lunes, 18 de junio de 2018

No hay nada como el placer

   No hay nada como el placer. Es una sensación bastante simple, cuyo único objetivo es el de generar una respuesta más que agradable en el cuerpo de un ser humano. Por supuesto, el placer puede ir mucho más allá de una simple sensación física pero creo que no debemos ir demasiado lejos con ello porque entonces ya no es placer sino algo más, más elaborado y complicado, más hacia el terreno del amor y todos esos sentimientos que tienen mil y un recovecos para recorrer durante la vida.

 En cambio, el placer es simple y efectivo. A todo el mundo le gusta sentirlo, venga de donde venga. De allí vienen precisamente muchas de las obsesiones que los seres humanos pueden llegar a sentir. Algunos no pueden dejar de vivir y pensar en aquellas cosas que les han dado un gusto indescriptible y simplemente se amarran al hecho de querer sentirlo a cada rato. Hay obsesionados con la comida, con el sexo y con la adrenalina. Incluso hay personas obsesionadas con sentirse bien.

 El placer más inmediato, sin duda alguna, es el que nosotros mismos podemos proporcionarnos sin ayuda de nadie más. La masturbación es seguramente lo que se viene a la mente de la mayoría pero no es lo único. Los seres humanos somos capaces de encontrar placer en una gran variedad de cosas, por lo que sentirse bien puede ser diferente pero igual de fácil para todos. Algunos se sienten perfectamente al hacer ejercicio y otros al probar el dulce sabor de un buen pedazo de chocolate. Todo depende.

 La masturbación es solo una de muchas cosas que podemos hacer solos para generar placer. A la mayoría nos gusta y para la mayoría es un placer relativamente fácil de obtener. Además, sabemos exactamente cual es su punto culminante pues existe la palabra “orgasmo”. Es esa palabra y otras similares las que son claves cuando hablamos del placer. Es esencial saber cual es el limite al que debemos llegar para que esos placeres no terminen apoderándose de nuestra mente y convirtiéndose en obsesiones.

 No hay nada peor que una obsesión que no deja de crecer y de molestar en el interior del cerebro humano. Es casi como un virus que se mete en el cuerpo y se rehúsa a salir pues el clima interior es simplemente perfecto. Lo mismo pasa con una obsesión que encuentra un buen lugar para crecer y ser más de lo que jamás pudo ser en otra persona u otra situación. Por eso debemos conocer nuestro límites y, por supuesto, debemos saber qué es lo que nos genera placer y porqué. Si nos entendemos bien, el riesgo de que lo que nos gusta se convierta en algo perjudicial, baja sustancialmente.

 Para esto, debemos reconocernos de la manera mas honesta posible y encuentro que quienes tienen mayor facilidad para esto son las personas que muestran al mundo quienes son en realidad. La mayoría de personas jamás haría algo así porque se sentirían demasiado expuestos, tal vez vulnerables a ataques externos de personas que quieran usar esos placeres para atacarlos. No es poco común en el mundo que se usen cualidades humanas como armas para atacar a dichos seres humanos.

 Sobra decir que es un comportamiento bajo y de ética reprobable pero no es poco común. Por eso muchas personas deciden no ser ellos mismos o al menos no una versión completa a plena vista de todo el mundo. Por ejemplo, es muy probable que cuando estábamos en el colegio nos gustaba alguna serie o dibujo animado pero nos daba mucha vergüenza decirlo en voz alta porque los demás opinaban que dicha pieza de entretenimiento era solo para niños de mucha menos edad o algo por el estilo. La vergüenza entra en juego.

 La vergüenza es como el miedo, armas que han usado aquellos que no tienen ideas propias o fundamentos reales en sus convicciones, utilizadas para demoler al ser humano desde adentro. Y cuando digo esto no me refiero al corazón, un centro simbólico del alma humana, sino al cerebro. Esas armas son como puñales que atacan directo a nuestras ideas, a lo que genera cómo somos y cómo nos comportamos. Nos hacen retirarnos a un rincón oscuro para que nadie nos mire como bichos raros.

