La fila le daba una vuelta completa a la
manzana. Es decir que quién estaba de último, se encontraba prácticamente en la
puerta de la tienda. Todo ese revuelo de debía al lanzamiento de las nuevas
mochilas de regalo de uno de las marcas más reconocidas en el mundo de la moda.
Era una costumbre que en la época navideña, muchas tiendas tuvieran mochilas de
regalo con ropa adentro que nadie sabía que era. Eran un poco caras dado el
precio corriente de la ropa de la marca pero valía la pena pues se ahorraba la
gente mucho dinero así. Por eso la fila y las caras de ansiedad y preocupación.
Paula a cada rato se ponía de puntitas y
miraba hacia delante, para ver si la gente de verdad estaba avanzando o si se
estaban haciendo los tontos. Su amiga Diana estaba sentada en el piso junto al
edificio pues estaba cansada de esperar. La verdad era que Diana era de esas
personas que se cansan con nada y que se quejan por todo. Normalmente a Paula
no le gustaba mucho salir con ella. Pero lo que pasaba era que Diana había
trabajado en la tienda hacía un tiempo y había asegurado que podría hacer que
pasaran más pronto. Eso, por lo menos, no había pasado. También había asegurado
que si la gente de la tienda decía que no había más mochilas de regalo, ella
podría hablar con alguien para que les sacara dos de la bodega.
Y tal cual, a los cinco minutos, se oyó un
rumor de rabia y desconcierto. Corrió como una ola la noticia de que habían
anunciado que ya no había mochilas y que la tienda cerraría por ese día pues ya
no tenían nada más que vender. Esa promoción se hacía un domingo, día que
normalmente no había atención. Paula hizo que Diana se pusiera de pie y fuera a
la parte de enfrente de la fila para que hiciera funcionar sus conexiones. Ella
lo hizo con desgano, como si tanta belleza que había dicho no fuese cierta. Hay
que decir que Diana también era de esas personas que todo lo engrandece, lo
hace ver mejor cuando no lo es.
La gente fue despejando la zona y ella
corrieron hacia delante para evitar que les cerraran la puerta en la cara. Al
parecer el chico que cerraba era amigo de Diana pues la reconoció al instante,
saludándola con la mano y volviendo a abrir solo para dedicarle una sonrisa.
Paula casi muere de risa al escuchar como Diana hablaba con él, casi como
seduciéndolo, como si fuese necesaria semejante exageración. Pero la dejó que
hiciera lo suyo y no habló nada. El chico le dijo a Diana que iba a ver si
había más mochilas pues les había ido muy bien pero que sí hubiera alguna se
las traería.
Esperaron unos veinte minutos, mucho más de lo
que Paula hubiese querido. Ya se estaba haciendo de tarde y el al caer el sol
el viento se ponía cada vez más frío. Se puso unos guantes que tenía en el
bolsillo y justo en ese momento volvió el amigo de Diana pero acompañado de una
mujer de aspecto severo. Venía detrás, como si lo vigilara. El hombre, con la
cabeza agachada y los hombros caídos, le dijo a Diana que ya no había nada y
que no podía volver a hacer ningún favor de ese tipo. La mujer le dijo algo al
oído y el chico se retiró. Después miró afuera, a las dos chicas, y lo hizo
casi con rabia, como si las odiara a pesar de que jamás se habían visto la
cara. Diana y Paula no tuvieron más remedio que dar media vuelta y no volver
más.
Minutos después, Paula evitaba hablarle a su
amiga. Estaban en un restaurante de comida rápida y habían pedido cada una algo
para picar mientras llegaban a casa. Habían viajado casi dos horas para venir
por la maldita mochila de esa tienda y ahora no tenían nada. Ellas vivían en
una ciudad más pequeña donde no había ropa tan bonito y Diana se había mudado
allí hacía unos 3 años. O sea que el tipo ese que les había abierto la conocía
desde hace todo ese tiempo. Aunque, pensó Paula, podría ser que ni la conociera
y solo le abriese la puerta porque era una mujer bonita que le coqueteaba. En
todo casi, no tenían nada.
Diana trataba de disculparse pero cuando eso
no sirvió, empezó a quejarse del dolor de pies y de cómo no solo tenía hambre
pero también sueño. Sin embargo solo pidió unas papas fritas pequeñas. Lo que
quería era causar lástima pero Paula ya había tenido suficiente de ella. Apenas
terminó se pudo de pie y salió a la calle sin esperar si Diana había terminado
o no. Salió corriendo detrás al rato y alcanzó a Paula una calle arriba, caminando
a la parada de buses desde la que salía la ruta a sus casa. Se sentaron en un
banco a esperar y, de nuevo, nadie dijo nada.
