Había pasado por lo mismo en tantas
ocasiones que ya todo le daba un poco lo mismo. Eso de que fuese el primer día,
de sentirse como el nuevo, de tener que congeniar y formar lazos emocionales
que solo tendrían una duración bastante corta, todo eso ya lo había mandado a
recoger en su mente pero hasta ahora se daba cuenta de ello. Era uno de esos
mensajes que le llega tarde al cerebro porque parecen haber sido hechos sin
importancia, pero esto sí que era importante. Al fin y al cabo, se trataba de
él dándose cuenta de lo harto que estaba de pasar por lo mismo tantas veces a
través de su vida, de estar siempre movilizándose como si fuera un soldado en
batalla, algo que a la larga no difería mucho de su posición actual, a
excepción que esta vez la batalla era interna.
Eso de vivir lo mismo tantas veces parecía
sacado de una tonta película de ciencia ficción, pero era la verdad. Aunque es
cierto que las amistades son importantes en la vida de un ser humano, él sentía
que ya tenía las amistades que quería y necesitaba. Ese cuento de estar
haciendo amigos por todas partes como si todavía estuviera en la arenera de
cuando era niño, simplemente no le llamaba la atención en lo más mínimo.
Además, nunca le había sido muy fácil conocer gente a menos que tomara uno en
cuenta esos adorables años de juventud en los que todo el mundo se relaciona
con tanta facilidad y desprendimiento. La gente normal saca de ahí sus mejores
amistades pero no él. Ese pedazo de su vida lo vivió en movimiento así que no
sirvió de nada.
Ahora de grande, de adulto, conocía mejor a la
gente y sabía como la mayoría pensaba, como maquinaban antes de conocer gente y
lo predispuestos que estaban a todo. Al fin y al cabo, los adultos están mucho
más contaminados de todo en el mundo que los niños, así que no existe una
amistad adulta en potencia que no esté contaminada de pretensiones y
estereotipos, de suposiciones que la mente va a haciendo a partir de lo que a
la imaginación le da por inventar. Todo eso no es fácil de superar y mucha
gente lo logra pero él nunca lo hizo. Hacer amigos reales a esas alturas de su
vida le sonaba ridículo por muchas más razones de las debidas.
Una de las más importantes era que, por alguna
razón, nunca le había caído bien a la gente. Bueno, al menos no de entrada. Entendía
que era porque era algo hosco y aprehensivo, por lo mismo de saber que la gente
lo era con él. Debía ser entonces que las personas veían entonces eso en su
rostro o algo por el estilo porque muy poca gente hablaba con él
espontáneamente. Es obvio que a la gente siempre le guste hablar con gente que
es como aspiran a ser. Por eso la gente más “popular” es siempre extrovertida,
divertida y con más energía de la que pueden gastar. Él estaba al otro lado de
ese espectro y al parecer lo tenía escrito por toda la cara porque era un
problema para que la gente soltara algo.
Ya después venían los problemas regionales, es
decir las tontas características de las personas según su lugar de procedencia.
Alguna gente es más abierta, otra más cerrada y así. Son bobadas o al menos así
lo veía él, pues creía que la gente fácilmente podía superar semejantes clichés
en los que estaban encerrados. Pero, la verdad es, que a la gente le encanta
ser un estereotipo ambulante. Al parecer es más fácil definirse así porque es
más claro. Por eso mismo la mayoría de personas no gustan nada de aquellos que
son más difíciles de explicar y de entender. Con esto, él no quería pretender
ser un ser misterioso, envuelto en las sombras. Pero ciertamente no era ese
desgastado ser lleno de vida que la gente aspiraba a ser, por razones
desconocidas.
Todos estos problemas para conectar con la
gente habían migrado también a su vida personal. O bueno, no era tanto una
migración pues todo venía a ser lo mismo que era conectar con gente que no
conocía, aunque hay que decir que en el amor y todo lo relacionado con ello,
nunca había sido una persona muy exitosa que digamos. Fue rápidamente que se
dio cuenta que no era de aquellas personas a las que la gente se le queda
mirando a menos que sea por las razones que nadie quiere que lo miren. No era
uno de esos tipos con un rostro inmaculado, que parece salido de la revista de
moda más ridícula del mundo. No, ese no era él pero ni por las curvas.