 Eso siempre ha sido y será extraño pues el ser humano parece incapaz de entender que todos somos raros, de una manera o de otra. Por pura genética, somos cada uno diametralmente distinto al otro. Sí, de acuerdo a la ley somos iguales para efectos de tener una sociedad funcional decente pero biológicamente y neurálgicamente no tenemos mucho que ver del uno al otro. Somos hombres y mujeres, tenemos pelo y apéndices, podemos hablar y escuchar y reír pero eso no nos hace cien por ciento parecidos.

 Adentro de nuestra cabeza, dentro de nuestro cerebro, somos diferentes porque nuestras ideas originales nos hacen únicos. Esa es la meta de muchos en este mundo: crear cosas que nadie más haya creado. Y con cada una de esas creaciones, vamos construyendo un mundo mejor, a partir de lo que cada persona va aportando, a partir de lo que cada uno es en realidad. Son esas diferencias las que nos hacen ser capaces de construir máquinas sorprendentes y de llevar nuestra conciencia a nuevos niveles cada vez más increíbles. Y el placer es el que genera esas creaciones.

 Sin el placer, nadie habría descubierto nada. Se requiere de pasión, de amor por lo que sea que se está haciendo para se genere el placer, el gusto máximo por lo que se siente en el cuerpo. Y como dijimos antes, no todo es puramente físico. Es más una amalgama de amos estados del ser humano, lo físico y lo mental. Lo espiritual es otra cosa más ambigua y menos fácil de detallar pero nuestro cuerpo y nuestra mente están aquí siempre y son aquellos que crean el mundo que habitamos, los únicos que pueden cambiarlo.

 Votar por quién se tiene una convicción personal fuerte, hace parte de sentir placer. Se siente bien por el deber bien hecho, por hacer parte de algo más grande que uno mismo. Igual que cuando hacemos una obra de caridad. Eso que se siente después no solo es satisfacción sino placer, de ver caras felices y de saber que el mundo no es solo lo que tenemos por dentro ni lo que somos nosotros como seres humanos sino que va muchos más allá de nuestras manos y nuestras mentes. Es más grande que todo.

 Y por supuesto, el placer nos da esos momentos privados que recordamos para siempre. De pronto nuestro placer son los videojuegos y siempre recordamos aquella primera vez en la que pudimos terminar un solo juego por nuestra cuenta. Tal vez nuestro placer es el de cocinar ricas comidas y por eso siempre recordamos aquella vez que pudimos hacer feliz a alguien con nuestras creaciones culinarias. O puede que nuestro placer sea solamente sentarnos a leer lo que alguien más ha escrito.

 Sin duda el placer más evidente, aunque tal vez no el mayor, es el que relacionamos a las relaciones sexuales. No siempre son placenteras, a veces son todo lo contrario. Pero cuando hay placer, es bastante particular por una circunstancia que lo cambia todo: es una experiencia que se comparte con una o más personas, dependiendo de los gustos personales. No es algo que hacemos solos, físicamente o en nuestra mente. Lo compartimos, casi como un ritual antiguo que se propaga para siempre.

 Nuestra biología, la manera cómo nos reproducimos en el mundo y nos perpetuamos en esta Tierra, tiene ese factor metido ahí, como si alguien lo hubiese puesto a propósito para darnos una razón más para seguir tratando de estar aquí. Un fragmento de felicidad en la incertidumbre.

 El placer es simple pero abre tantas dimensiones, a tantos sentimientos humanos y realidades, que nos recuerda que siempre es importante saber y reconocer quienes somos, pues es la única manera de vivir una vida sincera y honesta, con nosotros mismos primero y, luego, con todos los demás.

viernes, 15 de junio de 2018

Trip to the city


   The smell of books was overwhelming but soothing at the same time. The rows and rows of books stacked to the ceiling, stood there still forever, as the sunlight came in through the big windows and caressed different parts of them. It was a beautiful place that seemed to be miles away fro many sound that could be caused in the world. Only a very low-pitch murmur could be heard, caused by people flipping pages or gently breathing as they immersed themselves into the worlds described in their books.

