Hace poco, todos los habitantes del hogar se
han sumido en sueños profundos. Nadie en toda la casa está despierto, todos
arrullados suavemente por la lluvia que empezó a caer cuando todavía era de
día. No es una tormenta como tal, pero el golpeteo en los cristales de las
ventanas hace sentir que es más fuerte de lo que en verdad es. En la oscuridad
de la casa, solo se escuchan algunos ruidos: el crujir de los objetos por el
frío de la noche, el zumbar de los aparatos eléctricos y, por supuesto, el ronquido
o respiración de los miembros de la familia. En este caso son cinco personas,
todas profundamente dormidas. Todos sueñan algo distinto pero, por lo que
parece, parecen disfrutarlo igual.
Incluso la mascota, un perro acostado a los
pies de la cama de su dueño, duerme profundamente aprovechando el calor
generado por los seres humanos. Y es que la casa no está fría a pesar del
viento y de la lluvia afuera, al contrario. Los cuartos están tibios gracias a
que las personas en dicho lugar se mueven bastante y usan aparatos que producen
ese calor y no hablo de calefacción. Es un sitio agradable y tal vez sea por
eso que todos los que visitan el sitio tienen algo bueno que decir al respecto.
Es una familia que se ama y se respeta y eso se siente sin lugar a dudas. Eso
sí, cada uno tiene sus miedos e incluso uno de los jóvenes tiene una pesadilla
al respecto de algo que lo tiene pensando bastante. Se remueve en su cama pro
jamás se despierta.
Eso es todo en esta casa. Afuera el clima es
más duro y más triste. Es difícil no sentirse algo deprimido cuando llueve de
esta manera. Es algo insistente pero sin verdadera fuerza. Mientras la calle
pasa debajo, se ven más allá más y más edificios y casas. En la calle no hay
nadie, al menos no que se pueda ver con facilidad. Eso es increíble porque hay
muchas personas en el mundo que no tienen un hogar al que ir o el valor de
pronunciarse cuando las cosas se han puesto más que difíciles. Pero bajo la
lluvia, parece que todos han sabido encontrar refugio. Eso sí, habrá que ver si
es un refugio lo suficientemente bien arreglado para resistir esta lluvia
persistente y los riachuelos que crea.
En otro hogar, el dos personas mayores, un
hombre se ha quedado dormido frente al televisor que ya no muestra ninguna
imagen, solo mucho puntos blancos y negros. Al parecer la señal del canal es
igual de vieja que él, pues ha salido de sintonía por ser de noche. El anciano
tiene la cabeza hacia un lado en su sillón y no parece importarle semejante
posición, que seguramente le traerá un dolor de cuello bastante fuerte al día
siguiente por el que se quejará por varios días. Su esposa, mientras tanto,
duerme con más espacio de lo normal en su cama de matrimonio, por lo que
contrario a su esposo, ella tendrá una de las mejores noches de su vida desde
hace muchos años.
De nuevo afuera, por fin vemos alguien vivo.
No nos puede ver y tampoco parece que pudiese si quisiera. Es una mujer
cubiertas en harapos, en ropa vieja y sucia, que parece no estar muy preocupada
por la lluvia. Mueve su cabeza de un lado a otro y habla sola, como si
estuviese respondiéndose a si misma varias preguntas en el mismo momento que
las formula. La mujer camina despacio, sus zapatos ya llenos de agua. De pronto
es que ha perdido la razón hace mucho y ya no hay tormenta que la saque de ese
estado. Lo más probable es que nunca regrese de donde sea que está y puede que
sea lo mejor para ella pues no sabemos que la puse en ese estado en un
principio. Así que la dejamos ahí, deambulando.
Hay más gente despierta de lo que pensábamos.
En un apartamento hay dos jóvenes compartiendo una cama y viendo una película.
Por lo que se puede ver, estuvieron teniendo relaciones sexuales o algo por el
estilo pues hay ropa por todos lados y las sabanas parecen haber sido haladas
con fuerza. Pero ahora están uno al lado del otro, ya soñolientos, viendo una
de esas películas que solo ponen en la madrugada. Ninguno de los dos le pone
mucha atención a la película. El secreto es que nadie sabe que ellos están
allí, compartiendo aquel lugar así que desean aprovechar el tiempo lo mejor que
se pueda. Pero después de un rato deciden darse por vencidos. Se abrazan
suavemente y quedan profundos en cuestión de segundos.
