- Tienes que trabajar. O estudias o trabajas. Así de fácil.
Tan claro lo había dicho la madre de Alicia, que no había manera de pelearle nada. Su indecisión por elegir una carrera adecuada, sumado eso al hecho de que no había mucho dinero para estudios, había sido una carga pasada para la joven de 18 años.
Sus padres ya estaban hartos de verla por ahí en la casa, "haciendo nada" como ellos decían, y le habían llamado la atención dándole un ultimatum.
No tenía todavía ni idea que quería estudiar. Había mucho de donde elegir pero nada que la apasionara. De hecho no entendía bien el significado de esa palabra. No sentía nada así por nada ni por nadie. Pensaba que seguro sería algo interesante y bonito, pero no lo sentía y cuando no se siente algo, no aparece por simple voluntad. Hay que esperar.
La opción de buscar trabajo parecía, de algún modo, más sencilla que la de buscar una carrera que le gustara en serio. Buscó y buscó por los clasificados. Cada día que compraba el periódico para su jubilado padre, tomaba la sección de su interés y resaltaba los trabajos que resultaran atractivos.
Resultaba que para todo, hoy en día, había que tener especialización, saber inglés y tener maestría y doctorado. Lo pedían hasta para atender en centros de llamadas, llamadas de países hispanohablantes. Simplemente ridículo.
Envió su hoja de vida a cuanta empresa encontró, describiendo sus cualidades y don de gentes, pero esto no parecía tener efecto.
Ahora su único desahogo, sus amigas, se había convertido en algo fastidioso. Siempre que quedaban para verse, hablaban de los maravillosos trabajos, lo ocupadas que estaban y los proyectos que tenían en el corto plazo para el dinero que estaban ganando. Alicia solo sonreía y trataba de cambiar el tema a algo más banal pero siempre volvían a lo mismo.
Un buen día, salió a caminar. Estaba harta de la casa y había decidido salir por ahí a despejar la mente. Caminó por una avenida con bastante comercio que quedaba cerca a su hogar. Había bastantes personas yendo y viniendo, olor a comida y personas contentas. Ella no lo estaba.
Después de caminar un buen rato, se detuvo frente a un local grande pero con las ventanas tapadas con un velo rojo. No se podía ver hacia adentro. El sitio no tenía letrero que dijera que había dentro pero Alicia podía ver luces adentro y sombras.
Se acercó a la puerta y allí vio algo inesperado: había una hoja pegada en la puerta. Solicitaban empleado de tiempo completo pero no detallaban en que consistía el trabajo. Alicia pensó que habiendo gastado todos los cartuchos, cualquier cosa podía ser opción. Empujó la puerta y entró.
El lugar tenía una luz roja bastante fuerte y el ambiente se sentía pesado, como si se pudiera sentir en los hombros. Frente a la chica, había unas cinco filas, paralelas, de estantes llenos de películas. Y ahí entendió que clase de tienda era. Viendo que al fondo había un mostrador, atravesó uno de los pasillos para llegar. Era la sección de "Asiaticas" y "Latinas". Trató de no mirar detalladamente las carátulas de los estuches porque si lo hacía seguramente reiría, como siempre le pasaba cuando se ponía nerviosa.
Llegó al mostrador. Allí estaba Miguel, sentado sobre una silla alta, leyendo una revista. Alicia se aclaró la garganta. El chico, algo mayor que ella, la miró.
- Hola.
- Hola.
- Ehm... Vengo por el aviso... El de la puerta.
- Ah...
El chico se puso de pie, le hizo una seña a Alicia para que lo siguiera y atravesó una cortina de cuentas rojas. La joven lo siguió algo nerviosa. Había cabinas por ese pasillo pero por los sonidos dudaba que fueran para llamar por teléfono. Al final del corredor había una puerta que Miguel abrió con una llave de seguridad.
Al otro lado había una casa, común y corriente. Parecida a todas las otras que había en el barrio. Bien iluminada y con escalera en espiral.
- Espera aquí.
Miguel subió dejando a Alicia atrás. De pronto, se le ocurrió la idea de que podría ser que estuvieran buscando chicas para desnudarse o algo por el estilo. Y sus manos empezaron a sudar y quiso irse pero la puerta estaba cerrada y no sabía por donde más salir de allí. Muy tarde, se oían pasos bajar.
Era un hombre parecido a Miguel, que venía detrás. Era gordo y bonachón, algo calvo.
- Mucho gusto. Alfredo Prada, como la ropa.
- Alicia García.
- Vienes entonces por el trabajo?
- Sí pero...
- Tranquila, no hay nada de que preocuparse. Ven.
Siguieran a un estudio y allí se sentaron los tres. Miguel no decía nada. Su padre empezó a hablar y le explicó a Alicia que necesitaban un empleado para la tienda, ya que solo eran tres personas en el momento.
La joven iba a hablar pero el señor le dijo que sus obligaciones serían de aseo, arreglar los videos, atender a la gente y tal vez cobrar. Alicia estaba evidentemente aliviada y Alfredo lo notó.
- Es que pensaba que... necesitaban chicas para...
No completó la frase pero Alfredo igual rió y Miguel le sonrió. No contrataban chicas en el sitio. Le explicaron que solo era una tienda de videos y accesorios sexuales y que ofrecían a los clientes la posibilidad de ver las películas en el sitio. Nada más.
Volvieron luego a la tienda y le mostraron todo: las filas de películas y los estantes donde exponían los accesorios a la venta. Desde esposas hasta disfraces. Alicia, extrañamente, sintió curiosidad y empezó a querer saber más. Esto le gustó a Alfredo y la contrató, sin pedir hoja de vida ni nada más.
Y así fue como Alicia empezó a trabajar en un "sex shop", sin decirle a sus padres. Le había dicho que era una tienda de ropa en el centro para que nunca fueran a verla trabajar ni nada parecido.
Se hizo amiga de Miguel, que resultaba ser un músico empedernido. Había estudiado piano cuando pequeño y ahora iba a clases de canto y guitarra. El señor Alfredo era un amor de persona, siempre le invitaba a comer con su familia y la consideraba de sus mejores adquisiciones para la tienda. También conoció a Mireya, la mamá de Miguel y esposa de Alfredo. Una mujer grande en todo sentido, igual de amable que su esposo. Todo era perfecto.
Tanto así, que empezó a darle ideas a Alfredo, cuando llegaba la hora de cerrar. Con la ayuda de Alicia, la tienda cambió la iluminación por una menos "agresiva" así como la vitrina. No ponían vibradores o películas allí pero sí disfraces y accesorios inofensivos. Esto atrajo nueva clientela, sobre todo de parejas que buscaban darle un giro a sus relaciones.
Tuvieron también la idea de cambiar el tipo de estantes para generar más espacio y también se sumaron nuevas categorías para atraer más público. Todo tipo de película XXX estaba en la tienda e hicieron tratos con los mejores proveedores.
Un año después, convenció a don Alfredo de poner una sucursal en la zona "alternativa" de la ciudad. Las ventas iban por los cielos y la gente los seguía en todas las redes sociales. Esta colaboración también había resultado en una relación estable entra la joven y Miguel. Se entendían y compartían gustos.
Alicia, la chica que no sabía que hacer con su vida, encontró entonces una pasión. Tal vez una poco común pero era suya y nadie se lo podría arrebatar nunca.