Cuando las luces se apagaron y alguien me
pasó una bata para que no sintiera frío, me di cuenta que nunca hubiese
esperado estar en un lugar como ese y menos haciendo lo que estaba haciendo.
Mientras la gente recogía cosas frenéticamente a mi lado, yo caminaba por entre
los equipos mirando el techo y las paredes del majestuoso salón. Seguramente lo
habían usado hacía muchos años como salón de fiestas o como lugar de reunión de
la familia. Era un habitación con techo muy alto, paredes finamente decoradas y
varias ventanas rectangulares, hasta el techo.
Se me acercó la asistente del director y me
dijo que las tomas de exterior ya se habían descartado por completo. Era lo
obvio con la cantidad de lluvia que caía. Dentro del edificio parecía una cueva
pues habían apagado las luces y de afuera casi no entraba nada. La magia se
rompió el momento que alguien prendió la luz y todo quedó como aplastado contra
las paredes. Así la habitación ya no estaba tan hermosa, no se veía ni tan
grande, ni tan majestuosa ni nada. Se veía casi como cualquier otra habitación
de casa antigua.
La asistente me dijo que podía ir a la
habitación que me había asignado para cambiarme al siguiente atuendo. Serían
las últimas fotos y terminaríamos por completo. Eso me hacía feliz y a la vez
no porque quería decir que ya se acababa esta increíble aventura que todavía me
costaba entender. Estaba cansado de mantener poses y de tratar de no reír o de
no hacer nada inapropiado pero la verdad era que había sido una oportunidad tan
única que lo que podía sentir de verdad era mucho agradecimiento por la manera
en que habían confiado en mi.
Todo empezó porque yo estaba desesperado.
Llevaba más de un año buscando trabajo y no encontraba donde meterme. Al
comienzo, por mis experiencias pasadas y mi educación, me limité a buscar
trabajos que casi estuviesen hechos a mi medida. Fui a varias entrevistas y en
todas, al parecer, siempre había alguien más impactante, que hablaba más basura
de una manera u otra. Eso los convencía y elegían siempre al de la personalidad
explosiva y nunca a alguien con la experiencia y el conocimiento que yo tengo.
Siempre pensé que ser modesto con los
conocimientos adquiridos es una estupidez. Si uno sabe algo que los demás no o
conoce el mundo un poco mejor, no tiene nada de malo hacerlo ver. Eso sí,
tampoco se trata de usar eso para ser malo con la gente o algo así. El caso es
que por mucho que supiese de la vida y del mundo, nadie quería contratarme y
estaba muy desesperado porque no tenía dinero para nada. Vivía con mi familia
pero esa era otra situación que podía ponerse mal cualquier día porque ellos
pensaban lo mismo que él: ¿Cuándo se irá a hacer su vida?
Pero el mundo no quería ofrecerme ninguna de
las oportunidades disponibles. Tuve que bajar la cabeza y buscar trabajos
pequeños, haciendo cualquier cosa. Hubo un tiempo que trabajé medio tiempo en
una tienda de helados y el resto del día doblaba ropa en una gran tienda por
departamentos. También limpié los pisos de una oficina en las noches y trabajé
en uno de esos centros de llamadas donde se reciben pedidos de domicilio del
otro lado del mundo. Cada uno de esos trabajos era temporal, por pocos meses. Y
la paga era miserable.
Con lo poco que tenía no me alcanzaba para
vivir solo. De hecho, escasamente me alcanzaba para comprar las cosas
necesarias para la vida diaria como desodorante, cargar el celular y cosas por
el estilo. Era muy triste y hubo un momento en que seriamente consideré que mi
suerte siempre había sido la misma y que más valdría muerto que vivo. Afortunadamente,
ese fue un pensamiento de pocos segundos y nunca se hizo fuerte ni real.
Fue mucho después cuando, tomando algo en un
bar, escuché a dos personas hablando de cómo pagaban muy bien por desnudarse
frente a una cámara. Los que hablaban del tema obviamente jamás lo habían hecho
y lo decían más como para hablar de algo curioso e interesante. Pero a mi me
interesó de verdad pues era una de esas opciones que no había contemplado.
