Todo el lugar era un caos. Había explosiones
sin cesar y gritos que trataban de romper el muro de ruido que la batalla había
armado en ese otrora hermoso campo. Era increíble pensar que hasta hacía muy
poco, pasto de un verde intenso crecía allí. Un pasto que los granjeros veían
apropiado para sus rebaños, pues era una tierra de todos y la naturaleza se
había encargado de que el lugar fuera casi como un santuario para la vida
silvestre. Lamentablemente, el paraíso no duró para siempre.
La mayoría de los combatientes portaban un
uniforme blanco que, por alguna extraña razón, no se manchaba con nada. Algunos
decían que tenía propiedades mágicas, producto de las alianzas formadas durante
la guerra. Muchos seres oscuros y peligrosos habían surgido de las entrañas del
mundo y algunos de ellos estaban allí, en la mitad del campo de batalla.
Algunos eran monstruos horribles que podían quebrar un cuerpo en dos con sus
mandíbulas y otros eran seres que se veían más normales pero que tenían
habilidades particulares.
Escondidos detrás de una duna de tierra negra,
Al y Chris esperaban el momento justo para su ataque. Ellos estaban del lado
contrarios de las tropas de blanco. Vestían ropa común y corriente pero también
tenían sus haces bajo la manga. Sin embargo, sus superiores les habían
recordado que no podían usar nada de lo que sabían antes de tiempo, para evitar
que el enemigo los tomara pronto como objetivo de sus ataques. La idea era
pasar desapercibidos hasta el momento adecuado.
Habían estado escuchando las explosiones por
un buen rato, habiendo aparecido en el lugar justo antes de que las tropas
blancas decidieran atacar, aunque los rebeldes vestidos de ropa común estaban
listos para la embestida. Eran menos numerosos pero más difícil de atrapar por
su gran agilidad, una cualidad que habían obtenido tras años de correr por
entre las calles de las ciudades dominadas por los Blancos. Tenían que aprender
a robar para sobrevivir en el mundo.
Chris miró a Al y asintió. Al hizo lo mismo y
desapareció de golpe. No corriendo ni volando ni haciendo nada de lo que haría
una persona común y corriente. Al tan solo había desaparecido y aparecido de
pronto un kilometro al norte, desde donde tendría una perspectiva diferente de
la batalla. Era un terreno algo escarpado, por lo que su visión sería perfecta.
Los Blancos habían tomado la posición ventajosa. Con un golpe fuerte, podrían
vencer a los rebeldes empujándolos al mar. Y por muy recursivos que fueran, no
todos sobrevivirían la caída al agua.
Al de nuevo desapareció desde donde estaba y
apareció al lado de Chris. Con una mirada, Chris supo que Al había confirmado
lo que ya sabían. No solo que los Blancos tenían la clara ventaja en la
batalla, sino que habían ignorado proteger uno de sus flancos por la soberbia
misma que los sostenía en el mundo. Ese era el sitio para atacar y ellos dos
eran el arma secreta de los rebeldes para cambiar el rumbo de las cosas en el
mundo y por fin poder respirar en paz.
Al y Chris se tomaron de la mano y esta vez
los dos desaparecieron. Aparecieron casi al mismo tiempo detrás de unos
arbustos. Cuando miraron por entre las hojas, los últimos soldados Blancos
pasaban casi corriendo para unirse a la batalla. Para ellos habría grandes
riquezas y recompensas si se unían a las peleas que su gobierno armaba contra
minorías que no tenían como defenderse. Al menos no hasta ahora. Puesto que los
rebeldes habían sacrificado muchas vidas por una victoria.
Después de unos minutos, los dos hombres
salieron de entre los arbustos. Se miraron una vez más y supieron que ese era
el último momento que estarían juntos. Habían sido pareja en el grupo de
infiltraciones por meses, reuniendo información de las tácticas militares de
los Blancos y de ese preciso lugar alejado, a propósito, de grandes zonas habitadas
que podrían haber sido afectadas con una batalla de semejantes proporciones.