 Martina walked towards the center of the gigantic room and tried to appreciate the beauty of the place from there. Sadly, it could not be done. It was way too big and with many hallways and corners to see it all at once. So she walked to a metal staircase instead and ascended to the second level, which had been built all around the edge, enabling views over the first floor were people were granted access to the library and the books. The view from there was much better but there was still a lot to explore.

 However, Martina was not there to explore the place. She was there to look for a specific book. She had the name of it in a small piece of paper she had in her pocket, given to her by her father. He needed it in order to complete a paper he was writing for the university he worked on. It was only to check some facts and maybe give a bit more of information to the reader. He had sent his daughter to this mission because she wasn’t doing much at home, as the summer holidays had recently begun.

 At first, she thought it would be very boring to go to a library. After all, they were not known to be the best places to have any kind of fun. Besides, she had to walk to the metro station and then take the train to downtown and then walk once more, this time towards the library building. It was quite a trip from her home. Such a long trip it was that, her father, had given her some money to pay herself some lunch after she had grabbed the book. However, he had asked for her to come home “as soon as possible”.

 That was all before she had seen the beauty of the place, of its main room at least. Because, according to a sign outside of the main door, there were lots of different rooms, further divided in sections. She had entered the largest one but the truth was that she had no idea if the book she was looking for was there. Martina had just been pushed inside by a feeling that she had the moment she saw the very tall windows and the sun entering in the most beautiful way. It took her a while to realize that she had a mission to accomplish and that her father was waiting for him back at home.

 She descended the metal staircase and almost ran towards the main counter. It was obviously not a thing people should do because a couple of people raise their heads only to look at her disapprovingly. Martina slowed down and almost tiptoed the rest of the way. When she got to the counter, she waited for one of the ladies that worked there to notice her. As she did, she saw a weird looking kid come into the room and walk straight into a dark corridor to the left. He was wearing strange clothes and what looked like makeup.

 One of the ladies interrupted the moment and Martina just passed her the piece of paper her father had written on. The woman moved her glasses a bit, as if she needed to make out what she was reading. The woman did not say a word and Martina had no idea what to say. There was a very uncomfortable silence, and that’s was in a place were silence is pretty much the norm. The woman then turned around and started using a computer, probably looking for the book’s location in the massive collection of the library.

 Again, Martina had time to turn around and look at the rows and rows of tables, where people were reading and trying to study. It was kind of amazing how some of them were reading only one book, in some cases one of the most popular novels in existence, and how others had a huge stack of them next to their main read or a laptop. Martina smiled because places like those were almost extinct at it was nice to see that they kept going on, no matter what happened with life and technology in the world.

 The woman came back from her computer and told Martina that book was a very unique exemplary and that a special permit had to be granted. Martina started getting worried but the woman asked her if it was possible for her to call her father, who they would talk to in order to make the permit that morning. Martina grabbed her cellphone and called him, passing him on to the lady. They talked for a long time, which wasn’t very nice for Martina, as she was already getting hungry and her cellphone battery was not eternal.

 When the woman finished, she told Martina that her father would have to talk to the manager of the library too. They were kind of doing that right then, so she would have to wait for a while until the permit was approved. When Martina was about to ask how much time that would take, the lady only said “In an hour” and started talking to another person. Martina was a bit surprised by that attitude but decided to make the best of it and have something to eat before coming back for the damn book. She was already thinking of a big subway sandwich when she noticed the kid she had seen before.

