Siempre querían saber lo mismo: si lo había
visto en los días antes a que matara a toda esa gente o si tenía yo algún
indicio de lo que iba a hacer. Y siempre respondí, una y otra vez, que no. No
sabía nada, no había tenido la fortuna de leerle la mente a una de las personas
que más quería y ahora yo era solo una parte más de todo el circo mediático que
se armó. No solo por la masacre, sino también por el juicio y ser una de las
personas más cercanas al asesino.
Para mi es todavía difícil pensar en él como
mi amigo el asesino. Para mí, el siempre será Simón, el que me había reír en
clase y durante los descansos. Me acuerdo de él cuando veo alguna película y sé
que él hubiese debido todos los datos sobre ella o cuando paso por alguna
tienda juguetes y veo que a él le hubiese gustado tener uno de esos. Le
encantaba coleccionar, sobre todo los relacionados a ciencia ficción y a
videojuegos que a vece me enseñaba a jugar yo siempre fracasaba en entender.
Más de una vez me preguntaron si yo había
tenido algo que él, si había habido una relación íntima entre los dos. Y les
respondo la verdad, lo mismo de siempre: Simón era un chico bastante privado
con esa parte de su vida y solo hablábamos de sexo o cosas así cuando él lo
planteaba. A mi a veces se me salían algunas cosas y él nunca se interesaba
mucho por nada de eso. Nunca pensé que fuese por mi sino porque simplemente yo
no le interesaba en absoluto.
Supo que era homosexual casi enseguida.
Siempre he tenido buen ojo para eso, o eso creo yo. Cuando me lo contó, le dije
que lo sabía desde siempre y que no cambiaba nada nuestra relación. Fue muy
extraño porque nos abrazamos y pensé que nuestra relación había mejorado en ese
momento, que las cosas iban a cambiar al abrir esa puerta, al él contarme uno
de sus más grandes secretos.
Pero, de hecho, fue al revés. Parecía más
triste que nunca y no me contaba nada de lo que le pasaba. Por ese tiempo yo
tenía una novio con el que llevaba casi dos años. Él no hablaba mucho con Simón
pero un día me dijo que le parecía que era muy raro y que yo debía preguntarle
qué le pasaba. Dudé pero le conté a mi novio que Simón era gay. Pero según él,
eso no era lo que era raro. Él creía que había algo más.
Yo le pregunté, una y otra vez, si todo andaba
bien. Lo llamaba algún día y le preguntaba si nos veíamos para tomar algo y
casi siempre me decía que no. Yo le insistía y le preguntaba si había algo mal,
si se sentía mal o si necesitaba algo. Pero él siempre me decía que no y que
simplemente estaba ocupado con otras cosas. Nunca pensé que las otras cosas
fueran tan chocantes para mí.
Fue en el juicio cuando me enteré que todo ese
tiempo había estado haciéndose cortes en los brazos. Traté de pensar si vi algo
alguna vez pero creo que no, creo que nunca me fijé en nada las pocas veces que
o vi por esa época. Recuerdo que había cambiado un poco su estilo y había
empezado a ponerse sacos holgados. Decía que era porque se sentían bien para
estar en la casa y no hacer nada.
Como yo, Simón no tenía trabajo. Pero la
diferencia era que yo me gustaba mis oficios, cosas pequeñas para hacer y en
las que me pagaban cualquier cosa mientras conseguía un trabajo real. Él en
cambio no parecía esforzarse en absoluto y yo siempre pensé que podía ayudar
pero nunca supe como. Fue por ese tiempo que empezó a alejarse de mi y a
hablarme menos. Yo pensaba, tontamente, que la razón era que tenía nuevos
amigos o algo por el estilo. Que tonta fui…
El día en el que sucedió todo, yo estaba con
mi novio en la casa de su familia. Me habían invitado a comer y recuerdo que
era pasta a la boloñesa. La verdad es que estaba muy rico todo, no sé porque lo
recuerdo tan claramente. El caso es que la familia tenía la costumbre de dejar
la tele prendida mientras almorzaban y fue entonces cuando el canal que tenían
puesto interrumpió la programación para un boletín urgente: alguien había
disparado varias veces en una reunión escolar.