Eran jóvenes pero su conocimiento era vasto.
Sus ojos se quedaron entrelazados unos
segundos más. Entonces, Chris miró hacia la batalla y, sin dudarlo, corrió
gritando con todas sus fuerzas. De repente, su cuerpo empezó a quemarse. Llamas
cubrieron su cuerpo de un momento a otro e incluso fue capaz de elevarse del
suelo y volar por encima del campo negro.
Y sus poderes no terminaban allí: desde la retaguardia, lanzó llamas de
un intenso color amarillo hacia los Blancos. Los fue encerrando con cercas de
llamas de dos metros.
Los soldados Blancos estaban aterrorizados.
Nunca habían sido testigos de algo semejante. Sabían que había gente con
poderes extraños, ellos mismo habiendo negociado con algunos de ellos para
aprovechar sus poderes en el campo de batalla y en la vida diaria para
intimidar al que necesitaran hacer pensar dos veces sobre sus acciones. Pero
ese hombre en llamas era algo completamente distinto. No solo su poder era
intenso en todo el sentido de la palabra, su sola silueta en el cielo nublado
era suficiente para hacer correr a cualquiera, antes de morir calcinado.
Al también se había unido a la batalla,
tratando de ayudar a los rebeldes empujados hacia el mar a retomar terreno.
Usando su poder de transportación instantánea, podía golpear a varios soldados
separados por varios metros, casi al mismo tiempo. Su velocidad y la ferocidad
de Chris habían sido las armas secretas de los rebeldes. Y parecía que la estrategia
estaba funcionando a las mil maravillas, puesto que los Blancos parecían querer
retirarse pero no podían por los muros de llamas.
Los dos jóvenes estaban seguros de haber hecho
lo correcto al proponer semejante ataque. Sus superiores habrían preferido
esperar un poco más de tiempo para irse de cabeza contra los Blancos, pero Al y
Chris los convencieron de que un ataque frontal y definitivo era la mejor idea,
sobre todo porque evitaría la muerte de muchos otros que estaban siendo
masacrados o torturados en las ciudades, solo por haber robado una pieza de pan
o por querer evitar el servicio militar obligatorio.
Los rebeldes tenían ganado el día. O casi. De
la nada, más soldados Blancos y más bestias salidas del infierno mismo
aparecieron para enfrentar a los rebeldes. Una de ellas tenía un aspecto
parecido a un murciélago gigante. Fue ella quién atacó con magia negra al
hombre en llamas y lo tumbó del suelo, cayendo a tierra con un golpe seco.
Allí, se enfrentó a soldados Blancos a puño limpio. Mantuvo su posición un rato
pero ellos eran muchos más y sus llamas se habían apagado por el esfuerzo.
La murciélago bajó de los cielos y lo golpeó
una y otra vez. Chris quiso usar su poder pero no podía, estaba exhausto. La
criatura lo apretó contra el suelo y rió, de la manera más espeluznante
posible. Dijo algo en un idioma extraño y uno de los soldados le pasó una
delgada espada. La criatura blandió la espada y, por un segundo, todo parecía
terminar. Sin embargo, Al había visto a Chris caer del cielo y había corrido
hacia su compañero. Como pudo, se movió como bólido entre el enemigo.
Apenas estuvo detrás de la criatura, se agachó
de golpe y tomó a Chris por uno de sus tobillos. La espalda cayó con fuerza
pero en el suelo no había nadie a quien matar. La criatura había perdido a su
presa pero tenía muchos otros rebeldes que aplastar. Los Blancos ganaban, de
nuevo.
En un lugar lejano, sin caminos ni gente,
aparecieron los dos rebeldes apenas respirando. Chris estaba todavía de
espaldas, esperando sentir la espada penetrando su cuerpo. Pero entonces sintió
algo en un pie y vio que era Al, herido de gravedad justo antes de
transportarlo a un sitio seguro.
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