 He was coming out of the dark corner he had entered. Martina now noticed he was wearing something resembling a cape. He apparently felt her eyes on him because he stared for a bit, until she decided to move on and walk out of the building. The kid passed her on the stairs outside and almost ran down the street. Martina stayed there for a bit, both because she was thinking about where the subs place was located but also wondering what that kid’s deal was. He looked very suspicious and way too young to be that.

 She remembered the place was only one block away, so she walked slowly and enjoyed the sun hitting her head. She noticed then that the library was a bit colder than the outside, probably because of all the marble and other stones that had been used for the construction of the building. As she got near the restaurant, Martina tried to remember if she had ever been inside the library before, but she somehow could not remember. It was as if accessing those files in its head was not possible.

 Inside the restaurant, Martina bought one of the biggest subs, with everything on it. She asked for the spicy sauce and potato chips with tomato flavor as a side. Instead of soda, she asked for an iced tea. After paying, she took her tray to a small table by the window and sat down there to have a view of the people passing by and the sun moving along the front parts of the building and over the sidewalk. The city could be very nice sometimes, even if she didn’t get very excited to be there often. Maybe that could change.

 As she bit her sub for the first time, and then cleaned the sides of her mouth with a napkin, Martina saw the kid with a cape walking on the other side of the street. He had just come out of a small store. In the front it said “Mystical treats” and it was adorned with many candles and painted all in black. It looked like a very spooky place for a kid that age (maybe ten or twelve). The fun part was, Martina thought as she took another bite, that no one else seemed to be noticing the kid with the cape. As if he was invisible or something.

 It was then when Martina realized something. The same thing had happened in the library. She had been the only one looking at the kid there too and he looked quite surprised and even angry when Martina stared at him. It was as if he was not very used to that happening to him.

 As she sipped some iced tea, Martina stopped and left her food on the tray. The kid was still on the other side of the sidewalk, in front of another store: “Mirror Wonderland”. But that was not the most surprising part. The fact that the kid had no reflection on any of the mirrors in the storefront was.

miércoles, 13 de junio de 2018

Habilidades especiales


   Volé sobre el mar por varias horas, hasta que sentí que había llegado al lugar correcto. Dando una voltereta un poco tonta, aterricé cerca de un acantilado hermoso. La luz de la tarde acariciaba a esa hora toda la costa y las sinuosas grietas de toda la zona se veían todavía mejor con esa luz color ámbar que lo bañaba todo. Los animales, más que todo aves, parecían haberse calmado solo por la presencia de semejante fenómeno natural tan apacible. Era un lugar perfecto para alejarse del mundo y poder pensar un poco.

 Al menos eso era lo que yo había ido a hacer allí. Después de tanta cosa, de peleas con personas de un lado y de otro y de batallas reales con consecuencias abrumadoras, había decidido que tenía derecho de irme lejos para poder pensar un poco. Sabía que mi decisión no sería bienvenida con todos pero la verdad eso era lo de menos. No podía agobiarme a mi mismo tratando de complacer a los demás, no en ese momento. Necesitaba pensar en mi mismo por un tiempo, saber qué era lo que necesitaba como ser humano.

 Ser humano… Que gracioso suena decir eso e incluso pensarlo. Ser un humano… Y yo vuelo y vine aquí después de viajar una larga distancia. Y la gente que conozco, con la que trabajo, tiene las mismas características, aunque no todos vuelan. Por ejemplo, Loretta sabe gritar de una manera que a nadie le gustaría escuchar jamás. Es gracioso porque suele ser muy callada, tal vez por eso mismo. Y Antonio puede manipular la forma de su cuerpo a voluntad. Se puede meter por donde quiera, no hay nada que lo detenga.

 Y Javier… Mierda, olvidaba lo mucho que me duele pensar en él. Solo hemos podido hablar solos un par de veces, y en ambas ocasiones ha pasado algo que no nos ha dejado decir mucho más que algunas frases sin sentido. Él anda para arriba y para abajo con Marta, esa chica rubia que básicamente es la secretaria de nuestro jefe. Ella no es especial como nosotros pero se comporta muchas veces como si viniera de otro planeta. Desde que trabajamos todos juntos me ha caído bastante mal y ahora es cada vez peor. No la soporto.