Busqué en internet hasta que di con el nombre de una agencia que proveía ese
servicio. Los contacté e hicimos una cita para el día siguiente. Se supone que
solo hablaríamos.
Mi sorpresa fue que me pidieran desnudarme a
los cinco minutos de haber llegado. Según el encargado, tenían que ver que si
pudiese registrar bien en cámara. Yo, como un tonto, accedí. Hice lo que ellos
llaman una audición y por ese día terminó todo. Yo me sentía muy extraño al
haberme quitado la ropa frente a unos tres desconocidos que lo único que hacían
era decirme que hacer pero de la forma más seca y desinteresada. Creo que
notaron mi incomodidad porque nunca me llamaron ni me contactaron de vuelta.
Sin embargo, eso me llevó al presente.
Un hombre me contactó de otra agencia y
básicamente me decía que sabía la “audición” que había hecho para otra compañía
pero que quería que hiciese una para la suya. Yo me puse nervioso y le confesé
que yo no era modelo ni actor ni nada por el estilo. Yo solo estaba desesperado
por buscar trabajo, algo estable para poder tener una vida propia y digna. El
hombre insistió y le dije que sí porque, al fin y al cabo, nadie más me estaba
brindando ningún tipo de oportunidades así que no tenía nada que perder.
El lugar al que fui al otro día era muy
distinto al de la primera vez. Ese sitio era básicamente una casa con ciertas
habitaciones adecuadas para funcionar como oficina. En cambio la de Carlos, mi
actual jefe, es en un edificio renovado que funciona exclusivamente para su
empresa. El primer día que fui estaba muy nervioso porque no sabía que esperar.
No sabía para qué estaba allí, solo que la persona que me había llamado sabía
de las fotos que me habían tomado el día anterior. ¿Habría visto esas fotos o
solo le habrían comentado mi experiencia?
Cuando por fin me hicieron pasar a su oficina,
Carlos me explicó que ellos tomaban todo tipo de fotos para varios tipos de
publicaciones. Aunque sí hacían desnudos, trataban de que no fueran grotescos y
más que todo artísticos. Pero no me había llamado a mi para eso sino porque le
estaba urgiendo una persona que modelara una nueva línea de ropa interior. El
problema que tenían era que necesitaban modelos variados y no el típico hombre
muy alto y lleno de músculos. El cliente quería hacer énfasis en que todo el
mundo puede usar su producto.
En el momento no supe si sentirme bien o mal
al respecto de lo que me dijo. Pero la necesidad tiene cara de perro y de uno
muy maltratado, así que acepté hacer una prueba ahí mismo. Me tomaron muchas
fotos y de nuevo alegaron que me contactarían si pasaba cualquier cosa. Casi me
caigo de la cama cuando, al otro día muy temprano, me llamó el mismo Carlos
para decirme que mis fotos le habían gustado mucho al cliente y que me quería
para más fotos. Y así fue como resulté en este hermoso edificio vestido con
solo ropa interior de varios colores.
Nunca he sido modelo y la verdad siempre había
tenido una relación un poco extraña con mi cuerpo. Mejor dicho, siempre pensé
que podía ser mejor. Durante mucho tiempo hice ejercicio para mantenerme
distraído y no enloquecerme por la búsqueda de un trabajo que parecía no
existir para mi. Nunca hubiese pensado que ese cuerpo que muchas veces me había
dado pena mostrar en una playa o en un piscina, iba a ser el que tendría la
clave para que yo pudiese empezar a salir de mi casa a vivir mi propia vida. Es
que se me olvidaba decir que pagan muy bien.
Las últimas fotos fueron al lado de un
ventanal hermoso en una escalera de caracol muy amplia y lujosa. Era un lugar
fantástico. Cuando terminamos, Carlos me agradeció y me dijo que teníamos que
hablar sobre otros proyectos. Yo asentí feliz pues él se había ganado mi
confianza. De la nada también salió un hombre rubio alto de barba que me abrazó
y me dijo muchas cosas bonitas, lo que me hizo sentir algo incómodo. Resultó
ser el diseñador de la ropa interior que me prometía un lugar en su nueva línea
de ropa para el verano y la playa. Acepté sin dudarlo.