No sé porque lo acabo de recordar pero en e
colegio era pésimo en los deportes. Creo que lo sigo siendo, solo que ahora
nadie me obliga a jugar fútbol para ganar una calificación. Era simplemente una
tortura para mí tan solo tener que ponerme ropa para hacer ejercicio. Solo eso
era suficiente para ponerme de mal humor todo el día y no querer hacer nada de
nada. Las clases que precedían y seguían las de deporte eran las peores pues
actuaban como una máscara para que no me pudiese dar cuenta de lo mucho que
odiaba ese día, fuese miércoles jueves o incluso martes. Me encantó el año que
la clase de deporte cayó el lunes. Primero, porque el lunes siempre ha sido un
día deprimente así que no me sentía mal dos días a la semana y también porque
cuando era puente festivo automáticamente no había clase de deporte.
Para los otros, sobre todo para chicos con
mucho más musculo que yo, era horrible que no pudieran combatir unos contra
otros en un partido de lo que fuese o en la actividad que el profesor hubiese
decidido para ese día. Normalmente eran dos horas de clase que se dividían en
una hora para deportes en equipo y una hora en deporte individual. Lo primero
siempre era basquetbol, fútbol o voleibol. Nunca había nada diferente a esos
aunque el profesor trataba de variarlo pero siempre sin éxito. Eran ya tan malo
con esos tres que no quisiera imaginarme si hubiese elegido beisbol o fútbol
americano. Hubiera preferido nunca haber vuelto y con un permiso médico
permanente podría ser posible.
La hora de deporte individual siempre era la
más extraña. Hacíamos gimnasia o atletismo y eso era algo que me ponía igual de
mal que tener que evitar que una pelota me golpeara en el cuerpo. Correr no sé
cuantas veces alrededor de las canchas de fútbol era simplemente avergonzante.
No solo porque estaba haciendo algo que odiaba sino porque empezaba a ser
consciente de la forma en que corría y, como la mayoría de los seres humanos,
creo que mi manera de correr era muy graciosa. Era como si yo mismo le diera un
arma a los demás para que me la clavaran en la espalda, así se sentía y tal vez
así se veía también. Además no sabía respirar corriendo y eso complicaba aún
más las cosas.
Creo que lo menos horrible era la gimnasia. Lo
hacía un poco menos mal y era normalmente fácil a menos que se le ocurriera al
profesor traer las barras paralelas o alguna de esas malditas cosas. Estaban
bien para los que parecían haber hecho ejercicio desde el vientre, pero para mi
eran sumamente difíciles y me sentía como el niño más inútil en las Olimpiadas
especiales. Lo peor era que sabía que en esas Olimpiadas seguro todos los
concursantes eran mejores que yo y probablemente se quejaban mucho menos de
todo. Yo solo hacía lo que podía y trataba de que esos días pasaran rápidamente
para después olvidarlos rápidamente.
Ya sé lo que piensan: me quejo mucho para algo
tan tonto, verdad? Pues bueno, ese es un rasgo de personalidad que fue
surgiendo poco a poco y se manifestó hasta los dos últimos años de la escuela.
La verdad era que antes de eso prefería escabullirme a cualquier lado, sentirme
miserable y simplemente no hablar de nada con nadie. Para mi la gente era
demasiado que manejar y fue solo después que descubrí que todos son iguales de
idiotas a mi. Y con eso quiero decir que todos sienten miedo y seguramente
cuando yo me sentía vulnerable en el colegio también muchos otros se sentían de
la misma manera. Cuando lo pensé años después, pensé que había sido una
tristeza nunca haber sabido quienes eran esas personas.
Esos años raros los pasé caminando por todas
partes, conociendo los rincones del colegio y simplemente deseando que el
tiempo pasara a toda velocidad. Quería no tener que seguir yendo a la escuela
pero eso era algo que no iba a pasar. Y la clase de educación física era un
constante recordatorio de que, por mucho que uno quiera, las cosas no cambian.
Fue solo hasta el último año que por razones de calificaciones las cosas
cambiaron un poco pero incluso ese año me salí de clase un par de veces porque
no soportaba nada y no me soportaba a mi mismo en esa clase. Y eso que al final
hacíamos yoga y cosas que parecían relajantes pero muchas veces no lo eran
porque pedían cosas de mí que simplemente no estaban allí.