 Su mirada es siempre condescendiente y habla como si le estuviera explicando todo a un montón de niños de preescolar. Creo que no soy el único que no aprecia su presencia en el equipo, pero ciertamente sí soy el único que se ha ido a discusiones verbales con ella. Jamás he sido muy bueno que digamos en eso de callarme y seguir adelante. No puedo. Tengo que decir lo que pienso, así sepa que voy a herir a alguien con mis palabras. Pero ella parece estar hecha de teflón o algo por el estilo porque parece que nada le hiciera daño. Las cosas, sin embargo no son peores y eso es por Javier.

 Al comienzo, tengo que confesar, que no lo había detallado mucho. Pasaron seis meses hasta que nos hablamos por fin. Fue un breve intercambio en un ascensor. Hablamos de nuestras habilidades especiales y de nuestra vida justo antes de empezar a trabajar en el equipo. No dijimos nada demasiado profundo ni demasiado personal. Fue un simple intercambio de palabras entre personas que trabajan en un mismo lugar. Fue cordial y amable, ni más ni menos. Y sin embargo, debo confesar que sentí algo entonces.

 Mientras camino por el borde del acantilado, mirando como el mar crea cada vez más espuma sobre las rocas, recuerdo como empecé a pensar en él cada vez más. Era como obsesión que había nacido y se apoderaba cada vez más de mi mente e incluso de mi cuerpo. La segunda vez que hablamos fue mucho después, cuando ya habíamos trabajado de manera activa juntos. Debo decir que cuando mencioné antes que habíamos hablado solo dos veces, me refería a después del incidente. El muy desafortunado incidente.

 Nuestra versión oficial era que no había pasado nada y que todo lo que la gente decían eran puros chismes que buscaban crear algo donde no lo había. Pero nosotros tres, Javier, Marta y yo, sabíamos muy bien que todo lo que se decía por ahí era completamente cierto. Era muy complicado parecer indiferente ante algo que todos parecían interés en discutir. Además cada uno lo asumía de manera diferente: unos de verdad querían saber y preguntaban detalles y otros se hacían los indiferentes pero obviamente querían saber más también.

 Al fin y al cabo, lo único que habíamos hecho era darnos un beso. Aunque eso sonaba demasiado romántico. No había sido tanto un beso como una acción de extrema urgencia que habíamos tenido que tomar en el frente de batalla. Javier había sido herido gravemente y su respiración parecía haberse detenido. Por radio, nos dijeron que lo mejor era ayudarlo a respirar. Eso solo podía hacer con un masaje cardiaco, imposible en nuestra situación, o con respiración de boca a boca y masajes en el área abdominal.

 El problema recaía en que Javier tenía una habilidad bastante peculiar y es que absorbía la energía de cualquier ser humano que lo tocara. Al parecer era algo que podía manejar pero solo cuando estaba consciente y en buen estado de salud. Así, desmayado como estaba, no se sabía. Fue Marta quién sugirió que yo lo hiciera. Pensaba que la habilidad de Javier podría matarla a ella pero yo, por mis poderes, podría sobrevivir. Tengo que admitir que ella no tuvo que insistir mucho. Lo hice sin pensar en nada, lanzándome al vacío como lo había hecho antes en tantas ocasiones. El eterno irresponsable.

   Al comienzo, no sentí nada. Pero luego empezó un cosquilleo en mi boca que se hizo cada vez más notable con cada intento para que Javier pudiese respirar de nuevo. Mis labios y mi cuerpo entero hacían lo que podían, bombeando aire dentro de Javier para que este pudiese vivir. Pero por alguna razón, no funcionaba. Fue como al décimo intento cuando vimos signos de vida en él: tosió y se movió un poco. Yo estaba feliz. Detuve mis intentos y lo miré a los ojos. Fue entonces cuando sentí arder mi alma.