No había mucha gente en el lugar aparte de
ellas dos. El lugar estaba más bien solo. Se podía escuchar el viento soplar y
hacer ese como aullido que hace a veces cuando ya es muy intenso y parece que
desea destruir más que cualquier cosa. Entonces, como electrocutada por algo en
el asiento, Diana se puso de pie y le tomó la mano a Paula para hacerla poner
de pie. Ella se rehusó, principalmente porque la había cogido de sorpresa.
Diana le explicó que podía compensarla por lo ocurrido si venía con ella. Paula
al comienzo trató de no mirarla. Pero Diana insistía e insistía. Paula le dijo
que no podían ir a ningún lado pues el bus pasaba en quince minutos y después
no habría uno sino hasta tres horas después. No quería quedarse allí más
tiempo.
Pero Diana le explicó que valía la pena.
Quería mostrarle un lugar que ella había conocido cuando vivía en la ciudad.
Eso no convenció a Paula entonces Diana se le puso enfrente y se arrodilló. Le
pidió perdón por su torpeza pero le juraba que le iba a recompensar con el
lugar adonde la quería llevar. Le aseguró que sería muy feliz si simplemente
iban y le prometió estar a tiempo para el último bus.
Paula suspiró, miró a un lado y al otro y
entonces aceptó. Su manera de ser no era ser intransigente y Diana, al fin y al cabo, era una de sus pocas amigas.
Si se ponía a pelear con ella, pues se quedaría sola y eso era algo que no le
gustaría. Ya mucho tiempo había estado sin amigas y no había sido una
experiencia agradable. Así que se puso de pie y le dijo a Diana que la
seguiría. Diana sonrió y le tomó de la mano y la forzó a caminar más rápido. Al
parecer el sitio que Diana buscaba no era muy lejos de donde estaban ahora. Lo
feo fue cuando, minutos después, Paula se dio cuenta que el barrio donde
estaban era netamente industrial y que la luz natural cada vez era menor.
Le dijo a Diana que volvieran, que se notaba
que no había encontrado lo que quería y que si corrían podían alcanzar el bus.
Pero Diana no le habló, solo siguió caminando, un poco despacio y mirando las
bodegas que había a un lado y al otro de la calle. Estaba vez era Paula la que
hablaba y hablaba, tratando de convencer a su amiga para que diera media vuelta
con ella para volver a casa. Pero Diana estaba como inmersa en una búsqueda,
casi analizando cada una de las entradas que veía, como si buscara una sutileza
tan insignificante que se le podría pasar el lugar al que quería llevar a Paula
si no ponía la debida atención. Por fin se detuvo hacia la mitad de una calle.
Sin esperar a nada, subió las escaleras de acceso a una bodega muy grande y,
sin darle tiempo a Paula de decir nada, tocó el timbre.
Por un segundo, Paula tuvo la sensación de que
les iban a lanzar perros hambrientos o algo por el estilo. O al menos que iba a
salir un tipo gordo y peludo a insultarlas por cortarle la siesta que estaba
haciendo. Así que fue una sorpresa completa cuando la puerta se abrió y Diana
habló con alguien en las sombras. Paula subió las escaleras para ver quién era
pero cuando llegó ya Diana estaba entrando entonces la siguió torpemente, casi
tropezando en la entrada. La puerta se cerró detrás de ella y por un momento
estuvieron sumidas en la oscuridad extrema. Paula le tomó el brazo a Diana y
temblaba, nerviosa del lugar al que su amiga la pudiese haber traído. Porque
había aceptado?
Entonces vieron luz y caminaron. Y se empezó a
oír música. Y voces de personas. Cuando salieron a la luz, Paula quedó sin
habla. Habían entrado a una especie de fiesta. Había gente con copas y riendo y
conversando. Pero en el centro de todo, mucha ropa en ganchos que colgaban del
techo y algunas personas revisándolo. Diana por fin explicó que era un lugar
secreto donde solo algunos compradores exclusivos podían adquirir ropa de
marcas caras a precios de marcas baratas, casi de bajo costo. Se acercaron a
una selección de faldas y pantalones y Paula solo tosió de ver los precios, el
anterior y el actual.
Diana le contó que era algo que se hacía con
frecuencia, combinado con fiesta y desfile. Era uno de esos misterios del mundo
de la moda. Entonces una mujer alta y guapa se les acercó y saludó a Diana de
beso en la mejilla y les habló contenta de la gente que había venido y que
llegarían más en minutos. Y así fue. Se volvió todo una fiesta enorme, donde
Paula conoció mucha gente del mundo que le encantaba. Compró ropa pero lo mejor
fue que hizo amigos y conoció a varias diseñadores que jamás hubiese creído que
iba a saludar. Su amiga Diana de verdad se preocupaba por ella.
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