Aquí nos quedamos un rato, porque nos toca el
corazón (o lo que sea que tengamos) ver algo tan lleno de amor. Son dos
personas que se abrazan y parecen sentirse como nadie más en el mundo. Para
ellos la lluvia que cae es el velo perfecto para apartarse de los demás y
sentirse únicos en el mundo. Es un sentimiento válido, algo que creo que todos
hemos sentido alguna vez: ese afán por sentirnos especial cuando sabemos que no
hay nada definido que diga que lo somos. Estos dos jóvenes saben que no lo son
pero se sienten especiales estando juntos y, al final, eso parece ser lo que
importa en la vida. Que importa lo que piensen o sientan otros cuando uno mismo
se siente tan bien y tan lleno de vida.
Nos retiramos con pesar y volvemos a la calle
para quedarnos un rato en el parque. Es uno de eso espacios que uno jamás ve en
la noche y menos cuando llueve. Hay quienes se lo imaginan lleno de criminales
o algo por el estilo pero la verdad es que este está casi vacío a excepción del
chico que trata de dormir en una banca. Se escapó de su casa hace poco pero no
pudo encontrar un sitio para dormir así que vino al parque. Su chaqueta apenas
lo protege de la lluvia y a la vez llora porque siente que todo lo que hace lo
hace mal y que no tiene lugar ni aquí ni en ninguna otra parte. Por supuesto,
se siente solo y desgraciado, sin nadie quién lo abrace en semejante situación.
No sabemos porqué está allí y la verdad es que
no importa, no es de nuestra incumbencia. Pero el dilema es que está allí y es
innegable. Como es que alguien tan joven decide irse de su casa, prefiriendo
estar en un parque bajo la lluvia? Tal vez es porque no sabemos que en su casa
lo tratan mal y lo usan como si fuese un esclavo. Tal vez se cansó y se fue
pero sin pensar, olvidando que en el mundo las personas oprimidas como él nunca
tienen a nadie. Hay gente que les ayuda, sí, pero solo son personas que pasan
dando una mano y luego desaparecen del mundo como por arte de magia. Esta noche
ese pobre joven esta solo y empieza a aprender que la vida puede ser peor de lo
que pensaba.
Esto nos deprime así que viajamos hacia otro
hogar, hacia un sitio más cálido y amable. Es un hogar donde la única criatura
despierta es una niña pequeña. Sus padres duermen por fin, después de luchar
con ella para que se pusiese la pijama y luego para convencerla de que su cama
era lo mejor del mundo. Horas y horas habían gastado hasta que por fin ella
había cedido. Pero la verdad era que, aunque joven, ya había aprendido a
mentir. Había fingido estar dormida pero se había quedado despierta porque
estaba algo asustada y porque honestamente no tenía sueño. Quería seguir
jugando o al menos hacer algo hasta que pudiese dormir de verdad. La idea era
no hacer ruido para no despertar a sus padres.
Entonces, ella nos vio. Nunca nadie nos había
visto o al menos no recientemente. Eso sí, era más común que los niños y los
ancianos nos vieran que el resto de la gente. Así que, sin dudar, nos acercamos
un poco y tratamos de saludar pero no se escuchó nada. Sin embargo ella
entendió y entonces pasamos a su mesita de té, donde tenía todo los juguetes
listos para hacer una fiesta de té. Jugamos un buen rato, un par de horas,
hasta que la niña por fin se sintió cansada. La ayudamos como pudimos para que
llegase a la cama y allí quedó dormida, con una cara de satisfacción que daba
gusto, sonriendo incluso. Nos retiramos de inmediato pues ya habían hecho más
de lo esperado.
Entonces volvimos al parque. El chico de la
banca ya no estaba pero eso no importaba pues veníamos solo a quedarnos allí y
a pensar. Porque nosotros también teníamos mucho que pensar. Habíamos sido pero
ahora ya no éramos nada. No oír nuestras voces era frustrante pero
aparentemente habíamos ido más allá de eso para hacernos entender, lo que no
estaba tan mal. Sin embargo, y considerando que éramos tres, nos sentíamos
horriblemente solos, en especial viendo a tantas personas disfrutar la noche a
su manera. Ya no sabíamos que era dormir o soñar o ese delicioso sentimiento
tibio que tenemos cuando estamos completamente a gusto en la cama.
Todo eso ya no existía. Ahora solo éramos esto
y nada más. Así que íbamos de un lado a
otro, recordando la vida y lamentándonos por no tenerla más en nosotros.
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