Era bajito y simple, siempre en el medio de
todo pero nunca nada por completo. De pronto era eso lo que la gente obviaba
pues, como decíamos antes, las personas prefieren lo que está definido y claro
como el agua. Eso de que la Humanidad está fascinada con los misterios de la
vida, es solo un mito de auto complacencia para hacernos pensar que todos somos
brillantes y que además somos la mata de la cultura. Sabemos que eso no es así
porque la mayoría de la Humanidad es tonta como ella sola, solo que a cada rato
salen personajes que la salvan de si misma. Eso sí, no nos referimos a él que
es otro tipo simplón y ciertamente él no se considera el pináculo de lo que es
ser un ser humano.
El caso, para ponerlo en palabras simples, es
que nunca había atraído una mirada y, si lo hacía, era de lujuria o de
confusión. Provocar cualquiera, al menos en su concepto, era desagradable. La
primera porque simplemente no era halagadora y pasaba a ser lasciva y casi
invasoramente física con facilidad. Y la segunda porque cuando la recibía su
autoestima, un ser débil ya de tantas batallas, daba un salto hacia atrás y se
encogía hasta quedar del tamaño de una uva. Las miradas para él decían todo de
las personas y por eso había decidido ya no esforzarse más y dejar que cada
persona opinase lo que quisiera y como quisiera. Sentía que después de tanto
tiempo, la vida le debía algo.
Sí, ya lo sabemos. Es bastante pretencioso
decir que la vida le debe algo a uno pero a veces ciertamente se siente así.
Hay gente que es premiada con demasiado en la vida y lo que pasa entonces es
que se aburren con facilidad o se creen el centro del universo, dos situaciones
bastante molestas para cualquiera que esté cerca. La gente a la que todo le
sale bien, con la que todo es perfecto, ideal y justo, normalmente tienen el
descaro de pedir más cuando ni se lo han ganado ni deberían poder tener más.
Sin embargo, reciben belleza, amor, inteligencia y otro sin fin de premios. Y
para el resto que queda? No mucho, lo que sobra que es poco y no vale tanto la
pena pero está ahí para que el que quiera tomarlo lo haga. Y no, a él no le
gustan las sobras de otros.
Le debiera algo la vida o no, igual no estaba
cerrado a que las cosas pasaran como pasaran. Es decir que no iba a buscar
activamente el amor o amistades o nada de nada pero sí iba a estar abierto a
que cualquiera de esas cosas llegara a su vida. Es decir que no iba a creer una
barrera ni nada por el estilo, iba a dejar que quién quisiera conocerlo lo
hiciera pero eso ya dependería del interés de la gente y, la verdad, él no
creía que fuese a suceder nada con ello. La gente no iba a descubrir de la nada
que él estaba ahí parado todos los días. Por algo cuando caminaba por la calle,
sentía que nadie lo veía y que podía pasar desapercibido en cualquier lugar del
mundo.
De hecho había intentado hacer eso mismo en
muchos lugares y lo había logrado con éxito. Simplemente resultaba invisible
para muchos y la verdad que era algo agradable en ocasiones, aunque la mayoría
se sentía muy solo. En esos momentos recordaba a su familia y a sus verdaderas
amistades porque los tenía lejos y entonces sentía en el corazón lo difícil que
es separarse de lo que uno necesita para hacer lo que se debe hacer o al menos
lo que uno cree que debe hacer. Fuese como fuere, a veces lloraba en silencio
un rato y después se le pasaba todo, como si tuviese que colapsar por momento
para volver a construirse, ojalá más fuerte que antes y con mucha más fuerza y
resistencia.
No era de sorprenderse que estuviese aburrido
con retomar el eterno ciclo de conocer gente y tener que unirse en grupos. Lo
hacía pero no más que eso. A la gente no le interesaba él y él había perdido
interés en la gente a menos que fuese para usarlo como piezas de su inventiva.
Su autoestima ya había recibido demasiados golpes como para seguir
arrastrándola por la calle una y otra vez como si fuera algo divertido. Ya no,
estaba cansado de ponerse él en el medio de todo para que lo vieran por una
vez. Ahora demandaba que los otros, que el resto de personas hicieran lo que él
había hecho tantas veces. Quería verlos allí, indefensos como él.
No estaba dispuesto a hacer más cosas que no
iban con él, a fingir ser otra persona que era muy distinta y tampoco le gusta
el juego de la hipocresía, que de hecho sabía jugar muy bien. No quería más
máscaras y juegos tontos. Solo quería ser él, así eso no fuese suficiente.
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