 Esa es la mejor manera que tengo para describirlo. Mientras veo como el sol cae en el mar para ocultarse durante otra noche más, recordé como ese ardor indescriptible recorría mi cuerpo y parecía hacerme querer ver el infierno. No recuerdo gritar pero Marta dice que lo hice. Incluso, la única vez que hablamos de ello, en presencia del jefe, dijo haber visto como mis ojos se ponían de un color rojo brillante. Dijo estar muy asustada y no querer hablar nunca más del tema. Y no lo hicimos, con nadie.

 La gente solo sospechaba que yo había besado a a Javier para salvarlo, eso era todo. Se burlaban a besos, haciendo chistes idiotas acerca del momento. Ellos no estaban allí, así que no tenían idea de cómo había sucedido todo. No sabían del afán que tuvimos de salvarle la vida a Javier y no tenían ni idea, ni podían imaginarse, que algo dentro de mi cuerpo se había despertado con esos “besos”. En vez de quitarme energía, parecía que Javier me había dado algo que yo no había poseído antes. Desde entonces, tengo miedo.

 Por eso vine aquí, a un lugar que solo había visto en documentales y películas. Es una isla sin habitantes en las costas escocesas. Gente ha venido aquí en muchas ocasiones pero nunca se quedan mucho tiempo. El mar y el viento no dejan que la gente se acostumbre al clima tan severo. Hay tormentas con frecuencia, por lo que no es raro que la lluvia cubra toda la superficie del lugar por varias horas. No es un sitio al que alguien vendría a buscarme y precisamente por eso me vine volando hasta aquí.

 La luz ya se había ido. El sol ya no estaba pero entonces la Luna apareció tras unas espesas nubes oscuras e iluminó el extenso mar que había abajo. Me senté al borde del acantilado, sin miedo de caerme. Había perdido el temor a muchas cosas con el paso del tiempo, una de ellas las alturas.

 Entonces sentí de nuevo ese ardor en el pecho. Por un momento pensé que me iba a partir el cuerpo en dos. Pero entonces lo logré dominar, o eso creo. Fue entonces cuando entendí que no debía quedarme allí mucho tiempo. Tenía que volver. Tenía que hablar con Javier de todo esto y de más aún. Era necesario.

lunes, 11 de junio de 2018

The elevator


   The elevator on Kartan IV had been abandoned almost a century ago. By the time human explorers had arrived to that part of the galaxy, the civilization that had built the elevator had already been destroyed. There were many traces on the planet of their former glory and power but the only real proof of their quest for knowledge was the elevator. It was ten kilometres high, made with the toughest metals and plastics, making it a very strange feature of the planet and a technological advancement the human race had not yet reached.

 The first group of humans to get there were part of a scientific mission aboard the vessel called Leviathan. It had such a name because it was massive in size, taking care of many scientific missions at the same time. Leviathan was the centre of all science being done on other systems, far away from Earth. People that worked there had never being to Earth and most had no desire of going there. They were curious, of course, but the secrets of the universe were a lot more interesting to their wandering minds.

 The group that entered the elevator had the task of retrieving samples of the metals and other materials that had been used in the structure, in order to analyse them and see if they would be viable for use in space stations all around the Milky Way. Humans had mastered space travel but they wanted to put a foot everywhere they could, even in places were life had been detected.  Of course, those were the really interesting scientific missions but they were very secretive and exclusive to those with more experience.

 The Leviathan was the next best thing and all of those inside it knew that perfectly. However, they all wanted to work with the governments that were building space stations in key systems. That’s why those who entered the elevator on Kartak IV for the first time in a millennia, were eager to find lots of new information for humanity to use in their colonization of the galaxy. They could be instrumental in the development of their civilization and some of the first to interact with new and unseen forms of life.

