era el estilo de su antiguo jefe.
Pero mientras esperaba ese momento, se entrenó como pudo y preparó el día que
sabía sería el que cambiaría para siempre su vida. Había plantado un micrófono
en una zona oculta de su ropa y había manejado la mente vacía de los perros a
su antojo.
Lo que le hicieron había sido innombrable pero
él sabía bien que podía haber sido mucho peor. Desarmar a uno de los hombres
había sido tan fácil como cuando lo había practicado y matarlos a los tres
había sido aún más simple, incluso había sentido placer.
Adolorido, parcialmente destruido y cambiado,
Gabriel escapó del lugar para viajar lejos de nuevo. Depositaría la grabación
de lo dicho por los perros, que siempre hablaban de más, en un oficina de
correos, así como copias de la información que poseía sobre Soto. Luego desaparecería
una vez más, ojalá de manera permanente.
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