Al comienzo no le di importancia y eso me hizo sentir pésimo. Ignoré la noticia por el resto de la tarde que pasé en esa casa
y solo volví a oír sobre ella en la noche. Prendía la tele cuando llegué a mi
casa pero entonces me puse a hablar con mi mamá sobre el almuerzo y después le
conté de un vestido que había visto y de no sé qué otras cosas. Muchas cosas
sin importancia. Y fue ella, mi madre, la que lo vio primero en la pantalla y
me hizo dar la vuelta para verlo.
Se veía mal. No era para menos. Estaba pálido
y lo llevaban en una camilla, esposado a ella por una muñeca. Al parecer no
podía moverse mucho de todas maneras. Le habían puesto una máscara de oxígeno y
lo metieron a una ambulancia rápidamente. Solo fueron algunos segundos pero las
dos supimos que era él. Yo no sabía que pensar, que decir o que hacer.
Así que no hice nada. Esa noche casi no duermo
y, cuando me desperté, empezó a sonar el teléfono. Fue la primera vez durante
todo el proceso y no dejarían de sonar los teléfonos hasta mucho tiempo
después. Aún suenan, a veces. Tuve que cambiar mi número de celular varias
veces y mis padres cambiaron la línea fija también un par de veces pero siempre
averiguaban el nuevo número.
Yo trataba de ignorarlos pero a veces estaban
allí cuando iba a llevarme el carro por las mañanas o incluso cuando sacaba la
basura. Fue por entonces cuando terminé con mi novio y, al poco tiempo, inicié
una nueva relación con él que hoy es mi esposo. Creo que gracias a él pude
superar mucho de lo que ocurrió entonces. Todas las preguntas y los ataques y
la culpa. Todo era demasiado para una sola persona y eso que yo era solo una
amiga. Varias veces no dormía pensando en él.
Fui llamada a testificar en el juicio a favor
de él pero no pude decir mucho, solo lo que yo ya he contado aquí: que éramos
buenos amigos pero que él me fue haciendo de lado con el tiempo hasta que oí lo
que había hecho. La reunión en la que había abierto fuego era una de su antigua
clase del colegio. Alguna vez me había hablado de ellos, diciendo que había
sido la peor época de su vida y que odiaría volver a vivirla si le tocara. Eso
dije en el juicio.
Mostraron fotos de la masacre y, como todo el
mundo, no pude evitar llorar. Los había ejecutado, no solo asesinado. Era
horrible pensar que la persona que me había hecho reír por tanto tiempo era la
misma persona que había hecho todo eso, que había sido capaz de torturar a
tanta gente en un salón de eventos que había sabido bloquear y al que había
metido un arma y un tipo de ácido con el que le arruinó el rostro a un par de
personas. Creo que los odiaba más que a los otros.
Sin embargo, seguí pensando en él, En parte
porque sentía algo de culpa, pero también creía que en algún lado debía estar
mi amigo. Cuando el juicio hizo un descanso por algunos meses, él me pidió que
lo visitara y fue la única vez que lo vi en prisión. Tratamos de hablar como
siempre, pero había una barrera enorme donde antes no había nada. De su parte y
de mi parte había algo que nos bloqueaba. Le llevé un kit de limpieza personal
y le deseé lo mejor.
Por ese tiempo, me fui a vivir con mi novio y
me pidió matrimonio. Yo dije que sí al instante porque él había sido una de las
mejores personas conmigo. No solo me quería sino que de verdad le importaba
como estuviera. Se preocupaba por mí. El juicio se reanudó y creo que Simón
pudo ver mi anillo pero no pudimos hablar, nunca más. Lo condenaron a cuarenta
sesenta años, la condena más alta.
Yo lloré. Me daba vergüenza pero al fin y al
cabo era como un hermano para mi y me dolía. Los periodistas me acosaron por mi
reacción pero los mandé al diablo. Mi novio propuso que visitara a Simón al
menos una vez antes del matrimonio. Que intentara reconectar, una última vez.
Pedí que me pusieran en su lista de visitas
pero nunca logré entrar a la cárcel. Solo una semana después de su condena,
otro recluso lo apuñaló en la cafetería de la cárcel. Dijeron que era un tipo
inestable, un loco que no debía estar allí. Pero estaba y así terminó la vida
de Simón.
Los periodistas me acosaron. Yo aproveché la
boda para desaparecer, para perderme de todo. Pero tiempo después, decidí
aceptar una de ellas. Dar mi versión de los hechos era lo correcto y no tenía
porque pedir perdón ni sentirme mal por haber tenido un amigo que había caído
en al oscuridad.