En esos últimos años, ya conocía gente que
odiaba tanto como yo el hecho de tener que ir a esa clase. Además, coincidíamos
en algunos gustos y en clases entonces era natural que pasáramos el tiempo
juntos. Lo que nunca me ha gustado mucho es estar en grupos grandes. Supongo
que me pasa lo mismo que cuando jugaba fútbol o algo así. Simplemente no puede
manejar tanta gente al mismo tiempo y no es que todos se interesen por mi o
algo por el estilo sino que me siento presionado a más cuando estoy rodeado de
personas. Antes era peor, pues tenía pequeños ataques de ansiedad y odio para
todo el mundo pues detestaba sentirme así. Menos mal puedo controlar esos
arranques ahora y si no me gusta algo lo mando a la mierda. Eso puede salvar
vidas.
Con aquellas personas que me juntaba, no puedo
negarlo, lo pasé bien y me divertí en muchas ocasiones. Pero a pesar de todo
seguía allí, en el colegio. Era el mismo sitio lúgubre y repetitivo de siempre.
Algunas clases me gustaban porque sabía de que iban pero otras para mí eran un
desastre pues sentía que no entendía nada por dos razones: porque no era lo suficientemente
inteligente y porque simplemente sabía que nada de eso importaba. Descubriría
luego en la vida que todo se trata de infligir miedo en la gente para que hagan
las cosas de cierta manera y eso pasa en la educación: miedo con los exámenes,
con los profesores y demás.
Pero yo me aburrí de eso cuando lo descubrí y
trato desde entonces de jugar según mis reglas y no según las de los demás. Al
fin y al cabo, creo que es importante imponerse y decirle al mundo como uno
piensa y lo que desea hacer y como. El mundo pocas veces pone suficiente
atención como para negar nada así que es una solución bastante buena para
aquellos en los que el miedo siempre está, por una razón o por otra. Yo supongo
que hay personas que les gusta vivir así, asustadas, porque creen que así
lograran más en la vida o que serán más productivos o algo por el estilo. Me
parece un juego un poco peligroso pero creo que cada uno debe usar el camino
que mejor le parezca y si hay personas que quieren sacrificar su salud mental
por llegar a una meta que solo ellos se impusieron, pues bueno.
Con las personas que hablaba en el colegio fui
perdiendo poco a poco la comunicación y sé muy bien porqué fue. Crecimos y nos
conocimos mejor y, al menos yo, me di cuenta de que era lo que me gustaba y que
tipo de personas quería cerca. Y no era que no fuesen el tipo de personas que
me interesan, porque eso sonaría mal y seguramente se sentirían ofendidas pero
la verdad de las cosas es que el peso del colegio era algo que siempre vería en
ellas y no quiero que mis prejuicios o malos recuerdos perjudiquen mi opinión
de alguien. Simplemente ellas y yo no fuimos apartando y creo que es algo
natural, los cambios de la vida que siempre suceden.
Aclaro que en el colegio lo que de menos eran
las clases, aunque había un par que hacía de mi vida un infierno. Era más el
ambiente, como una capa densa y pesada que era difícil de quitarse de encima.
Llena de personas que creían ser mejor de lo que eran o más de lo que eran
cuando en verdad ellos eran lo mismo que yo: nada. O mejor dicho, un trabajo en
progreso. Todavía me da rabia recordar esos tiempo así que trato, por mi salud
mental, no hacerlo con frecuencia y solo para sacar cosas que me ayuden y no me
mortifiquen. Porque también hubo mucho bueno: personas, experiencias y
conocimientos que siempre tendré a la mano y que le debo al colegio. Eso lo
tengo en cuenta y por eso esa relación es tan extraña.
Después de graduarme, creo que volví al año
siguiente por unos papeles y después nunca más. Ni siquiera pasé cerca y si lo
hacía instintivamente miraba para otra parte. Recientemente caminaba cerca y no
recordaba que allí estaba ese mismo viejo edificio, con esos mismos niños que
creen que tienen el mundo a sus pies. Fue como encontrarse con un viejo
enemigo, contra el que uno ya no tiene razones para discutir de nada. Solo lo
miré por un momento y luego seguí con mi vida. Son recuerdos muy amargos y
experiencias que pasaron dentro y fuera que no me dejan darle un cierre real a
mi relación con el colegio. Por eso los aburro con este relato de mis
experiencias.
A veces pienso en la gente que conocí allí.
Algunos sé que hacen y les deseo, de corazón, lo mejor. A otros no les deseo
nada pues nunca me inspiraron nada. Se dijeron cosas a espaldas de la gente y
otras de cara pero yo no guardo resentimiento por cosas de niños. Eso sí, no
siento nada y no puedo alegrarme por nada que les pase a ninguna de esas
personas. Para mi fueron solo actores de reparto en mi vida. Muchas veces
extras sin dialogo que solo lanzaban miradas furtivas como fieras de la selva.
Pero ahora todo eso ya no importa pues cada vida es única y la mía es esta.
Todo eso ya fue y ahora espero lo que será, que espero brinde mucho más que
todo mi pasado.