 The elevator, however, was very much deserted. They spent days inside, extracting pieces and information from the very old computers. It took a long time to get the elevator actually working again and a team of xenolinguists had to come aboard to decipher the ancient language of the aliens that had built the structure. It was the only way humanity could effectively replicate such a piece of engineering in other parts of the galaxy, even of Earth. However, their first discovery was not the one they were looking for but something much more sombre and dangerous. Earth was called at once.

   Leviathan was asked to stand down. They had no authorization to land on the planet or to enter the elevator again. Everyone was ordered to stand down and wait for a special team of envoys to assess the situation. They arrived in a couple of days, with their dark suits and their unwillingness to share any information about what their own team. They were given a big room to examine everything and no one was allowed to enter that space, unless they were cleared after many security screenings and had a special letter.

 They were very difficult times in the ship, as it was the first time ever that they felt they had done something wrong and that their own government, the one that had send them hurling around the galaxy, did not trust them. Many were openly hostile to their visitors, giving them nasty looks and even saying what they thought without even thinking. But the visitors remaining uninterested in the personnel of the ship. They soon declared that their revisions would take a lot longer that expected, so Leviathan would not move from where it was.

 That decision made even more people furious. They demanded to know what it was those men were doing. They wanted to know because their lives, their profession, depended on them moving on to other missions. If the Leviathan stayed in one place for a long time, the government would not pay those that were simply not working at present time. And with so many people inside. It was obvious that not every single person was working at the same time, on the same thing. It was just how things worked.

 But that rotation system was of no interest to the visitors. They spent almost every single hour of the day checking information in their private room, sometimes calling in those who had clearance in order to ask a few questions and then sending them out again. People inside Leviathan grew rapidly fed up by that and they soon began plotting something that could be interpreted as a revolution. When humans are trapped like that in a finite space for too long, it is not a surprise that they do the craziest things.

 The first one of those crazy things was stealing one of the landing pods and travel exactly where they had been banned: the planet Kartak IV. A group of two, a woman and a man, stole the small vehicle and travelled at night towards the region of the planet from where the elevator was constructed. It was a desert and it resembled a lot like Mars, or at least what Mars had looked like in the past. There was a lot of red dust and the sun hit the ground with its full power, heating up the surface from the moment night ended. It was a beautiful place but it could also be seen as a horrible example of what could happen.

 The couple was ordered to return to Leviathan in order to be arrested but they obviously had no intention of going back, at least not until the visitors declared their true intentions in the ship. Many believed they were only there to take a look at the workers and then start firing them from their jobs. Others actually thought that Leviathan as a whole was going to be dismantled and that they would all be sent to different parts of the galaxy to accomplish menial jobs that had nothing to do with what they worked on there.

 But that wasn’t it. The visitors had come because of what the team that had penetrated the elevator had found there. The ancient language was not an unknown one and the central government of Earth had recognized with the help of their computers and artificial intelligence. The agents dispatched to Kartak IV had the responsibility to find out if the language was indeed the same that humans had already found in another corner of the galaxy and what that really meant for humanity as a whole.

 Sadly, they found out too late. The couple on the planet entered the elevator on its ground floor and discovered the truth. They didn’t have to know how to read it all: the elevator was not only that but also a weapon and an antenna. The creatures that had lived there had built it in order to transmit messages, probably to those they would obliterate shortly after. There were recordings of the weapon being deployed. But the couple was not able to see them all. They disappeared inside the elevator, leaving no trace.

 The following day, Leviathan was ordered to leave the system and, for the first time ever, travel to Earth at once. As they travelled to the centre of their universe, the inhabitants of the ship were told by the visitors that a new enemy had appeared and that they needed everyone to be on the same page to fight them off and defend what being human meant.

 The crew of the Leviathan was puzzled but they had always been a strong people, with tough to change convictions and minds that could create solutions for almost anything. They were ready to help their kind.